Los medios de comunicación se han apresurado a destacar el pase de Macron y Le Pen a la segunda ronda de las elecciones presidenciales francesas –algo que, por otro lado, esperaban desde el inicio de la campaña electoral. Para nosotros, el elemento más destacado es el gran resultado electoral de La Francia Insumisa que ha emergido como la fuerza hegemónica e indiscutible de la izquierda, algo imprevisto por esos mismos medios de comunicación hace unas semanas.
Los medios de comunicación se han apresurado a destacar el pase de Macron y Le Pen a la segunda ronda de las elecciones presidenciales francesas –algo que, por otro lado, esperaban desde el inicio de la campaña electoral. Para nosotros, el elemento más destacado es el gran resultado electoral de La Francia Insumisa que ha emergido como la fuerza hegemónica e indiscutible de la izquierda, algo imprevisto por esos mismos medios de comunicación hace unas semanas.
Aparte de nuestro balance inicial de estas elecciones, consideramos importante ampliar el mismo con algunos comentarios adicionales.
El pasó a la segunda ronda de Macron y Le Pen no debe eclipsar el principal acontecimiento de estas presidenciales: el gran éxito de la campaña de Jean-Luc Mélenchon. Ha rozado el tercer puesto, con casi el 20%, siendo la fuerza más votada en 4 de las 10 ciudades más importantes del país (Marsella -la 2ª ciudad de Francia-, Toulouse, Lille y Montpellier) y la segunda en otras 3 (Burdeos, Nantes y Estrasburgo). Ha sido segunda en 3 de las 13 regiones de Francia, y también en la región de París (Île de France), excluyendo a la capital, siendo la fuerza más votada en los distritos obreros de la región. También ha sido la primera fuerza en los territorios de América y el Caribe, como Guyana (donde hace semanas se produjo una huelga general de carácter insurreccional), y Martinica, y en la isla Reunión (Océano Índico).
La Francia Insumisa partió con una intención de voto del 10 % a comienzos de marzo, pero en pocas semanas se situó en alrededor del 20 %, pese al protagonismo mediático abrumador de las fuerzas de la derecha y la ultraderecha. El entusiasmo suscitado alrededor de la candidatura de Mélenchon se expresó también en mítines de masas con decenas de miles de personas: en París (130.000 participantes), al término del cual se cantó La Internacional; Marsella (70.000), Toulouse (70.000), Lille (25.000), y miles más en otras ciudades.
En medio del fulgurante ascenso de Mélenchon en las encuestas, los medios de comunicación burgueses iniciaron una campaña histérica salvaje contra él –similar a las llevadas a cabo en España contra Unidos Podemos– calificándolo de “comunista peligroso”, “agente bolivariano y castrista”, asociándolo a Venezuela y Cuba. Esto coincidió, además, con las maniobras desestabilizadoras de la oposición contrarrevolucionaria en Venezuela con manifestaciones, choques con la policía y asesinatos de grupos paramilitares opositores. Sin duda, esto debió jugar algún papel en contener el avance de La Francia Insumisa entre una capa vacilante en la última semana de la campaña, que era el objetivo buscado por esta campaña deshonesta de terrorismo mediático. También queda por evaluar el impacto que tuvo el atentado terrorista en París, con un policía muerto, 3 días antes de las elecciones. Sin duda, esto reforzó el voto de la derecha (Le Pen y Fillon) y de algún modo debió perjudicar a Mélenchon, que se ha opuesto valientemente a la criminalización de la población musulmana y de los refugiados.
Hay un hecho que ocultan todos los comentaristas burgueses, y es que las fuerzas situadas a la izquierda del Partido Socialista superaron en votos al Frente Nacional de Marine Le Pen. Así, La Francia Insumisa (19,58 %) y las candidaturas de los dos pequeños grupos de la llamada “extrema izquierda” –Nuevo Partido Anticapitalista, NPA (1,09 %), y Lutte Ouvrière (0,64 %)– consiguieron en conjunto 7.687.895 votos (21,31 %) frente a los 7.679.493 del Frente Nacional (el 21,30 %). Esto desmonta el mensaje unilateral de la prensa burguesa, y de amplios sectores de la izquierda europea, del giro “xenófobo” y “ultraderechista” de la sociedad francesa, cuando en realidad tenemos una polarización a derecha e izquierda que refleja el fermento e inestabilidad política generados por la crisis capitalista global. Y sobre todo, la búsqueda de una alternativa radical por parte de millones de trabajadores y jóvenes franceses.
En relación a lo anterior, hay que lamentar el papel divisionista en el voto protagonizado por las candidaturas del NPA (apoyada en España por la corriente Anticapitalistas de Podemos, de Miguel Urbán y Teresa Rodríguez) y de Lutte Ouvrière. Pese a que no tenían ninguna posibilidad de jugar siquiera un papel mínimamente relevante, como se ha demostrado, atraparon un 1,73 % del voto, que resultaron vitales para que la candidatura de Mélenchon pudiera superar a Marine Le Pen y pasar a la segunda ronda.
Nos parece políticamente razonable que se hubieran presentado a las elecciones para captar la atención y hacer propaganda de sus propuestas, pero en la última semana debían haberse bajado de la campaña y haber llamado al voto crítico a Mélenchon. Eso les hubiera dado una gran autoridad en la base y en los votantes de la Francia Insumisa, al verlos que arrimaban el hombro para asegurar el pase de aquél a la segunda vuelta, y les hubiera facilitado que una capa más amplia de gente estuviera dispuesta escuchar sus propuestas críticas con Mélenchon. Lamentablemente, los sectarios de izquierda –a quienes les trae sin cuidado el avance general del movimiento– se ven más cómodos como cabeza de ratón que como cola de león.
Por supuesto, eso no hubiera garantizado que los 627.000 votos conseguidos por estas pequeñas candidaturas hubieran ido todos a Mélenchon, pero una gran parte probablemente sí. Además, ese llamamiento de su parte a agrupar el voto de izquierdas alrededor de Mélenchon podría haber tenido un eco favorable en un sector de votantes del candidato socialista Hamon, muchos de los cuales se mantuvieron dubitativos hasta el final, para haber hecho lo mismo, e igualmente en sectores vacilantes que se abstuvieron de votar.
Tampoco escondemos la responsabilidad de Mélenchon, ya que en la última semana de su campaña se percibió un giro a la moderación en su mensaje –quizás con la falsa expectativa de atraer a un sector moderado de votantes que le garantizara el pase a la segunda vuelta– faltándole una insistencia mayor en apelar directamente a las capas más oprimidas de la sociedad con un discurso más centrado en los temas sociales.
Tomando todo lo anterior en conjunto, en absoluto es exagerado decir que Mélenchon tuvo posibilidades muy reales de pasar a la segunda ronda y de estar en condiciones de haber disputado la presidencia al candidato de los banqueros y de Bruselas, Enmanuel Macron, con las enormes consecuencias políticas que eso hubiera provocado en todo el continente y en el Estado español en particular.
Ahora de lo que se trata es de convertir la Francia Insumisa en un potente movimiento político, con estructuras democráticas, y asegurar la máxima representación parlamentaria del movimiento en las elecciones a la Asamblea Nacional de junio. Los marxistas franceses de la CMI están comprometidos con el movimiento, apelando a la adopción de un programa socialista que proponga la nacionalización, bajo control de los trabajadores, de las palancas clave de la economía, y movilizar en las calles contra los programas y propuestas reaccionarias, tanto de Le Pen como de Macron.