Publicamos a continuación la transcripción de la charla que Claudio Bellotti de la CMI dio en la Universidad Marxista Internacional el 26 de julio de 2020 sobre El marxismo contra el sectarismo. El oportunismo y el sectarismo son dos caras de la misma moneda. Ambos deben ser combatidos si el programa del marxismo revolucionario ha de convertirse en una fuerza de masas conectando con las aspiraciones y el movimiento de la clase obrera.
TRANSCRIPCIÓN
Claudio: Buenas noches a todo el mundo. Empezaré con una breve cita de una carta escrita por Karl Marx en 1871:
“…La Internacional fue fundada para reemplazar a las sectas socialistas o semisocialistas por una organización real de la clase obrera con vistas a la lucha. Los Estatutos iniciales y el Manifiesto Inaugural lo muestran a simple vista. Por otra parte, la Internacional no hubiera podido afirmarse si el espíritu de secta no hubiese sido ya aplastado por la marcha de la historia. El desarrollo del sectarismo socialista y el desarrollo del movimiento obrero real se encuentran siempre en proporción inversa. Las sectas están justificadas (históricamente) mientras la clase obrera aún no ha madurado para un movimiento histórico independiente. Pero en cuanto ha alcanzado esa madurez, todas las sectas se vuelven esencialmente reaccionarias. Por cierto, en la historia de la Internacional se ha repetido lo que la historia general nos muestra en todas partes. Lo caduco tiende a restablecerse y a mantener sus posiciones dentro de las formas recién alcanzadas.”
En esta carta, Marx hablaba de la Primera Internacional y de la lucha interna entre socialistas y anarquistas que en última instancia dio lugar a la disolución de aquella organización. Y muchas veces, empezando por el Manifiesto Comunista, Marx y Engels criticaron a las tendencias, escuelas y sectas socialistas y comunistas que pregonaban su peculiar receta socialista para reconstruir la sociedad de manera justa. Aquello representaba la infancia del movimiento obrero, cuando la clase obrera todavía no había desarrollado sus propias organizaciones independientes y sus anhelos y necesidades eran en general expresadas por la propaganda de los socialistas utópicos con sus diferentes matices. En ese sentido, ya hace tiempo se completó la lucha por superar aquel estado de las cosas embrionario.
Es cierto que con la caída de la Unión Soviética y la reacción ideológica subsiguiente hubo un renacer de las ideas utópicas sobre cómo superar el capitalismo en el seno de muchos movimientos de masas. Esto fue especialmente cierto en el caso del llamado movimiento antiglobalización de principios de los años 2000. Pero esas ideas no emanaban de la clase trabajadora, sino de los sectores pequeñoburgueses que trataban de buscar una escapatoria al avance aplastante del capital financiero. Pero el sectarismo ha resurgido, como Marx afirmó, bajo formas nuevas en muchas ocasiones en distintos momentos de la historia de la clase obrera y del movimiento revolucionario.
Sería fácil enumerar algunos de los rasgos que definen a las corrientes y organizaciones sectarias. Su visión unilateral, por ejemplo. La tendencia a aceptar sólo algunas formas de la lucha de clases. Hay sectas que consideran que sólo las huelgas son verdaderas formas de lucha proletaria, tachando cualquier otro tipo de actividad de oportunista. O hay otros grupos que se dedican sólo a la propaganda, manteniéndose al margen del movimiento real.
En 1935, Trotsky trató la cuestión de las tendencias sectarias dentro de los grupos que estaban construyendo la Cuarta Internacional. Y no fue la primera ni la última vez que tuvo que tratar este tema. Esto fue lo que dijo en ese artículo:
“Todo partido obrero, toda fracción, atraviesa en sus etapas iniciales, un período de propaganda pura, es decir, de educación de sus cuadros. El período de existencia como círculo marxista le inculca inevitablemente el hábito de enfocar los problemas del movimiento obrero en forma abstracta. Quien no es capaz de trascender oportunamente los límites de esta existencia limitada se transforma en un sectario conservador. Para el sectario, la vida social es una gran escuela y él su profesor… En cierta etapa del proceso el racionalismo es progresivo… Todo gran movimiento emancipador repite la etapa progresiva del racionalismo. Pero el racionalismo (propagandismo abstracto) se vuelve un factor reaccionario cuando se dirige contra la dialéctica. El sectarismo es enemigo de la dialéctica (no en palabras, pero sí en los hechos) porque le vuelve la espalda al verdadero proceso que vive la clase obrera.”
Así habló Trotsky en 1935. Y el enfoque sectario que describía, a menudo se nos presenta en forma negativa; es decir, con el rechazo de tal o cual forma de lucha – ya sea la lucha parlamentaria, económica, y demás, bajo la premisa de que si el movimiento le da la espalda estará a salvo de los peligros del oportunismo y la degeneración. Y todos estos errores, y muchos otros, muestran rastros claros de idealismo y subjetivismo. Intentan fabricarse su propia clase obrera, su propio movimiento obrero, en vez de implicarse en la lucha de clases real, tomando la realidad como su punto de partida y no como un principio inventado en un cuarto cerrado.
Sin embargo, no quiero que nos dediquemos sencillamente a catalogar las características del sectarismo. Como cualquier fenómeno político, el sectarismo está arraigado en la lucha de clases. No basta con encontrar una definición y aplicarla a una determinada corriente para ver si encaja o no en ella. Esta manera de abordar la cuestión es un primer paso, pero, siendo puramente estático, no arroja luz sobre las bases objetivas y el desarrollo de ese fenómeno particular.
Como algunos compañeros aquí presentes, yo fui miembro del CIT, el Comité por una Internacional de los Trabajadores, que era una organización marxista que degeneró en una secta. Y eso se debía a motivos objetivos y subjetivos que detallaré más adelante. Esta era una forma de sectarismo que surgió como consecuencia de una derrota de la clase obrera a escala internacional: la derrota del movimiento obrero a comienzos de los 80 del siglo pasado. Pero la historia nos ofrece otros ejemplos.
Cuando se fundó la Internacional Comunista, Lenin y Trotsky tuvieron que librar una batalla seria sobre la base de los principios contra las corrientes sectarias que existían en los neonatos partidos comunistas. Esto era cierto sobre todo en el caso de los partidos alemán e italiano, pero en otros también, como el británico. En ese caso, la tendencia sectaria se manifestaba entre sectores de la clase obrera y específicamente de su vanguardia. Es decir, los obreros y militantes revolucionarios que estaban asqueados por la traición de la Segunda Internacional durante la Primera Guerra Mundial y entusiasmados por la Revolución rusa se enfrentaron con vehemencia a la socialdemocracia. Acudieron a la llamada de la Internacional Comunista que, por cierto, se dirigió explícitamente a las corrientes ultraizquierdistas y anarquizantes como los sindicalistas franceses, la CNT española o los IWW en EEUU, que se afiliaron a la Internacional.
Esto fue totalmente correcto en aquel momento, ya que las actitudes sectarias podían superarse mediante la discusión democrática y de principios, y sobre la base del ejemplo vivo del movimiento revolucionario que estaba en curso. La obra maestra de Lenin (La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo) y muchos otros documentos y discursos del segundo y tercer congreso de la Internacional, muestran el acierto de aquella discusión. Se recalcó la necesidad de echar raíz en los sindicatos para ganarse a una mayoría de la clase obrera al programa y la perspectiva revolucionaria. Hacer buen uso de los distintos ámbitos de actividad para construir el partido revolucionario. Y muchos de estos debates giraban alrededor de la cuestión del frente único, y también de la cuestión del gobierno obrero o el gobierno obrero y campesino, dependiendo del país.
La idea de fondo se puede resumir de la siguiente manera: que para conquistar a las masas que todavía creen en los dirigentes reformistas de la socialdemocracia y de los sindicatos no es suficiente pedirles que abandonen sus organizaciones y se unan al partido revolucionario. Es necesario apelar a esos dirigentes para poder alcanzar el oído de sus bases. Hay que plantear reivindicaciones concretas a sus dirigentes reformistas exigiendo la unidad de acción, para así ganarse la atención de las masas, pasando por encima de la burocracia reformista. Este método era respaldado por la experiencia de la Revolución rusa entre febrero y octubre de 1917. En aquella época, los bolcheviques eran una pequeña minoría en los soviets, y exhortaron abiertamente a los dirigentes reformistas a tomar el poder. Del mismo modo, en agosto de 1917 hicieron un llamamiento a formar un frente único para combatir la intentona de golpe de Estado de Kornílov. Y esa táctica fue absolutamente esencial para preparar la Revolución de octubre.
Por supuesto, el frente único no es una panacea que se pueda aplicar bajo cualquier circunstancia. Como comentó Trotsky, no hubiese tenido ningún sentido, por ejemplo, exigir a los dirigentes reformistas que organizaran conjuntamente con ellos la toma del poder en Octubre.
Como dije antes, las corrientes ultraizquierdistas estaban muy presentes en los orígenes de la Tercera Internacional, y el propio partido bolchevique no era inmune a este estado de ánimo en 1919. La idea de un gran salto hacia el comunismo no sólo estaba presente entre los comunistas de izquierda como Bujarin y otros. En 1921, en el tercer congreso de la Internacional Comunista, Trotsky admitió con franqueza que en 1919 existía el anhelo de que el capitalismo en Europa sería derribado de golpe y que la revolución tomaría el continente por asalto. Pero a pesar de la gran efervescencia de aquel periodo, las situaciones revolucionarias en Hungría, en Baviera, en Italia y otros lugares, los acontecimientos pusieron de manifiesto que para que la revolución triunfara en Europa Central y Occidental hacía falta una mayor preparación, y que la Internacional Comunista tenía que llevar a cabo esta tarea concienzudamente si quería realizar su misión histórica y no degenerar en una secta.
En cierto sentido, podemos decir que aquellas corrientes sectarias representaban una reacción saludable que reflejaba la creciente radicalización de la mejor vanguardia de la clase obrera. Estas actitudes podían ser corregidas, y, en muchos casos, curaron sus enfermedades infantiles. Ese era el método de Lenin y Trotsky. Y Lenin decía que muy a menudo los errores ultraizquierdistas eran un castigo por los pecados oportunistas de la burocracia reformista.
Por lo tanto, para entender el sectarismo no basta con descubrir una definición aplicable a cualquier circunstancia. Tenemos que entender el proceso. La clase obrera no es monolítica, no es homogénea. Diferentes condiciones económicas, diferentes experiencias, dan lugar a diferentes formas de conciencia política.
También existe la presión de otras clases, como las capas empobrecidas de la pequeña burguesía, o los sectores semi-proletarios de la clase obrera, que bajo determinadas circunstancias pueden volverse muy activas y adoptar una postura anticapitalista confusa. Esto se aplica a nuestra época, cuando la crisis del sistema capitalista desestabiliza y amenaza sus condiciones de vida. El llamado “populismo” que desconcierta tanto a los intelectuales progresistas debe ser explicado partiendo de su base objetiva. Este movimiento, y me refiero a los movimientos pequeñoburgueses que se sitúan más o menos a la izquierda, ciertamente ejercen una influencia sobre la clase trabajadora, sobre todo cuando no está movilizada, y son terreno fértil para la impaciencia, las ilusiones y las tendencias aventuristas entre sectores minoritarios de la clase obrera.
En el sindicalismo, también hemos presenciado muchas veces el surgimiento de tendencias ultraizquierdistas que buscan romper con los sindicatos de masas. Este fenómeno tiene una base material. Hay sectores de la clase obrera que pueden verse empujados a la acción independientemente del movimiento general. En la mayor parte de casos, esto se debe a una combinación de factores objetivos y subjetivos. La burocracia sindical a menudo actúa como un dique de contención para la organización de una determinada capa de trabajadores, sobre todo los más oprimidos y explotados. Los jornaleros, por ejemplo, que a menudo son inmigrantes que viven de manera muy precaria, son vistos con desconfianza y son ignorados por la burocracia reformista. Y en muchos países se convierten en un apoyo para los sindicatos independientes.
En España, el Sindicato de Obreros del Campo, que más tarde se convirtió en el Sindicato Andaluz de Trabajadores, es un buen ejemplo de estos sindicatos combativos. Estos sindicatos radicales pueden llegar a ser mayoritarios en un determinado sector, en tal o cual industria o región, sin dejar de ser minoritarios en relación al movimiento obrero en general. Históricamente, los Industrial Workers of the World, los Wobblies de EEUU, son un buen ejemplo de esto. Su auge siempre estuvo vinculado a la acción de cuadros de organizaciones sectarias e izquierdistas.
En algunas industrias y ramas de distintos países vemos desarrollos parecidos. En el sector de la logística y la distribución, por ejemplo, vemos muchas organizaciones de este tipo. La centralidad de este sector con la proliferación de las ventas en línea en los últimos años ha dado un cierto poder de negociación a los trabajadores, aunque los sindicatos de masas a menudo son incapaces de ganarse a estos trabajadores y de plantar cara a grandes empresas como Amazon, UPS y demás, a veces de hecho están totalmente vendidos a los patronos.
En este sentido, los planteamientos y documentos de los primeros congresos de la Internacional Comunista son una lectura obligatoria para todos. La Internacional Comunista afirmó claramente que el trabajo activo y organizado en los sindicatos reformistas de masas era un deber para todos los partidos comunistas sin excepción. Y advirtió en contra de las escisiones que dividen a la capa más avanzada del resto de la clase, haciendo así más fácil su acorralamiento y su represión por parte de la burocracia, la patronal y el Estado.
Al mismo tiempo, la Internacional Comunista dejó claro que esta fórmula no era un dogma ni un fetiche. En los casos en que la burocracia frenara de manera efectiva la organización de los trabajadores, la creación de sindicatos independientes no podía ser descartada, siempre y cuando se explicara la situación a los trabajadores y que la táctica del frente único se usara de manera consecuente y se aplicara con relación a los sindicatos mayoritarios.
La historia nos muestra que estos sindicatos combativos y minoritarios nunca se desarrollan más allá de un cierto punto. Y cuando alcanzan ese umbral, pierden su base obrera y se convierten en sectas osificadas o se desintegran. La respuesta yace en un enfoque teórico y político hacia estos fenómenos. Frecuentemente, estos sindicatos radicales están influidos por otra distorsión, que es la confusión entre la lucha económica y la política. De la misma manera que buscan saltar el escollo de la burocracia reformista creando sindicatos nuevos, también creen poder resolver la cuestión de la dirección política del proletariado usando estos sindicatos como un sustituto de un partido político.
Este punto de vista tiene un origen claramente anarquista o anarcosindicalista. Pero a veces ha sido adoptado por cuadros de tradición marxista o semi-marxista. Así que es esencial que discutamos la relación entre la lucha económica y política, tanto en términos generales como en relación a acontecimientos concretos, y la relación entre las diferentes capas de la clase obrera y su interacción. Sólo mediante la formación teórica sostenida podemos intervenir activamente en este campo, establecer una relación fructífera con estas luchas y evitar perder buenos militantes cuando las limitaciones y los errores de esta estrategia salen a la luz. En el apogeo de un movimiento de masas, la conciencia tiende a homogeneizarse. Cuando las capas otrora atrasadas se alzan y alcanzan o incluso adelantan a la vanguardia, la presencia de un partido revolucionario puede ser el elemento decisivo que lleve esta conciencia al nivel necesario para lanzarse a la tarea histórica de la toma del poder.
Pero esta es la excepción y no la norma, porque bajo el capitalismo normalmente lo que presenciamos son diferencias o incluso tendencias contradictorias en el seno de las masas. Sería otro error sectario pensar que la vanguardia de una organización puede cambiar esto a través de la propaganda o incluso a través de la acción. El partido o la corriente revolucionaria en estas circunstancias tiene que analizar cuidadosamente en cada etapa, bajo todas las circunstancias y coyunturas, el estado del movimiento, detectar las tendencias progresistas que se manifiestan entre las masas, y tratar de unificarlas para empujarlas hacia delante.
Ha habido grupos sectarios o ultraizquierdistas que han jugado un papel en movimientos de masas, como vimos en los años 60 y 70 en muchos países. Italia es un caso claro, pero no el único. Pensemos, por ejemplo, en el “Cordobazo” en Argentina en 1969, o en otros sucesos de aquella época. En general, podemos afirmar que la mayoría de corrientes ultraizquierdistas en aquellos años surgieron en ambientes estudiantiles. La radicalización de la juventud en la segunda mitad de los sesenta ciertamente era un termómetro de los procesos que tenían lugar bajo la superficie de la sociedad, entre la clase trabajadora. Era como la radicalización de la juventud rusa antes de la Revolución de 1905. Se vio estimulada por acontecimientos internacionales, y, en este sentido, fue distorsionada por la forma particular que adoptaron las revoluciones coloniales en la posguerra.
La Revolución china y, en particular, la cubana, la guerra de guerrillas de liberación en Vietnam, eran vistas por los estudiantes revolucionarios como una nueva perspectiva para la revolución. Por supuesto, la perspectiva de una guerrilla campesina no podía tener ningún atractivo para la clase obrera de Europa, y esto condujo a experiencias trágicas con un resurgimiento del terrorismo en una etapa posterior. Pero antes de eso, esta generación de estudiantes sí que jugó un papel importante en movimientos de masas, no sólo en escuelas y universidades, sino también entre la clase trabajadora.
Había también algunos cuadros que habían roto anteriormente con los partidos comunistas y socialistas, y que tuvieron un papel importante en los movimientos de 1968 y 1969 en Italia. Durante un tiempo, paradójicamente, su sectarismo y ultraizquierdismo les dieron una ventaja sobre la burocracia sindical. Se aferraban a ideas tremendamente equivocadas, sobre todo a un espontaneísmo salvaje. Pero estos métodos tuvieron una repercusión en los grandes centros industriales. Las capas más explotadas de la clase obrera, muchos de ellos inmigrantes recién venidos del sur de Italia, donde se encontraron con las lacras de los bajos salarios, la discriminación dentro y fuera del lugar de trabajo y la explotación salvaje en la cadena de producción que caracterizaron el boom de la posguerra. Estos trabajadores eran en gran medida ignorados por la burocracia sindical, y recibieron con interés a los trabajadores que venían a la entrada de la fábrica con su propaganda revolucionaria.
Así pues, discutieron las condiciones de trabajo con los estudiantes, sus reivindicaciones y qué hacer. Realmente, hubo un momento en 1968 en el que los grupos ultraizquierdistas se granjearon un seguimiento importante y pudieron convocar huelgas poderosas en algunas de las fábricas más grandes del norte de Italia. La tragedia era que no tenían el arsenal teórico para entender lo que estaban haciendo. El hilo rojo del marxismo no estaba presente, lo había cortado el estalinismo.
De haber tenido una visión verdaderamente marxista, la historia podría haber tomado otro camino. Las sectas ultraizquierdistas pudieron organizar varios miles de trabajadores y estudiantes jóvenes, tal vez 30.000 en su apogeo. Y los grupos más grandes tenían 5.000 u 8.000 militantes cada uno, lo que seguía siendo cifras pequeñas en comparación con los 1,5 millones o más del Partido Comunista, pero aún así podrían haber jugado un papel diferente. Con una táctica adecuada hacia los sindicatos, los consejos de fábrica y el Partido Comunista podrían haber sentado las bases para un pequeño partido revolucionario, de la misma manera que el grupo Ordine Nuovo en Turín en 1919 y 1920 pudo ganarse a la mejor vanguardia obrera en los consejos de fábrica, que más tarde proveyeron de una base obrera nada desdeñable al recién formado Partido Comunista Italiano en 1921.
Por desgracia, la ultraizquierda a finales de los 60 no poseía esta clase de bagaje teórico. Anunciaron la muerte de los sindicatos, boicotearon los consejos de fábrica, presentaron las reivindicaciones salariales puramente económicas como inherentemente revolucionarias y demás. Así, prepararon el terreno para el regreso de la burocracia sindical en una etapa posterior.
En años más recientes, hemos presenciado ejemplos de otras organizaciones sectarias que han actuado como un barómetro de los grandes acontecimientos que estaban en ciernes. Me viene a la mente el caso de Argentina en 2001, cuando cinco presidentes fueron derrocados en cuestión de semanas tras el colapso financiero del país. Esto fue un eslabón clave en la sucesión de acontecimientos revolucionarios que se produjeron en Venezuela, Bolivia y Ecuador y que de una u otra manera afectaron a la mayoría del continente latinoamericano.
Unos meses antes de ese estallido, la izquierda, que en Argentina, debido a factores históricos, siempre ha estado compuesta por sectas bastante grandes, muchas de ellas de orientación trotskista, obtuvo un resultado inesperado en las encuestas con más o menos un 10% de los votos. Pero como ya dije, era sobre todo un síntoma de un proceso profundo que se expresó a continuación en una insurrección a gran escala y en una situación revolucionaria. Es importante señalar que a pesar de este papel relativamente importante, las sectas en realidad negaron la perspectiva de un proceso revolucionario, del poder obrero y la revolución. Se centraron en las tácticas electorales o cultivaron sus propios puntos de apoyo entre tal o cual sector de las masas, como los desempleados o en algunas fábricas ocupadas del PTS.
Por supuesto, es absolutamente correcto intervenir vigorosamente entre los sectores de la clase obrera que muestren capacidad de lucha. Nuestra sección brasileña, por ejemplo, tiene una orgullosa historia de apoyar y dirigir la lucha de las fábricas ocupadas bajo control de los propios obreros. El error de estas sectas era darle valor absoluto a un movimiento específico, pensar que ese era el único verdadero movimiento obrero. Confundir las partes con el todo lleva inevitablemente a cometer errores ultraizquierdistas u oportunistas. Aquella situación revolucionaria en Argentina dio pie a una discusión sobre el poder obrero. El artículo de Alan Woods incluido entre las lecturas de esta sesión trata precisamente esta cuestión, y por qué algunos grupos como el PTS tendían a minimizar el alcance del movimiento, hablando de “jornadas revolucionarias” y no de una situación revolucionaria.
Otros, como el Partido Obrero hablaban de una situación revolucionaria, pero su estrategia no concordaba con esta afirmación, y evadieron la cuestión decisiva con la exigencia de la asamblea constituyente. En los años siguientes, la política y las tácticas electorales se volvieron más dominantes, dando lugar a una adaptación grave al Estado burgués, aguando así su programa y preparando el terreno para escisiones.
Antes, hablé de la contradicción entre la vanguardia y la masa de la clase obrera en relación a la Internacional Comunista. Esta contradicción también puede surgir de manera inversa, como un espejo en circunstancias diferentes. Cuando un movimiento de masas se desarrolla, genera miles o decenas de miles de nuevos cuadros y activistas, pero como gente que de la noche a la mañana se une a las organizaciones del movimiento, gente que dirige a las masas. Cuando el movimiento entra en reflujo, esta capa no entenderá necesariamente este cambio y no actuará en consecuencia.
El proceso está bien explicado en el análisis de Trotsky de la Revolución de 1905 y también Alan Woods lo trata en su libro sobre el Partido Bolchevique. En 1906 y 1907, el movimiento en Rusia entró en reflujo tras la supresión sangrienta del alzamiento de Moscú. Pero mientras las masas se retiraban de la escena, una capa de la vanguardia había llegado a conclusiones revolucionarias tras la experiencia de 1905, y se unió a las filas del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, tanto a su ala bolchevique como menchevique. Y esto explica el hecho de que el partido alcanzó su máxima fuerza numérica durante el reflujo, tal y como quedó reflejado en los congresos de 1906 y 1907.
Esta contradicción facilitó el surgimiento de corrientes sectarias entre la facción bolchevique, planteándose el boicot electoral y una desviación semi-terrorista entre una capa de activistas bolcheviques. Algunos de los dirigentes de estas facciones, como Bogdánov, siempre habían tenido rasgos sectarios y diferencias teóricas con Lenin. Pero bajo las condiciones que había en años anteriores, en 1904 o 1905, estas diferencias no suponían un verdadero peligro. Pero en la nueva situación, Lenin entendió que los errores sectarios, junto con el giro negativo en la situación objetiva podían suponer un peligro mortal para la facción bolchevique que quedaría condenada a una degeneración sectaria.
Por este motivo, aun habiendo sido tolerados por Lenin anteriormente, pero sin hacer la más mínima concesión teórica, ahora él se lanzó a un enfrentamiento directo con ellos. Esto implicaba tanto una batalla política, por ejemplo sobre la participación electoral y la actividad legal, como una ofensiva teórica contra las tendencias filosóficas idealistas que estaban detrás de esta corriente ultraizquierdista.
Decimos que en épocas de reflujo y derrota es casi inevitable que una parte o incluso la mayoría del movimiento revolucionario degenere en líneas sectarias, ya que no es posible llegar a las masas. El destino de la Cuarta Internacional quedó sellado con las derrotas de finales de los 30 y los 40, que le dieron a los reformistas y a los estalinistas un firme agarre sobre el movimiento obrero a escala mundial y relegó a los trotskistas a la práctica irrelevancia durante todo un periodo histórico. Cuando acontecimientos de este tipo tienen lugar es fácil cometer errores de todo tipo, independientemente de toda la palabrería marxista y citas que se escriban en las resoluciones o en la prensa del partido.
Un texto clave que debe ser estudiado cuidadosamente por todos los comunistas es el panfleto escrito por Ted Grant en 1970, Las Internacionales. Ese documento rastrea detalladamente las bases teóricas de la degeneración de la Cuarta Internacional y su capitulación ante la presión de fuerzas históricas adversas. No me explayaré más sobre este tema, que cubriremos a fondo en la sesión sobre la historia de la CMI.
En una escala mucho más pequeña, la degeneración sectaria del CIT a mediados y finales de los 80 presentaba rasgos parecidos. La tendencia general tras los años 70 era de reflujo para la clase obrera a nivel internacional. En Gran Bretaña, el Militant atrajo a miles de militantes comprometidos que habían llegado a ciertas conclusiones tras los 70, sobre todo sobre los límites y traiciones de los reformistas – también de los reformistas de izquierda. Pero a finales de esa década, el movimiento obrero sufrió una serie de derrotas importantes, como la de los mineros británicos o de los obreros de la Fiat en Italia en 1980, la derrota del gobierno de coalición de izquierdas en Francia o la derrota de los controladores aéreos de EEUU en su huelga de 1981. Hubo muchas derrotas de este tipo, tanto en el ámbito económico como en el político. Y este giro chocaba con la experiencia anterior, y esta contradicción se expresó en el CIT y el Militant a través de la idea de que se podía seguir avanzando igual que antes, bajo cualquier circunstancia objetiva, aplicando presiones organizativas sobre la organización.
Ahora, retrospectivamente, caracterizamos aquel periodo como años de reacción suave. Pero incluso en épocas de retroceso, los procesos no son homogéneos. Hay tendencias contradictorias. A mediados y finales de los 80, el CIT fue capaz de intervenir e incluso de dirigir movimientos de masas, como el movimiento contra el “poll tax” en Gran Bretaña o la huelga estudiantil en España en 1986 y 1987. Estas luchas fueron éxitos sorprendentes, pero ahí también se escondía un peligro, que no se hizo visible sino más tarde. Es muy fácil, en circunstancias de este tipo, confundir una tendencia concreta que está avanzando con el proceso general, que en aquel momento estaba en retroceso, era una reacción suave, como ya dije.
Por razones particulares, una organización pequeña puede verse al frente de un movimiento de masas, y por supuesto está obligada a realizar su tarea de la mejor manera posible. Pero esto no quiere decir que la posición alcanzada sea inexpugnable, o que ese movimiento particular refleje la tendencia general de la sociedad en su conjunto. El obviar estas verdades contribuyó a la evolución sectaria del CIT y tuvo efectos en algunos de nuestros cuadros españoles en una etapa posterior.
Había también otros aspectos de este proceso con los que no puedo tratar a fondo aquí, pero uno merece citar. La participación en las organizaciones de masas no es un antídoto contra el sectarismo. El Militant participaba en el Partido Laborista, pero esto no evitó su evolución sectaria. De hecho, el tener una mayoría en un cierto momento en la Juventud Socialista del partido contribuyó a las tendencias sectarias, vinculadas a su vez a la presión organizativa de la que hablé anteriormente.
Había una capa de supuestos cuadros surgida, no de la participación del movimiento ni de la construcción de éste desde la base, ni tampoco por su aportación teórica y política, sino avanzando internamente dentro de la organización. Y eso reforzó un método autoritario de dirigir la organización, que mostró ser una debilidad terrible en años posteriores, ya que la organización no estaba preparada para abordar un verdadero debate. Luego vino el cambio en la situación mundial en 1989 y 1991. Este tipo de sectarismo no tenía nada de progresista, nada de infantil. Era más bien una osificación, y todos los intentos de combatirlo a través de un debate interno serio demostraron ser en balde, siendo Ted Grant, Alan Woods y otros expulsados en cuestión de meses.
Hay paralelismos con las escisiones a las que hizo frente Ted Grant a finales de los 30, o en 1959 y 1955 en la llamada Cuarta Internacional. Los intentos de Ted de superar las diferencias a través de un debate de principios resultaron inviables. Y en todos esos casos, la única forma en la que la corriente marxista podía sobrevivir y reestablecerse fue a través de una escisión. Pero en estos casos históricos, el método de Ted, en el que tenemos que apoyarnos, era el de debatir y defender los principios, incluyendo significativamente el de la democracia interna.
Ese es el método leninista, y es importante señalar que en 1906 Lenin estuvo dispuesto a quedarse en minoría entre los bolcheviques, aceptando el boicot electoral a pesar de estar en contra. Aún más notable fue el hecho de que Lenin y Trotsky en vísperas del tercer congreso de la Internacional Comunista en 1921 consideraron la posibilidad de quedarse en minoría ante la fuerza de las tendencias ultraizquierdistas, en los partidos comunistas alemán e italiano en particular. Estaban convencidos de que la discusión, e incluso la pugna interna, combinados con la experiencia mostrarían que su punto de vista era correcto y así se superarían los errores sectarios.
Estoy tratando estos episodios por una razón importante: la CMI hoy es una organización políticamente homogénea, y esto se ha logrado gracias a la discusión y a la formación teórica. Pero hemos entrado en una etapa de acontecimientos catastróficos, de una crisis sin precedentes del capitalismo, de lucha de clases intensa, de revolución y contrarrevolución. Y estos acontecimientos también nos pondrán a prueba a nosotros. Tendremos que abordar nuevos problemas, cambios y giros repentinos, y esto inevitablemente dará pie a las diferencias e incluso a los conflictos políticos. Pensar que esto no será así es extremadamente idealista y no guarda relación con la realidad.
Como materialistas, basamos nuestra acción en la situación objetiva en la medida que la podemos entender; sabemos que nuestro programa y nuestra estrategia no emanan sencillamente de nuestros deseos. Pero esto no tiene nada en común con el optimismo fatalista o con la contemplación pasiva de los desarrollos objetivos. La Revolución de Octubre fue el resultado de la realidad objetiva de la lucha de clases en Rusia y a escala mundial. Pero se hizo realidad sólo gracias a la voluntad y la acción subjetiva del Partido Bolchevique. Y al mismo tiempo, la construcción de una nueva internacional revolucionaria es una necesidad objetiva, pero es una tarea subjetiva que depende de la acción colectiva de los hombres y mujeres que se embarcan en esta misión.
No he tratado a fondo con las condiciones de la galaxia sectaria hoy porque su crisis es completa. No es casualidad, responde a los grandes acontecimientos que se están preparando, y estos grupos son parte del pasado. El síntoma más claro de su crisis es que en muchos países tratan de sumar fuerzas para construir frentes únicos entre ellos. Nuestra relación con ese mundillo es la misma que en 1938, 1960 o 1965: “Sigan su camino hasta el final, caballeros, nosotros les ignoramos y nos orientamos a la clase obrera.” Nos orientamos a la juventud y a los mejores representantes de esos millones, miles de millones de personas que se enfrentan al declive y la podredumbre del capitalismo y luchan por encontrar una salida.
Hay un pasaje en el texto que mencioné de Ted Grant que creo que muestra la relación entre esos dos elementos, el subjetivo y el objetivo, de manera magistral. Esta es mi última observación, camarada moderador. Cito:
“La presión del capitalismo, el reformismo y el estalinismo en un periodo de ascenso capitalista en Occidente, la consolidación temporal del estalinismo en el Este, las deformaciones de la revolución colonial tal y como hemos expuesto anteriormente, fueron las causas de la degeneración de todas las sectas que afirmaban representar la Cuarta Internacional. Pero una explicación no es una excusa, y la necesidad siempre tiene dos caras. En la historia precedente, la degeneración de la Segunda y la Tercera Internacional debido a factores objetivos y subjetivos no justificó a los dirigentes que abandonaron el marxismo. No era excusa para el reformismo o el estalinismo. De la misma manera, no hay justificación para los crímenes del sectarismo y el oportunismo que han sido cometidos por los dirigentes de la llamada Cuarta Internacional durante más de una generación.”
Camaradas, Ted Grant nunca tuvo miedo de llamar a las cosas por su nombre. Ya en los años 40 se refirió a las secciones de la Cuarta Internacional como pequeñas sectas. Y en ese momento, eso incluía al PCR, del que él era miembro dirigente y teórico. Esto era un serio aviso sobre el peligro que amenaza incluso a organizaciones revolucionarias muy prometedoras de que puedan caer en el callejón sin salida del sectarismo y echarse a perder para sus tareas históricas.
Hoy tenemos ante nosotros esta tarea gigantesca. La corriente histórica va de nuevo al alza, y tenemos que asumir la responsabilidad ante este estado de las cosas. Estoy seguro de que esta discusión y esta escuela en su conjunto supondrán un importante paso adelante. Gracias, camaradas.
INTERVENCIONES
Erika: Gracias, Claudio, por presentar este tema. Estoy de acuerdo en que la discusión no puede tratarse simplemente de enumerar las características del sectarismo. Es importante estudiar los ejemplos históricos que dio Claudio. Las organizaciones políticas y los partidos que cometieron errores sectarios también ofrecen muchas lecciones positivas de las que podemos aprender. Nos centramos en los errores de esta cuestión con la esperanza de evitar cometerlos nosotros mismos.
Los bolcheviques también cometieron errores sectarios. El partido, que era nuevo y estaba acostumbrado al trabajo de propaganda en círculos pequeños, no quería involucrarse en los soviets apolíticos que habían surgido en 1905. Sólo después de la repetida intervención de Lenin desde el exterior, intentaron a regañadientes apelar a los trabajadores de los soviets. Y para entonces ya era demasiado tarde. Había suspicacia entre los socialistas rusos y los trabajadores y campesinos en los soviets. Los bolcheviques a menudo eran expulsados de las reuniones del soviet o no se les permitía hablar. Se habían separado de las masas, de la misma clase trabajadora a la que habían jurado dirigir y servir.
Esta es la consecuencia del sectarismo. Los bolcheviques, gracias a Lenin, pudieron superar y corregir este error. «No nos aislamos del pueblo revolucionario», dijo Lenin, «sino que nos sometemos a su juicio a cada paso y en cada decisión que tomamos». Varios años más tarde y tras varias revoluciones, pudo dar valiosos consejos a los jóvenes comunistas en Alemania y Gran Bretaña sobre los peligros del enfoque sectario. En particular, argumentó contra la creciente tendencia de los jóvenes comunistas a abstenerse por completo de la política electoral. Argumentaban que el parlamentarismo o la democracia burguesa habían quedado políticamente obsoletos, y participar en ellos sería volverse oportunista o corromperse ellos mismos. Entendemos que las urnas jamás abolirán la propiedad privada y el capitalismo. Hace falta una revolución proletaria. Y en este sentido, los comunistas entienden la democracia burguesa como históricamente obsoleta. Pero aún no ha demostrado ser obsoleta a ojos de toda la clase trabajadora.
Lenin dice: Mientras te falte la fuerza para acabar con los parlamentos burgueses y cualquier otro tipo de institución reaccionaria, debes trabajar dentro de ellos porque es allí donde encontrarás a los trabajadores. En otras palabras, si todavía no puedes ofrecer a los trabajadores nada mejor, debes utilizar las mismas instituciones a través de las cuales la clase obrera canaliza su energía: las instituciones que existen actualmente, no el partido revolucionario de masas perfecto que sólo existe en la mente de los sectarios.
Lenin aconsejó directamente a los jóvenes camaradas británicos que llamaran a votar por los laboristas contra los partidos burgueses. Utilizar las elecciones de 1920 como plataforma para presentar un programa revolucionario. Pero ¿cómo aplicamos este consejo en Estados Unidos, un país altamente desarrollado donde todavía no hay un partido obrero? La ausencia de un partido laborista en Estados Unidos no significa que la clase trabajadora no tenga ilusiones electorales. No ven la política electoral o la democracia burguesa como políticamente obsoletas. En Estados Unidos, existe un vacío en la dirección política de la clase trabajadora. La naturaleza aborrece los vacíos, como bien sabemos. El movimiento en torno a Bernie Sanders que apareció por primera vez en 2016 ocupó este vacío.
Ayer, Jorge Martín habló sobre la radicalización de las generaciones más jóvenes que alcanzaron la mayoría de edad durante o después de la crisis económica de 2008, que solo han conocido los cataclismos, la austeridad, la catástrofe climática inminente y han presenciado innumerables movimientos de masas. Este es el contexto en el que surgió el movimiento en torno a Bernie Sanders. Su programa ofrecía reformas que los trabajadores estadounidenses necesitaban desesperadamente: un sistema de salud pública, educación gratuita, reformas que en esta etapa el capitalismo no puede proporcionar ni siquiera en el país más rico del mundo.
Necesitábamos establecer un vínculo con la clase obrera partiendo del nivel de conciencia que había alcanzado. Sin embargo, alentar cualquier ilusión de que la clase trabajadora podría conseguir estas reformas trabajando en un partido capitalista (como el Partido Demócrata) sería un error y una mentira. Nos relacionamos con los partidarios de Sanders en mítines y actos, expresando nuestro apoyo a estas reformas, y planteábamos reformas que iban más allá de lo que Sanders estaba dispuesto a ofrecer. También explicamos porqué el hecho de que Sanders se postulara como Demócrata era un escollo para la lucha por estas reformas básicas. No abandonamos la idea de que los trabajadores necesitan independencia política de la burguesía.
El día que Sanders anunció que suspendería su campaña, recibimos más de cien peticiones de ingreso en nuestro sitio web. El método que usamos para llegar a esta orientación en el movimiento de Sanders fue el de las consignas de transición. Este método es el resultado de aplicar la filosofía marxista, el materialismo dialéctico a la tarea concreta de construir un partido revolucionario. Terminaré ya que solo me queda un poco de tiempo.
El materialismo dialéctico es la filosofía del cambio, ya que la clase trabajadora no es monolítica y se desarrolla de forma no lineal. El sectarismo se encuentra separado de la clase trabajadora viva y en constante evolución porque no se basa en el materialismo dialéctico. Una cosa es citar a Lenin y otra es aplicar el mismo método a diferentes condiciones. Estamos aquí para estudiar las ideas y el método del marxismo para llevar a la clase trabajadora a cumplir con su papel histórico. Y estamos aquí para armarnos contra cualquier método que socave este esfuerzo.
Joel: Hola, gracias Erika, gracias Claudio por la gran presentación.
Creo que esta cuestión del sectarismo y las actitudes sectarias es muy importante para los marxistas hoy día, porque si miramos al movimiento marxista y a las organizaciones marxistas, nunca han estado tan desconectados de las masas. Si uno retrocede 100 años, o incluso menos, en muchos países había un vínculo orgánico entre el marxismo y las masas, o al menos la vanguardia de las masas, que la mayoría de la gente en el movimiento obrero, al menos los activistas, habrían sido marxistas, socialistas o revolucionarios en general.
Pero este vínculo se ha roto por muchas razones. Los grupos marxistas son en general círculos pequeños, pequeños círculos de estudio en los márgenes, al margen del movimiento. Y ha sido así durante algún tiempo. Es importante señalar esto porque este estado de las cosas acarrea sus peligros, ya que al estar aislado de las masas durante un período prolongado de tiempo se pueden desarrollar prejuicios sectarios y, de hecho, ser hostil al desarrollo real de la clase trabajadora, porque no encaja exactamente con lo que leíste en los libros, por ejemplo.
Este fue el caso de los bolcheviques en Rusia, en realidad, como mencionó Erika, quienes de hecho exigieron que los soviets en 1905 se sometieran al partido. Y se ven ejemplos modernos de esta actitud en, creo, la mayoría de los grupos marxistas o con posturas marxistas hacia el fenómeno de Jeremy Corbyn en Gran Bretaña. Claudio mencionó al CIT, que en Gran Bretaña básicamente se negó a unirse y participar en el proceso de Corbyn, que es un movimiento de millones de personas. Nosotros, obviamente, tenemos nuestras críticas a Jeremy Corbyn, pero negarse a unirse al Partido Laborista en este momento y entablar una relación con los seguidores de Corbyn en este momento es sencillamente un acto de sectarismo.
Marx dijo la famosa frase de que la emancipación de la clase trabajadora debe ser obra de la misma clase trabajadora. Pero la clase obrera no entra en escena políticamente, espontáneamente con un programa marxista perfecto, sino que tiene que llegar a estas conclusiones a través de una lucha larga y difícil, poniendo a prueba a los distintos dirigentes y partidos. Se ha mencionado a Jeremy Corbyn, Bernie Sanders, a Syriza, a la Francia Insumisa. En general, las masas no aprenden de la lectura de la teoría marxista como nosotros, sino que aprenden a través de la experiencia.
Tantas, tantísimas personas ahora, yo diría que millones de personas, han aprendido los límites del reformismo. Pero no porque los revolucionarios se hayan dedicado a denunciar el reformismo, sino a través de la experiencia real bajo dirigentes reformistas. Erika mencionó a Bernie Sanders, la traición de Bernie Sanders dos veces. Y en Gran Bretaña, la negativa de Jeremy Corbyn a luchar contra los reformistas de derecha, lo que ha llevado a la situación que tenemos ahora en aquel país.
Pero creo que veremos muchas, muchas formaciones similares a las ya mencionadas, que no tienen un programa marxista perfecto desde nuestro punto de vista, pero son expresiones de este descontento masivo que existe entre la clase trabajadora. Y no podemos sencillamente darles la espalda sin más, como hace mucha gente. Debemos buscar una manera de conectar las conclusiones revolucionarias avanzadas del marxismo con este proceso de desarrollo de la conciencia de las masas, que es intrínsecamente contradictorio. Sin un enfoque flexible, una revolución exitosa en realidad no es posible, porque el método sectario e intransigente rechaza el proceso de desarrollo de la conciencia de las masas, lo que efectivamente hace que las ideas marxistas no puedan llegar a esas masas.
Entonces, para resumir un poco lo que creo que es nuestro enfoque: no podemos hacer lo que hacen los sectarios y confundir nuestra conciencia con la conciencia de la masa de trabajadores. No nos frustra que la mayoría de los trabajadores no estén de acuerdo con el marxismo, que en realidad es una actitud bastante común en la izquierda. Pero si eres realmente marxista, dirías: «Por supuesto que todavía no están de acuerdo con el marxismo». Porque las conclusiones marxistas son difíciles de asimilar y la gente no llega a ellas de la noche a la mañana.
Entonces, como dijo Lenin, debemos explicar pacientemente, como hemos estado explicando pacientemente, que fue un error que Bernie Sanders estuviera en el Partido Demócrata. Y explicamos pacientemente todos los errores que estaba cometiendo Corbyn. Por lo tanto, debemos desarrollar un enfoque flexible sin abandonar nuestros principios, porque ese sería el otro peligro, que es el oportunismo. Así que debemos encontrar una manera de entablar un vínculo con las masas, sus movimientos, sus organizaciones, a medida que nacen, cambian y evolucionan, a medida que las masas aprenden, y debemos tener confianza y optimismo, porque tenemos la ventaja de la teoría marxista, que nos ayuda a ver en qué dirección están yendo las cosas, para que podamos estar seguros de que nuestra perspectiva concuerda con la marcha de los acontecimientos y que nuestra postura se verá corroborada, ganándonos así a las masas. Gracias.
Caspar: Haré lo que Claudio dijo que no deberíamos hacer. Intentaré hacer una lista de las diferencias entre marxismo y sectarismo, porque creo que me ayuda a pensar en este tema con claridad.
Creo que la primera diferencia es que nosotros, los marxistas, tenemos una fe absoluta en la posibilidad de que la conciencia cambie en una escala masiva en un futuro relativamente cercano. Vivimos en un período, en un momento en el que la gente se da cuenta de que no puede seguir viviendo como antes. Y la gente no cambia los hábitos o las ideas de forma fácil o voluntaria, y yo me incluyo en esto. Pero la crisis obliga a la gente a hacer eso.
Vivo en Suiza y hay una razón por la que la gente aquí todavía tiene ilusiones en el capitalismo y en todo el sistema, algunas ilusiones, porque el sistema podría darles una vida más o menos estable durante un período determinado. Pero Suiza no está aislada del capitalismo mundial, por lo que los mismos procesos están obrando aquí, sólo que con un poco de retraso. En las manifestaciones de solidaridad con el movimiento Black Lives Matter, se ve que la conciencia ya ha dado un gran salto, especialmente entre la juventud. Y creo que este es sólo el comienzo. Hay una perspectiva de grandes cambios en el futuro cercano y de potencial de ideas revolucionarias. Esa es la principal diferencia entre marxistas y sectarios hoy.
Creo que la segunda diferencia es que son los grandes acontecimientos que todos estamos presenciando en el mundo los que están destruyendo las viejas ideas. No es gracias a nosotros. Y estas ideas se rompen porque no corresponden con el mundo en el que vivimos hoy. Y este es principalmente un proceso objetivo que ocurre independientemente de nosotros y no está bajo nuestro control. Pero la pregunta central es, en realidad, ¿qué ocupa el lugar de las viejas ideas, y a qué ritmo son substituidas? Este es nuestro trabajo y nuestra responsabilidad, y creo que esta es la principal discusión que estamos teniendo aquí.
La tercera diferencia es que los sectarios tienen una visión estática de la relación de fuerzas y nosotros tenemos o intentamos tener una visión dinámica. A veces hacemos las mismas observaciones, por ejemplo, que hoy en día la mayoría de la gente todavía no es revolucionaria. Y esta observación de que sin duda las personas no son revolucionarias es cierta, pero no es el cuadro completo, porque el rasgo decisivo de nuestra época es que nuevas capas se lanzan a la lucha y se politizan y sacan conclusiones radicales a diario.
Y entonces la conciencia cambiará exponencialmente, y no gradualmente. Esta es nuestra oportunidad. Pero la pregunta es ¿cómo prepararse? Y otra pregunta importante es, ¿qué hacemos con las capas avanzadas, las que primero llegan a conclusiones revolucionarias? ¿Deberían sustituir a las masas porque llegaron primero a estas conclusiones, o deberían volverse hacia las masas? Y creo que un punto principal es que sólo porque las capas avanzadas ya han entendido algo, por ejemplo, que el parlamento es una institución inútil en nuestra lucha, no debemos ceder ante su radicalismo porque eso sería sectarismo. Pero hay que explicarles que detrás de ellos hay miles que van por el mismo camino, en camino de descubrir la misma verdad, pero que aún no han llegado allí.
Y una parte importante del proceso cuando las ideas radicales llegan a todas las masas es que la capa avanzada debe orientarse hacia el resto, hacia la segunda capa, y la vanguardia debe asegurarse de que lleguen a las mismas conclusiones lo más rápido posible. Y para eso no deben aislarse, lo que es un riesgo real, como explicó Claudio por ejemplo con los pequeños sindicatos.
Y la [cuarta] diferencia es la conciencia de que los trabajadores en lucha llegan a menudo a las mismas conclusiones que los marxistas, pero desde otro ángulo. Como dijo Joel, no aprenden de los libros y la teoría, sino de la experiencia, una experiencia que a menudo es dolorosa y cruel. Y así pueden sacar conclusiones revolucionarias de su experiencia, pero esto lleva mucho tiempo. Y acelerar este proceso es una de las principales razones de la existencia de un partido revolucionario, que defendemos abiertamente un programa revolucionario, un programa que en realidad es solo la experiencia acumulada de la clase trabajadora durante los últimos 200 años.
Y la forma en que defendemos este programa muestra la diferencia de nuestro método, porque las consignas y reivindicaciones con las que intervenimos en luchas o huelgas o batallas políticas, no son recetas de lucha acabadas. En nuestro método aplicamos el Programa de Transición como explicó Erika. Proponemos consignas y reivindicaciones para ayudar a la lucha. Pero tenemos que demostrar que estas demandas y estas consignas son efectivas y útiles, y con ello demostramos la utilidad del marxismo.
Pero no somos economicistas ni sindicalistas. No queremos sólo echar una mano porque somos buena gente. En realidad, esto sería oportunista. Siempre llamamos la atención sobre los límites de las luchas parciales que, en el mejor de los casos, pueden obtener victorias parciales y temporales. Pero no lo hacemos de forma arrogante, no con el objetivo de desmoralizar. Esta es una delgada línea hacia el sectarismo. Pero siempre somos honestos y decimos la verdad, que básicamente bajo el capitalismo no existen soluciones duraderas para nuestros problemas.
Y creo que una quinta diferencia es el enfoque que ponemos en la educación en el marxismo y en la teoría y el método, porque para nosotros no es suficiente estar “a la izquierda” o unir a todos. Si queremos una unidad real, una unidad sólida y poderosa, necesitamos unirnos sobre la base de ideas y principios. De lo contrario, es una unidad oportunista que se derrumba al primer embate. Entonces, si defendemos firmemente nuestro programa es porque estamos orgullosos de tener un programa y de tener un método, de tener un conjunto de ideas que puedan dar respuestas reales a los problemas más urgentes de la humanidad. Los oportunistas de todos los matices, incluidos los sectarios, llaman sectarismo a esta postura de principios porque defendemos nuestro programa. Pero no es así. Es honestidad política.
Y la sexta diferencia: en Suiza, el principal pasatiempo de los sectarios es quemar y destrozar las oficinas de los bancos al final de las manifestaciones, desde una posición minoritaria. Y no criticamos esto desde un punto de vista moral, sino desde un punto de vista de método. Los bancos y los banqueros son nuestros enemigos de clase. Pero en realidad no es cierto que los trabajadores suizos no entiendan que, especialmente después de 2008 y tal vez por primera vez, los banqueros ya no son vistos como un orgullo nacional en Suiza, sino como algo despreciable.
Por eso digo que los marxistas no somos partidarios de destrozar oficinas bancarias, especialmente los marxistas suizos. Sabemos que nuestra tarea histórica es expropiar estos bancos y devolver las ganancias y superbeneficios robados a los trabajadores de todos los países de donde proviene el dinero. Y esta no es solo una tarea necesaria, sino realista. Pero no nos corresponde a nosotros, a nuestra organización, llevar a cabo esta tarea como sustitutos de la clase. Y es solo la clase trabajadora suiza la que puede y hará esto. Pero para esto, la necesidad consciente de la revolución, el marxismo necesita encontrar un camino hacia los trabajadores suizos. Y para lograr esto, debemos evitar caer en el sectarismo y el oportunismo, y eso es a lo que dedicamos todo nuestro trabajo, y si lo logramos, nada podrá detenernos. Muchas gracias.
Pedro: Hola camaradas, gracias por las discusiones de alto nivel en esa escuela, he estado aprendiendo mucho.
Bueno, Lenin escribió en ¿Qué hacer? decía que una actitud marxista debería ayudar desde dentro del movimiento obrero a llevar la conciencia socialista a la lucha de clases. ¿Cómo hacerlo? Dos años antes, dijo que el partido tenía que deslindar sus límites entre lo que sería él mismo y lo que sería la clase trabajadora en su conjunto. Esto ciertamente no significó separarse del movimiento de la clase trabajadora, como unos iluminados. Más bien, significa crear una organización de combate y profesional capaz de ayudar a los trabajadores a tomar el poder político en un momento favorable. La historia demostró que Lenin tenía razón. Los trabajadores no pueden tomar el poder solos sin una conciencia socialista. Esto explica la necesidad del partido del proletariado de vanguardia.
Sin embargo, la propuesta de Lenin fue rechazada por los nuevos reformistas que surgieron después de la social democracia. Durante el siglo XX, por todo el mundo, la dirección de partidos con miles de obreros en sus filas aceptó toda tipos de ideas burguesas y reivindicaciones. Defendieron la existencia de nuevas vanguardias, dijeron que la clase obrera ya no era la misma, dijeron que no podemos repetir las fórmulas del pasado y así sucesivamente. Muchos de ellos se implicaron en la internacional progresista, encabezada por Bernie Sanders y Yanis Varoufakis. La tierra común ideológica entre los trabajadores de vanguardia y la burguesía fue destruida.
Por otro lado, los sectarios aprovecharon en su propaganda el surgimiento de diversas organizaciones políticas que se comportaron como sectas, autoproclamándose la verdadera Cuarta Internacional, diciendo que realmente eran los partidos de la revolución, y esperando que las masas entendieran quién era el verdadero dirigente. Pero la dirección de la clase trabajadora sólo puede converger en la lucha. Los izquierdistas, en lugar de ser la parte más consciente del movimiento obrero empezaron a desgajarse del movimiento. Ser el partido más revolucionario del movimiento obrero no es lo que defienden los marxistas en esta lucha.
La Corriente Marxista Internacional debe tener paciencia, seguir alimentando un espíritu de combate, donde cada compañero debe actuar como parte de una organización seria y de combate, con el objetivo de intervenir dentro del movimiento obrero, trayendo un programa socialista sin separar a los comunistas del movimiento en su conjunto. Como decía Marx:
“Los comunistas son, pues, prácticamente, la parte más decidida, el acicate siempre en tensión de todos los partidos obreros del mundo; teóricamente, llevan de ventaja a las grandes masas del proletariado su clara visión de las condiciones, los derroteros y los resultados generales a que ha de abocar el movimiento proletario.”
Gracias, compañeros y compañeras. ¡Viva la CMI y el movimiento obrero! ¡Muerte al capital, a sus gobiernos y defensores!
RESPUESTA
Claudio: Muchas gracias a todos los camaradas que contribuyeron a esta discusión. Debo decir que la condición desastrosa de la mayoría de los grupos y organizaciones sectarias, yo diría que quizás en todo el mundo, quizás con algunas excepciones (aunque no conozco excepciones importantes), realmente es una crisis que no tiene precedentes.
Hace treinta o cuarenta años cuando me uní al movimiento, un sectario era un ultraizquierdista, era principalmente un joven estudiante o un joven activista, impaciente, llamando a la revolución todos los días y que tal vez chocaba con los obreros con más experiencia, más mayores o incluso escépticos, quizás vinculados al Partido Comunista o Socialista. Y la mayoría de ellos eran muy activos, muy enérgicos, quizás quemaron su energía en poco tiempo, pero siempre estaban presentes.
Miro a mi alrededor hoy. La mayoría de las sectas, por no decir todas, son organizaciones antiguas de gente vieja y desmoralizada cuya actividad principal es encontrar excusas para no hacer nada. Este es ciertamente el caso de Italia, pero estoy seguro de que en la mayoría de los países los camaradas podrían confirmarlo. Y lejos de predicar la revolución el próximo lunes a las 8 de la mañana, todos están muy versados en argumentos para explicar por qué la revolución no es posible, ni hoy ni el próximo lunes ni el año que viene. Y en este sentido, están absolutamente en el mismo terreno que la burocracia, en este escepticismo y en esta total desconfianza en la clase obrera y en la lucha de clases.
Así que cuando el camarada Hamid me llamó hace un par de meses o hace un mes preguntándome si podía preparar esta discusión, pensé que había hecho algo mal, que me iban a castigar por tener que tratar un tema tan lamentable. Y en este sentido, creo que hay un paralelo, también en el plano moral y general, con la situación a la que me referí de 1938, con Ted Grant y la IV Internacional.
Si los camaradas leen el libro muy bueno (La Historia del trotskismo británico), y los documentos políticos relacionados de esos años, verán que en ese momento en Gran Bretaña, todos los diferentes grupos trotskistas se fusionaron para convertirse en la sección oficial de la Cuarta Internacional en Gran Bretaña. Pero dado que la fusión fue completamente sin principios, Ted Grant y un grupo muy pequeño, tal vez 30 camaradas, se negaron a participar. Estaban dispuestos a quedarse en minoría, siempre que la fusión se basara en posiciones claras que pudieran ser cuestionadas y discutidas en la siguiente etapa. Pero como era un pacto sin base alguna, se quedaron afuera.
Y en el transcurso de tres o cuatro años, la historia mostró que la Liga Internacional de los Trabajadores – ese era el nombre del grupo que lideraban Ted Grant, Jock Haston y Ralph Levy – se convirtió en la organización más fuerte del movimiento trotskista en ese momento en Gran Bretaña, mientras que todos los demás grupos colapsaron.
¿Dónde está el paralelo con eso hoy? En primer lugar, estas sectas se basaban principalmente en la vieja generación, y el propio Trotsky explicó que una generación derrotada, derrotada en la lucha de clases, está condenada, ella y sus organizaciones, a colapsar o a degenerar.
En segundo lugar, y esto es muy relevante hoy en día, todas las organizaciones reformistas estaban completamente mezcladas con la derecha en gobiernos de unidad nacional debido a la guerra, y su vida interna fue completamente destruida. No había vida en absoluto debido a la guerra, de nuevo, por lo que no había un entorno de masas en el que trabajar para los revolucionarios. Y eso también se aplicaba a los sindicatos, por cierto.
En tercer lugar, había una enorme presión sobre la clase trabajadora debido a la guerra y la crisis, y este es el caso nuevamente hoy, por supuesto, en diferentes condiciones y por diferentes razones. Así pues, había una gran brecha entre la experiencia de la clase trabajadora y su incapacidad de expresarse y de luchar a través de sus organizaciones de masas (sindicatos, Partido Laborista, y demás), y la necesidad imperiosa de que los revolucionarios encontraran un camino hacia la clase.
Por supuesto, sabían, Ted Grant y sus camaradas sabían que eran una organización muy pequeña, que no podían dirigir a las masas, que ni siquiera podían llegar a las masas de la clase trabajadora. Sin embargo, trabajaron sistemáticamente en diferentes industrias, en diferentes zonas del país, con el objetivo de echar las primeras las raíces entre la clase obrera, de establecer los primeros vínculos. Cuando alcanzaron cierta fuerza e incluso pudieron absorber algunos de los remanentes de los otros grupos, decidieron fundar un partido. Creo que tenían 600 u 800 miembros activos y varios miles de simpatizantes. Y así, a pesar de ser una fuerza tan pequeña, entendieron correctamente la tarea del momento, de esa etapa, y en cierto sentido se mostraban sectarios hacia las sectas, pero no eran sectarios hacia la clase.
Y, por supuesto, hay muchas diferencias entre esos años y la situación actual y esta no es una discusión comparativa, pero ciertamente la principal diferencia es la desaparición y la derrota del estalinismo a nivel internacional, que en ese momento era un gran obstáculo. El reformismo también se mueve hoy en día sobre un terreno muy inestable, sobre una fina capa de hielo: la burocracia reformista en particular, los reformistas de izquierda.
Así pues, diré que hoy el peligro del sectarismo no viene para nosotros, para el movimiento en general, de estos resabios de las viejas organizaciones de izquierda y ultraizquierda, que en realidad no son más que un apéndice de las burocracias reformistas, ellos siguen a estas burocracias, intentaron encontrar algún espacio, algún puesto aquí y allá. Creo que la discusión más seria que podríamos tener sobre el peligro de, en cierta etapa, de un estado de ánimo impaciente y tal vez algunas tendencias aventureras sería en movimientos de masas como Black Lives Matter, o tal vez en Chile u otros países que experimentaron recientemente una situación insurreccional.
Puedo prever que, dado que estos movimientos no pueden lograr la victoria en un corto espacio de tiempo, quizás entre algunos sectores, podría desarrollarse, en una determinada etapa, alguna tendencia aventurista, y por eso me refiero a una suerte de sectarismo saludable, es decir, a ese estado de ánimo ultraizquierdista que se extiende entre los verdaderos luchadores en movimientos genuinos. Pero precisamente porque es genuino, también es peligroso, porque está relacionado con el movimiento real y puede dar lugar a errores graves, por lo que debemos identificar y abordar estas tendencias cuando se presenten en escena.
Y en este sentido, debo decir que uno de los contrapesos más importantes al peligro de las tendencias sectarias o de ultraizquierda también para nosotros es un trabajo sistemático entre la clase obrera, orientándonos hacia las fábricas, los lugares de trabajo, los sindicatos también, aunque debo decir que ir a la clase trabajadora no significa ir sólo a los sindicatos. Pero ciertamente debemos aprender la regla de la Internacional Comunista de que una organización comunista debe esforzarse sistemáticamente por establecer puntos de apoyo en las organizaciones sindicales de la clase trabajadora para ser reconocida como una parte legítima de ese movimiento y una voz que merece ser escuchada.
Y durante la pandemia, lo vivimos en Italia, pero estoy seguro de que esta es también la experiencia de otros compañeros, que en los lugares de trabajo, cada camarada, cualquier camarada podría encontrar un oído atento entre sus colegas, discutiendo la cuestión de la salud, del confinamiento, cómo lidiar con la seguridad, el peligro para la salud de la clase obrera, etc. Cualquier camarada, incluso el menos capacitado, no necesitaba ser un delegado sindical, un cuadro político, simplemente podía exponer nuestra posición y obtener un seguimiento.
Y precisamente en estas condiciones, mostramos que entregar y dar la responsabilidad a los camaradas de discutir entre ellos y con sus círculos fue una gran herramienta, una gran palanca, no solo para construir nuestras fuerzas, sino también para elevar el nivel político general y para asegurar que todos nuestros debates estuvieran muy estrechamente vinculados al estado de ánimo real de la clase, y que no fueran distorsionados o desviados por ideas subjetivas o elaboradas en nuestros pisos cerrados donde pasamos la cuarentena.
Y es absolutamente cierto lo que dijeron varios compañeros, Erika y Joel y otros camaradas tal vez, que nuevos movimientos de masas surgirán en el próximo periodo debido a la presión de las masas. Y podríamos decir que la última ola de este movimiento, el movimiento reformista de izquierda, las teorías de Corbyn, de Mélenchon, de Sanders, y de varios otros, sufrieron una derrota muy profunda y rápida en los últimos meses. Y creo que en España, Podemos va por el mismo camino y avanza bastante rápido en esa dirección. Esto confirma una vieja ley que siempre explicamos, que los reformistas de derecha son coherentes a su manera. Se aferran al Estado, a la clase dominante, saben lo que hacen, están dispuestos a hacerlo a cualquier precio, mientras que los reformistas de izquierda son mucho más inconsistentes e incoherentes.
Pero como las masas no tienen salida, crearán nuevos movimientos e impulsarán a nuevos dirigentes para encontrar alguna solución, y ciertamente tendremos que trabajar y orientarnos hacia estos movimientos en la forma que indicaron los compañeros. Pero ciertamente diré que estos fenómenos son mucho más inestables y de corta duración que en el pasado. No tienen las mismas dinámicas que tenían las tendencias reformistas de izquierda en los 60 o en los 70, y creo que si bien tendremos en cuenta por supuesto todos los métodos que los compañeros explicaron para abordar estos fenómenos, el punto clave para no solo seguirlos ciegamente es que seamos capaces de consolidarnos como una voz independiente en el movimiento, como parte del movimiento, como parte legítima del movimiento de masas, pero con un perfil muy claro, con un identidad política muy clara, que es lo que estamos haciendo ahora. Tenemos que entender que estos movimientos son una expresión parcial, distorsionada e inconclusa de la lucha de clases o de las contradicciones de clases.
Y para el sectario, todos estos fenómenos no existen. No están vinculados a la lucha de clases, porque en su cabeza, la lucha de clases es sólo lo que ellos consideran como tal, y si no se ajusta al esquema no es una verdadera lucha de clases y no existe. Y como es bastante tarde, me gustaría terminar con el siguiente argumento.
Hablé de los jóvenes estudiantes revolucionarios en Italia, o ese fue el caso de Francia o de muchos otros países en los años sesenta, en el 68 o en el 69. Y cuando lees los informes, los recuerdos y los libros escritos –al menos algunos de los libros– escritos en esa época, es bastante conmovedor, la forma en que se lanzaron hacia la clase trabajadora, tomándola como su punto de apoyo, que podría dar fuerza a su aspiración revolucionaria.
Y si se retrocede aún mucho más en el tiempo, verías en el comienzo del Partido bolchevique, en el movimiento marxista en Rusia, algo parecido. Quizás los camaradas habían escuchado, o pueden leer en la maravillosa historia del partido bolchevique de Alan Woods (Bolchevismo, el camino a la revolución), sobre aquello de “ir al pueblo”, cuando los revolucionarios populistas, los jóvenes estudiantes rusos del siglo XIX, se intentaron fundir entre el campesinado, y no sólo entre los campesinos. Una parte de ellos se dirigió a las fábricas, incluido Pléjanov, que estaba a cargo del sindicato o del trabajo obrero y fabril de los populistas en ese momento. Y el espíritu, ese espíritu revolucionario era absolutamente el mismo que necesitamos hoy.
No tenían ninguna teoría marxista para guiarlos, para darles una orientación clara. Por el contrario, albergaban una gran cantidad de teorías equivocadas. Y luego, en los años 60 y 70 del siglo XX, esos estudiantes, en el mejor de los casos manejaban una caricatura de las ideas marxistas, pero en realidad estaban completamente confundidos por el maoísmo, el guerrillerismo, por algún tipo de facción estalinista, etc.
Y hoy, no es casualidad que la CMI se acerque y atraiga a tantos jóvenes – universitarios, estudiantes y en general jóvenes – en la mayoría de los países. Sin duda, esto es un testimonio del buen trabajo que están haciendo nuestros compañeros, pero también un síntoma del proceso general que se está operando en la sociedad.
Vamos a continuar con este trabajo. Profundizaremos en esto y tendremos nuestro propio “ir al pueblo”, que será un ir a la clase trabajadora. Y esta vez, será, con ideas marxistas, con un programa marxista, con tácticas marxistas, y no terminará en ningún aborto, en ningún movimiento de ultraizquierda, sino que terminará construyendo un verdadero partido revolucionario de masas en todo el mundo.
Gracias, compañeros y compañeras.
Escucha el audio de la traducción:
Video de la charla: