Por Roque Linares
[Artículo publicado en el número 89 del Militante BPJ, mayo 2021]
El 1 de mayo pasado asumieron sus cargos los nuevos diputados electos el 28 de febrero, como ya sabemos el partido en el gobierno obtuvo una aplastante mayoría, obteniendo así el control de la Asamblea Legislativa y, por lo tanto, el poder de aprobar y derogar leyes, además de nombrar funcionarios de otras instituciones. La pregunta que hay que hacerse es ¿estos diputados representan los intereses de la clase trabajadora o solo representan los intereses de los empresarios vinculados al actual gobierno?
Creemos que la realidad demostrará que al igual que los diputados salientes, estos mantendrán sus privilegios y seguirán gobernando para los grandes empresarios.
Este articulo pretende explicar que a lo largo de la historia no siempre ha sido así, y que la clase trabajadora también tiene derecho de ocupar los puestos de los parlamentos como espacios de lucha, pero con el cuidado de no caer en la trampa de la corrupción, oportunismo y de considerarlos como el único medio para conseguir nuestras conquistas.
Democracia burguesa y parlamento
El parlamento (Asamblea Legislativa) alimenta la idea de ser una institución del pueblo. Sin embargo, es una institución del Estado que, ni siquiera en sus orígenes, fue una creación de las masas. En Inglaterra, que fue la madre del parlamentarismo, surgió como una asamblea de la aristocracia y sólo en un segundo momento se aceptó en su interior a los representantes de la burguesía.
En la segunda mitad del siglo XIX -aproximadamente a partir del año 1870- las luchas del proletariado en los países capitalistas avanzados ocuparon el centro del escenario político y con ellas, no sólo consiguieron importantes conquistas democráticas y económicas, sino que además posibilitó el surgimiento de poderosos sindicatos y de los grandes partidos socialistas de la II Internacional, los cuales a su vez consiguieron una importante representación en los parlamentos.
La veneración de los parlamentos, en el conjunto de la sociedad, acabó cautivando también a los partidos de la Segunda Internacional que pasaron a considerar a estos como la institución de las instituciones.
Luego vino el gran error de los diputados socialistas en Alemania que votaron a favor de los créditos de guerra para apoyar la Primera Guerra Mundial, traicionando así a la clase trabajadora, ya que estuvieron a favor de que los y las trabajadores se mataran en una guerra que era de la burguesía.
El parlamento, por ejemplo, dejó de ser la institución en donde los trabajadores, mediante sus luchas y por medio de los diputados socialistas, podían conseguir conquistas más o menos duraderas. A tal punto fue así que muchas de las reivindicaciones mínimas y democráticas que en el pasado la burguesía tenía condiciones de conceder, en la nueva fase en varios países comenzaron a colocar el problema del poder a la orden del día.
La III Internacional y el Parlamento
La realidad exigía el surgimiento de un nuevo parlamentarismo, que respondiese a la nueva época de decadencia del capitalismo imperialista y él se comenzó a desarrollar pocos años antes de la Primera Guerra Mundial. Sus máximos exponentes fueron Karl Liebknecht en Alemania y fundamentalmente los bolcheviques, dirigidos por Lenin, en Rusia.
Teniendo al frente al Partido Bolchevique de Lenin, la lucha por el poder en Rusia siempre enfrentó un gran enemigo: las ilusiones democráticas de las masas trabajadoras. El combate a esas expectativas en las instituciones de la democracia burguesa siempre fue una condición para que la clase obrera tomase en sus manos el poder del Estado.
Para eso, los bolcheviques usaron varias tácticas para que las masas rompiesen con esas ilusiones, como el llamado a la Asamblea Nacional Constituyente. Sin embargo, siempre con una estrategia permanente: llevar a la clase obrera la consciencia de la necesidad de la destrucción de las instituciones burguesas y de la construcción de un nuevo Estado a partir del fortalecimiento de los consejos de obreros, soldados, y campesinos, es decir los soviets, como organismos fundamental de poder.
Estas experiencias fueron estudiadas por la III Internacional y de allí surgieron las tesis tituladas “El Partido Comunista y el parlamentarismo”, votadas en el Segundo Congreso del año 1920.
Con esta visión los bolcheviques participaban de las elecciones para la Duma porque consideraban que: “…el parlamentarismo (la participación en las asambleas representativas) es uno de los medios para ilustrar, educar y organizar al proletariado en un partido de clase independiente…” Sobre las tareas de los parlamentarios comunistas las Tesis afirmaban: “…el parlamento no puede ser de ninguna manera un terreno donde luchar por reformas y por mejorar la situación de la clase obrera… No pueden utilizarse las instituciones parlamentarias burguesas más que para destruirlas…”
Por su parte las tesis de la III Internacional también orientaban la principal actividad de los diputados revolucionarios con respecto a los otros partidos “…tienen la obligación de utilizar la tribuna parlamentaria no sólo para desenmascarar a la burguesía y a sus servidores acreditados, sino para desenmascarar también a los social- patriotas, a los reformistas, a los equívocos politiqueros del centro y, de manera general, a los adversarios del comunismo”.
Los bolcheviques no hablaban de “diferenciarse” o de “denunciar” a los reformistas y centristas sino de “desenmascáralos” es decir arrancar, frente a las masas, su careta de “socialistas” para mostrar lo que realmente eran: agentes del capital.
¡Por la construcción de un partido revolucionario!
En nuestro país podemos afirmar que la clase trabajadora no cuenta con una participación real en la Asamblea Legislativa y mucho menos podemos decir que los actuales partidos electoreros representan sus intereses. Es por eso que una de las tareas mas urgentes es construir un partido revolucionario que crezca al calor de las luchas de la clase trabajadora. Para dar la batalla en contra de este sistema capitalista que nos lleva más a la miseria, y a que nuestros derechos sean cada vez más violentados.
Como Bloque Popular Juvenil reafirmarnos nuestra convicción de contribuir a construir ese instrumento de lucha de la clase trabajadora salvadoreña, un partido revolucionario que se proponga construir una nueva sociedad socialista.