Niklas Albin Svensson
Esta semana, los mercados bursátiles cayeron mientras los especuladores se enfrentaban a los últimos datos de empleo procedentes de Estados Unidos. A primera vista, los datos no parecen tan alarmantes, y las bolsas se han recuperado, por ahora. Pero los mercados tienen razón para estar preocupados.
Los mercados entraron en pánico cuando los fondos empezaron a vender acciones y bonos riesgosos y a comprar otros seguros. El índice de volatilidad VIX, que se supone mide el estado de ánimo en ‘Wall Street’, está en su nivel más alto desde las primeras semanas de la pandemia, que en su momento fue el más alto desde 2008.
La bolsa japonesa se desplomó más que las demás, con una caída del 12%. Esto se debió a que el Banco de Japón acaba de decidir subir las tasas de interés por segunda vez este año, y anunció el principio del fin de la relajación cuantitativa.
Como consecuencia, la presión sobre el yen se está revirtiendo, lo que hará que las exportaciones japonesas sean cada vez más caras y menos competitivas en el mercado mundial. Y, por supuesto, el dinero occidental «caliente» que había estado fluyendo hacia Japón está volviendo a salir.
En el precipicio
Aunque los mercados bursátiles han recuperado parte de su terreno desde entonces, estos giros salvajes demuestran que los capitalistas saben que no todo va bien en la economía mundial.
La respuesta frenética parece exagerada si sólo se observa la superficie. El detonante fue la publicación de los datos de empleo en Estados Unidos. La tasa de desempleo ha subido 0,2 puntos porcentuales y la economía sólo ha generado 114.000 puestos de trabajo en julio, frente a los 179.000 de junio. La tasa de desempleo ahora incrementa al 4,3% en EE.UU., desde un mínimo del 3,4% a principios de 2023. Son signos de una ralentización de la economía, sin duda, pero no son noticias devastadoras.
Pero, aunque la exageración y la mentalidad de rebaño forman parte de la naturaleza del comercio de valores, hay una base material para la ansiedad que muestran los mercados.
Los comentaristas esperaban una recesión el año pasado, ya fuera un «aterrizaje duro» o un «aterrizaje suave»… en cualquier caso, un aterrizaje. Hace un año, señalamos algunos de los graves problemas que conducían a la economía mundial hacia un desplome:
- La desaceleración de China
- La crisis en Europa
- La enorme montaña de deuda, y vinculada a ella, los déficits presupuestarios de los gobiernos
- La inflación persistente
- El proteccionismo y las guerras
- El cambio climático
Sin embargo, la economía es un sistema caótico que, como el clima, no se presta a predicciones precisas. A pesar de estos obstáculos, incluidos los tipos de interés, que están en su nivel más alto en 23 años, la economía estadounidense siguió adelante con unos niveles de crecimiento excepcionales. Evitó que el resto de la economía mundial se hundiera en la recesión. Pero ahora esto parece estar llegando a su fin. Esto es lo que inquieta a los mercados. Los datos en sí no son alarmantes. Pero todo el mundo sabe que la economía es muy frágil, y esto es una señal de que podría estar a punto de romperse.
Echar la culpa a otros
Comienzan a pasar la culpa a los demás. Los operadores dicen que la Reserva Federal debió bajar las tasas de interés antes. Claro, eso podría haber ayudado a hacer frente a la recesión. Pero la cuestión era que necesitaban una recesión para reducir la inflación. Por eso la Reserva Federal ha persistido con las tasas de interés altas, ¡precisamente porque la inflación sigue en el tres por ciento después de 16 meses de tasas del banco central por encima del cinco por ciento!
La inflación persistente y las respectivas tasas de interés altas son un síntoma de la enfermedad, más que su causa o su cura. Ted Grant lo señaló hace años cuando explicó: «El desarrollo de la economía en la dirección de la inflación o la deflación obliga a subir o bajar el tipo de interés bancario». Ahora, esperando una recesión, los mercados predicen que la Reserva Federal bajará los tipos de interés en 1,25 puntos porcentuales este año.
No nos dedicamos a defender a Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal. Su trabajo es hacer que los trabajadores paguen por la crisis del capitalismo. Pero la idea de que el banco central, o el gobierno, pueden resolver la crisis mediante políticas «inteligentes» es una completa ilusión. De ser posible, lo habrían hecho en algún momento durante los últimos 16 años de crisis.
Ninguna rebaja de los intereses va a resolver el enorme problema de la deuda. Más bien se limitaría a volver a inflar la burbuja. Los países pobres del mundo ya están incumpliendo el pago de sus montañas de deuda. Los países más ricos han acumulado niveles sin precedentes de deuda en tiempos de paz, y muchos siguen registrando déficits. Los hogares y las empresas también están muy endeudados. Los recortes de los tipos de interés pueden aliviar un poco la situación, pero no van a hacer desaparecer sus deudas.
Problemas tecnológicos
Las ventas masivas de acciones han estado lideradas por el sector tecnológico. Allí, los precios enormemente inflados de las acciones representan una burbuja especulativa masiva. Ahora la burbuja está estallando porque, aunque estas empresas están registrando enormes beneficios, el dinero que están ganando simplemente no justificaba el precio desorbitado de sus acciones, provocando el pánico de los inversores.
Samsung y TSMC declararon recientemente unos beneficios de 7.000 millones de dólares cada una y Nvidia (que fabrica chips esenciales para las tecnologías de Inteligencia Artificial) de 17.000 millones, y esto sólo durante tres meses. TSMC y Nvidia están obteniendo unos beneficios ridículos del 30-70 por ciento de sus ingresos. Estas empresas pueden utilizar su posición de monopolio en mercados clave para vender sus productos con un enorme margen de beneficio.
Intel es harina de otro costal. Sus ingresos han ido cayendo en el último periodo al fracasar en el desarrollo de una gama de GPU (los procesadores utilizados para la Inteligencia Artificial en los automóviles y en las granjas de servidores de Inteligencia Artificial). Su anuncio de 15.000 despidos es un intento de devolver la rentabilidad a la empresa. No hace falta decir que tiene que hacerlo a costa de sus empleados.
En general, el sector informático no está en crisis. Pero, ¿cuánto durará? En algún momento, los límites de la Inteligencia Artificial se harán evidentes y disminuirá la prisa por comprar las piezas necesarias. Hasta entonces, los beneficios seguirán llegando. La «corrección» informática, como la llaman, es, en este caso, un elemento accidental.
El verdadero proceso subyacente es otro. Las tasas de interés repercuten en el consumo, sobre todo de la clase media. Las marcas de lujo tienen dificultades, y las marcas de automóviles que invirtieron mucho en la producción de vehículos eléctricos tienen dificultades para vender sus nuevos vehículos, que son más caros que los coches tradicionales con motor de combustión.
El día del juicio final
Las contradicciones internas de las potencias imperialistas están provocando un aumento de los conflictos y las tensiones a escala internacional. El proteccionismo, el intento de exportar los problemas sociales, va en aumento, así como las guerras. Si el conflicto en Oriente Medio se convierte en una guerra regional, amenazará el suministro crucial de petróleo, en particular a Europa, donde la economía ya está estancada. Los precios en el resto del mundo alcanzarán niveles insostenibles.
En un momento en que la economía se ralentiza, los inevitables recortes del gasto público para reducir los enormes déficits tendrán un efecto depresivo sobre la economía mundial. Al mismo tiempo, el proteccionismo y el cambio climático corren el riesgo de empujar los precios al alza, obligando así a los bancos centrales a mantener los tipos de interés más altos.
El nerviosismo de los mercados refleja esta incómoda verdad. Durante los últimos 16 años, la clase dominante ha intentado posponer el día del mal, pero cada vez le resulta más difícil. ¿Cuánto tiempo podrán seguir así? La verdad es que la situación para la clase obrera es ya intolerable. El capitalismo está revelando sus límites, y si entra en depresión, quedará totalmente expuesto. La clase dominante es consciente de ello, y por eso ha intentado desesperadamente evitarlo.
El capitalismo está preparando otro trago amargo para todos nosotros. Nosotros, por el contrario, afirmamos lo que está quedando claro para millones de personas: sólo una economía planificada nacionalizada, bajo el control de la clase obrera, puede liberarnos de esta sociedad podrida.