Estos días y semanas ha sido muy violentas, de repente esta situación se hace presente tanto en la vida cotidiana como en todos lados: ves las noticias, las redes sociales, lo que sucede a tus camaradas y amigas. Todo está imbuido en esta atmósfera de temor. La última noticia ha sido que prendieron fuego en un bar de Veracruz y hay 25 muertos, al parecer al dueño del lugar lo han decapitado, eso circula en un video.
No fue guerra contra el narco, fue guerra civil unilateral contra el pueblo
México, antes de que llegara AMLO al gobierno, era un país que estaba señalado como el segundo más mortífero del planeta, solo después Siria, país arrasado por una intervención imperialista de diferentes potencias militares, las cuales hundieron a su pueblo en la barbarie.
Desde hace 18 años, Calderón (comandante Borolas), declaró la guerra contra el narcotráfico. Ésta sí fue una guerra, pero no contra el narco, los cárteles siguieron controlando el país, incrementando sus riquezas, desarrollándose y controlando las estructuras estatales para su beneficio. Fue una guerra contra la juventud, las mujeres jóvenes y los movimientos sociales, revolucionarios y democráticos.
La política dictada por el imperialismo americano a través de asesorías técnicas, políticas y de sus apoyos económicos a partir de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte y el Plan Mérida, entre otros, plantearon que la táctica fuera que el gobierno apoyara a uno de los cárteles para fortalecerlos y junto a él desaparecer a los demás, así sería más fácil negociar y controlar a uno.
Bajo esta idea el gobierno de Calderón apoyó al cártel de Sinaloa, la Policía Federal se convirtió en muchas ocasiones en su brazo armado bajo la dirección sanguinaria de sicarios como “la Barbie”. Con EPN cambió el cártel al que se apoyó pero no la táctica. Así los instrumentos que supuestamente tienen que “garantizar” la paz (ejército, marina, policías, etc.) tomaron partido por un cártel y entraron a la guerra asesinando a quien se le puso enfrente.
Principalmente en el periodo de EPN, registramos como el ejército y la policía ya actuaban asesinando a inocentes de forma indiscriminada, montando escandalosos montajes para justificarse, este periodo se inauguró con el triste episodio de la intervención del ejército en la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, Guerrero (2014); Tlatlaya, Estado de México (2014); Tanhuato, Michoacán (2015); Villa Purificación, Jalisco (2015); Apatzingán, Michoacán (2015); Nuevo Laredo, Tamaulipas (2016); Cuitzeo, Michoacán (2016); Nochixtlán, Oaxaca (2016), y Arantepecua, Michoacán (2017). El Estado fue cómplice e impulsor del estado de descomposición, de guerra civil unilateral.
Este ambiente también reconfiguró a los cárteles, que de ser pequeñas bandas locales violentas y narcomenudistas, se transforman en verdaderas empresas del crimen. De alguna forma, si cabe, hay una profesionalización de los grupos delictivos y diversificación de actividades. Ya no vemos pequeñas bandas aisladas, ahora tienen conexiones nacionales o internacionales, cambiaron las pistolas 22 y viejos rifles por AK, R15 y armamento más sofisticado como bazucas, granadas de fragmentación y demás.
De la misma forma pasó con sus empresas criminales. Ya no solo eran narcos, ahora cobraban renta, se adueñaban de negocios en mercados y centros comerciales, secuestraban migrantes y empresarios, incursionaban en el mercado inmobiliario comprando o arrebatando tierras, explotaban la siembra de aguacate y lo exportaban a EEUU, se adueñaban de minas y exportan acero a China, raptaban niños para venderlos y vender alguno de sus órganos, con las mujeres igual, las raptan para que trabajen como prostitutas personales o las meten a trata de blancas, las asesinan para vender sus órganos, etc.
El territorio se convirtió en una fiera batalla donde el Estado no controla ni garantiza nada. La ley, como lo dice la ley de la selva, es tomada por quien es más fuerte. Surgen pequeños grupos que con unas armas pueden controlar su calle, cierto territorio, asaltar, asesinar a enemigos, disponer de las mujeres que les gusten, porque ellos tienen y controlan el poder en el pequeño territorio a su redonda. Todo negocio está permitido, todo lo que se pueda vender es negocio, incluyendo personas.
La descomposición que se vive en la sociedad se traslada a las familias, estas no son burbujas aisladas de lo que pasa afuera. Comienza un aumento sistemático del abuso y violencia a los sectores más vulnerables dentro de la casa: la mujer y los niños. Hoy hay miles de casos que los asesinos de mujeres son exparejas, parejas, padres, tíos, etc. Nadie se salva, ni los pequeños, los cuales son violentados de múltiples maneras.
La llegada de AMLO al gobierno
En este entorno de descomposición y violencia asumió el gobierno Andrés Manuel. Hubo mucha expectativa sobre lo que él haría para solucionar eso. Se realizaron foros para escuchar a las víctimas, pero estos eran organizados burocráticamente excluyendo a una parte de las víctimas, muchas organizaciones sociales denunciaron estos foros como “afines a los intereses del gobierno de AMLO”. El coraje de los sectores afectados, en varias ocasiones hicieron que estas reuniones se cancelaran. Al final no sirvieron para mucho.
La política de AMLO de reconciliación nacional y perdón chocó con un profundo rechazo, dolor y rabia. Las familias de las víctimas no solo habían sufrido las pérdidas sino habían sido humillados sistemáticamente por las otras estructuras del Estado: tribunales, derechos humanos, el gobierno, gobernadores, los ministerios públicos, etc. El Estado no movía un dedo para atender nada. Este nuevo gobierno pedía reconciliación, olvidar sin comprometerse a nada. Esto fue rechazado.
La política de AMLO para terminar con la violencia es apoyar a los jóvenes con becas y demás programas para sacar a los chicos de las drogas y los cárteles. Esta es una medida correcta pero insuficiente por sí misma. Las becas no resuelven la pobreza, no soluciona el ambiente social descompuesto, siguen faltando escuelas, oportunidades de trabajo dignos, con salarios dignos. Sigue aumentando la criminalidad, los asesinatos y desapariciones. La situación de la mujer está en un momento muy delicado.
El problema de la violencia se pensó combatir sin balazos, el eslogan era «abrazos no balazos». Después de 9 meses del nuevo gobierno se ha aprobado la formación de la Guardia Nacional y se aprobaron leyes que le dieran sustento legal para hacer tareas de policía y de inteligencia. Ya se habla de una militarización, con miles de elementos en los estados del sur del país.
Andrés Manuel dice que la Guardia Nacional no va a masacrar al pueblo, eso lo puede asegurar en su periodo de gobierno, pero no después de él. Además, ya hemos visto como este órgano de represión está actuando con los migrantes: cazándolos y echándolos del país. ¿Quién puede asegurar que la Guardia Nacional no se va a corromper en medio de un país con grandes diferencias sociales, con grupos delictivos con mucho dinero y donde la aspiración de ser mejor se mide sobra la lógica de cuanto dinero o lujos tienes? Nadie. Mientras que exista el capitalismo la corrupción está implícita en el funcionamiento de la sociedad y sus instituciones.
La otra idea que AMLO ha planteado es la de la regeneración moral, esto es una idea religiosa, cristiana, de mirar todo con piedad y amor. La tarea fundamental es vernos en los demás (otredad) y perdonar.
Es cierto, el país necesita una regeneración moral, pero esa solo puede venir de una intervención directa de la población gobernándose, decidiendo su destino, preparándose para defender su vida y la de sus familias y amigos. Solo las personas involucradas en resolver su futuro pueden cambiar, borrar la envidia y el individualismo y convertirse en seres más sociales, interesados en la colectividad, empáticos y solidarios. Esa regeneración moral no tiene nada de místico sino es la implicación de la sociedad en su transformación.
¿Qué hacer frente a esta ola de violencia?
El gobierno dice: esperemos a que la Guardia Nacional resuelva esto. Nosotros decimos: actuemos, organicemos asambleas, hablemos de nuestra experiencia, cómo apoyarnos, cómo involucrar a más en este proceso, armarnos y luchar.
Las poblaciones más afectadas por la violencia en los sexenios pasados sacaron conclusiones, una de ellas es que la única forma de preservar su vida era armarse, las policías comunitarias y comités de autodefensa apoyados en asambleas de los pueblos fueron los únicos que pudieron frenar a los carteles y la violencia. Sin embargo, el gobierno estaba más apurado en desarmar a los civiles que en enfrentar al narco. Eso solo se puede comprender entendiendo que el Estado y sus órganos de represión quieren mantener el monopolio de la violencia. No pueden concebir que otras clases como los campesinos pobres o los trabajadores tengan armas y se defienda porque en ese momento el Estado, instancia de control y opresión de una clase sobre otra, se vuelve superfluo. Esta es la base por la cual AMLO no quiere ninguna relación con los comités de autodefensa o las policías comunitarias. Él quiere preservar y fortalecer al Estado porque piensa que las leyes, el ejército, los tribunales, los órganos policiales, etc., son un árbitro en la sociedad, cuando en realidad son los verdugos de la clase obrera y los pobres.
Bajo la actual política terminar con la violencia no le va a ser posible a este gobierno. Además, tenemos que tomar en cuenta que una parte de ella es provocada para desestabilizar al mismo. Una parte de la gran burguesía que ha perdido sus negocios y favores millonarios, no tiene escrúpulos. Ellos utilizarán cualquier método para hacer que el gobierno de AMLO fracase, no les interesa planificar asesinatos en masa o sistemáticos para mostrar que este gobierno no resuelve nada.
No basta ser pacífico, hay que tener las armas en la mano y demostrar que si no te respetan vas a tomar medidas. Esta es la única forma en la que se puede terminar con la violencia: el pueblo en armas y dispuesto a enfrentarse a quien sea. Como decía Lenin: “si quieres paz, prepárate para la guerra”. Solo con medidas radicales se puede terminar con esta barbarie, la medida más radical, la más revolucionaria es la intervención del pueblo, ahí está la salida. La que se arrastra del periodo pasado es fruto de una cruel dinámica. Es como una bola que está bajando en una pendiente, una vez que agarra vuelo no la vas a frenar sin poner la mano al frente, principalmente cuando la bola en picada es de una magnitud gigantesca. Se necesita una gran mano, mejor dicho, miles o millones de manos para cortar esta violencia, para detener esa bola. Para lograr ser esos millones de manos en acción necesitamos la unidad de todos los oprimidos.
Toda idea que vaya en contra de la unidad y la participación para solucionar esto, ya sea de parte del gobierno o de grupos de izquierda que plantean la división en las luchas en línea de género, están impidiendo que demos un paso al frente en la resolución del problema. Tal vez la lucha colectiva implica métodos violentos, esto se tendrá que asumir.
Después de la manifestación de mujeres del 16 de agosto, donde se quemó una estación de policías y una parada del metrobús, muchos salieron a chillar diciendo que la violencia es mala, que sí apoyan la lucha siempre y cuando sean métodos pacíficos. Nosotros pensamos que no toda la violencia es mala ni perjudicial, en realidad todos los grandes cambios y conquistas de los explotados se han conseguido con la lucha y en muchas ocasiones con violencia.
El sistema capitalista es violento en muchos sentidos: te obliga a vivir de forma miserable, a ganar un sueldo miserable, a resignarte a que pases dos horas en el transporte publico apachurrado para llegar a casa, a resignarte si una bala o algún asesino le quita la vida a tus seres queridos. Toda la vida de los obreros, de sus familias, de los hijos e hijas de los trabajadores es violenta. Ahora ha llegado a extremos tan brutales como los feminicidios. Ejercer violencia para terminar con toda esta mugre solo puede ser visto como “malo” por aquellos que les interesa que sigamos de rodillas y la cabeza baja. La violencia de las masas luchando por su vida es liberadora, revolucionaria y creadora.
Esto no se puede confundir con tácticas de pequeños grupos aislados del movimiento que en sus teorías piensan que sus acciones heroicas despertaran la conciencia de la gente. La violencia organizada y con el apoyo de masas, generalizada, es brillante y necesaria, la violencia de pequeños grupos aislados sienta el precedente para la represión cuando el movimiento en general no está listo para la lucha.
Pensamos que la tarea de lucha contra la violencia, por nuestras vidas vale la pena, como decía el poeta León Felipe: “perder la vida no es poca cosa, es perderlo todo”. Vale la pena organizarnos para evitar más feminicidios, más asaltos y más despojo. Será violenta la confrontación al principio pero cuando la delincuencia, que son pequeños grupos, se den cuenta de la decisión del pueblo, no tendrán una oportunidad para vencer, nosotros venceremos. En este camino de lucha revolucionaria encontraremos la reanimación moral que necesitamos para el futuro.