La primera víctima de la guerra es la verdad. Este es también el caso de la intervención militar rusa en Ucrania. Los marxistas necesitan poder cortar la niebla de mentiras y propaganda de guerra y analizar las verdaderas razones detrás del conflicto; qué lo ha causado; y los intereses reales que subyacen a las excusas y justificaciones de las distintas partes implicadas.
Sobre todo, debemos hacerlo desde el punto de vista de los intereses de la clase obrera mundial.
Si bien nos oponemos a la intervención de Rusia en Ucrania, lo hacemos por nuestras propias razones, que explicaremos aquí, y que no tienen nada que ver con el escandaloso alboroto de los medios prostituidos. Por supuesto nuestro primer deber es desenmascarar las repugnantes mentiras y la hipocresía de los EE.UU. y del imperialismo occidental.
Ellos denuncian enérgicamente la invasión de Rusia a Ucrania alegando que viola la “soberanía nacional” y el “derecho internacional”.
Estas declaraciones apestan a hipocresía. El imperialismo estadounidense y sus lacayos europeos son precisamente los que tienen una larga y sangrienta historia de violación de la soberanía nacional y del llamado derecho internacional.
Persiguiendo sus objetivos imperialistas, nunca han dudado en bombardear e invadir estados soberanos (Irak), masacrar a civiles (Vietnam), organizar golpes militares fascistas (Chile) y asesinatos políticos (Allende, Lumumba). Son las últimas personas en la Tierra con derecho a dar conferencias sobre las virtudes de la paz, la democracia y los valores humanitarios.
Todo lo que se habla de la soberanía ucraniana se contradice con el hecho de que el país ha estado bajo una creciente dominación de los EE. UU. desde la victoria del movimiento Euromaidán en 2014. Todas las palancas clave del poder económico y político están en manos de una oligarquía corrupta y su gobierno, que, a su vez, es el títere del imperialismo estadounidense y un peón en sus manos.
El FMI dicta las políticas económicas de Ucrania y la embajada de EE. UU. juega un papel clave en la formación de sus gobiernos. De hecho, la guerra actual es en gran medida un conflicto entre Estados Unidos y Rusia, que se desarrolla en el territorio de Ucrania.
La agresión de la OTAN
Después del colapso de la Unión Soviética, Rusia se vio severamente debilitada en la arena internacional. A pesar de todas las promesas en sentido contrario, el imperialismo estadounidense aprovechó este hecho para empujar su influencia hacia el este, ampliando la OTAN hasta las fronteras de Rusia.
En este contexto, el imperialismo estadounidense se sintió todopoderoso, y los hombres de Washington proclamaron un “Nuevo Orden Mundial”. El imperialismo estadounidense intervino en las antiguas esferas de influencia soviéticas, como Yugoslavia e Irak. Rusia tuvo que sufrir la humillación de la guerra de la OTAN contra Serbia. Esto fue seguido por una serie constante de revoluciones de “colores” para instalar gobiernos pro-occidentales; el despliegue de tropas en Europa del Este, acompañadas de ejercicios militares cerca de las fronteras de Rusia; y otras innumerables provocaciones.
Pero todo tiene su límite. Llegó un punto en el que la clase dominante rusa, cuyos intereses representa Putin, dijo basta. A ese punto se llegó en 2008, con la guerra de Georgia, que planeaba entrar en la OTAN.
Aprovechando que el imperialismo estadounidense estaba empantanado en Irak, Rusia emprendió una guerra corta y aguda contra Georgia, destruyendo su ejército (que había sido entrenado y equipado por la OTAN) y luego se retiró, habiendo asegurado puntos de apoyo en las Repúblicas de Abjasia y Osetia del Norte, que se separaron de Georgia.
El derrocamiento del gobierno de Yanukovitch en Ucrania por el Euromaidán [en 2014] marcó un nuevo avance de los intereses de EE. UU. y la OTAN , esta vez en la frontera histórica de Rusia. Esa fue una provocación demasiado grande, y Rusia reaccionó en 2014 llevando a cabo la anexión de Crimea, que está habitada principalmente por una población de habla rusa, y es el cuartel general de la flota del Mar Negro de la armada rusa, albergada en Sebastopol. También brindaron asistencia militar a los rebeldes en la guerra civil entre la población rusófona del Donbás y el régimen nacionalista de derecha de Kiev. Occidente protestó, aplicó sanciones, pero no hubo consecuencias graves para Rusia.
En 2015, después de que quedó claro que EE. UU. no estaba dispuesto a enviar tropas terrestres a Siria, Rusia intervino del lado de Assad y determinó el resultado de la guerra civil. Siria era importante para Rusia ya que alberga su única base naval en el Mediterráneo. El resultado fue un serio revés para el imperialismo estadounidense, en una región que tiene una importancia estratégica para ellos.
Ahora, Putin ha percibido otra oportunidad para reafirmar el poder de Rusia. Estados Unidos acaba de sufrir una derrota humillante en Afganistán. Rusia pudo negociar la paz en la guerra entre Azerbaiyán y Armenia en 2020; intervino para respaldar a Lukashenko en Bielorrusia en 2020-2021; y luego intervino militarmente en Kazajistán a principios de 2022.
Las provocaciones del gobierno de Zelenski jugaron un papel desastroso. Después del derrocamiento de Yanukovitch en 2014, el gobierno ucraniano había estado impulsando las cuestiones de la pertenencia a la OTAN y a la UE. En 2020 esto quedó grabado en la Constitución de Ucrania. El comediante convertido en presidente había sido elegido en 2019 sobre la base de ser una figura anti-política, alguien que iba a limpiar la política, ajustar cuentas con los oligarcas y al mismo tiempo hacer las paces con Rusia.
Sin embargo, bajo la presión de la extrema derecha e incitado por Washington, aplicó las políticas opuestas.
La cuestión de la pertenencia a la OTAN volvió a ocupar un lugar destacado en la agenda y se estaba impulsando con fuerza. Rusia, con razón, ve esto como una amenaza. Se podría decir que esto no es así, y que otros países que comparten frontera con Rusia ya forman parte de la OTAN. Pero esto significaría ignorar el centro de la cuestión. La situación actual es precisamente el resultado de décadas de presiones del imperialismo occidental para cercar a Rusia, que ahora está respondiendo.
¿Era inevitable la invasión?
Dialécticamente, la cantidad se transformó en cualidad. Para usar el lenguaje de la física, se había llegado a un punto crítico en el que el estallido de las hostilidades estaba claramente en la agenda.
Sin embargo, siempre hay diferentes opciones, incluso en las guerras. Si Putin hubiera podido lograr sus objetivos sin necesidad de la molestia de invadir, con todos los riesgos y costos que eso implica, obviamente hubiera preferido tomar ese camino. Ciertamente tal posibilidad existió en primera instancia, y a nosotros nos parecía la hipótesis más probable.
Hubo algunos indicios de que Estados Unidos estaría dispuesto a hacer ciertas concesiones. ¿Y por qué no? Después de todo, Biden dijo públicamente que el tema de la membresía de Ucrania en la OTAN estaba fuera de la agenda en el futuro previsible. Pero al final, los acontecimientos tomaron un camino diferente.
Putin estaba usando la amenaza de una acción militar (mientras negaba que la llevaría a cabo) para obligar al imperialismo estadounidense a sentarse a la mesa de negociaciones. Sus demandas eran lo suficientemente claras: Ucrania no sería miembro de la OTAN, el fin del avance de la OTAN hacia el este y garantías de seguridad en Europa.
Estas demandas correspondían precisamente a los intereses del capitalismo ruso y, por lo tanto, eran diametralmente opuestas a las de Washington. Por lo tanto, el imperialismo estadounidense no estaba dispuesto a ceder ni un milímetro a las demandas de Rusia. Pero tampoco estaba dispuesto a enviar tropas terrestres para la defensa de Ucrania. Las amenazas de sanciones, al no estar respaldadas por una acción militar, naturalmente no hicieron nada para disuadir a Putin.
Las cosas tienen su propia dinámica. Cuando Putin no obtuvo las concesiones anticipadas, no le quedó otra alternativa que actuar. El tiempo de los juegos había terminado.
¿A qué se debió la obstinada negativa del imperialismo estadounidense a hacer concesiones? No podían dar la impresión de hacer concesiones como respuesta a las amenazas. Eso habría socavado aún más la autoridad del imperialismo estadounidense a escala mundial. Pero lo mismo era cierto desde el punto de vista de Putin.
La obstinada negativa de Occidente a siquiera considerar las demandas de Rusia la colocó en una posición de cumplir sus amenazas o tener que retroceder. Eso determinó el curso posterior de los acontecimientos.
Como un hombre que juega al ajedrez, Putin ya había tomado en cuenta la falta de voluntad del imperialismo occidental para intervenir directamente con tropas en Ucrania, y ya había descontado el costo de las sanciones. Con una formidable fuerza de 190.000 soldados ya reunidos en las fronteras de Ucrania, su próximo movimiento estaba predeterminado.
Cualquier guerra de agresión siempre requiere alguna justificación. Para consumo de la opinión pública en Rusia, Putin utilizó la excusa del bombardeo ucraniano del Donbás, que calificó de “genocidio”. Eso es una exageración, pero no debería desestimarse tan a la ligera como lo han hecho los imperialistas.
La opresión sufrida por el pueblo rusófono del Donbás a manos del ejército ucraniano no está en duda. En los últimos ocho años, alrededor de 14.000 personas han muerto en ese conflicto, y la gran mayoría han sido civiles de la región del Donbás. Se estima que el 80 por ciento de los proyectiles han sido disparados por el ejército ucraniano.
Putin lanzó el guante al reconocer a las repúblicas de Donbás y enviar tropas para respaldar su decisión. Esa fue la señal para lanzar un ataque militar contra Ucrania.
¿Cuáles son las razones de las acciones de Putin?
En todo esto, Vladimir Putin persigue naturalmente sus propios intereses. Avivando el fervor nacionalista espera recuperar la popularidad que ha perdido en los últimos tiempos como resultado de la crisis económica, los ataques a los trabajadores, a las pensiones, a los derechos democráticos, etc.
Esto funcionó en 2014 con la anexión de Crimea y cree poder repetir el truco.
Quiere aparecer como un hombre fuerte, enfrentándose a Occidente y defendiendo a los rusos dondequiera que estén. Se hace pasar por el defensor de la población rusa del Donbás. Eso es falso. A Putin no le importa la difícil situación del pueblo del Donbás.
Ha utilizado las Repúblicas de Donetsk y Lugansk como un moneda de cambio para lograr sus objetivos en Ucrania. Ese fue el verdadero significado de los acuerdos de Minsk.
En realidad, tiene ilusiones de grandeza imperial. Se ve a sí mismo en el papel de una especie de zar, siguiendo la línea del Imperio Ruso anterior a 1917 y su chovinismo reaccionario gran ruso. La idea de que un hombre así pueda desempeñar algún tipo de papel progresista en Ucrania es completamente ridícula.
El imperialismo ruso
Rusia no es un país débil dominado por el imperialismo. Lejos de eso. Rusia es una potencia regional, cuyas políticas solo pueden describirse como imperialistas. La verdadera razón de la guerra de Rusia en Ucrania es el intento de asegurar esferas de influencia y los intereses de seguridad nacional del capital ruso.
Un formalista empedernido podría objetar que Rusia no posee todas las características expuestas por Lenin en su célebre libro Imperialismo: la etapa superior del capitalismo. Tal vez sea así, pero eso no significa en absoluto que Rusia no sea imperialista. La respuesta a esa objeción se encuentra en el mismo libro de Lenin.
Lenin describe a Rusia como “un país muy atrasado económicamente, donde el imperialismo capitalista moderno está enredado, por así decirlo, en una red particularmente estrecha de relaciones precapitalistas”. Pero al mismo tiempo, incluye a la Rusia zarista como una de las cinco principales naciones imperialistas. Esto a pesar del hecho de que la Rusia zarista estaba económicamente atrasada y nunca exportó un kopek de capital.
Rusia hoy ya no es el mismo país atrasado y subdesarrollado que era antes de 1917. Ahora es un país industrial desarrollado donde hay un alto grado de concentración de capital, donde el sector bancario (en sí mismo altamente centralizado) juega un papel clave en la economía.
Esto no se ve alterado por el hecho de que el gas y el petróleo juegan un papel clave en la economía de Rusia. Además, estos recursos no están bajo el control de multinacionales extranjeras, sino que están en manos de los oligarcas rusos. La política exterior de Rusia está impulsada en gran medida por la necesidad de garantizar mercados para sus exportaciones de energía (en particular Europa) y los medios para suministrarlos.
Es cierto que no se puede colocar a Rusia en el mismo plano que Estados Unidos. Estados Unidos sigue siendo la potencia imperialista dominante del mundo en varios grados de magnitud. En comparación, Rusia es una potencia imperialista pequeña o de tamaño mediano. Su economía no está en el mismo rango que la de EEUU y ni siquiera al de las potencias imperialistas europeas.
Pero ninguna persona sensata puede negar que Rusia es una potencia imperialista regional con ambiciones en Asia Central, el Cáucaso, Medio Oriente, Europa del Este y los Balcanes.
Rusia heredó de la Unión Soviética un arsenal nuclear y en los últimos años ha invertido mucho en la modernización de su ejército. Se encuentra entre los cinco países con mayor gasto militar del mundo, su gasto militar ha crecido un 30 % en los últimos años y es el tercer país del mundo en términos de gasto militar como porcentaje del PIB (4,3 %).
La guerra de Rusia en Ucrania es una guerra imperialista reaccionaria que no podemos apoyar. Tendrá los efectos más negativos en Ucrania, Rusia e internacionalmente. Es por estas razones que nos oponemos a la guerra de Rusia contra Ucrania.
Esta guerra genera odio nacional entre pueblos que han estado unidos durante mucho tiempo por estrechos lazos de hermandad, alimentando aún más el nacionalismo ucraniano reaccionario por un lado, y el chovinismo reaccionario de la gran Rusia por el otro, sembrando una división monstruosa en la clase obrera por en líneas nacionales, étnicas y lingüísticas.
La principal garantía contra este veneno nacionalista es que los trabajadores rusos mantengan una actitud intransigente de internacionalismo proletario, manteniéndose firmes contra el veneno chovinista y oponiéndose a las políticas reaccionarias de Putin, tanto en el casa como en el extranjero. La posición adoptada por la sección rusa de la Corriente Marxista Internacional es un modelo en ese sentido.
Por su parte, mientras resisten la agresión rusa, los trabajadores de Ucrania deben comprender que su país ha sido vergonzosamente traicionado por quienes decían ser sus amigos y aliados. Los buitres imperialistas occidentales los empujaron deliberadamente a una guerra, y luego retrocedieron y observaron con los brazos cruzados cómo Ucrania se hundía en un pantano sangriento. En la medida en que posteriormente prometieron suministros limitados de armas, pero no tropas, por supuesto, eso es un intento cínico de prolongar el conflicto como un medio para empantanar a las fuerzas rusas y causar el máximo de bajas en ambos lados, como un medio de sumar puntos de propaganda barata contra Rusia.
El discurso de sanciones, la retórica belicosa sobre «luchar hasta el final», negándose a comprometer a un solo soldado para luchar en Ucrania, las lágrimas de cocodrilo sobre el sufrimiento de los pobres ucranianos, etc., todo esto no puede ocultar por un momento el simple hecho de que Ucrania ha sido vergonzosamente traicionada y tratada como un peón en un cínico juego de política de poder.
¡Ucranianos! ¡Abrid los ojos y comprended que vuestro país ha sido sacrificado en el altar sangriento del imperialismo! ¡Daros cuenta de que vuestros únicos amigos verdaderos son los trabajadores del mundo!
Consecuencias en las relaciones internacionales
La guerra en Ucrania tendrá profundas repercusiones a escala mundial. Estados Unidos es la potencia imperialista dominante en el mundo y la fuerza más contrarrevolucionaria del planeta. Pero la crisis actual ha expuesto la debilidad subyacente del imperialismo estadounidense.
Su poder ha sido erosionado gradualmente como resultado de la crisis general del capitalismo mundial, que se expresa en enorme inestabilidad, guerras y levantamientos, que drenan cantidades tan enormes de sangre y oro que es imposible de sostener incluso para la nación más rica de la tierra.
El desastroso resultado de las ocupaciones militares de Irak y Afganistán ha puesto al descubierto esta debilidad a la vista de todos. Ese fue uno de los elementos que convencieron a Putin para lanzar una guerra en Ucrania. Calculó que los estadounidenses no intervendrían militarmente, y no se equivocó.
Después de derrotas en una serie de aventuras en el extranjero, que fueron ruinosamente caras y no resolvieron nada, la opinión pública en los EE.UU. ya no tiene apetito para aventuras militares. Las manos de Biden estaban efectivamente atadas.
China, que ahora se ha convertido en un poderoso rival del imperialismo estadounidense, tomará nota debidamente de esto. Se ha enfrentado a EE. UU. en muchas partes del mundo y en Washington se la considera una amenaza mucho mayor que Rusia.
China ya no es la nación débil, económicamente atrasada y dominada que era en 1949. Tiene una base industrial poderosa y ahora es una potencia militar formidable. No oculta sus planes sobre Taiwán, que dice que desea reunificar con China a través de negociaciones pacíficas, pero si eso no es posible, puede hacerlo por medios militares.
El asunto ucraniano ha sido una lección útil para Beijing sobre las limitaciones del poder militar estadounidense. Y aunque no deseaba provocar a sus socios comerciales en Occidente apoyando abiertamente a Rusia, y se abstuvo en la votación en el Consejo de Seguridad de la ONU, ha dejado bastante claro que culpa a EE. UU. por impulsar la adhesión de Ucrania a la OTAN.
China claramente ha llegado a un acuerdo con Rusia para compensar los efectos de las sanciones (otra razón por la que fracasarán). El asunto ucraniano sin duda conducirá a un bloque más estrecho entre los imperialistas rusos y chinos en el próximo período, un desarrollo que Washington debe temer como el diablo teme al agua bendita.
Escisiones entre el imperialismo estadounidense y sus aliados europeos
El conflicto en Ucrania entre los intereses de EE.UU. y los de Rusia también ha sacado a la superficie las divisiones entre Washington y sus aliados europeos, particularmente Francia y Alemania. Tradicionalmente, la burguesía francesa siempre trató de mantener la pretensión de tener cierta independencia, desarrollando sus propias armas nucleares y cultivando su propia esfera de influencia imperialista en África y en otros lugares. En este conflicto, Macron intentó desempeñar un papel independiente. En parte, estaba motivado por las próximas elecciones presidenciales, pero la posición de París y Berlín también se basa en intereses económicos.
Europa depende en gran medida (40 por ciento) de la importación de gas ruso. Este es particularmente el caso de Alemania, que importa el 60 por ciento de su gas natural de Rusia y tiene importantes inversiones. Esta es la verdadera razón detrás de la renuencia a tomar cualquier medida que agrave el conflicto y su renuencia a implementar sanciones contra Rusia.
En el momento en que termine el presente conflicto (como, de una forma u otra, debe hacerlo), estas sanciones, y muchas otras, se retirarán silenciosamente, ya que el efecto nocivo sobre la economía europea, en primer lugar sobre Alemania, sería demasiado doloroso de soportar. A pesar de todas las afirmaciones en sentido contrario, Alemania no puede encontrar fuentes alternativas adecuadas de petróleo y gas a precios sostenibles.
Alemania es una potencia imperialista por sí misma, y su política exterior está dictada por los intereses del capital alemán, que no necesariamente se alinean con los del capital estadounidense. El capital alemán controla Europa a través de los mecanismos de la UE, ha seguido desde hace 30 años una política de expandir su influencia a Europa del Este y los Balcanes (jugando un papel decisivo en la reaccionaria ruptura de Yugoslavia) y su comercio exterior la vincula estrechamente con China. .
Habiendo sido derrotada en la Segunda Guerra Mundial, se impusieron límites sobre cuánto se le permitía a Alemania reconstruir su ejército. La clase dominante alemana siempre tuvo cuidado de que no se la viera jugando un papel directo en las aventuras militares imperialistas extranjeras, aunque Alemania era parte de la OTAN. Esa reticencia se rompió hace algún tiempo. Alemania, bajo un Ministro de Relaciones Exteriores de Los Verdes, envió tropas a Yugoslavia en la década de 1990. Si bien se opuso a la invasión de Irak en 2003, envió tropas a Afganistán.
Ahora, el capital alemán ha usado la excusa de la guerra en Ucrania para embarcarse en un programa masivo de gasto militar. Es inevitable que cualquier poder imperialista necesite igualar su poder económico con el poder militar correspondiente.
Por supuesto, el principal enemigo del imperialismo estadounidense no es Rusia, sino China y ha habido una clara política de pivote hacia Asia por parte de Washington. En este conflicto, China se ha puesto del lado de Rusia y dado garantías de que ayudaría a suavizar el impacto de las sanciones. Al mismo tiempo, los intereses de China no son exactamente los mismos que los de Rusia. El imperialismo chino defiende los intereses de los capitalistas chinos, incluida la protección de sus mercados de exportación en Occidente. Por esta razón, China no quiere aparecer públicamente como responsable de las acciones de Rusia, aunque por supuesto las apoya.
No se trata en absoluto de una nueva guerra mundial entre Estados Unidos y Rusia, ni entre Estados Unidos y China, en parte precisamente por la amenaza de una guerra nuclear, pero también por la resuelta oposición a tal guerra por parte de las masas. Los capitalistas no hacen la guerra por el patriotismo, la democracia o cualquier otro principio altisonante. Hacen la guerra por ganancias, para capturar mercados extranjeros, fuentes de materia prima (petróleo) y expandir esferas de influencia.
Pero una guerra nuclear significaría la destrucción mutua de ambos bandos. Incluso han acuñado una frase para describir esto: MAD (destrucción mutua asegurada, que en sus siglas en inglés también significa “locura”). Que tal guerra no estaría en los intereses de los banqueros y capitalistas es evidente.
Consecuencias económicas
Otro aspecto importante de la cuestión es el impacto de la guerra en Ucrania y las sanciones occidentales a Rusia en la economía mundial.
Ya a finales de 2019, la economía mundial avanzaba hacia una nueva recesión. A medida que volvemos a algún tipo de normalidad después del impacto de la pandemia, la situación es extremadamente frágil. No todos los países han recuperado aún sus niveles de producción previos a la pandemia. La economía mundial está plagada de muchas contradicciones. Cualquier choque puede llevar a la recesión.
La crisis en Ucrania ya ha provocado un fuerte aumento de los precios de la energía, que podría empeorar aún más. Esto se suma a las presiones inflacionarias sobre la economía mundial y a otros factores que ya conducen a una perspectiva de estanflación, es decir, estancamiento económico combinado con precios altos. Algunos economistas burgueses calcularon que este conflicto podría reducir en un 0,5% el crecimiento del PIB en la Eurozona y el Reino Unido en 2023 y 2024. Esto en un momento en que las previsiones de crecimiento ya son escasas de por sí.
La situación podría empeorar mucho más rápidamente. Las sanciones ya están afectando a la economía rusa. Los últimos informes indican una fuerte caída en el valor del rublo, lo que obligó al banco central a subir las tasas de interés. Ha habido un fuerte aumento de la inflación y multitudes de personas ansiosas están retirando su dinero de los bancos. La bolsa de valores de Moscú estaba cerrada.
Estos resultados fueron recibidos con júbilo por los comentaristas occidentales, que ignoraron el hecho de que sus propios mercados bursátiles registraron grandes pérdidas y los precios también se dispararon aquí. Sin embargo, los efectos inmediatos en Rusia pronto desaparecerán y se restablecerá algo parecido al equilibrio. No se puede decir lo mismo de la economía mundial.
Pero las sanciones son un arma de doble filo. Podemos esperar con seguridad que Rusia tomará represalias por las sanciones. Utilizará la amenaza de cortar el suministro de gas a Europa y Medvedev ha amenazado con expropiar los intereses occidentales en Rusia.
La posición del movimiento obrero
La guerra pone a prueba a todas las tendencias del movimiento obrero, y como era de esperarse, los reformistas y socialdemócratas se han apresurado a unirse a su propia clase dominante, siendo los más ardientes defensores de las sanciones contra Rusia. Los reformistas de izquierda en Occidente se han dividido en diferentes campos, algunos también se unieron abiertamente a la clase dominante, bajo el lema de «manos fuera de Ucrania», otros cayeron en un pacifismo impotente, pidiendo el regreso a un mítico «derecho internacional» y esperando que la “diplomacia” pueda impedir la guerra.
En Rusia, la dirección del Partido Comunista, como era de esperar, capituló ante su propia clase dominante y apoyó plenamente la intervención imperialista de Putin. Otros en la izquierda han seguido a los liberales, que representan a otro sector de la clase dominante.
La posición de los marxistas revolucionarios debe ser clara, una posición principista y de clase basada en la línea de que “el principal enemigo de la clase obrera está en casa”. No se debe confiar en absoluto en la OTAN y los gánsteres imperialistas occidentales, y eso es particularmente cierto para los trabajadores y socialistas en Occidente.
La tarea de luchar contra la pandilla reaccionaria en el Kremlin es tarea de los propios trabajadores rusos. La tarea de los revolucionarios en Occidente es luchar contra su propia burguesía, contra la OTAN y contra el imperialismo estadounidense, la fuerza más contrarrevolucionaria del planeta.
No podemos apoyar a ningún bando en esta guerra, porque es una guerra reaccionaria por ambos lados. En última instancia, es un conflicto entre dos grupos de imperialistas. No apoyamos a ninguno de los dos. El pueblo de la pobre y sangrante Ucrania son las víctimas de este conflicto, que no crearon ni desean.
La única alternativa al carnaval de la reacción y al sufrimiento de la guerra para los trabajadores y la juventud ucraniana es una política de unidad de clase contra los oligarcas ucranianos, así como contra el imperialismo estadounidense y ruso. La cuestión nacional en Ucrania es extremadamente complicada y cualquier intento de gobernar el país sobre la base del nacionalismo (ya sea ucraniano o pro-ruso), inevitablemente resultará en la desintegración del país, la limpieza étnica y la guerra civil, como ya hemos visto.
En última instancia, el capitalismo, en su época de decadencia senil, significa guerra y crisis económica. La única forma de poner fin a sus horrores es a través de la toma del poder por parte de la clase trabajadora, en un país tras otro, y barrer de la faz de la tierra a este sistema podrido. Para eso se necesita una dirección revolucionaria, que esté firmemente asentada en los principios del internacionalismo socialista. La tarea más urgente del día es, por tanto, el trabajo paciente de construir las fuerzas del marxismo, de construir la Corriente Marxista Internacional.
Londres, 28 de febrero de 2022