Los vietnamitas la denominaron: «Chien Tranh Chong My Curu Nuoc» o «la guerra contra los norteamericanos para salvar la nación». En esta guerra unos 58.000 soldados estadounidenses murieron en combate y otros 304.000 resultaron heridos. Pero el significado de estas cifras palidece cuando se comparan con las bajas sufridas por los vietnamitas. Casi 1.400.000 vietnamitas del sur y el norte murieron durante la guerra.
Además hay que añadir otros 2.100.000 heridos. Fue una de las guerras más sangrientas de la historia y se cobró un número especialmente elevado de bajas civiles. El número total de vietnamitas muertos en este conflicto nunca se sabrá pero, probablemente, no bajó de los 3 millones, y el número total de heridos no fue inferior a los 8 millones.
El número de soldados norteamericanos en Vietnam pasó de 23.300 en 1963 a 184.000 en 1966. En enero de 1969 el número de soldados estadounidenses en Vietnam alcanzó su máximo nivel: 542.000. A pesar de ello, el ejército norteamericano fue incapaz de someter a Vietnam. Fue la primera vez en la historia que EEUU terminaba derrotado en una guerra (Corea quedó en tablas).
En agosto de 1963 el nuevo presidente, Lyndon B. Johnson, ordenó el primer bombardeo de Vietnam del Norte, la operación «Rolling Thunder». El objetivo era romper la voluntad de lucha de los vietnamitas mediante una campaña de «conmoción y terror». El número de bombas arrojadas sobre Vietnam sólo en esta campaña fue mayor que el total arrojado durante toda la Segunda Guerra Mundial: el equivalente a aproximadamente 15 kilogramos de bombas por cada hombre, mujer y niño vietnamita. Las armas químicas defoliaron el 10 por ciento de la superficie del país.
Pero el número de muertos y heridos no explica toda la historia. El país quedó devastado debido a los años de bombardeos y arrasamiento. Miles de kilómetros cuadrados fueron reducidos a cenizas y se despilfarraron miles de millones de dólares. Miles de acres de bosque fueron destruidos debido al efecto de los productos químicos venenosos arrojados por la fuerza aérea norteamericana («defoliantes»). Este hecho, en inglés llano, se conoce como guerra química. Muchos soldados estadounidenses desarrollaron enfermedades serias debido al contacto con estos agentes químicos. Pero para un número mucho mayor de vietnamitas significó generaciones de niños deformados, abortos, cáncer y todo tipo de enfermedades espantosas.
Los orígenes de la guerra
Los orígenes de la guerra de Vietnam se remontaban a la larga y encarnizada lucha del pueblo vietnamita contra el dominio colonial francés. En 1932 el títere Bao Dai regresó de Francia para reinar como emperador de Vietnam bajo los franceses. Ho Chi Minh y sus seguidores crearon el Partido Comunista Indochino en 1930. Su principal objetivo era luchar contra el dominio colonial francés y como siempre tuvo un fuerte elemento nacionalista. Igual que en China, la lucha por la emancipación social estaba inseparablemente unida a la lucha por la liberación del dominio colonial.
La Segunda Guerra Mundial convirtió todo en un caldero hirviendo. En septiembre de 1940 las tropas japonesas ocuparon Indochina, pero dejaron a los franceses seguir con su administración colonial de la región. El avance de Japón por el sur de Vietnam en julio de 1941 desencadenó un boicot petrolero por parte de Gran Bretaña y EEUU. La consiguiente escasez de petróleo obligó a Japón a entrar en guerra contra EEUU y Gran Bretaña, el resultado fue Pearl Harbour y la declaración de guerra por parte de EEUU.
La política de EEUU estaba dictada por su ambición de dominar Asia y el Pacífico. Este objetivo estratégico significa no sólo que debían echar a Japón, sino también a las viejas potencias coloniales (Gran Bretaña y Francia). La política de Washington después de 1945 estuvo dictada por este objetivo. Esa es la razón de la aparente cordialidad de Washington con Ho Chi Minh en aquel momento, en realidad, los norteamericanos le ayudaron a salvar la vida. En 1945 el OSS (el precursor de la CIA) lanzó en paracaídas un equipo sobre su campamento en la jungla del norte de Vietnam para dar tratamiento médico a Ho Chi Minh que estaba seriamente enfermo de malaria y otras enfermedades tropicales.
En agosto de 1945 Japón se rindió y los colonialistas franceses regresaron para reclamar sus anteriores posesiones. Los vietnamitas se resistieron y comenzó un largo período de lucha anticolonial. Ho Chi Minh creó el Viet Minh, un ejército guerrillero que derrocó a Bao Dai con una sublevación generalizada. En Hanói, el 2 de septiembre de 1945, Ho Chi Minh declaró la independencia de Vietnam después de 80 años de colonialismo bajo el domino francés y creó la República Democrática Popular de Vietnam. Ho Chi Mihn intentó negociar el fin del dominio colonial con los franceses pero sin éxito. El imperialismo francés no tenía intención de renunciar a Vietnam. Comenzó una lucha encarnizada que dividió al país en norte y sur. El ejército francés bombardeó el puerto de Haiphong, asesinando a más de 6.000 civiles vietnamitas y comenzó una guerra abierta entre Francia y el Viet Minh.
En esta época ya había empezado la Guerra Fría entre EEUU y Rusia. La revolución china alertó a EEUU del peligro del «comunismo» en Asia. Washington, por tanto, reconoció como legítimo al gobierno de Boa Dai y comenzó a subvencionar a los franceses en Vietnam. Por otro lado Mao, después de ganar la guerra civil en 1949, inició el suministro de armas al Viet Minh. Al final EEUU se hizo cargo de la mitad de los costes de los gastos bélicos de Francia en Vietnam. Pero fue en vano. Los imperialistas franceses fueron derrotados de un modo decisivo en la famosa batalla de Dien Bien Phu el 7 de mayo de 1954. A pesar del sustancioso apoyo norteamericano, los franceses finalmente perdieron el control de su colonia vietnamita. Sufrieron una derrota humillante a manos del ejército de Vo Nguyen Giap, el Comandante Supremo del Viet Minh, más tarde Giap comentaría:
«La campaña Dien Bien Phu fue una gran victoria. Era la primera vez que una nación feudal pobre derrotaba a una gran potencia colonial que tenía una industria moderna y un ejército inmenso. La victoria significó mucho, no sólo para nosotros, sino para todos los pueblos del mundo».
La Guerra Franco-Indochina terminó. Tras la derrota humillante en Dien Bien Phu los franceses tuvieron que abandonar Vietnam dejando atrás un siglo de dominio colonial. La Conferencia de Ginebra sobre Indochina creó una zona desmilitarizada en el paralelo 17, el norte quedaba bajo el dominio de los estalinistas vietnamitas y el sur bajo la dirección de Ngo Dinh Diem. Se suponía que esta división del país en dos mitades tendría un carácter temporal.
El Partido Comunista Vietnamita podría haber tomado fácilmente el poder después de Dien Bien Phu. Pero Stalin, temeroso de un enfrentamiento directo con EEUU, presionó a Ho Chi Minh para que aceptara este acuerdo, mediante el cual, los estalinistas recibirían la parte norte del país y los franceses el sur, hasta la celebración de elecciones generales en las que se decidiría quién gobernaría el país.
Los inicios de la intervención estadounidense
La potencia que sucedió a los franceses fue EEUU. El imperialismo norteamericano en los años cincuenta ya estaba interviniendo en Vietnam. En junio de 1954 la CIA estableció una misión militar en Saigón. Ese mismo año Bao Dai nombró a Ngo Dinh Diem, el futuro dictador, primer ministro de su gobierno. El nuevo régimen en Vietnam del Norte cogió como su modelo a los regímenes estalinistas de China y Rusia. Los vietnamitas del norte se embarcaron en una política de reformas agrarias radicales, expropiaron y encarcelaron a los terratenientes. Esta política era inaceptable para Washington que ya había emprendido una lucha mundial contra el «comunismo».
Se acordó que las elecciones se celebrarían en 1956, pero EEUU se opuso a estas elecciones y nunca se celebraron. En su libro: Mandate for Change, el presidente Eisenhower más tarde diría que en ese momento él pensaba que Ho Chi Minh conseguiría el 80 por ciento de los votos si se celebraban elecciones libres. El general Andrew Goodpastor, ayudante del presidente Eisenhower, declaró:
«Se veía que las elecciones, particularmente en el norte, no podrían ser libres. (…) Además, existía el sentimiento de que incluso si se celebraban elecciones libres, probablemente estarían dominadas por los comunistas y éstos conseguirían el control».
Estas palabras expresan con una claridad admirable el concepto de democracia que tiene el imperialismo norteamericano. Las elecciones son muy buenas, en la medida que sirven para elegir a gobiernos que son amigos de EEUU. Pero si no lo son, entonces no son recomendables. Esa ha sido la filosofía de Washington siempre. Después de dividir deliberadamente el país por la mitad, EEUU apoyó la dictadura violenta del presidente Diem en Vietnam del Sur, que era un fanático anticomunista. Diem reprimía de manera despiadada a la oposición pero Washington le apoyaba porque era un «demócrata».
La decisión de no celebrar elecciones hizo inevitable la guerra. Los norteamericanos dedicaron enormes recursos económicos y militares en Vietnam del Sur para construir un estado títere en el sur, como hoy intentan hacer en Iraq. Los generales survietnamitas, víctimas de un exceso de confianza debido al apoyo norteamericano, decidieron atacar Vietnam del Norte. En 1956 comenzó la lucha entre norte y sur. Los primeros muertos en combate norteamericanos llegaron en 1959 cuando las guerrillas vietnamitas atacaron los aposentos de Bien Hoa, murieron dos militares estadounidenses. Pero el combate no se convertiría en algo serio hasta la siguiente década.
En 1960 Hanói creó el Frente de Liberación Nacional (conocido como Viet Cong) para luchar contra Diem y unificar el país. Contaba con el apoyo de Moscú. Los luchadores del FLN consiguieron éxitos importantes en el sur. Para alejar a las guerrillas de los campesinos, las tropas de Diem quemaron aldeas enteras. Los habitantes fueron trasladados a «aldeas estratégicas» fortificadas, pero bajo supervisión de asesores norteamericanos. Esta política se llevó a cabo con una brutal coerción y era tan impopular entre los campesinos que éstos entraban en tropel en las filas guerrilleras.
Las razones por las que EEUU se implicó en Vietnam no tenían nada que ver con la «democracia», como claramente demuestran sus acciones. Estaban dictadas por la defensa de los intereses imperialistas y por cuestiones estratégicas, como eran la necesidad de contener a Rusia y China, y detener el avance del «comunismo» en Asia. El 4 de abril de 1954 se publicó un artículo titulado: EU News and World Report, en él se decía lo siguiente:
«Al vencedor en Indochina se le abrirá una de las zonas más ricas del mundo. Ahí está el creciente interés de EEUU… peltre, caucho, arroz, la producción primaria estratégica clave son las verdaderas razones de esta guerra. EEUU considera esta región como una zona a controlar, con los métodos que sean necesarios».
En Washington crecía el temor a la caída de Vietnam y que ello provocara un «efecto dominó» en toda Asia. Robert McNamara, Secretario de Defensa norteamericano en aquel momento, explicaba:
«El objetivo era evitar que el dominó se desmoronara. La pérdida de Vietnam desencadenaría la pérdida del Sudeste Asiático y, es posible que incluso la pérdida de la India, y fortalecería las posiciones chinas y soviéticas en el mundo».
En 1961 fue elegido presidente de EEUU John F. Kennedy. Al ser Demócrata algunos suponían que estaría a favor de una política exterior más pacífica. Hoy en día está de moda señalar a Kennedy como un progresista y un hombre de paz, pero esta afirmación es una contradicción flagrante con los hechos. Al año de su elección apoyó la invasión de Cuba que terminó con el fiasco de Bahía de Cochinos. Como consecuencia de los efectos de esta humillación, Kennedy se empeñó en demostrar la fuerza del imperialismo norteamericano en Asia.
Las primeras etapas de la implicación militar norteamericana en Vietnam fueron muy limitadas y bastante cautelosas. La concentración militar del ejército estadounidense en Vietnam comenzó con asesores de combate. Sin embargo, el presidente Kennedy declaró que respondería si les atacaban. Impulsó el uso de métodos brutales contra los insurgentes, terreno donde las tropas de Diem eran especialmente competentes. En realidad, la violencia era el arma normal utilizada para respaldar a un régimen brutal e impopular contra su propio pueblo. Washington justificaba todo con su cinismo habitual. Robert McNamara el 23 de mayo de 1962 dijo:
«Las acciones del gobernante, el presidente Diem, han sido calificadas de autocráticas, quizá sus acciones personales lo sean en alguna medida, pero uno ve el caos al que se enfrentaba, la anarquía total que allí existía, es concebible, por tanto, que la necesidad de métodos autocráticos dentro de un marco democrático para restaurar el orden».
Pero estos «métodos autocráticos dentro del marco democrático» no eran tan populares en Saigón como lo eran en Washington. La oposición aumentaba. En Vietnam del Sur se desarrolló una oleada de manifestaciones. En el verano de 1963 monjes budistas se inmolaron en señal de protesta por la intolerancia religiosa de Diem. El descontento se extendió hasta la cúpula del ejército vietnamita y un grupo de generales preparó un golpe de estado contra Diem. Washington conocía todo lo relacionado con el golpe pero no hizo nada para detenerlo, esperaban que así se instalara en Saigón un régimen pro-norteamericano más fuerte. Cuando fue evidente para Washington que el ejército vietnamita del sur no podría derrotar a las guerrillas, entonces se vio obligado a iniciar una intervención militar directa en Vietnam. Al igual que en Iraq, los imperialistas pecaron de exceso de confianza. Según McNamara, esperaban retirar a los 16.000 asesores militares a finales de 1965 y que la primera fase de la retirada se completaría en 90 días, a finales de diciembre de 1963. No fue la primera ni la última vez que los imperialistas han cometido serios errores de cálculo.
El 1 de noviembre de 1963 el gobierno fue derrocado por un grupo de generales disidentes. Diem fue asesinado por sus propios soldados. La población de Saigón salió a las calles para celebrar el derrocamiento de Diem. A las tres semanas del asesinato de Diem, el propio presidente Kennedy fue asesinado. Su sustituto, Lyndon Johnson, era un virulento anticomunista y como Kennedy, totalmente comprometido con la guerra en Vietnam. La intervención militar directa norteamericana comenzó ese mismo año, con el objetivo declarado de impedir que el sur cayera en manos «comunistas». En agosto, Lyndon Johnson, que se había hecho cargo de la presidencia tras el asesinato de Kennedy, ordenó los primeros ataques aéreos sobre el norte.
El incidente del Golfo de Tonkín
El 4 de mayo de 1964 impusieron un embargo a Vietnam del Norte, se trataba de una notable intensificación de las hostilidades. Algunas veces se ha dicho que los embargos comerciales son una alternativa más satisfactoria que la guerra, pero en realidad, si son efectivos, los embargos comerciales normalmente llevan a la guerra. En este caso no fue una excepción.
En Vietnam del Sur el FLN contaba con 170.000 hombres y mujeres. Podían moverse y operar por casi la mayor parte del país. Siempre que querían, podían lanzar ataques en el corazón de Saigón cuando querían. Tran Bach Dang, un activista del Frente de Liberación Nacional de Saigón lo recordaba así:
«La población se defendía. Establecimos contactos con ellos y les guiamos. El movimiento de protesta de estudiantes e intelectuales, incluidos católicos y budistas, se extendía. Cuando la gente vio que nuestros métodos eran efectivos se unieron a nosotros».
La podredumbre del régimen burgués en Saigón era evidente para todos. El gobierno estaba en situación de crisis constante, un golpe seguía a otro. El ascenso y caída ininterrumpidos de ministros, cada uno tan impopular y corrupto como el anterior, era un síntoma del callejón sin salida del régimen. Sin el apoyo de EEUU no habría durado una semana.
Johnson aumentó la presencia militar en Vietnam. Envió al general William Westmoreland, un veterano de las guerras de Corea y Segunda Guerra Mundial, para que se hiciera cargo de las operaciones militares. Johnson estaba decidido a que la intervención militar estadounidense en Vietnam alcanzara un nivel cualitativamente diferente. Pero para convencer a la opinión pública norteamericana de la necesidad de tomar medidas drásticas en el Sudeste Asiático, Johnson necesitaba una excusa. La encontró en el conocido como incidente del Golfo de Tonkín, que sirvió de pretexto para su objetivo, igual que Pearl Harbour o el 11 de septiembre fueron –a causus belli– una excusa de guerra.
En agosto de 1964 un destructor norteamericano, el USS Maddox, de patrulla por el Golfo de Tonkín, intercambió disparos con barcos torpedos norvietnamitas. El presidente Johnson dio instrucciones de que en caso de un nuevo ataque sobre navíos estadounidenses en «aguas internacionales» respondieran con el objetivo de destruir a los atacantes. Dos días después, el capitán del barco pensaba que de nuevo sufrían un ataque, aunque uno de los pilotos nos estaba seguro. En una entrevista en televisión el vicealmirante James Stockdale, que estaba de piloto en Tonkín, hizo la siguiente declaración:
«Yo estaba allí… aquellos destructores que durante más de hora y media, a mil pies de profundidad, con las luces apagadas, observando todo lo que hacían. Podía escuchar sus habladurías por la radio, el Maddox y el Joy parecían tener algo intermitente en sus objetivos de radar. Me atreví a salir allí y me dirigí hacia donde pensaba que estaba el barco e intentar asesinarlos si ellos no lo hacían. Pero fue inútil… bajé allí y no había nada».
Ignorando esta prueba contradictoria, el Pentágono insistió en que se había producido un segundo ataque. El 5 de agosto de 1964 el Secretario de Defensa de EEUU declaró:
«En represalia por este ataque no provocado en alta mar, nuestras fuerzas han atacado las bases utilizadas por las patrullas navales norvietnamitas».
Fue una clara provocación. No hubo ningún ataque vietnamita contra un barco norteamericano. Pero Johnson utilizó el incidente del Golfo de Tonkín para presentar una resolución en el Congreso que permitía al presidente ir a la guerra en Vietnam. El 7 de agosto de 1964, el Congreso aprobó la Resolución del Golfo de Tonkín que permitía al presidente tomar las medidas necesarias para repeler nuevos ataques y proporcionar la ayuda militar necesaria a cualquier miembro de la Organización del Tratado del Sudeste Asiático (SEATO). Los senadores Wayne L. Morse de Oregón y Ernest Gruening de Alaska fueron los únicos votos disidentes. El presidente Johnson ordenó el bombardeo de Vietnam del Norte. El 8-9 de marzo de 1965 llegaron las primeras tropas de combate norteamericanas a Vietnam.
Moscú y Pekín
La guerra fue una batalla, por un lado, entre el país más poderoso y rico del mundo, y por otro lado, un ejército guerrillero de pies desnudos armados con las armas que quedaban de la Segunda Guerra Mundial. Vietnam del Norte era un país agrícola pobre sin prácticamente industria. Ho Chi Minh no tenía otra opción que buscar ayuda en China y la Unión Soviética. Moscú aceptó incrementar la ayuda militar a los norvietnamitas. Tres semanas después del desembarco de los marines, fuezas del FLN bombardearon la embajada estadounidense en Saigón. Johnson culpó a China de estos ataques. El 13 de mayo de 1965 dijo:
«Su objetivo [el de China] no es simplemente Vietnam del Sur, es Asia. Su objetivo no es el cumplimiento del nacionalismo vietnamita, es erosionar y desacreditar la capacidad de EEUU de ayudar a evitar el dominio chino de toda Asia».
No existía ningún tipo de pruebas para esta acusación. En realidad, fue la Unión Soviética y no China la que suministraba la mayor parte de la ayuda a los vietnamitas. Los pilotos norvietnamitas eran entrenados en la Unión Soviética, que también proporcionaba dinero y armas a Hanói. Moscú buscaba tener ventaja sobre EEUU en Asia y, al mismo tiempo, estaba ansioso por impedir que Vietnam cayera bajo la influencia de China. Este era el período de la división chino-soviética donde dos burocracias estalinistas rivales se enfrentaban entre sí y se disputaban la influencia en el movimiento «comunista» mundial.
La Unión Soviética entregó una considerable ayuda a Vietnam del Norte. Moscú envió misiles a Vietnam del Norte, más de mil asesores soviéticos trabajaban en la defensa aérea contra los norteamericanos. Este era un factor serio que limitaba las posibilidades de agresión norteamericana contra el norte. Sin embargo, la escala de esta ayuda afectó adversamente a las crecientes tensiones entre las burocracias china y rusa, que entonces estaban involucradas en una lucha encarnizada dictada por los estrechos intereses nacionalistas de ambas partes. Fyodor Mochulski, representante del embajador soviético en China comentó:
«Los chinos querían que les entregáramos todo el equipamiento militar para Vietnam en la frontera chino-soviética y que China después se lo pasaría a los vietnamitas. Descubrimos más tarde que los chinos no estaban entregando nada, parte del equipamiento descargado se lo quedaban ellos».
Esta idea es apoyada por Igor Yershov, asesor militar soviético en Vietnam:
«Lo que me sorprendió fue que podíamos enviar los misiles antiaéreos más modernos a Egipto, un país capitalista, pero no a Vietnam. Nuestros comandantes solían decir que era porque existía el peligro de que cayeran en manos de los chinos».
Operación Rolling Thunder
En marzo de 1965 llegaron las primeras tropas terrestres norteamericanas a Da Nang. El primer combate militar importante entre EEUU y las fuerzas norvietnamitas ocurrió el 14-16 de noviembre de 1965. De este modo, EEUU se vio inmerso inexorablemente en una guerra importante en territorio asiático. Como Bush al inicio de la invasión de Iraq, Johnson y sus generales sufrían delirios de grandeza. Cometieron el error de exagerar su propio poder y subestimar al enemigo. Imaginaban que la simple aparición de los marines norteamericanos en Vietnam aterrorizaría al enemigo y se rendiría. Fue un gran error. La declaración optimista de Johnson sobre la situación en Vietnam del Sur, que se parecía mucho a la de George W. Bush con relación a Iraq, rápidamente quedó falseada por los acontecimientos. La situación militar empeoraba con los días.
En junio fue destruido un puesto avanzado militar en Dong Suay. Un regimiento survietnamita quedó diezmado y hubo muchas bajas civiles. McNamara regresó a Vietnam para reevaluar la guerra. Un simple vistazo a la situación bastó para convencerle de que sin el compromiso de muchas fuerzas militares norteamericanas el gobierno títere de Vietnam del Sur estaba condenado. El general Westmoreland temía que Vietnam del Sur se dividiera en dos. La primera batalla importante de la guerra se luchó en el valle de Ia Drang, en las Highlands Centrales. En ella se pudo ver la tremenda capacidad de lucha de los vietnamitas. Los norteamericanos derrotaron a los norvietnamitas en Ia Drang, pero las bajas fueron muy elevadas, en la batalla murieron 2.000 soldados norvietnamitas y 300 soldados de la infantería de elite norteamericana. El general Vo Nguyen Giap, el comandante de las fuerzas norvietnamitas, comentó:
«La batalla en Ia Drang fue nuestra primera gran victoria. Llegamos a la conclusión de que podíamos luchar contra los norteamericanos y ganar. La clave era obligar a los norteamericanos a luchar como nosotros queríamos, es decir, cuerpo a cuerpo».
Las fuerzas del FLN lanzaron un ataque sobre la base aérea de Pleiku en la que murieron ocho norteamericanos y cientos resultaron heridos. Johnson respondió con la Operación Rolling Thunder, una masiva campaña de bombardeos contra el norte. Esperaba así elevar la moral del sur y obligar a Ho Chi Minh a sentarse en una mesa de negociación. Desde el norte se enviaban suministros a las fuerzas guerrilleras del sur a través de la famosa ruta Ho Chi Minh. Esta red completa de camiones unía el norte con el sur a través de las impenetrables junglas de Vietnam central, Laos y Camboya. Los vietnamitas, mostrando un gran coraje, llevaban suministros a través de este camino día y noche, cambiando constantemente sus tácticas para mantener alejado al enemigo. Uno de los conductores del camino, Kim Nuoc Quang, recuerda las condiciones extremadamente peligrosas en las que trabajaban:
«Una noche contamos 14 cañones de artillería que enrojecían e iluminaban todo el cielo con sus explosiones. Eran como los fuegos artificiales nocturnos en Hanói. Constantemente conducíamos a través de las balas y el humo».
Fue la incapacidad del ejército norteamericano de infligir sobre el terreno una derrota seria a los vietnamitas lo que llevó a Johnson a intensificar los bombardeos masivos del norte, aunque de modo ocasional cesaban los bombardeos para «animar» a los norvietnamitas a negociar. Pero todas estas estratagemas fracasaron. La guerra continuó.
Toda la historia demuestra que sólo con los bombardeos no se gana una guerra. El bombardeo de Hitler de las ciudades británicas no obligó a Gran Bretaña a rendirse, sólo sirvió para incrementar el odio y resentimiento del pueblo británico contra la Alemania nazi. El mismo proceso ocurrió en Vietnam del Norte. Al final, como era de prever, EEUU tuvo que comprometer una gran fuerza de tropas terrestres para detener el colapso del régimen títere de Saigón, que de otra manera habría sido el resultado inevitable. Como declaró McNamara:
«Cada vez estaba más claro que el presidente Johnson iba a tener que elegir entre perder Vietnam del Sur o intentar salvarlos introduciendo una fuerza militar norteamericana y ocupar una parte importante del país de la misión de combate».
Guerra de guerrillas
Muy pronto, los norteamericanos se hicieron una idea del territorio que debían defender y empezaron a utilizar su movilidad superior para lanzar misiones de búsqueda y destrucción. Detrás dejaban un rastro sangriento de muerte y destrucción, de aldeas quemadas, campesinos y ganado muerto. Las fuerzas que ellos pretendían «salvar» en Vietnam del Sur eran sistemáticamente destruidas, este hecho lejos de debilitar a las fuerzas guerrilleras, sólo sirvió para fortalecerlas. Eso también se aplica a Iraq.
El líder revolucionario francés Robespierre dijo en cierta ocasión que a nadie le gustan los misioneros con bayonetas. A los soldados estadounidenses entonces les decían que habían ido a Vietnam del Sur a luchar contra el comunismo, igual que ahora les dice a los soldados norteamericanos que han ido a Iraq para luchar por la democracia. Pero como ocurre hoy en Iraq, en Vietnam los soldados estadounidenses se encontraron con la hostilidad de aquellos a los presuntamente ayudaban.
Mao Zedong dijo que la guerrilla debe aprender a nadar entre la población como un pez en el agua. El apoyo de la población es la primera y más importante condición para el éxito de las guerrillas. En la naturaleza de la guerra de guerrillas va implícita la dificultad de distinguir entre combatientes y no combatientes. Los guerrilleros golpean de repente y después se mezclan entre la población general. Como en Iraq, también en Vietnam, las tropas estadounidenses no sabían decir qué vietnamitas eran amigos y quienes enemigos. Por lo tanto, siempre está presente el potencial para emboscadas y atrocidades contra los civiles. Esto a su vez tiende a echar a la población más firmemente en brazos de las guerrillas.
Cualquier ejército está formado por elementos contradictorios, como la misma sociedad. La casta de oficiales debe mantener la disciplina y el espíritu vivo entre las tropas. En las condiciones concretas de la guerra de guerrillas, cuando las líneas del frente están borradas y el enemigo se mezcla con la población, las tropas deben hacerse a la idea de asesinar a civiles. A las tropas norteamericanas en Vietnam les decían que no se preocuparan demasiado por los civiles muertos: «si hay un muerto y es un vietnamita, entonces es del Vietcong». El resultado inexorable era la muerte de multitud de civiles que no eran guerrilleros. Esta situación avivó el fuego del resentimiento contra las fuerzas ocupantes.
A pesar del aumento de tropas norteamericanas en Vietnam, las operaciones guerrilleras continuaron sin descanso. En respuesta a la acumulación de tropas estadounidenses, Hanói envió a miles de norvietnamitas para que se unieran a la guerrilla del sur. Lo que el Pentágono pensaba que sería una operación relativamente fácil y rápida, se convirtió en un conflicto largo y sangriento.
En general, un ejército guerrillero implicado en una guerra de liberación nacional tiene una gran ventaja sobre las fuerzas ocupantes. Están dispuestos a morir. Este arma es potencialmente mucho más potente que cualquiera de las armas más sofisticadas. Esto se aplicaba a Vietnam y ocurre lo mismo hoy en Iraq. Lo que no podían entender los estrategas militares del Pentágono es que cuando todo un pueblo se pone en pie y dice ‘no’, no hay fuerza sobre el planeta capaz de someterlo. Esa fue la lección que aprendieron los británicos en la India y los franceses de una manera muy dura en Argelia y Dien Bien Phu. Los norteamericanos aún están aprendiendo la misma lección en Iraq. Deberían haber prestado más atención a la experiencia de Vietnam, o incluso a su propia historia. Después de todo, los mismos EEUU nacieron de una guerra revolucionaria de independencia protagonizada por campesinos mellados armados con mosquetones de caza contra el poderoso ejército británico. Este último era uno de los ejércitos más poderosos de la época, pero al final ganaron los campesinos.
En muchos sentidos la lucha guerrillera de Vietnam tiene su eco en la actual guerra de Iraq. Basta con escuchar las memorias de un antiguo guerrillero, Tong Viet Duong, del Frente de Liberación Nacional en Saigón:
«A las ocho de la mañana del 23 de marzo les atacamos. Nuestra artillería destruyó la fuerza aérea. Matamos no sólo a algunos guardias, sino también al intendente norteamericano. Nuestra unidad de mando también atacó la escuela de entrenamiento policial. Asesinamos a muchos oficiales bien entrenados mientas ellos miraban el movimiento».
En un intento de justificar su brutal destrucción de Vietnam, los apologistas del imperialismo norteamericano con frecuencia hacen referencia a la presunta crueldad del FLN. Es verdad que cualquier guerra civil o lucha de liberación nacional se caracteriza por su crueldad. Debemos recordar que no escaseo el salvajismo en la guerra civil norteamericana. En parte, este hecho refleja las contradicciones de un tipo de guerra donde no hay límites claramente definidos, no hay una primera línea nítida, no hay reglas de combate, no hay derechos ni ley. Es una guerra que a menudo tiene lugar en medio de una población civil.
Además, las fuerzas guerrillas luchan contra un ejército profesional inmensamente superior y en unas condiciones de inferioridad extrema. Las fuerzas estadounidenses tenían toda la parafernalia de una guerra moderna de alta tecnología. Los vietnamitas tenían que basarse en los métodos más primitivos, como agujeros ocultos con enormes pinchos en el fondo. Es un mecanismo simple pero muy efectivo, como muchos otros métodos de la guerra de guerrillas. Y no debemos olvidar que el objetivo de toda guerra de guerrillas es acabar con el enemigo. En condiciones de inferioridad militar, las fuerzas guerrilleras no pueden renunciar a ningún método para conseguir su objetivo y el terror debe llegar al corazón del invasor. En cualquier caso, los métodos utilizados por las fuerzas norteamericanas, incluido el uso indiscriminado de napalm para quemar viva a la gente, o el uso aún más indiscriminado de agentes químicos lanzados desde el aire sobre amplias porciones de terreno, eran infinitamente más crueles y devastadores que cualquier táctica utilizada por los vietnamitas.
El movimiento contra la guerra
La guerra en el sur parecía no tener final a la vista. A principios de 1967, los estadounidenses utilizaron B-52 para bombardear las bases del FLN cerca de Saigón, fue un intento vano de limpiar de guerrillas la zona. En agosto, en un esfuerzo desesperado por presionar más a Hanói, Johnson extendió el bombardeo al norte, a diez millas de la frontera china. Esta acción suponía jugar con fuego. Inútilmente Johnson alegó que el objetivo no era China:
«Primero me gustaría dejar claro que estos ataques aéreos no pretenden ser amenaza alguna a la China comunista, en realidad no representan ninguna amenaza para ese país. Creemos que Pekín sabe que EEUU no busca extender la guerra de Vietnam».
El optimismo oficial a cada paso chocaba con la cruda realidad de la lista de bajas y el conflicto interminable. Cuando quedó claro el salvajismo y la inutilidad de la guerra, comenzó a aumentar el descontento en casa. Las fuerzas estadounidenses tenían ya en ese momento grandes pérdidas. La tasa de bajas norteamericanas aumentaba continuamente cada año. Jack Valenti, ayudante del presidente Johnson, recuerda la situación:
«Yo solía ir al dormitorio del presidente a las 7 de la mañana. Cada mañana, él estaba al teléfono, con una diferencia de doce horas, comprobando las bajas del día anterior. ‘Sr. Presidente, perdimos 18 hombres ayer, Sr. Presiente perdimos 160 hombres, tuvimos 400 bajas’, así una mañana tras otra».
Al final Johnson quedó totalmente superado por el rápido crecimiento del movimiento contra la guerra en EEUU. Uno de los elementos más importantes de la ecuación fue el número desproporcionado de jóvenes negros y pobres de la clase obrera que había entre las bajas. Como ocurre en todas las guerras, siempre las capas más pobres, más oprimidas y explotadas de la sociedad son las que se convierten en carne de cañón. Dentro de EEUU comenzó a crecer el descontento. Los norteamericanos negros eran ciudadanos de segunda clase. En los estados sureños el movimiento por los derechos civiles inició una lucha feroz contra la discriminación y el racismo, por la igualdad de derechos. La guerra en Vietnam subrayaba de una forma extrema la opresión de los negros. Las dos partes estaban indisolublemente unidas. El 15 de abril de 1967 el líder negro por los derechos civiles Martín Luther King Jr. dijo:
«Esta guerra confusa ha hecho estragos en los destinos de nuestros hogares. A pesar de las débiles protestas ante el contrario, las promesas de una gran sociedad han desaparecido en los campos de batalla de Vietnam. La persecución de esta guerra amplia ha estrechado las dimensiones prometidas de los programas de bienestar domésticos, ha hecho que el pobre, blanco o negro, soporte las cargas más pesadas tanto en el frente como en casa».
Napoleón explicó hace tiempo la importancia de la moral en la guerra. A ningún soldado le gusta luchar y poner en riesgo su vida cuando siente que no cuenta con el apoyo de la opinión pública en casa. Los soldados estadounidenses en Vietnam cada vez sentían más la reacción en contra de la oposición en EEUU. Comenzaban a creer que estaban luchando una guerra injusta e invencible. El teniente coronel Goerge Forrest del ejército norteamericano recuerda:
«Cuando volvías del AFN, veías los disturbios en las calles y en cualquier sitio a los chicos gritando, te decías: ‘Espera un minuto. ¿Por qué voy a luchar aquí cuando estos chicos en casa están diciendo que es equivocado lo que hacemos?’»
La creciente oposición a la guerra encontró una expresión en la música pop. Hay una canción muy popular de aquella época de Country Joe McDonald que contiene las siguientes palabras:
«¡Vamos, madres de todo el país.
Sacar a vuestros hijos de Vietnam.
Vamos, padres, no lo dudéis
Sacad a vuestros hijos antes de que sea demasiado tarde.
Que sea lo primero en vuestro cuaderno.
¡Tendréis que traerlos en una caja!
Y 1, 2, 3, ¿por qué estamos luchando?
No me preguntéis, me importa un bledo.
La siguiente parada es Vietnam.
Y 5, 6, 7, explorar el Peraly Gates
Sí, no hay tiempo para preguntarse por qué.
¡Estupendo! ¡Todos vamos a morir!»
El 17 de abril de 1965 se celebró en Washington la primera gran manifestación contra la guerra. En octubre del mismo año hubo manifestaciones de protesta en unas 40 ciudades estadounidenses. Como es habitual, el fermento comenzó entre los estudiantes que siempre actúan como un barómetro sensible del ambiente en la sociedad. 25.000 personas se manifestaron en Washington, 20.000 en Nueva York y 15.000 en Berkeley, California, para demostrar su oposición a la guerra. En abril de 1967, 300.000 personas se manifestaron en Nueva York. El 21-23 de octubre de 1967, 50.000 personas lo hicieron en Washington. El movimiento contra la guerra se extendía rápidamente. Se calcula que participaron de una u otr manera más de cinco millones de personas.
La Ofensiva Tet
Ahora en general se reconoce que Vo Nguyen Giap fue uno de los generales más brillantes del siglo XX. Se entrenó en las tácticas de la guerra de guerrillas en la larga lucha contra el imperialismo francés, donde sus pequeñas fuerzas lucharon contra una fuerza mucho mayor, mejor entrenada y equipada. En estas condiciones, Giap desarrolló una estrategia para derrotar a sus superiores oponentes. No era simplemente superarles tácticamente sobre el terreno, sino socavar su decisión a luchar mediante infligiendo derrotas políticas desmoralizadoras con tácticas audaces e inesperadas. Su lema era el de Danton: «!de l’audace, de l’audace et encore de l’audace!» (audacia, audacia y una vez más audacia). En ninguna otra parte fue más evidente que en la Ofensiva Tet.
Giap siempre fue un general implacable. Siempre dispuesto a jugar independientemente del coste en vidas. Debía saber que en el combate convencional estaba en desventaja. Allí donde se encontrara con las fuerzas estadounidenses en una batalla abierta, sus divisiones eran aplastadas. En el sur la guerra no iba bien. Las guerrillas, aunque aún activas, lentamente retrocedían. En septiembre de 1967, Giap llegó a la conclusión de que la guerra había llegado a un punto muerto donde era necesario hacer algo. Por otro lado, Hanói podía ver el creciente movimiento contra la guerra en EEUU. Giap decidió que era necesario un golpe de gracia que rompiera la decisión de Washington a continuar con la guerra.
Ese fue el origen de la Ofensiva Tet, una campaña vertiginosa amplia, rápida y de extenso alcance. Golpeó al imperialismo norteamericano en sus cimientos y tuvo un efecto dramático y duradero en la opinión pública estadounidense. Planificó cuidadosamente la ofensiva, utilizó técnicas que había aprendido en la lucha contra los franceses, donde se había ejercitado en la tarea de aproximarse a las fortalezas de su enemigo como si fueran las debilidades a explotar. Ya en 1944, Giap envió sus minúsculas fuerzas contra el ejército francés en Indochina. Como ocurrió con la Ofensiva Tet, eligió para atacar el momento más inesperado: el día de Nochebuena. En 1954, en la batalla de Dien Bien Phu, Giap atrajo a los excesivamente confiados franceses a una batalla desastrosa y ganó una impresionante victoria gracias a unos despliegues brillantes. Casi un siglo después, en 1968, Giap pretendía conseguir una victoria rápida y decisiva que influyera en los resultados de la campaña presidencial norteamericana de 1968.
Preparó una ofensiva audaz en dos frentes. El primero era un ataque a la base de los marines estadounidenses en Khe Sanh. Al mismo tiempo, el NVA y el FLN lanzarían ataques coordinados contra las principales ciudades del sur de Vietnam y las capitales provinciales. Esto representaría para los estadounidenses un dilema militar. Si optaban por defender Khe Sanh, sus fuerzas estarían al límite cuando estallasen las batallas en el sur. Giap fijó una campaña de objetivos máximos y mínimos. Como mínimo la ofensiva Tet obligaría a detener el bombardeo aéreo de Vietnam del Norte y forzaría a los norteamericanos a las negociaciones. Como objetivo máximo, la ofensiva podría echar a los estadounidenses de Vietnam abriendo así el camino a la liberación y unificación.
La batalla de Khe Sanh
Los vietnamitas decidieron una estrategia atrevida pero muy arriesgada. Elaboraron un plan de ataques concertados en todo Vietnam del sur a principios de 1968. Con una tremenda audacia y una habilidad consumada, movieron una gran cantidad de armas, munición y sunimistros al sur para una ofensiva planificada para el Nuevo Año Vietnamita, conocido como Tet. Esperaban iniciar una rebelión general en todo el país.
Una de las batallas más sangrientas en la ofensiva se produjo en Khe Sanh, donde había una pequeña base militar norteamericana. El general Westmoreland creía que las tropas de Giap convergían en Khe Sahn como parte de la política por el control de las provincias del norte. Se basaba en una analogía con la batalla de Dien Bien Phu. Pero la analogía con Dien Bien Phu estaba equivocada. EEUU tenía una posición mucho más fuerte que los franceses en 1954. En la «Operación Niagra», EEUU desató el mayor ataque aéreo de la historia militar. Los bombarderos B-52 provocaron unas pérdidas tremendas entre los vietnamitas que sufrieron 10.000 muertos, mientras que sólo murieron 500 marines.
El ataque sobre Khe Sanh estaba vinculado a toda la estrategia global. Una vez que la ofensiva general estaba en pleno auge, las ya forzadas tropas norteamericanas serían incapaces de llegar en ayuda de Khe Sanh y evitar la invasión de la base. De esta manera, podría haber repetido su triunfo de Dien Bien Phu. Pero esa no era la idea central. En realidad, los vietnamitas no estaban intentando reconstruir Dien Bien Phu, sino que habían organizado una diversión bastante exitosa para sacar a los norteamericanos de las grandes ciudades, y así dejarlos abiertos para el ataque. Westmoreland cayó en la trampa preparada por Giap. Como resultado, la rapidez y alcance de la ofensiva pilló por sorpresa a los norteamericanos. Años después, un libro de texto de West Point comparaba el fracaso de la inteligencia norteamericana para ver lo que estaba ocurriendo con la conmoción del ataque japonés sobre Pearl Harbour en 1941. Un informe de la CIA de 1968 concluía: «La intensidad, la coordinación y el ritmo de los ataques no se anticiparon completamente», añadía además que la capacidad de las guerrillas del FLN para atacar tantos objetivos simultáneamente fue «otro punto importante inesperado».
La aldea de Khe Sanh está al noroeste de Vietnam del Sur, cerca de la frontera laosiana justo debajo de la Zona Desmilitarizada. Fue guarnición de los franceses durante la primera guerra de Indochina y más tarde se convirtió en una base importante de las Fuerzas Especiales estadounidenses. Debido a su proximidad al Ho Chi Minh Trail, la artillería norteamericana en Khe Sanh podía bombardear el tren y observar así el tráfico del NVA cuando se movía hacia el sur. En 1967, los Marines tomaron Khe Sanh y la convirtió en una gran base de fuego, mientras que las Fuerzas Especiales movían su base a la aldea de Montagnard de Lang Veil.
A finales de 1967, las dos divisiones de la NVA -la 325 y la 304- se dispersaron por la zona de Khe Sanh y una tercera se posicionó en la Ruta 9 donde podían interceptar los refuerzos que venían desde Quang Tri. Las mismas divisiones de la NVA habían luchado en Dien Bien Phu. El mensaje era claro y el general Westmoreland no tenía intención de repetir los errores franceses en Dien Bien Phu. Comenzó entonces a reforzar la base. A finales de enero unos 6.000 marines llegaron a Khe Sanh y miles de refuerzos se dirigieron al norte de Hue.
Eso era lo que Giap quería que hicieran. La NVA continuó su concentración: al final por lo menos 20.000 norvietnamitas se trasladaron a los alrededores de Khe Sanh. Algunos cálculos sitúan ese número en el doble. La Casa Blanca y los medios de comunicación norteamericanos quedaron presos en su propia estratagema. Estaban convencidos de que estaban presenciando los preparativos para la batalla decisiva de la guerra. Día tras día Khe Sanh se convertía en un titular. Las noticias de los informativos de televisión estaban obsesionadas con la supuesta repuesta de Giap en Dien Bien Phu. Finalmente, poco antes del 21 de enero, comenzó el primer ataque cuando el NVA intentó cruzar el río de regreso a la base.
El ataque fue rechazado, pero le siguió una batería de artillería que dañó la pista de aterrizaje, voló los principales almacenes de munición y destrozó unos cuantos aviones. Lanzaron otros ataques contra las Fuerzas Especiales norteamericanas en Lang Vel y contra los marines atrincherados en las colinas que rodeaban Khe Sanh. Estos ataques tenían claramente como objetivo poner a prueba las defensas. Pero todo el episodio era una táctica disuasoria que tuvo mucho éxito. La atención de los comandantes estadounidenses se concentró en Khe Sanh, mientras que la NVA y las fuerzas del FLN se preparaban para una ofensiva total en las ciudades de Vietnam del Sur.
El ataque vietnamita a Khe Sanh fue derrotado sólo gracias a masivos bombardeos aéreos de posiciones del NVA. Los B-52 y los aviones de combate lanzaron toneladas de bombas y napalm, con gran puntería, dentro del perímetro de Khe Sanh. A pesar del mal tiempo y el incesante fuego antiaéreo, los aviones y helicópteros seguían arrojando su carga. La batalla se calmó con el cerco. Khe Sanh finalmente se tranquilizó el 6 de abril. El fuego continuó alrededor de Khe Sanh durante un tiempo pero cualquier esperanza de invadir la base tuvo que ser abandonada. Pero sirvió para un objetivo: actuar como una finta para encubrir los preparativos de una ofensiva general en el sur.
Los preparativos de la ofensiva
Hasta ese momento la guerra se había desarrollado principalmente en las junglas y pantanos, en las zonas rurales donde las guerrillas del FLN tenían su principal base de apoyo. Ellos ahora planificaban y ejecutaban una ofensiva arriesgada que tenía como objetivo penetrar en las supuestamente inexpugnables zonas urbanas de Vietnam del Sur. El general lanzó una ofensiva importante contra las fuerzas survietnamitas y norteamericanas en vísperas de las celebraciones del Año Nuevo lunar Tet, para aprovechar así el elemento sorpresa.
Mientras que la atención mundial se centraba en Khe Sanh, los regulares del NVA y el FLN también se estaban concentrando en Saigón, Hue y en la mayoría de las otras ciudades de Vietnam del Sur. Llegaron en pequeños grupos de dos o tres, disfrazados como refugiados, campesinos, trabajadores y soldados del ARVN de vacaciones. Poco a poco, aproximadamente el equivalente a cinco batallones del NVA/FLN se infiltraron en Saigón sin que la omnipresente policía de seguridad los detectara, ni nadie les informó. Fue una conquista considerable dada la gran escala de la operación.
Ya existía una red guerrillera en Saigón y en otras ciudades importantes que habían acumulado grandes almacenes de munición y armas conseguidas en los ataques relámpagos o compradas en el mercado negro. A través de contactos y espías, las guerrillas consiguieron almacenar armas, munición y explosivos en un lugar secreto preparándose así para el ataque. Era de conocimiento común que las guerrillas conseguían introducir y sacar a sus unidades de las ciudades. Algunos de los capturados durante los preparativos de la Ofensiva Tet eran confundidos con desertores o regulares de vacaciones. En medio de la ruidosa celebración del Año Nuevo, el ejército secreto de infiltrados del FLN pasó totalmente desapercibido.
Las armas se llevaban por separado en carretas de flores, ataúdes y camionetas aparentemente llenas de verduras y arroz. Tong Viet Duong, un guerrillero del FLN en Saigón, describe los preparativos de la Ofensiva Tet:
«Los taxis llevaban crisantemos a Saigón para el mercado Tet. Ocultos debajo de ellos iban los AK-47. La población apoyaba la revolución. Nos ayudaban, éramos capaces de atravesar la seguridad de la ciudad. Cambiamos nuestras ropas y llevábamos documentos de identidad falsos. La gente de Saigón nos ocultaba en sus casas».
Tet tradicionalmente había sido una época de tregua en la larga guerra y tanto Hanói como Saigón anunciaron que en esta ocasión no sería diferente, aunque no estaban de acuerdo en la duración. La inteligencia norteamericana sabía que algo pasaba porque había capturado documentos y un análisis global de los recientes acontecimientos, pero el personal de Westmoreland solía despreciar estos informes en general vagos. A petición del general Freferick Weyand, el comandante de la región de Saigón, varios batallones fueron devueltos a sus posiciones cerca de la frontera camboyana.
El general Weyand puso a sus tropas en alerta total, debido a la política norteamericana de dejar la seguridad de las ciudades principales en manos del ARVN, sólo había unos cientos de soldados norteamericanos en servicio en Saigón la noche antes del comienzo del ataque. Más tarde el general Westmoreland dijo que él conocía todos estos preparativos. Pero todas las pruebas demuestran que no estaba nada preparado para la intensidad del ataque y que aún concentraba su atención en la batalla que se estaba desarrollando en Khe Sanh, donde pensaba que Giap estaba centrando sus esfuerzos. En realidad, el ejército norteamericano fue pillado totalmente desprevenido.
Comienza la ofensiva
La noche del 31 de enero de 1968, el ejército norvietnamita y el FLN lanzaron la Ofensiva Tet. El FLN rompió la tregua que había aceptado para las festividades del Año Nuevo y lanzó el ataque en más de cien ciudades, incluida la capital survietnamita, Saigón. A través de todo el país tomaron las capitales de provincia y atacaron simultáneamente las guarniciones. Los soldados irregulares vietnamitas asaltaron las ciudades de las tierras altas de Banmethout, Kontum y Pleiku, después invadieron al mismo tiempo 13 de las 16 capitales provinciales del densamente poblado Delta del Mekong. La dimensión y el alcance de la ofensiva asombró a los generales estadounidenses, uno de los cuales comentó que si se trazaba el patrón del ataque sobre un mapa, era como una «máquina de pinball, iluminándose con cada ataque».
El ejército guerrillero incluso consiguió penetrar en la embajada norteamericana en Saigón. A través de contactos y espías, el FLN había conseguido almacenar armas, munición y explosivos en una localidad secreta preparándose para el ataque. A las 3,15 horas de la mañana un grupo de guerrilleros se paró frente a la embajada en un taxi. A los cinco minutos habían asesinado a los cinco guardias y tomado el edificio. No consiguieron explotar las puertas principales de la embajada con cohetes antitanque y se encontraron atrapados por los guardias marines. Comenzó un intenso combate que duró toda la mañana y terminó con los cuerpos de los diecinueve guerrilleros esparcidos por el patio de la embajada.
Aunque el daño en la embajada fue leve, este ataque sobre «suelo norteamericano» se conoció en EEUU y en todo el mundo, su significado psicológico fue tremendo. Otros escuadrones guerrilleros atacaron el Palacio Presidencial, la emisora de radio, los locales del Estado Mayor de la ARVN e incluso el propio recinto de Westmoreland en la base aérea de Tan Son Nhut. En la dura batalla que siguió las cosas iban tan mal que Westmoreland ordenó a su personal encontrar armas y unirse a la defensa del reciento. Cuando acabo la lucha, habían muerto 23 norteamericanos, 85 resultaron heridos y quince aviones sufrieron un daño serio.
Dos batallones del NVA/FLN atacaron la base aérea norteamericana de Bien Hoa e inutilizaron veinte aviones a costa de casi 170 bajas. Lucharon con gran valor. Las unidades guerrilleras lucharon hasta la muerte en el cementerio francés y en el hipódromo de Pho Tho. El suburbio de Cholon se convirtió en una base de operaciones para los ataques guerrilleros en Saigón y los alrededores. Catorce guerrilleros que atacaron la principal emisora de radio en Saigón estuvieron bajo asedio durante 18 horas, después se volaron junto al edificio.
En todas partes los ataques llegaron por sorpresa. La escalada y la ferocidad de la Ofensiva Tet fue de tal magnitud que conmocionó a Westmoreland tanto como a una opinión pública norteamericana pasmada, que miraba sin creérselo cómo sus aliados survietnamitas se embarcaban en un combate cuerpo a cuerpo con las guerrillas en las calles de Saigón. Costó una semana de combates liquidar los focos de resistencia dispersos por la ciudad. Las guerrillas atrincheradas lucharon contra tanques, helicópteros y aviones, que destruían edificios y reducían algunas partes de la ciudad a cenizas. La emisora de radio, las fábricas y un gran bloque de viviendas públicas baratas quedaron destrozados con las viviendas de un número incontable de civiles obligados a huir de una ciudad hundida en el caos.
Grandes zonas de Saigón y Hue de repente se encontraron liberadas. Las guerrillas marchaban a través de las calles con armas y proclamando la revolución, mientras que otros reunían listas preparadas de colaboradores y simpatizantes del gobierno. Los norteamericanos utilizaron la fuerza aérea para pulverizar al enemigo. Los ataques con B-52 contra las posiciones del NVA y del FLN fuera de Saigón se producían a unas pocas millas de la ciudad. Incluso las guerrillas finalmente fueron expulsadas de Saigón, continuaron realizando una acción de retaguardia en los pueblos de alrededor controlados por las fuerzas gubernamentales, de esta manera obligaban a los norteamericanos y al ARNV a bombardear y destruir sus propios pueblos fortificados, alienando aún más a la población rural. Un mes después del inicio de la ofensiva, los estadounidenses calculaban el número de civiles muertos en aproximadamente 15.000 y el número de nuevos refugiados en algo más de 2 millones y la lucha aún continuaba.
La batalla por el Hue
El éxito de la Ofensiva Tet variaba de un lugar a otro. En algunas zonas los ataques eran rechazados en poco tiempo, pero en otros se producía una lucha encarnizada. En ciudades como Ban Me Thuot, My Tho, can Tho, Ben Tre y Kontum, los insurgentes se atrincheraban en los barrios más pobres y obstinadamente repelían los intentos de expulsarles. El 5 de febrero, la mayor parte de la lucha en Saigón había terminado, pero continuó en Cholon hasta finales de mes. Aunque Cholon fue bombardeada y ametrallada, las guerrillas la mantuvieron con una dura determinación e incluso lanzando contraofensivas contra las posiciones estadounidenses del ARVN dentro de la ciudad. La lucha en la ciudad de Dalat duró hasta mediados de febrero y dejó 200 guerrilleros muertos. El número total de guerrilleros muertos del AVN/FLN en Saigón durante la Ofensiva Tet fue de casi 1.200.
Sin embargo, la batalla más feroz se realizó en la antigua ciudad de Hue, que fue capturada por los insurgentes y que el ejército estadounidense sólo consiguió recapturarla con una gran dificultad. Hue también era una ciudad sagrada para los vietnamitas y la represión violenta de protestas antigubernamentales de los monjes budistas provocó una crisis que alejó a la población del gobierno de Saigón. Los insurgentes, por tanto, encontraron un apoyo considerable entre la población. Los insurgentes apoyados por unos diez batallones del NVA se infiltraron en Hue, la antigua capital vietnamita, y a las pocas horas controlaban toda la ciudad excepto los locales de la 3ª división de la ARVN y la guarnición de asesores estadounidenses. Miles de prisioneros políticos fueron liberados y miles de funcionarios del gobierno y simpatizantes fueron capturados y muchos ejecutados.
Los marines norteamericanos y la ARVN contraatacaron pero la resistencia fue muy dura, la lucha calle a calle fue lenta y costó muchas vidas. Al final, las fuerzas norteamericanas y sus aliados bombardearon la histórica ciudadela que fue defendida ferozmente por los insurgentes. Después, el 20 de febrero, las fuerzas estadounidenses cruzaron el Río Perfume y lanzaron el último ataque final que fue hábil y rápido. No fue hasta el 23 de febrero cuando finalmente consiguieron aplastar a los insurgentes. Incluso entonces, la resistencia en Hue continuó con focos aislados de equipos de francotiradores. La lucha en Hue terminó el 25 de febrero con un coste de 119 estadounidenses y 363 del ARVN. Los heridos norteamericanos durante la batalla de Hue apenas bajó de los mil, comparados con los pocos más de 1.200 del ARVN. El NVA y los insurgentes muertos fue dieciséis veces ese número.
La gran diferencia de bajas hace que la visión de la batalla sea una cuestión unilateral. Pero no fue así. La diferencia de las cifras de bajas en gran parte era consecuencia del uso de la artillería y el bombardeo aéreo, que hizo que la venerada ciudad de Hue quedara reducida a montones de escombros con cadáveres diseminados. Sin esto, las bajas norteamericanas y del ARVN habrían sido mucho más elevadas. Murieron cerca de 6.000 civiles, la mayor parte debido al bombardeo y fuego indiscriminado, otros casi 120.000 ciudadanos de Hue se quedaron sin casa. Aquellas zonas de Hue que quedaron relativamente intactas en los días posteriores fueron saqueadas por los soldados de la guarnición original del ARVN, que no había jugado ningún papel en la lucha.
¿Fue un éxito la Ofensiva Tet?
La Ofensiva Tet demostró un grado considerable de preparación militar, habilidad y valor por parte de los vietnamitas, que forzosamente eran conscientes de su propia vulnerabilidad y tuvo un efecto profundo sobre la opinión pública norteamericana. Sin embargo, desde un punto de vista militar debe ser vista como una derrota para el FLN. Uno de los principales objetivos era meter una cuña entre los norteamericanos y los survietnamitas. El ataque a la embajada pretendía demostrar la vulnerabilidad de las fuerzas estadounidenses. El FLN esperaba que su liberación de las ciudades y pueblos provocaría una insurrección contra los norteamericanos por parte de los soldados del sur cansados de la guerra, el campesinado descontento y de los jóvenes rebeldes. Sin embargo, esta perspectiva no se materializó o sólo ocurrió de manera esporádica.
Era un plan audaz, pero la perspectiva de la insurrección se basaba en una lectura incorrecta de la situación. La dirección del FLN esperaba que grandes sectores de la población urbana se levantara en la revuelta. Pero aunque el FLN contaba con el apoyo en estas ciudades y pueblos, su base principal era el campesinado. Los habitantes de Vietnam del Sur no apoyaban al gobierno de Saigón pero también recelaban de los estalinistas. En general, permanecieron inactivos y las guerrillas no consiguieron el apoyo que esperaban. Las ejecuciones de masas de católicos en Hue también alejaron a un sector de la población que de otra manera les podrían haber apoyado.
Cuando terminó la ofensiva Tet, los norteamericanos mantuvieron el control y el FLN sufrió muchas bajas. Las muertes del NVA/FLN en total ascendieron a 45.000 y el número de prisioneros casi 7.000, mientras que los norteamericanos y survietnamitas perdieron 6.000. En cuestión de días fueron expulsados de la mayoría de las posiciones que habían conquistado. Este momento supuso tanto el punto de inflexión de las acciones guerrilleras en la guerra como en principio de su declive. Como los planificadores de la ofensiva esperaban una insurrección popular, se ordenó que la mayoría de las células secretas salieran de la clandestinidad. Cuando la ofensiva fue derrotada, los miembros de las células tuvieron que huir a la jungla. De esta manera, la ofensiva Tet terminó con la destrucción de la mayor parte de la infraestructura del FLN en el sur. Fue un duro golpe. Después de la Ofensiva Tet, el ejército regular norvietnamita centró la mayor parte de la lucha contra EEUU.
Sin embargo, la Ofensiva Tet también supuso un punto de inflexión diferente. Influyó intensamente en la opinión pública norteamericana. Por primera vez en la guerra fue evidente el poder de la televisión. Cincuenta millones de personas vieron la destrucción provocada por la guerra. El gobierno norteamericano ya no podía presentar la guerra como algo limpio, sencillo y fácilmente ganable. Johnson y los generales decían que el enemigo estaba en decadencia, pero era una falsificación de los acontecimientos. En el mismo momento que los comandos vietnamitas entraron en la embajada norteamericana en Saigón, toda la propaganda oficial quedó reducida a nada.
Durante la Ofensiva Tet, los norteamericanos y su aliado del ARVN habían sufrido más de 4.300 muertos, unos 16.000 heridos y más de 1.000 desaparecidos en combate. Es verdad que el enemigo sufrió mucho más, pero para una opinión pública norteamericana ya escéptica esto tuvo poco efecto. Lo que importaba era que la guerra parecía interminable, como hoy ocurre con Iraq, e igualmente en Iraq, no parecía ya un objetivo definido ni realista. Las escenas de matanzas y devastación en Saigón, Hue y otras ciudades, horrorizaron a los ciudadanos norteamericanos, para quienes el conflicto parecía no tener nada de sentido. La falta de sentido se reflejó en el famoso comentario de un oficial norteamericano que explicaba la destrucción de aproximadamente un tercio de la capital provincial de Ben Tre: «Era necesario destruirla para salvarla». Las mismas palabras que hoy servirían de epitafio a la invasión de Iraq.
En Washington en las altas esferas reinaba algo parecido al pánico. Los congresistas ahora se volvían hacia el presidente. El 7 de febrero de 1968, el senador Robert Kennedy, que se preparaba para asumir el mando de su hermano muerto, comentó:
«Dicen que el Viet Cong ya no es capaz de controlar las ciudades y probablemente sea cierto. Pero ellos han demostrado que a pesar de todos nuestros informes de avance, de fortaleza del gobierno y de la debilidad del enemigo, medio millón de soldados norteamericanos, con 700.000 aliados vietnamitas, con el dominio total por aire y mar, apoyados por los enormes recursos y las armas más modernas, somos incapaces de controlar incluso una sola ciudad de los ataques de un enemigo cuya fuerza total es aproximadamente de 250.000».
El general Westmoreland, comandante supremo de las fuerzas estadounidenses, comparó la Ofensiva Tet con la Batalla del Bulge en la Segunda Guerra Mundial, en ella los alemanes asediados intentaron desesperadamente romper las líneas norteamericanas antes de la derrota inevitable. Pero esta analogía estaba totalmente equivocada. No eran los vietnamitas sino los norteamericanos los que se encaminaban inexorablemente hacia la derrota. Después el general Giap dijo:
«Para nosotros no existe algo parecido a una única estrategia. La nuestra siempre es una síntesis, simultáneamente militar, política y diplomática, por esa razón, claramente, la Ofensiva Tet tenía múltiples objetivos».
Aunque la Ofensiva Tet fracasó en sus objetivos más importantes, sí tuvo un efecto profundo y duradero en el curso de la guerra. El coste de las bajas norvietnamitas fue horrendo pero la jugada de Giap demostró ser un punto de inflexión en la guerra. Fue un desastre mediático para la Casa Blanca y efectivamente terminó con la presidencia de Lyndon Johnson, el comandante en jefe de EEUU. Según el secretario de estado norteamericano Henry Kissinger:
«En lo sucesivo, no importa lo efectiva que sea nuestra acción, la estrategia prevaleciente ya no puede conseguir sus objetivos dentro de un período dado ni dentro de los niveles de fuerza políticamente aceptables para el pueblo estadounidense».
La escala de la ofensiva sacudió hasta la médula al presidente Johnson. La onda sísmica de la lucha socavó su posibilidad de continuar. McNamara dimitió como Secretario de Estado de Defensa, un hombre desilusionado, y fue sustituido por Clark Clifford. Pero de las declaraciones posteriores aprendemos que este último no tenía absolutamente ninguna idea de cómo continuar:
«Yo me hago preguntas como ¿cuándo termina la guerra? Bien, no lo se. ¿Cuántos hombres piensa que podremos perder? Realmente no lo se. Después, por último, escucho: ‘¿Cuál es nuestro plan para ganar la guerra en Vietnam?’ No hay ninguna salida. El plan era quedarse allí con él y, finalmente, esperar a que el enemigo abandonara».
Para ganar, incluso en el juego del ajedrez, es necesario tener una estrategia. Y en la guerra, calificada por Napoleón como la más complicada de todas las ecuaciones, es mucho más difícil que el juego del ajedrez. Un estado mayo necesita una combinación de estrategia clara y bien definida, con tácticas inteligentes. Los norteamericanos no tenían nada de esto. La «estrategia» estaba esbozada en las palabras anteriores de Clifford («quedarse allí con él y, finalmente, esperar a que el enemigo abandonara»), es el equivalente militar a la filosofía de esa ruina incorregible del señor Micawber, quien siempre «esperaba con confianza que algo ocurriría». Es tan malo para la economía como para la doctrina militar.
La caída de Johnson
En 1963, cuando llegó al poder después del asesinato de Kennedy, la tasa de aprobación de Lyndon Johnson estaba en más del 80 por ciento. En 1967 había caído al 40 por ciento, Stanley Karnow escribía: «Pero después llegó Tet y su popularidad se hundió, como si Vietnam fuera una mecha ardiendo que de repente había iniciado una explosión de disidencia». A principios de marzo, la popularidad del presidente sólo era del 30 por ciento, mientras que sólo el 6 por ciento aprobaba su forma de llevar la guerra. Como George W. Bush, su credibilidad había colapsado. En 1971 las encuestas demostraban que el 60 por ciento de los norteamericanos con estudios elementales estaban a favor de una retirada norteamericana de Vietnam. Sin embargo, el 75 por ciento de los diplomados universitarios y el 80 por ciento de los que tenían educación secundaria apoyaban la retirada. Estos datos demostraban un mar de cambio en la actitud de la clase obrera norteamericana.
Incluso una cabeza de mula texana como Johnson, finalmente comprendió que la guerra no se podía ganar en el campo de batalla y que debía negociar. Después de años de bombardeos de Vietnam del Norte, de repente anunció un cese de los bombardeos: «He renovado mi oferta hecha el pasado mes de agosto para detener el bombardeo de Vietnam del Norte. Pido que las conversaciones comiencen inmediatamente, que sean unas conversaciones serias sobre la base de la paz». Sin embargo, a pesar del inicio de las negociaciones con los norvietnamitas, el nivel de soldados estadounidenses siguió siendo de unos 500.000 y la guerra duraría otros cinco años. Después de la Ofensiva Tet morían más soldados norteamericanos que antes y EEUU se sacudía con las peores protestas internas en un siglo.
Westmoreland presionó a Washington para que enviara 206.000 soldados e iniciar la campaña en el sur, incluso una invasión limitada de Vietnam del Norte justo sobre el DMZ. Cuando acabó la batalla de Hue, Johnson pidió a Clark Clifford que encontrara la manera y los medios de satisfacer la petición de Westmoreland. Clifford consultó al director de la CIA, Richard Helms, quien le presentó una perspectiva pesimista de la Agencia. El 4 de marzo, Cliffofd le dijo a Johnson que la guerra estaba lejos de estar ganada y que más hombres no marcarían la diferencia.
Clifford no estaba solo. Los principales asesores de Johnson, incluidos los generales Omar Bradely, Matthew Ridgway, Maxwell Taylor, Cyrus Vance, Dean Acheson y Henry Cabot Lodge, todos estaban contra la guerra. Recientes informes de la CIA han revelado que el programa para ganar la «mente y los corazones» vietnamitas estaba fracasando en cuarenta de las cuarenta y cuatro provincias survietnamitas y que los seguidores del FLN eran realmente dos veces el número que se había calculado anteriormente.
Los derechistas naturalmente apoyaban la guerra y condenaban a la administración por no llevar al país a la victoria. Pero era una opinión cada vez más minoritaria. Los informes sombríos de la CIA enfriaban el entusiasmo de incluso los miembros de la línea más dura de la administración. Johnson tenía un dilema. Satisfacer la petición de más soldados de los generales significaría retirar tropas norteamericanas de Europa o movilizar a los reservistas. Ninguna de las opciones era políticamente viable. Westmoreland, por tanto, tuvo que contentarse con la mitad de los más de 200.000 soldados que había solicitado.
En el primer período de la guerra cualquier tipo de oposición era considerada antipatriota o antiamericana. Pero ahora la percepción de la opinión pública estadounidense había cambiado drásticamente. Los liberales burgueses como Robert Kennedy consiguieron de la noche a la mañana una gran popularidad hablando contra la guerra. El senador demócrata Eugene McCarthy, una figura desconocida con billete contra la guerra, desafió a Johnson en la nominación presidencial. Contaba con el apoyo de miles de estudiantes y jóvenes norteamericanos que se oponían a la guerra.
En las primarias demócratas de New Hampshire, Johnson sólo consiguió 300 votos más que Eugene McCarthy. Fue una humillación sin precedentes. Normalmente un presidente en activo podía esperar una reelección sin ningún tipo de oposición. El resultado fue el último clavo en el ataúd de la administración de Lyndon Johnson. El 31 de marzo Johnson apareció en las pantallas de televisión para anunciar el final de los bombardeos del norte y la voluntad norteamericana de reunirse con los norvietnamitas para buscar un acuerdo de paz. Ahora, totalmente desmoralizado Johnson anunció ante un mundo asombrado su decisión de no presentarse de nuevo a la presidencia: «No buscaré ni aceptaré, la nominación de mi partido para otro mandato como vuestro presidente». Johnson dijo que pasaría el resto de su mandato buscando la paz en Indochina.
Poco después, el general Creighton Abrams sustituyó a Westmoreland como jefe de las fuerzas norteamericanas en Vietnam. Westmoreland fue nombrado Jefe del Estado Mayor, teóricamente un ascenso, pero en la práctica era apartarle del camino. El subcomandante Abrams había estado presente en una sesión especial de la CIA que convenció a Johnson de que era necesario un cambio de rumbo. Abrams fue enviado a Saigón con una misión: implantar un programa de «vietnamización», es decir, tomar todas las medidas necesarias para permitir que el ARVN llevara el peso de la lucha y, de manera gradual, reducir el papel de los norteamericanos al de asesores. Es la misma táctica que intentan implantar en Iraq. Pero ya en 1965 estaba bastante claro que Saigón era incapaz de hacer ese trabajo. Ahora vemos exactamente el mismo patrón en Iraq y el resultado final será similar.
Nixón intensifica la escalada de la guerra
La renuncia de Johnson no terminó con la guerra. En realidad, aumentó su escalada hasta extenderse a todo el Sudeste Asiático. El 10 de mayo de 1968 comenzaron en París las conversaciones de paz entre funcionarios estadounidenses y vietnamitas. Pero la guerra sangrienta continuó. La elección del halcón republicano Richard Nixon no mejoró el despliegue norteamericano que había comenzado con sólo 23.300 soldados en 1963, que aumentó de modo inexorable a 184.000 en 1966 y que alcanzó su pico de 542.000 en enero de 1969, bajo la presidencia de Nixon. El coste de la guerra en ese momento era ya de 30.000 millones de libras anuales: un enorme drenaje de sangre y oro incluso para el país más rico y poderoso del planeta. Entre los norteamericanos crecía la percepción de que era una guerra invencible. El ambiente se volvió en contra de la guerra incluso entre la clase dominante estadounidense. Pero Richard Nixon pertenecía a ese sector que creía que un «último empujón» podría acabar con la guerra, o al menos obligar a los norvietnamitas a negociar un acuerdo aceptable para Washington. Esto nos recuerda a George Bush y su célebre teoría de la «oleada», y también la famosa cita de Carlos Marx: «la historia se repite, primero como tragedia y después como farsa».
En abril de 1970, el ejército norteamericano y el survietnamita invadieron Camboya, supuestamente por la presencia de tropas norvietnamitas en suelo camboyano. El objetivo real era interrumpir la llegada de suministros para el FLN a través de la ruta Ho Chi Minh e intimidar a Hanói. El camino pasaba por Laos, que era neutral, y Camboya. El resultado fue el bombardeo norteamericano. El general Westmoreland declaró:
«Durante años Camboya, la zona fronteriza de Camboya y Laos, fue utilizada libremente por el enemigo, pero debido a la política de mi gobierno, no podremos luchar la guerra abierta o desplegar abiertamente tropas, tropas militares, en estos países».
Sin embargo, en la práctica EEUU intervino militarmente contra Camboya y Laos, violando así su neutralidad. En particular, Camboya fue sometida a un salvaje bombardeo aéreo en el que murieron muchos campesinos camboyanos. Este hecho nunca se mencionó como una de las causas principales que llevaron a la brutalidad de los jemeres rojos de Pol Pot cuando finalmente entraron en Phom Pen. Los norteamericanos no pudieron, sin embargo, invadir Vietnam del Norte por temor a los rusos, como señalaba McNamara:
«En una o dos ocasiones los jefes recomendaron una intervención militar norteamericana en Vietnam del Norte y dijeron que ellos reconocían que esto podría llevar a una respuesta militar china y/o soviética, en cuyo caso, decían: ‘Tendríamos que considerar el uso de armas nucleares’».
Jack Valenti, ayudante del presidente Johnson, dijo sobre el mismo tema:
«El presidente estaba preocupado por China y Rusia. No sabía… en Corea nadie pensaba que los chinos fueran a traspasar el Yalu con un millón de hombres y nos pillaran por sorpresa. Recuerdo una y otra vez cuando los militares sugirieron minar el Haiphong o… enviar aviones de guerra para bombardear Haiphong, él dijo, ‘El infierno no, algún aviador maldito arrojará una bomba sobre una chimenea rusa y después tendré en mis manos la Tercera Guerra Mundial».
Pero Nixon no estaba preocupado con estos detalles. Como George W. Bush, era una combinación extraña de provincianismo y aventurero irresponsable. Y como Bush, demostró una terca determinación a seguir su propio orden del día, independientemente de las consecuencias. La política de Nixon y su camarilla de la Casa Blanca desencadenó una serie de acontecimientos que llevaron a una pesadilla para el pueblo de Camboya y tuvo efectos serios dentro de EEUU. El resultado fue una mayor intensificación del movimiento contra la guerra. La invasión de Camboya provocó una oleada de protestas en las universidades de todo EEUU. El 15 de noviembre de 1969, 250.000 personas se manifestaron contra la guerra en Washington. El 4 de mayo de 1970, la Guardia Nacional mató a cuatro estudiantes en la Universidad del estado de Kent en Ohio. Los asesinatos provocaron cientos de actividades de protesta en todos los campus universitarios de EEUU. En la Universidad de Nuevo México la policía utilizó la violencia contra los manifestantes, más de 100 estudiantes se encerraron como resultado de las manifestaciones estudiantiles contra la invasión de Camboya.
La opinión pública norteamericana estaba aún más conmocionada por las noticias de la masacre de My Lai, donde los soldados estadounidenses masacraron a cientos de campesinos, incluidos mujeres y niños. A primera hora de la mañana del 6 de marzo de 1968, un grupo de soldados estadounidenses entró en una pequeña aldea de Vietnam del Sur. En The My Lai massacre: An American Tragedy, Adam Silverman y Kristin Hill recuerdan los acontecimientos:
«Los soldados estadounidenses dispararon a todo lo que se movía, incluido ganado, pollos, pájaros y aún peor: civiles. Los aldeanos no ofrecieron ninguna resistencia, aún así los soldados lanzaron granadas de mano en las chozas, dieron órdenes a gritos y asesinaron sin distinción. Las atrocidades continuaron durante toda la mañana. Murieron bebés, niños pequeños y las mujeres fueron violadas a punta de pistola. 500 civiles yacían muertos sobre el suelo. Pero su trabajo aún no había terminado… después prendieron fuego a la aldea. Los cuerpos, las casas, la comida, los suministros… todo fue incendiado».
Estos acontecimientos se encubrieron hasta el 13 de noviembre de 1969. En marzo de 1970, el capitán Ernest Medina fue acusado de asesinato por la masacre de My Lai. Así comenzó una cadena de acontecimientos que llevaron a los Juicios Marciales de My Lai, que acabaron con la condena del teniente William Calley el 29 de marzo de 1970. Cuando los horribles acontecimientos de la masacre de My Lai se conocieron, las ideas sobre la guerra de muchas personas cambiaron radicalmente. Oficiales norteamericanos de alto rango fueron declarados culpables tanto de la masacre como del encubrimiento posterior. Sin embargo, al final sólo cuatro solados fueron llevados a juicio y sólo uno de ellos, Calley, fue condenado. Este asesino de mujeres y niños no pagó un precio caro por sus crímenes de guerra, el presidente Nixon le indultó sólo después de tres años de arresto domiciliario.
Este no fue un caso aislado. La brutal masacre de civiles vietnamitas desarmados en My Lai sólo era la punta del iceberg de las espantosas atrocidades perpetradas contra el pueblo vietnamita por el imperialismo. En su libro: The Trial of Henry Kissinger, Christopher Hitchens escribe que el ejército norteamericano admite el asesinato de 10.899 enemigos durante la operación Speedy Express a principios de 1969, pero dice que sólo incautaron 784 armas.
El mito de la misión humanitaria y civilizada de EEUU recibió un golpe del que nunca se recuperó. En esta ocasión, no sólo la población norteamericana sino también un sector creciente de la clase dominante estadounidense ya había tenido suficiente de la guerra. La opinión pública norteamericana en EEUU, que ya estaba girando en contra de la guerra después de la Ofensiva Tet, se alejó aún debido a la enfermiza crueldad que quedó en evidencia en los juicios. En este momento la oposición a la guerra ya no sólo estaba entre los jóvenes y estudiantes, sino también entre la clase obrera norteamericana.
Inexorablemente, EEUU se veía arrastrado a un conflicto más amplio que se extendía por todo el Sudeste Asiático. En febrero de 1971, las tropas estadounidenses y las survietnamitas invadieron Laos en un intento de acabar con la ruta Ho Chi Minh. Esto provocó una intensificación mayor de la actividad contra la guerra. Las manifestaciones más grandes se celebraron el 24 de abril de 1971. En San Francisco unas 300.000 personas se manifestaron contra la guerra, en Washington entre 500.000 y 750.000. Eran las manifestaciones políticas más grandes de la historia de EEUU. En diciembre de 1972, la fuerza aérea norteamericana comenzó su bombardeo navideño sobre Hanói y Vietnam del Norte, el objetivo era obligar a los vietnamitas a sentarse en una conferencia negociadora. Hacia finales de diciembre los norvietnamitas anunciaron que regresarían a París si Nixon dejaba de bombardear. La campaña de bombardeos se paró y los negociadores se reunieron la primera semana de enero de 1973.
Implicaciones revolucionarias
Desde un punto de vista militar, EEUU siempre disfrutó de una superioridad clara sobre los vietnamitas. Tenían el dominio completo del aire y bombardeaban continuamente el país, norte y sur. Teóricamente, los estadounidenses podrían haberse quedado en Vietnam durante muchos años. Podrían incluso haber ganado, pero para conseguirlo habría necesitado un ejército de millón y medio de soldados y tendrían que haber sido soldados como los de la SS de Hitler. Este ejército no existía. El cambio de ambiente de la clase obrera y los soldados procedentes de las familias obreras hizo imposible la continuación de la guerra. Si el gobierno hubiera prolongado la guerra habría llevado EEUU al borde de la revolución.
En total, enviaron a 2,59 millones de norteamericanos a luchar en Vietnam. Las terribles experiencias de estos soldados en Vietnam tuvieron un efecto tremendamente desmoralizador sobre ellos. Gracias al regreso de estos soldados, las familias obreras norteamericanas pudieron lentamente conocer de primera mano la situación en Vietnam. Existía una simpatía creciente hacia el pueblo vietnamita. New York Times/CBS News publicó los resultados de una encuesta en junio de 1977, la pregunta era: «Si el presidente recomendara ayudar a Vietnam, ¿aceptaría que su representante en el congreso aprobara la ayuda a Vietnam en forma de comida o medicinas?» El 66 por ciento respondió sí y sólo un 29 por ciento dijo que no.
En su libro: Lies My Teacher Told me, de James Loewen, describe un experimento que hizo durante sus charlas pronunciadas en los años noventa, cuando preguntó a la audiencia que adivinara el nivel de educación entre los que se oponían a la guerra de Vietnam en 1971. La mayoría pensaba que el 90 por ciento de los licenciados estaban contra la guerra y sólo el 60 por ciento de los que tenían educación secundaria. Las cifras reales eran precisamente las contrarias. La creciente oposición a la guerra entre la clase obrera norteamericana era el resultado de la dura experiencia. Los hijos de las familias obreras pobres eran la aplastante mayoría de los arrastrados al combate en Vietnam. Eran los que morían y terminaban lisiados. Como ocurre en Iraq, un número desproporcionado eran negros o latinos. Los hijos de los ricos y estudiantes universitarios a menudo evitaban el reclutamiento, como demuestra el caso de un tal George W. Bush.
El movimiento contra la guerra en EEUU cada vez influenciaba más a los soldados en Vietnam. Una cosa es luchar y morir por una causa justa, que merece los elogios y la admiración de tus conciudadanos, pero otra cosa totalmente distinta es arriesgar tu vida y sufrir los peligros y miserias diarias por una causa en la que ya no crees y tus ciudadanos detestan. La desmoralización entre las tropas norteamericanas en Vietnam está bien documentada. El coronel Robert D. Heinl Jr. escribió lo siguiente en The Collapse of the Armed Forces poco después de la retirada norteamericana de Vietnam:
«La moral, la disciplina y las condiciones de lucha de las fuerzas armadas son, con pocas excepciones, más bajas que en cualquier otro momento de este siglo y quizás inferiores a las que ha habido en toda la historia de EEUU. De todas las formas posibles, las fuerzas armadas aún en Vietnam están al borde del colapso. Unidades separadas evitan o se niegan a combatir, asesinan a sus oficiales, están de drogas hasta las cejas, no muestran ningún entusiasmo, cuando no se encuentran a punto de amotinarse.
«Aunque ningún oficial de alto rango (especialmente no mientras está de servicio) abiertamente ha hecho una declaración similar, las conclusiones… son respaldadas casi unánimemente por varias entrevistas anónimas con oficiales de alto y medio rango. Lo mismo se ocurre con los oficiales de bajo en rango en todas las posiciones.
«En Vietnam las tropas de un ejército formado por 500.000 hombres, antes el mejor ejército enviado jamás por EEUU a una batalla, intentan retirarse de una guerra de pesadilla y se sienten abandonados por los civiles inteligentes. Los civiles ahora en las universidades de EEUU escriben libros sobre la estupidez de toda la aventura.
«Un soldado norteamericano destinado en Cu Chi es citado por The New York Times. Habla de ‘compañías separadas’ de soldados que se niegan a combatir. No se trata de un acuerdo general de simplemente negarse a participar en la batalla. Si un soldado es enviado a alguna parte no tiene ningún problema en negarse. Sencillamente empaqueta su camiseta y se va a visitar a un amigo a otra base. Muchos chicos ni siquiera llevan sus uniformes… Las guarniciones estadounidenses en las bases más grandes en la práctica están desarmadas. Los soldados profesionales confiscan sus armas y las guardan bajo llave.’.
«¿Podría ser una situación común o incluso cierta? La respuesta desgraciadamente es sí. Ahora ‘fragging’ es la expresión preferida entre los solados por asesinar o intentar matar a los oficiales autoritarios, impopulares o agresivos. Cuando se informa de la muerte de estos oficiales se oyen vítores en las trincheras o en los cines de algunos regimientos.
«En la publicación militar clandestina GI Says se ofrecía una recompensa de 10.000 dólares por asesinar al teniente coronel Weldon Honeycutt, poco después del costoso ataque a Hamburger Hill (Colina de la Hamburguesa) a mediados de 1969, que fue iniciado y dirigido por Honeycutt.
«La cuestión de negarse a combatir, un eufemismo oficial para describir la negativa de ir a la batalla y que es el peor crimen que un soldado puede cometer, recientemente volvió a reaparecer cuando el escuadrón B de la Primera de Caballería en la frontera laosiana se negó a recuperar el vehículo de su capitán que contenía los códigos, órdenes secretas y consejos de comunicación. Ya en 1969 toda una compañía de la Brigada de Infantería Ligera 196 se sentó en mitad del campo de batalla. Más tarde otra unidad de la famosa Primera División Aerotransportada se negó, delante de las cámaras de la CBS, a avanzar en un sendero peligroso.
«Buscar y evadir (cuando una unidad en silencio evitaba la batalla) es prácticamente un principio ahora. La expresión GI para esto es ‘CYA (cúbrete asno) y vete a casa’. Esa práctica de búsqueda-y-evasión no pasaba desapercibida para el enemigo y se veía en el hecho de que la delegación del Viet Cong en las negociaciones de paz en París declaró: ‘Las unidades comunistas en Indochina han dicho que no se ataque a las unidades norteamericanas a menos que les provoquen».
Los soldados estadounidenses asesinaban a sus propios oficiales. Esta práctica dio lugar a una nueva palabra en inglés: «fragging», derivada de «bomba de fragmentación». Una página web no oficial de la policía militar norteamericana da los siguientes cálculos del número de víctimas:
«Terry Anderson, de la Universidad Texas A&M dijo que entre 1960 y 1973 hubo un aumento del fragging. El ejército norteamericano no tiene estadísticas exactas sobre cuántos oficiales murieron de esta manera. Pero conocen al menos 600 casos de fragging confirmado y otros 1.400 donde los oficiales murieron en circunstancias sospechosas. Como resultado de esta situación, el ejército estadounidense a principios de 1970 no estaba en guerra con el enemigo sino que estaba en guerra consigo mismo».
Esta era la razón principal por la cual el imperialismo norteamericano tuvo que abandonar la guerra en Vietnam. Si hubieran continuado podría haber tenido consecuencias revolucionarias en los propios Estados Unidos. Los imperialistas, por lo tanto, llegaron a la conclusión y arrojaron la toalla. El 23 de enero de 1973, EEUU, Vietnam del Sur y Vietnam del Norte firmaron los Acuerdos de Paz de París, con ellos terminaba el combate de EEUU en Vietnam. El ejército norteamericano terminaba y cinco días después entró en vigor el alto el fuego. A finales de marzo abandonaron Vietnam las últimas tropas de combate estadounidenses. La guerra realmente había terminado, aunque el régimen títere de Saigón se aferró al poder durante casi otros dos años. Pero privado de la ayuda estadounidense era un régimen condenado.
La caída de Saigón
Nixon, que cada vez mostraba más síntomas de inestabilidad mental, estaba fuera de control. El establishment tuvo que organizar un golpe de estado legal para echarle del poder en agosto de 1974, utilizando el escándalo Watergate como una excusa adecuada para liberarse de él. La clase dominante norteamericana ahora buscaba alguna fórmula para reducir sus pérdidas y salir de Vietnam lo menos dolorosamente posible. Pero al final tuvieron que retirarse en unas circunstancias humillantes.
El 12 de abril de 1975 dimitió Thieu como presidente de Vietnam del Sur. Las ratas comenzaron a abandonar el barco que se hundía. Sólo una semana después, el 30 de abril, los tanques del FLN se abrieron paso a través de las puertas del palacio presidencial, el corazón del gobierno de Saigón apoyado por EEUU. Finalmente, EEUU salió de Vietnam en unas condiciones de caos increíble, pánico y confusión. En una indignidad final, el personal diplomático norteamericano tuvo que escapar en helicópteros del tejado de la embajada en Saigón. Toda la tarde, helicópteros estadounidenses -Chinooks, Hueys, Jossy Green gigantes- sobrevolaron, aterrizaron precariamente sobre los altos de los edificios para llevarse a los vietnamitas y a otros evacuados. En un artículo titulado: EEUU abandona Saigón a los comunistas, el corresponsal en Saigón del periódico británico The Guardian, Martin Woollacott, informaba el miércoles 29 de abril de 1975:
«Más de 80 helicópteros aterrizaron para llevarse a los norteamericanos que quedaban además de a miles de vietnamitas, incluido el anterior vicepresidente Ky, y los llevó a barcos de la armada en el Mar del Sur de China. Los pilotos eran sacados del agua cuando se deshacían de sus helicópteros para dejar espacio para que aterrizaran más. Miles de vietnamitas fueron evacuados en barcos de Vung Tau y otros abandonaron en avión hacia Tailandia y Filipinas. La salida final llegó con las órdenes de Washington y ante la insistencia del presidente Duong Van Minh. A primera hora de la mañana, un helicóptero con 11 marines estadounidenses ayudaron a la evacuación que finalmente se retrasó por la explosión de un pequeño arsenal en la embajada de EEUU».
The Guardian informaba que:
«La forma en la que se fueron los norteamericanos en sí misma era un espectáculo. Hacía tiempo que no se veían en Vietnam tantos helicópteros, alejándose a tal velocidad, y los Phantoms sobrevolando nuestras cabezas. Un humo rojo y naranja salía vertiginosamente de la embajada estadounidense y en otros puntos de reunión del personal norteamericano.
«La evacuación fue una escena fantástica cuando los helicópteros rugían en un cielo gris y plomizo, algunas veces se veían dos docenas desde Saigón central, y el aire estaba lleno del murmullo de sus aspas.
«El general Cao Van Vien, jefe del estado mayor, y otros oficiales veteranos y políticos se les informó de que debían abandonar la ciudad a bordo de helicópteros estadounidenses, porque los norvietnamitas se acercaban para asesinarles».
Nadie sabía si las tropas del FLN asaltarían o no la capital. Había rumores de que el gobierno revolucionario provisional y la nueva administración de Saigón habían llegado a un acuerdo de alto el fuego. Pero nadie podía confirmarlo ni negarlo. La ciudad esperaba su destino. Nadie sabía que la guerra había terminado y que la ocupación estadounidense estaba en sus últimos momentos.
Los colaboradores de Saigón ahora sin duda se lamentaban del día en que aceptaron el consejo de Richard Nixon de «esperar» con la esperanza de tener un acuerdo mejor. Ahora el único acuerdo que había ante ellos era una carrera llena de baches en un helicóptero norteamericano y un futuro incierto en el exilio. En un intento desesperado de salvar algo de la destrucción, el viejo régimen eligió a un nuevo líder, el presidente Duong Van Minh, que ofreció negociar. Pero el momento de las negociaciones hacía tiempo que había terminado. Ahora todo se decidiría por la fuerza de las armas y el régimen de Saigón no tenía armas que utilizar.
Lenin explica que el Estado en última instancia son cuerpos de hombres armados. Y el viejo Estado se desintegraba ante los ojos de todos. Cuando la policía y la milicia desaparecieron de las calles todo el orden existente se desmoronó y reinó el caos. En medio de escenas indescriptibles de pánico, cientos de vietnamitas que habían colaborado con las fuerzas ocupantes y el viejo régimen, luchaban por intentar entrar en la embajada estadounidense. Los soldados del AVRN rugían por la ciudad, destruyendo la propiedad y saqueando.
El gobierno revolucionario provisional naturalmente rechazó el alto el fuego y la oferta de negociaciones hecha por el presidente Minh. ¿Por qué deberían aceptarla cuando todas las cartas ahora estaban en sus manos? «Ellos querían poner a Saigón de rodillas», decía un diplomático occidental antes de escapar, «quieren ver apilados los M16 como una prueba de la rendición». Esta tarea ahora no era demasiado difícil. Los soldados del AVRN desmoralizados eran incapaces completamente de luchar. La mayoría abandonó sus armas y se apresuraron por salvar sus vidas, o se cambiaron las chaquetas y se unieron al FLN.
El objetivo de la guerra, como explicó hace tiempo Clausewitz, es desarmar al enemigo y someterlo a tu voluntad. La única tarea que quedaba por hacer al FLN era liquidar lo poco que quedaba de las fuerzas del ARVN y organizar un nuevo poder estatal en Saigón. Pero esa situación en las condiciones dadas, necesariamente seguiría el modelo del estalinista Vietnam del Norte.
Dicen que un diplomático responsable de evacuar a los norteamericanos y vietnamitas dijo: «Me siento como alguien con una escoba y un cogedor, pero al menos intentamos cumplir nuestras últimas obligaciones». Es un comentario bastante acertado. Todo lo que quedaban después de veinte años de política norteamericana en Indochina era nada más que basura para barrer lo antes posible. Los imperialistas norteamericanos sin duda cumplieron sus obligaciones hacia aquellos colaboradores lo suficiente afortunados para ser evacuados hacia destinos más o menos cómodos en EEUU. Esto se aplicó a los escalafones superiores del ejército, pero el resto fue abandonado sin ningún tipo de ceremonia a su propia suerte.
Después de 28 años de guerra, el imperialismo norteamericano finalmente tuvo que abandonar Vietnam en las circunstancias más humillantes imaginables. La caída de Saigón marcó el final oficial de la guerra. Después de gastar 150.000 millones de dólares y la pérdida de 50.000 vidas estadounidenses, EEUU había sido derrotado por un pequeño país asiático de campesinos pobres. El ejército más poderoso tuvo que huir de Vietnam con el rabo entre las piernas. ¿Qué dejaron detrás?
Las consecuencias
«Y donde hacen un desierto lo llaman paz» (Tácito)
La derrota del imperialismo norteamericano en Vietnam fue un acontecimiento muy progresista y fue recibido con entusiasmo por los trabajadores del mundo y por la corriente marxista. Permitió la reunificación del norte y el sur, permitió al pueblo vietnamita decidir su propio destino. Pero una década de guerra brutal había reducido Vietnam a cenizas, sus ciudades bombardeadas, sus industrias destruidas, su agricultura, transporte e infraestructura desbaratada. La mayor parte de su población agraria de 82 millones de personas quedó empobrecida con una renta per cápita de aproximadamente 550 dólares al año. La expropiación de los terratenientes y los capitalistas fue un gran paso adelante, aunque el nuevo régimen no tenía nada en común con el régimen de democracia obrera establecida por Lenin y Trotsky en Rusia después de 1917. Era una caricatura burocrática totalitaria de la Rusia estalinista. Sin embargo, gracias a las ventajas de la economía nacionalizada planificada, Vietnam consiguió recuperarse notoriamente de la devastación de la guerra.
Quizá lo peor de todo fue la herencia de guerra química que EEUU libró contra el pueblo vietnamita. Durante la guerra de Vietnam, se lanzaron 80 millones de litros de herbicidas con altas concentraciones de dioxina, conocida como Agente Naranja, eso afectó a más del 12 por ciento de la selva y manglares de Vietnam del Sur, un intento de destruir el follaje que permitía ocultarse a las guerrillas del Viet Cong. Los herederos de esta guerra química fueron miles de niños del Agente Naranja, víctimas de las nubes venenosas que sus padres inhalaron. Una reciente investigación ha vinculado el Agente Naranja con la tercera generación. La Guerra de Vietnam hace tiempo terminó pero su legado tóxico aún envenena toda la cadena alimenticia de los lugares cercanos a las antiguas bases norteamericanas, provocando cáncer y deformaciones en los recién nacidos. Treinta años después. Tom Fawthrop, escribía en The Guardian:
«Tran Anh Kiet, cuyos pies, manos y piernas están retorcidas, vive a media hora de la ciudad de Ho Chi Minh, en el distrito Cu Chi. Tiene 21 años de edad, pero su cuerpo parece el de un joven de 15 años, tiene una edad mental de 6. Tiene que ser alimentado y sus intentos de hablar se limitan a gruñidos.
«Hoy en Vietnam hay 150.000 niños como Kiet, cuyos padres creen que los defectos de nacimiento son el resultado de la exposición al Agente Naranja durante la guerra, o al consumo de alimentos o agua contaminados por la dioxina desde 1975. Otros 800.000 vietnamitas sufren de enfermedades relacionadas con la dioxina, incluidos distintos tipos de cáncer».
¿Quién es responsable de estas atrocidades? En primer lugar el gobierno norteamericano y las fuerzas armadas, en segundo lugar, las grandes empresas norteamericanas que suministraron estos agentes venenoso e hicieron fortuna con ello. Treinta años después, EEUU se niega a aceptar la responsabilidad por las consecuencias de la guerra química. No hace mucho un abogado se presentó ante los tribunales estadounidenses, acusando a las empresas químicas de complicidad en crímenes de guerra y exigiendo una compensación. Un juez norteamericano falló contra los vietnamitas. Mientras tanto, dos de las empresas relacionadas, Monsanto y Dow Chemical han seguido con su filial en la ciudad de Ho Chi Minh, en la línea del deseo del gobierno vietnamita de atraer inversores extranjeros.
Hoy Vietnam se enfrenta a una nueva amenaza, la amenaza de la restauración capitalista, que ya está muy avanzada en China. Las tiendas venden perfumes franceses y zapatos italianos para una clase media urbana vietnamita emergente. Se ha abierto un hotel propiedad francesa de cinco estrellas en la calle del antiguo consulado norteamericano. Incluso en el desfile anual de la victoria algunos barcos, patrocinados por bancos estadounidenses, llevan el logo de empresas de crédito norteamericanas. Los bancos de guerra estadounidenses pueden visitar los puertos vietnamitas. En la ciudad de Ho Chi Minh, la capital, una nueva elite de empresarios vietnamitas disfrutan de la buena vida en barras ultramodernas y restaurantes, disfrutando del éxito y de la nueva economía de mercado. Las empresas privadas someten a los trabajadores a una explotación despiadada, como hacen en Rusia y China.
EEUU ahora es bienvenido como principal socio comercial de Vietnam. El imperialismo norteamericano podría conseguir a través del comercio y la inversión lo que no pudo hacer con bombas y napalm. ¿Por esto lucharon los trabajadores y campesinos de Vietnam con un heroísmo tan inspirador y derrotaron a la potencia imperialista más poderosa del mundo jamás vista? ¿Permitirán que la burocracia privatice la economía y, como en China, devuelvan a Vietnam al capitalismo? ¿O la clase obrera luchará contra los elementos pro-capitalistas y llevará a Vietnam por el camino del verdadero socialismo leninista, basado en el control y administración democrática de la propia clase obrera? Esta cuestión todavía debe ser respondida por la historia. Nuestra esperanza más ferviente es que se de la segunda variante y no la primera. La clase obrera vietnamita no se merece menos.
Londres, 31 de enero de 2008
Posdata: Los trabajadores del mundo nunca olvidarán los crímenes perpetrados por el imperialismo norteamericano contra el pueblo de Vientam. En la campaña aérea Rolling Thunder se arrojaron más bombas sobre Vientam del Norte que las utilizadas durante toda la Segunda Guerra Mundial. En los cinco años siguientes los dos Vietnam recibieron el equivalente a 22 toneladas de explosivos por milla cuadrada de territorio, o 300 libras por hombre, mujer y niño. 7 millones de toneladas de bombas y defoliantes fueron arrojados en total y casi tres millones de vietnamitas fueron asesinados. Cuarenta años después, el imperialismo norteamericano está implicado en otra ocupación criminal: en esta ocasión en Iraq. Los paralelismos inmediatamente son evidentes para cualquiera que se tome la molestia de estudiar la guerra de Vietnam.
Durante casi una década EEUU bombardeó Iraq. La razón de la invasión de Iraq, según el gobierno norteamericano, fue, entre otras cosas, destruir las armas químicas iraquíes. El gobierno estadounidense no ha dudado en utilizar armas químicas cuando luchó contra las guerrillas vietnamitas ocultas en la jungla. Estas mismas damas y caballeros que intentaron justificar el saqueo de Iraq con la presunta acusación de que Sadám Hussein tenía armas de destrucción masiva, algo que el imperialismo norteamericano lleva décadas haciendo y aún hace. El ejército estadounidense está realizando el mismo tipo de guerra química en Colombia, con la excusa de «guerra contra la droga». Obviamente, para ellos las armas químicas sólo son desagradables cuando no las utilizan ellos.
Alguien dijo en cierta ocasión que no existen este tipo de paralelismos porque en Iraq no hay junglas. Pero hay desiertos y ciudades que pueden albergar a la guerra también. La infame «misión cumplida» de Bush recordaba las declaraciones triunfalistas hechas por el presidente Johnson en las primeras etapas de la guerra de Vietnam. Las fuerzas norteamericanas estaban atrapadas en una guerra invencible y ahora eso es cada vez más evidente para el pueblo norteamericano. Como en el caso de Vietnam, será el pueblo estadounidense el que ponga fin a la invasión criminal de otro pueblo.