Mexico: La jornada global por Ayotzinapa: una movilización que tiende a tornarse en revolución

La multitudinaria manifestación de ayer (23 de octubre), en donde los cálculos oficiales hablan de 50 mil manifestantes, pero es probable que haya sido 3 o 4 veces mayor que eso, marca un punto de inflexión en los acontecimientos políticos de nuestro país, punto de ruptura que tiene todas el potencial de extenderse como un torbellino por todo el país. Los medios de comunicación hablan de 75 centros educativos paralizaron sus actividades.

La multitudinaria manifestación de ayer (23 de octubre), en donde los cálculos oficiales hablan de 50 mil manifestantes, pero es probable que haya sido 3 o 4 veces mayor que eso, marca un punto de inflexión en los acontecimientos políticos de nuestro país, punto de ruptura que tiene todas el potencial de extenderse como un torbellino por todo el país. Los medios de comunicación hablan de 75 centros educativos paralizaron sus actividades.

En más de 18 Estados hubieron manifestaciones de repudio. Esta protesta tuvo un carácter marcadamente juvenil pero con presencia de organizaciones de masas como la CNTE, el SME, sindicatos universitarios y las bases de Morena.

 

La solidaridad internacionalista marcó las jornadas de ayer: en  ciudades como Helsnki, Compehague, Florencia, Milán, Madrid, Londres, Buenos Aires, Santiago de Chile, La Paz, Bogotá, San Salvador, Londres, París, Caracas, Sao Paulo… resonó la indignación. Incluso la Unión Europea tuvo que hacer eco del repudio ―es más fácil repudiar asuntos que suceden a miles de kilómetros de distancia que hacerse responsable del desastre que hay en casa―. Las consignas de la manifestación estaban cargadas de rabia, ira e indignación: “Vivos se los llevaron vivos los queremos”, “no estamos completos, nos faltan 43”, “¿Por qué? ¿Por qué nos asesinan si somos el futuro de América Latina? Otras consignas en la magna manifestación eran fuertemente políticas y apuntaban a la esencia de la cuestión: carteles contenían el término revolución y todos exigían la salida del gobierno estatal de Aguirre e incluso la caída de Peña Nieto. 

Simbólicamente se dispusieron 43 sillas para los normalistas que de alguna manera estuvieron presentes en la movilización. Uno de los jóvenes dijo en una emotiva visita a un plantel del IEMS –donde el SUTIEMS refrendó su apoyo- que nunca se olvida el rostro y la mirada de un compañero que lucha, terminó sus emotivas palabras en lengua mixe; las palabras calaban hondo y arrancaban lágrimas desde lo más profundo. Fue similar tono del mitin del Zócalo, en el templete con fotos de los 43 normalistas desaparecidos hablaron los familiares. La indignación de los padres de familia era evidente. “¿Por qué los mataron? Porque temían que de Ayotzinapa surgiera un nuevo Che Guevara, un nuevo Genaro Vázquez, un nuevo Lucio Cabañas”. En cada discurso se sentía una tremenda desconfianza al Estado, un sentimiento de que sino escuchaban con manifestaciones como la de ayer, teníamos que tomar medidas más radicales. El campesinado pobre y el proletariado se hicieron oír en un discurso tras otro. Un tío de Julio Cesar Mondragón, conocido como el Chilango, el estudiante que fue desollado, dijo en una carta que otro padre de familia leyó que el crimen de su sobrino debería considerarse como de lesa humanidad y estaba siendo procesado por el gobierno Estatal.

Un sentimiento de que hemos llegado al límite se respira en el ambiente; unos estudiantes que fueron masacrados y desaparecidos por ser jóvenes, por ser pobres, por ser indígenas, por ser campesinos, por estudiar en una institución (las normales rurales) fundada por Lázaro Cárdenas ―un semillero de profesores comprometidos con el pueblo,  luchadores sociales y guerrilleros como Lucio cabañas y Genaro Vázquez―; han desencadenado ―junto con el movimiento del IPN― Estas enormes protestas que han sido cualitativamente mayores al movimiento 132 del año 2012 y han sido junto con esta la más extendida en el país desde el año 1968.

La ira tiende a convertirse en insurrección: la manifestación que ayer en Guerrero culminó en las oficinas municipales de Iguala con la quema del Palacio Municipal donde operaban los prófugos José Luis Abarca ―el presidente con licencia― y su esposa, coludidos con el grupo Guerreros Unidos, estas medidas se dan después de que el palacio estatal y la sede del PRD también fueron quemadas. Los padres de los normalistas dieron un ultimátum: o entregan a sus hijos en un lapso de dos días o se tomaran otras medidas. Y es que la ira es contra todas las instituciones establecidas, contra todos los partidos políticos tradicionales, contra el sistema establecido en su conjunto. Por esto el gobierno federal se encuentra entre la espada y la pared, hay la impresión de que ya saben dónde se encuentran los desaparecidos pero no lo quieren decir para no echar más gasolina al fuego, no dejan caer la cabeza podrida de Ángel Aguirre porque no sólo él sino los organismos federales fueron los que no hicieron nada por evitar la masacre, temen que si cae Aguirre las turbulentas aguas del movimiento se orienten hacia el gobierno federal.  El punto es que hagan lo que hagan estará mal ―es posible que dejen caer, finalmente, la cabeza del gobernador―* y el anuncio de ayer, donde por fin se reconoce la responsabilidad del presidente municipal, es un ejemplo de demasiado poco y demasiado tarde.

Estamos ante una pradera seca en la que ha caído un rayo. Aunque sólo los medios de comunicación más reaccionarios pueden llorar la quema de estos edificios, símbolo de corrupción y represión, es necesario que toda esa furia desencadenada se organice y se unifique. Hace falta elevar los paros estudiantiles hacia un gran paro nacional, esta coyuntura es propicia para ello. Necesitamos hacer un frente único en la acción de todas las organizaciones de masas, de los estudiantes en paro, los maestros, los grupos de autodefensa, las bases del Morena, los sindicatos. Necesitamos romper las resistencias de las direcciones conservadoras y electoreras que han estado bloqueando el movimiento. Morena tiene una gran responsabilidad, si la dirección de Morena no se pone  a la altura en esta coyuntura, su viabilidad quedará suspendida sobre un gran signo de interrogación hecho de omisiones y ceguera electorera. Son los estudiantes los que pueden hacer el llamado, pueden ser los sindicatos, debería ser la dirección de Morena; lo que es seguro es que el incendio ha comenzado y clama por ser unificado y organizado a nivel nacional. Ésa es la tarea.  

*Cuando publicábamos este artículo se ha anunciado la caída del gobernador de Guerrero Ángel Aguirre.

 

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