Declaración del 8 de marzo de la Corriente Marxista Internacional
La opresión de las mujeres está a la orden del día en todo el mundo. Hoy, día internacional de la mujer, se ha convocado huelga en varios países y, en muchos otros, se están celebrando actos, manifestaciones y marchas.
La crisis del capitalismo ha tenido serios efectos sobre las condiciones de vida de las mujeres. En todos los países, los gobiernos han aplicado recortes sistemáticos en los servicios sociales, tales como guarderías, hogares de ancianos, etc., lo que incrementa la carga sobre las mujeres que tradicionalmente soportan la responsabilidad de cuidar de los niños, los ancianos y los enfermos. Los salarios, que ya son más bajos para las mujeres que para los hombres, se están reduciendo. Además, los despidos, el empleo precario, etc. significan un deterioro de las condiciones de vida y una mayor inseguridad para la clase obrera, lo que afecta desproporcionadamente a las mujeres trabajadoras. A su vez, esto hace que sea más difícil para las mujeres alcanzar una independencia económica y, por lo tanto, poder abandonar cualquier relación abusiva.
Los problemas a los que se enfrentan las mujeres no son «sólo» una cuestión de carácter material. La opresión está arraigada en el sistema judicial donde las mujeres se enfrentan a leyes discriminatorias contra el aborto, y donde, en general, las mujeres y otros grupos oprimidos no son tratados como iguales.
La clase dominante reproduce y refuerza la opresión de la mujer a través de la ideología, los medios de comunicación, el sistema educativo, etc.
También está la situación de violencia contra las mujeres y el acoso sexual. En Pakistán, las niñas son violadas y las mujeres son asesinadas en “crímenes de honor”. En los Estados Unidos, una de cada seis mujeres habrá sobrevivido a un intento de violación o a una violación consumada a lo largo de su vida, mientras que el 99 por ciento de los violadores quedarán en libertad.
Estos son problemas a los que se enfrentan y contra los que luchan las mujeres. En todo el mundo, mujeres y hombres han tomado las calles para luchar contra la opresión, el fanatismo y el sexismo. Esto es muy positivo y refleja un despertar y una radicalización. ¿Cuál es la mejor forma de luchar contra la opresión y la desigualdad?
La CMI apoya todas las demandas por la igualdad. Luchamos contra la opresión de las mujeres y de los demás grupos oprimidos. Para nosotros, la lucha por la liberación de las mujeres, sin embargo, no puede separarse de la lucha contra el capitalismo, ya que la opresión es una parte inherente de la sociedad de clases y, por lo tanto, sólo se puede combatir como parte de la lucha de clases en general.
Fue la Internacional Socialista la que declaró el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer en 1910, como un día de lucha por las reivindicaciones de las mujeres trabajadoras. En ese momento, uno de los principales problemas era el derecho a voto de las mujeres. Las mujeres de clase alta y de la pequeña burguesía, que lideraban el movimiento de mujeres en ese momento, veían la lucha por el voto de las mujeres como un fin en sí mismo, mientras que el movimiento obrero la consideraba como un medio para luchar por la igualdad real y la emancipación de todas las mujeres. Es por eso que los iniciadores del Día de la Mujer hicieron hincapié en que era el Día de la Mujer Trabajadora.
Para las mujeres de clase alta, la lucha por la igualdad era una lucha para compartir los privilegios de los hombres de su clase: el derecho a ser abogadas, médicas, primeras ministras y altas ejecutivas. Por supuesto que defendemos el derecho de las mujeres a ser todas estas cosas, pero al mismo tiempo sabemos que para la gran mayoría de las mujeres eso no cambia las cosas. Margaret Thatcher en Gran Bretaña, y Angela Merkel en Alemania no han mejorado las situación de las mujeres, todo lo contrario. Del mismo modo que si Hillary Clinton se hubiera convertido en presidenta de los EEUU, no habría mejorado las cosas para las mujeres en los EEUU, ni para las mujeres de los países sujetos a la intervención imperialista de EEUU.
Las carreras de las mujeres políticas, presidentas ejecutivas y académicas se sustentan sobre el trabajo mal remunerado de las mujeres que limpian, cocinan y crían a sus hijos. Las mujeres de la élite de la sociedad están a favor de la igualdad hasta que se empiezan a reclamar aumento de salarios y mejores condiciones para las trabajadoras mal remuneradas que hacen posible sus carreras.
Se ha avanzado mucho desde el primer Día de la Mujer Trabajadora en 1910. En muchos países, las mujeres han conseguido el derecho al voto, el derecho a la educación, existe una legislación que prohíbe la violencia contra las mujeres, y muchos países también tienen leyes de igualdad salarial. Y, sin embargo, no tenemos una verdadera igualdad. Incluso en países con plena igualdad ante la ley, todavía existe la violencia y la opresión, y las mujeres siguen recibiendo un salario significativamente menor que los hombres en todos los países. La igualdad formal no aborda la causa raíz y no resolverá el problema por sí misma. La opresión tiene sus raíces en la sociedad de clases, al igual que el abuso, la violencia, el sexismo y el fanatismo.
El capitalismo es un sistema basado en la explotación de la clase trabajadora. Una pequeña capa en la parte superior de la sociedad se enriquece a través del trabajo no pagado a los trabajadores. La única forma en que pueden mantenerse en el poder es a través de una política de divide y vencerás: dividen a los trabajadores según su nacionalidad, religión, orientación sexual, género y cualquier otra cosa que puedan encontrar. A través de los medios de comunicación hacen todo lo que pueden para sembrar el odio y el chovinismo. La única manera de combatir esto es a través de la unidad de la clase trabajadora y con los métodos de lucha de la clase trabajadora; es decir, manifestaciones, huelgas y movilizaciones masivas.
El capitalismo está en un callejón sin salida. No ofrece ninguna salida a los trabajadores y a la juventud. Hoy, la mitad de la riqueza del mundo se concentra en manos de sólo ocho personas. El problema no es que todos estos 8 súper-ricos sean hombres; el problema es un sistema que concentra la riqueza en cada vez menos manos mientras las vidas de la mayoría empeoran.
Este callejón sin salida de la sociedad está produciendo ira y frustración generalizadas. En un país tras otro vemos a la clase obrera y la juventud tomando las calles. Pero estas protestas han asumido un carácter diferente que en el pasado. Durante el auge de la posguerra, el sistema se podía permitir otorgar reformas. Hoy, las reformas positivas dentro de la sociedad capitalista están fuera del orden del día.
Esto está comenzando a ser percibido por la gente, no de una manera claramente formulada, sino con un sentimiento general de que no podemos seguir viviendo ya dentro de los límites de la sociedad existente. Las protestas no sólo plantean demandas sobre cuestiones concretas sino que también plantean el derecho a la dignidad y al respeto, como vimos en la Primavera Árabe, donde las mujeres desempeñaron un papel importante en la lucha para derrocar a Mubarak y en esa lucha también alteraron la relación entre hombres y mujeres.
Es una señal segura de que las cosas están cambiando cuando las capas más oprimidas, como las mujeres, comienzan a moverse y se ponen al frente de la lucha. La crisis capitalista socava la vieja estabilidad; la sociedad se está desmoronando y, con ella, la cultura también se está degradando. La clase dominante, desesperada por aferrarse al poder, depende cada vez más del sexismo, del racismo y de las demás formas de veneno divisionista. Pero el capitalismo no desaparecerá por sí mismo. Tiene que ser derrocado a través de una revolución socialista.
Una revolución socialista introduciría una economía planificada democráticamente que sentaría las bases materiales para terminar con la desigualdad y la opresión. En una economía planificada, la riqueza producida sería utilizada en beneficio de la mayoría, no de unos pocos. La jornada laboral se reduciría inmediatamente, dando a todas las personas tiempo para participar en la gestión de la sociedad. Se asignarían los recursos necesarios al bienestar, y se dedicaría investigación y recursos a eliminar la carga de las tareas domésticas, proporcionando a la sociedad servicios sociales públicos tales como guarderías, sanidad, educación, comida comunitaria barata y de alta calidad, limpieza, atención y cuidado a los niños, enfermos y ancianos, etc.
Esto sentaría las bases materiales para que las mujeres y los hombres comenzaran a ser verdaderamente libres para desarrollar su potencial como seres humanos sin ninguna restricción material. Cuando se eliminen las bases materiales para la desigualdad y la opresión, la base del chovinismo, del sexismo, etc., comenzará a marchitarse y finalmente se extinguirá.
¡La lucha por los derechos de las mujeres, la lucha por la igualdad, es una lucha por la liberación de toda la humanidad, una lucha por la revolución socialista!