Bloque Popular Juvenil
A dos años del gobierno de Nayib Bukele, hemos presenciado tensiones en las relaciones entre El Salvador y EEUU, en una escalada de desaires y reproches entre ambos países que podría derivar en un conflicto más hostil en el futuro inmediato. Este conflicto se enmarca en una disputa comercial entre EEUU y China que, lejos de resolverse, está agudizando cada vez más debido a la crisis del capitalismo. ¿Qué podemos esperar de esto y cuales son los peligros inminentes para el país ante estas tensiones?
A pesar de sus maniobras autoritarias, el presidente, a través de su partido Nuevas Ideas, logró agenciarse la mayoría absoluta en la Asamblea Legislativa. Este triunfo le ha permitido a Bukele completar otra jugada en su intento de controlar todas las instituciones del Estado, al destituir, en la primera sesión plenaria de la nueva Asamblea, a todos los magistrados de la Sala de lo Constitucional y al fiscal general para poner en su lugar a personas afines a su gobierno.
El control total del Estado por Bukele
Este ataque al Órgano Judicial era previsible e inevitable, pues representaba el último bastión de esa vieja oligarquía acostumbrada a imponerse desde el aparato estatal, por tanto, era imposible que Bukele logrará gobernar para el sector burgués al que representa con una Fiscalía y una Sala dominada por empresarios opositores, este es el contenido objetivo de ese cambio. Con el control totalitario del Estado será más fácil lograr las reformas que los magnates detrás de Bukele necesitan para sortear la crisis económica.
Todas estas movidas políticas profundizan la desconfianza del principal socio estratégico del gobierno de El Salvador. Para los marxistas, es bien sabido que el gran capital no es amigo de las dictaduras abiertas o de los gobiernos totalitarios, por lo menos en épocas de relativa calma. Los imperialistas solo hacen uso de los dictadores, cuando las masas amenazan con la toma del poder político y económico, o sea en insurrecciones de masas. Entonces los usan para acabar con la amenaza de estas sobre el sistema y luego si nos les conceden mucho poder, les desechan como la basura que son, por lo contrario, terminan tolerando dictaduras indefinidas. Para ellos es cien veces mejor una dictadura que ver una revolución triunfante.
La mejor forma de Estado para los explotadores es aquella donde la institucionalidad nos hace creer que estamos participando, que hay democracia, donde el poder, aparentemente, no está totalizado por una persona o partido político, es decir, donde hay pesos y contra pesos e independencia de poderes.
Este es el ideal para poder explotar y comerciar. Los capitalistas necesitan de un orden para poder comerciar sus mercancías, el objetivo de las constituciones burguesas y del Estado no es garantizar los derechos, como habitualmente se cree, sino garantizar las reglas que permitan una equilibrada comercialización de las mercancías. Pero quienes imponen su voluntad son los empresarios, terratenientes y banqueros. Esta forma de Estado es perfecta para envolver la dictadura del capital. Quien rompe estas delicadezas, sin una justificación de peso, pone en riesgo los negocios.
Esto cambia cuando sobrevienen periodos de crisis económicas y políticas, y los gobiernos acaban con los mínimos derechos conseguidos por las clases dominadas.
El Estado y los negocios de la burguesía
Como decía Marx el Estado moderno no es más que la junta ejecutiva que administra los negocios de toda la clase burguesa, tomando esto como base ¿qué negocios está administrando Bukele y su partido? ¿representan a toda la clase? y los Siman ¿por qué no le apoyan?
La crisis ha generado una transición y una reconfiguración en el dominio del Estado. Desde el 2008 la oligarquía tradicional que gobernó durante años a través de sus partidos tradicionales, empezó a perder autoridad, eso se expresó en el triunfo del FMLN en 2009. Ahora ante una nueva crisis ha habido un fraccionamiento, que ha quedado en evidencia con la llegada de Bukele al Ejecutivo y los apoyos de este personaje.
Bukele, aunque es un tipo totalmente inestable, responde a los intereses del gran capital, esto se comprueba a partir que no ha cambiado las relaciones de explotación en el país. Por tanto, aunque se intente desmarcar del establishment, él sigue respondiendo a una parte del mismo. Bukele gobierna para una parte de la oligarquía que se fraccionó a raíz de la crisis. Estamos hablando de una burguesía menos tradicionalista y conservadora en su forma de hacer los negocios, a diferencia de la vieja oligarquía representada en Javier Siman, ARENA y la ANEP.
Esta nueva forma de administrar el Estado ha llamado constantemente el interés de los EEUU, al principio solo fueron algunos congresistas que advertían sobre las acciones de Bukele, sin embargo, el presidente Trump jamás tomó con seriedad estos llamados a observar lo que ocurría El Salvador, al contrario, Trump tuvo buenas relaciones con Bukele. Fue la llegada de Biden lo que hizo que la actitud del gobierno de EEUU cambiará drásticamente.
Los últimos mensajes por ambas partes han ido en aumento, por un lado, vemos al gobierno de los EEUU anunciando una lista de corruptos, que incluía un exfuncionario de gobierno y a la jefa de gabinete de la presidencia, lista publicada a raíz de la destitución de los jueces de la Corte Suprema de Justicia y el fiscal general en El salvador, por el otro lado, vemos a Bukele profundizando relaciones con el gobierno de China.
El culmen de estas fricciones llegó cuando Washington decidió que los fondos que la USAID daba a diferentes instituciones del Estado serán reorientados a organizaciones de la sociedad civil. Esto va más allá de una simple reorientación de fondos de “ayuda”, es una declaración de guerra, una seria advertencia para Bukele.
El peligro de los fondos de la USAID
Hay que tener en cuenta algunos puntos en este último movimiento de los EEUU. Para empezar, hay que decir que la USAID no es más que una agencia de injerencia de los Estados Unidos, adscrita a la CIA, a la que se le adjudican serias acusaciones sobre sus involucramientos en procesos políticos convulsivos para desestabilizar gobiernos que no son afines a los EEUU.
Como ejemplo, tenemos las llamadas revoluciones de colores, que se desarrollan en Europa del Este en los 2000 (Yugoslavia, Georgia, Kirguistán, Ucrania y Líbano), donde una serie de procesos políticos financiados por la USAID derrocaron a algunos gobiernos que tenían una relación hostil con los EEUU, también hay otros ejemplos más cercanos como Guatemala y Nicaragua en los últimos años.
Un informe, que se hizo público recientemente, reveló que se habían invertido más de 74 millones de dólares en programas justificados por USAID para desestabilizar el gobierno de Ortega entre 2011 y 2018. Ese dinero llegó a diferentes ONG de la sociedad civil, que decían luchar por la democracia y contra la corrupción.
Es evidente que el financiamiento de la USAID llegará sobre todo a las ONG que han estado históricamente alrededor de la oligarquía, tales como FUSADES, FUNDE, entre otras. Detrás de los llamados a la democracia no hay más que los llamados a no hacer negocios con otras potencias imperialistas, la democracia que pronuncian los EEUU es la que les permite explotar y saquear nuestro país. Aunque la situación no es diferente con los chinos.
Detrás de toda esta guerra comercial, se abre un enorme peligro para la juventud. A medida que el gobierno de Bukele se vaya desenmascarando ante el pueblo, la ira y el desprecio de la juventud irá creciendo, al punto que podremos ver pequeños estallidos de la juventud y los estudiantes contra Bukele. Estos estallidos pueden ser fácilmente canalizados por los EEUU, fue esto mismo lo que hicieron en Guatemala, se aprovecharon del hartazgo de la juventud para quitar un gobierno que les parecía hostil y pusieron a otro fiel a sus intereses, pero las condiciones de vida de la juventud no han cambiado hasta hoy.
Lo mismo ocurrió en Nicaragua, Ortega que mantiene un régimen bonapartista de derecha, fue perdiendo fuerza entre la juventud, una reforma a la seguridad social hizo estallar el hartazgo, el estallido que en un principio era genuino contra el régimen, ante la ausencia de una alternativa de izquierda con claridad, terminó siendo aprovechado por los EE.UU. y la burguesía nacional.
El objetivo era acabar con Ortega no tanto por la “democracia y la justicia social” sino por su estrecha relación con China, a quien Ortega les ofreció el país para un canal interoceánico. La pequeña guerra civil que se desarrolló en Nicaragua hace apenas dos años, se trataba de intereses imperialistas y fue financiada por los EE.UU. Al final, como en toda guerra, quienes pusieron los muertos (y no fueron pocos) fueron los campesinos y la juventud.
No sabemos hasta dónde llevará esta disputa el presidente Bukele y si realmente designará a China como su socio principal en lugar de EEUU. Dependerá de cuánto EEUU esté dispuesto a tolerar, ya vimos algunos movimientos drásticos.
Bukele es capaz de explotar el odio natural que la clase trabajadora tiene contra el gobierno de los EEUU, pero EEUU también es capaz de usar a la juventud en una guerra de baja intensidad para boicotear a Bukele y evitar perder a El Salvador.
Por lo tanto, estamos en medio de dos grandes monstruos, por un lado, los intereses imperialistas de los EEUU y la ANEP y, por otro, los intereses de Bukele y China. Como revolucionarios debemos levantar la bandera por las demandas legítimas de la clase trabajadora y distanciarnos de cualquier bando imperialista. La juventud y la clase trabajadora sólo podrán vencer al gobierno reaccionario de Bukele luchando de manera independiente por sus propias demandas en alianza con los sectores oprimidos de la sociedad y luchando por el socialismo y la democracia obrera, este es el camino a seguir.