«Es un cuento
Contado por un idiota, lleno de sonido y furia,
Que nada significa«.
Shakespeare, Macbeth, 5.5.16-27)
A medida que los tambores de guerra suenan más fuerte cada día y la maquinaria de la propaganda entra en una histérica sobremarcha, uno empieza a perder el control de la realidad. Día tras día, con tediosa monotonía, los titulares nos gritan desde todos los ángulos imaginables, y algunos francamente inconcebibles.
¡Qué afortunados somos los que vivimos en el Occidente «amante de la libertad» por tener la oportunidad de compartir diferentes puntos de vista sobre el amor, la vida e incluso la política! Pensemos en la pobre gente de Rusia, que sólo ha oído una versión de la historia, la que conviene a los intereses del Gobierno y de la camarilla dirigente.
Esas desafortunadas personas tienen que creer cualquier noticia distorsionada que se les presente a diario. Nosotros, por el contrario, tenemos una amplia gama de medios de comunicación, que son libres de publicar cualquier opinión que deseen, sobre cualquier tema.
Pero por alguna casualidad del destino, nuestra prensa libre elige (por su propia elección, no hace falta decirlo) imprimir exactamente la misma historia sobre la guerra en Ucrania. Por una coincidencia aún más notable, esta historia siempre coincide estrechamente con las opiniones oficiales de la OTAN, Washington y, naturalmente, el régimen de Kiev.
Y así, nosotros, afortunados ciudadanos del Occidente democrático, somos libres de elegir entre una misma opinión, expresada con mecánica regularidad sobre el mismo tema y repetida una y otra vez.
Ayer por la mañana, 15 de agosto de 2024, The New York Times no perdió tiempo para informarnos de cómo las tropas ucranianas invadieron Rusia.
Nos iniciamos en el secreto de cómo, el 6 de agosto, Ucrania lanzó «una audaz -y muy secreta- ofensiva militar, con el objetivo de dar un vuelco a una guerra que durante meses ha parecido perder».
Así pues, la campaña de desinformación sistemática arranca espléndidamente incluso en la primera frase. Para cualquiera que esté remotamente familiarizado con las realidades de la guerra en Ucrania, seguramente no es ningún secreto que Ucrania no «parece estar perdiendo» en absoluto. Está perdiendo en todo el frente, y perdiendo muy mal.
De hecho, no era ningún secreto para cualquier observador mínimamente informado que la guerra, desde el punto de vista del régimen de Kiev, ya estaba perdida, y de forma irreparable. Pero ahora, según el New York Times, junto con la CNN, The Washington Post, la BBC, ITV, Channel 4 News, The Guardian, The Telegraph, The Financial Times, Le Monde, El País, Bild y muchos otros medios de comunicación famosos, todo de repente se ha vuelto al revés.
De repente, Ucrania ya no está perdiendo la guerra contra Rusia, sino que, al contrario, la está ganando. Sus tropas aparecen en innumerables emisiones de televisión, avanzando profundamente en territorio ruso, aparentemente sin ninguna oposición significativa.
Aparecen riendo y sonriendo, como si estuvieran en una especie de picnic. Ocupan innumerables aldeas del lado ruso de la frontera, se entretienen arrancando banderas rusas y reemplazandolas por banderas ucranianas.
Todo es muy alegre y absolutamente espléndido para la moral.
El mensaje desde Kiev llega alto y claro en cada entrevista televisiva con hombres y mujeres triunfantes del lado ucraniano. ¡Ahora les daremos una lección!
Andrew E. Kramer, jefe de la oficina del New York Times en Kiev, habló con ucranianos que viven en pueblos cercanos a la frontera con Rusia. Dijo: «Una mujer ucraniana que había sido evacuada de un pueblo fronterizo decía que ya era hora de que los rusos sintieran lo que es la guerra».
Mientras tanto, la escena en el Kremlin se retrata con los colores más oscuros. Los desafortunados rusos parecen incapaces de reaccionar ante esta audaz tirada de dados.
Se dice que están paralizados, como un pobre conejo atrapado en las luces de un vehículo que se dirige hacia él.
Los periodistas occidentales, y los autodenominados y siempre presentes «analistas», se afanan en estudiar cada fotografía o vídeo del hombre del Kremlin, esperando ver indicios de su estado psicológico en los más mínimos movimientos de los músculos de su cara.
Como son incapaces de elaborar una hipótesis racional a partir de los hechos, se ven reducidos a recurrir a las misteriosas artes de la adivinación, con la esperanza de descubrir la verdad del mismo modo que los antiguos videntes se pasaban la vida examinando sin cesar las entrañas de los pollos muertos.
Es triste decirlo, pero los esfuerzos de nuestros periodistas de investigación actuales producen aproximadamente los mismos resultados que aquellos venerables sacerdotes de antaño. De hecho, sería más rentable estudiar los contornos de las entrañas de pollo que intentar descubrir lo que piensa Vladimir Putin estudiando su rostro.
Independientemente de lo que uno pueda pensar del hombre del Kremlin, es un maestro en ocultar sus sentimientos más profundos, manteniendo la misma expresión inexpresiva que uno esperaría ver en un jugador de póquer experto.
Y como Shakespeare dijo una vez:
«No hay arte que descubra
la condición de la mente en una cara»
(Macbeth, Acto 1, Escena 4)
Sin embargo, la guerra psicológica ocupa un papel central en las guerras en general, y ha desempeñado uno particularmente crucial en la guerra actual.
El artículo del New York Times se jacta de ello:
«Ucrania se ha adentrado siete millas en Rusia a lo largo de un frente de 25 millas y ha hecho prisioneros a docenas de soldados rusos, según afirman analistas y funcionarios rusos. El gobernador de la región rusa de Kursk dijo el lunes que Ucrania controla 28 ciudades y pueblos allí. Más de 132.000 personas han sido evacuadas de las zonas cercanas, dijeron funcionarios rusos».
La historia no pierde nada en el relato. Las docenas de soldados rusos hechos prisioneros según The Times son inmediatamente infladas por un triunfante Zelenski hasta exactamente cien. Al día siguiente, su oficina nos informa de que la cifra asciende a «cientos».
¿Cuántos cientos? ¿200, 900, mil? Nadie lo sabe. Es mejor dejar la cifra exacta a la imaginación, ya que la imaginación desempeña aquí un papel muy importante.
¿Qué se ha conseguido?
En el lado positivo, está claro que el efecto inicial de la incursión más allá de la frontera rusa fue sin duda un éxito ucraniano. Pero, ¿en qué consiste realmente este éxito? La respuesta a esta pregunta sigue siendo un misterio.
¿Y qué se ha conseguido realmente con esta ofensiva? Todos los medios de comunicación afirman unánimemente que las fuerzas ucranianas han «penetrado profundamente en territorio ruso». Pero, ¿hasta qué profundidad?
El artículo del Times dice: «Ucrania se ha adentrado siete millas en Rusia a lo largo de un frente de 25 millas». Esta cifra, tomada de fuentes rusas, parece ser correcta, aunque también parece que los ucranianos han empezado ahora a extenderse en distintas direcciones, sin una idea clara de cuál es el propósito de ello, aparte de esporádicos actos de sabotaje.
Rusia, como sabemos, es un país muy grande. Estamos hablando de muchos miles de kilómetros. Penetrar 7 millas a lo largo de un frente de 25 millas no puede considerarse una penetración muy significativa en territorio ruso desde ningún punto de vista.
Los ucranianos afirman que han conquistado varias aldeas, aunque las fotografías que han publicado han sido claramente trucadas para falsear la posición, al menos en varios casos. En cualquier caso, las aldeas mencionadas son extremadamente pequeñas -apenas caseríos- y en su mayoría han sido evacuadas.
Aparte del valor propagandístico temporal, la importancia militar real de estos logros es precisamente nula. No tendrán absolutamente ningún efecto en la guerra principal que está teniendo lugar en Ucrania, especialmente en la zona clave del Donbass.
¿Qué sentido tiene movilizar recursos valiosos, que se necesitan con fines defensivos a lo largo de todo el frente, para ocupar unos cuantos pueblecitos del lado ruso de la frontera?
Incluso si aceptamos las afirmaciones más ambiciosas de la parte ucraniana, está más que claro que la toma de esos pueblos durará muy poco. Las fuerzas rusas ya se están concentrando para un contraataque, que las expulsará con pérdidas muy cuantiosas tanto en vidas como en material.
Entonces, ¿qué sentido tenía?
Una ofensiva importante, en la que participen varias brigadas del ejército ucraniano, además, brigadas procedentes en gran parte de las muy limitadas reservas de Ucrania y que incluyan a muchas de sus fuerzas más eficaces y de élite, debería tener unos objetivos claramente definidos.
Pero hasta el día de hoy, nadie en Kiev ha dado nunca una explicación clara de esos objetivos. La razón de este misterioso silencio nos quedará clara más adelante. Mientras tanto, sigue siendo objeto de especulación en los medios de comunicación occidentales.
La única explicación más o menos razonable que se ha dado hasta ahora es que la ofensiva de Kursk pretendía obligar a los rusos a retirar fuerzas del frente central en Donbass, aliviando así la presión sobre las defensas ucranianas, que se encuentran muy forzadas y se desmoronan rápidamente.
Si esto fuera así, entonces está claro que ha fracasado en su propósito. Aparte de un pequeño número de combatientes chechenos que han sido enviados a Kursk, las fuerzas rusas que se han retirado de Donbass parecen haber sido insignificantes.
De hecho, ya han aparecido artículos en los medios de comunicación ucranianos en los que las fuerzas que intentan resistir el implacable avance ruso sobre lugares como Pokrovsk, se quejan en voz alta de que la retirada de las fuerzas ucranianas las ha debilitado tanto que están a punto de colapsar.
El vocero de la Guardia Nacional de Ucrania, Ruslan Muzychuk, admitió el jueves que la ofensiva de Kiev en la región rusa de Kursk no ha frenado el avance de Moscú.
«Como se desprende tanto de los informes oficiales del Estado Mayor como de los testimonios de unidades y combatientes en el frente, el ritmo de la ofensiva rusa y la intensidad de los asaltos no disminuyen», declaró Muzychuk a una emisora local.
Desde que Ucrania lanzó la ofensiva de Kursk, «yo diría que las cosas han empeorado en nuestra parte del frente», declaró Ivan Sekach, portavoz de la 110ª Brigada Mecanizada de Ucrania, desplegada actualmente en el distrito de Pokrovsk, en la región de Donetsk. «Hemos estado recibiendo incluso menos munición que antes y los rusos están presionando», declaró a Politico.
En las últimas 24 horas, Rusia ha ocupado las localidades de Zhelanne y Orlivka y ha avanzado en Nueva York [sic], Krasnohorivka, Mykolaivka y Zhuravka, en Donetsk, según DeepState, un proyecto de cartografía de guerra cercano al Ministerio de Defensa ucraniano.
El Estado Mayor de las Fuerzas Armadas ucranianas no confirmó ni desmintió el informe, limitándose a decir que se estaban librando intensos combates en esas zonas y que Kiev estaba concentrando sus esfuerzos en la ciudad de Pokrovsk, en la región de Donetsk.
Hablemos con franqueza. Contrariamente a la impresión creada por los medios de comunicación occidentales, el frente decisivo en la guerra de Ucrania no es la batalla por Kursk, ni siquiera el frente de Járkov. Es Donbass, donde los rusos avanzan lenta pero implacablemente, expulsando a los ucranianos de un punto clave tras otro.
El Ministerio de Defensa ruso declaró que las fuerzas rusas habían cosechado numerosas victorias a lo largo del frente, desde la región de Kharkiv hasta Luhansk y Donetsk.
Sin embargo, el principal objetivo ruso en este momento parece ser el punto fortificado de Pokrovsk, que es el principal centro logístico de la región de Donbass, y también la última línea de defensa fortificada antes del río Dniéper. La caída de Pokrovsk precipitaría un colapso de las líneas de defensa en todo el este de Ucrania.
La línea del frente hacia Pokrovsk se ha ido desintegrando rápidamente en los últimos días y la última línea del frente se encuentra a sólo 11 km del punto límite de la propia ciudad de Pokrovsk. Según los medios de comunicación ucranianos, el jefe de la administración militar de la región de Pokrovsk, Serhiy Dobryak, afirma que el «enemigo casi ha alcanzado el límite de nuestra comunidad».
En un post en Telegram, el jefe de la administración militar de la ciudad dice que es importante que los residentes «no retrasen» su evacuación, ya que las tropas rusas se están «acercando rápidamente a las afueras de Pokrovsk».
Credenciales militares de Zelenski
Si tuviera el más mínimo conocimiento de táctica y estrategia, Zelenski reconocería inmediatamente que la aventura de Kursk ha terminado en fracaso y ordenaría la retirada de las fuerzas ucranianas, para preservar lo que se pudiera de esos valiosos y escasos recursos. Pero no muestra el menor signo de hacerlo.
Esto es absolutamente típico del dirigente ucraniano, un hombre que, debemos recordar, no tiene absolutamente ninguna experiencia militar o comprensión del arte de la guerra. Sólo parece conocer una orden: ¡atacar! Las palabras «retirada» o «repliegue» no entran en su limitado vocabulario.
Este hecho ha quedado claro en cada encrucijada decisiva del conflicto ucraniano. Ha tenido consecuencias extremadamente nefastas, causando una derrota desastrosa tras otra. Y, sin embargo, no aprende.
Ayer, informando sobre una reunión del Estado Mayor ucraniano, Zelenski informó sobre la situación en Donbass, que ahora se ha vuelto crítica:
«Hoy, en la reunión del Estado Mayor, he recibido un informe del Comandante en Jefe Syrskyi. Nuestras direcciones clave de defensa en la línea del frente: Toretsk, Pokrovsk, y otras.
Estas zonas se enfrentan actualmente a los asaltos rusos más intensos y están recibiendo nuestra máxima atención defensiva.
Los suministros prioritarios -todo lo que se necesita- se están enviando allí».
¡No menciona el hecho de que la defensa de estas zonas decisivas se ha visto seriamente debilitada por sus órdenes de retirar tropas para apoyar su ofensiva en Kursk!
Parece absolutamente increíble que, en un momento tan crítico, Zelenski persista en su descabellado plan de invadir Rusia. Después de haber dedicado sólo unas palabras a la desesperada posición de sus fuerzas en «Toretsk, Pokrovsk y otros» (es decir, en toda la línea central del conflicto), vuelve inmediatamente a su obsesión personal, que es devorar fuerzas y equipos vitales sin ningún propósito lógico.
La conquista de Pokrovsk por Rusia será de una importancia inconmensurablemente mayor para el resultado de la guerra que cualquier número de pequeñas aldeas que los ucranianos consiguieran ocupar temporalmente en Kursk.
No hay absolutamente ninguna esperanza de que las ocupen durante algún tiempo. Y su derrota -que es inevitable- irá acompañada de un asombroso nivel de pérdidas. Zelenski continuó en su informe:
«Por otra parte, el Comandante en Jefe [Syrskyi] informó sobre la operación en la región de Kursk. Se han producido nuevos avances. Nuestro «fondo de intercambio» se ha repuesto aún más.
Además, el general Syrskyi informó de la exitosa liberación de la ciudad de Sudzha de las fuerzas rusas. Allí se está estableciendo una comandancia militar ucraniana.
También se han liberado otros asentamientos. En total, más de ochenta. Extiendo mi más profunda gratitud a cada uno de nuestros guerreros que lo ha hecho posible.»
En resumen, Zelenski habla como un hombre en un sueño, completamente divorciado de la realidad:
¿Fue Rusia tomada por sorpresa?
Si es cierto que Rusia fue tomada por sorpresa por la ofensiva ucraniana en Kursk, eso representaría sin duda un fracaso catastrófico de la inteligencia rusa. Esa es la interpretación que se ha difundido ampliamente en los medios de comunicación occidentales. Sin embargo, es difícil justificar esta interpretación sin un examen crítico más profundo.
Se sabe que los servicios de inteligencia rusos figuran entre los más eficaces del mundo. Disponen de un vasto aparato de vigilancia, heredado del KGB y de la Unión Soviética. Este aparato se habrá modernizado y actualizado para mantenerse al corriente de todos los acontecimientos en el frente de guerra.
La existencia de satélites espías y aviones no tripulados, que mantienen una observación constante de cada acontecimiento en el frente, se complementa sin duda con la presencia de espías e informadores que estarán activos en todos los niveles de las actividades políticas y militares en Kiev.
Es poco probable que un aparato así se vea sorprendido incluso por los movimientos más pequeños en Ucrania. Y lo que tenemos aquí no es un pequeño movimiento, sino un movimiento a gran escala de tropas, tanques y vehículos blindados en una zona muy sensible del frente.
Para que los rusos no hubieran detectado esos movimientos, debían de estar ciegos, sordos y mudos. Es evidente que no fue así.
Hay otros factores muy difíciles de explicar. En la zona donde se produjo la incursión, los rusos habían limpiado convenientemente sus campos de minas. La razón de ello puede haber sido la preparación del avance ruso a través de la frontera.
Sin embargo, representaba un objetivo muy tentador para los ucranianos; demasiado tentador para que Zelenski se resistiera, de hecho. Era casi como si los rusos estuvieran invitando a un ataque, como quien coloca un tentador trozo de queso en una ratonera.
¿Es posible que los ucranianos hayan caído en una trampa? Tal hipótesis será negada con indignación por todos aquellos comentaristas occidentales que insisten en presentar lo que fue claramente una aventura sin sentido como un acto de brillantez militar.
Pero, con el debido respeto a nuestros «expertos» occidentales, tal hipótesis no puede excluirse lógicamente. Y de hecho, parece mucho más creíble que la explicación alternativa, según la cual, por razones inexplicables, la inteligencia rusa fue incapaz de detectar algo que habría sido obvio para un niño de seis años de inteligencia media.
Si excluimos la posibilidad de que los rusos prepararan algún tipo de trampa, nos vemos obligados a sacar otra conclusión, a saber, que Zelenski cayó en una trampa de su propia cosecha. Y ahora se verá obligado a vivir con las consecuencias de su error.
¿Estuvo implicado Occidente?
La siguiente pregunta que debemos hacernos es: ¿participó Occidente en este movimiento, o incluso fue informado de antemano? El Times dice lo siguiente:
«La operación ha sorprendido incluso a los aliados más cercanos de Kiev, incluido EE.UU., y ha ampliado los límites del uso permitido de equipos militares occidentales dentro del territorio ruso».
La Casa Blanca afirma que Ucrania no avisó con antelación de su incursión y que Washington no tuvo nada que ver. Pero estas afirmaciones son recibidas con escepticismo en Moscú.
Un asesor del Kremlin ha afirmado que la OTAN y Occidente participaron directamente en la planificación del ataque de Ucrania contra la región rusa de Kursk y que los desmentidos de su implicación son mentiras.
Y, de hecho, ¿por qué deberían creer los rusos nada de lo que digan los estadounidenses, ya que han mentido y engañado sistemáticamente a la opinión pública desde el primer momento?
En realidad, hay buenas razones para creer que los estadounidenses estaban informados de los planes de Zelenski antes de que se produjera la ofensiva, ¡porque parece que los propios rusos podrían haberles informado! Destaca una curiosa llamada telefónica. El 12 de julio, el ministro de Defensa ruso, Andrey Belousov, dio el paso de llamar directamente al jefe del Pentágono, Lloyd Austin.
Esto es de por sí bastante inusual. Desde que comenzó la guerra en febrero de 2022, Austin sólo ha mantenido cinco llamadas telefónicas con el ministro de Defensa ruso, casi todas ellas iniciadas por Estados Unidos para evitar una escalada del conflicto.
Pero, según tres fuentes oficiales estadounidenses publicadas en The New York Times, fue Belousov quien llamó a Austin en esta ocasión para advertirle de que los rusos habían descubierto una operación encubierta ucraniana contra Rusia.
No se ha revelado la naturaleza exacta de la operación. Lo que ocurrió después sigue sin estar claro. Al parecer, la noticia de los planes de los ucranianos cogió por sorpresa a los funcionarios del Pentágono. Cuando Belousov le preguntó directamente si estaba al corriente de la operación planeada por los ucranianos, Austin negó tener conocimiento de la misma, y además dijo que advertiría a los ucranianos de que no la llevaran a cabo.
A la luz de los acontecimientos posteriores, es difícil no llegar a la conclusión de que la operación encubierta a la que se hace referencia era precisamente la ofensiva en Kursk, que, con o sin el permiso de Washington, Zelenski ya estaba planeando.
La razón por la que los rusos lo consideraron una grave amenaza fue la siguiente. El único objetivo estratégico militar de algún valor en la región de Kursk es la central nuclear de Kursk, en las afueras de la ciudad de Kurchatov, al oeste de la capital regional, Kursk.
Si los ucranianos hubieran podido apoderarse de esa instalación, sin duda les habría servido de palanca para chantajear a Rusia de alguna manera. Este era sin duda el verdadero objetivo de la ofensiva ucraniana en Kursk, aunque los ucranianos nunca lo dejaron claro.
La ofensiva ha fracasado
La rapidez y facilidad con la que los ucranianos fueron capaces de avanzar hacia territorio ruso en primera instancia cogió a mucha gente por sorpresa, especialmente a los propios ucranianos. Esto también requiere una explicación.
¿No tenían los rusos fuerzas suficientes para repeler a los invasores y hacerlos retroceder por la frontera? Sin duda tienen suficientes reservas dentro de Rusia para que no sea necesario retirar fuerzas de Donbass (otro objetivo declarado de los ucranianos).
Sin embargo, las únicas fuerzas que se sabe que estaban presentes en la zona en ese momento eran pequeños grupos de fuerzas especiales (comandos), chechenos y miembros de la unidad Wagner. Éstos han participado en emboscadas y ataques de atropello y fuga que, junto con los ataques aéreos y los drones, han infligido de hecho bajas muy graves a los ucranianos, un hecho al que la prensa occidental ha restado toda importancia.
Sin embargo, hasta ahora, los rusos han evitado una batalla sin cuartel contra los invasores, prefiriendo minimizar las bajas en su propio bando, mientras maximizaban las pérdidas ucranianas tanto en mano de obra como en vehículos, que han sufrido un peaje muy elevado a cambio de resultados insignificantes.
Los rusos han construido una línea fuertemente fortificada, que bloquea el avance ucraniano, obligando a los ucranianos a dispersar sus fuerzas en pequeñas unidades, dedicadas principalmente al sabotaje.
Sin embargo, el objetivo principal, la central nuclear, sigue fuera de su alcance. Ha sido fuertemente fortificada por los rusos, lo que la hace prácticamente inexpugnable para las fuerzas invasoras.
Así, los ucranianos se encuentran efectivamente en una trampa, sin acceso a su objetivo más importante, quedando en posesión de una serie de pueblos en su mayoría vacíos (la población ha sido evacuada en su mayoría) y ahora condenados a actividades más o menos sin rumbo, mientras esperan un contragolpe serio del lado ruso.
Es imposible saber cuánto tardarán los rusos en reunir fuerzas suficientes para lanzar una contraofensiva demoledora. Pero las tropas están llegando de todas partes y, cuando los comandantes estén convencidos de que los ucranianos han quedado suficientemente debilitados por los bombardeos, entrarán a matar.
Por lo tanto, todo el asunto quedará expuesto ante los ojos del mundo como una aventura insensata y temeraria, que sólo servirá para debilitar las defensas ucranianas, ya en ruinas, y preparar el camino para el colapso final.
Kursk: un punto de inflexión en la guerra
Puede que sea cierto que la aventura de Kursk será un punto de inflexión en la guerra de Ucrania, pero no en el sentido en que lo entienden Zelenski y sus admiradores en Occidente. Por el contrario, habrá causado un daño irreparable a las defensas de Ucrania ante un nuevo ataque ruso, que claramente se está preparando.
Hay rumores -cuya veracidad no puedo determinar- de que Oleksandr Syrskyi, el máximo comandante militar de Ucrania, está intentando distanciarse del asunto de Kursk, tratando de echar la culpa sobre los hombros de Zelenski.
Si es cierto que el general Syrskyi, considerado “borrego” del presidente, intenta desvincularse de su imprudente e irresponsable aventura en Kursk, es una señal ominosa de que se están produciendo fisuras en los círculos gobernantes de Kiev.
El argumento de Zelenski de que la ofensiva de Kursk pretendía proporcionar a los ucranianos una posición más fuerte en futuras negociaciones con Rusia se revela ahora como un sueño vacío.
Lejos de entablar negociaciones con Rusia, la aventura de Kursk ha eliminado cualquier posibilidad de que éstas tengan lugar. Putin lo ha dejado perfectamente claro. Y la acción de «invadir» territorio ruso ha reforzado sin duda su mano y endurecido a la opinión pública rusa contra el régimen de Kiev.
Por último, algunos comentaristas occidentales empiezan a darse cuenta de que esta escapada no sólo acabará en derrota, sino en un completo y desastroso colapso militar.
En cierto sentido, la ofensiva ha sido un éxito espectacular. Ha proporcionado un gran impulso al ruidoso circo mediático, que siempre está ansioso por aprovechar cualquier éxito ucraniano -ya sea real o imaginario, es una cuestión completamente indiferente- y exagerarlo hasta la enésima potencia.
Los medios de comunicación se han desbordado con la cobertura efusiva de los gallardos ucranianos luchando e infligiendo humillantes derrotas a un enemigo malvado. Sin embargo, si se escarba un poco más allá del bombo mediático, no es difícil detectar una nota de duda e incluso de escepticismo.
Incluso los más entusiastas animadores de la ofensiva admiten a regañadientes que fue una «apuesta muy arriesgada». Eso vale para el propio The New York Times. Al analizar estos acontecimientos en el mismo artículo, dice lo siguiente:
«Esta ofensiva es una gran apuesta para Ucrania. Si sus tropas pueden mantener el territorio, podrían estirar la capacidad de los soldados rusos, poner en aprietos a Putin y conseguir una moneda de cambio para cualquier negociación de paz. Pero si Rusia consigue retroceder, los dirigentes militares ucranianos podrían ser culpados de dar a los rusos una apertura para ganar más terreno.»
Es evidente que Zelenski esperaba que su ofensiva provocara la desmoralización y el pánico generalizados entre la población rusa. En realidad, ha tenido el efecto contrario. El espectáculo de las fuerzas ucranianas, armadas con armas y tanques suministrados por Occidente, les habrá convencido de que el futuro ingreso de Ucrania en la OTAN representa realmente una amenaza directa y actual para Rusia.
Lejos de socavar la posición de Putin, va a galvanizar el apoyo a la guerra. Ya está provocando un aumento del número de reclutas del ejército ruso. Al mismo tiempo, Ucrania se ve obligada a utilizar la fuerza bruta para sacar de las calles a los reclutas que no están dispuestos a ser enviados a lo que cada vez se considera más un matadero.
El pueblo de Ucrania está despertando rápidamente al hecho de que sus supuestos amigos y benefactores de Occidente están dispuestos a luchar hasta la última gota de su sangre.