Estamos a las puertas de un nuevo gobierno que tendrá un panorama delicado. Iniciará en medio de una crisis internacional, Estados Unidos ha estado involucrado en diversos ataques comerciales a China y sus aliados en la lucha por controlar los mercados, esta cerrando las fronteras a los miles de migrantes latinoamericanos que a diario buscan escapar de sus realidades creadas, paradójicamente, por las mismas políticas de los gobiernos burgueses afines a los EE.UU., a los señores del gran capital, al imperio de las barras y las estrellas. En un momento determinado, el nuevo gobierno tendrá que tomar la decisión y decantarse ya sea por cumplir con las demandas de la clase trabajadora o con las demandas de las transnacionales y empresarios nacionales, que quieren ante todo establecer las mejores condiciones para la explotación y el saqueo.
Casi tres décadas han pasado desde el conflicto bélico en nuestro país, las profundas diferencias sociales no se han resuelto y estas se esconden tras un envoltorio muy delgado llamado democracia burguesa. Una falsa democracia que criminaliza y condena a los desposeídos a una vida de miseria y decadencia mientras deja en libertad a los peores criminales de la sociedad, los políticos corruptos, los banqueros y empresarios que extraen hasta la última gota de energías de la clase trabajadora para enriquecerse a través de la explotación, ya sea en la fábrica, en el almacén y hasta en los mismos call center, todos en una sola mayoría desprovista de las riquezas que producimos estamos condenados a padecer el hambre, la delincuencia y la impunidad.
Los votantes de los pasados comicios electorales, entregaron su voto de confianza al presidente electo Nayib Bukele, tras pasar por la amarga escuela de la vida eligiendo primero a partidos de la derecha que embaucaron una y otra vez las aspiraciones de las masas que los votaron, y luego, para acabar de amolar, eligiendo al partido del pueblo, a la izquierda, que no superó los errores de sus antecesores, que no supo aprovechar la acumulación de descontento revolucionario de las masas para transformar las condiciones de vida miserables de la sociedad salvadoreña, que en cambio solo administró la crisis del capital conteniendo así la voluntad de lucha de los trabajadores, haciendo de esta manera un flanco servicio a la burguesía y al imperialismo gringo.
Después de esta vasta experiencia de fracasos, se podría decir que quien quiera en verdad solucionar los problemas de los más pobres, debería superar los errores de los gobiernos pasados y no transitar por los mismos caminos, esto implica: emprender una lucha frontal contra los enemigos de los oprimidos. Un gobierno oscilante entre los intereses de los bancos, las transnacionales los empresarios locales y los intereses de los trabajadores pobres, está condenado a fracasar en su intento por elevar los niveles de vida a la mayoría de la población. La crisis profunda del capital y los vaivenes de la lucha hegemónica por el control de los mercados entre China y los Estados Unidos no dan margen de maniobra para mantener las conquistas del pasado de la clase obrera -jornadas laborales de 8 horas, libre sindicalización, vacaciones pagadas, aguinaldos y bonos, etc.-, y empujan irresistiblemente a los gobiernos y empresarios a dar marcha atrás de estos beneficios, esta es la época actual en todo el mundo: una época de contrarreformas.
Regurgitando en los mismos errores, nada nuevo en el horizonte
El punto fundamental del fracaso de los gobiernos pasados ha sido intentar conciliar los intereses de dos clases contrapuestas y no desarrollar un plan de reformas revolucionarias que eleven el nivel de vida de los más pobres, que son en ultima instancia a los que deberían servir los gobiernos. Ni las reformas revolucionarias, ni la representación de los más pobres en los palacios del Estado han desfilado en la pasarela de los gobierno del país nunca.
La perspectiva del gobierno de Bukele no pinta para cambio alguno, las luces que ha dado indican que intentará, como todos sus antecesores, balancearse entre los intereses de ambas clases. Esto será diferente respecto a los gobiernos anteriores en cuanto a la forma en que lo hará, sin embargo, el mejor cambio siempre debe ser de contenido y no de forma, pues el contenido implicaría una revolución profunda; y hoy por hoy, no hay cambios de contenido sin tocar los grandes intereses de los poderosos, algo que Nayib omite en sus discursos y lo reduce todo a las cúpulas de los partidos, cuando sabemos que estos son solamente peones de los grandes poderosos.
La inversión extranjera: la panacea de todos los males
Nayib ha dejado claro que su gobierno se basará sobre todo en la inversión extranjera, en el desarrollo de ciertos sectores olvidados del país y en la generación de grandes mega proyectos que lleven al país al desarrollo y a la modernidad. Sin embargo, hay dos caras de la moneda en esto, en los planes hegemónicos de los Estados Unidos se encuentra el objetivo principal de controlar en un solo aparato monolítico, sobre cualquier gobierno nacional, los mercados de toda América Latina, a esto se deben una serie de inversiones en varios puntos centrales del continente, pero también convenientemente planea la desestabilización y el asedio a algunos gobiernos opositores a sus intereses que muestran simpatías con China Popular.
La inversión extranjera, como siempre, significará grandes costos para nuestra clase trabajadora. Ya de por si el gobierno de ARENA nos amarró por muchos años con el TLC, que solo benefició a las empresas gringas, las privatizaciones y la dolarización de la economía, acabando con nuestra soberanía y dando nuestros recursos a empresas transnacionales; el FMLN lejos de revertir esto en los periodos de gobierno contribuyó aún más a los nuevos planes gringos, aceptando el Asocio para el Crecimiento, que permitió la ley de Asocios Publico Privado (APP) una nueva modalidad de privatización y una serie de leyes que facilitan la inversión extranjera extractivista mientras el Estado, que se supone representa nuestros intereses, pierde constantemente la soberanía de los recursos e incluso territorios, así también se impulsó la ley de Zonas Económicas Especiales, en debate todavía, que son tan solo una pieza principal de todo un rompecabezas diseñado para controlar los recurso de América Latina y el Caribe.
¿Por qué invierten en el país?
Las empresas transnacionales no invertirán a cambio de espejos o por buenos samaritanos, ellos quieren controlar nuestros recursos y según el plan de gobierno de Bukele que ahora ha sido ordenado y esquematizado con base a prioridades por FUSADES, está basado fundamentalmente en modelos de inversión vía APP. Lo cual significará inversión pero a cambio de entregar nuestros recursos a las manos del gran capital.
Es decir entregaremos por ejemplo, toda una zona específica de una parte de nuestra costa desarrollando infraestructura para el comercio, pero ellos cobraran su “inversión” durante años hasta que hayan recuperado y triplicado quizá su capital; mientras tanto tendrán a disposición la mano de obra barata sin derecho a sindicalización, por tiempo indefinido, cuando todo esto puede hacerse desde la inversión del Estado mismo.
La inversión estatal condición de la nacionalización de nuestros recursos e instituciones privatizadas
El nivel de inversión que se necesita para modernización es cuantioso, esto solo puede lograrse devolviéndole al Estado lo que le pertenece, una banca estatal y única, el control del comercio exterior, la renacionalización de las empresas privatizadas, potenciando la lucha revolucionaria de los pueblos por el control de sus recursos y extendiendo el llamado a los países centroamericanos que se encuentran en las mismas circunstancias de crisis por la injerencia gringa y las políticas capitalistas de los gobiernos serviles a hacer los mismo.
El pueblo ha demostrado recientemente su poder en las calles, obligando a los diputados a retroceder en la privatización del agua, esto ha sido tan solo una muestra de lo que se puede lograr cuando la conciencia se vuelve colectiva, cuando la lucha de clases se expresa de forma política.
Los sindicatos y organizaciones revolucionarias debemos oponernos en este periodo a todo tipo de ataques procedentes de las presiones que impondrán los EE.UU. al gobierno de Bukele que ha confraternizado con los políticos más representativos de la Casa Blanca. La única forma de parar cualquier tipo de ataque y evitar que cualquier contrarreforma se materialice es avanzando hacia la unidad revolucionaria de todos los sectores excluidos y movilizándonos, debemos tomar la trinchera de lucha que nos pertenece: la calle. Este primero de mayo puede ser el punto de partida para avanzar en la lucha por medidas revolucionarias y socialistas.
Ninguna política tibia o de conciliación ha funcionado, cuando Bukele se reúne con la derecha y los políticos gringos y deja que la ANEP le oriente, mientras el pueblo le clama soluciones, los empresarios hacen negocios con él para sacar provecho de la situación, se intuye el camino hacia el fracaso de siempre para el pueblo. El gobierno de Bukele será trascendental, una escuela más para la clase trabajadora para concluir que por la vía de la democracia burguesa nuestro futuro está perdido, por tanto debemos organizar la resistencia pero también organizar la revolución socialista en las calles.