Por Carlos Alas – CMI Nicaragua
Esta es la realidad de la clase trabajadora, hemos sido testigos de cómo el huracán, de categoría 4 en la escala Saffir-Simpson, ha tocado tierra en Nicaragua dejando a su paso una serie de afectaciones como destrucción de viviendas, negocios, vegetación, calles… por las fuertes corrientes de agua, cortes de sistema eléctrico y de otros servicios básicos. En diferentes partes del país, principalmente en la zona norte, ha habido derrumbes. Una de las comunidades más afectadas es la de Bilwi en Puerto Cabezas donde muchas casas quedaron destrozadas. Todo esto ha dejado el huracán a su paso y los afectados, como siempre, son los trabajadores y los campesinos.
Algunos medios de comunicación internacionales como Deutsche Welle de Alemania y el periódico mexicano de izquierda La Jornada, han reportado que dos güisireros (mineros artesanales) murieron al paso del Huracán al derrumbarse la mina El Comal en el municipio de Bonanza. Se trata de Will de 38 años y Norwin de 39.
Todo fenómeno natural ya sea huracán, terremoto, etc. siempre genera una afectación que cae sobre los hombros de la clase trabajadora, las casas que se derrumban o se dañan son las de los pobres, los muertos igual son los oprimidos y explotados los más afectados.
El gobierno, por su parte, ha desplegado diferentes acciones para lograr el menor daño, ha instalado albergues con suministros alimenticios, medicamentos, colchonetas y personal que atiende a los afectados, pero esto ha sido insuficiente. Como en toda catástrofe en los países capitalistas los recursos, que irónicamente son producidos por los trabajadores, son los que más escasean. Alimentos, máquinas y materiales de construcción se encuentran ahora mismo en los almacenes de los grandes empresarios y no se moverán de ahí, hasta que ese movimiento no genere ganancia para sus poseedores. Aunque exista la voluntad para resolver los daños, choca con el capitalismo que predomina en nuestro país, Rosario anunció que se realizará una evaluación de los daños para solicitar la ayuda internacional. Un gobierno revolucionario expropiaría a las empresas y los materiales que en sus bodegas guarda la burguesía para ponerlos al servicio de las familias trabajadoras.
El comandante Carlos Fonseca insistía como debía actuar un gobierno revolucionario y, de ser así, no sería necesario ser dependientes de la ayuda internacional:
“Establecerá el control obrero en la gestión administrativa de las empresas y demás bienes expropiados y nacionalizados”.
“Centralizará el servicio de transporte colectivo”.
“Nacionalizará el sistema bancario, el cual estará al servicio exclusivo del desarrollo del país” (EL PROGRAMA HISTORICO DEL FSLN – 1969).
Esa es la ruta que se debe seguir y que todo militante sandinistas debe exigir. No podemos esperar nada de la burguesía ni de su sistema asesino.
Por su parte, la burguesía sólo se ha limitado a hacer un pequeño comunicado diciendo que se solidariza con las personas que han sufrido con este desastre, las organizaciones y los partidos de derecha han guardado un silencioso total y, pasada la afectación principal, irónicamente han iniciado una campaña de recolectar fondos y víveres para trasladarse a los afectados, pero antes y durante el desastre se escondieron.
Días antes de la llegada de Eta el gobierno trasladó suministros y albergó a más de 20 mil personas mientras que los partidos de derecha no hicieron nada hasta que el desastre natural estaba sobre nosotros. La experiencia histórica nos muestra como estos partidos lucran con nuestras desgracias pidiendo colectas que al final se quedan en sus bolsillos y poco o nada llega a la gente que lo necesita, así hicieron con la pandemia del nuevo coronavirus y de la misma forma hoy lo hacen con Eta.
Un Estado obrero pondría a disposición todos los recursos para evitar el sufrimiento y el desamparo de cientos de miles de trabajadores, sin embargo, esto pasa a medias en el país. Las leyes y las instituciones se rigen en función de la gran propiedad privada.
La forma con el que se actuó en Nicaragua disminuyó los costos del desastre que se puede comparar con los países vecinos de Honduras y Guatemala, donde la devastación fue peor, pero eso no significa que las cosas estén del todo bien en nuestro país. Es cierto que estos desastres naturales aún no se pueden evitar, pero las casas mal construidas, los salarios de miseria y las necesidades que obligan a los obreros y campesinos a ir a trabajar en medio de estas condiciones que nutren el caos, sí son evitables. La marginación y la pobreza son fenómenos que aún deben ser erradicados de Nicaragua para poder hacerle frente de mejor manera a estos desastres de la naturaleza sin que nuestro pueblo pase penumbras, eso solo se puede conseguir llevando la revolución hasta sus últimas consecuencias con el socialismo.