Por Lal Jan
Cuando se avecina un nuevo reinado del terror talibán en Afganistán, conviene recordar una página gloriosa y olvidada de la historia de este país, la Revolución de Saur de 1978, que trajo enormes avances sociales. El origen de los talibanes está aquí, cuando el imperialismo de EEUU los creó, financió y armó para terminar con el régimen surgido en Afganistán. Republicamos este artículo escrito en 2014 por Lal Jan sobre este acontecimiento.
El sur de Asia es bien conocido por celebrar numerosas efemérides. Sin embargo, la Revolución de Saur, que tuvo lugar el 27 de abril de 1978 en Afganistán, ha sido tendenciosamente suprimida de los anales de la historia de la región. Desde los dramáticos acontecimientos que condujeron a la revolución y las subsiguientes profundas y radicales reformas que la siguieron, los grandes medios, la intelectualidad y la historiografía oficial han distorsionado, devaluado y tratado de eliminar el recuerdo de este glorioso episodio del pasado de Afganistán. Esta revolución se atrevió a liberar a las masas oprimidas de la región de siglos de brutal despotismo y de feroz devastación de imperialistas de distinto tipo. Aún hoy, esta revolución sigue siendo la única antorcha para las masas explotadas de esta trágica región gobernada por el capitalismo más mafioso bajo hegemonía imperialista, señalando la salida al sufrimiento y devastación actuales.
Los esbirros de la burguesía han equiparado deliberadamente la Revolución de Saur con la ocupación de Afganistán por los ejércitos soviéticos y han ocultado criminalmente que las tropas rusas entraron en Afganistán dieciocho meses después de la revolución, el 29 de diciembre de 1979. Los primeros dos presidentes del Afganistán post-revolucionario y dirigentes de la facción Jalq del Partido Democrático del Pueblo de Afganistán (PDPA), Nur Mohammed Taraki y Hafizullah Amin, tenían poca fe en el régimen burocrático que gobernaba en la Unión Soviética y se opusieron vehementemente a cualquier intervención extranjera, incluyendo a la Unión Soviética. Taraki fue asesinado al principio de la revolución y es altamente probable que fuese el KGB o la facción pro-Moscú del PDPA quienes mataron a Hafizullah Amin en la víspera de la intervención rusa.
Es correcto afirmar que la Revolución de Saur fue impuesta desde arriba en una insurrección revolucionaria del ejército con debilidades organizativas y políticas – no fue una revolución socialista clásica desde un punto de vista marxista. Sin embargo, ningún otro acontecimiento en la historia del sur de Asia se puede comparar con el golpe que ésta asestó contra la tiranía feudal, el primitivismo tribal, la opresión religiosa y la explotación capitalista e imperialista. Esta fue una revolución por decreto, que fue inmediatamente apoyada por millones de afganos oprimidos. Estos decretos fueron dirigidos contra las formas más extremas de coacción prevalecientes en la sociedad. Por ejemplo, el decreto número 6 canceló las deudas, préstamos, hipotecas y rentas debidas por los campesinos a usureros y grandes terratenientes (en la mayor parte de los casos estas deudas se heredaban de generación en generación). El decreto eximió completamente a “las personas sin tierra que trabajan para un terrateniente como campesinos o jornaleros” de pagar cualquier deuda o renta a terratenientes y usureros.
El decreto número 7 tenía la función de “asegurar la igualdad de derechos entre hombres y mujeres en el ámbito legal, eliminar las injustas relaciones patriarcales y feudales entre marido y mujer”. También criminalizó: 1. el casamiento de niñas a cambio de dinero o bienes; 2. el matrimonio forzoso; 3. actos impidiendo a una viuda, por cuestiones familiares o tribales, volverse a casar voluntariamente o forzándole a casarse contra su voluntad. Fue más allá al fijar la edad de matrimonio a 16 años para las mujeres y 18 para los hombres, prohibiendo así el matrimonio infantil.
El decreto número 8 confiscó las tierras propiedad de los señores feudales y de la destituida familia real sin compensación y la redistribuyó entre los campesinos sin tierra y los pequeños propietarios. El objetivo del decreto era en primer lugar “eliminar las relaciones feudales y pre-feudales del orden económico y social del país”.
Otras políticas radicales puestas en práctica por la Revolución de Saur fueron la cancelación de las rentas, la distribución equitativa del agua y el establecimiento de cooperativas campesinas. Se lanzaron grandes campañas de alfabetización (en 1984 un millón y medio de personas habían completado cursos de alfabetización, y en ese mismo año 20.000 cursos para leer y escribir con 377.000 estudiantes estaban en funcionamiento en el país). El objetivo era erradicar el analfabetismo para el año 1986 en áreas urbanas y para 1990 en todo Afganistán. En el período previo a la Revolución de Saur, sólo 5.265 personas habían completado cursos de alfabetización. La dirección del PDPA (Jalq) publicó estos decretos antes de la intervención rusa. Tenían que derrocar el sistema, la oligarquía del capital y el Estado, para poder empezar a aplicar reformas. La Revolución de Saur demostró una vez más que en los países neo-coloniales ni siquiera las tareas básicas de la revolución democrático-burguesa pueden llevarse a cabo bajo el gobierno de la corrupta burguesía colonial.
Estas medidas radicales anunciaban el fin de los intereses imperialistas y del sistema capitalista/feudal en toda la región. La revolución sacudió los pasillos de los centros de poder desde Islamabad a Riad y de Londres a Washington. Para frenar la transformación revolucionaria de Afganistán la CIA lanzó la mayor operación contrarrevolucionaria de su historia. Esta era la yihad del imperialismo contra los “infieles comunistas”. La insurgencia reaccionaria sembró el caos en la región. Los imperialistas y su deleznable esbirro Zia ul Haq, el dictador militar de Pakistán, cultivaron y fomentaron la bestial amenaza del islamismo fundamentalista con una amplia red de tráfico de drogas, contrabando de armas y crimen organizado que hoy en día se conoce como “Talibán”. Ahora se ha convertido en el monstruo de Frankenstein a ojos de sus creadores. Tal ha sido la devastación sembrada por esta guerra contrarrevolucionaria del imperialismo que a lo largo de treinta y seis años la región se ha ido sumiendo en un sangriento conflicto que ha arruinado las vidas de varias generaciones de afganos.
Lo que se ha demostrado vívidamente es que no hay salida a esta guerra de desgaste, violencia y caos en el marco del actual sistema socioeconómico. La revolución y la contrarrevolución en Afganistán han sacado a relucir el absurdo de la “Línea Durand” trazada artificialmente en 1893 para diseccionar la nación viva y dinámica de los pashtunes. Esto también señala el hecho de que Afganistán y Pakistán están íntegramente conectados y que sólo una perspectiva revolucionaria unificada puede superar la barbarie religiosa e imperialista en la que la región está envuelta. Nur Mohammed Taraki, líder de la Revolución de Saur, defendió sin fisuras la necesidad de dar un carácter internacional al socialismo para asegurar su éxito y la supervivencia de las transformaciones revolucionarias.
En un discurso con motivo del primer aniversario de la Revolución de Saur, el 27 de abril de 1979, Nur Mohammed Tarakai afirmó:
“Le doy la enhorabuena a mis compatriotas, a los valientes soldados, a mis hermanos pashtunes y baluchis, y a los trabajadores de Asia, África, Europa y América en el primer cumpleaños de la Revolución de Saur. La Revolución de Saur no se limita a los trabajadores y soldados de Afganistán. Es la revolución de los obreros y las masas oprimidas de todo el mundo. Esta revolución, que ha sido llevada a cabo por soldados armados bajo la dirección del partido Jalq, ha sido un gran éxito y una victoria para los trabajadores de todo el mundo. La gran Revolución de Octubre de 1917 sacudió al mundo entero. Esa revolución es fuente de inspiración y orientación para nuestra revolución, que de nuevo ha empezado a sacudir al mundo”.
Esta es la verdadera esencia de la Revolución de Saur y un mensaje a la nueva generación de obreros y de masas oprimidas en la región y el mundo. Nada más y nada menos que una revolución socialista puede salvar a la región de este episodio desgarrador de guerras, caos, pobreza y miseria.