Las elecciones suelen ser un instante que refleja el sentir de la sociedad y puede servir de barómetro de la lucha de clases, de alguna manera las clases sociales expresan sus intereses en las jornadas electorales.
En la próxima elección los principales magnates y capitalistas de nuestro país y sectores del imperialismo pugnarán ´por que exista una continuidad en el gobierno, ya sea por medio del PRI o el PAN, aunque sus estructuras partidarias, su régimen político, están profundamente divididos y en crisis, lo que dificulta una estrategia unificada en esta elección; por otro lado las masas, millones de trabajadores y jóvenes se expresarán por un cambio profundo y radical mediante un voto de castigo hacia los partidos tradicionales, gran parte de este voto irá a parar a favor del candidato Juntos Hagamos Historia (Morena, PT, PES), Andrés Manuel López Obrador, quién hasta ahora es favorito en las encuestas, en caso de ganar, sucederá un terremoto político.
Un régimen corrupto y desprestigiado
Por lo menos en los últimos 30 años el régimen político se ha sostenido en una alianza de facto entre los principales grupos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido Acción Nacional (PAN), quienes se alternaron el gobierno sin cambiar nada en lo fundamental.
Los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón no se diferenciaron en lo fundamental con los tres anteriores surgidos de las filas del PRI, incluso funcionarios de los dos partidos se alternaron en diversas secretarias y puestos gubernamentales, sin importar el color del partido; pero algo los une en lo fundamental a ambos partidos es la defensa de los intereses de los grandes capitalistas, empresarios y banqueros, quienes han sido los beneficiados de las llamadas reformas estructurales.
El regreso del PRI al gobierno mediante una escandalosa compra de votos en la elección del 2012 no cambió nada esencial, al contrario, mediante la firma del llamado Pacto por México se hizo más evidente la existencia del llamado PRIAN (la alianza PRI-PAN), incorporando a la burocracia adulona del Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Al principio del gobierno de Peña todo era miel sobre hojuelas para el sistema y el régimen político, la burguesía y el imperialismo estaban satisfechos, borrachos y extasiados por las reformas estructurales, la Revista Time incluso le dedicó una portada a Enrique Peña Nieto con el titular “Saving México” (Salvando a México), así se expresaban de él:“Podrá padecer de erudición literaria pero Peña Nieto lo compensa con destreza política. Es asistido por jóvenes tecnócratas con estudios realizados fuera de México, que buscan poner una cara moderna a la vieja maquinaria del PRI. Pese a que algunas reformas se quedan cortas, ha pasado mucho tiempo desde que México experimentó grandes negociaciones políticas, una economía en crecimiento y optimismo sobre el futuro”.
Además: “La reforma energética no es la victoria más importante de Peña Nieto. De hecho, las manifestaciones contra la reforma educativa han sido más intensas que la batalla por el petróleo. La legislación modifica la absurda y deficiente educación pública en México que enfrenta a la poderosa unión de maestros quienes han paralizado la Ciudad de México con masivas manifestaciones desde septiembre”.
Las fuerzas “económicas globales”, es decir el capital extranjero y el imperialismo estadounidense observaban satisfechos la apertura al sector privado del sector energético y la mal llamada reforma educativa, que es una reforma laboral destinada a eliminar derechos a los trabajadores de educación, y el paquete de contra-reformas que los partidos del llamado Pacto por México aprobaron, los elogios no paraban hacia el gobierno mexicano:
“Después de un año en el cargo. Peña Nieto ha presentado el paquete de reformas más ambicioso del que se tiene memoria. Fuerzas económicas globales también han observado la dirección del país”.
Todo ese optimismo se vino abajo a mitad del sexenio, la borrachera terminó, los gobernantes, los dirigentes de los partidos políticos tradicionales, la burguesía y los estrategas del imperialismo se despertaron con una fuerte resaca.
Los casos de corrupción salpicaron a los altos niveles del gobierno, los contratos de obra pública llegaron al billón 184 mil millones de pesos en los primeros cinco años del sexenio, favoreciendo a un reducido grupo de empresarios entre los que se encuentran Carlos Hank Rhon, Olegario Vázquez Raña, Juan Armando Hinojosa Cantú, Hipólito Gerard Rivero, Carlos Ruiz Sacristán, Juan Miguel Villar Mir, Emilio Azcárraga Jean, Carlos Slim Helú o Nicolás Mariscal Servitje, también empresas trasnacionales como OHL y Obredetch fueron de las favoritas en el sexenio ( Revista Proceso, Número 2160).
Por su puesto que los grandes empresarios pagaron muy bien por el favoritismo en los contratos: El caso más sonado fue el de la famosa “Casa Blanca,” una lujosa construcción con valor de 7 millones de dólares, que perteneció a Peña Nieto y registrada a nombre de una de las empresas favorecidas en las licitaciones por los gobiernos del PRI, en un caso similar se vio involucrado Luis Videgaray, Secretario de Hacienda.
Por si fuera poco, en los últimos años al menos 22 exgobernadores provenientes de las filas del PRI y el PAN han caído en prisión o están acusados de corrupción, desvío de recursos públicos y nexos con el crimen organizado. De acuerdo con la Auditoría Superior de la Federación el monto de los desvíos equivale a 258 mil 829 millones de pesos.
El paquete de reformas estructurales encontró una resistencia fuerte en las calles, particularmente la lucha encabezada por la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) cuyos integrantes se opusieron firmemente a la mal llamada educativa. La movilización y la lucha mostró la verdadera cara del régimen: autoritario y represivo, pero el cual tuvo que ceder en algunos estados ante la valiente resistencia del magisterio democrático.
También durante el sexenio Peña Nieto se enfrentó a una de las mayores movilizaciones sociales tras la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa en Guerrero, este lamentable suceso destapó la cloaca de corrupción y vínculos entre los diferentes niveles de gobierno y el crimen organizado, las movilizaciones a nivel nacional enarbolaron banderas claramente políticas como la de “Fue El Estado” y “Fuera Peña”, y canalizó toda la rabia contenida entre la población y el sentimiento contra un gobierno corrupto y alineado con los intereses empresariales naciones e internacionales.
La aprobación hacia el gobierno de Peña Nieto, desde el año 2014, no supera el 30% , el apoyo al PRI ha colapsado y solamente se mantiene mediante la compra de voto y de conciencias a nivel nacional.
Ahora, más que nunca, existe la percepción de que el régimen chorrea corrupción por todos sus poros, hay un repudio generalizado a los funcionarios públicos de los partidos provenientes de los partidos del PRI y el PAN. La mayor preocupación para la población en general, después de la inseguridad y la situación económica es la corrupción.
Hay un desprestigio de lo que en su momento fue el partido que controlaba la mayor parte de los sectores de la sociedad: el PRI; un rechazo natural hacia los políticos tradicionales y un cuestionamiento abierto al régimen.
En las calles, centros de trabajo, barrios, escuelas se percibe un ambiente de que algo está muy mal y debe ser cambiado y se ubica como enemigo a vencer, en particular entre la juventud, al Partido Revolucionario Institucional, se ve como símbolo de la corrupción, violencia de Estado, autoritarismo y cinismo en la política.
La burocracia del PRI sabe de ese ambiente de rechazo, busca sobrevivir ante ese ambiente de repudio, por lo que está recurriendo y profundizando sus prácticas más viles e insolentes, sin cuidar ya de ninguna manera las formas: la compra del voto, el reparto de prebendas, el acarreo a los eventos políticos, la violencia contra la oposición. Incluso existe la tentación de un nuevo fraude electoral impulsado desde el propio gobierno y operado desde las gubernaturas, gobiernos municipales y el aparato partidario del PRI.
Divisiones en la derecha
Otro elemento característico en la presente coyuntura electoral es la división entre las fuerzas de derecha o de lo que en su momento fue el llamado PRIAN. En épocas normales la mayoría de los grupos políticos y empresariales hubieran operado de la siguiente forma: durante las campañas se hubiera ubicado al candidato del PRI y el PAN que tuviera las mayores posibilidades de ganar la presidencia y los recursos económicos y apoyo políticos se hubieran volcado mayoritariamente hacia él, pero algo sucedió que durante la presente coyuntura electoral, esto no fue así.
El candidato natural de la burguesía era Antonio Meade, es uno de los suyos, tecnócrata formado en universidades privadas extranjeras, comprometido con la iniciativa privada, ha sido funcionario público de los gobiernos del PRI y el PAN, ejecutor de las reformas estructurales y del famoso gasolinazo (aumento drástico de los combustibles, que provocó múltiples movilizaciones populares en repudio), conservador y reaccionario.
Sin embargo, una incógnita presente en la ecuación no fue calculado por las élites empresariales: el desprestigio hacia el partido en el gobierno y el repudio a la casta política tradicional. Durante meses Antonio Meade, que fue presentado como un candidato “ciudadano” del PRI, convenció a pocos, en la memoria de los jóvenes y trabajadores está presente el aumento a la gasolina de principios del año del 2017 y se le ubica como uno de sus autores intelectuales, prácticamente desde su inicio la campaña de Meade se desplomó.
La segunda opción, Ricardo Anaya, un joven ambicioso y corrupto, candidato del PAN, que junto al PRD y Movimiento Ciudadano formaron la Coalición Por México al Frente; sin embargo para lograr su candidatura desplazó a algunos grupos tradicionales del PAN, algunos de los cuales prácticamente abandonaron ese partido, como es el caso del grupo en torno al ex presidente Felipe Calderón, quien optó por impulsar a Margarita Zavala como candidata “independiente”. En palabras de Jorge Castañeda, coordinador de la campaña, dichas en una entrevista al The New York Times: “Ricardo Anaya se chingó a todo el mundo para llegar ahí”.
El PRD quedó desfondado tras la salida de López Obrador y la fundación del Movimiento Regeneración Nacional (Morena).
En otros años todo el apoyo político, recursos del Estado y de los empresarios se hubieran canalizado hacia Ricardo Anaya, segundo en las preferencias electorales según las encuestas, sin embargo las pugnas entre los grupos del PAN lo impidieron; el ex presidente Vicente Fox era un entusiasta promotor de la candidatura de Anotio Meade, Felipe Calderón apoyó la candidatura de Margarita Zavala y el gobierno de Peña Nieto ha golpeteado duramente la candidatura de Ricardo Anaya. Todo esto ha generado una dispersión de los votos y las fuerzas de la derecha.
De acuerdo con Salvador García Soto, columnista de El Universal, en Enero de 2017 existía un pacto entre Peña Nieto y Ricardo Anaya, el cual consistía en que se dejara participar libremente a los candidatos del PRI y el PAN durante las elecciones para la gubernatura del Estado de México, a cambio de que la entonces candidata del PAN Josefina Vázquez Mota “golpeteara” a la candidata de Morena, incluso se le otorgo desde Los Pinos un millón de pesos a la dirigencia nacional del PAN, es decir a Ricardo Anaya.
Todo eso terminó por que desde otros sectores del Estado filtraron una investigación contra la entonces candidata del PAN acusando de corrupción hacia su familia, tras unos resultados sumamente cuestionados donde se impuso el candidato de PRI, la dirección del PAN encabezada por Ricardo Anaya impugnó la elección.
Las diferencias se hicieron aún más profundas por que Ricardo Anaya no ha dejado de insistir demagógicamente que meterá a la carcél a Peña Nieto si gana la presidencia, la respuesta desde el gobierno federal fue la filtración de una serie de videos acusándolo de lavado de dinero.
Hasta hace algunos meses la derecha había atomizado sus votos en cuatro candidatos: Antonio Meade (PRI), Ricardo Anaya (Coalición de Frente por México), Margarita Zavala (“independiente), Jaime Rodríguez (“independiente”).
Esa división prendió los focos de alerta entre la burguesía, el primer paso fue el retiro del financiamiento a Margarita Zavala de uno de sus principales promotores Alberto Bailléres, dueño de Grupo Bal y uno de los hombres más ricos de México, lo que la obligó a retirarse de la contienda, las otras iniciativas partieron de los grupos empresariales que presionaron a Peña Nieto para que apoyara al segundo lugar en las encuestas, sin embargo esto no ha dado hasta ahora resultados.
Los golpes del gobierno federal hacia Anaya han surtido efecto, ahora el PRI confía en que su aparato ayude a operar el fraude electoral rumbo al próximo 1 de julio e imponer a Antonio Meade en la presidencia.
La fractura en los partidos de la derecha al parecer es demasiado grande para sanarla con algunos acercamientos y reuniones entre empresarios y las cúpulas partidarias.
Dentro del PAN se alzan voces contra el propio Ricardo Anaya.
La crisis del régimen, las divisiones en los partidos de la derecha, la pugna Anaya – Peña, no es más que el síntoma de la grave enfermedad que padece el sistema capitalista, que tiene su reflejo en nuestro país.
La crisis del sistema se refleja en las divisiones en los representantes políticos de la clase dominante mexicana (no logran ponerse de acuerdo en una táctica unificada para mantenerse en el gobierno), en la crisis del Estado burgués, sus instituciones y como consecuencia en la crisis de sus partidos políticos y en la división de lo que hasta ahora habíamos conocido como el PRIAN (la alianza de los principales grupos políticos a lo interno de ambos partidos para implementar una agenda común en beneficio de los grandes empresarios y banqueros); en contraparte observamos un fenómeno interesante a analizar, por abajo en millones de personas comienza a calar la idea de que es posible derrotar a los partidos del régimen e implementar cambios profundos en beneficios del pueblo, los trabajadores, la juventud y las mujeres; existe un sentimiento de esperanza de que esta pesadilla en la que nos han obligado a vivir, los dueños del gran capital y sus partidos, puede terminar.
Las masas se expresan por la vía electoral
Como socialistas revolucionarios sabemos que las elecciones no cambian las cosas en lo fundamental, los grandes cambios provienen de las grandes luchas y la organización de la clase obrera y la juventud; en eso estamos de acuerdo, los grandes cambios, las reformas y las concesiones son producto o subproducto de la lucha revolucionaria. Sin embargo, la cuestión es, si la lucha de clases se expresa en el terreno electoral.
Al momento del cierre de las elecciones la mayoría de las encuestas coinciden en que las preferencias electorales están abrumadoramente del lado de Andrés Manuel López Obrador.
Al cierre de campaña, Oraculus un sistema de agregación de encuestas ofrece el siguiente resultado: Andrés Manuel López Obrador obtendría entre un 44.8 – 51.% de votos, Ricardo Anaya entre un 23 – 29.1% de los votos, Antonio Meade un 18.1-23.6% de votación; por otro lado el Barómetro Electoral de Bloomberg le da una preferencia de 51.6% a Andrés Manuel López Obrador, de 25.5% a Ricardo Anaya y 20.3% a Antonio Meade; El País ofrece la siguiente perspectiva: Andrés Manuel López Obrador 48.6%, Ricardo Anaya 26.7%, Antonio Meade 21.2%
De confirmarse los resultados de las encuestas el PRI obtendrá uno de sus peores resultados en toda su historia, la votación más baja fue en la elección del año 2006 donde obtuvo un 22.23% siendo candidato Roberto Madrazo, lo que significa una crisis profunda del partido-Estado, que en décadas pasadas era el amo y señor de las elecciones y superaba el 70% de las votaciones en las elecciones presidenciales.
Por otra parte también nos muestra el desfonde que sufrió el PRD, cuya dirigencia ha decidido marchar a la cola de la derecha representada por el PAN; la preferencia electoral para este partido ,de acuerdo a las encuestas del El Financiero, ronda actualmente el 6%, que será su peor resultado en toda su historia; dicho porcentaje se encubrirá por la alianza que mantiene con Ricardo Anaya en las presentes elecciones. Es una muestra del fracaso de la llamada Nueva Izquierda y la versión caricaturizada de la de la socialdemocracia mexicana.
En la misma sintonía que las encuestas mencionadas anteriormente, de acuerdo con Heras-Demotecnia, Andrés Manuel López Obrador podría obtener más de 26 millones de votos, Ricardo Anaya 13 millones de votos y José Antonio Meade 10 millones.
De confirmarse esos resultados AMLO será el presidente más votado en la historia de México y será un terremoto político la elección que un personaje no encuadrado al cien por ciento en la defensa de los intereses de la clase dominante y el imperialismo, llegue a la presidencia, pero ¿qué representa este cambio en la situación política nacional?.
Todo mundo coincide en que hay un enorme enojo acumulado entre el pueblo y los trabajadores mexicanos, esto lo admite incluso representantes de la clase dominante. El publicista español Antonio Solá, autor de la campaña de la guerra sucia contra López Obrador durante la campaña electoral del 2006, en una entrevista concedida al periódico El Universal menciona que observa un nivel de alto de ira bastante alta contra el sistema, por otro lado un columnista en la Revista Forbes escribió en mayo de este año que percibía una elección dominada por la molestia y la ira antisistema.
Por su puesto que para la mayoría de los analistas a sueldo de la burguesía les parece irracional las tendencias de la actual elección, para ellos lo mejor sería que la mayoría de la población se mantuviera ajena a las decisiones políticas, apática y presa de la compra y la manipulación del voto, indiferente ante las grandes decisiones en el país y de sus propios destinos.
Lo ideal y lo racional para los columnistas y periodistas al servicio del gran capital sería que el pueblo, la clase obrera y la juventud los dejara en paz y dejara gobernar a sus jefes tal y como ha sucedido durante las últimas décadas. Para ellos lo racional es el fraude electoral, la corrupción hecha gobierno, la enorme desigualdad económica, la explotación, el saqueo y la entrega de los recursos naturales a las empresas trasnacionales; cuando el pueblo y la clase obrera comienza a cuestionarse el estado actual de las cosas es irracional, eso no debería de suceder, según estos señores.
¿Que se está expresando en la actual elección?, por su puesto que la rabia contenida durante décadas de la mayor parte de la población, pero hay algo más.
México es el país mas desigual de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económica, algunas investigaciones independientes ubican a 95 millones de mexicanos en condiciones de pobreza o vulnerables en caer en la misma, más de 60 millones de mexicanos con el actual salario no puede comprar la canasta básica, el poder adquisitivo del salario ha tenido una caída libre en la últimas décadas, la violencia social se extiende por todo el país, los feminicidios son un azote en diversas regiones.
En contraste las privatizaciones, las llamadas reformas estructurales, han sido una fábrica generadora de nuevos ricos, somos el país número 20 con más ricos en el mundo, los gobernantes viven como reyes y son escandalosos los casos de la corrupción. La clase dominante y sus políticos ha sobrepasado los niveles de cinismo, hay un repudio generalizado no solamente al PRI sino a los políticos que se ubican como responsables de la tragedia del pueblo de México.
Las viejas formas de dominación comienzan a no funcionar, cada día se hace más amplia la percepción de que algunos medios de comunicación mienten para favorecer a un grupo de privilegiados, la compra y el control corporativo por parte del Estado de las organizaciones sociales, sindicales se ha quebrado.
Una encuesta realizada por la firma Data PM sacó a relucir que 9 millones de mexicanos vendieron su voto en la presente elección, eso no es lo revelador, en cada elección se manejan sumas millonarias de dinero para la compra de voto y la manipulación de los resultados; lo importante es que 15 millones de personas rechazaron esa práctica, dijeron no a la compra del voto en un país donde la pobreza abunda, el fraude es una práctica común y donde se tenía la percepción generalizada que el voto no sirve de mucho por que de cualquier manera “van a poner a quien se les de la gana”.
Algo está comenzando a cambiar el la mente de millones de trabajadores y oprimidos en el país, no solamente es un voto de ira y de enojo, por su puesto que hay algo de esto contenido en la situación actual. Hay rabia por la situación económica, por la violencia cotidiana a la que nos han orillado a vivir, por los miles de desaparecidos, por el cinismo y la corrupción de los políticos, por la exagerada concentración de la riqueza, por la falta de un futuro digno.
Este ambiente se ha ido profundizando desde el año 2006 año en que estallaron protestas mineras, la lucha contra el fraude electoral y se vivió la insurrección revolucionaria en Oaxaca, a partir de entonces vemos protestas cotidianas entre la juventud, que se expresó de manera más franca durante el año 2012 en el movimiento #YoSoy132 y durante las huelgas estudiantiles y la protestas populares en el año 2014 por la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa.
La protesta social volvió a revivir durante las jornadas de lucha del magisterio contra la Reforma Educativa y también de forma espontanea se encendió la llama de las movilizaciones contra el aumento al costo de la gasolina.
Existen cerca de 300 conflictos, por despojo y por la implementación de los megaproyectos por parte de las trasnacionales, particulamente en comunidades rurales, indígenas y campesinas.
Toda esta oleada de protestas y luchas a nivel nacional han sido una expresión de la ira popular y la búsqueda de alternativas políticas ante la crisis del sistema, los números expresados en las encuestas para la elección presidencial es otra vertiente de este mismo fenómeno.
A diferencia de los intelectuales del régimen, pensamos que no solamente votará la ira y el enojo, en todo este proceso hay un elemento constructivo, esperanzador y búsqueda de alternativas políticas por parte de la clase obrera, el campesinado pobre y la juventud, que ha probado no solamente la movilización en las calles sino que que utilizará la coyuntura electoral para darle una lección a los partidos del régimen y a los que ubica como responsables de la situación actual.
No solamente hay ira, hay esperanza de que la situación social y económica puede cambiar con la participación política colectiva, eso tiene una connotación claramente revolucionaria, eso lo ha ubicado la clase dominante, de ahí que se han puesto rabiosos e histéricos por la posible elección de un gobierno de López Obrador bajo las circunstancias actuales.
Prepararnos ante un gobierno futuro de López Obrador
Algunos elementos de la burguesía no se han resignado a un posible gobierno de AMLO, algunos han puesto las esperanzas en que el aparato del PRI logré implementar un nuevo fraude electoral, otros se han formado detrás de la candidatura de Ricardo Anaya para garantizar un gobierno de continuidad, acorde de sus intereses.
Sin embargo hay algunos gestos que muestran que algunos de los oligarcas tendrán que enfocarse en un plan “B” que es resignarse a un futuro gobierno de AMLO pero tratarán de quitarle el filo a la mayor parte de sus propuestas, particularmente en las que se refiere a echar para atrás las reformas estructurales.
Todo esto apoyándose en los elementos de derecha o que fueron parte del régimen que actualmente están en la Coalición Juntos Haremos Historia, en particular con gente como Alfonso Romo empresario de Monterrey, pero también en los cientos de elementos provenientes de las filas del PRI, PAN, Partido Verde que ahora se han enrolado bajo la bandera del cambio verdadero.
Todos estos elementos se han desprendido de sus partidos lo hacen no por que estén convencidos de un proyecto a favor de los más desfavorecidos, durante años han sido cómplices de la actual política económica, sino por que ven que el barco del régimen actual se comienza a hundir y es comienzan a saltar a aquel que les asegure continuidad en algún puesto burocrático y manteniendo sus privilegios.
Alfonso Romo incluso no tiene empacho de diferenciarse de los “radicales” de Morena y de festejar la moderación de AMLO respecto a echar atrás las reformas estructurales y algunos proyectos donde los empresarios obtienen grandes ganancias.
Los trabajadores y la juventud que luchan honestamente por transformar la sociedad y tiene la esperanza en que esto suceda bajo un gobierno de López Obrador debe ser cuidadosa en no confundir sus intereses con estos elementos dentro de la Coalición Juntos Haremos Historia, no hemos tenido nada en común en estos años y no podemos tener nada en común en un futuro gobierno de AMLO.
Debemos confiar en nuestra propia organización y fuerza, fortalecer la organización política, popular, sindical democrática del pueblo y los trabajadores del campo y la ciudad, la organización estudiantil dentro de las escuelas, para que un triunfo de AMLO garantice echar abajo las llamadas reformas estructurales, mejoras salariales, en empleo, seguridad social y educación. Sacar lecciones de estos años de lucha, desde el proceso de desafuero a la elección del 2018, una de ellas es que: solo el pueblo puede salvar al pueblo.
De confirmarse en las elecciones los resultados en las encuestas, el triunfo de Andrés Manuel, cimbrará el régimen político, se presentarán oportunidades para profundizar la organización política y reivindicativa de la clase trabajadora y será una enorme escuela política para millones de personas.