18 de marzo 2011: Ayer, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas votó por imponer una zona de exclusión aérea sobre Libia con 10 votos a favor y 5 abstenciones. La resolución de la ONU autoriza a los Estados miembros a "tomar todas las medidas necesarias … para proteger a los civiles y las zonas habitadas por civiles bajo la amenaza de ataque en la Jamahiriya [República Popular] Árabe Libia, incluyendo Bengasi, excluyendo al mismo tiempo una fuerza de ocupación extranjera de cualquier tipo en cualquier parte del territorio libio".
18 de marzo 2011: Ayer, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas votó por imponer una zona de exclusión aérea sobre Libia con 10 votos a favor y 5 abstenciones. La resolución de la ONU autoriza a los Estados miembros a "tomar todas las medidas necesarias … para proteger a los civiles y las zonas habitadas por civiles bajo la amenaza de ataque en la Jamahiriya [República Popular] Árabe Libia, incluyendo Bengasi, excluyendo al mismo tiempo una fuerza de ocupación extranjera de cualquier tipo en cualquier parte del territorio libio".
Gaddafi respondió –a través de su ministro de Relaciones Exteriores– anunciando su intención de llamar a un cese del fuego. Esta es claramente una intención de detener los ataques aéreos que estaban siendo preparados por la OTAN y otras fuerzas. Se da cuenta de lo que se arriesga si hace caso omiso de la ONU y continúa simplemente bombardeando las ciudades tomadas por los rebeldes. Con un alto el fuego en el lugar –si Gadafi mantiene su palabra y no como una manera de ganar tiempo para tomar ciudades como Misurata– el país queda de facto dividido en dos.
Este repentino cambio de actitud de Gadafi también puede ser dictado por el hecho de que se ha dado cuenta de que tomar Bengasi sería una tarea mucho más formidable que lo que ha logrado hasta ahora. Bengasi es una ciudad importante bajo el control del pueblo revolucionario, que opuso una fuerte resistencia contra cualquier fuerza enviada por Gadafi. Así, un compromiso que le deja el control de una parte del país puede parecer la mejor opción.
Con la revolución en un punto muerto, el Consejo Provisional permanece en pie en Bengasi, pero Gadafi se aferra a la ciudad más grande, Trípoli y otras ciudades clave, incluyendo los campos petroleros y refinerías importantes.
Un alto el fuego significa que ninguno de los dos ataca al otro. También significa dejar en suspenso la revolución libia, que es lo que el régimen de Gaddafi quiere, pero es también lo que quieren los imperialistas. Los que salen perdiendo en todo esto son los trabajadores libios y los jóvenes, los que en realidad comenzaron la revolución. En Trípoli, Gadafi mantendrá su control sobre la situación y en el Oriente y otras zonas bajo control rebelde, la juventud revolucionaria será apartada a un lado.
No olvidemos que hasta hace poco Occidente estaba haciendo muy buenos negocios con Gadafi. Las compañías petroleras occidentales han estado operando en el país durante algún tiempo. Gadafi puso en vigor leyes que favorecían el desarrollo de la empresa privada y el mercado. El FMI recientemente (15 de febrero de 2011) aplaudió al régimen de Gadafi, señalando que, "está en marcha un ambicioso programa para privatizar los bancos y desarrollar el sector financiero naciente. Los bancos han sido parcialmente privatizados, las tasas de interés han quedado desreguladas, y se alentó la competencia. Los esfuerzos en curso para reestructurar y modernizar el CBL [Banco Central de Libia] están siendo llevados a cabo con la asistencia del Fondo”. El hijo de Gaddafi, Saif, de hecho, era un promotor clave de la "liberalización".
Las personas que se sientan en el Consejo Provisional, encabezados por el ex ministro de Justicia de Gadafi, no tienen ninguna diferencia con la camarilla de Gadafi sobre esta cuestión. Así que a ambos lados de la división, los imperialistas podrán seguir haciendo un buen negocio. Lo que los imperialistas han estado buscando es una manera de cortar la oleada revolucionaria en el mundo árabe. En Libia se han encontrado, al menos por ahora, con una forma de lograrlo parcialmente. La idea de que los tiranos pueden ser fácilmente derribados por movimientos de masas se ha puesto en tela de juicio con la supervivencia de Gadafi. La idea de que la ayuda externa de la "democracias" occidentales tiene la obligación de "defender los derechos democráticos del pueblo" ha sido añadida a la ecuación.
Todo esto tiene por objeto eliminar de las mentes de millones de personas oprimidas, de los trabajadores comunes, de los jóvenes desempleados, de los pobres, que tienen el poder para levantarse y tomar su destino en sus propias manos. Egipto y Túnez, sin embargo, todavía están allí como ejemplos de revoluciones que han eliminado déspotas del poder. La idea de que la revolución es posible todavía atrapa la mente de millones de personas en el mundo árabe. Y todas las maniobras que los imperialistas puedan intentar, no van a conseguir que esta idea desaparezca tan fácilmente. En Yemen, Jordania, Omán y muchos otros países la revolución está en el orden del día.
El papel de las Naciones Unidas
Al hablar en la reunión del Consejo de Seguridad, Susan Rice, la representante de EE.UU., afirmó que con la aprobación de esta resolución se estaban defendiendo los derechos democráticos del pueblo libio. Tales palabras, en boca de los representantes del imperialismo de EE.UU., hieden a hipocresía. No hay que dejarse engañar por toda esta retórica. Las potencias imperialistas se esconden detrás de palabras cuando tratan de defender sus intereses fundamentales.
No olvidemos que sólo el mes pasado, la misma Susan Rice vetó una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que condenaba los asentamientos de Israel en territorio palestino. Así, mientras que al pueblo libio se le debe garantizar "los derechos democráticos", los palestinos pueden seguir esperando por los suyos. En los últimos dos años, los EE.UU. han vetado más de 30 resoluciones en las que se pedía la defensa de los derechos de los palestinos. Por otra parte, en el pasado, cuando los EE.UU. solicitaron un mandato de las Naciones Unidas para justificar su invasión de Irak, a pesar de no obtener tal mandato, siguió adelante e invadió el país de todos modos.
Por desgracia, muchos en la izquierda tienen grandes ilusiones en lo que las Naciones Unidas pueden lograr. Existe la idea de que la ONU, de alguna manera, es una organización que está por encima de la sociedad, es decir, está por encima de las clases y los intereses nacionales, como una especie de árbitro "democrático" o "humanitario". No hay nada de eso.
El Consejo de Seguridad de la ONU está formado por cinco grandes potencias: EE.UU., China, Rusia, Francia y Gran Bretaña, que tienen el derecho de veto. Si uno solo de estos países siente que sus intereses nacionales están en situación de riesgo puede detener cualquier resolución que se presente. Lo que esto significa es que la ONU puede tomar una decisión, cuando el "interés nacional", es decir cuando los intereses nacionales de las clases dominantes respectivas de todas estas potencias converjan de alguna manera.
Aquí vimos el espectáculo de los representantes directos de Sarkozy, Cameron y Obama acordando una intervención en Libia, los mismos que en casa están recortando las pensiones, atacando el derecho a la educación pública gratuita, recortando el bienestar en general, y al mismo tiempo defendiendo los intereses de sus propios capitalistas. Esta misma gente no tiene ningún reparo en enviar a la policía contra los trabajadores y jóvenes que protestan en sus propios países, mientras que al mismo tiempo denuncian desvergonzadamente la falta de derechos democráticos en otros países.
Los marxistas no nos dejamos embaucar por nada de esto. Los intereses de la clase capitalista son los mismos en casa y en el extranjero. Su política interior se basa en la defensa de las ganancias y privilegios de la clase dominante. Su política exterior está determinada por los mismos criterios exactos. Por eso es muy lamentable que muchos en la izquierda –ya se llamen socialdemócratas, socialistas, laboristas, izquierdistas, comunistas, etc. – hayan aceptado toda la retórica de la clase dominante.
Bahrein y Libia… dos pesos y dos medidas
No hay más que mirar la situación en Bahrein para ver la hipocresía absoluta de lo que está pasando. En Bahrein, hemos visto un movimiento de masas de proporciones inmensas. El Gobierno ha respondido brutalmente, disparando a los manifestantes pacíficos sin armas. Otros Estados del Golfo, como Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y Kuwait han enviado tropas y fuerzas de policía para ayudar al Gobierno a sofocar la revuelta. ¿Dónde está la convocatoria de una fuerza de la ONU para defender al pueblo de Bahrein? Hasta el momento, lo que tenemos es que, Ban Ki-moon, el secretario general de la ONU, expresó su "profunda preocupación" acerca de lo que está sucediendo en Bahrein.
El argumento de que el Gobierno de Bahrein (que está utilizando la represión violenta contra su propio pueblo) ha pedido la "ayuda" de los países vecinos y que con ello legitima la intervención extranjera es grotescamente ridículo. Estos hipócritas olvidan el hecho de que la revuelta de masas en Bahrein ha privado al Gobierno local de cualquier autoridad alguna para reclamar que representa la voluntad de la mayoría.
¿Por qué tenemos dos pesos y dos medidas en esta lista? Porque en cada situación los intereses de los imperialistas son diferentes. Si la revolución en Bahrein consiguiera derrocar al régimen, a continuación el siguiente en la línea sería Arabia Saudita, seguido por los demás Estados más pequeños del Golfo. Arabia Saudita tiene las mayores reservas de petróleo del mundo. Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos también tienen reservas importantes. El régimen saudita en sí no es exactamente un ejemplo de democracia. Se trata de un régimen brutal, y siempre lo ha sido.
El régimen saudí ha sido objeto de alguna –muy suave– presión para introducir "reformas". ¿El resultado? El rey está a punto de anunciar una… "remodelación del Gobierno", una "campaña contra la corrupción" y las promesas de aumentar las subvenciones a los productos alimenticios básicos. Pero, ¿dónde están las reformas democráticas, el derecho a formar partidos, el derecho a organizar sindicatos libres y de huelga? Podemos estar seguros de que éstos no estarán en el discurso del rey de hoy.
Arabia Saudita es una figura muy importante en lo que está ocurriendo en el Oriente Medio. Se trata de un aliado clave del imperialismo de EE.UU., pero en los últimos tiempos hemos visto diferencias sobre cómo lidiar con las revoluciones que se han ido extendiendo por toda la región.
Por ejemplo, cuando comenzaron las revoluciones de Túnez y Egipto, los sauditas y otros regímenes árabes reaccionarios estaban poniendo toda la presión, sobre todo en Mubarak, para que resistiera a toda costa. Entendieron que el derrocamiento del régimen egipcio podría abrir las compuertas, y que ellos podrían ser los siguientes.
El imperialismo de EE.UU., por el contrario, después de la conmoción inicial de ver a millones de personas en las calles –algo que no habían esperado– se dio cuenta de que para mantener un cierto grado de control sobre la situación, lo que se requería era un aflojamiento desde arriba; es decir, la concesión de algunas reformas para evitar explosiones revolucionarias desde abajo. Esta es, de hecho, la línea que están llevando ahora, incluso están dando un consejo amable al régimen de Bahrein para que siga en esta misma línea.
Pero una cosa es pontificar desde el otro lado del Océano Atlántico, y otra es estar sentado justo en la cumbre del volcán en el Oriente Medio. Estos regímenes se dan cuenta de que una vez que comiencen a relajar la represión desde arriba, frente a movimientos revolucionarios de las masas, esto será sólo el comienzo de un proceso que va a ir mucho más allá de lo que quisieran. Una vez que las masas tengan la sensación de que un régimen es débil, que se divide y que está haciendo reformas sólo para tratar de detener la marea de la revolución, entonces se sienten alentadas para avanzar con más demandas. Las masas quieren plenos derechos democráticos, y con ellos también quieren una solución a sus problemas candentes, económicos y sociales.
Esto lo comprenden los imperialistas y lo que están tratando de hacer ahora es introducir cambios cosméticos pero manteniendo la esencia de los antiguos regímenes que, o bien han sido derribados, o están a punto de ser derrocados; es decir, regímenes que mantengan y defiendan los intereses del sistema capitalista en su conjunto.
Es en este contexto que debemos ver lo que está sucediendo en Libia y por qué la ONU votó la resolución que preparó el terreno para la imposición de una zona de exclusión aérea en el país. Era evidente que el imperialismo de EE.UU. no estaba dispuesto a tomar sobre sí la tarea de imponer dicha zona. Ellos se han quemado sus dedos en Irak y no tienen ganas de enredarse en otra guerra en un país árabe. Eso explica por qué se ha colocado tanta insistencia en el hecho de que no va a ser una "ocupación" de Libia. Por desgracia para los estrategas de EE.UU., han sido arrastrados a apoyar esta resolución y tendrán que participar en algún grado en la imposición de la zona de exclusión aérea. Ellos lo ven como el mal menor, y también tienen que sopesar sus intereses en la región en su conjunto. No se pueden ignorar las necesidades del régimen de Arabia Saudita, que es mucho más importante para ellos.
La convocatoria de una zona de exclusión aérea en realidad procedía de Libia misma, desde el Consejo Provisional de Bengasi. La razón de ello es que Gadafi había mantenido el control de sectores clave de las fuerzas armadas, como hemos explicado en un artículo anterior [ver why has revolution stalled in libya?], en particular, de la fuerza aérea que pudo ser utilizada para bombardear zonas controladas por los rebeldes. Los dirigentes del Consejo han jugado un papel importante en todo esto. Ellos vacilaron en momentos cruciales, lo que frenó a la juventud revolucionaria, con la esperanza de que más sectores de los militares se unieran a la revolución, o incluso de que Gaddafi pudiera ser removido por gente de dentro del régimen mismo.
Hay que recuperar el impulso revolucionario
Una vez que el impulso revolucionario se perdió, Gadafi fue capaz de reorganizar sus fuerzas y comenzar a contraatacar. En ese momento, el conflicto se convirtió más en una guerra que en una revolución, y con la potencia de fuego muy superior, la gente de las ciudades de Bengasi y otras ciudades se enfrentaban al riesgo de perder todo por lo que había luchado y de sufrir una represión sangrienta a manos de las fuerzas de Gadafi. Cuando parecía que Gadafi estaba a punto de lanzar una ofensiva contra Bengasi, la ONU decidió aprobar su resolución.
La reacción en las calles de Bengasi fue de éxtasis. Ahora sentían que tenían a las grandes potencias respaldándoles y sienten que Gadafi puede ser derrotado. Esta euforia es comprensible, pero ¿está justificada? Los imperialistas no están interviniendo para defender la revolución libia. Por el contrario, su objetivo es estrangular la revolución y desviarla hacia líneas seguras. Están respaldando al Consejo de Bengasi, cuyos miembros han demostrado que lo que quieren es estar en buenas relaciones con los imperialistas, abrir Libia a los intereses económicos imperialistas aún más de lo que se ha hecho hasta ahora y, en el proceso, ganar puestos ministeriales para ellos mismos.
¿Pero qué tipo de régimen podría surgir de una derrota de Gadafi lograda con la ayuda de los imperialistas? La victoria sobre Gadafi en tales circunstancias tendría un precio. Uno sólo tiene que mirar a Irak para ver qué tipo de régimen sería. Libia tendría un Gobierno que debería llevar a cabo las demandas de los imperialistas. Eso implicaría acelerar el programa de privatizaciones iniciado por Gadafi, nuevos recortes en el bienestar, recortes a los subsidios de los alimentos y así sucesivamente. Sería un régimen capitalista, con una fachada democrática, pero ninguno de los problemas sociales urgentes podría ser resuelto. Por el contrario, empeorarían.
Por ahora, sin embargo, Gadafi todavía tiene intactas sus fuerzas armadas. Su ataque no se basó principalmente en bombardeos aéreos, sino en las tropas de tierra, con la ayuda de tanques y otros equipos. Si lo que se pretende es defender a los civiles, entonces una zona de exclusión aérea no sería suficiente. Con el tiempo tendrían que comprometerse con tropas de tierra.
Una vez que tal proceso se iniciara, conduciría finalmente a la necesidad de enviar tropas a Libia. Desde el punto de vista puramente militar, se podría derrotar a Gadafi, como se derrotó a Sadam Husein, pero ¿a qué costo? Esto significaría una gran destrucción y numerosas muertes. Precisamente lo que se suponía que debían estar evitando con esta resolución.
Ahora que Gadafi ha aceptado contener sus fuerzas, es posible que ahora esto no se convierta en realidad. Pero la alternativa es de una cristalización de la situación tal como está ahora y la apertura de negociaciones que verán al Consejo de Bengasi, a Gadafi y a las potencias imperialistas (al amparo de la ONU) sentadas alrededor de una mesa para decidir cómo dividir la riqueza del país a expensas del pueblo libio.
La alternativa real para los trabajadores de Libia y la juventud revolucionaria es la de recuperar la iniciativa. Tienen que explicar que la revolución no es simplemente la eliminación de un déspota que tenía buenas relaciones con los imperialistas y sustituirlo por otro Gobierno pro-imperialista. El pueblo libio anhela la libertad y la democracia, el derecho a expresar sus ideas y propósitos y el derecho a organizarse para alcanzar dichos objetivos. Es claro, sin embargo, que los objetivos de aquellos que se sientan en el Consejo Provisional no son los mismos que los de los trabajadores y la juventud revolucionaria que comenzaron la revolución.
El mensaje que debe ser enviado al pueblo, en especial en Trípoli, es que la revolución no tiene interés en colocar en el Gobierno a unos pocos desertores del campo de Gadafi, en lugar de a Gadafi mismo. No se trata de tener un Gobierno que va a continuar con más o menos las mismas políticas imperialistas impuestas y que Gadafi estaba siguiendo de todos modos.
La revolución tiene que poner fin a todos los compromisos con el imperialismo. Se trata de establecer el control obrero sobre las industrias nacionalizadas y retomar los recursos clave que han sido privatizados. Para que esto ocurra, los trabajadores deben salir con su propia voz, con su propia bandera y su propio partido. Eso es lo que falta en la revolución. Y eso es lo que hay que construir.
La juventud revolucionaria y los trabajadores extraerán conclusiones de los acontecimientos que se han desarrollado en las últimas semanas. Han pasado por una escuela muy amarga. Pero si no quieren ver cómo les roban su revolución, deben presentarse como una fuerza independiente.