Homosexualidad bajo los zares
Bajo el régimen zarista, la homosexualidad fue considerada un delito durante casi un siglo. La primera prohibición de las relaciones sexuales entre hombres en el ejército fue impuesta por Pedro el Grande en 1716. En 1835, bajo Nicolás I, la prohibición se extendió a la población civil. Las relaciones homosexuales consentidas se castigaban con el exilio a Siberia y esta legislación permaneció vigente hasta la Revolución de Octubre de 1917.
A pesar de los deseos de Nicolás I, la homosexualidad obviamente no podía legislarse sin su existencia. Al ser una variante natural de las relaciones sexuales humanas, podría ser reprimida pero no eliminada de la sociedad. Por lo tanto, siguió siendo un fenómeno medio oculto, expresándose en diversos lugares como los baños públicos, donde la prostitución masculina era común. La ironía de la situación era que muchos hombres pertenecientes a las clases alta y media eran homosexuales o bisexuales. Algunos se casarían y vivirían una vida familiar aparentemente «normal», pero tendrían relaciones amorosas entre personas del mismo sexo en lugares como los baños públicos.
Hacia el final del siglo XIX, cuando el capitalismo comenzó a desarrollarse en Rusia, las principales ciudades comenzaron a expandirse, y con esto también surgió una subcultura homosexual urbana. Y si bien la homosexualidad continuó siendo criminalizada, los psiquiatras comenzaron a considerar el fenómeno desde un punto de vista médico más que moral, influenciado por los desarrollos en este campo en Europa. Algunos sectores de la comunidad científica creían que la homosexualidad debía tratarse como una enfermedad psicopatológica o biológica en lugar de como un delito. La homosexualidad no se consideraba una variante natural de la actividad sexual humana, pero esto representaba un alejamiento de la criminalización.
Los psiquiatras comenzaron a desarrollar la idea de que la homosexualidad pudiera explicarse como una «perversión», debido a un desarrollo sexual deformado provocado por una educación inadecuada. De ahí, surgió la idea de que la homosexualidad podría «curarse» a través de la psicoterapia e, incluso, la hipnosis. Como corolario, se desarrolló la idea de que prestar cuidadosa atención al desarrollo de los niños podía evitar la aparición de «desviaciones» homosexuales.
Una pequeña minoría fue mucho más allá y comenzó a ver la homosexualidad como una variante natural. Ushakovsky, aparentemente un seudónimo, en un texto publicado en 1908, People of the Intermediate Sex (“Las personas del sexo intermedio”) afirmaba:
«La ley debe proteger a los niños y dementes y prohibir todo tipo de agresiones. Pero lo que dos personas adultas, en su propia habitación, hacen con sus cuerpos por consentimiento mutuo y no causan ningún daño no concierne al Estado».
Esta idea, que en ese momento sólo era sostenida por una pequeña minoría (que también se refleja en el anonimato del autor, considerando el estatus ilegal entonces de los homosexuales) surgió después de la Revolución de Octubre en la política bolchevique sobre las relaciones entre personas del mismo sexo.
En el último período del régimen zarista, hubo un aumento significativo de homosexuales condenados por los tribunales. También hubo mucha hipocresía en la aplicación de la ley, los miembros de las clases altas recibieron un trato mucho más indulgente y la posibilidad de conseguir que sus casos pasaran por alto. Varios miembros homosexuales de la familia real, por ejemplo, no sufrieron proceso alguno.
El efecto de la revolución
La revolución de 1905 tuvo un impacto en la forma en que se trató la homosexualidad. Y a pesar del creciente número de condenas por homosexualidad, hubo cierta moderación en el tema. La censura se suavizó después de 1905 y en estas condiciones pudieron surgir figuras como Mijaíl Kuzmin, escritor y poeta abiertamente gay. Kuzmin escribió la primera novela rusa con un tema homosexual, Alas, publicado en 1906. En los diarios de Kuzmin queda representada, entre otras cosas, la vida cotidiana en un hogar gay, bajo el zarismo y más tarde bajo el régimen soviético. De hecho, hubo un florecimiento de la literatura de temática sexual después de la Revolución de 1905. En el mismo período, Lidia Zinovieva-Annibal publicó su obra, Treinta y tres monstruos, que es una historia de amor lésbico.
Kuzmin vio la Revolución de Octubre con simpatía, al igual que muchos escritores y artistas. Fue miembro de la Asociación de Artistas en Petrogrado, junto con escritores como Alexander Blok y Vladímir Maiakovski. También trabajó como traductor bajo Máximo Gorki y fue uno de los fundadores de la publicación, La vida del arte, en 1918, en la que trabajó como uno de sus editores. No son detalles sin importancia. Fue un individuo que vivió su homosexualidad públicamente, que fue muy respetado en los primeros años de la Unión Soviética, es decir, antes de que la contrarrevolución estalinista consolidara su control sobre la sociedad.
Historiadores burgueses: mentiras y distorsiones
Muchos historiadores que escriben sobre el feminismo y la homosexualidad han intentado restar importancia a las libertades que la ley soviética concedía a los homosexuales y a las mujeres en la década de 1920. La razón de esto es bastante evidente. No pueden admitir que la Revolución rusa comunista de 1917 pudiera haber sido tan progresista en asuntos relacionados con las mujeres y los derechos de los homosexuales. Su objetivo es describir la revolución como una monstruosa aberración de la historia. En esto están sirviendo lealmente a la clase capitalista que desea enterrar la verdad sobre la revolución.
Encontramos un ejemplo de tales distorsiones en «Minorías sexuales: el estatus de gays y lesbianas en la sociedad ruso-soviética», de James Riordan, en el libro Mujeres en Rusia y Ucrania, editado por Rosalind Marsh, (Cambridge University Press, 1996). Se le dedican 17 páginas al tema y en sólo dos breves párrafos, Riordan trata un período que abarca casi 20 años, desde la Revolución Rusa, la Guerra Civil que siguió, la redacción de las constituciones de 1922 y 1926, el proceso de degeneración burocrática, la batalla entre la creciente burocracia estalinista y la Oposición de Izquierda, la consolidación gradual de la burocracia en el poder con la consecuente destrucción de la genuina democracia soviética creada por la revolución y, finalmente, la destrucción de muchos de los logros de la revolución, encarnada en las leyes reaccionarias aprobadas en la década de 1930.
Es una forma conveniente de ver el proceso histórico, ya que le permite al escritor fusionar el régimen represivo estalinista, que se inició en la década de 1930, con el florecimiento anterior de la democracia obrera después de 1917 y hasta principios de la década de 1920. Riordan presenta una imagen de la situación anterior a 1917 en la que la derecha de tipo fascista y los socialistas revolucionarios tenían la misma opinión, cuando afirma que:
«La lógica de izquierda y derecha era, por lo tanto, una y la misma: el sexo y la homosexualidad eran instrumentos peligrosos del enemigo de clase/nacional a través de los cuales estaban socavando la salud espiritual y física de ‘nuestro lado’. El nuevo régimen después de 1917 heredó ambas actitudes profundas».
Es cierto que hubo dentro la izquierda en ese momento quienes consideraran la homosexualidad como una «perversión» o «depravación». Teniendo en cuenta el período, esto no es sorprendente. Sin embargo, lo que no se menciona aquí es que, a pesar del punto de vista individual que tuvieran algunos socialistas, el régimen soviético actuó conscientemente para legalizar la homosexualidad, y ninguna revisión de la historia puede negar este hecho.
Bajo el subtítulo «Minorías sexuales después de 1917», en el que Riordan minimiza el papel de los bolcheviques en la despenalización de la homosexualidad, declara:
«La iniciativa para revocar la legislación zarista anti-homosexual yace, después de la Revolución de febrero de 1917, no con los bolcheviques, sino con los Demócratas Constitucionalistas [la derecha liberal, el partido KDT o cadete, como se lo conocía. NdT] –ya hemos visto cómo un líder cadete, Vladimir Nabokov, había propuesto precisamente eso– y los anarquistas».
Por lo tanto, de acuerdo con Riordan, el mérito de legalizar la homosexualidad después de la revolución recae en un cadete, que para entonces se había exiliado, ¡y en los anarquistas que no estaban en el poder! Nabokov era un miembro prominente del Partido Democrático Constitucionalista: un partido que desempeñó un papel abiertamente contrarrevolucionario durante 1917. También se desempeñó como Ministro de Justicia en el primer Gobierno Regional de Crimea, que fue establecido en junio de 1918 bajo protección alemana, claramente colaborando con los ejércitos blancos reaccionarios.
Presentar a este individuo reaccionario como el verdadero promotor de la despenalización de la homosexualidad en Rusia es inimaginable. Riordan continúa y se atreve a decir:
«Una vez que el antiguo Código de Castigo fue derogado después de la Revolución de Octubre, el Artículo 516 también dejó de ser válido».
De aquí se desprende que al abolir el antiguo código zarista, los bolcheviques una vez en el poder, inadvertidamente también abolieron el artículo que prohibía los actos homosexuales. Pero, ¿cómo pudieron los Cadetes haber tenido algo que ver con la legislación bolchevique una vez que se estableció el poder soviético? Es un intento muy peregrino de describir a los bolcheviques de estar en contra de la despenalización de la homosexualidad, a pesar de su acción real para despenalizarla.
Es cierto que Nabokov era liberal en materia de relaciones entre personas del mismo sexo, pero era un liberal burgués. Esto significaba que defendía las relaciones de propiedad sobre las cuales se basaba la opresión de las mujeres y los homosexuales. Luchó contra la revolución socialista, como lo demuestra ampliamente su posición sobre Crimea en 1918. También se sentó en una comisión establecida por el Gobierno provisional después de febrero de 1917 para revisar el Código Penal zarista de 1903. Esa comisión no logró nada sustancialmente. Así, mientras los historiadores reaccionarios restan importancia a las intenciones de los bolcheviques de despenalizar la homosexualidad (que es precisamente lo que hicieron en 1922), a los liberales burgueses que no hicieron más que hablar se les acredita de haber liberado a los homosexuales de Rusia.
Con todo, a pesar de los intentos de Riordan de distorsionar la realidad, tiene que admitir lo siguiente:
«Durante la década de 1920, la situación de los homosexuales soviéticos era relativamente soportable y muchos gays y lesbianas (como Kuzmin, Kliuev y Pamok) jugaron un papel importante en la cultura soviética…»
Sin embargo, después de haber hecho una breve concesión a la verdad histórica, rápidamente da un salto hasta 1934:
«El gobierno [bajo Stalin] presentó un proyecto de ley que entró en vigor el 7 de marzo de 1934. En consecuencia, ‘sodomía’ una vez más se convirtió en una ofensa criminal y este término se insertó en los códigos penales de todas las repúblicas soviéticas».
El método aquí es claro: mencionar muy brevemente lo que se logró durante el periodo en el poder de los bolcheviques, para pasar con la misma rapidez al régimen represivo bajo Stalin y presentarlo como una verdadera política bolchevique.
En la Historia de la homosexualidad en Europa y América, editada por Wayne R. Dynes y Stephen Donaldson, (Garland Publishing Inc., 1992) hay otro intento descarado de falsificar la historia. Se nos dice que, efectivamente, los bolcheviques abolieron el antiguo código penal zarista después de llegar al poder en 1917, aboliendo así todas las leyes antiguas, pero no eliminaron conscientemente la criminalización de la homosexualidad. Debemos creer que los bolcheviques eran un poco olvidadizos en este asunto. Con este pequeño truco se afirma que los bolcheviques no fueron responsables de la despenalización de la homosexualidad. Pero a pesar de todos estos intentos, este autor, como Riordan, tiene que mostrar cierto respeto por la verdad histórica:
«Cuando terminó la guerra civil, se promulgó un nuevo código penal soviético en 1922 y se enmendó en 1926. En el ámbito sexual, este código prohibía el sexo con menores de dieciséis años, la prostitución masculina y femenina y el proxenetismo. No hacía mención a las relaciones sexuales consentidas entre adultos, lo que significaba que la homosexualidad masculina adulta era legal «. [el énfasis es mío]
Por lo tanto, después de difamar a los bolcheviques, tiene que admitir que, cuando estuvieron en el poder, la homosexualidad se legalizó.
El fallecido Simon Karlinsky (1924-2009), profesor de la universidad de Berkeley, en su obra de 1976, Literatura y Cultura Gay en Rusia: El impacto de la Revolución de Octubre, también afirma que los bolcheviques simplemente olvidaron incluir la homosexualidad como un delito en la Constitución de 1922. Karlinsky era abiertamente anticomunista, lo que explica su incapacidad para contar la verdad sobre lo que realmente sucedió. Minimiza la represión de los homosexuales bajo el régimen zarista en un intento por presentar las cosas como algo peor bajo el periodo bolchevique en el poder. Una vez más, esto se hace resaltando la política estalinista posterior sobre las relaciones homosexuales y omitiendo lo que se logró en los primeros años de la revolución.
Despenalización: un acto consciente
Un trabajo más reciente de Dan Healey, Homosexual Desire in Revolutionary Russia (“Deseo homosexual en la Rusia revolucionaria”, 2001), está basado en material ya disponible en Occidente y desclasificado tras el colapso de la Unión Soviética en 1991. Sobre si la despenalización de 1922 de la homosexualidad fue una decisión consciente o no, Healey dice:
«Si bien estos documentos no discuten el estatuto de sodomía en detalle, sí demuestran una intención de principios de despenalizar la práctica consentida entre adultos, expresada desde los primeros esfuerzos por escribir un código penal socialista en 1918 hasta la eventual aprobación de la legislación en 1922″. [El énfasis es mío]
En la primera elaboración de un borrador de código penal en 1918 se tomó mucho del código de 1903. Sin embargo, hubo una decisión consciente en ese borrador para despenalizar los actos sexuales consensuados del mismo sexo, mientras que al mismo tiempo se criminalizaban los actos entre personas del mismo sexo con menores o cuando se trataba de violencia o coacción. Esto proporcionaría la base para la elaboración del Código Penal de 1922. Kozlovsky, el Comisario de Justicia en 1920 hizo una serie de comentarios sobre los borradores, que indican que su política era eliminar del código penal la actividad [sexual] consensuada entre personas del mismo sexo.
Finalmente, el nuevo Código Penal entró en vigor el 1 de junio de 1922. Cuando, en 1926, se reformuló el código, la homosexualidad siguió siendo legal, lo que indica que no hubo descuido u olvido involucrado.
Esto convirtió a Rusia en el segundo país, de entre los principales países del mundo – después de Francia tras la Revolución de 1789- en legalizar la homosexualidad. Veremos cómo se aplicó la ley y cómo se vería la homosexualidad en la Rusia de 1920 en un artículo futuro.