La premisa para la validez o no de un sistema económico social radica en su capacidad de poder desarrollar las fuerzas productivas que se encuentran insertadas en el seno de la sociedad. Esto deberá hacerse de manera permanente, los encargados de esto deberían ser los que promueven dicho sistema o se benefician de manera directa de su funcionamiento. El papel que juega en esto la infraestructura, los llamados medios técnicos o elementos físicos y de espacio, es esencial para cualquier país o sistema económico donde la elaboración de mercancías para el intercambio juega un rol protagónico.
Desde los albores del capitalismo, la concentración de un alto número de habitantes en lugares específicos ha sido un pilar básico para su funcionamiento. La etapa final de la producción de bienes se debe completar con el intercambio comercial, para ello es necesario condiciones materiales óptimas como: carreteras, puertos, aeropuertos, vías férreas, medios de trasporte, etc. El capitalismo en su etapa globalizadora que previó Marx hace años, sería imposible sin el uso de estos elementos necesarios, los mismos trabajadores se ven obligados a transitar día y noche por estas vías y a hacer uso de instalaciones para poder participar de la vida productiva.
“El sometimiento de las fuerzas de la naturaleza, el empleo de las máquinas, la aplicación de la química a la industria y a la agricultura, la navegación de vapor, el ferrocarril, el telégrafo eléctrico, la asimilación para el cultivo de continentes enteros, la apertura de los ríos a la navegación, poblaciones enteras surgiendo por encanto, como si salieran de la tierra. ¿Cuál de los siglos pasados pudo sospechar siquiera que semejantes fuerzas productivas dormitasen en el seno del trabajo social?” Manifiesto del Partido Comunista
No sólo los medios de producción son esenciales en la economía capitalista, también lo son los medios para el intercambio, al volver la mirada a nuestras condiciones vemos que la apuesta al desarrollo de la infraestructura ha ido de la mano con las diferentes fases por las que ha transcurrido el capitalismo en El Salvador y a la necesidad imperativa de las clases propietarias de contar con los medios y los espacios necesarios por donde transitarán sus productos, la necesidad de contar con fuentes de energía y materias primas para sus plantas industriales también ha estado estrechamente ligado a los intereses de la oligarquía terrateniente e industrial.
Megaproyectos, ¿Para quién?
Nayib Bukele cerró su campaña electoral el año pasado, ofertando proyectos de gran envergadura, entre los que resaltan, un tren moderno que recorra todo el país, un aeropuerto en la zona oriental e incluso la reactivación del puerto de Cutuco, un proceso de electrificación amplio y amable con el medio ambiente. Los gobiernos del FMLN cerraron su ciclo de 10 años con una inversión alta en ampliación, renovación y nuevas carreteras, remodelación del aeropuerto Monseñor Romero, reconstrucción del puerto de La Unión entre otros. Todo esto estuvo orientado en la atracción de inversión extranjera y para mejorar los mecanismos del flujo comercial. Las intenciones de Bukele no marcan una diferencia fundamental con lo que buscaban los gobiernos del FMLN. Veamos entonces a quién van orientados los grandes proyectos bajo la economía de mercado.
La incipiente industria nacional que comienza a despertar a inicios del siglo XX, no fue impulsada en sí por las grandes familias de terratenientes, sino más bien por elementos de la burguesía internacional que terminaron estableciéndose en el país como los Meza Ayau (cervezas); Mathies (ladrillos); De Sola (cementos); Safie (textiles) por mencionar algunos, en su mayoría de origen judío-palestino. El cambio de la producción y exportación de bienes agrícolas, por el de elaboración y exportación de productos industriales, conocido también como cambio en el modelo de sustitución de importaciones, marcó un giro en el control y dominio del aparato estatal, que ahora dejaba de ser de uso exclusivo de los terratenientes a ser una herramienta para impulsar el desarrollo industrial de la naciente burguesía liberal.
El Estado salvadoreño dado su carácter de clase, ha servido en bandeja a oligarcas los recursos de la mayoría de sus habitantes al momento de invertir en proyectos de infraestructura. En las décadas de los 40 y los 50 se da un notable cambio en la modernización de los medios de producción, y se da un salto en la elaboración de productos de manera rudimentaria y artesanal en pequeños talleres a sistemas altamente mecanizados de producción en masa. Para que la burguesía nacional se desarrollara, el Estado, entre otras cosas, actuó invirtiendo en la construcción de las grandes generadoras hidroeléctricas que ahora conocemos, como la 5 de Noviembre, inaugurada bajo el mandato del coronel Oscar Osorio en 1954.
Nayib tiene en mente seguir con la construcción de obras de gran envergadura, bajo el discurso de beneficio para todos. Esto se pretende ejecutar con deuda externa o deuda pública, debido a que no hay recursos en este país para pagar dichos proyectos. Así la deuda es de todos los pobres y trabajadores, pero las ganancias serán para unos cuantos. Otro argumento ficticio de esto es el de la creación de miles de empleos, si bien es cierto la construcción de infraestructura en las redes de comunicación emplea cierta mano de obra, esta es una cantidad específica de trabajadores. Tal cual lo ha expresado en su Plan Cuzcatlán, será el Estado el que se encargue de generar las condiciones necesarias para que los empresarios foráneos sean atraídos a este paraíso fiscal y físico que se les ofrecerá para la extracción de plusvalía.
El mito del país sin dinero
Hace unos días Bukele sostuvo reuniones conjuntas con representantes de organismos financieros internacionales: “Hablamos de cómo financiar todos los proyectos que necesita El Salvador para salir adelante y del boom económico que necesita nuestro país si queremos que salga del subdesarrollo”. Los encuentros con representantes del Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco Alemán, la Agencia de Cooperación Japonesa, y hasta con personeros del PNUD, simplemente significa que le apostará a endeudar más al país con el capital financiero monopolista internacional tal cual lo hicieron gobiernos anteriores.
Desde luego estos organismos amablemente prestarán dinero a cambio de ciertas condiciones como es natural en todo usurero, condiciones que ya conocemos o que no han cambiado en absoluto, nos dicen: “te ayudamos a desarrollarte con la condición que te hundas en la miseria pagando altos intereses de la deuda, si no tienes para pagar, ve y vende parte de tus riquezas naturales o las instituciones estatales aún rentables a otros capitalistas”. Y así nos han encerrado por décadas en un círculo vicioso donde se les paga hasta cuatro veces lo que otorgan en créditos y con el agravante de que ayudan a ¡sacar de la pobreza al país! En esto Bukele se ha mostrado como otro fiel continuador de las políticas criminales de la burguesía financiera internacional.
Pero un análisis más clasista de la situación nos develará que en este país recursos económicos siempre ha habido, a pesar de lo reducido de su territorio y de las pocas fuentes naturales con las que cuenta. La distribución de la riqueza en este país, como en todo país capitalista ya sea avanzado o poco desarrollado, es siempre la misma. Ahora resulta que Bukele ha olvidado parte de su discurso y omite aceptar que los mismos de siempre, obtienen el mayor ingreso dado el carácter de la división de clases y de propiedad sobre los medios de producción.
“La concentración de la riqueza en El Salvador se ve reflejada a través de los ingresos por decil (es una distribución en bloques de 10% de la población y el porcentaje de ingresos que estos reciben). Para el año 1992, el 20% de la población más pobre recibió el 4.07% del ingreso total y el 20% de la población más rica se apropió del 48.49% del ingreso generado. Respecto a la distribución de la riqueza para el año 2007, el 20% de la población más pobre únicamente se quedó con el 3.8%, mientras que el 20% de la población más rica se apropió del 52.8% del ingreso total generado[1]”.
Es más que evidente que existe una parte de la sociedad que se queda con la parte del león, en cuanto al ingreso y la riqueza que genera la clase trabajadora. Esto ha variado en los años recientes, cada vez el porcentaje de la población más pobre recibe menos ingreso y por el otro lado, el porcentaje de la población más rica sigue incrementando su patrimonio del total de riqueza generada. Esa lógica de acumulación no parece que será combatida en ese lustro bajo la tutela de Bukele, y según sus movimientos y encuentros con la banca internacional, el peso de la deuda y la crisis seguirá siendo pagada por los pobres y trabajadores de este país. Al presidente Bukele le decimos, si quiere construir megaproyectos, que estos los paguen la burguesía financiera-industrial parasitaria y no el pueblo. La postración hacia el capital financiero internacional demuestra en el lenguaje de los hechos que la deuda externa que ahoga a los pueblos en vías de desarrollo, seguirá siendo la soga al cuello con la que serán ahorcadas generaciones enteras debido a la pusilanimidad de los líderes de enfrentar el poder decadente de los dueños del mundo.
¡No más deuda externa!
¡Nacionalización de la banca!
¡Que los megaproyectos los paguen burgueses y oligarcas!
[1] Arias, S. (2010). Atlas de la Pobreza y la Opulencia en El Salvador. El Salvador: Talleres Gráficos UCA