El pueblo palestino fue expulsado de su patria a la fuerza por las milicias armadas sionistas en 1948, en un acontecimiento que permanece en su memoria histórica colectiva como la Nakba, la Catástrofe. El proyecto sionista siempre había previsto tal desarrollo, y todos los auténticos comunistas revolucionarios se habían opuesto sistemáticamente a la ideología sionista. ¿Por qué entonces Stalin abandonó la posición de un Estado para ambos pueblos, palestino y judío, y se declaró partidario de la partición en 1947, y de la posterior creación de un Estado judío separado?
Lenin se oponía a la ideología reaccionaria del sionismo, cuyo objetivo era la creación de un Estado judío en la Palestina histórica a expensas de los pueblos que vivían allí. Entendía que la creación de tal estado sólo podría llevarse a cabo expulsando a un gran número de palestinos de su patria. En el Segundo Congreso de la Internacional Comunista en 1920, la Tesis sobre la Cuestión Nacional y Colonial, redactadas por Lenin, afirmaba:
Como un ejemplo flagrante de los engaños practicados con la clase trabajadora en los países sometidos por los esfuerzos combinados del imperialismo de los Aliados y de la burguesía de tal o cual nación, podemos citar el asunto de los sionistas en Palestina, país en el que so pretexto de crear un estado judío, allí donde los judíos son una minoría insignificante, el sionismo ha entregado a la población autóctona de los trabajadores árabes a la explotación de Inglaterra.
Hay que preguntarse, por tanto, ¿por qué Stalin adoptó una posición diametralmente opuesta a la de Lenin? De hecho, Stalin desempeñó un papel clave para conseguir que la infame resolución de la ONU de 1947 de partición de Palestina se aprobara con la mayoría necesaria, dos tercios en la Asamblea de la ONU.
Los actuales partidarios de Stalin prefieren que enterremos y olvidemos estos hechos. Les gustaría mantener el mito de que ellos, los estalinistas, siempre se han opuesto al sionismo. Otros han intentado encontrar justificaciones para la traición de Stalin a los principios básicos que se establecieron durante los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista.
Desgraciadamente para ellos, los hechos históricos son difíciles de borrar, y la verdad es concreta. Ningún argumento retorcido puede justificar de ninguna manera lo que hizo Stalin. Veamos cómo y por qué se produjo este completo abandono de la posición de Lenin, y también cómo este acontecimiento clave afectó a los Partidos Comunistas, particularmente en Oriente Medio.
En los años previos, la posición oficial soviética había sido en oposición a la creación de un Estado judío en Palestina. El gobierno soviético siguió defendiendo la idea de un Estado para dos pueblos y los Partidos Comunistas de Oriente Medio, y de todo el mundo, hicieron campaña públicamente contra el proyecto sionista.
Dicho esto, en más de una ocasión diplomáticos soviéticos de alto rango durante e inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial participaron en encuentros con notables figuras sionistas en los que expresaron su apoyo, o al menos su simpatía, por la creación de un Estado judío en Palestina. Era evidente que tras bastidores la política del gobierno soviético estaba cambiando.
Los archivos muestran que ya en 1940, poco después del pacto Hitler-Stalin de 1939 en el que Polonia se dividió entre Alemania y la Unión Soviética, algo se estaba moviendo en este frente. Como había una gran población judía en Polonia, un número significativo de judíos polacos estaban ahora bajo dominio soviético. Los dirigentes sionistas vieron en ello una oportunidad para aumentar la migración de judíos a Palestina.
En Moscow’s Surprise: The Soviet-Israeli Alliance of 1947-1949 (La sorpresa de Moscú: la alianza soviético-israelí de 1947-1949), Laurent Rucker proporciona interesantes detalles sobre los contactos entre diplomáticos soviéticos e importantes figuras de la dirección sionista. La fuente de los detalles de este encuentro procede de «Sovetsko-Izrail’skie otnoshenia. Sbornik Dokumentov 1941-1953 (SIO) (Moskva: Mezhdunarodnye Otnoshenia, 2000), vol. 1, pp. 15-17», documentos oficiales sobre las relaciones soviético-israelíes.
Una reunión que tuvo lugar en enero de 1941 entre Chaim Weizmann, presidente de la Organización Sionista Mundial, e Ivan Maisky, embajador soviético en el Reino Unido, fue muy reveladora. Según Rucker:
…Weizmann sacó a colación el futuro de Palestina. Maisky afirmó que tendría que haber un intercambio de poblaciones en Palestina para asentar a los judíos de Europa. Weizmann respondió que si medio millón de árabes podían ser transferidos, dos millones de judíos podrían ocupar su lugar. Maisky no pareció escandalizarse por esta idea. [Énfasis mío]
Rucker continúa:
El catastrófico cambio en la posición de la Unión Soviética tras la invasión alemana de la URSS sólo cinco meses después ofreció a los sionistas la oportunidad de ampliar sus primeros contactos. Comenzaron a perseguir con más fuerza dos objetivos principales: (1) llegar a un acuerdo con Moscú que permitiera a los judíos polacos de la Unión Soviética emigrar a Palestina, y (2) convencer a los dirigentes bolcheviques antisionistas de que la creación de un Estado judío en Palestina no sería contraria a sus intereses.
A esto continuó en una reunión en Londres en octubre de 1941, entre Maisky y David Ben-Gurion -entonces presidente de la Agencia Judía, y más tarde fundador de la Fuerza de Defensa de Israelí y primer primer ministro de Israel. En 1943, Maisky se reunió de nuevo con Weizmann, asegurándole que el gobierno soviético comprendía los objetivos de los sionistas y «sin duda los apoyaría» (Rucker). Maisky incluso visitó Palestina y se reunió con Ben-Gurion, y parece que quedó muy impresionado con lo que los sionistas estaban construyendo allí.
Como vemos, Moscú ya estaba considerando la posibilidad de apoyar la creación de un Estado judío en Palestina, lo que necesariamente incluiría la expulsión de medio millón de palestinos de su tierra natal, aunque esto no se hizo público. La posición oficial seguía siendo la oposición a un Estado exclusivamente judío y el apoyo a un Estado único binacional.
En 1943, Stalin había disuelto la Internacional Comunista, ya que no le servía para nada, pues hacía tiempo que había abandonado la perspectiva de la revolución mundial. También fue un gesto para complacer a sus entonces aliados en Occidente, Churchill y Roosevelt, en medio de la Segunda Guerra Mundial.
El régimen de Stalin se comportó de la misma manera en la cuestión de Palestina, y la política exterior soviética se llevó a cabo totalmente a espaldas de los Partidos Comunistas nacionales. De este modo, los encuentros entre diplomáticos soviéticos y figuras clave del movimiento sionista eran completamente desconocidos tanto para las filas como para las direcciones de estos partidos.
El discurso de Gromyko en la ONU en 1947
Palestina estaba entonces bajo mandato británico. Pero Gran Bretaña estaba declinando como potencia y se enfrentaba a la pérdida de su imperio. Ya no podía mantener su presencia en Palestina y, de hecho, era vista como un enemigo por los sionistas locales, cuyo objetivo de crear un Estado judío entraba en conflicto con los intereses del imperialismo británico de la época.
Gran Bretaña, en varias ocasiones, hizo ruidos que podrían haber sido interpretados como una promesa de Palestina tanto a los árabes como a los judíos. Esto estaba en consonancia con su método comprobado de «divide y vencerás». De hecho, el imperialismo británico se opuso a la creación de un Estado judío independiente. No lo hacía por amor a los palestinos. Su principal preocupación era establecer relaciones amistosas con los regímenes árabes de la región, ricos en petróleo. Pero al final de la Segunda Guerra Mundial, el poder para decidir el destino de Palestina recaía en Washington -ayudado por Moscú- y no en Londres.
Eso explica por qué, en febrero de 1947, el gobierno británico decidió renunciar a su mandato y ceder la tarea de establecer el futuro estatus del territorio a las recién creadas Naciones Unidas.
En este contexto, Andrei Gromyko, representante de la Unión Soviética en las Naciones Unidas, pronunció un importante discurso ante la Asamblea General de la ONU el 14 de mayo de 1947. Su contenido conmocionó a millones de comunistas adheridos a los Partidos Comunistas oficiales de todo el mundo. Sin embargo, fue particularmente chocante para las bases de estos partidos en el mundo árabe.
Se trataba de un discurso sobre la creación de un comité especial de la ONU sobre Palestina. Gromyko habló largo y tendido, destacando la difícil situación a la que se enfrentaba un gran número de judíos desplazados en Europa al final de la Segunda Guerra Mundial. Estaba preparando claramente el terreno para lo que vendría más tarde ese mismo año.
En el discurso, Gromyko afirmó:
El hecho de que ningún Estado europeo occidental haya sido capaz de garantizar la defensa de los derechos elementales del pueblo judío, y de salvaguardarlo contra la violencia de los verdugos fascistas, explica las aspiraciones de los judíos a establecer su propio Estado. Sería injusto no tenerlo en cuenta y negar el derecho del pueblo judío a realizar esta aspiración. Sería injustificable negar este derecho al pueblo judío, especialmente en vista de todo lo que ha sufrido durante la Segunda Guerra Mundial. [Énfasis mío]
A continuación, enumeró cuatro posibles soluciones diferentes a la cuestión:
1. El establecimiento de un único Estado árabe-judío, con igualdad de derechos para árabes y judíos;
2. La partición de Palestina en dos Estados independientes, uno árabe y otro judío;
3. El establecimiento de un Estado árabe en Palestina, sin tener debidamente en cuenta los derechos de la población judía;
4. El establecimiento de un Estado judío en Palestina, sin la debida consideración de los derechos de la población árabe. [Énfasis mío]
En sus observaciones finales, afirmó que «un Estado árabe-judío independiente, dual, democrático y homogéneo» sería la única forma de garantizar los derechos tanto de la población judía como de la palestina. Sin embargo, añadió a continuación que en caso de que esto resultara imposible de aplicar, habría que considerar «la partición de Palestina en dos Estados autónomos independientes, uno judío y otro árabe».
La historia posterior demuestra que el discurso estaba, de hecho, preparando el terreno para que la Unión Soviética respaldara plenamente el proyecto sionista de expulsar a cientos de miles de palestinos de su tierra natal y la creación de Israel – de hecho, llevando a cabo lo que Maisky había discutido con destacados sionistas sólo unos años antes. Pero lo más importante es que las palabras coinciden con los hechos. Entre 1947 y 1949, la Unión Soviética proporcionó pleno apoyo a los sionistas, política y militarmente, e incluso facilitando una mayor migración de judíos de Europa del Este a Israel.
Un miembro de la delegación soviética en la ONU, S. Tsarapkin, pronunció un discurso en la ONU el 13 de octubre de 1947, en el que fue más lejos que Gromyko, declarando públicamente el apoyo de la Unión Soviética a la partición de Palestina. Como afirma Rucker, «la URSS se estaba convirtiendo en un ardiente partidario de la causa sionista».
La URSS vota a favor de la creación de Israel
Al mes siguiente, el 29 de noviembre de 1947, la URSS votó a favor de la partición de Palestina. La Resolución 181 fue aprobada en la Asamblea General de la ONU con 33 votos a favor, 13 en contra y 10 abstenciones. Los sionistas no podrían haber pedido más a Stalin.
Hay que recordar aquí que para que una resolución de la ONU fuera legalmente vinculante, se requería una mayoría de dos tercios en la Asamblea. Stalin controlaba Bielorrusia, Ucrania, Polonia y Checoslovaquia, así como la URSS, todos ellos miembros de la ONU con derecho a voto en aquel momento, y todos ellos votaron a favor de la partición. Si estos cinco países hubieran votado en contra de la partición, la votación habría sido de 28 a favor, 18 en contra y 10 abstenciones. Por lo tanto, la resolución habría fracasado. Este hecho es ineludible.
Lo que ocurrió después es bien conocido. Los países árabes se negaron a reconocer la resolución de la ONU; las fuerzas armadas sionistas llenaron el vacío lanzando una campaña de terror contra los palestinos, destinada a expulsarlos y establecer Israel, y estalló la guerra contra el naciente Estado judío. En el proceso, 700.000 palestinos fueron objeto de una «limpieza étnica», por utilizar un término aséptico para referirse a la expulsión brutal y sangrienta de todo un pueblo de su tierra natal. La actual embestida genocida de Israel contra Gaza hunde sus raíces en aquellos trágicos acontecimientos.
La Unión Soviética no sólo ayudó a los sionistas votando a favor de la resolución de la ONU. También proporcionó armas, aunque indirectamente a través de uno de sus satélites. En 1948, Stalin permitió a Checoslovaquia enviar armas pesadas al recién formado ejército israelí. Desde finales de 1947 hasta 1948, los sionistas y la Agencia Judía de Palestina compraron armas a Checoslovaquia por valor de 22 millones de dólares. Esto equivaldría a un cuarto de billón de dólares en dinero actual. Al mismo tiempo, la URSS impidió que el gobierno checoslovaco siguiera adelante con los planes de venta de armas a los árabes.
Muchos años después, en 1968, refiriéndose a la ayuda prestada por la URSS y Checoslovaquia, Ben-Gurion admitió: «Salvaron al país; no tengo ninguna duda de ello. El acuerdo de armas checo fue la mayor ayuda que tuvimos entonces, nos salvó y sin él dudo mucho que hubiéramos podido sobrevivir el primer mes.» (Uri Bialer, Between East and West: Israel’s Foreign Policy Orientation, 1948-1956, Cambridge University Press, 1990).
La Unión Soviética también ayudó facilitando la emigración de judíos de Europa del Este antes de 1948, con un número significativo procedentes de Polonia, Hungría, Rumanía, Bulgaria y Checoslovaquia. Los lazos forjados con los sionistas eran tan fuertes que la URSS fue el primer país en reconocer legalmente el Estado de Israel después de que Ben-Gurion proclamara el nuevo Estado en mayo de 1948. En un telegrama enviado el 17 de mayo de 1948 a Shertok, ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno Provisional de Israel, Molotov (ministro de Asuntos Exteriores soviético y aliado más cercano de Stalin) escribió:
Esto es para informarle de que el Gobierno de la URSS ha decidido extender el reconocimiento oficial al Estado de Israel y a su Gobierno Provisional. El Gobierno soviético cree que la creación por el pueblo judío de su Estado soberano servirá a la causa del fortalecimiento de la paz y la seguridad en Palestina y Oriente Medio y expresa su confianza en que las relaciones amistosas entre la URSS y el Estado de Israel se desarrollarán con éxito. [Énfasis mío]
«Paz y seguridad» fue lo último que garantizó la creación de Israel. Pero el cinismo de Stalin fue aún más lejos, en diciembre de 1948 cuando se presentó ante la ONU la Resolución 194-III. La resolución planteaba el derecho de los refugiados palestinos a regresar a sus hogares o recibir una compensación por las pérdidas o daños sufridos por sus propiedades. La Unión Soviética y sus satélites de Europa del Este votaron en contra, mientras que los imperialistas estadounidenses y británicos votaron a favor.
Por supuesto, ninguna de las potencias que votaron a favor de la resolución hizo nada concreto para aplicarla. Cuando finalmente se permitió a Israel convertirse en miembro de la ONU en 1949, una de las condiciones era que debía aceptar aplicar la Resolución 194. Uno de los representantes de Israel aceptó verbalmente, tras lo cual siguieron ignorando la resolución, argumentando que las personas que habían huido y abandonado sus propiedades no tenían derecho a indemnización, y aplicaron en 1950 la infame Ley de Propiedad de Ausentes, en violación directa de la resolución de la ONU, para expropiar las viviendas de todos los palestinos desplazados. La Unión Soviética estaba tan atada a su posición prosionista que se negó incluso a apoyar los derechos de los refugiados palestinos que habían sido brutalmente expulsados de su patria.
Por qué Stalin apoyó la partición
Lo que hemos enumerado anteriormente son los hechos. Pero lo que tenemos que preguntarnos es: ¿por qué Stalin adoptó esa política? Sólo podemos empezar a responder a esta pregunta si comprendemos que Stalin no se guiaba por los intereses de la clase obrera mundial. Sus decisiones no estaban determinadas por una perspectiva revolucionaria para el derrocamiento del sistema capitalista. Sus acciones no estaban determinadas por lo que era mejor para promover la revolución socialista a nivel mundial. Sus intereses eran mucho más estrechos que eso.
Su pensamiento estaba determinado por los intereses nacionales de la burocracia que había usurpado el poder a la clase obrera en la Unión Soviética y representaba la columna vertebral del régimen de Stalin. Este proceso de degeneración de la revolución -debido a su aislamiento en un único país subdesarrollado- fue muy bien esbozado por Trotsky en su texto clásico, La revolución traicionada.
Esto explica cómo la Unión Soviética dirigida por los estalinistas pudo alinearse tanto con el imperialismo estadounidense como con los sionistas en 1947. Estados Unidos, por su parte, tenía interés en permitir el surgimiento de un Estado judío de Israel, ya que lo veía como una forma de expulsar a los británicos de Oriente Medio, sustituyéndolos como potencia dominante en esta importante región rica en petróleo. Stalin también veía a los judíos de Palestina como una palanca útil para debilitar al imperialismo británico, al tiempo que esperaba establecer un punto de apoyo para la URSS en el Mediterráneo.
Stalin es presentado por sus partidarios como un gran estratega, y aquellos en el movimiento comunista que tratan de justificar su política en Palestina en ese momento, lo hacen tratando de demostrar que había algún tipo de plan inteligente detrás de todo esto. Pero la verdad es que como no tenía ninguna perspectiva de una transformación socialista de Oriente Medio, lo mejor que se le ocurrió fue la perspectiva de un Estado judío en Israel amigo de los soviéticos, es decir, un Israel capitalista con relaciones amistosas con la URSS.
No había nada inteligente en todo esto. En un ensayo publicado en Diplomatic History en 1989, titulado, Intelligence, Espionage, and Cold War Origins (Inteligencia, Espionaje y los orígenes de la Guerra Fría), John Lewis Gaddis explica que:
Lo que a menudo se olvida de Stalin es que quería, a su manera, seguir siendo ‘amigo’ de estadounidenses y británicos: su objetivo era garantizar la seguridad de su régimen y del Estado que gobernaba, no provocar la tan esperada revolución proletaria internacional; esperaba conseguirlo por medios distintos de la guerra, y preferiblemente con la cooperación occidental. [Énfasis mío]
Gaddis es considerado un experto en la historia de la Guerra Fría y escribe desde el punto de vista de los intereses del imperialismo estadounidense. Su valoración de Stalin confirma nuestra comprensión de lo que movía al hombre. Desde que adoptó la teoría del “socialismo en un solo país” poco después de la muerte de Lenin en 1924, su pensamiento representaba los intereses de la burocracia conservadora y no los de la clase obrera mundial. La burocracia estaba formada por muchos elementos no comunistas, muchas personas que se habían afiliado al partido como medio de promover sus propias carreras. Habían adquirido privilegios materiales en el proceso y deseaban una vida tranquila en la que poder disfrutar de esos privilegios. Lo último que les preocupaba era la revolución mundial.
La teoría del «socialismo en un solo país» también resonaba con una creciente perspectiva nacionalista de la gran burocracia rusa. Veían la Unión Soviética y su economía planificada no como un puesto avanzado de la revolución proletaria mundial, sino como el medio de mantener sus propios intereses materiales como casta. Identificaban los «intereses nacionales» de Rusia en estrechos términos nacionalistas con sus propios intereses, en lugar de con la lucha por una nueva sociedad socialista mundial, a la que habían aspirado los bolcheviques bajo Lenin. Y la política de la Unión Soviética en Oriente Medio estaba determinada por estos intereses.
Inicialmente, Stalin creía que se podía alcanzar y mantener un acuerdo entre las Grandes Potencias, en virtud del cual cada una tendría su esfera de influencia y cada una respetaría los intereses de las demás. En este contexto, creía que Israel podría convertirse en aliado de la Unión Soviética. ¡Ahí va la política «inteligente» por parte de Stalin! En muy poco tiempo, quedó meridianamente claro que Israel se estaba convirtiendo en un aliado clave del imperialismo estadounidense en la región.
Muchos de los fundadores de Israel se vistieron con ropajes «socialistas», siendo Ben-Gurion un ejemplo destacado. En los primeros días de la creación de Israel, el Estado, e incluso la federación sindical Histadrut, vinculada al Estado, desempeñaron un papel clave en el desarrollo de su economía, alimentando la consolidación de una clase capitalista israelí, inicialmente débil. Todo esto se utilizó para difundir el mito de que Israel era una especie de «experimento socialista». Entre los judíos de Europa del Este había una fuerte tradición socialista y muchos de los emigrantes judíos que llegaron a Israel procedían de ese entorno. Los kibutzim -asentamientos establecidos en torno a granjas colectivas- se presentaron como ejemplos de organización socialista. En su apogeo, representaban un porcentaje significativo de la producción agrícola e incluso industrial, con cientos de fábricas kibutz.
La idea de que Israel podría ser un «experimento socialista» ignora el hecho de que los kibutzim eran a menudo puestos avanzados armados de Israel, y desempeñaron un papel importante en la colonización de la tierra que antes había pertenecido a los palestinos. Como algunos lo han descrito, era un «socialismo sólo para los judíos, no para los árabes».
No se puede construir el socialismo de esta manera. El socialismo o surge de un movimiento unido de toda la clase obrera -en este caso, tanto judía como palestina- o resultará ser un mero encubrimiento y ayuda a la opresión de un sector de la sociedad por otro, en beneficio último de la clase capitalista. Lo que se estaba construyendo era capitalismo, y precisamente por su aislamiento y su naturaleza opresiva, pronto se convirtió en un puesto avanzado atrincherado del imperialismo en Oriente Medio. Eso explica también por qué el país imperialista más poderoso del planeta no tenía ningún problema con este tipo de «socialismo».
Los efectos perjudiciales para los partidos comunistas de Oriente Medio
Como era de esperar, la decisión de Stalin de apoyar la partición de Palestina y la creación de Israel tuvo un efecto devastador en los Partidos Comunistas de la región. Como explicó Mohammed Shafi Agwani, profesor indio, en su libro Communism in the Arab East (Comunismo en el este árabe, Londres, 1969)
La precipitada decisión de la Unión Soviética de respaldar la partición, por tanto, tuvo un efecto aturdidor en los comunistas palestinos (…) el drástico cambio en la actitud soviética -de denunciar el sionismo como una ‘conspiración imperialista’ a conceder su reivindicación básica- supuso una fuerte sacudida no sólo para los comunistas palestinos sino para todos los árabes. (…)
Cualquiera que fuera la razón del salto mortal soviético, no era tarea fácil, ni siquiera para los más ingeniosos de entre los comunistas, sostenerlo ideológicamente. Pero una vez que la Unión Soviética expuso su posición en términos inequívocos, los comunistas no tuvieron más remedio que hacer ajustes.
La degeneración burocrática estalinista de la Unión Soviética -un proceso que había comenzado a mediados y finales de los años 20, y que se consolidó en los años 30 con las Purgas Estalinistas- también condujo a la transformación de la propia Internacional Comunista, que pasó de ser una auténtica organización de la revolución mundial a estar totalmente controlada por el gobierno soviético. Éste dictó su línea, con todos sus inexplicables zigzags, determinada por las necesidades momentáneas de la burocracia en la URSS.
Esto significó que toda la democracia interna original de la Internacional Comunista del periodo de los cuatro primeros congresos fue aplastada. Ya no se toleraba la disidencia. Se estableció una línea, y simplemente había que obedecerla y aplicarla. Así, una vez que la Unión Soviética votó a favor de la partición de Palestina, los Partidos Comunistas de la región tuvieron que defender la nueva posición de la URSS. Pero como explicó Agwami:
…los comunistas árabes tuvieron inmensas dificultades para explicar a sus seguidores las razones subyacentes a la postura soviética. (…) Los comunistas salieron de este acto final de la tragedia palestina gravemente magullados y maltrechos, tanto moral como políticamente. Había una aguda confusión en las filas comunistas.
Esto condujo a una situación trágica, en la que los comunistas judíos y palestinos acabaron en bandos opuestos de la guerra que siguió a la formación de Israel, con los primeros apoyando de hecho la «guerra defensiva» de Israel. En Irak, los comunistas locales, que apoyaban lealmente la posición de Stalin, organizaron manifestaciones de apoyo a la resolución de partición de la ONU, ¡y llamaron a la cooperación con las «fuerzas democráticas» de Israel! Por otra parte, los comunistas árabes que tuvieron el valor de oponerse a la línea de Stalin se unieron a la guerra contra Israel. Así, los comunistas acabaron en lados opuestos de las barricadas unos de otros, en un verdadero conflicto armado.
A principios de 1944, poco después de la disolución oficial de la Internacional Comunista en 1943, el Partido Comunista Palestino se escindió siguiendo líneas étnicas, y los palestinos se separaron para formar la «Liga Árabe para la Liberación Nacional» (LNL).
La LNL se oponía a la partición de Palestina, pero estaba a favor de conceder la ciudadanía palestina a los judíos que habían emigrado al país. Emil Tuma, de la LNL, escribió a Moscú poco después de que Gromyko pronunciara su infame discurso en mayo de 1947, criticando la postura de apoyar posiblemente la partición
Explicó que:
…el discurso despertó sospechas y desconfianza en el mundo árabe entre las amplias masas árabes, y los reaccionarios árabes consiguieron arrojar dudas sobre la actitud de la Unión Soviética hacia el problema de Palestina, que se considera parte integrante del problema árabe en Oriente Medio. (…)
La declaración de Gromyko ha suscitado grandes especulaciones entre los comunistas. Ha sido mal recibida por las masas árabes y una aclaración daría esperanzas no sólo a los comunistas sino a todo el pueblo árabe de Oriente Medio. El potencial revolucionario de los países árabes no puede ignorarse en la actual situación internacional.
Tuma también criticó a Gromyko por haber «…ignorado completamente al pueblo árabe de Palestina, sus aspiraciones, su movimiento nacional antiimperialista y sus asociaciones y lazos tradicionales con el pueblo árabe de Oriente Medio».
Sin embargo, la principal crítica de Tuma al discurso de Gromyko iba dirigida contra su abierto apoyo a la causa sionista. Explicó que:
Siempre hemos luchado contra la concepción sionista y hemos considerado el sionismo como una empresa imperialista dirigida por el imperialismo británico para crear un caballo de Troya en Oriente Próximo. En consecuencia, siempre hemos desacreditado las reivindicaciones históricas del sionismo por reaccionarias y no hemos aceptado las raíces históricas de los judíos como realistas. (…)
Con su declaración, el camarada Gromyko ha reforzado la ideología sionista y el control sionista sobre las masas judías. Tal fortalecimiento ayudará al imperialismo a seguir utilizando a las masas judías como instrumentos en su oposición a los movimientos de liberación en el Oriente Medio árabe. (La sorpresa de Moscú: la alianza soviético-israelí de 1947-1949)
Una vez llevada a cabo la partición, la LNL hizo campaña a favor de la creación de un Estado palestino de acuerdo con la resolución de partición aprobada por la Asamblea General de la ONU en noviembre de 1947.
Sin embargo, esto nunca se consiguió, ya que el resultado de la guerra de 1949 significó que lo que hoy se conoce como Cisjordania se anexionó a Jordania, mientras que Gaza quedó bajo administración egipcia. Estos territorios serían posteriormente ocupados por Israel en 1967, y así han permanecido desde entonces. Vemos aquí cómo incluso los «dos Estados independientes» de Gromyko significaban en realidad un poderoso Estado judío y la negación de cualquier tipo de estatalidad para los palestinos. Fue, de hecho, su cuarta opción -un Estado judío sin tener en cuenta los derechos de los palestinos- la que se convirtió en realidad. Fue una traición al pueblo palestino en todos los sentidos de la palabra.
Debemos decirlo claramente aquí: El apoyo de Stalin a la creación de Israel creó una situación desastrosa para los comunistas de Palestina y para los Partidos Comunistas de todo el mundo árabe. Resultó ser un enorme revés para las ideas del comunismo en toda la región.
Y no fue sólo un revés ideológico. Se produjeron ataques físicos contra oficinas comunistas en lugares como Alepo y Damasco, y las misiones diplomáticas soviéticas también fueron blanco de ataques. En Líbano y Siria, las autoridades aprovecharon el estado de ánimo general para prohibir legalmente las organizaciones comunistas.
Todo esto debilitó a los Partidos Comunistas, no sólo en términos de su autoridad política y moral, sino también en términos de su fuerza real sobre el terreno. Entre agosto de 1947 y junio de 1949, el número de miembros del Partido Comunista Libanés descendió de 12.000 a 3.500, mientras que en Siria la afiliación se redujo de 8.400 miembros a 4.500. Así, sus fuerzas se redujeron entre dos tercios y la mitad.
En Irak, la primera mitad de 1948 fue testigo de una oleada revolucionaria, dirigida por el Partido Comunista Iraquí. La declaración del Estado de Israel y su reconocimiento por la URSS en mayo fue aprovechada por las autoridades para declarar la ley marcial, aplastar el movimiento, aislar políticamente al Partido Comunista Iraquí, cuyos dirigentes fueron detenidos, condenados a muerte y ejecutados en febrero de 1949. Este es el trágico balance de la «inteligente estrategia» de Stalin.
El impacto de la política de Stalin duró años en la región. Pero también afectó a los Partidos Comunistas de muchos otros países. En todas partes, los comunistas habían mantenido una política de oposición a la partición de Palestina, pero cuando la URSS votó a favor de la partición a finales de 1947, se sembró la confusión entre sus filas.
El giro sin principios de los partidos comunistas en Occidente
Al describir el efecto que tuvo en Estados Unidos, Dorothy Zellner -hija de padres que «eran inmigrantes judíos laicos, no sionistas y seguidores de toda la vida de la Unión Soviética»- escribió en Jewish Currents en 2021: «La izquierda comunista estadounidense se quedó boquiabierta». Describe cómo se produjo una confusión generalizada entre los comunistas estadounidenses de la época.
Por poner otro caso, el Partido Comunista Italiano (PCI) apoyó abiertamente la partición de Palestina por parte de la ONU. Irónicamente, el gobierno democristiano presidido entonces por Alcide de Gasperi mantuvo una postura ambigua sobre reconocer oficialmente el Estado de Israel, no queriendo dañar las relaciones con los regímenes árabes. Al igual que en Gran Bretaña, la clase dirigente italiana estaba preocupada principalmente por el suministro de petróleo, esencial para sus propios intereses económicos tras la Segunda Guerra Mundial. También intentaba por todos los medios conservar las colonias que tenía antes de la Segunda Guerra Mundial y, para ello, esperaba contar con el apoyo árabe en las Naciones Unidas. Por este motivo, el gobierno italiano no reconoció oficialmente el Estado de Israel hasta febrero de 1949.
El PCI, por su parte, prestó pleno apoyo a Israel, en total consonancia con la postura adoptada por la Unión Soviética. Un estudio de su órgano, L’Unità en los años 1946-48 es muy revelador. Presentaba a los sionistas como luchadores antiimperialistas por la independencia nacional contra el imperialismo británico. En un número, el 29 de mayo de 1948, una declaración sin firma -aunque muy probablemente redactada por el entonces director del periódico, Pietro Ingrao- se refiere a «La heroica resistencia de los judíos» («L’eroica resistenza degli ebrei»), cuando lo que en realidad estaba teniendo lugar era la limpieza étnica de los palestinos mediante el terror sionista a gran escala.
En un editorial de L’Unità, el 29 de mayo de 1948, Pietro Ingrao arremetió contra el gobierno italiano por no reconocer el recién creado Estado de Israel. Sólo dos días antes, el 27 de mayo, se publicó una declaración oficial de la dirección del partido en la que se pedía el reconocimiento inmediato de Israel como «una manifestación de justicia internacional y un signo de solidaridad con un pueblo que defiende heroicamente su existencia, amenazada ayer por los hitlerianos y hoy por los dirigentes de las democracias occidentales».
En Gran Bretaña, antes de 1947, el Partido Comunista había defendido un Estado único en Palestina, con igualdad de derechos para los diferentes grupos étnicos, que vivieran uno al lado del otro, como parte de una federación árabe. Pero una vez que el gobierno soviético se pronunció a favor de la partición, el partido cambió en consecuencia.
En 1948, el órgano del Partido Comunista en Gran Bretaña, el Daily Worker, apoyó la creación de un Estado judío. Pidió la aplicación de la resolución de la ONU sobre la partición de Palestina. En mayo de 1948, vio en la creación de Israel «un gran paso hacia el cumplimiento de la autodeterminación de los pueblos de Palestina» y «un gran signo de los tiempos». (Daily Worker, 15 de mayo de 1948) Y declararon que las milicias judías armadas en Palestina que luchaban contra las fuerzas británicas como una lucha antiimperialista, afirmando que «los días del imperialismo están contados». (Daily Worker, 22 de mayo de 1948)
Cuando finalmente se creó Israel, dijeron que debía ser defendido por todas las «fuerzas progresistas». Y cuando los países árabes atacaron Israel mientras se establecía, ¡el Daily Worker lo denunció como agresión imperialista! William Gallacher, diputado del Partido Comunista en West Fife, pidió el reconocimiento de Israel y recomendó el fin inmediato de la ayuda militar a los árabes.
Todo esto cambió una vez que la posición de la Unión Soviética volvió a cambiar. Unos años más tarde, encontramos a los dirigentes del PCI describiendo a Israel como una cabeza de puente del imperialismo occidental en el mundo árabe, y el Partido Comunista británico descubrió de repente que Israel siempre había sido una herramienta del imperialismo estadounidense.
Todo esto estaba en consonancia con la política soviética, que a principios de la década de 1950 dio otro giro de 180 grados, convirtiéndose ahora en antisionista. Y en febrero de 1953, se rompieron las relaciones diplomáticas entre la Unión Soviética e Israel, tras el estallido del infame «complot de los médicos», una campaña antisemita que se lanzó en la Unión Soviética, cuando un grupo de médicos, en su mayoría judíos, fueron acusados de conspirar para asesinar a dirigentes soviéticos.
Como podemos ver, ¡los «principios» de Stalin eran extremadamente flexibles en estas cuestiones! Los «principios» de los dirigentes de los Partidos Comunistas de todo el mundo eran igualmente flexibles, limitándose a «decir y hacer lo que Stalin te diga que hagas», aunque podía resultar difícil actuar con rapidez sin previo aviso. Si Stalin apoyaba la creación de Israel, simplemente se alineaban. Y cuando giró completamente en la dirección opuesta, una vez más saltaron en consecuencia.
¡Volvamos a Lenin!
Estos no son los métodos de Lenin, no son los métodos de la Internacional Comunista en sus primeros cuatro congresos, cuando Trotsky la describió como «una escuela de estrategia revolucionaria». Son los métodos de una burocracia que había renunciado a la perspectiva de la revolución mundial y sólo buscaba sus propios y estrechos intereses nacionales. Pero al hacerlo, debilitaron a los Partidos Comunistas durante décadas y mancharon la bandera del comunismo a los ojos de las masas trabajadoras de esta región y de todo el mundo.
Esto explica, en parte, cómo el nacionalismo radical árabe pudo dominar los movimientos revolucionarios que estallaron tras la Segunda Guerra Mundial en muchos países de la región. También explica en parte el surgimiento de fenómenos como el «socialismo Baazista», etc.
A medida que las masas árabes se radicalizaban a través de sus luchas contra el imperialismo, esto se reflejó en una serie de países, como Irak, Egipto y Siria, en un apoyo de masas, ahora activo, ahora pasivo, a las medidas revolucionarias antiimperialistas adoptadas por una capa de la intelectualidad radical, e incluso una capa de oficiales del ejército, que expresaban estas ideas nacionalistas de «izquierda».
La idea de la planificación económica centralizada, de la propiedad estatal de los medios de producción, ejercía una atracción sobre algunos de los elementos más radicales entre estas capas pequeñoburguesas. Vieron cómo la economía planificada de la Unión Soviética, a pesar de sus deformaciones burocráticas, le había permitido desarrollarse hasta convertirse en una potencia industrializada moderna. Hay que añadir que también les atraía el hecho de que en la URSS estuviera en el poder una burocracia privilegiada.
Pero, irónicamente, mientras todo esto ocurría, en muchos países -como Egipto y Siria, por ejemplo- los comunistas locales eran duramente reprimidos.
Si la Unión Soviética y los partidos comunistas de Oriente Medio hubieran mantenido una postura firme en defensa de la idea de un Estado para dos pueblos, si no hubieran traicionado la causa del pueblo palestino, estos partidos podrían haber desempeñado un papel clave en la región, asumiendo la dirección de las masas trabajadoras y de la juventud.
Este trágico episodio de la historia demuestra que las ideas que defiende un partido, su forma de actuar y las posiciones que adopta en cuestiones clave, pueden fortalecerlo o debilitarlo. Puede significar literalmente la diferencia entre construir o destruir las fuerzas del partido. La política de Stalin en el período 1947-49 en Oriente Medio debilitó masivamente a los partidos comunistas y, por tanto, preparó el terreno para las derrotas de los movimientos revolucionarios y el ascenso de la reacción.
En ese período de la historia, sin embargo, hubo otros comunistas de otro tipo -diríamos verdaderos comunistas- que, a pesar de la brutal represión estalinista, siguieron adhiriéndose a los métodos e ideas de Lenin. Eran los seguidores de León Trotski. En Gran Bretaña se organizaron en el Partido Comunista Revolucionario. En su periódico, Socialist Appeal, adoptaron una posición de principios. En Una bandera limpia Los trotskistas británicos se opusieron a la partición de Palestina en 1948, publicamos dos artículos de Socialist Appeal de noviembre y diciembre de 1947, justo después de que la ONU adoptara la resolución sobre la partición. Los artículos advertían contra las consecuencias de la partición y concluían:
La partición de Palestina es reaccionaria desde todos los puntos de vista: ni los judíos ni las masas árabes tienen nada que ganar con ella. Enfrenta a judíos y árabes, desvía la lucha contra el imperialismo hacia una lucha entre aquellos cuyo interés común es luchar contra el imperialismo. Hace el juego a los terratenientes y capitalistas árabes desviando la atención de los campesinos y obreros árabes de sus explotadores. La única solución al problema de Palestina y Oriente Medio es la anulación de los planes imperialistas de partición, la retirada inmediata y completa de todas las tropas de Palestina y Oriente Medio. No puede haber verdadera independencia ni seguridad para los judíos ni para los árabes en una Palestina dividida.
La corrección de la postura de aquellos camaradas se demostró muchas veces en los 76 años posteriores. Desde 1948, hemos sido testigos de una historia de conflicto sangriento tras conflicto sangriento. A los palestinos se les ha negado una patria desde entonces, mientras que Israel ha demostrado ser cualquier cosa menos un refugio seguro para los judíos.
Hoy nos levantamos sobre los hombros de nuestros camaradas del PCR de 1947-48 en la defensa de una patria para ambos pueblos, que sólo podría lograrse en la forma de un Estado socialista en toda la Palestina histórica, dentro de una Federación Socialista de Oriente Medio, en la que tanto judíos como palestinos pudieran vivir en paz sobre la base del desarrollo socialista de la economía.