Las aspiraciones de Bukele por controlar a su favor la mayoría de instituciones del aparato del Estado fueron concretizadas el pasado 1 de mayo. En la primer sesión plenaria de la nueva Asamblea Legislativa, los diputados de Nuevas Ideas junto a los de GANA, PCN y PDC votaron por la destitución de los cinco magistrados de la Sala de lo Constitucional y el fiscal general de la República, sus vacantes fueron llenadas inmediatamente con personas afines al oficialismo. Esta concentración de poder ha desatado una vorágine de acontecimientos posteriores ya que trastoca los cimientos mismos del sistema político de dominación bajo el capitalismo: el todopoderoso Estado de derecho y su más anhelada virtud, la separación de poderes.
Las reacciones nacionales e internacionales no se hicieron esperar, no solo la derecha se ha pronunciado en contra de esto, también dentro de la izquierda hubo opiniones encontradas sobre si defender o no el Estado de derecho que ha sido transgredido y se encuentra en crisis. Los marxistas también estamos interesados en participar de este debate arrojando luces principalmente sobre el origen de clase de los estados modernos y su carácter opresivo, así como analizar de qué manera esta concentración de poder no es ninguna garantía de mejora para la clase trabajadora sino únicamente un conflicto entre diferentes sectores de la clase dominante para asegurar su dominación.
La polémica en torno a las destituciones
Que Bukele buscaría controlar el poder Judicial en algún momento era algo previsible, pero casi nadie esperaba que fuera tan pronto. Para lograrlo utilizó a la Asamblea, dominada por Nuevas Ideas, para hacer una destitución de funcionarios del Órgano Judicial que el artículo 186 de la Constitución permite, y hasta aquí todo bien. Sin embargo, la polémica estriba en que los diputados destituyeron a los magistrados y al fiscal saltándose los procedimientos legales para hacerlo sustituyéndoles por otros de manera exprés, y además utilizando a la policía para hacer valer la decisión. De allí que muchos lo denominaron como “golpe de Estado” o “autogolpe”, aunque caracterizarlo de esta manera es absolutamente incorrecto.
A decir verdad, tanto los argumentos a favor de esta maniobra por parte del oficialismo como los señalamientos en contra de la oposición pueden resultar perfectamente racionales, dependiendo de la interpretación que se haga de la Constitución. Las constituciones burguesas tienen la particularidad de ser sumamente ambiguas, y no por mera casualidad, podemos observar que cuando estallan crisis sociales en cualquier país republicano del mundo, la clase dominante manosea el texto constitucional para interpretarlo y reinterpretarlo a su favor; esto es justo lo que ha hecho Bukele.
Se ha argumentado además sobre los peligros que conlleva la concentración de poder en una sola persona y/o partido, explican que al no existir ‘separación de poderes’ dentro del Estado se abre automáticamente la puerta para el autoritarismo. Y esto no es del todo exagerado, de hecho el país y los países de la región han sufrido en el pasado a manos de regímenes autoritarios violentos que no han respetado los derechos humanos más básicos.
Sin embargo, ¿ha existido una verdadera separación de poderes en algún momento en el país después de los Acuerdos de Paz o antes? La respuesta es que no. Todos quienes han gobernado en el pasado han controlado la mayoría de instituciones del Estado formal o informalmente; aunque también es cierto que para revestir la democracia burguesa con un aura de perfeccionamiento se han dado excepciones significativas en gobiernos como el de Francisco Flores que utilizó el veto en varias ocasiones o en el gobierno de Sanchez Ceren, donde la Sala de lo Constitucional puso freno a varias de sus propuestas. A pesar de esto la base fundamental de opresión del Estado no fue trastocada en lo más mínimo. Bukele solo esta haciendo lo mismo que hacían los mismos de siempre, pero de manera menos encubierta y cínica, sus altos porcentajes de popularidad y lo desprestigiadas que están estas instituciones frente a la población se lo permiten.
Una nueva careta para el Estado corrupto
Ante los ojos de la clase trabajadora y los oprimidos, las maniobras de Bukele no significan en sí un debilitamiento del Estado ni un peligro que les preocupe como tal. Se percibe de hecho como algo necesario, se debe “limpiar la casa” sacando a los corruptos de las instituciones.
Bukele puede ser cualquier cosa, pero no es nada ingenuo cuando se trata de maniobrar a favor de sus intereses, sabe perfectamente que no habrá un levantamiento del pueblo para defender a unas instituciones que les han fallado una y otra vez. Ha sido escandaloso como los jueces y fiscales han favorecido históricamente a los opresores y corruptos que han desfalcado las arcas del propio Estado, otorgándoles penas risibles y ofreciéndoles sendas garantías, mientras al mismo tiempo se ensañan con la gente de a pie con quienes no han tenido la más mínima consideración. Y ni hablar de la impunidad de la cual el pueblo ha sido objeto, por medio de investigaciones deficientes o simplemente tomando poca relevancia a las denuncias y al dolor de las víctimas.
Entonces al quitar a estos personajes y poner a otros que supuestamente sí trabajaran por defender los intereses de la población, Bukele le esta lavando la cara al Estado corrupto frente al pueblo, es lo mismo que ha pasado con la Asamblea Legislativa que ahora cuenta con altos niveles de aceptación cuando hace unos meses era la institución más odiada y despreciada.
Pero lo anterior es solo una ilusión, Bukele solo ha hecho cambios de forma y no de fondo. Ha sustituido a unos corruptos para poner en su lugar a otros corruptos, y esto tarde o temprano será una verdad para todos, en la medida que el gobierno no resuelva las condiciones de vida de la clase trabajadora. La gente comenzará a cuestionarse por qué Bukele teniendo todo el poder no ha cambiado nada en lo fundamental y sobre todo la contradicción más grande del capitalismo: la explotación desmedida y la esclavitud asalariada.
El conflicto de fondo
La oligarquía tradicional aglutinada en la Asociación Nacional de la Empresa Privada y sus satélites ideológicos, como FUSADES, no han escatimado esfuerzos por condenar el hecho, de nuevo argumentando sobre los peligros que representa para el Estado de derecho la concentración de poderes en una sola persona. Evidentemente, es una posición hipócrita, los grandes empresarios han sido los mayores transgresores de esa misma Constitución que ahora dicen defender.
De fondo, con la maniobra de Bukele un sector de la burguesía tradicional ve amenazados sus negocios y esa es su verdadera preocupación. La concentración de poderes, facultará a Bukele para favorecer con jugosos contratos y beneficios a otros sectores de la burguesía de la cual él mismo forma parte. Además que tendrá libre pase para seguir incurriendo en corrupción sin nadie que le detenga. Pero dialécticamente todo en algún punto se vuelve en su contrario, es justamente la misma concentración de poder que ahora tiene Bukele la que no le permitirá tener excusas en el futuro frente a quienes le han votado y han depositado su confianza en él y su gobierno.
La naturaleza de clase del Estado ¿Deberíamos defenderlo?
Desde la izquierda también ha habido pronunciamientos y preocupaciones por el Estado de derecho en crisis, esta posición no se diferencia sustancialmente de la posición que ha tomado la derecha y el imperialismo. Esto sucede principalmente por una incomprensión de la naturaleza de clase del Estado y no es para menos, una de las ideas más difundidas es la aparente neutralidad del Estado que mediante las leyes constitucionales otorga igualdad de derechos para todos y todas sin importar la clase social a la que se pertenezca. Pero esto es absolutamente falso.
Los marxistas nunca vamos a insistir tanto en que hay que hacer una caracterización adecuada, desde un punto de vista de clase, sobre el Estado que nos rige que es un Estado burgués. La teoría marxista del Estado elaborada ampliamente por Marx, Engels, Lenin y otros es clara en afirmar que el Estado es un arma de la clase dominante para ser utilizada en la lucha de clases. Dentro del capitalismo, la clase dominante es la burguesía, por tanto, el Estado actúa principalmente a su favor. Defender este Estado, su perfeccionamiento y su adecuada aplicación es todo, menos revolucionario.
Desde la izquierda, debemos tener muy claro que los cambios que ha llevado a cabo Bukele, ilegales o no, no cambiaran de manera fundamental el sistema de dominación capitalista, ni la naturaleza opresiva del Estado, lo único que cambiará es quienes ostentarán mayores privilegios para ocupar esta herramienta de dominación sobre la clase trabajadora y los oprimidos. Solo al tener claridad sobre este punto, vamos a poder organizar una resistencia verdaderamente significativa. De lo contrario, terminaremos defendiendo el mismo Estado que nos oprime, un Estado feminicida, explotador, ecocida, homofóbico, etc. ¿Significa entonces que debemos quedarnos cruzados de brazos? De ninguna manera. Debemos organizarnos para defender los ataques a los derechos que han sido conquistados con sudor y sangre en el pasado, pero no apelando al Estado, sino luchando por sustituirlo por instituciones que sí responda a los intereses de la clase trabajadora.
Por un Estado de la clase trabajadora
A diferencia de otras corrientes ideológicas, como el anarquismo, los marxistas creemos que debemos luchar por un Estado obrero que funcione en las primeras etapas del socialismo. ¿Este Estado seguirá siendo un arma de dominación de una clase sobre otra como el actual? Sí. Con la grandiosa diferencia que la clase dominante estaría conformada por la mayoría de la sociedad y que el Estado obrero construirá instituciones verdaderamente democráticas en beneficio de todos y todas. No nos debería interesar tanto defender este Estado burgués y su falsa democracia, como el hecho de ocupar estas crisis para exponer su verdadera naturaleza opresiva y enarbolar la idea que otro tipo de Estado es posible, uno donde podamos vivir de manera libre, siendo autores de nuestros propios destinos sin explotación y miseria.