Escrito por: Erin Maniatopoulo
A principios de este mes, Oxfam publicó las últimas estadísticas sobre la desigualdad de la riqueza. Las cuales revelan que el lema «somos el 99 por ciento» realmente es cierto. El 1 por ciento más rico del mundo posee más que el resto de nosotros juntos. Cuarenta y dos multimillonarios poseen la misma riqueza que los 3,6 mil millones de personas que forman la mitad más pobre de la población mundial.
Oxfam estima que hay 2.043 multimillonarios en dólares en la actualidad. Para colmo de males, dos tercios de esas personas se han «ganado» su riqueza obscena como resultado de la herencia, la búsqueda de rentas y el nepotismo.
En la última década, solo con un pequeño declive después del colapso en el 2008, las cifras de las riquezas de la élite se han disparado. Alrededor del 82 por ciento del dinero generado a nivel mundial el año pasado fue al 1 por ciento más rico. La mitad más pobre, mientras tanto, no vio ningún aumento en absoluto, dijo esta organización.
Mark Goldring, director ejecutivo de Oxfam Gran Bretaña, informó que:
«La instantánea de la desigualdad de este año es más clara, más precisa y más impactante que nunca. Es más que grotesco que un grupo de hombres que fácilmente pueden caber en un solo carrito de golf posean más que la mitad más pobre de la humanidad.
«Mientras que una de cada nueve personas en el planeta se irá a la cama con hambre esta noche, un pequeño puñado de multimillonarios tendrán tanta riqueza que necesitarían varias vidas para gastarla. El hecho de que una élite súper rica pueda prosperar a expensas del resto de nosotros en nuestro país y en el exterior muestra cuán deformada se ha vuelto nuestra economía”.
Admisión condenatoria
El informe de Oxfam coincidió con el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza. Esta es una conferencia en la que la elite económica y política mundial se codea anualmente. Sin embargo, como resultado de las últimas estadísticas de desigualdad, estas figuras del orden establecido se vieron obligadas a abordar la cuestión de la acumulación de riqueza desproporcionada.
En la celebración de Davos de este año, Christine Lagarde, directora general del FMI, declaró que «a pesar de las perspectivas económicas mejoradas, todavía hay demasiadas personas excluidas, demasiada desigualdad y una gran incertidumbre sobre el futuro.»
Pero incluso esta admisión condenatoria subestima la realidad de la situación para la gente común. La «perspectiva económica mejorada» es un mito para cualquiera que no sea de la clase capitalista. La recuperación económica que supuestamente estamos viendo ha sido la más débil en años y no se prevé que dure mucho tiempo.
Acerca de Gran Bretaña, por ejemplo, el periódico The Guardian escribe lo siguiente:
«Se espera que el crecimiento económico en el Reino Unido se desacelere en los primeros meses de 2018 debido a que la alta inflación, la débil confianza del consumidor y la incertidumbre en torno al Brexit desalientan el gasto y la inversión en las calles». (29/01/2018)
Con una inflación que sube al 3,2 por ciento, el Banco de Inglaterra se ha visto obligado a elevar las tasas de interés por primera vez en 10 años, es decir, desde el estallido de la crisis mundial. Incluso entonces, la tasa de interés ahora se ubica en 0.5 por ciento, que sigue siendo el nivel más bajo en 300 años.
Los comentaristas burgueses admiten a regañadientes que las manos de los capitalistas estarán atadas cuando llegue la próxima crisis (que ciertamente llegará). Las deudas públicas ya están por las nubes. Y no podrán reducir las tasas de interés mucho más, a menos que estén por debajo de cero, lo que se sugiere seriamente.
Sofistería y eufemismo
Lagarde habló eufemísticamente en Davos. «Las temporadas de sol permiten un tiempo precioso para arreglar el techo», dijo la jefa del FMI con un claro sofisma, lo que implica que esta «recuperación» a corto plazo en la economía mundial les daría a los políticos el tiempo que necesitan para «arreglar» el sistema. Pero el techo ya está a punto de colapsar sobre nuestras cabezas.
Como una propuesta de cómo los gobiernos y las empresas pueden abordar la desigualdad social y de ingresos, Lagarde sugirió gastar dinero en investigación y educación, y también aumentar el número de mujeres en el lugar de trabajo.
La última sugerencia (que ella calificó como «económica sin cerebro») bajo el capitalismo, sin embargo, simplemente significa proporcionar un suministro de mano de obra más barata que puede ser explotada económicamente aún más. Esta es la principal medida empleada por países como India y Japón para eliminar cualquier crecimiento sustancial del PIB.
En cuanto a la inversión en investigación y educación, sobre la base de la propiedad privada y la producción con fines de lucro, esta es una utopía. Para empezar, los capitalistas ya se niegan a invertir en tecnología e innovación: en primer lugar, porque los mercados están saturados; en segundo lugar, porque es más provechoso para ellos explotar la abundancia de mano de obra barata y precaria.
Mientras tanto, los gobiernos de todo el mundo tienen que recortar el gasto debido a la austeridad. El dinero del Estado tiene que venir de algún lado, y no pueden simplemente morder la mano que los alimenta. Si eligen gravar a la clase capitalista, están reduciendo sus ganancias, lo que provocará una mayor caída de la inversión. Y luego está el hecho de que la clase trabajadora ya no tiene acceso a los beneficios de los servicios de investigación y educación existentes.
¡Derroquemos este fraudulento sistema!
Está claro que el capitalismo, en palabras de John McDonnell en Davos, es un «sistema económico manipulado». La acumulación de riqueza en un polo y la miseria en el otro es una característica inherente de esta configuración.
No hay salida de la crisis dentro de los confines del capitalismo. La deslumbrante desigualdad es síntoma de un sistema enfermo. La única solución es combatir la enfermedad. Esto significa expropiar la riqueza que actualmente se concentra en unas pocas manos. Y esto es algo que ningún gobierno capitalista hará.
Necesitamos una sociedad socialista basada en las necesidades y no en las ganancias, para que todos puedan beneficiarse de los beneficios de la tecnología y la producción. Y esto significa construir un movimiento revolucionario que pueda quitarle el control a la élite rica y poner fin al capitalismo y a todos sus males e injusticias.