Los acontecimientos se mueven a escala mundial a una velocidad vertiginosa. El nuevo coronavirus (COVID-19) ha puesto en marcha una reacción en cadena, que está deshaciendo cualquier apariencia de estabilidad en un país tras otro. Todas las contradicciones del sistema capitalista están saliendo a la superficie.
Miles de personas han perdido la vida y cientos de miles probablemente han sido infectadas. Pero no hay indicios de que la pandemia haya alcanzado su punto máximo. El número de fallecidos aumenta un 20-30 por ciento todos los días. No hay ninguna vacuna a la vista y nadie parece tener un plan razonable para superar la situación. La mayoría de los países actúan por su propia cuenta con poca atención a los consejos de organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los sistemas de salud en los países más afectados están en un punto de quiebre, y los trabajadores de la salud en otros países temen las próximas semanas y meses.
La enfermedad se ha limitado principalmente a China, Irán y los países occidentales. Una vez que llegue a barrios marginales, poblados de chabolas y campamentos de refugiados en África, Oriente Medio, el subcontinente indio y América Latina, donde hay menores instalaciones sanitarias y de salud, seremos testigos de nuevas alturas de devastación. El número de muertes se contará por millones. La destrucción y la dislocación a escala mundial serán similares a las condiciones de tiempos de guerra.
Los mercados de valores ya han reaccionado con fuertes caídas. El lunes, los precios del petróleo cayeron a unos 30 dólares por barril. Le siguieron los mercados bursátiles de todo el mundo. El miércoles, el Banco de Inglaterra anunció la reducción extraordinaria de las tasas de interés en 0,5 puntos. Pero esto no tuvo ningún efecto, ya que los mercados bursátiles continuaron su caída el jueves con el peor día registrado desde 1987. El nerviosismo de los mercados refleja la perspectiva pesimista de la clase dominante. Están aterrorizados por las perspectivas de la economía mundial, que ya se desaceleró.
China, la segunda economía más grande del planeta, tendrá su primer trimestre de crecimiento negativo desde la revolución cultural de Mao a fines de los años 60 del pasado siglo. Se cree que la enfermedad en China fue contenida. Sin embargo, en la provincia de Hubei, el sector de servicios permanece completamente estancado. Las principales industrias están reiniciando la producción, pero a medida que el resto del mundo entra en recesión, hay poca demanda. La gran mayoría de las pequeñas y medianas empresas en China, donde trabajan casi el 80 por ciento de sus trabajadores, aún no han reanudado sus operaciones.
No hay signos de una recuperación rápida. Algunos expertos pronostican que el crecimiento económico mundial podría disminuir al 1 por ciento, frente al 2,6% el año pasado, lo que significaría una serie de países en recesión. Pero esto es una ilusión. La industria, el comercio y el transporte atravesarán ciclo tras ciclo de interrupciones. El consumo caerá. Las líneas de suministro se interrumpirán una y otra vez. La economía mundial sufrirá una profunda crisis.
Europa está siendo golpeada fuertemente, en particular Italia, que es la tercera economía más grande de la eurozona. El consejo de ministros de la Unión Europea se reunió para tomar medidas conjuntas para enfrentarse a la crisis. Pero todo lo que pudieron acordar fue establecer un fondo de € 25 mil millones, gran parte del cual ya está en el presupuesto de la Unión. El resto de sus planes equivalía a levantar las restricciones presupuestarias de los Estados miembros individuales. Básicamente, todos los Estados tienen que valerse por sí mismos, no hay mucha unión allí. Incluso el presidente italiano, generalmente pro-UE, Mattarella, tuvo que criticar la respuesta de la UE en una nota oficial: “Italia está pasando por una situación difícil; nuestra experiencia en contrastar la propagación del coronavirus probablemente será útil para todos los demás países de la Unión Europea. Italia espera, por lo tanto, y con razón, al menos en aras del interés común, iniciativas de solidaridad [de la UE] y no decisiones que puedan obstaculizar este esfuerzo”. De hecho, Italia ahora recibe mucha más ayuda (suministros médicos como respiradores de cuidados intensivos, etc.) de China que de la UE. Austria ya ha cerrado sus fronteras con Italia. Otros países están prohibiendo vuelos hacia y desde Italia. La República Checa ha cerrado sus fronteras a viajeros de 15 países. Francia, Alemania y otros países han impuesto prohibiciones a las exportaciones de ciertos productos médicos. Todo esto se intensificará en cuestión de semanas, si no días. El mercado común se está cerrando gradualmente. Al igual que después del colapso económico mundial de 2008 y la crisis de refugiados, el choque actual está poniendo de manifiesto todas las contradicciones internas de la UE, poniendo un claro signo de interrogación sobre el futuro de la Unión en su conjunto.
Donald Trump, quien hasta hace poco estaba proclamando que el virus no afectaría a los Estados Unidos, se enfureció histéricamente en líneas nacionalistas cuando llamó al COVID-19 un «virus extranjero». Impuso restricciones de viaje a los ciudadanos de países europeos seleccionados y emitió renovados llamamientos a favor de un muro fronterizo con México (a pesar de que México tiene solo 12 casos confirmados). Las restricciones de viajes tienen un efecto inmediato en los sectores turístico y de servicios. Esto probablemente empujará a Estados Unidos a una recesión.
Rusia y Arabia Saudita también se están enfrentando por el nivel de producción de petróleo, un conflicto que ya ha provocado la caída de los precios del petróleo. El resultado podría ser una suspensión de pagos en Rusia. El Estado libanés ya ha incumplido su deuda. Otras economías de nivel medio, como Turquía, Argentina, India, Indonesia, Indonesia y Sudáfrica podrían seguirle en el corto o mediano plazo.
La propagación del virus ha acelerado dramáticamente las tendencias proteccionistas a escala mundial. Cada clase dominante nacional se apresura a defender su propia posición y a exportar los resultados sociales negativos. Las barreras a los desplazamientos podrían conducir fácilmente a barreras comerciales. Las guerras comerciales entre los EEUU y China, y los EEUU y Europa, que muchos pensaron que se habían calmado, podrían estallar nuevamente, de una manera mucho más incontrolable. Esto allana el camino para una depresión similar a la década de 1930, que dure mucho más allá de los impactos inmediatos del virus.
Los burgueses están echando la culpa de la crisis económica al virus. Pero esto fue solo un accidente, que ha puesto de manifiesto todas las contradicciones acumuladas anteriormente en el sistema. Esta es una crisis del sistema capitalista en su conjunto, que se ha venido preparando durante décadas. La clase capitalista logró posponerla por un tiempo, mediante una expansión masiva del crédito. Es decir, acumulando deuda, que ahora se ha convertido en un obstáculo colosal para el crecimiento. Tarde o temprano, la burbuja habría tenido que estallar. Lo predijimos esto en nuestro documento de Perspectivas Mundiales, que fue redactado en noviembre pasado y aprobado en la reciente reunión ejecutiva internacional de la Tendencia Marxista Internacional. El documento dice: “La recuperación fue, en cualquier caso, muy débil y frágil, y cualquier shock podría llevar a la economía al límite. Prácticamente cualquier cosa puede provocar un pánico: un aumento en las tasas de interés en los EEUU, el Brexit, un choque con Rusia, el agravamiento de la guerra comercial entre EEUU y China, una guerra en Oriente Medio que conduzca al aumento de los precios del petróleo, e incluso un tweet particularmente estúpido de la Casa Blanca (y no hay escasez de ellos)».
Desde el punto de vista de la economía, el virus fue simplemente un evento accidental, que expresa una necesidad más profunda y subyacente. Pero también afecta a cómo se desarrollará el proceso en el futuro. Debido a la naturaleza del virus, la capacidad de la clase dominante para aliviar o canalizar la crisis está restringida.
Los efectos de la pandemia devastarán una economía mundial ya débil. Un país tras otro anuncia paquetes de estímulo económico para mantener la economía a flote. Pero los efectos de estas medidas estarán limitados por el impacto de la pandemia, que no desaparecerá pronto. Gran parte del sector de servicios, como cines, cafeterías, restaurantes, etc., se verán gravemente afectados, ya que las personas se alejarán de los lugares de reunión pública. Estos también son sectores en los que predominan las condiciones de trabajo informal, y tendrá un impacto devastador en estos trabajadores. La situación continuará al menos hasta que se encuentren remedios definitivos para la enfermedad. Las principales industrias también verán la producción interrumpida regularmente por nuevos brotes. A pesar de todos los intentos de los gobiernos, el desempleo se disparará. A su vez, el consumo disminuirá y se convertirá en un freno adicional para la economía.
La clase dominante está aterrorizada por las perspectivas de desempleo masivo y la intensificación de la lucha de clases, que podrían estar a la vuelta de la esquina. En muchos países, los gobiernos están tomando medidas especiales, como la concesión de condiciones especiales de licencia por enfermedad para los trabajadores del sector público y otros. Pero estas medidas no se acercan a resolver los problemas de los trabajadores afectados. Algunos bancos están permitiendo que las personas pospongan las hipotecas por unos meses. Las pequeñas y medianas empresas están obteniendo préstamos favorables y rebajas de impuestos. El Parlamento Europeo está discutiendo la suspensión del Tratado de Maastricht, que obliga a los Estados miembros a un déficit presupuestario máximo del tres por ciento. Están expandiendo masivamente el gasto estatal en un intento de evitar una catástrofe.
Pero es muy poco probable que esto resuelva algo. Es poco probable que las medidas keynesianas en esta etapa aceleren el consumo, lo que debido al virus podría deprimirse durante meses, tal vez años. En cambio, podría causar una inflación desbocada en sectores de la economía. Las pequeñas y medianas empresas podrían ir a la quiebra en masa. Los recortes de impuestos y los préstamos baratos solo llevarían el problema a un futuro no muy lejano. Millones de empleos todavía estarían en riesgo.
En Occidente, grandes cantidades de empleos en las industrias de servicios, construcción y transporte se han precarizado, y serían los primeros en perderse. En Italia, una gran parte de la fuerza de trabajo, especialmente en los sectores más afectados como la industria turística, hoteles, restaurantes, etc., consisten en mano de obra informal. En los países más pobres, la situación es peor. En Irán, por ejemplo, el 96 por ciento de la fuerza laboral está trabajando en los llamados contratos «en blanco», que dejan a los trabajadores sin derechos. En todos los países, el desempleo se convertirá en una fuente de radicalización masiva.
Unidad nacional
Las clases dominantes y sus gobiernos hacen llamamientos para que sus respectivas naciones se unan en un momento de crisis. Pero detrás de esta ilusión, están descargando la carga principal del desastre sobre la clase trabajadora. Un gobierno tras otro está aplicando medidas draconianas. En Italia, Dinamarca y China, algunas áreas han estado funcionando como si estuvieran bajo la ley marcial.
En China, los trabajadores de las principales fábricas de acero se vieron obligados a permanecer en el trabajo durante casi un mes sin derecho a volver a casa. En Italia, se trabaja con médicos y enfermeras hasta que colapsan. Mientras tanto, se les pide a los trabajadores del sector privado, particularmente en la industria, que sigan trabajando. Muchos ahora se preguntan cuál es el significado de esto. Si, desde el punto de vista de luchar contra la propagación de la pandemia, el consejo es quedarse en casa, ¿por qué deberían los trabajadores ir a trabajar en sectores no esenciales de la economía? La respuesta es clara: para mantener las ganancias de los capitalistas en la medida de lo posible. A pesar de que su derecho de huelga ha sido severamente restringido por las medidas de emergencia, los trabajadores en Italia están tomando medidas. Hay una ola de huelgas espontáneas que se extienden por el país, con los trabajadores protestando por la falta de medidas de seguridad adecuadas. Los huelguistas exigen que se cierren las fábricas que producen productos no esenciales, sin pérdida de salario para los trabajadores, hasta que se introduzcan las condiciones sanitarias adecuadas. Esto ha ejercido una enorme presión sobre las direcciones sindicales de las confederaciones CGIL-CISL-UIL, que hasta entonces estaban presionando junto con la patronal de Confindustria para mantener abiertas las fábricas. Todo esto es una anticipación de futuros acontecimientos.
Por ahora, las restricciones en China se están suavizando, pero es probable que se vuelvan a imponer una vez que despegue un nuevo brote. Dinamarca e Italia están cerradas. Muchos otros países tendrán que hacer lo mismo. Los gobiernos están tratando de parecer que están «haciendo algo». Si bien algunas de las medidas tomadas tienen sentido desde un punto de vista epidemiológico, se ven socavadas por la propiedad privada, la anarquía del capitalismo y la existencia de los Estados nacionales. Por lo tanto, vemos proveedores de atención médica privados que desvían a los pacientes con coronavirus al sector público. Seguros de salud privado que se niegan a cubrir los costos de las infecciones por coronavirus. Faltan kits de pruebas, que se producen en el sector privado. Se les pide a las personas que se queden en casa, mientras que a los trabajadores se les pide que continúen yendo a trabajar. ¡Las empresas privadas se están beneficiando al aumentar el precio de los desinfectantes de manos, de las mascarillas e incluso de los kits de prueba de coronavirus! Finalmente, el hecho de que diferentes gobiernos ni siquiera puedan coordinar sus respuestas, y estén adoptando enfoques diferentes y a menudo contradictorios, socava la lucha para contener la pandemia.
En Estados Unidos, Donald Trump negó que la enfermedad representara una amenaza, hasta el 11 de marzo. En China, el gobierno, temeroso de dañar la frágil economía, se negó a actuar contra la epidemia durante semanas. En cambio, los investigadores y los denunciantes fueron encarcelados y perseguidos. En Irán, el régimen se negó incluso a reconocer la existencia de la enfermedad durante semanas para mantener la participación en las elecciones parlamentarias lo más alta posible. Hasta el día de hoy, el régimen está encubriendo la gravedad de la enfermedad. Oficialmente, solo unos pocos cientos de iraníes han muerto por el coronavirus, pero los informes no oficiales de muertes son muchas veces más que esto. Es probable que el número de personas infectadas ya sea de decenas, o cientos de miles.
Cuando se le preguntó al Líder Supremo Jamenei sobre qué medidas particulares podrían tomar las personas contra el virus, sugirió que rezaran. Por supuesto, eso solo cuenta para los pobres. Tengamos la seguridad de que si Jamenei se infectara, recibiría la mejor atención médica científica disponible. También parece que la principal fuente de propagación de la enfermedad en Irán ha sido el santuario sagrado de Qom, donde los peregrinos acuden en masa para ser sanados. Todo esto está socavando toda la base del régimen teocrático. Pero al negarse a aceptar esto, el establishment religioso está desafiando las medidas de seguridad y pintando la epidemia como nada más que una teoría conspirativa occidental. Todo esto está preparando una furiosa reacción en contra de las masas iraníes, que están pagando la podredumbre de la clase dominante con sus vidas.
Mientras tanto, la intervención contra la enfermedad se ve obstaculizada por décadas de recortes en los sistemas de salud. En Italia, se recortaron 46.500 empleos en el sector de la sanidad entre 2009 y 2017. 70.000 camas hospitalarias se han perdido. Italia tenía 10,6 camas de hospital por cada 1.000 habitantes en 1975, ¡ahora es de 2,6! Gran Bretaña pasó de 10,7 camas por cada 1.000 habitantes en 1960 a 2,8 en 2013. ¡Entre 2000 y 2017, el número de camas de hospital disponibles se redujo a un 30 por ciento en Gran Bretaña! Las mismas condiciones existen en todo el mundo occidental. En Italia, los trabajadores de la salud a menudo tienen que decidir a quién pueden tratar, ya que solo hay instalaciones limitadas, lo que significa que muchos morirán, en su mayoría ancianos, debido a la falta de recursos. A medida que aumenta el número de casos, los sistemas de salud se ven sometidos a una intensa presión. Podrían colapsar, dejando a cientos de miles que se valieran por sí mismos. Los ricos, con acceso a atención médica privada, se librarán de tal barbarie. En Irán, toda una serie de ministros, parlamentarios y altos funcionarios recibieron tratamiento inmediato y se están recuperando después de haber sido infectados por el virus. Mientras tanto, decenas de miles de personas comunes luchan para hacerse la prueba. En el trágico caso de una enfermera, el resultado de su prueba llegó una semana después de su muerte.
En Singapur, toda la población recibió equipos médicos y de seguridad, como mascarillas. Y en China, se construyeron inmediatamente una serie de hospitales para hacer frente a la situación, y se llevaron a cabo pruebas a decenas de miles de personas, incluso a aquéllas sin síntomas. En Gran Bretaña, el gobierno no parece haber hecho ningún intento de prepararse para el desastre que seguramente vendrá. Las pruebas se han reducido. Incluso las personas que llegan a casa desde el norte de Italia y que han mostrado síntomas del virus no han podido hacerse la prueba. Ayer, Johnson tuvo que admitir que 10.000 personas probablemente ya estaban infectadas en el Reino Unido. Sin embargo, se negó a cerrar grandes eventos y reuniones como se ha hecho en Italia, e incluso en Escocia. Dijo fríamente que la población debería prepararse para «perder a sus seres queridos antes de tiempo». Como se dice acertadamente en un artículo del New York Times: ‘Reino Unido. Protege su economía del virus, pero no a su pueblo».
La actitud cínica del primer ministro Boris Johnson quedó expuesta en una entrevista reciente en la que se le preguntó sobre cómo podría tratarse la enfermedad. Casualmente mencionó, como alternativa, que «… que tal vez podríamos aceptarla sin quejarnos, dejar que se expanda por la población, sin tomar tantas medidas draconianas». En otras palabras, quizás podríamos dejar morir a miles de personas sin tomar medidas serias, para asegurar que los negocios funcionen como siempre. Este enfoque fatalista, que es compartido por otros países, como Suecia y los EEUU, fue criticado implícitamente por la OMS, que solicita a sus Estados miembros que continúen intentando contener el virus.
Sin duda, hay un elemento de maltusianismo en estos comentarios, que refleja la mentalidad podrida de la clase dominante. Es decir, la idea de que la pobreza, las guerras y las epidemias reflejan la superpoblación del mundo y que son necesarias para mantener baja la población. Jeremy Warner, un periodista del Telegraph, escribió: «Para no poner demasiado enfoque en ello, desde una perspectiva económica totalmente desinteresada, el COVID-19 podría incluso ser levemente beneficioso a largo plazo al eliminar desproporcionadamente a la población dependiente mayor». Entonces, el pensamiento de la burguesía es dejar que la enfermedad se transmita a la población, «sacrificando» tantos como sea posible de una vez. Entonces, Gran Bretaña podría salir de la recesión más rápido que otros países, al estar aplicando las medidas de protección con más demora.
El sistema de salud de los Estados Unidos está particularmente mal equipado para lo que está por venir. Millones de personas sin seguro médico podrían enfrentarse a condiciones horribles. Es posible que el gobierno asegure temporalmente a las personas en esta situación. Pero esto no resolverá el problema con el decrépito sistema de salud existente, que tendrá que lidiar con los niveles de enfermedad que le esperan. El sistema estadounidense solo está orientado a una cosa: canalizar dinero a los bolsillos de grandes compañías médicas y farmacéuticas. No está en un estado de lidiar con un desastre nacional en los niveles que esperamos ver.
En las últimas semanas, no se ha llevado a cabo ninguna preparación. Los hospitales no tienen un plan, no se ha proporcionado capacitación, y el equipo es escaso. El Centro para el Control de Enfermedades de EEUU también se negó a usar los kits de prueba de coronavirus de estándares internacionales, desarrollados en Alemania, y en su lugar pretende optar por desarrollar sus propias pruebas desde cero. Pero esto se ha encontrado con muchos problemas, lo que significa que las pruebas se han empezado a hacer muy tarde y no hay suficientes para todos. Además, las estaciones de prueba son pocas y, en consecuencia, la recolección de los datos de las pruebas requiere mucho tiempo. Mientras tanto, el 6 de marzo, cuando Corea del Sur ya había realizado 140.000 pruebas, ¡Estados Unidos solo había realizado 2.000! El resultado es que no hay una visión clara de cuánta gente en realidad, tiene la enfermedad en los Estados Unidos. No se toman medidas serias para proteger a la gente común de la crisis económica y de salud. Sin embargo, inmediatamente después de la escalada de la crisis, la Reserva Federal de los Estados Unidos inyectó $ 1.5 billones de dólares en los mercados para salvaguardar a las grandes empresas.
La incompetencia de toda la clase capitalista y sus instituciones está en plena exhibición. Donald Trump parece estar completamente alejado de la situación y todas sus acciones parecen estar preparando un desastre aún peor. Al final, esto podría conducir a la caída de Trump. Mientras tanto, el llamamiento a favor de asistencia sanitaria gratuita y nacionalizada podría encontrar un amplio eco.
En cada giro de la situación, la avaricia y la podredumbre de la clase dominante se revelarán cada vez más. Este patrón se replicará en todo el mundo a medida que la enfermedad avance de un país a otro.
La tarea de los marxistas será dejar en evidencia a la clase dominante y la farsa de la unidad nacional. Debemos mostrar cómo los intereses de la clase dominante parasitaria son diametralmente opuestos a los del resto de la sociedad:
- En todas partes, debemos plantear la demanda de la expropiación de todas las instituciones de salud privatizadas. Toda la industria farmacéutica y de la salud debe ser nacionalizada inmediatamente bajo el control de los trabajadores para planificar un alivio inmediato y efectivo a todos aquellos que lo necesitan.
- El número de camas debe incrementarse dramáticamente y, si es necesario, se deben establecer nuevos hospitales de inmediato, ya sea requisando y reutilizando edificios vacíos como hoteles y similares, o construyendo nuevas instalaciones desde cero.
- Se debe garantizar el pago ilimitado por enfermedad para todos, y la fuerza laboral informal debe ser registrada de inmediato, o se les deben garantizar subsidios equivalentes a un salario digno para los trabajadores que han perdido sus empleos. Los padres y cuidadores deben recibir un permiso remunerado para cuidar a los niños y a los afectados por el cierre de escuelas, guarderías, etc.
- Se deben imponer estrictos controles de precios a todos los bienes necesarios. Expropiación de fábricas capaces de producir los productos de higiene y equipos médicos, tan escasos actualmente.
- Todos los desahucios y embargos deben ser bloqueados. Las casas vacías que se utilizan como vehículos para la especulación de los súper ricos deben estar bajo control público para proporcionar alojamiento a las personas sin hogar.
- Toda la producción no esencial debe detenerse en las áreas afectadas para evitar la propagación de la enfermedad, garantizando a los trabajadores el pago completo de sus salarios siempre que las empresas estén cerradas. Toda subcontratación del sector público debe finalizar inmediatamente, con servicios prestados internamente y sus trabajadores contratados por el Estado, para garantizar que continúen recibiendo sus salarios.
- Deben establecerse medidas de salud y seguridad en el trabajo en todas partes, con los costos a cargo de las empresas. Si los empresarios afirman que no tienen dinero, entonces debemos exigir que abramos sus libros de cuenta.
- Dichos pasos deben ser discutidos y decididos por los propios trabajadores, con los delegados sindicales y los comités de empresa que supervisen su aplicación. Si la presencia sindical es débil o inexistente, entonces esta es la oportunidad de comenzar a organizarse y exigir el reconocimiento de los derechos sindicales.
- Los recursos necesarios para combatir la pandemia no se pueden encontrar aumentando el déficit presupuestario ni la deuda nacional, que los trabajadores pagarán con austeridad más adelante. Se debe introducir un impuesto inmediato sobre las grandes empresas. También debemos hacer un llamamiento a la nacionalización de los bancos para dirigir los recursos a donde se necesitan, proporcionando fondos a los hogares, las pequeñas empresas y los sectores afectados por el cierre.
- Las industrias que se enfrenten a la bancarrota deben nacionalizarse y ponerse bajo el control de la clase trabajadora, a fin de proteger el trabajo y los medios de vida de los trabajadores. Y la riqueza ociosa de los monopolios debe ser expropiada para financiar las medidas de emergencia requeridas.
Es tarea de los marxistas llamar la atención sobre la incapacidad de la clase capitalista para llevar a la sociedad hacia adelante. Debemos explicar pacientemente que solo la clase trabajadora, al tomar el poder en sus propias manos, puede mostrar una salida a este impasse.
Un nuevo periodo
Lo que estamos presenciando es la apertura de un nuevo período en la historia mundial. Un período de crisis: de guerras, revoluciones y contrarrevoluciones. Como una roca arrojada a un charco de agua, los efectos de esta crisis crearán olas que se extenderán a todos los rincones del mundo. Esta será la mayor dislocación de la sociedad desde la Segunda Guerra Mundial. Todos los regímenes caerán en la confusión y se destruirá el equilibrio social, económico, diplomático y militar.
Como hemos explicado muchas veces antes, la clase dominante nunca resolvió las contradicciones que llevaron a la crisis económica mundial de 2008. Simplemente volvieron a inflar la burbuja, que ahora se dispone a estallar nuevamente. Al mismo tiempo, la pandemia hará que la crisis inicial sea muy abrupta y mantenga un efecto depresivo en la economía por al menos hasta dos años. Pero cuando la pandemia termine, no habrá una vuelta a la «normalidad». La próxima década será mucho más turbulenta que la anterior.
Lo más importante para los marxistas, la conciencia de las masas pasará por cambios dramáticos. El proceso será muy similar a las situaciones de guerra. La crisis y el desempleo masivo estarán a la orden del día. Se impondrán medidas draconianas a la clase trabajadora.
En la primera etapa, la clase dominante intentará estabilizar la situación apelando a la unidad nacional. El período pasado ha erosionado la autoridad del establishment y sus políticos. Sin embargo, muchas personas aceptarán las nuevas condiciones porque pensarán que son temporales y necesarias. Muchos pensarán que el Estado está actuando en interés de la nación. Pero poco a poco, quedará claro a quién se le pide que pague y qué intereses están siendo protegidos. Se le pedirá a las masas que hagan más y más sacrificios para la clase dominante. Pero hay un límite. Una vez alcanzado esto, la aparente docilidad de hoy se transformará en furia rabiosa.
La base para la transformación de la conciencia descansará en los grandes acontecimientos del futuro. Acontecimientos que sacudirán la conciencia hasta la médula y la obligarán a reevaluar todo lo que está en pie. Todo lo que la gente común da por sentado cambiará, desde los hábitos cotidianos más pequeños hasta las normas y tradiciones nacionales. Esto obligará a las masas a salir de su inercia y pasar al escenario de la política mundial. Mientras tanto, cada parte del status quo se desintegrará y las masas se enfrentarán a la barbarie desnuda del capitalismo.
Trotsky, escribiendo sobre Gran Bretaña en 1921, explicó este proceso tal como ocurrió en la Primera Guerra Mundial:
“No debe olvidarse que la conciencia humana, tomada a la escala de la sociedad, es terriblemente conservadora y lenta. Solo los idealistas imaginan que el mundo avanza a través de la libre iniciativa del pensamiento humano. De hecho, el pensamiento de la sociedad o de una clase no da un solo paso adelante, excepto cuando hay una extrema necesidad para hacerlo. Donde es posible, las viejas ideas familiares se adaptan a los nuevos hechos. Hablamos con franqueza si decimos que las clases y los pueblos hasta ahora no han mostrado una iniciativa decisiva, excepto cuando la historia los ha azotado con su fusta poderosa. Si las cosas hubieran sido diferentes, ¿la gente habría permitido que ocurriera la guerra imperialista? Después de todo, la guerra se acercaba a los ojos de todos, como dos trenes que se precipitan el uno hacia el otro a lo largo de una sola vía. Pero los pueblos permanecieron en silencio, observaron, esperaron y continuaron viviendo sus vidas familiares, cotidianas y conservadoras. Los terribles trastornos de la guerra imperialista eran necesarios para introducir ciertos cambios en la conciencia y en la vida social. Los trabajadores de Rusia derrocaron a los Románov, expulsaron a la burguesía y tomaron el poder. En Alemania se deshicieron de los Hohenzollern, pero se detuvieron a mitad de camino… La guerra era necesaria para que estos cambios tuvieran lugar, la guerra con sus decenas de millones de muertos, heridos y mutilados… Qué prueba más clara de cómo de conservador y lento para moverse es el pensamiento humano, cuán tercamente se aferra al pasado, a todo lo que se conoce y es familiar, ancestral, hasta el siguiente latigazo».
Ya ahora, vemos las primeras etapas de este proceso. En Irán, la ira revolucionaria está en todas partes. Un tuit que explicaba la desesperación de la gente decía: “Mi tío abuelo murió hace dos días debido al coronavirus. Desde los siete años, con la muerte de su padre, y hasta los 77 años, fue un trabajador. En la crisis que se extendió por Qom, no pudo quedarse en casa porque tenía que elegir entre el pan y su vida. Este es el pensamiento más amargo en mi mente».
Sí, ese es un pensamiento muy amargo, similar a los pensamientos que pasan por las mentes de millones de personas. Miles de personas mueren por nada más que la avaricia y la incompetencia de la clase dominante. La amenaza del virus es lo único que detiene el movimiento. Pero eso es solo un factor de demora. Una vez que el polvo se asiente, las masas comenzarán a moverse nuevamente.
En Ecuador, Lenín Moreno ha introducido un paquete de austeridad para hacer frente a los efectos de la crisis. Esto casi seguramente conducirá a nuevos levantamientos solo meses después de que el gobierno fuera casi derrocado por un movimiento de masas. En toda la Península Arábiga, la Revolución Árabe solo se detuvo al aumentar el gasto social. Pero con la disminución de los precios del petróleo eso ya no es viable y la austeridad estará en el orden del día. En China, los expertos han dicho durante años que era necesario un crecimiento del PIB del 6 por ciento para evitar disturbios sociales. Bueno, esas cifras son ya cosa del pasado.
En Italia, se está desarrollando un estado de ánimo similar. En particular, entre los que están en la primera línea: médicos, enfermeras y otros trabajadores de la salud que están sobrecargados y que tienen que compensar con un sobreesfuerzo la falta de recursos que les dan las autoridades. No pueden moverse en este momento debido a la pesada carga sobre sus hombros. Pero tampoco olvidarán lo que ven. Cuando tengan la oportunidad de respirar, estas capas comenzarán a moverse hacia la ofensiva.
Los países capitalistas avanzados no se salvarán. Aquí, las masas están entrando en la crisis, no después de un período de crecimiento y prosperidad, sino después de más de 10 años de austeridad y ataques tras la crisis de 2008. La confianza en las autoridades y el establishment ya está en su punto más bajo. El acaparamiento y la falta de atención a las directivas de seguridad en algunas áreas son signos de esto. Y además, en lugar de volver a los niveles de niveles de vida anteriores a 2008, recibirán desempleo masivo y pobreza nunca antes vistos en el período de posguerra. Esto les obligará a seguir el camino de la lucha.
En el curso de la lucha, la clase trabajadora se transformará y con ella, su dirección y sus organizaciones. En este proceso, se abrirán muchas oportunidades para que los marxistas ganemos audiencia para nuestras ideas, primero entre las capas avanzadas y luego entre la masa de la clase trabajadora. Nuestras ideas son las únicas que pueden explicar los acontecimientos que tienen lugar hoy.
En todos los niveles, el desastre al que nos enfrentamos es producto del sistema capitalista. Desde la destrucción del medio ambiente que conduce a un aumento de las epidemias; a la industria farmacéutica corroída, que solo está interesada en invertir en el desarrollo de nuevos medicamentos si estos son potencialmente rentables; y hasta los sistemas de salud que han estado sujetos a años de recortes, privatizados y subcontratados hasta el punto de que no pueden hacer frente a ningún cambio repentino. Además, la clase dominante y sus lacayos en los gobiernos de todo el mundo han demostrado ser completamente incompetentes para apuntalar las defensas contra la enfermedad. En cada momento, sus vacilaciones para sacrificar cualquiera de las ganancias de los empresarios han permitido que la epidemia se extienda aún más. Bajo la guía de responder a la pandemia, intentarán cargar su costo y la crisis económica sobre los hombros de la clase trabajadora.
El medio ambiente se encuentra en un estado lamentable, un número sin precedentes de inundaciones y sequías están golpeando varias áreas del mundo, y enjambres de langostas están amenazando el sustento de decenas de millones de personas. Se desatan guerras y guerras civiles en África y Oriente Medio. Una catástrofe tras otra está golpeando nuestro planeta. Pero, todo esto no anuncia la vuelta del Mesías, como algunos podrían sospechar. Son los dolores de muerte de un sistema que se ha convertido en un obstáculo para la sociedad humana. La elección entre socialismo y barbarie no podría ser más clara. El capitalismo es horror sin fin. Pero en medio de su horror, está forjando su propio sepulturero: la clase trabajadora, que está agrupando tras de sí a los pobres y los oprimidos. Una vez que los trabajadores comienzan a moverse, ninguna fuerza en el planeta podrá detenerlos.