El 22 de abril, por la madrugada, fue hallado el cuerpo de una joven, presuntamente de Debanhi Escobar de 18 años que desapareció el 9 de abril. Fueron 13 días en los que sus familiares, organizaciones y colectivas formaron brigadas de búsqueda con la intención de encontrarla con vida, sin embargo, y lamentablemente esto no fue así. Debanhi se convirtió en una víctima más de este sistema de barbarie y podredumbre.
En nuestro país la violencia hacia la mujer es una cruenta realidad a la que nos enfrentamos todos los días. La pandemia demostró que la violencia no tiene límites, que no solamente se presenta en las calles, a altas horas de la noche, con vestimenta “provocativa” o por estar en “estado inconveniente”. Ésta se presenta dentro y fuera del hogar, de la escuela y universidades, en los centros de trabajo, no hay un solo lugar seguro en este país para 10 mujeres al día que no volverán a ver a sus seres queridos.
En el estado de Nuevo León se ha desatado una ola de desapariciones. Algunas cifras declaraban que 15 mujeres habían desaparecido en una semana. El Gobernador del estado declaró que del 1° de enero al 17 de abril del 2022, 327 mujeres de entre 12 y 15 años han desaparecido, posicionando a Nuevo León entre los 5 estados con mayor cantidad de mujeres desaparecidas según cifras del Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas.
Datos escalofriantes como estos los encontramos en cada rincón de nuestro país, pues la descomposición de la base social es tal que no hay donde esconderse. El narcotráfico, la crisis económica y la falta de oportunidades han roto por completo el tejido social. Son los sectores más vulnerables de la sociedad los que pagan las consecuencias.
No obstante, con ser víctimas de la violencia extrema, existe un proceso social de juicio moral y revictimización hacia las mujeres violentadas, pero el caso de Debanhi ha mostrado que este proceso también se da hacia las mujeres que rodean a la víctima, en el actual sistema ideológicamente se justifica la opresión hacia la mujer, pues ante el juicio de la sociedad machista y misógina las culpables de lo que le sucedió a Debanhi fueron sus amigas por haberla dejado y no su feminicida, pero, tanto en el caso de Debanhi como en el de todas las demás víctimas solamente existen 2 culpables, el feminicida que perpetúa el hecho y el sistema capitalista que reproduce las condiciones de barbarie social que provoca la violencia y en el que su aparato Estatal encubre y protege a los criminales.
El capitalismo es un sistema que lleva en su esencia fétida la violencia y la opresión. En la sociedad de clases se ha relegado a la mujer a un segundo plano, ideológicamente se les asigna un rol subordinado en el que estructuralmente se les coloca en un papel de vulnerabilidad siendo víctimas de violencia de muy diversa índole, hasta llegar al extremo del feminicidio. Esto está íntimamente ligado a las condiciones materiales de desigualdad, donde el sistema capitalista simplemente no puede existir sin la explotación de la clase obrera en beneficio de una clase parasitaria que vive plenamente y disfruta del ocio en sus lujosas mansiones mientras el 99% de la población tenemos que luchar día a día para medio satisfacer nuestras necesidades básicas en medio de un ambiente de descomposición y violencia extrema. Son ellos, los grandes capitalistas, los que mueven los hilos del estado burgués que no se preocupa por salvaguardar la vida de los hombres y mujeres de la clase obrera, sino que existe solo para garantizar y cuidar los intereses de la clase dominante y justificar y perpetuar la explotación y opresión existente contra las clases y sectores vulnerables. Ante la forma de actuar del Estado burgués, se ha demostrado que solo mediante la organización de los hombres y mujeres de la clase obrera presionando en las calles, buscando a sus familiares es como se puede avanzar en la resolución de los casos. Un ejemplo de esto lo vimos en Monterrey, Nuevo León, el pasado 22 de abril, donde se realizaron protestas a favor de Debanhi y contra los feminicidios y desapariciones que se sufren. Solo hasta que la impunidad se vuelve un escandalo es cuando se les da seguimiento a los casos de violencia, de lo contrario pueden pasar años sin que nada suceda.
Fue solo hasta que los familiares de Debanhi y otras organizaciones lograron mediatizar el caso, cuando el gobernador de Nuevo León se sumó a la búsqueda junto con las fuerzas del estado, pero mientras buscaban a Debanhi, se encontraron los cuerpos de 5 mujeres que semanas antes habían sido reportadas como desaparecidas, mujeres a las que el estado les restó importancia. Esto demuestra que hablamos de un problema social, estructurado en la sociedad y no de un caso aislado.
Todos estos casos están plagados de irregularidades y omisiones de la fiscalía, quienes no entendieron las denuncias a tiempo y quizás seguirían sin hacerlo de no ser por lo mediático que se volvió el caso de Debanhi. La versión hasta ahora de la fiscalía de Nuevo León es que Debanhi cayó accidentalmente a una cisterna que se encontraba en la cercanía de la zona de búsqueda, sin embargo, el padre de Debanhi declaró que estaba decepcionado del actuar de la fiscalía, declaró tener evidencia de que el chofer del taxi que enviaron sus amigas, para que regresara segura a casa, intentó propasarse con ella. Además de este factor, es poco creíble que estando tan cerca del cuerpo, ni los binomios caninos, ni los grupos de búsqueda pudieron localizarla antes. Finalmente, el informe pericial determinará las condiciones en las que murió Debanhi, cuyo único delito fue salir de fiesta como cualquier joven de su edad lo haría, solo que ella al igual que miles de mujeres más en este país, no pudo regresar con vida a su casa con sus seres queridos.
Para el Estado burgués los casos de María Fernanda Contreras y Debanhi Susana Escobar, junto con las otras mujeres que encontraron durante la búsqueda, se convertirán en números, en una estadística más y sus nombres serán olvidados entre el mar de sangre que rodea a la sociedad, pero para nosotros no será así, nosotros no olvidaremos los nombres de Irlanda Marcela Ramírez, Ingrid Guadalupe Castillo Ríos, Brisa Anahí Porras Cerda, Jenifer Nicool Almaguer Vargas e Irma Hernández Cruz, tampoco olvidamos a Sara Abigail Salinas cuyos feminicidios siguen impunes. Sus nombres nos duelen profundamente, pero toda la rabia que nos genera la sangre derramada de cada una de las víctimas de este sistema de podredumbre y violencia debe convertirse en organización y lucha, porque solo con la organización de los hombres y mujeres de nuestra clase seremos capaces de derrocar a la clase burguesa y a su estado feminicida, solo rompiendo las bases materiales de la opresión y la desigualdad que genera el sistema capitalista, podremos reconstruir el tejido social de una nueva sociedad alejada de la barbarie y la violencia hacia la mujer.