Alrededor de medio millón de personas se movilizaron el domingo 26 de junio, abarrotando la avenida Reforma, para manifestar su apoyo a los maestros de la CNTE y su indignación por la brutal represión del Estado mexicano que significó la muerte de, al menos, 8 profesores y la detención arbitraria de varios de sus dirigentes.
Alrededor de medio millón de personas se movilizaron el domingo 26 de junio, abarrotando la avenida Reforma, para manifestar su apoyo a los maestros de la CNTE y su indignación por la brutal represión del Estado mexicano que significó la muerte de, al menos, 8 profesores y la detención arbitraria de varios de sus dirigentes. Sin duda fue un gran paso adelante el que AMLO convocara esta enorme manifestación, la más masiva desde las desatadas por la noche de Iguala, en defensa de los maestros; una convocatoria que expresa el ánimo de indignación y tensión que cimbró al país e indignó al mundo -manifestaciones de solidaridad han llegado de todas partes, incluso Japón-. También expresa el ánimo de unidad que existe entre la población y amplios sectores de las bases en Morena y la CNTE.
La movilización de ayer se dio en un marco de franca insurrección en Oaxaca en donde cierres de carreteras, barricadas populares, la “desaparición de poderes” en Nochixtlán –eventos como éste que recupera la experiencia de la APPO- y manifestaciones sin precedentes en regiones normalmente conservadoras -por ejemplo Monterrey- sacuden al país. Pero ¿es suficiente marchar y expresar nuestro apoyo? ¿Una mesa de diálogo es lo que necesitamos? ¿Qué plan de acción se requiere para trascender el estado de barbarie en el que vivimos?
La represión gubernamental del domingo del 19 de junio ha elevado la magnitud de las movilizaciones en torno a la CNTE a un nuevo nivel. En Oaxaca y otros estados, como Guerrero y Michoacán, el movimiento, en lugar de desgastarse, se ha vuelto más masivo que nunca, involucrando y sumando el apoyo de padres de familia y vecinos quienes, en muchos casos, son los que han instalado las barricadas cuyas imágenes nos recuerdan escenas de una guerra civil; las policías y las guardias comunitarias -que ocuparon un tercio del país durante 2014- parecen renacer como un medio de defensa frente a la barbarie del ejército y la policía. Ante ello, el gobierno aceptó instalar una mesa de negociación, mesa que la CNTE ha estado solicitando desde hace meses y que el gobierno había negado. Además, algunos de los dirigentes de la CNTE encarcelados, como el profesor Rubén Nuñez, dirigente de la sección 22 de Oaxaca, podrían salir bajo fianza. Ante ello, AMLO afirmó el día de ayer que el movimiento que encabeza estará atento del desarrollo de las mesas de negociación, exigió la renuncia del Secretario de Gobernación, el castigo a los culpables de la matanza; señaló que el gobierno debe solucionar las demandas de la CNTE y sostuvo que Peña Nieto debe “presidir” un proceso de transición que, ante la emergencia nacional y rumbo a las elecciones del 2018, permita un cambio de régimen por la vía pacífica y electoral.
Por supuesto que llamar a solidarizarse con la lucha de la CNTE es absolutamente correcto pero los puntos propuestos por AMLO como salida al conflicto no reflejaron las consignas y el estado de ánimo que se vivió en la manifestación, la consigna más coreada fue “abajo Peña Nieto” y ante esta consigna no hubo ninguna respuesta. A decir verdad, tampoco la hay del lado de la dirección de la CNTE, que decidió marchar por su lado en otra manifestación mucho más reducida, una dirección que parece conformarse con la mesa de diálogo. El problema es que el PRI es experto en abrir mesas de diálogo que no solucionan nada y sólo dan un respiro al gobierno para que el movimiento se desgaste por la vía natural.
Sin duda, la mayor parte de maestros que participaron en la manifestación, que más tarde y de forma paralela, convocó la CNTE, la Nueva Central y los padres de los 43 desaparecidos, también participaron en la concentración de Morena, pero el ambiente de unidad tampoco termina de cuajar en la dirección de la CNTE. Resulta por demás curioso que los maestros marcharan con Morena -de forma dispersa y a título individual- en una movilización que se convocó para defender su causa (que es una causa de todo el pueblo) y la dirección de la CNTE decidiera marchar por su lado, es como una fiesta de 15 años a la que la quinceañera decide no asistir. Es verdad que el movimiento sindical debe saber defender su autonomía política y de clase, frente a un movimiento que, como el de Morena, es pluriclasista y con una dirección pequeñoburguesa; pero era perfectamente posible haber marchado juntos, y en el templete central, de una manifestación masiva y en donde asistieron amplios sectores del pueblo, expresar las consignas de los trabajadores sin cortapisas y compromisos más allá de movilizarnos juntos. Sin duda el ambiente es de unidad pero aún hace falta terminar de romper con un sectarismo que no ha ayudado al movimiento. Los llamados sectarios a no unificar la lucha sólo han favorecido al régimen.
La incapacidad de la dirección del movimiento -tanto de Morena, como de la propia CNTE- de aterrizar la unidad en un plan de acción conjunto es el principal obstáculo que impide que la situación trascienda. Si no somos capaces de aterrizar un plan de acción común, la coyuntura se enfriará -como sucedió en Atenco, en las elecciones de 2006, con el SME en 2010, con el Movimiento por la Paz y #yo soy 132 durante 2012, con Ayotzinapa y las autodefensas en 2014- y otra oportunidad más se perderá, que no quepa duda de ello. No estamos diciendo que la CNTE no acuda a las mesas de negociación, pero éstas se deberían usar como una tribuna de denuncia y agitación, no como un fin en sí mismo, en el marco de un plan de acción que recoja lo que ya está en el ambiente: la preparación de una huelga general para forzar la caída del odiado gobierno de Peña Nieto. Las condiciones de tensión e indignación, el sentimiento de unidad están ahí, sólo hay que saber organizarlos y orientarlos, es decir, hace falta una mínima dirección no digamos revolucionaria, sino mínimamente consecuente. Si esta perspectiva no aterriza, el gobierno podrá, quizá, ceder en lo secundario -liberación de presos, algunas reinstalaciones, incluso la cabeza de algún funcionario- pero no dará marcha atrás en la odiada reforma educativa y tampoco cejará en su intento de imponer las reformas pendientes (a la salud, la educación superior, etc.).
Si la convocatoria de Morena a defender a los maestros fue un paso adelante, hace falta dar los siguientes: se debe convocar -ya sea por parte de Morena, la CNTE, la Nueva Central, etc.,- a una magna asamblea unitaria de todos estos movimientos de masas, por lo menos sus representantes, para aterrizar un plan de acción mínimo que no signifique diluir las diferencias -nadie le pide a la CNTE que se vuelva obradorista- pero que sí permita golpear juntos en un sólo punto y en un mismo día. AMLO podría convocar esta asamblea sin renunciar a su planteamiento electoral, permitiendo que las bases del movimiento decidan otro plan de acción complementario.
A los sectarios, quienes se creen grandes teóricos y estrategas pero no son más que pulgas en la historia, les encanta hablar de que el movimiento requiere unidad pero los llamados a la unidad en abstracto que no incluyan a las organizaciones donde las masas se agrupan, no son más que fanfarronadas. Las sectas lanzan consignas abstractas que se convierten en pura fraseología o simples clichés -Lenin llamaba a estas payasadas “fraseología revolucionaria”-, por no tomar en cuenta la realidad concreta. Necesitamos la unidad en la acción de las organizaciones de carne y hueso que existen en la realidad y no las que se imaginan las sectas en sus delirios.
AMLO está concentrado casi exclusivamente en el terreno electoral, pero se debe comprender que sus llamados a Peña Nieto para formar un gobierno de transición son tan inútiles como llamar a un león a que coma verduras en vez de la carne de sus presas. Se podrá decir que sus llamados son retóricos y que no se renuncia a la organización del pueblo o a la movilización, pero la organización de una huelga general con vistas a la caída de un odiado gobierno no sólo puede servir para una huelga general, sino también para ganar una futura elección y defendernos del fraude. De hecho será imposible ganar la elección presidencial sin un movimiento de masas en las calles. Es necesario saber conjuntar los medios de lucha sin obcecarse exclusivamente en uno -ya sean las marchas y plantones de la CNTE o la vía puramente electoral y pacífica de la dirección de Morena-.
En síntesis, podemos decir que el ambiente está más que listo para dar un salto cualitativo, pero hace falta la dirección necesaria para encausar esa indignación más allá de mesas que no resolverán nada o elecciones donde sabemos que nos harán el mismo fraude de siempre. La situación requiere audacia y comprender que ya no estamos en un contexto de marcha-negociación sino de una potencial revolución. O damos el salto u otra coyuntura más se perderá para convertirse en una bandera para el futuro. Las banderas y la memoria son importantes, sin duda, pero tenemos el potencial para más que eso.