En las últimas semanas, la pandemia del Covid19 ha asestado un duro golpe a la economía mundial. Millones de trabajadores han perdido ya sus empleos. El capitalismo está en crisis a escala mundial. La clase dominante atribuye la crisis al nuevo coronavirus. Pero este virus solo está sacando a la superficie contradicciones que se han estado acumulando durante décadas dentro del sistema capitalista. La pandemia no es la causa de la crisis capitalista, sino que ha actuado como catalizador de la misma.
Esto está abriendo un nuevo período histórico de agitación, inestabilidad e intensa lucha de clases. Publicamos aquí el borrador de documento de perspectivas mundiales que se preparó en el otoño de 2019 y fue aprobado por el Comité Ejecutivo Internacional de la Corriente Marxista Internacional en enero de 2020. A pesar de estar preparado mucho antes de los acontecimientos actuales, describe todas las contradicciones subyacentes que ahora están saliendo a la luz en la crisis actual. Recomendamos a todos nuestros lectores que lean este documento para comprender mejor la situación que se abre.
El Manifiesto Comunista comienza con una frase célebre: «Un espectro se cierne sobre Europa». Eso fue en 1848, un año de agitaciones revolucionarias en Europa. Pero ahora un espectro se cierne , no solo sobre Europa, sino el mundo entero. Es el espectro de la revolución. La Revolución mundial no es solo una frase. Describe con precisión la nueva etapa en la que estamos entrando.
Recordemos los acontecimientos de los últimos doce meses. Hubo estallidos revolucionarios en Francia, Cataluña, Irán, Sudán, Argelia, Túnez, Hong Kong, Ecuador, Chile, Haití, Irak y Líbano, donde las masas salieron a las calles y huelgas generales paralizaron los países. En Venezuela, vimos la derrota de un golpe contrarrevolucionario, respaldado por el imperialismo estadounidense.
En Francia, el movimiento de los chalecos amarillos tomó por sorpresa a todos los comentaristas burgueses. Antes de este levantamiento masivo, todo parecía ir según el plan establecido por el «Centro político» en la persona de Emmanuel Macron. Sus reformas (en realidad contrarreformas) se estaban llevando a cabo sin problemas. Los líderes sindicales se comportaban de manera responsable (es decir, capitulaban). Esto fue interrumpido bruscamente cuando las masas salieron a las calles en las mejores tradiciones revolucionarias de Francia, y sacudieron al gobierno hasta la médula. Este movimiento de millones de personas parecía venir de la nada, como un rayo en un cielo azul claro.
Exactamente lo mismo fue cierto en Hong Kong. Cualquiera que tenga alguna duda sobre el potencial revolucionario que existe hoy en día debe estudiar esos acontecimientos cuidadosamente. Antes de esto, los hombres de Beijing y sus agentes locales parecían tener el control total. Sin embargo, he aquí un poderoso movimiento de masas de millones, desafiando una dictadura formidable en las calles. Y al igual que el movimiento en Francia, parecía salir de la nada. Lo mismo sucedió con todos los movimientos de masas que estallaron en un país tras otro.
Trotsky dijo una vez que la teoría es la superioridad de la previsión sobre la sorpresa. Las manifestaciones repentinas y violentas del descontento popular siempre toman por sorpresa a la burguesía y a sus «expertos» a sueldo. Esto se debe a que los «expertos» burgueses no tienen ninguna teoría (excepto la teoría de que toda teoría es inútil) y, por lo tanto, siempre se quedan asombrados cuando los acontecimientos explotan en sus caras repentinamente. Los empiristas superficiales de la burguesía solo miran la apariencia de los acontecimientos (los «hechos»). No se molestan en mirar debajo de la superficie para descubrir los procesos más profundos que se están desarrollando en todas partes.
Si se tratara de uno o dos países, se podría objetar que se trata de fenómenos accidentales: episodios transitorios, de los cuales no se pueden sacar conclusiones generales. Pero cuando vemos exactamente el mismo proceso en un país tras otro, ya no tenemos derecho a descartarlo como un accidente. Más bien, estos desarrollos son una manifestación del mismo proceso general, que refleja las mismas leyes y tendencias subyacentes.
El proceso molecular de la revolución
En el futuro, el período a través del cual estamos pasando será visto como un momento de cambio fundamental, un punto de inflexión en toda la situación. No hace mucho tiempo, esta afirmación parecía estar contradicha por los hechos. La economía mundial parecía seguir avanzando. Pero ahora los acontecimientos se aceleran a una velocidad impresionante. Solo el método dialéctico del marxismo puede proporcionar una explicación racional a los procesos ante los que los empíricos burgueses desesperanzados son completamente ciegos.
¿Cómo se explican tales fenómenos? ¿Y qué representan? Los observadores superficiales y los empiristas quedan boquiabiertos por los acontecimientos que no anticiparon y para los que no tienen explicación. La dialéctica nos enseña que, tarde o temprano, las cosas se transforman en su contrario. Un excelente ejemplo de esto es Gran Bretaña. Hace solo seis años, Gran Bretaña era considerado el país más estable de Europa, tal vez del mundo, ahora ha sido completamente trastornado y es probablemente el país más inestable de Europa. La «madre de los parlamentos» alguna vez fue famosa por su serenidad tranquila, pero de repente se vio convulsionado por la crisis, la división y el caos absoluto.
Para llegar a una comprensión real de estos procesos subterráneos, el método de análisis dialéctico es absolutamente necesario. Los burgueses, naturalmente, no entienden la dialéctica; los reformistas aún menos, si eso fuera posible. No es necesario mencionar las sectas a este respecto, ya que no entienden nada en absoluto. Su completa falta de perspectiva es la razón principal por la que todas están en crisis.
Trotsky acuñó una frase realmente notable: «El proceso molecular de la revolución». Vale la pena reflexionar sobre esa frase. Trotsky se refería a la dialéctica, y sin una comprensión de la dialéctica, uno no puede entender nada. El proceso de un cambio en la conciencia en las masas normalmente tiene lugar gradualmente. Crece lenta, imperceptiblemente, pero también inexorablemente, hasta que alcanza un punto de inflexión donde la cantidad se transforma en calidad y las cosas se transforman en su contrario.
Durante largos períodos se expresa como una lenta acumulación de descontento, ira, rabia y, sobre todo, frustración debajo de la superficie. Aquí y allá, hay síntomas, pequeñas señales que solo pueden ser entendidas por un observador entrenado que puede ver lo que significan. Pero este es un libro sellado con siete sellos para el empirista de cabeza espesa, quien, aunque siempre insiste en «los hechos», es ciego a los procesos subyacentes más profundos.
El filósofo Heráclito expresó su desprecio por los empiristas, cuando escribió sarcásticamente: «Los ojos y los oídos son malos testigos para los hombres que tienen almas que no entienden su idioma». No importa cuántos hechos y estadísticas acumulen, siempre se equivocan.
Desde la crisis de 2008-09, ha habido un proceso lento, una acumulación gradual de descontento. Esa crisis representó un punto de ruptura fundamental en toda la situación internacional. Y fue una ruptura en todos los sentidos de la palabra. Ahora podemos ver el proceso molecular de la revolución del que habló Trotsky. Este es un proceso silencioso e invisible. Es algo intangible difícil de comprender, porque tiene lugar debajo de la superficie. Pero está ahí todo el tiempo, cavando silenciosamente como un topo.
En Francia, desde octubre de 2018 y el comienzo del movimiento de los gilets jaunes, vimos claramente cómo existe un potencial revolucionario. Incluso el Brexit, de una manera peculiar, muestra el mismo proceso. En Italia, existe el mismo ambiente, un profundo estado de ánimo contra el establishment. Pero también vimos cómo la llamada izquierda no pudo en absoluto proporcionar ninguna expresión organizada a ese estado de ánimo revolucionario.
Los cambios bruscos y repentinos están implícitos en la situación. Tales explosiones repentinas son un síntoma de la corriente subyacente de ira acumulada y descontento de millones de personas, que en realidad se dirige contra el sistema. Son un síntoma claro de que el sistema capitalista ha entrado en una crisis profunda a escala mundial. Estos son los temblores que anuncian el inminente terremoto.
«Economía concentrada»
Lenin dijo que la política es economía concentrada. En último análisis, la economía es el factor decisivo: si existiera la perspectiva de un auge prolongado y sostenido, eso cambiaría la situación, los burgueses tendrían espacio para maniobrar y dar concesiones a la clase trabajadora. Pero esa no es la perspectiva.
La cuestión económica se ha tratado ampliamente en documentos anteriores, por lo que nos limitamos aquí a una breve actualización. La discusión de la economía es, por supuesto, muy importante, pero no es el único factor.
Para los marxistas, la importancia de la economía son sus efectos sobre la conciencia. Pero la conciencia es una cosa muy elástica. En general, es muy conservadora, y está moldeada no solo por las condiciones actuales, sino también, muy fuertemente, por el pasado. Tomemos la conciencia de los trabajadores en los países capitalistas avanzados, como Europa y América del Norte. Fue moldeada por décadas de auge económico capitalista.
Por supuesto, hubo booms y recesiones incluso entonces. Pero las caídas (o «recesiones» como se las llamó) fueron superficiales y no duraderas, y fueron seguidas por una recuperación seria. Fueron estas condiciones materiales, el virtual pleno empleo, el aumento del nivel de vida y las reformas significativas en las pensiones, la salud y la educación, lo que aumentó enormemente las ilusiones en el capitalismo. Esta fue la razón fundamental de la demora de la revolución socialista en los países capitalistas avanzados, y el aislamiento de la vanguardia revolucionaria marxista durante todo un período histórico.
Esto fue particularmente cierto en los Estados Unidos, cuando el capitalismo parecía estar cumpliendo sus promesas. Por lo tanto, los trabajadores observaban la situación y decían «Bueno, no está tan mal» y cuando observaban los regímenes burocráticos y totalitarios en Rusia, Europa del Este y China, lo que veían los repelía. Los capitalistas podían decir: «¡Mira! Así es el socialismo: ¿quieres ir allí?» Y los trabajadores sacudían la cabeza y decían: «Más vale malo conocido…»
Las concesiones hechas en ese momento también explican la enorme fuerza del reformismo en Europa occidental. Los reformistas llevaron a cabo importantes reformas, como el Servicio Nacional de Salud en Gran Bretaña. Pero ahora, dialécticamente, todo se ha convertido en su opuesto. La crisis del capitalismo es también la crisis del reformismo.
Una «recuperación» anémica
Las publicaciones financieras nos informan que la recuperación actual es la más larga de la historia. Pero no agregan que también es la más débil de la historia. La economía mundial, según el FMI, pasó de una situación en la que hace dos años el 75% de la economía mundial estaba en un estado de crecimiento sincronizado a una en la que el 90% se encuentra en una desaceleración sincronizada, el nivel más lento de crecimiento en una década.
Aunque la economía aparentemente avanzaba y todo parecía estar en orden, en los artículos de los economistas burgueses serios y economistas políticos había una seria nota de preocupación, que rápidamente se estaba convirtiendo en una alarma general. La recuperación era, en cualquier caso, muy débil y frágil, y cualquier shock podría llevar a la economía al precipicio. Prácticamente cualquier cosa puede provocar un pánico: un aumento de las tasas de interés en los EE. UU., el Brexit, un conflicto con Rusia, el agravamiento de la guerra comercial entre los EE. UU. y China, una guerra en el Medio Oriente que lleve al aumento de los precios del petróleo, e incluso un tweet particularmente estúpido de la Casa Blanca (y no hay escasez de ellos).
Alemania es la principal fuerza motriz de la economía europea. Pero en junio de 2019, la producción industrial alemana registró su mayor descenso anual en casi una década, una clara indicación de la gravedad de la caída de la manufactura en la economía más grande de Europa. También hay una desaceleración económica en China y los Estados Unidos. Esto, a su vez, es un reflejo de la debilidad de la economía mundial, donde se proyecta que el comercio mundial, según la OMC, crecerá en 2019 en solo un 1,2%, solo la mitad de lo que originalmente predijo.
Ahora, todos los economistas serios están cantando una canción diferente. La palabra «recesión» está escrita en cada página. «La economía global se tambalea al límite», escribe el Financial Times. La extrema volatilidad de los mercados bursátiles es una indicación del nerviosismo de los capitalistas. Por supuesto, es imposible predecir la fecha de la próxima recesión con algún grado de precisión. Pero hay una cosa de la que podemos estar seguros: una nueva recesión es inevitable y probablemente será mucho peor que la anterior.
Es cierto que la clase dominante posee ciertos instrumentos para mitigar los efectos de una recesión una vez que ha tenido lugar. ¿Cuáles son estos mecanismos? Básicamente son dos: reducir el costo de los préstamos para estimular la inversión y la demanda y aumentar la «confianza». La otra arma es aumentar el gasto estatal.
El problema es que han usado todos estos instrumentos para mantener viva la débil recuperación. Durante la recesión en 2008, redujeron las tasas de interés en todos los países en un intento desesperado por hacer que la economía se moviera, lo que ha fracasado. Para 2014, solo la Reserva Federal de los EE. UU. había arrojado $ 3,6 billones en crédito barato a la economía a través del programa de Quantitative Easing (expansión cuantitativa), es decir, imprimiendo dinero. Las grandes corporaciones en Estados Unidos y otros países han recibido un suministro continuo de créditos baratos. Pero, en general, los fondos obtenidos no se utilizan para inversiones productivas (la productividad está estancada o cayendo). En cambio, lo usan para fusiones, recompras de acciones, especulación, etc.
Deuda
Esta recuperación se basa en una montaña de deudas. Tarde o temprano, las montañas experimentan avalanchas. Los economistas burgueses están aterrorizados por la crisis que se avecina, porque una vez que comience, no podrán detenerla. Y el enorme endeudamiento significa que el segundo instrumento para salir de una depresión (gasto estatal) ya no es una opción viable.
Los tímidos intentos de frenar la flexibilización cuantitativa en los Estados Unidos han elevado las tasas de interés y aumentado el valor del dólar, ejerciendo una enorme presión sobre las deudas denominadas en dólares. En países como Turquía y Argentina esto ya ha provocado graves crisis económicas, pero se está gestando una crisis similar en todo el mundo, en particular en los países menos avanzados.
La deuda global se encuentra en su punto más alto, y la mitad está en manos de Japón, Estados Unidos y China. En este punto, la burguesía se enfrenta a una contradicción insoluble. Por un lado, luchan por reducir la carga de la deuda. Pero, por otro lado, están comenzando a comprender las graves consecuencias sociales y políticas de una década de recortes y reducción del nivel de vida. Se está agotando la paciencia de las masas y se está socavando la cohesión social en un grado que comienza a amenazar la estabilidad social.
Un sector de la clase dominante, que teme un aumento en la lucha de clases, está a favor de reducir la austeridad, incluso a costa del aumento de la deuda pública. Y ante el aumento de la lucha de clases, es probable que comiencen a hacer concesiones. Pero esto solo aumentará las contradicciones y, a la larga, conducirá a crisis futuras y a una fuerte reducción del gasto estatal y a la disminución del crédito. Por lo tanto, no importa qué políticas económicas se intenten, todos los caminos conducen a una nueva recesión.
Desde el colapso de 2008, los bancos centrales han tratado de promover el crecimiento manteniendo las tasas de interés en un nivel históricamente bajo. Esto a menudo ha significado un nivel de cero por ciento o menos. El objetivo era estimular el crédito e impulsar la inversión. Pero no ha logrado conseguir los resultados anticipados. El crédito barato actúa como una adicción a las drogas: cuanto más se usa, menos efecto tiene. Bonos por valor de más de $ 15 billones se están negociando con rendimientos negativos.
En 1960, según una medición, la deuda total a escala mundial era de alrededor del 90 por ciento del PIB mundial. Era un poco más alto en los Estados Unidos, donde era de alrededor del 140 por ciento. Hoy, sin embargo, la deuda global total ha alcanzado el máximo histórico de $ 253 billones, 322 por ciento del PIB mundial y 355% en los EE. UU. (Cifras de 2019). La deuda fue la forma en que los capitalistas salieron de la crisis de los años setenta y ochenta, pero ahora ha preparado el camino para una crisis aún mayor. Cuanto más pospongan la depresión al expandir el crédito (y, por lo tanto, la deuda), peor será cuando finalmente llegue el mal día, y llegará.
La amenaza de una guerra comercial
Se puede oír el tictac de varias bombas de relojería simultáneamente: guerras comerciales, crisis de la deuda, desaceleración en China, el Brexit y la crisis del Euro, tensiones internacionales y la amenaza de guerra en el Medio Oriente. Como hemos visto, cualquiera de estos puede ser la chispa que causa una explosión. Los burgueses quedarán indefensos, entre la espada y la pared. Ciertas cosas fluyen inevitablemente de estos hechos.
En las décadas anteriores a 2008, el fuerte crecimiento económico en China proporcionó un estímulo para la economía global. Era a la vez un mercado para bienes occidentales y un rentable terreno de inversión. Pero ahora, dialécticamente, todo se está convirtiendo en su opuesto. En 2018, el crecimiento en China fue del 6,6%, aunque muchos economistas sospechan que en realidad fue menor. La cifra de 2019 de 6,1% fue el de crecimiento más lento en la economía china desde 1992.
El crecimiento de China aún puede parecer alto en comparación con las tasas de crecimiento miserables en Europa e incluso en los Estados Unidos, pero es mucho menor que las tasas de crecimiento alcanzadas en las últimas décadas. En general, se acepta que China necesita alcanzar una tasa promedio anual del 8%, y crear entre 15 y 20 millones de nuevos empleos cada año, solo para mantenerse al día con la migración del campo a las ciudades. Hasta hace poco, los consumidores en China y los Estados Unidos continuaron gastando, tal vez alentados por oír hablar de una recuperación. Pero esta tendencia está llegando a su fin. Una señal de advertencia temprana fue la caída récord en las ventas de automóviles en China. Para China, por lo tanto, la desaceleración prepara convulsiones sociales.
Con la introducción de la economía de mercado, China también ha importado todas las contradicciones del capitalismo. Sus mismos éxitos en la producción a gran escala de mercancías han creado la base para una crisis de sobreproducción, ya que estos productos deben encontrar un mercado, y el mercado interno en China es demasiado estrecho para absorberlos.
China sufre de sobreproducción, con grandes fábricas para la producción de acero, automóviles y muchos otros productos, y la única salida es exportar.
China ha exportado grandes cantidades de excedentes de acero a Europa, lo que ayuda a socavar la industria siderúrgica europea. El acero chino barato ha sido un factor importante en la destrucción de la industria del acero en Gran Bretaña. Las fábricas gigantes que proporcionaban trabajo a comunidades enteras, como Port Talbot en el sur de Gales, que era conocida como la ciudad del acero, se enfrentan al cierre. Esto es lo que está detrás de las crecientes tensiones que han resultado en la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Por cierto, no sería correcto atribuir esto a Donald Trump. Aunque ha hecho mucho ruido sobre el tema, la sospecha y la desconfianza hacia China es bastante general en el Congreso, incluso en las filas de los demócratas.
Trump tiene una respuesta simple a todo esto. Él está afirmando el poder de los Estados Unidos. El imperialismo estadounidense está flexionando sus músculos, amenazando con aplastar a sus rivales, comenzando por China. Pero Europa también está en su punto de mira. Su campo de batalla es el proteccionismo, su arma elegida, el aumento de los aranceles. Pero este camino resbaladizo ha llevado a una guerra comercial en aumento que podría tener un efecto devastador en toda la economía mundial.
Los economistas preocupados ya están comenzando a elaborar escenarios de «juegos de guerra» sobre cómo podría ocurrir una recesión. Sus temores se centran principalmente en la amenaza a la economía mundial planteada por el aumento de los aranceles. Es cierto que, en el plazo inmediato, los costos directos de esos aranceles pueden ser pequeños, pero la incertidumbre creada por una mayor escalada de la guerra comercial afectaría negativamente la inversión, la contratación y, en última instancia, el consumo, contrayendo la demanda. La causa se convierte en efecto, y el efecto se convierte en causa, produciendo una espiral descendente aguda a escala global. Todo el proceso de globalización, que ha sido un factor importante en el crecimiento de la economía mundial durante todo un período, sería revertido, con consecuencias catastróficas.
Los economistas de Morgan Stanley predicen que si Estados Unidos aplica aranceles del 25% a todas las importaciones chinas durante cuatro a seis meses y China toma represalias, es probable que se produzca una contracción económica global en tres trimestres. Las olas creadas se extenderían mucho más allá de los Estados Unidos y China, golpeando a Asia, Europa y arrastrando a la economía mundial a la recesión. Este es un desarrollo muy alarmante para la burguesía. Amenaza con desgarrar el tejido muy frágil del comercio mundial, que ha sido la principal fuerza impulsora detrás del crecimiento de la economía mundial durante décadas.
No está nada claro cómo terminará la disputa actual con China. Las economías china y estadounidense se han interconectado durante muchos años. Habrá un sector de la clase capitalista de Estados Unidos, particularmente aquellos que producen directamente en China, que se opondrán a una escalada. Pero es difícil predecir las acciones de un presidente que no tiene una estrategia a largo plazo, pero que parece ir dando tumbos de una crisis a otra. Trump es impredecible. Esa es una razón por la que a los burgueses no les gusta. Da una de cal y una de arena dependiendo de su estado de ánimo, lo que aumenta la inestabilidad general en los asuntos mundiales.
En un minuto, Trump denuncia al «Pequeño hombre cohete» y amenaza con borrar a Corea del Norte de la faz de la tierra. Al siguiente, está abrazando a Kim Jong Un y alabándolo como un hombre de paz y un gran amigo. En un momento está tratando de llegar a un acuerdo con China, al siguiente, anuncia nuevos aranceles punitivos sobre todos los productos chinos. El problema con una guerra comercial es que es fácil comenzar, pero no tan fácil terminar. Tiende a entrar en una espiral, como vemos con las represalias de China.
Si la globalización se detiene por la propagación del nacionalismo económico y las guerras comerciales, la tendencia al alza puede convertirse fácilmente en una aguda espiral descendente, con consecuencias catastróficas para todo el mundo. Hemos señalado que fue el aumento de las tendencias proteccionistas, similar al enfoque de «empobrecer al vecino» de Donald Trump hoy y las devaluaciones competitivas, lo que convirtió el colapso de Wall Street de 1929 en la Gran Depresión de la década de 1930. No es imposible que un escenario similar pueda repetirse hoy.
Estados Unidos
La economía de los Estados Unidos era el último pilar restante que sostenía la economía global. En la superficie, parecería que a la economía de los Estados Unidos le está yendo bastante bien. El Dow Jones está en un nivel récord. El S&P 500 aumentó en un 334% y el NASDAQ en casi un 500%. Pero las apariencias pueden ser engañosas. En realidad, la economía de los Estados Unidos se encontraba en un estado muy débil. Nada se había resuelto desde 2008 y los capitalistas solo estaban preparando el terreno para una crisis aún más devastadora.
Ahora está comenzando a tambalearse. En diciembre de 2007, el pico antes de la caída de 2008, la utilización de la capacidad industrial era del 81%. Para junio de 2009, en el punto más bajo del último ciclo de auge y recesión, solo se estaba utilizando el 66%. Hoy, diez años después, está al 78%. En otras palabras, después de la «recuperación más larga» en la historia, ni siquiera han recuperado los niveles de utilización de la capacidad instalada anteriores a la crisis. Mientras tanto, el sentimiento del consumidor ha caído a su nivel más bajo en ocho años. La manufactura estadounidense se ha deslizado a cifras negativas. Los pedidos de exportación son los más bajos desde abril de 2009. Incluso si la Reserva Federal recortara las tasas en 50 puntos básicos, sería demasiado tarde para evitar una recesión.
El crecimiento del PIB de EE. UU. en 2018 fue de solo 2,9%, impulsado por la financiación con déficit. Fue solo un 2,2% el año anterior a ese, impulsado por los recortes de impuestos de Trump para los ricos. La deuda nacional es ahora de $ 22 billones, más del doble de lo que era en 2008. Eso equivale a $ 68.000 por ciudadano estadounidense, o $ 182.000 por contribuyente. Eso es casi cuatro veces el salario medio, y está aumentando a una tasa de $ 1 billón por año.
Los recortes de impuestos y las tasas de interés históricamente bajas de la Reserva Federal se han utilizado para estimular la economía en un intento de evitar la próxima depresión. Pero al usar estas herramientas para prolongar artificialmente el auge, ahora no las tienen disponibles para la próxima recesión, y podemos estar seguros de que el apetito de la opinión pública a favor de los rescates corporativos será muy reducido.
Ahora todos los indicadores económicos apuntan hacia una nueva recesión, lo cual es inevitable. Por supuesto, no es posible decir cuándo ocurrirá: la economía no es una ciencia exacta. Pero el hecho es que no es necesaria una nueva depresión para la intensificación de la lucha de clases. Desde nuestro punto de vista, sería preferible que la situación actual continúe. Hablan de una recuperación, pero no se siente como tal. Nadie se lo cree.
¿Cuántos trabajadores estadounidenses están diciendo cuán maravillosas son las cosas ahora? Los salarios están aumentando para algunos, es cierto, pero también aumentan las horas de trabajo necesarias para pagar las facturas. Y los aumentos actuales no compensan todo un período en que los salarios se mantuvieron bajos. La mayoría de los trabajadores estadounidenses no podían mantenerse a sí mismos ni a sus familias con un solo trabajo. Tienen que trabajar largas horas y necesitan tener dos o tres trabajos para sobrevivir. Y la ira y la amargura de los trabajadores aumentan todo el tiempo.
Muchos trabajadores estadounidenses no sienten los beneficios de la «recuperación» en absoluto. Lo que pueden ver es la desigualdad obscena, el vasto abismo que separa al pequeño grupo de súper ricos de la gran mayoría que lucha por mantenerse a flote. En las últimas tres décadas, la riqueza del uno por ciento superior aumentó en $ 21 billones, mientras que el 50 por ciento más pobre vio caer su patrimonio neto en $ 900 mil millones. (Según los datos de la Reserva Federal).
El 78% de los estadounidenses viven de día de pago a día de pago. El salario mínimo federal actual es de $ 7,25 por hora. Una madre soltera con dos hijos que ganen el salario mínimo federal necesitaría trabajar casi 24 horas al día durante seis días a la semana, o 144 horas a la semana, para ganar un salario digno. Esto es una locura y totalmente insostenible, y esa es la situación en los «buenos tiempos».
El fenómeno Trump
Hay un viejo dicho que dice que cada pueblo tiene el gobierno que se merece. En su brillante artículo Clase, Partido y Dirección, Trotsky señaló que esta declaración contiene una falacia. El mismo pueblo a menudo puede experimentar muy diferentes tipos de gobierno, lo que simplemente refleja diferentes etapas en el desarrollo de la conciencia. Sin embargo, se podría decir con absoluta justificación que en la actualidad la burguesía tiene los líderes que se merece.
Cuando la burguesía estadounidense se mira en el espejo, ve la cara de Donald Trump y se aleja horrorizada. No les gusta lo que ven, pero es un fiel reflejo de su propia degeneración y la de su sistema. Los burgueses de hoy no tienen grandes ideas ni perspectivas a largo plazo. No pueden ver más allá del último balance que les informa de sus márgenes de beneficio.
Esta imagen repulsiva resume no solo a Donald J Trump, sino tambiéna la clase a la que pertenece y cuyos intereses representa. Lo único que lo distingue es que expresa los prejuicios de su clase abiertamente, descaradamente, sin sonrojarse, mientras que otros que comparten exactamente el mismo punto de vista y defienden exactamente los mismos intereses de clase, son más circunspectos, más diplomáticos, es decir, más cobardes, hipócritas y engañosos.
La elección de Trump en los Estados Unidos fue, por supuesto, un fenómeno reaccionario. Casi no tiene sentido hacer esa declaración. Pero también tenía otro lado. Trump no era el candidato de la clase dominante. No confiaba en él, pero fue elegido a pesar de la implacable oposición de la burguesía.
En el pasado, la burguesía solía controlar el juego político. Pero ya no es así. Lo que vemos ahora es una situación sin precedentes, donde la burguesía, en efecto, ha perdido el control directo de su propio sistema. ¿Cuándo ha habido una situación en toda la historia de los Estados Unidos, donde sectores de la CIA y el FBI se opusieran públicamente a un presidente electo y constantemente maniobraran para destituirlo?
Esto no es solo una crisis política. Es una crisis del régimen. Significa una división abierta en la clase dominante. Y la primera condición de Lenin para la revolución es precisamente eso. El descontento de las masas puede expresarse de maneras muy peculiares y contradictorias. De la manera más peculiar y distorsionada, incluso la elección de Trump fue en parte una expresión de descontento masivo por parte de un sector significativo de las capas más pobres y desposeídas de la clase trabajadora blanca. Trump apeló a los mineros desempleados y los trabajadores del acero, atacando demagógicamente a la élite privilegiada de Washington y prometiendo un cambio. Ese mensaje tuvo un poderoso eco. Pero la popularidad de Trump está bajo una tensión muy grave.
El socialismo y los EE. UU.
No está claro si Trump será reelegido. Aunque todavía conserva una importante base de apoyo, también ha repelido a muchas personas con su retórica abiertamente racista, misógina y xenófoba. Hubo un furor nacional por las declaraciones de «enviarlos de vuelta». Y fue más dañado por su reacción a los tiroteos masivos en El Paso y Dayton, Ohio.
Un informe del Democracy Fund Voter Study Group (VSG, por sus siglas en inglés) descubrió que incluso los votantes que se inclinan por las opiniones contra la inmigración no son necesariamente pro-Trump. Se dividen entre aquellos que favorecen menos intervención del gobierno en la economía y aquellos que tienen opiniones económicas más intervencionistas de izquierda. Según la encuesta, estas diferencias se han agudizado desde la elección de Trump. La economía sigue siendo la cuestión clave. Trump ha reclamado todo el crédito por el éxito de sus políticas económicas. De hecho, su manejo de la economía es el único área donde tiene más del 50% de aprobación (55%). Sin embargo, la otra cara de esto es que también se le culpará cuando las cosas vayan mal.
Los efectos temporales de sus recortes de impuestos a los ricos ya se han agotado. Ahora, lo que la gente puede ver es una desaceleración de la economía y signos crecientes de que su guerra comercial con China no logrará producir el acuerdo histórico que prometió durante su campaña presidencial de 2016. Una recesión económica finalmente reventaría su burbuja. Pero el momento preciso en que vaya a ocurrir no está claro. Sobre todo, los Demócratas no pueden proporcionar una alternativa efectiva a Trump.
Durante las últimas tres décadas hubo una disminución significativa en el número anual de huelgas en los Estados Unidos, junto con una fuerte caída en la afiliación sindical. Pero ahora ese proceso está llegando a sus límites. Incluso ha habido un puñado de huelgas políticas y huelgas salvajes, protestando contra el acoso sexual, la brecha salarial de género, la colaboración con la agencia de detención de inmigrantes del gobierno y la legislación destinada a privatizar la educación. Y es solo el comienzo, aunque no será un proceso lineal.
A fines de 2018, el número de trabajadores estadounidenses involucrados en importantes paros laborales, que incluyen huelgas y cierres patronales, fue el más alto desde 1986. Hubo veinte paros que involucraron a 1.000 o más trabajadores, en comparación con solo siete en 2017. Más del 90 por ciento del aproximadamente medio millón de trabajadores involucrados estaban en los sectores de educación, atención médica y asistencia social. Miles más participaron en huelgas y luchas más pequeñas que no se reflejan en estas cifras. Hubo toda una serie de huelgas de maestros que se extendieron desde West Virginia hasta Oklahoma, Arizona, California y más allá, a medida que las luchas y las victorias de otros inspiraron acciones similares en todo el país. Esto fue seguido por la huelga muy significativa de los trabajadores del automóvil.
En el plano político, vimos el surgimiento de Sanders y la creciente popularidad del socialismo entre una capa cada vez mayor en los Estados Unidos, particularmente los jóvenes. Sanders, a pesar de su permanencia dentro del Partido Demócrata, y su capitulación ante Clinton cuando se le impidió presentarse en las elecciones de 2016, todavía tiene el apoyo de grandes cantidades con sus ataques contra ‘la clase multimillonaria’. Sanders todavía atrae a decenas de miles a sus actos. Pero él, y otros como Alexandria Ocasio-Cortez, tienen la ilusión de que se puede avanzar en la causa del socialismo a través del Partido Demócrata. En el mejor de los casos son reformistas. Sin embargo, su popularidad refleja, de manera distorsionada, la búsqueda de una alternativa al sistema hacia la izquierda.
Cuando la economía caiga, habrá una gran reacción contra Trump, ¿y hacia dónde mirarán entonces? Verán que el socialismo es parte de la respuesta. No es casualidad que Trump ahora esté atacando al socialismo y al comunismo. Según encuestas recientes (resultados de la Encuesta nacional de bienestar, trabajo y riqueza del Instituto Cato 2019):
El 50% de los jóvenes estadounidenses (menores de 30 años) son favorables al socialismo;
El 70% de los Millennials (de 23 a 38 años) votaría por un candidato socialista;
El 36% de los Millennials tiene una opinión favorable del comunismo (frente al 28% en 2018);
El 35% de los Millennials tiene una opinión favorable del marxismo.
Aproximadamente uno de cada cinco Millennials piensa que la sociedad estaría mejor si se aboliera toda la propiedad privada. (US Attitudes Toward Socialism, Communism, and Collectivism, octubre de 2019). Y casi una quinta parte (17%) de los estadounidenses está de acuerdo en que a veces están justificado que «los ciudadanos tomen medidas violentas contra los ricos», cifra que aumenta al 35% para los menores de 30 años. Estas estadísticas son solo la punta del iceberg. Muestran muy claramente que hay un fermento profundo en la sociedad estadounidense.
Si Trump es reelegido, lo que no se puede excluir, se abriría un nuevo período aún más turbulento para los EE. UU. No dudamos de que esto sería recibido con consternación por los estúpidos sectarios que constantemente deliran sobre el supuesto peligro del «fascismo». Pero los capitalistas más inteligentes tienen una comprensión mucho mejor de la situación real. Son un poco conscientes de que su sistema es insostenible, pero no pueden hacer nada al respecto porque no pueden aceptar que la única forma de resolver las contradicciones del capitalismo es poner fin al capitalismo mismo.
Incluso antes de la próxima crisis, los más ricos del mundo están profundamente preocupados por el potencial de disturbios sociales. Por ejemplo, Ray Dalio, la 79a persona más rica del mundo, declaró: «Soy capitalista e incluso yo creo que el capitalismo está roto». Añadió: «para la mayoría el capitalismo básicamente no está funcionando… Estamos en un punto de inflexión. Podemos [reformarlo] juntos, o lo haremos en conflicto, habrá un conflicto entre ricos y pobres”. Estas palabras expresan muy bien la situación.
Ha habido un cambio significativo en la psicología de los estadounidenses. La gente ahora se identifica como de clase trabajadora, mientras que durante muchas décadas solo hablaron de la «clase media». Esto es parte de lo que Trotsky quiso decir cuando habló sobre el proceso molecular de la revolución.
La crisis del capitalismo europeo
En 1997, escribimos un documento sobre las perspectivas para la Unión Europea en el que predijimos que el euro podría sobrevivir por un tiempo, pero en caso de una profunda depresión, todas las contradicciones nacionales saldrían a la luz. Eso es precisamente lo que vemos ahora.
A pesar de los años de austeridad, nada se ha resuelto en Europa durante la última década. La eurozona en general se ha estancado y ahora se enfrenta a la perspectiva de una fuerte contracción económica, que tendrá las más graves consecuencias sociales y políticas, pero que es incapaz de evitar. Sus bancos centrales ya no poseen los instrumentos para combatirlo. Esto significa que la próxima recesión mundial no será un asunto ordinario sino una recesión mucho peor que la que siguió al colapso económico de 2008-2009.
La UE se enfrenta, por un lado, a la conmoción del Brexit, pero también a muchas otras conmociones que afectan a sus industrias. La contracción del comercio mundial está afectando más a Europa que a muchos otros debido a su dependencia crónica de la demanda mundial para mantenerse a flote. Eso se aplica particularmente a Alemania, que evitó caer en recesión en 2018 por muy poco.
Europa ha sido duramente afectada por las guerras comerciales de Donald Trump. Las mercancías chinas a las que se ha aplicado tarifas arancelarias en el mercado estadounidense se están exportando a Europa. Y la situación empeora por la devaluación del yuan por parte de Beijing, que hace que las exportaciones chinas a Europa sean aún más baratas, lo que socava las industrias europeas, una invasión que Europa no puede repeler. El Banco Central Europeo es incapaz de contrarrestar los efectos de la desaceleración en China y la caída de la demanda de productos europeos.
Macron fue forzado por la revuelta de los gilets jaunes a hacer concesiones, pero ¿quién pagará? Francia tiene un gran déficit presupuestario. Macron tiene un plan para Europa, que eufemísticamente se llama un «presupuesto planificado». Su plan es muy simple: Alemania pagará las deudas de todos, incluidas las de Francia, por supuesto. Lamentablemente, el Bundesbank tiene ideas diferentes. Y no es el único. La crisis del Brexit también ha actuado como un catalizador, exacerbando enormemente las fuerzas centrífugas que amenazan con desgarrar a la Unión Europea.
Nuevas fallas
La crisis de la UE comenzó en su periferia en las economías más débiles, pero ahora está afectando a los Estados más poderosos en su corazón, como Alemania. Esto, a su vez, ahora está abriendo nuevas líneas de falla. Hungría y Polonia están desafiando a la UE por la admisión de refugiados y otras cuestiones.
A principios de 2018 se formó una nueva «Liga Hanseática», compuesta por los países más prósperos del norte de Europa: Dinamarca, Finlandia, los Países Bajos y Suecia; y sus satélites bálticos, Estonia, Letonia y Lituania. Alemania la respalda y se resiste a cualquier pago significativo a los países más pobres del sur de Europa. Mientras tanto, algunos de ellos (especialmente Italia) intentaron contrarrestar el poder del capital alemán buscando acuerdos económicos con China. Estas grietas, aunque pequeñas en la actualidad, amenazan con derribar todo el edificio inestable del euro, y posiblemente a la propia UE.
Pero la burguesía alemana, que domina la UE, necesita la unión económica bajo cualquier circunstancia. Por sí sola, Alemania es, en términos relativos a los grandes bloques económicos, un enano en el mercado mundial. Tiene alrededor de 80 millones. habitantes, aproximadamente una cuarta parte de los EE. UU. y menos de 1/17 de China. El PIB de Alemania es menos de un tercio del de China y menos de 1/5 de los Estados Unidos. No tiene poder militar reseñable. Para desempeñar un papel en el escenario mundial necesita la palanca de la Unión Europea.
En tiempos de expansión del libre comercio y una UE que en la superficie estaba más o menos unida, Alemania fue capaz de «golpear por encima de su peso» en el mercado mundial, especialmente en industrias intensivas en capital como máquinas herramientas, automóviles, así como producción aeroespacial, lo que le permitió durante un período ser el principal exportador del mundo. Pero en una situación de desaceleración, crecientes conflictos comerciales y con los estados nacionales de la UE separados constantemente entre sí económica y políticamente, esta situación se está convirtiendo lentamente en su contrario.
Alemania, que ha sido el motor y la economía más fuerte del capitalismo europeo, ahora está en crisis. La desigualdad y la caída de los niveles de vida son la norma ahora: son solo los pedidos internos los que sostienen la economía alemana, mientras que los pedidos extranjeros están disminuyendo rápidamente.
Esto explica porque la burguesía alemana está presionando fuertemente para unir a la UE bajo su liderazgo político más directo, incluso si eso significa dar, por el precio de la subordinación política, un espacio económico muy estrecho y temporal a las economías más débiles de Europa, principalmente mediante la política monetaria. Una señal de ello fue que después de largas especulaciones de que el nuevo jefe del BCE sería el ex jefe del Bundesbank al final, la francesa Lagarde consiguió el puesto. Alemania prefirió la posición políticamente central del jefe de la Comisión Europea y eligió a Ursula von der Leyen. Y la burguesía alemana, al menos desde antes de las elecciones europeas, ha organizado una campaña ensordecedora contra el llamado «populismo», especialmente contra los partidos nacionalistas con una posición demagógica anti-UE en el poder, centrando gran parte del fuego en Salvini y el derechista FPÖ en Austria, quienes en ese momento eran ambos parte del gobierno.
El objetivo de todo esto es claro – que Alemania, confrontada con el espectro de su propia declive, tiene que intentar formar la UE como un bloque económico duro hacia el exterior. En una situación de conflictos comerciales cada vez mayores, la burguesía alemana está presionando a favor de fronteras más estrechas alrededor de Europa, no solo contra los refugiados, sino también contra las mercancías y el capital extranjeros. Por ejemplo, ahora la Comisión Europea bajo Von der Leyen está presionando fuertemente por un «impuesto fronterizo de carbono de la UE», en primer lugar para proteger a la industria alemana, pero también para mantener Europa bajo control, al dificultar que los países individuales de la UE hagan tratos con China o los Estados Unidos unilateralmente.
Pero al final, todo eso es solo una cuestión de retrasar lo inevitable. En caso de una nueva crisis profunda, Alemania no puede y no pagará el rescate del resto de Europa. Eso significa que será imposible evitar que las profundas contradicciones económicas y políticas que están surgiendo, incluso ahora, exploten abiertamente. La UE es el eslabón más débil de la cadena de los bloques económicos imperialistas del capitalismo mundial.
Esa tendencia se ve reforzada por la creciente inestabilidad política en la propia Alemania. Merkel renunció a la presidencia del Partido Demócrata Cristiano, aunque todavía está a la cabeza del gobierno. El Partido Socialdemócrata (SPD) ha estado en el gobierno durante 17 de los últimos 20 años y el resultado ha sido una fuerte caída en su apoyo en las últimas elecciones. Pero el Partido de Izquierda (Die Linke) no se ha beneficiado. Esto se debe a que sus líderes están tratando de demostrar que están en condiciones de unirse a cualquier gobierno. Han aceptado una política de reducción de la deuda, que en la práctica significa recortes en el gasto público. Esa es una receta para una crisis en el partido.
Y ahora la crisis de legitimidad de la democracia burguesa también ha llegado a Alemania. En el período de posguerra, la CDU y el SPD juntos recibían entre el 70 y el 90 por ciento de los votos para el Bundestag. Hoy pueden obtener un voto combinado de alrededor del 40 por ciento, con el SPD en un mínimo histórico de entre 13 y 15 por ciento. Mientras tanto, la extrema derecha del AfD ha estado creciendo. Temporalmente, los Verdes también se han beneficiado, aunque es probable que sea un fenómeno de corta duración.
Grecia: nada resuelto
Durante la mayor parte de la última década, el eslabón más débil de la cadena del capitalismo europeo fue Grecia, el país donde la crisis del capitalismo tuvo sus consecuencias más catastróficas. Durante diez años, la gente de ese país no ha experimentado más que ataques salvajes, recortes constantes y una fuerte caída en el nivel de vida; de hecho, un colapso total. Ahora, se jactan de que la crisis ha terminado. Nada más lejos de la verdad. En 2009, la relación deuda / PIB de Grecia era del 126,7%, y ahora se sitúa en el 181,1%. Como vemos, nada se ha resuelto en Grecia.
Los trabajadores y la juventud griega hicieron todo lo posible para luchar contra la austeridad capitalista y resistir las feroces imposiciones de la UE. Hubo huelga general tras huelga general, manifestación tras manifestación. En el momento del referéndum de 2015, Tsipras tuvo todas las oportunidades para basarse en el rechazo masivo de los términos del rescate impuesto por la Troika y desafiar a la UE y a la burguesía. La clase trabajadora, e incluso amplios sectores de la pequeña burguesía, estaban dispuestos a todo. Pero en el momento crítico, Tsipras capituló.
Esta traición causó una tremenda desmoralización y terminó en la derrota de SYRIZA en las últimas elecciones y la victoria de Nueva Democracia. Sin embargo, SYRIZA todavía obtuvo un 31% y podría recuperarse. Mitsotakis se ha comprometido a llevar a cabo nuevos ataques contra la clase trabajadora. Su popularidad desaparecerá tan rápido como surgió. Los trabajadores griegos no tienen otra alternativa que luchar. Es una cuestión de vida o muerte. En cierto momento, se abrirá un nuevo período de lucha de clases en Grecia.
Italia: el eslabón más débil
Italia ha tomado el relevo de Grecia como el eslabón más débil de la cadena del capitalismo europeo. Su economía se ha quedado atrás y no puede competir con Alemania o incluso con Francia. La deuda pública récord de Italia es de aproximadamente el 132% del PIB. El capitalismo italiano ahora está en serios problemas. Desde un punto de vista revolucionario, Italia es el país clave en Europa. Grecia es un país pequeño en la periferia de Europa, pero Italia es la tercera economía más grande de la zona euro y está en el corazón de la Unión Europea.
La única solución para la clase dominante italiana es recortar y recortar de nuevo. Han declarado la guerra a la clase obrera italiana, una receta acabada para una explosión social. En la medida que Italia superó los límites presupuestarios permitidos por la UE, la Comisión Europea quiso condenarla, pero finalmente retrocedieron. Ya habían hecho una excepción para Macron, pero esta no era la única razón: el colapso de los bancos italianos provocaría una crisis bancaria europea. Pero aún más importante, el potencial de una explosión social en Italia es inherente a la situación.
En el pasado, la burguesía italiana tenía poderosas bases de apoyo en la sociedad. Su partido, la Democracia Cristiana, tenía una base de masas y el apoyo de la Iglesia católica. Pero eso se ha derrumbado. Su segunda línea de defensa eran los partidos comunista y socialista. Pero estos también han sido enviados al basurero de la historia. Desde el punto de vista de la burguesía, la falta de un partido reformista de masas no es un desarrollo positivo sino muy peligroso. Es la diferencia entre un automóvil que baja por una cuesta empinada con frenos defectuosos y uno sin frenos en absoluto.
En Italia, no existe un partido obrero reformista de masas y los dirigentes de los sindicatos están podridos. El Partido Demócrata, un partido burgués, está deslegitimado a los ojos de los trabajadores: todos sus líderes han participado en recortes durante años. El Movimiento Cinco Estrellas es otro ejemplo más de formaciones pequeñoburguesas que han surgido de la nada. Están muy confundidos, y ahora su apoyo está en fuerte declive después de que quedaron al descubierto, primero en el gobierno de coalición con la Liga de derechas, y luego al ingresar en una coalición con el Partido Demócrata. Hay un vacío colosal a la izquierda, y el vacío debe ser llenado por algo tarde o temprano.
El líder de la Liga, Salvini, es un demagogo burgués de derecha, muy al estilo de Donald Trump. En sus discursos se esfuerza por sonar como el «hombre común» o, más exactamente, un lumpen proletario italiano. Esta afectación es un intento deliberado de crear la impresión de que representa algo nuevo y radical. Se dirige a millones de personas descontentas que odian el establishment político que identifican con los viejos partidos y líderes. Él está diciendo; «¡Mira! No soy como ellos. Soy uno de vosotros. Si me elegís, las cosas van a cambiar en Italia. ¡Voy a obtener resultados!» Eso tiene un eco.
Aunque Salvini era el ministro del Interior en el gobierno de coalición con el Cinco Estrellas, continuó actuando como si estuviera en la oposición. Utilizó su posición para pronunciar discursos beligerantes contra los «enemigos externos» (la UE y los inmigrantes), a quienes culpó de todas las desgracias de Italia. Como resultado, parecía estar en contra de los límites establecidos por el establishment. La estrella de Salvini se elevó tan rápido como las Cinco Estrellas se hundieron. Él eligió su momento y desechó a sus aliados temporales, rompiendo la coalición, pensando que ganaría las siguientes elecciones.
Pero la burguesía, temiendo las consecuencias de un gobierno de Salvini para la economía italiana y la Eurozona, decidió bloquearlo. Los medios que seleccionaron consistieron en una nueva coalición inestable del Movimiento de Cinco Estrellas con el Partido Demócrata. Pero el Movimiento Cinco Estrellas ya había naufragado al ingresar al gobierno de coalición con la Liga. Estar en una coalición con el Partido Demócrata aún más desacreditado será el último beso de la muerte para él.
Sin embargo, el actual revés a las ambiciones de Salvini no durará mucho. De hecho, al excluirlo del gobierno a través de una maniobra transparente, le hicieron un favor. Los demagogos siempre tienden a prosperar en la oposición. Salvini intenta desviar la atención de las masas gritando sobre inmigración, pero una vez que se encuentre al frente del gobierno, pronto descubrirá que esta es una política de rendimientos decrecientes. No tiene soluciones reales a los problemas del capitalismo italiano, y una vez que sea puesto a prueba, Salvini quedará expuesto como el político burgués reaccionario que es. Eso preparará el camino para un enorme giro a la izquierda.
El hecho es que el único camino a seguir para la burguesía son los recortes y los ataques a los niveles de vida. Para llevar a cabo las medidas económicas necesarias, la burguesía italiana necesita un gobierno fuerte. Pero ese gobierno no existe. Tampoco hay ninguna posibilidad de asegurar uno en el futuro previsible. La perspectiva es la de toda una serie de gobiernos de coalición inestables, cada uno de los cuales terminará en crisis y colapso. Habrá cambios violentos hacia la izquierda y hacia la derecha, a medida que las masas prueben diferentes líderes y programas. Y uno tras otro, quedarán desacreditados.
Dada la extrema debilidad de la izquierda italiana, el movimiento inevitablemente se expresará, en algún momento, en forma de acción directa de masas, similar al movimiento de los chalecos amarillos en Francia. Será una nueva edición de 1969, pero a un nivel mucho más alto. Una vez que comience el movimiento de masas en Italia, será muy difícil detenerlo. Puede conducir a ocupaciones de fábricas, como las que ocurrieron en 1919-1920. Eso abrirá el camino a desarrollos revolucionarios. El camino estará abierto para un crecimiento explosivo de nuestra sección italiana. Pero todo depende de que construyamos una organización fuerte antes de que se desarrolle el movimiento.
Francia: la revuelta de las masas
Macron se jactó de que nunca se rendiría ante «la calle». Pero ante la masiva revuelta de los gilets jaunes, tuvo que comerse sus palabras. Se vio obligado a batirse en retirada de manera humillante. Sin embargo, las manifestaciones masivas continuaron y se volvieron más audaces y más radicales cada día. Se planteó la exigencia de la renuncia de Macron. Las masas mostraron un sorprendente grado de resistencia y determinación. Sin ninguna organización o liderazgo serio, fue realmente sorprendente cómo este movimiento continuó durante tanto tiempo como lo hizo.
Pero las manifestaciones masivas, no importa cuán enérgicas y determinadas sean, tienen límites definidos. Lenin explicó hace mucho tiempo los límites de los movimientos espontáneos. El elemento espontáneo era tanto la fuerza del movimiento como su principal debilidad. Los chalecos amarillos eran un movimiento muy heterogéneo, que contenía elementos revolucionarios y reaccionarios. No había un plan de acción resuelto ni una perspectiva real para tomar el poder, que era la única perspectiva posible.
La principal debilidad de ese movimiento era que no fue capaz de vincularse con la clase trabajadora organizada y luchar por una huelga general indefinida. Pero la razón principal por la que esto no sucedió fue la conducta de los líderes sindicales que estaban horrorizados por el movimiento. Al final, esto fue lo que salvó a Macron. La razón principal por la que surgió el movimiento gilets jaunes fue precisamente la podredumbre de los líderes sindicales franceses y la supuesta izquierda que colaboraron con Macron y aceptaron todos los recortes.
Como las masas no podían encontrar una expresión en la clase trabajadora organizada, encontró una expresión afuera. Más tarde, sintiendo la presión desde abajo y temiendo un nuevo movimiento que podría salirse de su control, los líderes sindicales convocaron una huelga general en diciembre de 2019. Resultó ser una protesta muy poderosa, con 1,5 millones en las calles, lo que indica que la clase trabajadora organizada ahora está en movimiento.
Lo más sorprendente en el movimiento de los gilets jaunes fue la manera en que los burgueses franceses estaban trazando paralelos incómodos con la Revolución Francesa. Esto muestra cómo incluso los burgueses están comenzando a comprender, de una manera lenta y confusa, las implicaciones revolucionarias de la situación actual. En ese sentido, son mucho más serios y perspicaces que los imbéciles reformistas y sectarios de izquierda.
No hay lugar en la política revolucionaria para el impresionismo y el romanticismo. Debemos tener una actitud clínica clara hacia movimientos de este tipo. Sí, debemos ver las posibilidades revolucionarias implícitas en ellos. Sí, debemos darles la bienvenida con todo entusiasmo y hacer todo lo que esté a nuestro alcance para ayudarlos a tener éxito. Sobre todo, podemos ayudarlos a adquirir la claridad política necesaria, sin la cual el éxito siempre eludirá los movimientos de masas más tormentosos.
Sin embargo, eventualmente estaba destinado a extinguirse. Por lo tanto, Macron pudo mantener el poder temporalmente y recuperar la iniciativa. Pero quedó herido de muerte por esta batalla. Sus concesiones han aumentado el déficit presupuestario y, por lo tanto, serán necesarios nuevos recortes y ataques. El gobierno se ha visto seriamente debilitado. Y la poderosa huelga general del 5 de diciembre es una clara indicación de que son inevitables nuevos enfrentamientos que finalmente le pondrán fin, abriendo el camino para nuevos desarrollos revolucionarios en Francia.
El problema no es la fuerza de Macron sino la extrema debilidad de la izquierda. Todos los partidos de la izquierda están en crisis. La France Insoumise ha cometido muchos errores. Durante el movimiento de los chalecos amarillos, se quedaron atrás. Una de las principales demandas presentadas por el movimiento fueron las nuevas elecciones. La France Insoumise tardó mucho antes de apoyar esta demanda.
Mélenchon, quien había emergido anteriormente como un fuerte contendiente por la izquierda, no ha aprovechado esta situación. A raíz de la huelga general de diciembre, se alineó detrás de los líderes sindicales que, ignorando la consigna de los trabajadores de «Abajo Macron», deseaban canalizar la protesta hacia las negociaciones con el gobierno, limitando esto a la «reforma» de las pensiones.
Mélenchon ya no habla de la necesidad de hacerse cargo de la economía. En cambio, habla sobre la necesidad de moderar el lenguaje. Lo que realmente está diciendo es que es necesario diluir la propaganda del partido para no asustar a la burguesía. Se niega a introducir estructuras más democráticas en el movimiento de la France Insoumise (FI), porque esto proporcionaría las estructuras a través de las cuales podrían surgir críticas a la dirección. Si hubiera estructurado seriamente el movimiento, France Insoumise habría despegado. Pero él no quiere organizar un partido político. Más bien, prefiere mantener la FI como un «movimiento» amorfo y mal definido.
Debido a que Mélenchon no logró explotar todo el potencial de la situación, Marine Le Pen está subiendo en las encuestas. Sin embargo, la FI, aunque debilitada, sigue siendo por ahora el único punto de referencia viable a la izquierda, y podría recuperar el terreno perdido a medida que se desarrolla la crisis. Y a pesar de todos los intentos de Macron por recuperar su base, su programa reaccionario de recortes ha servido para reactivar el movimiento de masas de oposición, como vimos en la huelga general de diciembre contra la «reforma» de las pensiones.
Crisis en el Estado español
La situación social y económica en España es extremadamente inestable. El crecimiento económico que existe se basa en sectores no productivos: turismo y especulación. Por el contrario, la producción industrial ha experimentado su mayor caída en seis años. Eso es especialmente cierto en la industria automotriz. Hay una grave crisis de vivienda, con aumentos constantes en alquileres, facturas de electricidad, etc. El movimiento masivo de pensionistas en 2019 indicó un creciente estado de radicalización en la sociedad española.
Las contradicciones están llegando a primer plano en todos los niveles. Todas las instituciones del régimen burgués están desacreditadas. La cuestión catalana no está resuelta. La sentencia de los presos políticos catalanes produjo una nueva ola de protestas masivas, que adquirieron un carácter casi insurreccional. Pero, como se demostró claramente después del referéndum de independencia en 2017, bajo su actual dirección nacionalista pequeño burguesa y cobarde, el movimiento republicano catalán no puede avanzar. Solo con una clara orientación internacionalista y de clase podría reunir la fuerza necesaria para desafiar al régimen español.
Las elecciones de abril de 2019 mostraron el potencial de la izquierda. Eso ya fue preparado por la huelga de mujeres del 8 de marzo y el movimiento de masas de los pensionistas. La aparición de un partido de extrema derecha, Vox, que se separó del Partido Popular, que adoptó toda la retórica del franquismo, tuvo el efecto de aumentar el voto de izquierda, provocando la derrota del Partido Popular, que perdió ciudades que había gobernado durante más de 25 años. La radicalización se reflejó en la mayor participación electoral de los últimos 30 años para las elecciones generales.
Pero los líderes de Podemos y de Izquierda Unida, quienes han demostrado que ni siquiera son buenos oportunistas, lo desperdiciaron. En lugar de ofrecer ayuda al PSOE para formar un gobierno (y, por lo tanto, parar a la derecha) dándole apoyo crítico desde fuera del gobierno, solo estaban interesados en exigir cargos ministeriales dentro de él. Eso finalmente condujo al colapso de las conversaciones. Al final, Sánchez decidió convocar nuevas elecciones, con la esperanza de aumentar su propia base y poder formar un gobierno más estable, que la clase dominante necesita para capear la próxima recesión económica.
Las nuevas elecciones de noviembre de 2019 no resolvieron nada. En lugar de fortalecerse, el PSOE perdió algunos parlamentarios, mientras que Ciudadanos, su otro posible socio de coalición, colapsó. Esto obligó al PSOE a formar una coalición con Unidas Podemos (que aceptó la disciplina del gobierno y los límites de gasto de la UE) con el apoyo externo de los nacionalistas catalanes y vascos. Tal gobierno tendrá que lidiar con la inminente recesión económica, así como con la lucha por los derechos nacionales en Cataluña. Estará plagado de contradicciones y conducirá inevitablemente al descrédito de los líderes de Podemos y de Izquierda Unida.
Gran Bretaña
Hace cuatro años, el referéndum sobre la UE produjo un resultado que conmocionó al establishment hasta la médula. Desde entonces, Gran Bretaña ha estado en un estado de agitación política y social sin paralelo. El nuevo elemento en la ecuación es el hecho de que la clase dominante estaba perdiendo el control de la situación y, desde entonces, ha tenido dificulades por recuperar el control.
En el pasado, gestionar el sistema no era una tarea tan difícil. El partido conservador (los conservadores), el principal partido de la burguesía, estaba bajo su control, mientras que el Partido Laborista estaba dirigido por respetables damas y caballeros de clase media en los que se podía confiar para manejar las cosas. Y cuando las masas se cansaban de ellos, podían volver a traer a los conservadores.
Sin embargo, en los últimos años, la destrucción del equilibrio social y político como consecuencia del colapso económico en 2008 se ha reflejado en una fuerte polarización hacia la derecha y hacia la izquierda. En efecto, la clase dominante británica perdió el control del Partido Tory y del Partido Laborista.
Los burgueses en Gran Bretaña estaban alarmados por los desarrollos en el Partido Conservador, sobre los cuales tienen poco o ningún control. Pero estaban aún más aterrorizados por los acontecimientos en el Partido Laborista. La elección de Jeremy Corbyn, a pesar del limitado carácter reformista de izquierda de su programa, representó un giro brusco hacia la izquierda. Despertó a cientos de miles de personas, especialmente los jóvenes, a la vida política.
Los nuevos afiliados inundaron el partido, lo que condujo a una profunda transformación. La derecha blairista estaba desmoralizada. La gran mayoría de las agrupaciones locales han girado bruscamente hacia la izquierda, particularmente después del intento de golpe de estado en 2016. El cambio se ha extendido a muchas partes del aparato del partido, después de que el blairista McNicol fue reemplazado por Formby. La caza de brujas contra la izquierda se detuvo y muchos antiguos miembros de izquierda regresaron.
El congreso del partido ahora está dominado por la izquierda, y solo la burocracia sindical puede evitar que «vaya demasiado lejos». La influencia de la derecha ahora se reduce a sus últimos bastiones, el Partido Laborista Parlamentario, las oficinas regionales y los ayuntamientos, donde continúa combatiendo en una acción de retaguardia contra los corbynistas.
Estos desarrollos produjeron algo parecido al pánico en la clase dominante. Dada la profundidad de la crisis, un gobierno laborista hubiera sufrido una presión extrema para llevar a cabo su programa y tomar medidas contra los banqueros y capitalistas. Esto habría representado una seria amenaza para la burguesía.
Junto con la derecha en el Partido Laborista, la clase dominante hizo todo lo posible para evitarlo. Los blairistas en el Partido Laborista Parlamentario ya se estaban preparando para dividir al Partido si Corbyn ganaba las elecciones. Trabajaron activamente tras bambalinas para la derrota laborista. Ahora han obtenido el resultado que deseaban fervientemente.
La clase dominante movilizó todos los recursos para aplastar a Jeremy Corbyn y evitar una victoria laborista. Las elecciones generales de 2019 fueron las más sucias de los tiempos modernos. Todos los recursos a disposición de la clase dominante, desde los medios de comunicación hasta el Gran Rabino, se movilizaron para vilipendiar y demonizar a Jeremy Corbyn.
Sin embargo, el elemento decisivo que determinó el resultado fue, sin duda, Brexit. Desde 2016, este problema ha estado envenenando la vida política británica. Básicamente, era una división entre dos facciones de la clase dominante, pero terminó dividiendo a la sociedad, no en líneas de clase, sino de una manera completamente reaccionaria.
El ala derecha del partido culpa a Corbyn por la derrota electoral, pero pasan por alto el pequeño detalle de que, al empujar al Partido Laborista trás del campo de permanecer en la UE, ellos mismos jugaron un papel muy importante para garantizar la derrota del Partido Laborista. Y la supuesta «impopularidad» de Jeremy Corbyn se debió principalmente a sus ataques persistentes, difamaciones e intentos de derrocarlo como líder laborista.
Como era de esperar, el día después de las elecciones, la cruel campaña para derrocar a Corbyn se intensificó mil veces y logró su objetivo, al menos parcialmente, cuando Corbyn y McDonnell anunciaron que dimitirían.
La caída de Jeremy Corbyn, sin embargo, también sirvió para exponer las debilidades y limitaciones del reformismo de izquierda. Los reformistas de derecha se han mostrado mucho más decididos que la izquierda. Están Dispuestos a hacer todo lo posible para ganar la batalla por el Partido Laborista. La izquierda, por otro lado, tiende a vacilar, evitar conflictos y llega a compromisos. Ese es un error muy grave, y uno que conduce inevitablemente a retroceder una y otra vez. Y por cada paso atrás que se da, exigen diez más.
Esta adaptación política de Corbyn fue decisiva para la derrota electoral del Partido Laborista. En la cuestión del Brexit, Corbyn apoyó la celebración de un nuevo referéndum, lo que fue visto por quienes votaron para abandonar la Unión Europea en el referéndum de 2016, como un intento de revertir una decisión ya tomada por la mayoría de la población. Decisión que, por cierto, contradecía los intereses del establishment.
Los intentos de Corbyn y McDonnell de conciliar la derecha para preservar la «unidad» mostraron debilidad, y la debilidad invita a la agresión. Los retrocesos sobre la cuestión de la selección de los diputados, Europa y el antisemitismo hicieron el juego a la derecha y prepararon el camino para la derrota actual. Pero una contrarrevolución blairista en el Partido Laborista no puede lograrse sin una guerra civil en el Partido. Y este ya está en un estado de guerra civil abierta.
La renuncia de Corbyn representa, sin duda, un golpe para la izquierda, y esa era la intención. Los cambios que han tenido lugar en el laborismo son de gran alcance, especialmente a nivel de la base, pero también en gran medida dentro del aparato del partido, por lo que el fenómeno conocido como la Revolución de Corbyn no puede revertirse muy fácilmente, como los analistas burgueses más sobrios han entendido. El 13 de diciembre, The Economist publicó un artículo bajo el título «La aplastante derrota de Jeremy Corbyn», que concluyó sombríamente: «El blairismo permanecerá en la tumba».
Los medios vendidos intentan presentar este revés como el principio del fin para los laboristas. En retrospectiva, se verá simplemente un desarrollo episódico, que se convertirá en su contrario. Cuando la gente se de cuenta finalmente de la realidad del Brexit, habrá una reacción violenta contra Boris Johnson y todas sus obras. Su gobierno será el gobierno más impopular en la historia reciente.
El resultado de la elección no fue tan rotundo como se ha presentado. De hecho, el aumento en el voto Tory fue insignificante: solo 300.000 votos sobre el resultado de 2017. Tampoco el resultado en las áreas de clase trabajadora del noreste de Inglaterra es tan alentador como lo que les gustaría que creyéramos. La mayoría de los que votaron por Johnson dicen que simplemente «le prestaron» su apoyo. Esperan que cumpla sus promesas, y si no lo hace, ese apoyo será retirado.
Pero Johnson no podrá cumplir sus promesas. Como en otros países, el período actual se caracteriza por violentos cambios en la opinión pública, tanto hacia la izquierda como hacia la derecha. Las elecciones de 2019 en Gran Bretaña son solo un ejemplo más de este proceso. Será el comienzo de un nuevo período de conflicto social, lucha de clases y agitaciones políticas que eclipsarán todo lo que hemos visto hasta ahora, con profundas consecuencias políticas.
La salida de Gran Bretaña de la UE, lejos de conducir a una nueva era de prosperidad y crecimiento económico, tendrá consecuencias muy negativas para la economía británica. Si, lo que aún es posible, Gran Bretaña abandona la UE sin un acuerdo, eso significará una catástrofe absoluta. Pero incluso en la mejor variante, el Brexit conducirá a una contracción de la economía, la pérdida de empleos y la caída de los niveles de vida.
Lejos de ofrecer un futuro de progreso, prosperidad y estabilidad, Gran Bretaña está destinada a entrar en el período más inestable y turbulento de los tiempos modernos. Los inevitables ataques a los niveles de vida y los servicios darán como resultado una explosión de huelgas, protestas y manifestaciones masivas en una escala que no se había visto en Gran Bretaña desde la década de 1970.
La situación se desestabilizará aún más por la cuestión nacional en Escocia. Mientras que los conservadores obtuvieron una mayoría decisiva en Inglaterra, el partido nacionalista escocés (SNP) aseguró una mayoría aún más decisiva al norte de la frontera. La victoria de Boris Johnson fue el equivalente de un trapo rojo a un toro para el pueblo de Escocia. Su lema electoral de «llevar a cabo el Brexit» sonaba como una provocación para los escoceses, que habían votado abrumadoramente por permanecer en la UE.
La dirigente nacionalista Nicola Sturgeon inmediatamente exigió la celebración de un nuevo referéndum sobre la independencia de Escocia. Boris Johnson no quiere ni oir hablar del tema. Por lo tanto, el camino está abierto para un choque serio entre Escocia y Westminster. El resultado de este conflicto es difícil de predecir. Pero hay algo que está absolutamente claro. La tendencia marxista defiende firmemente el derecho del pueblo escocés a determinar libremente su propio futuro, hasta e incluyendo el derecho a separarse del Reino Unido. Sin embargo, debemos explicar a los trabajadores escoceses que dentro o fuera del Reino Unido, sobre una base capitalista, no hay solución posible para la clase trabajadora escocesa. A diferencia de los nacionalistas burgueses del SNP, que defienden una Escocia capitalista independiente, luchamos por una República Obrera Escocesa, que sería una poderosa plataforma de lanzamiento para el logro de una Federación Socialista de Escocia, Inglaterra, Irlanda y Gales. En cualquier lucha entre Escocia y el reaccionario gobierno conservador, nos mantendremos hombro con hombro con el pueblo escocés.
El desastre que es el Brexit también tendrá serias consecuencias en Irlanda, donde la introducción de controles y tarifas fronterizas, incluso en la forma modificada propuesta por Boris Johnson, servirá para revivir a todos los viejos demonios que creían haber enterrado con el acuerdo de Viernes Santo. Es una ironía suprema de la historia que el partido que se conoce oficialmente como el Partido Conservador y Unionista presidirá la destrucción del Reino Unido, con consecuencias imprevisibles para la gente de estas islas.
El escenario estará preparado para el conflicto y la lucha a gran escala. Esto preparará un fuerte giro hacia la izquierda en el futuro. Si la izquierda mantiene su nervio, se beneficiará de esto. Las zonas que votaron por los conservadores en estas elecciones se moverán violentamente en sentido contrario. En el futuro inmediato, el Partido Laborista estará en un estado de intenso fermento. En el futuro inmediato, la derecha blairista organizará una última batalla desesperada para recuperar el control. Esta cuenta con el apoyo de la clase dominante, que quiere revertir el giro a la izquierda en el Partido.
La lucha en el Partido Laborista asumirá un carácter cada vez más agudo y amargo. Ahora comenzará un proceso de debate interno y reflexión sobre esta elección. Las provocaciones de los blairistas provocarán una ola de ira e indignación en las filas del partido. Sin embargo, esta es una lucha de fuerzas vivas cuyo resultado es difícil de predecir.
La abrumadora mayoría de la base es corbynista. Están dispuestos a luchar contra la derecha. Pero en cualquier lucha, la calidad y el espíritu de lucha de la dirección es un elemento esencial. Corbyn y McDonnell hicieron concesiones a la derecha. Si son reemplazados por una variedad más suave de reformistas de izquierda, pueden estar aún más inclinados a doblegarse a las demandas de «unidad» y caer en la trampa que ha sido preparada por la pandilla blairista.
Esencialmente, la lucha en el Partido Laborista es una lucha de clases: un ala está tratando de representar a la clase trabajadora, los pobres y desposeídos, la otra está compuesta por profesionales que están, consciente o inconscientemente, sirviendo los intereses de las grandes empresas. Estas dos tendencias antagónicas no pueden permanecer juntas indefinidamente. Si las las bases logran reafirmar su primacía, en cierto punto, la derecha se verá obligada a escindirse. Pero eso no está garantizado en absoluto.
Cuando Corbyn y McDonnell anunciaron su intención de renunciar, se alentó a la derecha a pasar a la ofensiva. Han recuperado su moral, que estaba en un punto bajo desde 2017 y no ven ninguna razón para escindirse cuando esperan recuperar el control. Por el contrario, la izquierda está desmoralizada y desorientada. Su candidata a la dirección, Rebecca Long-Bailey, no disfruta ni de una fracción de la autoridad de Corbyn. Todo depende de las bases. Pero hay mucha confusión allí también.
En cualquier caso, la tendencia marxista estará en la primera línea de batalla contra la derecha. Ganará autoridad y prestigio a los ojos de los trabajadores y los jóvenes, quienes descubrirán en la práctica la superioridad del marxismo, no solo como una idea, sino como una tendencia que no entra en compromisos ni capitula, sino que continúa la lucha hasta el final.
El imperialismo estadounidense y las relaciones mundiales
Después del colapso de la URSS, solo había una gran superpotencia. Y un poder colosal trajo una arrogancia colosal. Después del final de la Segunda Guerra Mundial, el mundo entero se dividió entre el imperialismo estadounidense y la poderosa Rusia estalinista. Esto produjo algún tipo de estabilidad en las relaciones internacionales que duró décadas, puntuada ocasionalmente por crisis, como la crisis de los misiles cubanos. Pero en general, las dos grandes potencias tuvieron cuidado de no interferir demasiado en la esfera de influencia del otro.
Todo eso cambió después de la caída de la Unión Soviética. El colapso dejó un vacío que los imperialistas estadounidenses explotaron al intervenir, primero en los Balcanes y luego en dos guerras con Irak y Afganistán. Rusia estaba en una posición débil y por un tiempo no pudo reaccionar. Pero ese período ha llegado a su fin. Finalmente, Rusia comenzó a recuperarse y afirmarse, comenzando con Georgia, luego Ucrania y luego Siria. También en Irak y Afganistán, EE. UU. se enfrentó a la derrota a manos de los talibanes, que ahora están en ascenso en Afganistán, mientras que Irán ha tomado la delantera en Irak.
En todos estos casos, el imperialismo estadounidense se vio obligado a aceptar una humillante derrota. El resultado de estas derrotas ha sido enormes deudas estatales y una población profundamente cansada de la guerra. Junto con la crisis general del capitalismo, la creciente lucha de clases y las divisiones resultantes dentro de la clase dominante, el alcance de la intervención militar de los Estados Unidos ha sido severamente restringido. Barack Obama ni siquiera pudo aprobar en el congreso una campaña de bombardeo de Siria. Esto muestra los límites del poder del imperialismo estadounidense. Estados Unidos está experimentando un declive en relación con otras potencias capitalistas. Esto explica el aumento de la inestabilidad global y la crisis del orden mundial de posguerra, que se construyó alrededor del imperialismo estadounidense.
Sin embargo, uno debe tener cuidado de no exagerar el declive del imperialismo estadounidense. Hay una disminución relativa, pero Estados Unidos sigue siendo el país más rico del mundo y la potencia militar más formidable. Su conducta es central en la dirección de la economía mundial, ya que es, de lejos, el mercado más grande. Una desaceleración de la economía de los Estados Unidos conduciría a una desaceleración global, que terminaría en una recesión mundial.
Si bien Trump es un aislacionista desde un punto de vista militar, está haciendo todo lo posible (y algunas cosas que son imposibles) para afirmar este poderío en el campo económico. Esto se resume en su eslogan: «Make America Great Again» [hacer America grande de nuevo], al que se olvida agregar la segunda parte: a expensas del resto del mundo. Como hemos explicado, esto está causando conflictos que podrían tener graves consecuencias para la economía mundial.
China, el dragón dormido
China es uno de los países más importantes del mundo, gracias al desarrollo de la industria en el último período. Hay una enorme acumulación de contradicciones. El crecimiento de la industria también ha significado un crecimiento colosal de la clase trabajadora. Napoleón dijo una vez: “China es un dragón dormido. Cuando ese dragón despierte, el mundo temblará.» Podemos repetir esas palabras proféticas con una pequeña paráfrasis: «Cuando el proletariado chino despierte, el mundo temblará». El colosal potencial revolucionario de China fue revelado dramáticamente por los acontecimientos en Hong Kong.
Eso es extremadamente positivo desde nuestro punto de vista, pero es un problema grave para la clase dominante china. Ahora, todas las contradicciones están saliendo a primer plano. A partir de la limitada información estadística disponible, está claro que ha habido un aumento en el número de huelgas y otro tipo de protestas. Xi Jinping está tratando de centralizarlo todo y eliminar cualquier desacuerdo antes de que se salga de control.
China ahora gasta más en seguridad interna que en defensa. Como es un Estado totalitario, la información sobre lo que está sucediendo está filtrada. Se crea la impresión de una sociedad tranquila, donde no pasa mucho. Pero esto es una ilusión óptica. China es como una olla a presión gigantesca, donde la acumulación de presión, que carece de cualquier medio legal de expresión, finalmente debe expresarse en una enorme explosión. Esto ocurrirá cuando nadie lo espere, precisamente lo que vimos en Hong Kong.
En sus primeras etapas, este movimiento tenía un elemento de conciencia de clase e ideas de izquierda. Uno de los dirigentes, en su programa, declaró estar en contra de la hegemonía capitalista. El ambiente en las calles era claramente revolucionario, y los jóvenes mostraron un tremendo heroísmo. El movimiento en Hong Kong podría haberse extendido a China continental. El potencial, con una dirección correcta, era enorme.
Sin embargo, con una dirección pequeñoburguesa no había posibilidad de que esto sucediera. Al carecer de un liderazgo de izquierda serio, los elementos pro-occidentales salieron a la palestra y los medios de comunicación chinos utilizaron sus llamamientos a Estados Unidos y Occidente para que los ayudaran como parte de su propaganda destinada desprestigiar la imagen de los manifestantes en las mentes de millones de chinos comunes. El heroísmo de la juventud será inútil mientras los líderes tengan ilusiones en una solución para Hong Kong sobre una base capitalista. Esa es una receta acabada para la derrota.
La confusión de los líderes se agravó aún más por sus constantes intentos de negociar una solución con los líderes de Beijing. Xi no tenía intención de negociar con ellos ni con nadie más. Tenía la intención de silenciarlos. La razón es clara: las masas en Hong Kong habían proporcionado un ejemplo que fácilmente podría haberse extendido a China continental, donde un enorme descontento está burbujeando justo debajo de la superficie. Y los hombres de Beijing están aterrorizados.
Cualquiera que sea el resultado de la situación actual, no será el acto final del drama, sino solo el preludio de eventos aún mayores. Un revés en Hong Kong retrasaría el proceso revolucionario en China, pero no lo detendría. En el próximo período, las movilizaciones masivas que hemos visto en Hong Kong se repetirán en Beijing y Shanghái y en toda China a un nivel mucho más alto. Esa es la perspectiva real. […]
Rusia
El régimen de Putin ha estado en el poder durante dos décadas. En el escenario internacional, se da la impresión de un hombre fuerte que ejerce un control completo en Rusia. Pero esta es una visión muy unilateral del estado real de cosas en Rusia. El «hombre fuerte» es un gigante con pies de arcilla. En el primer período, Putin se benefició de una recuperación económica, basada en gran medida en el alto precio del petróleo y el gas, las principales exportaciones de Rusia y la principal fuente de su riqueza.
Posteriormente, jugó la carta del nacionalismo ruso en relación con la crisis ucraniana, lo que llevó a la anexión de Crimea y la intervención militar en la región del Donbass. Pero ahora la euforia nacionalista se ha disipado, la economía se está estancando y el apoyo de Putin en las encuestas de opinión está disminuyendo constantemente. Tanto los trabajadores como los burgueses están presionando a Putin, que intenta crear la impresión de tomar medidas decisivas contra la corrupción, aunque la propia camarilla del Kremlin es la fuente de corrupción masiva. En 2018, algunos oficiales del servicio secreto fueron arrestados acusados de corrupción. Pero estas medidas no hicieron nada para mejorar la economía.
La desaceleración del desarrollo económico ha obligado al Kremlin a recortar el gasto estatal. Esto a su vez significa que el «contrato social» se está rompiendo. El desempleo ha aumentado, al igual que el empleo temporal y precario. Estos ataques se han acelerado en el período reciente. Un ejemplo de ello fue la reforma de las pensiones, que constituyó un duro golpe para millones de trabajadores en Rusia, y provocó protestas masivas.
Ante su incapacidad para detener el declive de la economía, Putin trató de reforzar su control sobre el frente político. Busca imponer un control total sobre el sistema judicial y político, las comunicaciones y los medios. Su partido, Rusia Unida, mantiene un control firme sobre todas las palancas políticas, pero se enfrenta a un descontento creciente, que se ha expresado en una serie de protestas masivas contra el gobierno, particularmente en Moscú.
Sin embargo, la campaña dirigida por Alexei Novalni tiene un carácter abrumadoramente de clase media, a pesar de sus intentos de atraer a los trabajadores. Al mismo tiempo, el Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR) bajo el liderazgo de Ziuganov no hace ningún intento para proporcionar liderazgo a las protestas y, en efecto, ha alcanzado un acuerdo secreto con el Kremlin para evitar cualquier oposición seria a Vladimir Putin.
Hace diez años, el PCFR era una fuerza seria en Rusia, pero, aunque todavía es un factor importante en la actualidad, no se ha beneficiado de la situación política y ahora se encuentra en una grave crisis. El liderazgo de este partido está totalmente en bancarrota. Ha abrazado por completo el sistema capitalista. Muchos de sus candidatos en las elecciones son empresarios. Está dirigido por una camarilla autocrática, que está en conflicto permanente con otras camarillas burocráticas rivales.
En la mayoría de los casos, estas luchas de camarillas no tienen absolutamente ningún contenido político, aunque es interesante notar que la acusación habitual contra los opositores es de «neotrotskismo». Ha habido repetidas oleadas de expulsiones, incluida la expulsión de organizaciones locales enteras del partido. […] Sin embargo, sería un grave error descartar completamente el PCFR. Todavía tiene el nombre del Partido Comunista y las insignias del comunismo: la bandera roja, el martillo y la hoz, etc. Debido al enorme vacío que existe en la izquierda, a pesar de todo, puede obtener apoyo en el futuro, especialmente a medida que se desarrolla la crisis social y política.
Aunque en la actualidad Putin ha logrado mantener el control, esta situación no durará para siempre. La economía rusa depende fundamentalmente de los precios del petróleo y del gas, que inevitablemente se verán afectados por la próxima recesión económica mundial. Las protestas que ya han comenzado se replicarán en una escala mucho mayor y socavarán por completo la base del gobierno de Putin. Ya no podrá jugar la carta nacionalista, ya que las masas ya están cansadas de las aventuras extranjeras de Putin y están reaccionando contra ellas.
Lo principal que falta en Rusia es que la clase trabajadora aún no ha comenzado a moverse. Una vez que eso ocurra, toda la situación se transformará rápidamente, como vimos en enero de 1905. Los trabajadores rusos tienen tradiciones revolucionarias y su conciencia crecerá a pasos agigantados una vez que la situación cambie.
Ahora hemos establecido una sección firme con base en muchas regiones de Rusia. Un retraso en el proceso revolucionario juega a nuestro favor, ya que necesitamos tiempo para consolidar nuestras fuerzas, que pueden desarrollarse rápidamente a medida que se desarrolla la situación. El surgimiento de un verdadero partido de los trabajadores está a la orden del día y debemos estar en el centro de este proceso. Esto puede ocurrir a través de un cambio fundamental del régimen dentro del PCFR o, si la crisis interna conduce a la destrucción del partido, esto significará la necesidad de crear un partido completamente nuevo. Nos basamos en el auténtico bolchevismo-leninismo (trotskismo). Eso nos da una enorme fuerza, autoridad y confianza. Con un trabajo paciente entre los trabajadores y jóvenes más avanzados, podemos sentar las bases para construir una fuerza revolucionaria masiva en el futuro en la tierra de Octubre.
África
África tiene una población de 1.300 millones de personas, la gran mayoría de las cuales vive en una pobreza extrema, en un continente con una gran riqueza mineral y un potencial agrícola sin explotar. Un índice de esta pobreza es el PIB global de África de $ 2,2 billones (cifra de 2017). Por el contrario, en 2017, el PIB de los Estados Unidos, un país de 327 millones de personas, era de $ 19,4 billones, casi diez veces el de toda África. Esto resalta claramente el papel del imperialismo, en el pasado y hoy, en la explotación del continente y en impedir su desarrollo potencial.
No es sorprendente que este mar de miseria humana esté produciendo una ola masiva de refugiados, buscando desesperadamente una salida de las condiciones de pesadilla en las que se ven obligados a vivir como resultado del saqueo de sus países por las multinacionales voraces y el imperialismo, que continúa dominándolos a través de los mecanismos desiguales del comercio mundial, los pagos de la deuda paralizantes que agotan la riqueza del continente y la «ayuda» fraudulenta que con frecuencia actúa como una cobertura hipócrita para la explotación.
Además de este atraso histórico, ahora tenemos el impacto de la crisis mundial del capitalismo. Toda África está en crisis, con profundas crisis sociales y políticas que afectan a muchos países. Hemos visto una ola de movimientos de masas en el período reciente, todos con elementos similares. Los dictadores de larga data, o presidentes que han estado en el cargo durante varias legislaturas, se han negado a irse cuando se les acabó el mandato. En cada caso, las masas identificaron al presidente en ejercicio con la austeridad draconiana que se les ha impuesto, y esto ha desatado movimientos de masas de dimensiones revolucionarias en todo el continente en los últimos años.
En Burkina Faso, en 2014, hubo protestas contra los planes del presidente saliente, Compaoré, de cambiar la ley para poder extender su permanencia en el cargo. Ante la oposición masiva, se vio obligado a renunciar después de 27 años en el cargo. En 2015, Burundi vio semanas de lucha de las masas contra el plan del presidente Nkurunziza para presentarse a otro mandato más que sacudieron a todo el régimen. Enormes multitudes inundaron las calles a diario pidiendo cambios. Barrios enteros se alzaron contra el régimen.
En el Congo en 2015, estallaron grandes movimientos en todo el país con manifestantes que exigían que Joseph Kabila renunciara como presidente. Intentaba extender su estadía en el cargo después de la fecha límite de 2016. Eventualmente, Kabila tuvo que irse y se eligió un nuevo presidente en 2018, pero hubo un fraude electoral masivo, basado en un acuerdo alcanzado por arriba. Mientras tanto, el país permanece en un estado de colapso económico y social catastrófico, y se enfrenta a una nueva guerra civil que amenaza con hundirlo en la barbarie, con una matanza a una escala inimaginable.
Gambia en 2016 se encontró en medio de una profunda crisis, provocada por la decisión del presidente dictatorial Yahya Jammeh de no renunciar, a pesar de haber sido destituido en diciembre de 2016. Al año siguiente, en Zimbabue, la salida de Robert Mugabe de su cargo, después de 37 años en el poder, provocó ondas en toda la región del sur de África. Su caída fue recibida con júbilo en todo el continente. Esto indicaba que las masas están enfermas y cansadas de los viejos regímenes podridos. Sin embargo, nada fundamental cambió después de su partida y esto se reveló a principios de 2019, cuando las protestas masivas contra las nuevas medidas de austeridad se convirtieron espontáneamente en una huelga general contra el gobierno.
Liberia también está hirviendo con movimientos masivos de estudiantes y trabajadores en erupción en 2019. El régimen ha reprimido, pero está demostrando que es incapaz de evitar que la ira masiva inevitable avance hacia movimientos más grandes. El presidente Weah, que llegó al poder hace solo dos años, cuando las masas se volvieron contra el gobierno anterior, ya ha provocado movimientos de masas y bien podría caer en el próximo período. Podemos esperar más movimientos de este tipo de las masas africanas, en oleada tras oleada de lucha de clases, como parte de la creciente ola de agitaciones revolucionarias que se apoderan del mundo.
Nigeria
Nigeria es uno de los países clave de África, junto con Egipto y Sudáfrica. Es el país más grande del continente, con una población de más de 200 millones y un PIB de 375.800 millones de dólares, es decir, una sexta parte de todo el PIB de África. Al mismo tiempo, sin embargo, tiene una esperanza de vida que es la más baja de toda África occidental.
Desde el final del gobierno militar en 1999, la clase dominante nigeriana ha gobernado el país a través de dos partidos burgueses, primero el PDP y ahora el APC, pero las masas están cerca del límite de lo que pueden aguantar. Esto se reveló en las elecciones de 2019, cuando más de 43 millones de votantes elegibles no se molestaron en votar, ¡convirtiendo a los que se abstuvieron en el bloque de votantes más grande! Solo el 35 por ciento en todo el país acudió a votar; pero Lagos, el Estado más desarrollado del país, registró una escasa participación del 18 por ciento. Esto revela claramente el enorme vacío que el liderazgo de la clase trabajadora sigue dejando sin llenar.
La clase dominante nigeriana es incapaz de proporcionar incluso las necesidades básicas de vida para la mayoría de la población, empujando constantemente a las masas por debajo incluso de sus condiciones de vida bárbaras actuales. La clase dominante es consciente de que las condiciones actuales podrían conducir a una explosión social.
Sudáfrica
Veinte años después de la caída del apartheid, ninguno de los problemas fundamentales de las masas sudafricanas se ha resuelto. La pobreza y el desempleo abundan y la desigualdad es aún mayor que en la era del Apartheid. Los únicos que se han beneficiado son una fina capa de sudafricanos negros, como el presidente multimillonario Cyril Ramaphosa, que se ha unido a las filas de la clase capitalista.
Mientras frenaba a las masas, el régimen del ANC llevó a cabo una política procapitalista tras otra. Ahora hay una desilusión generalizada con el sistema. Más del 51% del electorado no votó en las últimas elecciones, y las abstenciones fueron especialmente altas entre los jóvenes. Esto preocupa seriamente la clase dominante. El gobierno del ANC está en una profunda crisis, reflejada en una división abierta por arriba. La oposición oficial, el DA, también está en crisis.
Mientras tanto, el callejón sin salida del capitalismo ha llevado a un gran giro hacia la izquierda en la sociedad sudafricana. En los últimos 20 años ha habido oleadas continuas de movilizaciones. Trabajadores, jóvenes y pobres en todo el país han organizado innumerables huelgas y protestas. Por un lado, esto ha llevado al surgimiento de la nueva federación sindical, SAFTU, que fue creada por el sindicato de trabajadores metalúrgicos que cuenta con 364.000 afiliados, el NUMSA. Esta es ahora la federación sindical más poderosa de Sudáfrica, basada en un programa que, al menos en palabras, exige la abolición del capitalismo.
Los líderes del NUMSA también tuvieron una oportunidad histórica de organizar un partido de trabajadores, pero el hacerse el remolón burocrático desperdició esa oportunidad. Por ahora, el Partido Revolucionario de los Trabajadores creado por el sindicato es poco más que un cascarón de partido. Por lo tanto, el vacío político ha sido parcialmente cubierto por los Luchadores por la Libertad Económica (EFF), que se ha convertido en un punto de atracción para grandes capas de la juventud e incluso algunas capas de la clase trabajadora. El éxito del EFF se debe principalmente a su retórica radical, que denuncia la corrupción gubernamental, moviliza a los jóvenes en las calles y pide la expropiación de tierras sin compensación, la nacionalización de bancos, minas y otros sectores estratégicos, y exigen educación gratuita, saneamiento y vivienda, etc.
Estas demandas claramente tienen un eco en sectores de la clase trabajadora en los centros urbanos, así como entre muchas capas rurales. Sin embargo, a medida que el partido se ha ido estableciendo en la política cotidiana, ha ido girando más y más hacia la derecha, en particular después de que Cyril Ramaphosa se convirtió en presidente. Sobre la cuestión de la tierra, el partido hizo amplias concesiones al ANC. Sin embargo, mientras el partido no esté en el poder, las masas no se darán cuenta de este proceso. Todo lo que ven es un partido que lucha contra los ricos. A la luz de la crisis del capitalismo y de la ANC, el EFF continuará creciendo.
Oriente Próximo
El destino de la Primavera Árabe muestra cómo la revolución y la contrarrevolución están orgánicamente vinculadas. Es imposible hacer media revolución. O la clase trabajadora se coloca a la cabeza del movimiento y toma el poder en sus manos, o todo el proceso puede ir en hacia atrás, preparando el terreno para la contrarrevolución. Eso es precisamente lo que ocurrió en Egipto.
Esto subraya la importancia vital del factor subjetivo. Las masas egipcias fueron capaces de hacer no una revolución, sino diez. Pero al final, todos sus esfuerzos se vieron frustrados por la falta de liderazgo. El vacío fue llenado por la contrarrevolución, con los militares tomando el control del gobierno.
Sin embargo, la revolución árabe no ha terminado. Todas las contradicciones que llevaron a las revoluciones en 2011 solo se han exacerbado. Bajo el impacto de nuevos temblores en la economía mundial, el nivel de vida de las clases medias se está desplomando, mientras que los trabajadores y los pobres se ven empujados a un estado de pobreza crónica, desempleo o, en el mejor de los casos, pago de salarios muy irregulares. Mientras tanto, la clase dominante ha perdido toda legitimidad y está pendiente de un hilo en todas partes.
Durante un tiempo, el crédito barato que provenía de Occidente permitió a los gobiernos comprar la paz social. Pero a medida que este proceso se ha agotado, una nueva crisis se está extendiendo por toda la región. La crisis global del capitalismo se está haciendo sentir, y se expresa en estallidos revolucionarios en un país tras otro: Líbano, Argelia y Sudán. Y Turquía, Jordania y Egipto no van muy a la zaga.
A medida que el crédito barato se agota, cada país tendrá que aplicar profundos recortes en el nivel de vida, lo que a su vez conducirá a nuevos trastornos sociales. Después de algunos años de interrupciones y desorientación, el movimiento está comenzando a recuperarse. Todos estos regímenes están en una profunda crisis. Eso también se aplica a Israel, donde la clase dominante está amargamente dividida, lo que es un reflejo de las crecientes divisiones en la sociedad israelí en su conjunto. Finalmente, la crisis comienza a sacudir los cimientos de los regímenes reaccionarios de Arabia Saudita y los Estados del Golfo.
En 2018, una huelga general y protestas masivas generalizadas en Jordania llevaron a la caída del primer ministro Hani Mulki. En Túnez, ola tras ola de protestas masivas han sacudido al país. En Argelia, un poderoso movimiento revolucionario derrocó a Buteflika y sacudió al régimen de arriba abajo. En Turquía, Erdogan sufrió serios reveses en las elecciones locales, perdiendo el control de Estambul, Ankara y otras tres ciudades importantes. Intentó distraer la atención de las masas lanzando una aventura militar contra los kurdos en Siria. Pero el deterioro constante de la situación económica está creando las condiciones para un nuevo aumento de los movimientos de protesta, en línea con las movilizaciones del Parque Gezi en 2013, pero a un nivel mucho más alto.
Irán e Irak
En Irán, las protestas persistentes, que atrajeron a capas de trabajadores y pobres recién despertados, sacudieron al régimen a lo largo de 2018. Las protestas fueron sofocadas temporalmente por la amenaza de guerra con los Estados Unidos, Israel y los Estados del Golfo, pero se reanudaron en noviembre de 2019, después de que el régimen introdujo recortes a los subsidios al gas. Se están preparando nuevas explosiones sociales más generalizadas.
En el Líbano, las masas salieron a las calles después de la introducción del llamado «impuesto de WhatsApp», que era parte de un paquete de austeridad más amplio. En su apogeo, este poderoso movimiento atrajo a más de dos millones de personas, de una población total de 4,5 millones (seis millones si se cuentan los refugiados sirios). Esta fue una reacción a años de corrupción y abuso abierto del poder por parte de los señores de la guerra civil en la década de 1980, ahora convertidos en políticos.
Durante años, estos elementos habían fomentado el sectarismo para dividir a la población, pero ya no funciona. Ante la ola revolucionaria desde abajo, los dirigentes se unieron para defender al régimen. Intentarán descarrilar el movimiento avivando los fuegos del sectarismo. El único camino a seguir para el movimiento es movilizar a la clase trabajadora en una huelga general para derrocar al régimen y evitar que la contrarrevolución recupere la iniciativa.
En Irak, un poderoso movimiento revolucionario, que empezó en las zonas chiitas y dirigido contra la élite, barrió el país. También se dirigía contra todos los partidos políticos y líderes, incluido Muqtada al-Sadr, el líder radical chií. Él había convocado protestas en años anteriores, pero recientemente él mismo entró en el gobierno. El establishment reaccionó con una represión brutal. Pero las protestas continuaron y se volvieron cada vez más radicales, extendiéndose a los estudiantes y a la clase trabajadora, lo que llevó a varias olas de huelga importantes.
El movimiento irakí ha llevado a profundas divisiones dentro de la clase dominante. Las facciones pro iraníes exigieron la intensificación de la represión, mientras que las capas alrededor del clérigo chiita Ali Al-Sistani abogaron por concesiones superficiales para desviar el movimiento. Al final, la línea iraní parece haber prevalecido. Pero el asesinato de cientos y los miles de heridos servirán para quemar la ilusión democrática del pasado de la conciencia de las masas.
Anteriormente, los grupos chiitas apoyados por Irán en Irak y Líbano podían ocultar su naturaleza reaccionaria detrás de su lucha contra el ISIS y el imperialismo estadounidense y saudita. Afirmaban ser los defensores de la democracia, de los pobres y los oprimidos. Pero ahora han sido desenmascarados. En Líbano, Hezbolá, que ha liderado un gobierno de unidad nacional desde las elecciones de 2018, ha llevado a cabo políticas de austeridad y ha estado a la vanguardia de los ataques contra la revolución. En Irak, los grupos controlados por Irán han reforzado su control sobre el aparato estatal, expulsando a la mayoría de los elementos respaldados por Estados Unidos. El papel de Irán en Irak es visto cada vez más por las masas como una fuerza de ocupación brutal y opresiva. Qassem Soleimani, el líder revolucionario de la Guardia Quds, fue la figura clave que coordinó la represión de la revolución.
Esto tendrá importantes consecuencias en el propio Irán, donde el régimen se ha basado parcialmente en presentar su política exterior como la de una fuerza progresista, no sectaria y democrática, luchando contra el imperialismo y el fundamentalismo religioso en la región. Las escenas de manifestantes irakíes asaltando la embajada iraní en Irak, que recuerdan el asalto de la embajada de Estados Unidos después de la revolución iraní, sin duda servirán para disipar aún más las ilusiones antiimperialistas que el régimen iraní ha estado cultivando.
Sudán
De todos los movimientos en el Medio Oriente en los últimos años, la revolución sudanesa ha sido la que ha ido más lejos, proporcionando importantes lecciones para las masas de la región. El coraje y la determinación de los jóvenes, y especialmente de las jóvenes sudanesas, fueron realmente inspiradores. En el apogeo del movimiento, la gran mayoría de los trabajadores en los ministerios del gobierno se adhirió al llamamiento del comité de huelga a una huelga general, que planteó la cuestión del poder.
Pero debido a la confusión y las vacilaciones de los dirigentes, la oportunidad se desperdició. En una situación como esa, la idea de que era posible llegar a un acuerdo negociado con los oficiales del ejército reaccionario era una tontería extrema. En tal situación, las palabras no resolverán nada, excepto para engañar a las masas y desarmarlas ante la violencia contrarrevolucionaria.
Los reaccionarios, respaldados por Egipto y el imperialismo saudí, estaban fuertemente armados, pero las masas tenían una inmensa ventaja su número y la voluntad de luchar y morir, si era necesario. Tenían la simpatía de los soldados. Pero esa simpatía permanecería pasiva a menos que las masas demostraran que estaban dispuestas a llegar hasta el final. Solo entonces sería posible que la mayor parte de los soldados volvieran sus armas contra sus oficiales y aplastaran a las fuerzas contrarrevolucionarias.
Esa era la única forma de aplastar la contrarrevolución y asegurar la victoria. Pero a los reaccionarios se les dio tiempo de reagruparse y lanzar una sangrienta contraofensiva tras contraofensiva. El resultado en Sudán fue trágico. Los llamados líderes revolucionarios de la SPA se unieron al gobierno de los reaccionarios, jugando el papel de retener a las masas para que no tomaran una acción revolucionaria permitiendo que la contrarrevolución gobernara.
Estados Unidos e Irán: ¿bombardear o no bombardear?
Las limitaciones del poder de los EE. UU. han quedado al descubierto claramente en el Medio Oriente. Estados Unidos ha sufrido derrotas y reveses en Irak, Siria y también en Afganistán. Y los conflictos en la región han servido para desenmascarar y exacerbar la crisis del régimen saudí, que solo ha podido sobrevivir tanto tiempo debido al respaldo del imperialismo británico y estadounidense. Hoy, el régimen está desgarrado por divisiones internas, con los Al-Saud, el movimiento Wahabí, la familia real y su red tribal, todos empujando sus propios planes, mientras que el descontento está hirviendo entre los oprimidos chiitas, la juventud y la clase trabajadora.
Mientras la economía era sólida y el imperialismo estadounidense la apoyaba, la Casa de Saud pudo mantener una base frágil para el régimen. Pero con la caída de los precios del petróleo, las redes cruciales de patrocinio que mantuvieron el reino intacto están dando paso a profundas divisiones. Muhammad bin Salman, intentó consolidar su posición librando una guerra bárbara en Yemen.
Trump está estrechamente relacionado con la derecha republicana, el príncipe heredero saudita y la camarilla gobernante israelí. Como un gesto a estas fuerzas, rompió el acuerdo nuclear con Irán y se embarcó en su campaña de «máxima presión» sobre Irán. La ofensiva económica lanzada por Trump contra Irán proporcionó luz verde para los ataques patrocinados por Israel y Arabia Saudita contra Irán y sus representantes en la región. Como resultado, Irán y Arabia Saudita están en un conflicto frontal por la hegemonía en la región.
La sangrienta guerra ejecutada a través de terceros en Yemen se ha prolongado durante cuatro años. Pero a pesar de toda su riqueza y equipamiento militar, la ofensiva saudita no logró tomar el puerto estratégico de Al Hudayda, y los hutíes lanzaron ataques contra oleoductos dentro de Arabia Saudita. Las fuerzas de los EAU jugaron un papel clave en la guerra terrestre (respaldados por ataques aéreos sauditas ineficaces). Pero ahora, sintiendo la derrota, decidieron retirarse. Este fue un golpe fatal en las ambiciones sauditas en Yemen.
Las tensiones en el Golfo tienen serias implicaciones para la economía mundial. El 30% de todos los cargamentos de petróleo pasan por el Golfo. Cualquier obstrucción en este punto sería catastrófica para la economía global. Cuando dos petroleros fueron atacados en junio de 2019, Washington culpó de inmediato a Irán. Trump ordenó a sus fuerzas atacar, pero diez minutos más tarde, dio una contraorden. Esto fue evidencia de serias divisiones dentro de la administración, luego confirmadas por la destitución sumaria de Bolton.
En septiembre de 2019 hubo un ataque muy serio contra las instalaciones petroleras sauditas, lo que fue un gran golpe para los sauditas, que esperaban que los estadounidenses acudieran en su ayuda. Pero se equivocaban.
Trump sabía muy bien que un ataque contra Irán resultaría muy costoso, no solo en términos militares, sino también en términos económicos y políticos. Los estadounidenses solo decidieron invadir Irak después de que su ejército se había visto seriamente debilitado por años de sanciones. Pero las fuerzas armadas iraníes están intactas e invictas. Han tenido varios años de experiencia en combate en Siria, de donde salieron victoriosas. Combatiendo en una guerra defensiva contra un invasor extranjero, serían una fuerza formidable.
Una invasión terrestre de Irán está descartada. Pero una campaña de bombardeo tendría efectos muy limitados en el programa nuclear de Irán. Puede retrasarlo, pero no detenerlo. Sin embargo, las consecuencias políticas a escala mundial serían inmensas. La oposición a los Estados Unidos crecería, especialmente en el mundo musulmán, donde el espectáculo de una alianza agresiva de Arabia Saudita con el imperialismo estadounidense e Israel provocaría indignación. Tal desarrollo también sería profundamente impopular en los Estados Unidos, donde, después de Irak y Afganistán, la población está cansada de las aventuras militares extranjeras.
Habría manifestaciones masivas en todas las capitales occidentales. Esto también profundizaría las divisiones que ya existen en la llamada alianza occidental, que ya eran evidentes cuando Trump rompió unilateralmente el acuerdo con Irán, en medio de las protestas de sus aliados europeos.
Por último, pero no menos importante, una guerra en el Medio Oriente, aunque sea breve, tendría un efecto devastador en la frágil recuperación de la economía mundial. Provocaría una crisis en todos los mercados bursátiles del mundo, los precios del petróleo subirían a nuevos niveles y los inversores se asustarían. El sistema capitalista se enfrentaría a una nueva recesión mundial, que sería mucho más profunda incluso que la conmoción de 2008.
Por todas estas razones, una guerra no es del interés de la clase dominante ni, para el caso, de Donald Trump, que está más preocupado en ganar las elecciones presidenciales que en lanzar bombas sobre Teherán para complacer a los sauditas e israelíes. Entonces, a pesar de todo las bravuconadas y las amenazas de fuego y azufre, no ha habido señales de represalias militares, ya sea de los EE. UU. o de los mismos saudíes. Este hecho, más que cualquier otra cosa, expone la debilidad crónica del régimen saudita y también las limitaciones del poder estadounidense.
No es imposible que, dado que se ha visto su apuesta, Trump pueda hacer otro salto mortal de 180 grados y tratar de llegar a algún tipo de acuerdo con los iraníes. ¡Cosas mucho más extrañas han sucedido en la Casa Blanca de Donald J. Trump!
Pakistán
La crisis en Pakistán ha alcanzado nuevos niveles, marcados por una desintegración económica, social y política sin precedentes. Se han abierto fracturas en todas las estructuras del Estado paquistaní, con un ala que busca el apoyo del imperialismo estadounidense y otra que busca la salvación en China. Estados Unidos está negociando con los talibanes con el objetivo de salir de Afganistán. Quieren que el Estado pakistaní les ayude a llegar a un acuerdo con los talibanes. Pero durante muchos años, el Estado pakistaní, cuando no los está ayudando, ha perdido el control sobre los fundamentalistas islámicos. En respuesta, Trump recortó la ayuda estadounidense, lanzó un bloqueo económico y obligó al FMI a retener la ayuda a Pakistán.
Esta situación sirvió para socavar aún más al Estado pakistaní y exacerbar sus divisiones internas. La región pastún del norte de Pakistán proporcionó la plataforma de lanzamiento principal para los talibanes durante varias décadas. Los que pagaron el precio más alto fueron los pastunes comunes. Sus casas fueron bombardeadas y la población fue desplazada. Muchos fueron asesinados o «desaparecidos». Estas condiciones horribles fueron las que dieron origen al PTM [Movimiento de Protección Pastún], que se convirtió en un movimiento de masas en los últimos años.
El sistema político ha caído en una profunda crisis, con la formación de un nuevo partido y una guerra interna en el Estado. Innumerables escándalos han provocado que toda una capa de políticos establecidos y otros altos funcionarios estatales sean encarcelados. Nuevos escándalos aparecen todos los días. La economía va de mal en peor. La inflación es rampante y todo está por privatizar. Las huelgas y protestas de estudiantes, médicos, enfermeras y otros sectores están en aumento.
Los partidos políticos de todo el espectro han perdido apoyo en sus respectivas bases de apoyo y no pueden ofrecer ningún camino a las masas. La clase obrera no tiene alternativa. No están dispuestos a confiar en su liderazgo político tradicional, mientras que la dirección sindical se ha derrumbado por completo. Por lo tanto, Pakistán se enfrenta a una situación como la de Sudán en el próximo período. Eso abrirá muchas oportunidades para la tendencia marxista.
India
En India, la crisis política y económica se profundiza cada día. En las elecciones generales celebradas en mayo de 2019, el primer ministro Narendra Modi fue reelegido con una mayoría sin precedentes. Modi se basa en el chovinismo hindú más reaccionario. Su primera victoria en las elecciones generales de 2014 se basó en los lemas de «Vikas» (desarrollo) y el empleo para todos, evitando los eslóganes fundamentalistas hindúes de derecha. Pero este año, ha salido con sus verdaderos colores, agitando la retórica y la histeria contra Pakistán sobre el tema de Cachemira, abrogando el estatus especial de la región y relegándolo a un territorio de la unión controlado directamente por el gobierno central.
Además de servir a la agenda reaccionaria sectaria de Modi, este acto de agresión abierta también muestra las ambiciones regionales de la India, basadas en su creciente economía y su relación más cercana con el imperialismo estadounidense como contrapeso regional a China. Sin embargo, la brutal represión de los derechos de Cachemira no ha salido según el plan.
A pesar de la brutal represión de la población y la presencia de alrededor de seiscientos mil militares en el valle, el estado indio no ha podido controlar el movimiento de masas en Cachemira, que ha estado luchando contra la dominación india durante muchos años. Por el contrario, estas medidas draconianas han vinculado el movimiento nacional de Cachemira, que anteriormente estaba aislado, con la lucha de clases en toda la India. Por primera vez, se realizaron protestas y manifestaciones en todo el país en apoyo a los oprimidos de Cachemira.
El régimen también está atacando los derechos básicos de las nacionalidades oprimidas y a las minorías religiosas, utilizando conscientemente el odio religioso y las diferencias nacionales y lingüísticas para cortar la lucha de clases. En el Estado oriental de Assam, el gobierno ha despojado a dos millones de personas de su ciudadanía y se está preparando para trasladarlos a prisiones especiales.
El chovinismo hindú rabioso de Modi es solo una cara de la moneda reaccionaria. La otra son las medidas salvajes anti obreras y contra el movimiento obrero. En un esfuerzo por ganar el respaldo de los capitalistas en el país y en el extranjero, se hace pasar por el «hombre fuerte» que puede derrotar al movimiento obrero. Pero las cosas no irán tan fácilmente como él piensa. La economía está en un estado pésimo. Ya, entre 2016 y 2018, cinco millones de indios perdieron sus empleos.
A medida que la crisis se profundice, se perderán más empleos. Para estimular el crecimiento, el régimen de Modi solo está intensificando sus ataques y siguiendo agresivamente la agenda de privatizaciones y liberalización. Todo esto abre el camino para una erupción de la lucha de clases. Una señal de esto es la convocatoria de una huelga general en todo el país el 20 de enero de 2020, en la que se espera que participen más de 300 millones de trabajadores.
El problema central no es la fuerza de Modi. Al igual que Putin, este «hombre fuerte» también tiene pies de arcilla. El problema es la falta total de cualquier alternativa política seria que pueda contrarrestar esta retórica de extrema derecha. La verdadera razón por la que pudo ganar las elecciones fue la bancarrota total de la llamada oposición. Después de muchas décadas en el poder, el partido del Congreso está irremediablemente desacreditado y corrupto.
Muchos liberales habían depositado sus esperanzas en el Congreso. Pero fue diezmado por la «ola» de Modi en las últimas elecciones. El Congreso se ha desplazado hacia la derecha en un vano intento de apaciguar a los votantes fundamentalistas hindúes. Pero eso fue completamente contraproducente, ya que los votantes inclinados al chovinismo hindú tienen el artículo genuino en la persona de Modi. ¿Por qué deberían votar por una imitación de segunda categoría? El Congreso, por lo tanto, sufrió una derrota aplastante, que merecían. Naturalmente, no aprendieron nada de su derrota y han seguido el mismo camino. En el importante estado de Maharashtra, están construyendo una alianza con el cuasi fascista Shiv Sena.
Las cosas son aún peores, si eso es posible, con los ex estalinistas que dominaron la izquierda india durante generaciones y ahora están completamente degenerados. Los partidos comunistas han sido castigados por el electorado por sus traiciones. Tuvieron los peores resultados electorales de su historia y fueron aniquilados en los Estados de Bengala Occidental y Tripura, donde gobernaron durante tres décadas. Este es un resultado directo de los métodos podridos que siguieron, llevando a cabo políticas neoliberales contra la clase trabajadora donde estaban en el poder.
Aunque todavía tienen influencia en los movimientos obrero, campesino y estudiantil, ya no tienen la misma autoridad que tenían en el pasado. Han capitulado completamente ante la podrida y corrupta burguesía india, y han abandonado cualquier idea de la transformación socialista de la sociedad, que es la única forma de salir del punto muerto en la sociedad india, dejando el camino abierto para que las ideas revolucionarias del marxismo genuino ganen un eco entre capas más amplias de estudiantes y trabajadores.
Indonesia
Indonesia solía ser aclamada como uno de los milagros económicos de Asia, pero ahora se está desacelerando en línea con la tendencia general a escala mundial. Ante una desaceleración y el consiguiente déficit fiscal, el gobierno se vio obligado a continuar con las medidas de austeridad. Veinte años después de la caída de Suharto, el sistema económico y político opresivo que formó la base del antiguo régimen permanece intacto y, por lo tanto, continúa la misma opresión de los trabajadores.
El deseo popular de un cambio radical ha sido sistemáticamente frustrado por la clase dominante. La llegada al poder de Jokowi hace cinco años ya era una indicación del deseo de cambio de las masas, pero no ha producido una mejora fundamental en la vida cotidiana de la población. Con su reelección, el régimen ha pasado a la ofensiva con toda una serie de leyes y medidas reaccionarias que atacan a la clase trabajadora y benefician a la capa más corrupta del establishment.
Ha habido toda una serie de movimientos de estudiantes secundarios y universitarios, que han salido por decenas de miles en una ola de protestas contra legislación vista como un retorno a las «prácticas del Nuevo Orden» (sobre corrupción, intervención estatal en la vida personal y represión política) y contra la opresión del pueblo de Papúa Occidental. Estas fueron las manifestaciones estudiantiles más grandes desde el movimiento hace más de veinte años que derribaron al odiado dictador Suharto, y se extendieron rápidamente a todas las ciudades principales.
Las manifestaciones se enfrentaron con una brutal represión estatal y varios estudiantes fueron asesinados cuando la policía disparó contra la multitud. Los movimientos estudiantiles se extendieron a la clase trabajadora, y los sindicatos convocaron acciones de protesta. Fue solo en octubre de 2012 cuando Indonesia se vio afectada por la primera huelga general a nivel nacional desde 1965. Pero el «éxito» económico de Indonesia ha fortalecido enormemente a la clase trabajadora, y la crisis global del capitalismo está empujando a esta clase trabajadora hacia el camino de la lucha de clases.
«Horror sin fin»
Después de la Segunda Guerra Mundial, el gigantesco repunte de la revolución colonial obligó a los imperialistas a abandonar el control militar directo de las colonias. Pero el saqueo de las antiguas colonias aún continúa, aunque está disfrazado por los mecanismos del comercio mundial. Los imperialistas han ideado nuevos métodos de explotación que han agotado los recursos del llamado Tercer Mundo, dejándolo aún más esclavizado y empobrecido que antes.
Los propagandistas burgueses afirman que están ayudando a los países pobres a través de la ayuda. Pero un estudio mostró que se trata justamente de lo contrario. Global Financial Integrity (GFI), el Centro de Investigación Aplicada de la Escuela de Economía de Noruega y un equipo de expertos globales elaboraron un estudio que muestra que $ 16,3 billones han fluido de países pobres a países ricos desde la década de 1980. Esto representa un inmenso drenaje y un enorme aumento de los costos sociales que han soportado los pobres en los llamados países en desarrollo.
El informe muestra cómo los países pobres han servido efectivamente como acreedores netos para el resto del mundo. Los países ricos no están desarrollando a los países pobres; los países pobres están desarrollando a los ricos. ¿En qué consisten estos grandes egresos? En parte se deben a pagos de deuda. Solo los pagos de intereses han robado a los países deudores más de $ 4,2 billones desde 1980. Estas enormes transferencias directas de efectivo a los grandes bancos de Nueva York y Londres eclipsan cualquier ayuda que pudieran haber recibido durante el mismo período.
Otra fuente importante de saqueo son los ingresos derivados de las inversiones en los llamados países en desarrollo, que luego son «repatriados» por los imperialistas. Es suficiente mencionar las grandes ganancias que BP extrae de las reservas de petróleo de Nigeria, por ejemplo, o las fortunas que Anglo-American ha acumulado de las minas de oro de Sudáfrica.
Pero, con mucho, la mayor parte del botín no se registra, ya que casi todo es ilegal y tiene el nombre cortés de «fuga de capitales». Según las estimaciones de GFI, los «países en desarrollo» han perdido un total de $ 13,4bn a través de fugas de capital no registradas desde 1980.
Estas salidas despojan a los países en desarrollo de una importante fuente de ingresos y financiación para el desarrollo. Las salidas netas cada vez más grandes son directamente responsables de la caída de los niveles de vida. Sin duda, también han contribuido a la desaceleración de las tasas de crecimiento económico en estos países, aunque no son la causa principal, que es la crisis general del capitalismo mundial.
La miseria y el sufrimiento causados por esta rapiña despiadada ha destruido naciones enteras, sumiéndolas en hambruna, dislocación social y guerra. Millones de personas desesperadas huyen de sus hogares, buscando desesperadamente escapar de estos horrores, solo para encontrarse bloqueados en las fronteras de Europa y Estados Unidos con barricadas y muros de alambre de púas. Decenas de miles de hombres, mujeres y niños se han ahogado en el mar Mediterráneo.
Este éxodo masivo no tiene paralelo en la historia, excepto en los movimientos masivos de los pueblos que siguieron al colapso del Imperio Romano. Esto se suma al carácter convulsivo de la crisis. Y no hay solución para esta terrible pesadilla mientras el sistema podrido que la ha creado continúe existiendo. Lenin dijo que el capitalismo es «horror sin fin». El comienzo del siglo XXI muestra lo acertado que estaba.
Argentina: la caída de Macri
Cuando Macri ganó las elecciones argentinas en 2015, esto fue anunciado como una prueba más de la «ola conservadora» que barría América Latina y de «la muerte de la izquierda». Pero lejos de que su gobierno fuera fuerte y estable, cada intento de introducir los ataques que la clase dominante necesita se encontró una feroz resistencia por parte de los trabajadores. La reforma de las pensiones de Macri provocó manifestaciones masivas y enfrentamientos con la policía. Después de eso, abandonó su proyecto para introducir una contrarreforma laboral.
La inestabilidad en los mercados monetarios internacionales condujo a un colapso de la moneda argentina, lo que creó caos en la política económica de Macri. Un préstamo de emergencia del FMI no fue suficiente para restablecer el equilibrio. La profundización de la crisis económica llevó a una grave derrota en las elecciones primarias de agosto de 2019, que solo sirvieron para empeorar la crisis.
Si hubiera habido un liderazgo claro del movimiento obrero, el gobierno de Macri podría haber sido derrocado por un movimiento revolucionario desde abajo. Sin embargo, esto era lo último que querían los dirigentes sindicales y kirchneristas. Su perspectiva era la de una transferencia ordenada del poder después de las elecciones.
Al final, el gobierno supuestamente fuerte de Macri sufrió una derrota en las urnas. Pero un gobierno kirchnerista se enfrentará a la profunda crisis del capitalismo argentino. Será un gobierno de crisis desde el principio. Tales condiciones están hechas a medida para el crecimiento de la izquierda. Desafortunadamente, la izquierda argentina está dominada por grupos sectarios que se dan bandazos del reformismo al sectarismo, incapaces de ganar un punto de apoyo serio entre las masas.
Brasil
La elección de Bolsonaro marcó una nueva y convulsa etapa en la crisis de Brasil. Bolsonaro no era el candidato preferido de la mayoría de la burguesía brasileña, y su elección solo sirve para exacerbar todas las contradicciones en la sociedad brasileña, sin resolver ninguno de los problemas fundamentales. Como era de esperar, muchos sectores de la izquierda lloran y aúllan sobre el «fascismo», pero este es realmente un «fascismo» muy peculiar. Lejos de ser un gobierno fascista, como dicen muchos de la izquierda, es un intento de instalar un gobierno bonapartista en medio de una profunda crisis económica y una turbulenta situación social y política que no ha podido controlar.
Como individuo, Bolsonaro, un ex oficial del ejército, probablemente se inclina por el fascismo (ha alabado abiertamente la dictadura brasileña). Pero su base real es muy limitada. Su propio gabinete está dividido. Ni siquiera tiene un firme control sobre el parlamento. Su propuesta de reformar el sistema de pensiones y sus recortes a la educación provocaron una ola de manifestaciones masivas y una huelga general. Su popularidad y la de su gobierno se han reducido drásticamente.
La sección brasileña de la CMI fue la única en plantear la consigna «Fuera Bolsonaro». Al principio, esto fue recibido con escepticismo por la «izquierda» y las sectas que estaban obsesionadas con la idea de que el fascismo había llegado a Brasil. Pero en las dos primeras manifestaciones masivas contra los recortes educativos, este eslogan se extendió como un reguero de pólvora.
A medida que continúa aplicando su programa de recortes y contrarreformas, habrá un movimiento tras otro. Solo la bancarrota total de la dirección de los sindicatos puede darle un respiro. En cierto punto, la clase dominante podría decidir eliminarlo y reemplazarlo por un par de manos más seguro. Mientras tanto, Bolsonaro presidirá un gobierno de crisis que antagonizará a los trabajadores y los jóvenes y los impulsará a la lucha.
La fuerte huelga general de cuarenta millones en junio de 2019, aunque los líderes sindicales no sabían qué hacer con ella, fue un indicio del tipo de movimiento que podemos esperar ver en el próximo período. La perspectiva para Brasil en el próximo período no es el «fascismo», sino una enorme intensificación de la lucha de clases.
Venezuela
En Venezuela, hemos señalado constantemente que es imposible hacer una revolución a medias. En última instancia, o la revolución expropia a los banqueros y capitalistas o la burguesía contrarrevolucionaria destruirá la revolución. Lamentablemente, este sigue siendo el caso hoy en día. Es imposible combinar elementos de nacionalización socialista con una economía de mercado. El resultado ha sido el caos, como lo predijimos hace mucho tiempo, y un colapso masivo en el nivel de vida de los trabajadores.
Para silenciar las inevitables protestas, Maduro está utilizando métodos bonapartistas, y esta tendencia se está acelerando. El gobierno usa el peso del Estado contra los disidentes, incluso contra los chavistas y los izquierdistas. Al socavar activamente la revolución, destruir los pocos elementos restantes del control obrero y atacar a la izquierda, la burocracia está saboteando la revolución con mucha más eficacia que la oposición contrarrevolucionaria. Actúan como un hombre que corta la rama en la que está sentado.
En estas condiciones, es realmente extraordinario que la lealtad de las masas a la revolución haya durado tanto tiempo. Sin embargo, veintidós años después del comienzo de la Revolución venezolana, a pesar de la confusión impotente y las vacilaciones de Maduro y la podredumbre de la burocracia, la Revolución Bolivariana no ha sido derrocada. Esta es una prueba sorprendente de la debilidad del imperialismo estadounidense y la increíble resistencia de las masas. A pesar de los arduos esfuerzos de la contrarrevolución, los representantes del capitalismo en Venezuela no han logrado sus objetivos. El intento de golpe en 2019 terminó en una farsa sin pena ni gloria.
En la superficie, todos los factores parecían favorecer tal intento: la economía estaba en una profunda crisis y los niveles de vida estaban cayendo bruscamente. Esto había erosionado el apoyo al gobierno. Habían sido elegidos gobiernos de derecha en Chile, Argentina y Brasil. La clase dominante en Venezuela y Estados Unidos concluyó, no sin razón, que este era el momento adecuado para que una ofensiva total derrocara a Maduro.
Sin embargo, el intento de cambio de régimen en Venezuela fracasó y debemos entender por qué. Hay varias razones. En primer lugar, los organizadores del golpe y sus amos en Washington subestimaron los profundos sentimientos antiimperialistas entre las masas venezolanas que reaccionaron contra el intento. También calcularon mal el grado en que los mandos del ejército habían sido comprados por todo tipo de acuerdos corruptos que les dan una participación en el orden existente.
Otro factor fue la estupidez de la oposición venezolana. Guaidó estaba generando expectativas que nunca podría cumplir. La clase media, que constituye la base social principal de Guaidó y compañía, es una fuerza inherentemente inestable. Necesitan ver un movimiento que avanza constantemente de una victoria a otra. Cuando vieron que el golpe no avanzaba, se desmoralizaron y todo se deshizo rápidamente.
A pesar de las bravuconerías de Trump, el Pentágono no tenía intención de involucrarse en una intervención militar en Venezuela, y tampoco los ejércitos de Colombia y Brasil. Cuando se vio la apuesta, el farol de Trump quedó al descubierto. Una vez que esta amenaza fue eliminada de la ecuación, no había razón para que los altos mandos militares en Caracas cambiaran de bando. Al ver esto, Rusia y China, que al principio adoptaron la actitud de ver y esperar, intervinieron de manera más decisiva del lado del gobierno y Trump de repente perdió interés en todo el asunto.
Sin embargo, el peligro de contrarrevolución no ha desaparecido. Ahora Venezuela ha sido golpeada por nuevas sanciones. Eso ha ayudado a obligar al gobierno a la mesa de negociaciones, donde serán presionados para hacer algunas concesiones. Mientras tanto, el proceso que ya había empezado se ha acelerado. Los chinos quieren recuperar su dinero. Todo esto significa que, desde una política loca de expansión monetaria, Maduro tendrá que avanzar hacia una política monetarista de presupuestos equilibrados y austeridad, haciendo que los trabajadores paguen.
El último intento de golpe se derrumbó, no tanto como resultado de la fuerza del gobierno, sino principalmente por la pura ineptitud de quienes estaban detrás del intento. Es cierto que una sección de las masas respondió, pero un número mucho mayor permaneció inerte y apático. Ese es el principal peligro al que se enfrenta la revolución. La próxima vez, Maduro puede no ser tan afortunado. En cualquier caso, el equilibrio inestable actual no puede durar para siempre, y el tiempo no está del lado de Maduro.
Bolivia
En Bolivia, los acontecimientos fueron muy diferentes. Evo Morales fue derrocado por un golpe reaccionario en noviembre de 2019. El MAS asumió el gobierno después de los levantamientos revolucionarios abortados de 2003 y 2005, cuando los trabajadores podrían haber tomado el poder si no hubiera sido por su dirección. Entonces el movimiento se expresó en términos electorales mediante un voto a favor de Evo Morales, quien utilizó su autoridad para restablecer la legitimidad del Estado burgués.
Su vicepresidente García Linera teorizó sobre la necesidad de desarrollar el «capitalismo andino-amazónico» antes de que se pueda hablar de socialismo. Si bien el gobierno pudo financiar programas sociales sobre la base de los altos precios de las materias primas, y también llevó a cabo algunas nacionalizaciones, su política consistía en buscar un acuerdo con los capitalistas, los terratenientes y las multinacionales.
Esto llevó al alejamiento de muchos sectores de la base de apoyo del MAS que produjo un colapso en su voto, del 60-64% en su apogeo, a perder el referéndum constitucional en 2016 y luego obtener el 47% en las elecciones de 2019. Ese fue el momento que la oligarquía había estado esperando para sacar a Evo del poder, a través de una combinación de movilizaciones masivas, un motín policial y la intervención del ejército: un golpe reaccionario.
El ejemplo de Bolivia es una advertencia muy clara de lo que se puede esperar cuando un gobierno habla de revolución y cambio social, pero permanece dentro de los límites del capitalismo.
Ecuador, Chile, Colombia…
Sin embargo, la idea de que ha habido un giro hacia la derecha o una «ola conservadora» en América Latina, promovida por antiguos izquierdistas, académicos desmoralizados y sectarios por igual, es completamente falsa. Después de un período de gobiernos más o menos estables, apuntalados por el alto precio de las materias primas, ahora vemos una agudización de la lucha de clases.
Hay numerosos indicios de esto, incluyendo: el movimiento masivo en Puerto Rico en julio-agosto de 2019, el levantamiento prolongado en Haití, el levantamiento masivo en Ecuador en octubre de 2019, cuando se planteó la cuestión del poder y, sobre todo, el maravilloso levantamiento en Chile, un país considerado por los comentaristas burgueses como un triunfo y un oasis para el conservadurismo dentro del continente.
Tanto en Ecuador como en Chile, hemos visto las características clásicas de una situación insurreccional, con movilizaciones masivas, la creación de soviets embrionarios (cabildos, asambleas populares y territoriales), los gobiernos contra las cuerdas e incluso signos de grietas dentro del aparato estatal. Incluso en un país como Colombia, considerado como un baluarte de reacción, la huelga general del 21 de noviembre de 2019 se inspiró claramente en los acontecimientos de Ecuador y Chile. Que esta huelga masiva continuara más allá del 21 es la indicación más clara de que los trabajadores aspiraban al poder. La situación en América Latina se puede describir de muchas maneras, pero definitivamente no como una «ola conservadora».
En Chile, la cuestión de una Asamblea Constituyente (AC) se ha planteado en el movimiento. Es bien cierto que la constitución de 1980 contiene muchos elementos antidemocráticos, incluso desde el punto de vista de la democracia burguesa formal. El problema es que el eslogan de la Asamblea Constituyente puede y será utilizado por diferentes clases con significados muy diferentes.
Cuando las masas hablan de una Asamblea Constituyente, lo que quieren decir es un cambio fundamental de régimen. Pero cuando la clase dominante se enfrenta a la amenaza del derrocamiento revolucionario, apoyará la idea de una Asamblea Constituyente por la razón precisamente opuesta: para tratar de evitar un cambio fundamental desviando el movimiento de masas hacia líneas constitucionales burguesas.
Debemos explicar que, al final y al cabo, lo que Chile necesita no es una nueva Constitución, sino un cambio fundamental de régimen: es decir, el derrocamiento del estado burgués y su reemplazo por un nuevo régimen genuinamente democrático del poder de un Estado obrero. Eso significa plantear la consigna de «Abajo Piñera», difundir y coordinar los cabildos y las asambleas para que se conviertan en auténticos organismos de poder obrero.
Solo una Asamblea Nacional de la Clase Trabajadora y del Pueblo (el nombre es un asunto secundario, siempre que el poder esté en manos de los obreros y los desposeídos) puede elaborar una nueva constitución que sea genuinamente democrática y represente el interés de la mayoría del pueblo, no una «democracia» formal fraudulenta, que simplemente sirva como un disfraz hipócrita detrás del cual se oculta la dictadura de los terratenientes, banqueros y capitalistas.
Cuba
La crisis en Venezuela está teniendo un efecto negativo en Cuba. Venezuela se ha visto obligada a cortar la mayor parte de su suministro de petróleo barato a Cuba, que ahora está experimentando apagones por primera vez desde el «período especial» que siguió al colapso de la Unión Soviética. Además de esto, la Administración de los Estados Unidos ha endurecido su política hacia Cuba, poniendo un límite a las remesas que los cubanoamericanos pueden enviar de a casa y evitando que los turistas estadounidenses vayan a Cuba, que era una fuente importante de ingresos para la isla.
También han activado una sección de la Ley Helms-Burton, que fortalece el embargo y el bloqueo. Este asalto salvaje a la economía representa un intento decidido de Trump, y anteriormente de Bolton, alentado por los reaccionarios emigrados cubanos en Miami, para estrangular la Revolución Cubana. Desde el punto de vista del imperialismo, esta era una política muy miope y estúpida, típica de una administración miope y estúpida.
La política anterior de semi-distensión aplicada por Obama fue una forma mucho más efectiva de socavar la revolución, al enredarla lentamente en el abrazo del capitalismo y la economía de mercado suavizando las restricciones al comercio, la inversión y el turismo. Ahora, las nuevas medidas obligarán al régimen cubano a cerrar las escotillas nuevamente.
La dirección en Cuba está hablando de racionamiento y quizás de volver a un nuevo período especial. Esto está sucediendo en un momento en que la apertura de las pequeñas empresas capitalistas avanzaba rápidamente, creando por primera vez una base social para la contrarrevolución capitalista, que flexionó sus músculos durante el referéndum sobre la reforma constitucional. Ahora el movimiento hacia el capitalismo se detendrá, o al menos se ralentizará.
Los marxistas cubanos deben luchar contra la restauración capitalista, pero deben explicar que la única forma de defender los logros de la Revolución Cubana es mediante la introducción de una auténtica democracia obrera y rompiendo el aislamiento de la Revolución Cubana llevando a cabo una política internacionalista revolucionaria en toda América Latina.
México
La elección del gobierno de López Obrador representó un cambio importante en México. Ha acelerado todos los procesos y agravado todas las contradicciones. El elemento principal en la situación es la velocidad a la que tienen lugar los acontecimientos. AMLO ha tomado medidas contra los privilegios de la burguesía mexicana corrupta y su Estado. También ha introducido beneficios de bienestar social sin precedentes, que benefician a millones de personas. En consecuencia, disfruta de un gran apoyo.
Habla de la necesidad de una profunda transformación del Estado, de separar el poder político y económico. Tiene la ilusión de que es posible crear un estado que se eleve por encima de las clases. Ha enviado a la cárcel a sectores de la clase dominante involucradas en la corrupción, pero al mismo tiempo les promete grandes ganancias en proyectos como el ferrocarril Maya. Ha considerado un aumento salarial del 16%, pero el aparato estatal detiene cualquier lucha de los trabajadores que se vuelva demasiado peligrosa.
AMLO está tratando de ir en dos direcciones al mismo tiempo. Desea fortalecer el Estado, pero olvida el pequeño detalle de que el Estado que desea fortalecer es un Estado burgués, un Estado diseñado para defender los intereses de los terratenientes, banqueros y capitalistas. Aumentará la intervención estatal en la economía para proporcionar préstamos baratos a las empresas y creará la guardia nacional, un cuerpo de policía militar, para luchar contra los narcos. En realidad, sin embargo, nadie puede decir dónde termina el mundo de los grandes narcotraficantes y dónde comienza el de los banqueros, capitalistas y burócratas estatales.
A AMLO le gustaría llegar a un acuerdo con la clase dominante, pero esta última no confía en él y se esfuerza por deshacerse de él por todos los medios posibles. A pesar de que ha dicho que no tocará la propiedad de los capitalistas, los medios burgueses han lanzado un ataque feroz contra él. La clase dominante está utilizando su control del aparato estatal y del poder judicial para sabotear al gobierno. Él está tratando de conciliar intereses de clase irreconciliables. En otras palabras, está tratando de cuadrar el círculo.
Otra indicación de las contradicciones en sus políticas es su sumisión al imperialismo estadounidense. Cuando Trump amenazó con imponer aranceles a todas las importaciones mexicanas a los EE. UU., para obligar a las autoridades mexicanas a aplicar su política de migración, AMLO cedió. Envió a la Guardia Nacional a la frontera sur y norte. Esto muestra hasta qué punto el gobierno está bajo el control del imperialismo. La situación actual es insostenible. La crisis económica mundial golpeará a México particularmente, y la administración Trump sigue amenazando con introducir aranceles.
Esto profundizará aún más la división entre el gobierno de AMLO y la clase dominante y también las divisiones dentro de Morena, donde la burocracia gira hacia la derecha, mientras que los partidarios de AMLO giran hacia la izquierda. Como no hay fuerzas organizadas reales a la izquierda del gobierno, su apoyo ha aumentado. El fermento por abajo abrirá muchas posibilidades para los marxistas mexicanos, que están interviniendo activamente en los debates, contraponiendo alternativas revolucionarias claras al reformismo de izquierda confuso, combinando el apoyo a AMLO contra la derecha con críticas consistentes pero amistosas.
¿Fascismo?
La palabra fascismo se usa con frecuencia de manera incorrecta para describir a cualquier gobierno reaccionario de derecha, como el de Bolsonaro, o incluso el de Donald Trump. Este mal uso de la terminología es científicamente incorrecto y políticamente engañoso. También es peligroso, porque cuando se plantee un peligro real de fascismo, puede ser que la clase trabajadora no sea capaz de reconocerlo. Por esa razón, los gritos histéricos y berreos de las sectas sobre el «fascismo» son criminalmente irresponsables.
En el pasado, la situación de volatilidad tan extrema que vemos en muchos países se habría expresado en un movimiento de la clase dominante en dirección a la reacción fascista o bonapartista. Pero esto está descartado en la actualidad debido al cambio en el equilibrio de fuerzas de clase. La clase trabajadora es más fuerte que en el pasado, mientras que las capas medias que tradicionalmente formaron la base social de masas de la reacción (el campesinado, los pequeños empresarios, los estudiantes) han quedado reducidas o proletarizadas.
Trotsky explica que el fascismo es una forma particular de reacción que es cualitativamente diferente de otras formas, como el bonapartismo. El fascismo es un movimiento de masas de la pequeña burguesía y del lumpenproletariado, cuyo objetivo es la destrucción total de las organizaciones de la clase trabajadora. En un régimen fascista, la clase dominante tiende a perder el control del Estado, que cae en manos de gánsteres fascistas que gobiernan en sus propios intereses, que no siempre se corresponden exactamente con los de los banqueros y capitalistas, e incluso pueden entrar directamente en contradicción con ellos.
La entrega del poder a un loco como Hitler sería un paso muy arriesgado, que la burguesía solo consideraría como el último recurso, cuando se sintiera amenazada con el derrocamiento por parte de la clase trabajadora. En el caso de la Alemania nazi, condujo a una catástrofe. Para 1944, estaba claro que Alemania había perdido la guerra. A la burguesía le hubiera gustado rendirse y hacer un trato con los estadounidenses. Pero Hitler, que al final mostraba todos los signos de locura clínica, se negó a rendirse, prefiriendo ver a su país consumido en llamas, como al final de una de las óperas de Wagner.
Esta lección no sido en balde para la burguesía, que normalmente prefiere un régimen de democracia burguesa formal. Esta forma de gobierno es más estable, más confiable y más económica que una dictadura fascista o bonapartista, que, además de tener gastos generales muy costosos, contiene muchos peligros y, en última instancia, puede convertirse en su opuesto, como vimos en Italia en 1943-45 y en Grecia después de la caída de la Junta en 1974.
Para entender la situación real, es suficiente mirar a Grecia hoy. La imposibilidad de avanzar hacia el fascismo se demostró más claramente en el caso de Grecia. Amanecer Dorado, una organización genuinamente fascista, estaba creciendo y desarrollándose como una fuerza seria. Hace unos años, incluso tuvieron la idea de tomar el poder. ¿Pero dónde está Amanecer Dorado ahora?
Puede ser que un sector de la clase dominante griega estuviera jugando con la idea de una nueva Junta para disciplinar a la clase trabajadora, pero se vio obligada a dar marcha atrás y frenar a los fascistas por temor a provocar una explosión revolucionaria. Al final, la burguesía griega no podía permitirles tomar el poder, porque eso habría significado una guerra civil, y no podían estar seguros de ganar. Se arriesgarían a perderlo todo. Entonces, tomaron medidas contra Amanecer Dorado y encarcelaron a algunos de sus dirigentes.
Lejos de basarse en los fascistas, que representan un factor insignificante en la mayoría de los países, la clase dominante se ve obligada a basarse en el apoyo de los dirigentes de las organizaciones tradicionales de los trabajadores, los partidos reformistas y estalinistas y los sindicatos. Pero esto ha llevado a un fuerte declive tanto de los partidos obreros tradicionales como de los burgueses, un desarrollo que amenaza con socavar los cimientos sobre los que se ha apoyado el sistema de democracia burguesa durante muchas décadas.Esta es la clave para comprender la tremenda volatilidad política en la sociedad actual.
«Populismo»
Es una medida de la confusión de los comentaristas burgueses que no pueden proporcionar ninguna explicación coherente de lo que está ocurriendo. Un ejemplo de esta confusión es el uso no científico de la terminología. Usan la palabra «populismo» para describir cualquier movimiento político que no los complace.
Estos supuestos expertos se agrupan bajo una sola categoría de fenómenos que no son simplemente diferentes, sino completamente antagónicos y mutuamente incompatibles: Hugo Chávez y Marine Le Pen, Jeremy Corbyn y Matteo Salvini, se supone que todos son lo mismo: «populismo». El hecho de que representan objetivos opuestos y se basan en diferentes fuerzas de clase, todo esto es considerado irrelevante por estas damas y caballeros académicos.
La recesión de 2007-08 tuvo un profundo impacto en la conciencia de las masas en todo el mundo. Después de un período inicial de conmoción, se produjo una reacción en forma del movimiento de los indignados en España, Occupy, la Primavera Árabe, la Plaza Syntagma. Provocó un cuestionamiento del sistema capitalista y sus instituciones y partidos. En una segunda etapa, esto condujo al surgimiento de partidos y movimientos que eran vistos como de izquierda radical (Syriza, Podemos, Corbyn, Mélenchon, Sanders). Algunos de estos finalmente revelaron sus límites, mientras que otros lo harán en el próximo período.
En este contexto, no sorprende que hayan surgido nuevos partidos y movimientos. No es accidental que estos movimientos tengan una composición principalmente pequeñoburguesa. Aunque atraen la atención de los trabajadores de izquierda más activos, estos partidos y movimientos (Podemos es un buen, o más bien, un mal ejemplo) están compuestos por pequeños burgueses, académicos y otros elementos accidentales. Esto es especialmente cierto en sus capas dirigentes, que muestran todos los elementos más negativos de las ideas y prejuicios de la pequeña burguesía.
Decir que estas personas están confundidas es un eufemismo. Se imaginan que representan «nuevas ideas», que han inventado para llevar a la gente a la Tierra Prometida igual que Moisés conducía a los israelitas a través del Mar Rojo. Al deshacerse de todas las «viejas ideas» (es decir, del marxismo) imaginan que están tirando lastre inútil. En realidad, están tirando el chaleco salvavidas que podría salvarlos de la muerte por ahogamiento.
Se imaginan que, al estar libres de «dogma» (es decir, principios y teoría) son superiores a los «utópicos» marxistas. En realidad, son infinitamente inferiores, no solo a los marxistas sino a los grandes socialistas utópicos del pasado, quienes, a pesar de sus errores, fueron pensadores gigantescos en comparación con los pigmeos posmodernos de hoy. En la práctica, son el peor tipo de dogmáticos, defendiendo rígidamente todos los nuevos dogmas «de moda» de la política de identidad, el posmodernismo y el resto de la basura intelectual que constantemente producen las universidades como un medio de confundir a los jóvenes y combatir al marxismo.
La desesperada confusión ideológica de estas nuevas formaciones las hace inherentemente inestables. Pueden aumentar rápidamente, pero poco después, entran en crisis, se dividen y entran en declive, como vemos con Podemos en España. Su principal dirigente, Pablo Iglesias, ganó mucha popularidad inicialmente porque pronunciaba discursos que sonaban radicales. Eso despertó las esperanzas de millones de personas que buscaban una alternativa de izquierda. Ahora Iglesias se ha convertido en un «realista». Abandonó su retórica radical anterior y entró en una coalición con el PSOE. Su principal exigencia (parecía ser la única) era que Podemos debía tener ministros en el gobierno de Pedro Sánchez. Fue una estupidez.
Al insistir en ingresar al gobierno, los líderes de Podemos dieron la impresión de que solo eran otro grupo de políticos oportunistas, hambrientos por probar los «frutos del cargo» (una impresión que no está muy lejos de la verdad) y también que no eran personas muy inteligentes (lo que también es una evaluación justa). Esta percepción condujo inevitablemente a la desilusión y la desmoralización y al colapso de la base activista del partido y del apoyo electoral.
No está claro si Podemos (ahora Unidas Podemos) sobrevivirá o desaparecerá, pero esto último es totalmente posible, ya que estos partidos son fenómenos inestables y efímeros. Existe una ley general que establece que, si los trabajadores se enfrentan a dos partidos reformistas, sin diferencias programáticas claras entre ellos, el partido más grande ganará y los partidos más pequeños tenderán a desaparecer. El PSOE ahora está ganando a expensas de Podemos, que ha recibido una muy buena lección sobre el valor de la «política práctica».
La aparición de estos nuevos movimientos es una expresión temprana del hecho de que las masas están buscando desesperadamente una salida a la crisis. Están observando muy cuidadosamente a los líderes de los partidos de una manera que no lo hacían en el pasado. Están poniendo a prueba a estos partidos y dirigentes. Los pusieron en el gobierno, pero si no cumplen, si traicionan, las masas los echarán sin ceremonias. Eso se aplica tanto a las nuevas formaciones como a los viejos partidos reformistas. Eso lo demuestra el caso del Movimiento Cinco Estrellas en Italia, que al principio despertó las esperanzas e ilusiones de muchos, pero al final subió como un cohete y bajó como un palo. Y no será el último.
Estos nuevos movimientos son realmente solo una anticipación del futuro. Es una ley que una radicalización de las capas medias, especialmente los estudiantes e intelectuales, es uno de los primeros signos de desarrollos revolucionarios. Eso es importante, por supuesto, pero solo como un síntoma. El hecho más importante es que, hasta ahora, la masa de la clase trabajadora no ha comenzado a moverse de manera significativa, como clase. Cuando eso ocurra, los elementos confundidos de la pequeña burguesía serán empujados hacia un lado y toda la situación se transformará rápidamente.
Las organizaciones de masas
Trotsky explicó hace mucho tiempo que la traición está implícita en el reformismo. Eso no significa, por supuesto, que estos líderes siempre y en todos los casos se propongan deliberadamente traicionar a la clase trabajadora. Algunos de ellos pueden creer sinceramente que están actuando en interés de los trabajadores que votan por ellos. Pero lo que es común a todo tipo de reformistas (las variedades de “izquierda” como las de derecha) es que no tienen confianza en la clase trabajadora y no creen que los trabajadores puedan dirigir la sociedad.
El papel histórico de los reformistas (y los estalinistas) era dirigir el descontento de las masas hacia canales seguros. Pero su degeneración absoluta ha cambiado la ecuación. Siempre estuvo presente, pero se ha profundizado e intensificado en los últimos 60 años. Si aceptas el sistema capitalista, tienes que obedecer las leyes del capitalismo y el mercado. Desde ese punto de vista, los reformistas de derechas son mucho más consistentes que los de «izquierdas». Llevan a cabo de todo corazón las políticas de austeridad dictadas por los banqueros y los capitalistas, para salvar al capitalismo.
La profundidad de la crisis actual descarta cualquier posibilidad de reformas significativas. Por el contrario, los burgueses dicen que ni siquiera pueden permitirse el lujo de mantener las reformas que fueron conquistadas por la clase trabajadora en el pasado. Su política es: recortar, recortar y recortar de nuevo. Por lo tanto, de una forma u otra, se está produciendo un proceso de radicalización en todo el mundo. Sin embargo, esto generalmente no se refleja, en esta etapa, de manera seria en las organizaciones de masas. En consecuencia, los líderes reformistas, aunque en muchos casos todavía tienen una base de masas, no tienen la misma autoridad incuestionable de la que alguna vez disfrutaron.
En general, los dirigentes actuales no son como los del pasado. Los viejos líderes socialdemócratas tenían alguna conexión con la clase trabajadora. Muchos de ellos provenían de la clase trabajadora, y al menos conocían las condiciones. Tenían alguna conexión con el socialismo, hablaban de socialismo el Primero de mayo, etc. ¿Cuál es la situación actual? Los dirigentes actuales provienen casi por completo de la clase media: profesores universitarios, abogados, abogados, economistas y similares.
El estrato inferior de la pequeña burguesía está más cerca de la clase trabajadora, pero las capas superiores están más cerca de la burguesía y, naturalmente, apoyan los intereses de la burguesía en todas las cuestiones fundamentales. No tienen absolutamente ninguna comprensión de, y ni siquiera contacto con, la clase trabajadora. Su estilo de vida, nivel de vida, entorno social y psicología los separan por completo. Este es un nuevo factor importante en la situación. Exactamente lo mismo es cierto para los estalinistas, que degeneraron hasta el punto de ser indistinguibles de los socialdemócratas.
Los ex estalinistas actuales han conservado fielmente todos los vicios de los gánsteres estalinistas del pasado, pero no mantienen ninguna pretensión de ser comunistas o revolucionarios. Son la raza más repugnante de reformistas. Y juegan un papel abiertamente contrarrevolucionario, particularmente en los sindicatos, donde actúan como una cobertura de «izquierda» para la burocracia de derecha.
Sobre la base de estas condiciones, algunos partidos que eran partidos de masas de la clase obrera han sido completamente destruidos, liquidados. En Italia, el PCI fue el mayor partido comunista fuera de la URSS (excepto Indonesia, hasta la masacre de 1965). ¿Pero dónde está hoy el partido comunista italiano? Ha sido completamente destruido. El PASOK en Grecia también está destruido y no está claro que pueda recuperarse. En otros lugares donde han sobrevivido, estas organizaciones todavía tienen una base de masas en la clase. Ese es particularmente el caso en algunos países del norte de Europa.
Las raíces del Partido Laborista británico en la clase trabajadora son profundas. También en Austria, la socialdemocracia tenía raíces profundas, que no desaparecerán así como así. Pero la dirección está podrida y es de composición completamente pequeño burguesa o burguesa. Sin embargo, cuando Corbyn fue elegido líder del partido, la situación en el Partido Laborista experimentó rápidamente un cambio radical. La gente hacía cola para unirse al Partido Laborista, la juventud en particular.
Lo que esto muestra es que el estado de ánimo de radicalización ya estaba presente. Corbyn no lo creó. El estado de ánimo ya existía, pero no tenía un medio para expresarse. Se requería un catalizador, y eso es lo que proporcionó Corbyn. Si no lo hubiera hecho, ese estado de ánimo finalmente se habría expresado, de una forma u otra, pero no necesariamente a través del Partido Laborista.
La crisis del reformismo
La situación en todas partes es extremadamente volátil y fluida. Debemos seguirla de cerca y mostrar la mayor flexibilidad en nuestras tácticas para llegar a las capas más revolucionarias de la sociedad. No puede haber lugar para la rutina y el formalismo.
En la década de 1930, Trotsky aconsejó a sus seguidores en Gran Bretaña y Francia que trabajaran en las organizaciones de masas de la socialdemocracia. Planteó esta idea en el contexto de una situación definida de crisis social, polarización rápida y aumento de las tendencias de la izquierda de masas («centristas») en países como Gran Bretaña, Francia y España. Pero ¿cuál es la situación hoy? En todas partes, la crisis del capitalismo significa la crisis del reformismo. Sin embargo, en ninguna parte del mundo, con la excepción de Gran Bretaña, ha surgido una corriente de izquierda seria dentro de las organizaciones tradicionales.
Debemos guardarnos de esquemas abstractos que no se corresponden con la realidad. La situación actual en las organizaciones de masas no es la misma que la que describió Trotsky. Incluso en Gran Bretaña, la tendencia representada por Corbyn, aunque sin duda representa un gran paso adelante que ha transformado la política británica, es solo un reflejo muy pálido del ILP de antes de la Segunda Guerra Mundial. Es por eso que nuestro enfoque en el último período ha sido el trabajo sistemático de la juventud, con excelentes resultados.
En Gran Bretaña, como en otros países, nuestro énfasis principal sigue siendo la juventud, que en su mayoría simpatiza con Corbyn, pero no participa activamente en el Partido Laborista.
Sin embargo, esto no significa que debamos descartar a priori las organizaciones de masas. No se descarta que, en algunos países, pueda haber desarrollos importantes en las organizaciones reformistas en el próximo período. Siempre debemos mantener un ojo en las mismas.
Sin embargo, nuestra tarea principal es ganar y educar a los mejores elementos de la juventud, y dirigirlos hacia el movimiento obrero y la clase trabajadora. Esa es la única forma de reunir las fuerzas de masas del marxismo que se necesitan para llevar a cabo la revolución socialista en Gran Bretaña. Antes de que podamos hablar en serio sobre prepararnos para el poder, primero es necesario prepararse para conquistar a las masas, y esto comienza ante todo por ganar a las capas avanzadas.
Una nueva recesión después de la experiencia de los últimos 10 años tendrá un profundo efecto en la conciencia que será aún más profundo. Debemos estar preparados para presenciar movimientos de masas, el surgimiento de organizaciones y corrientes de izquierda, pero también su colapso. El período será de cambios bruscos y giros repentinos, lo que creará condiciones aún más fértiles para el crecimiento de la tendencia marxista. Nuestra tarea es librar una lucha contundente en defensa de los principios del marxismo, al mismo tiempo que mostramos la máxima flexibilidad táctica, combatiendo para construir la organización revolucionaria actuando e interviniendo en la lucha de clases.
Crisis de las sectas
Las sectas que tienen una existencia miserable al margen del movimiento obrero juegan un papel muy pernicioso en todas partes. Difunden confusión, maleducan y desorientan a quienes tienen la desgracia de estar bajo su influencia, y desacreditan las ideas mismas del trotskismo a los ojos de la clase trabajadora. El método de Trotsky es un libro cerrado para ellos. Tampoco entienden la dialéctica y, por lo tanto, se los lleva el viento de un lado a otro en cada giro de los acontecimientos. Son empíricos superficiales y pragmáticos del peor tipo.
Cada vez que aumentan los votos de los partidos de derecha, algo que es inevitable en las condiciones actuales, los sectarios comienzan a gritar: “¡Fascismo! ¡Fascismo!» Eso muestra la irresponsabilidad criminal de los ultra izquierdistas, que están desesperados porque han perdido toda confianza en la capacidad de la clase trabajadora para cambiar la sociedad. Este es el común denominador compartido por los sectarios ultraizquierdistas y los reformistas.
Es interesante notar que precisamente en este momento, las sectas están en crisis, dividiéndose y desintegrándose en todas partes. Después del colapso de la ISO y la implosión del CIT, tenemos la escisión de Altamira del PO en Argentina. No es un accidente. Los sectarios no comprenden los procesos que se están desarrollando. Están desorientados y son pesimistas. No es coincidencia que, precisamente ahora, cuando la crisis del capitalismo y el reformismo abren las condiciones más favorables para los revolucionarios, estos grupos están en crisis, dividiéndose y desmoronándose. Sin embargo, este es un desarrollo muy positivo, ya que elimina un obstáculo más en nuestro camino.
La razón por la que están colapsando es que no son realmente marxistas en absoluto. Su total falta de teoría significa que han capitulado ante las ideologías pequeñoburguesas, como la política de identidad. Como resultado, cada viento que sopla les hace perder el equilibrio. Están infectados con la enfermedad del escepticismo. Son pesimistas porque no entienden cómo se mueve la clase trabajadora. Por el contrario, nuestra firmeza en los principios y nuestra sólida comprensión de la teoría nos han permitido desarrollar las perspectivas y tácticas correctas. Esa es la explicación de por qué estamos creciendo y encontrando una manera de llegar a las mejores capas de trabajadores y jóvenes.
La secta tafista (alias, el CIT) es un horrible híbrido de sectarismo extremo y oportunismo extremo. Era realmente una variante de la tendencia que Lenin describió como economicistas, es decir, una tendencia que ha abandonado la teoría marxista e intenta obtener éxitos a corto plazo adaptándose a los vientos dominantes y reduciendo la política al mínimo común denominador. Pero, ¿por qué dijo Lenin: «Sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario»?
Hace más de veinticinco años, esta secta expulsó a Ted Grant y abandonó el Partido Laborista, desechando irresponsablemente los excelentes resultados que habíamos logrado durante cuatro décadas, prediciendo con confianza que «crecerían a pasos agigantados». Estaban buscando un atajo para el éxito. Ted advirtió que sería un «atajo sobre un acantilado». Los acontecimientos han demostrado lo acertado que estaba. Luego presentaron candidatos en las elecciones, que se presentaron con un programa completamente reformista, planteando campañas de un solo tema, por ejemplo, campañas contra el impuesto del agua en Irlanda, etc. Habiendo perdido por completo cualquier comprensión de la teoría marxista, cayeron naturalmente bajo la influencia de ideas de clase ajenas, en particular las políticas de identidad de moda, que fue una de las principales razones de su reciente y catastrófica escisión.
Al igual que todas las otras sectas, en Gran Bretaña se enterraron en los sindicatos, imaginando que esta era la forma de vincularse con los trabajadores. El trabajo sindical es, por supuesto, una parte importante y necesaria del trabajo revolucionario. Pero como todo nuestro trabajo, debe llevarse a cabo de manera revolucionaria, no rutinaria y burocrática. La principal fuente de su error fue tratar de ganar posiciones en los sindicatos sin construir primero una base sólida. En lugar de desarrollar pacientemente cuadros revolucionarios en los sindicatos, intentan ganar «influencia».
Trotsky advirtió que no debemos «cosechar donde no hemos sembrado». El trabajo revolucionario en los sindicatos es un trabajo paciente, construyendo gradualmente una base seria, lo que lleva tiempo. Intentar encontrar atajos mediante todo tipo de maniobras y combinaciones es una cierta receta para la degeneración oportunista y burocrática. La experiencia de la secta tafista en el sindicato PCS [funcionarios] en Gran Bretaña, que terminó en una debacle completa, es una prueba muy clara de esto. Con sus métodos falsos, se enredaron tanto con la actividad sindical cotidiana que fueron incapaces de ver los procesos importantes que estaban teniendo lugar en el resto de la clase trabajadora y la juventud.
Lo que los sectarios no han entendido es que, en esta etapa, los elementos más revolucionarios no se encuentran principalmente en las secciones sindicales. Estas están dominadas por trabajadores de más edad, muchos de los cuales son pesimistas y se ven empujados hacia el oportunismo. Esas mismas actitudes se han contagiado a las sectas, que están invariablemente infectadas por lo que Trotsky describió como «escepticismo gangrenoso», aunque disfrazado de una verborrea pseudo-revolucionaria. Con personas así, no se puede hacer nada. Los verdaderos marxistas deben seguir el consejo de Lenin: ir a lo más profundo de la clase. ¡Mirad más allá de la llamada capa avanzada de activistas sindicales y buscad contactos con las capas más explotadas y combativas!
Capitalismo y medio ambiente
En su búsqueda despiadada de ganancias, los capitalistas están envenenando los alimentos que comemos, el aire que respiramos y el agua que bebemos. Están matando los océanos, derribando las selvas tropicales y exterminando especies animales a un ritmo alarmante. Si se permite que el sistema capitalista continúe, el futuro de la raza humana se verá amenazado, y posiblemente la vida en la tierra.
Debe admitirse que nosotros mismos no prestamos suficiente atención a estos problemas en el pasado. Deberíamos tomar medidas inmediatas para remediar esa deficiencia. No hace falta decir que abordamos las cuestiones medio-ambientales desde un punto de vista revolucionario y de clase, vinculándolo a la necesidad de expropiar a los banqueros y capitalistas y crear una sociedad genuinamente armoniosa, planificada democráticamente, nacional e internacionalmente. Explicamos que no existe capitalismo sostenible y denunciamos que la burguesía busca cooptar y desviar la lucha en defensa del medio ambiente para sus propios intereses de clase.
Debemos aproximarnos a los ecologistas de manera amistosa, apoyándolos siempre que hagan críticas correctas sobre el carácter destructivo del sistema actual. Pero debemos criticar las ideas reaccionarias, neo-maltusianas sobre limitar el crecimiento económico, la población, etc. Esas ideas falsas, que Marx respondió hace mucho tiempo, serán utilizadas por los reaccionarios burgueses como justificación de las políticas de recortes y austeridad (“¡Ves! ¡Necesitamos reducir el consumo para salvar el planeta!”).
Los «verdes» a menudo se quejan de que Marx y Engels no prestaron atención al medio ambiente. Eso es completamente falso. En un pasaje maravillosamente profundo de La dialéctica de la naturaleza, Engels afirma:
«No debemos, sin embargo, lisonjearnos demasiado de nuestras victorias humanas sobre la naturaleza. Esta se venga de nosotros por cada una de las derrotas que le infligimos. Es cierto que todas ellas se traducen principalmente en los resultados previstos y calculados, pero acarrean, además, otros imprevistos, con los que no contábamos y que, no pocas veces, contrarrestan los primeros. (…) todo nos recuerda a cada paso que el hombre no domina, ni mucho menos, la naturaleza a la manera como un conquistador domina un pueblo extranjero, es decir, como alguien que es ajeno a la naturaleza, sino que formamos parte de ella con nuestra carne, nuestra sangre y nuestro cerebro, que nos hallamos en medio de ella y que todo nuestro dominio sobre la naturaleza y la ventaja que en esto llevamos a las demás criaturas consiste en la posibilidad de llegar a conocer sus leyes y de saber aplicarlas acertadamente.» (Dialéctica de la Naturaleza, IX: El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre, 1883)
Los métodos que utilizamos para aumentar la productividad pueden convertirse en su opuesto y destruir por completo el potencial de crecimiento. Los desarrollos recientes en la agricultura muestran que eso es correcto. El uso indiscriminado de insecticidas y fertilizantes artificiales ha diezmado las poblaciones de insectos, empobrecido el suelo e introducido todo tipo de sustancias nocivas en la cadena alimentaria.
Ese no es un argumento contra la innovación tecnológica en la agricultura (no deseamos volver al arado de madera), pero es un argumento irrefutable a favor de la planificación socialista y el uso racional y controlado de la ciencia en beneficio de toda la humanidad, no de la avaricia de unos pocos.
Potencial revolucionario de la juventud
En su lucha contra la desviación economicista, Lenin también insistió en que el proletariado no solo debe luchar por las reivindicaciones económicas (salarios y condiciones) sino que debe luchar por las reivindicaciones políticas que reflejan los problemas y las aspiraciones de otras capas de la sociedad. Hoy en día, muchas personas que no están organizadas se radicalizan por temas que no son directamente económicos. La revuelta de los estudiantes secundarios sobre temas medio-ambientales es un excelente ejemplo.
Un síntoma claro de la radicalización de la juventud fueron las huelgas climáticas, que llevaron a cientos de miles de estudiantes a las calles. Este fue un desarrollo completamente nuevo, con grandes posibilidades para el futuro. Estas nuevas capas no están cargadas de los estados de ánimo de pesimismo y escepticismo que han afectado a muchas de las generaciones anteriores.
El ambiente rancio de rutina que existe en muchas agrupaciones de las organizaciones reformistas obreras y sindicales está completamente ausente aquí. Estos jóvenes no están interesados en pequeñas reformas. Quieren un cambio radical en la sociedad. Quieren cambiar el mundo. En una palabra, quieren una revolución. Estas condiciones permitirán que la tendencia marxista se desarrolle mucho más rápida y fácilmente que en el pasado.
Los viejos escépticos decrépitos (incluidos los que se hacen pasar por «izquierdistas» e incluso «marxistas») tienen una actitud condescendiente hacia los jóvenes. Les dan palmaditas en la cabeza y dicen: “Muy bien, pero cuando seas mayor y más sabio, te darás cuenta de que no puedes cambiar el mundo. Más bien, el mundo te cambiará. La revolución es un sueño y una ilusión. Debemos limitarnos a lo que es posible».
Nosotros, por el contrario, decimos a los jóvenes: “no es cierto que la gente se haga mayor y más sabia. […] Tienes toda la razón al decir que hay que cambiar el mundo. Eso requiere una revolución, y si no tenemos éxito, se crearán las condiciones para la barbarie. De hecho, si los trabajadores no toman el poder cuando surjan las oportunidades, el futuro del planeta correrá un gran peligro”.
Se está desarrollando un estado de ánimo extremadamente rebelde entre los jóvenes. La situación objetiva se está moviendo rápidamente y las demandas del movimiento son radicales, pero lo que falta es el factor subjetivo. Hay un gran vacío a la izquierda, pero nadie está proporcionando a los jóvenes las ideas que están exigiendo. Es por eso que personajes accidentales como Greta Thunberg pueden llenar temporalmente este vacío.
Lo mismo puede decirse de los movimientos contra la opresión de la mujer. En un país tras otro (España, Argentina, Suiza, Irlanda, Polonia, Italia, etc.), hemos visto movilizaciones masivas por el derecho al aborto, contra la violencia hacia las mujeres, por la igualdad salarial y contra la discriminación. En todo esto, la juventud ha jugado un papel clave. Estas son principalmente capas frescas que entran en la lucha por primera vez. Debemos intervenir enérgicamente en estos movimientos, proporcionando una alternativa revolucionaria clara, mientras combatimos las ideas feministas burguesas y pequeñoburguesas que dominan en la dirección.
De todas las capas que se están moviendo hacia la lucha, la juventud es la más abierta a las ideas revolucionarias. Es una prioridad urgente de la Internacional intervenir en este medio. Las actitudes conservadoras y rutinarias hacia este importante trabajo son completamente inaceptables. El enfoque correcto fue demostrado por un joven compañero ruso que tomó una iniciativa muy audaz al lanzar una Fracción de Izquierda en la Cumbre de FFF [Viernes Por el Futuro] de agosto de 2019 en Suiza.
Eso inmediatamente obtuvo una respuesta entre los jóvenes radicalizados en muchos países, que no están satisfechos con el anémico y reformista programa de tendencias de clase media como Greenpeace. La CMI debe brindar pleno apoyo a esta iniciativa y darle seguimiento enérgicamente. Será una excelente manera de ganar los elementos más combativos y revolucionarios de la juventud. Al intervenir audazmente con consignas revolucionarias, al tomar iniciativas oportunas para estimular las protestas masivas, la tendencia marxista puede conquistar a los mejores elementos y educar a una nueva generación de cuadros revolucionarios que serán capaces de alcanzar una posición dirigente en este importante movimiento.
La situación actual y las tareas de los marxistas
En el pasado, las crisis políticas como las que estamos presenciando en todas partes hoy en día no habrían durado mucho, unos pocos meses, tal vez un par de años. Terminarían con el fascismo o el bonapartismo, o con la victoria de la clase obrera. Pero al desarrollar la economía, la burguesía también ha desarrollado la clase obrera. La sociedad ha sido proletarizada como nunca antes. Por lo tanto, cualquier intento de hacer retroceder a la clase trabajadora y eliminar las conquistas del período pasado provocará una resistencia feroz.
Aquí, la burguesía se enfrenta a un grave problema. Las reservas sociales de masas del fascismo se han reducido, mientras que la clase trabajadora es más fuerte que nunca. El campesinado, que era muy grande antes de la Segunda Guerra Mundial en Europa, se ha reducido a una pequeña minoría. Las reservas sociales de reacción se han debilitado.
Este es un nuevo elemento vital en la ecuación. Los cincuenta años de crecimiento sin precedentes que siguieron a la Segunda Guerra Mundial han cambiado el equilibrio de fuerzas abrumadoramente a favor de la clase obrera. Esto crea un desarrollo inmensamente favorable desde el punto de vista del equilibrio de las fuerzas de clase.
La traición de los líderes estalinistas y socialdemócratas, que bloquearon la lucha de las masas contra el capitalismo después de la segunda guerra mundial, fue la precondición política para un largo período de auge económico. Esto creó serios problemas para los marxistas en los países capitalistas desarrollados. Tendió a cortar la lucha de clases durante mucho tiempo, fomentando ilusiones en el capitalismo y el reformismo. Pero ahora ha habido un cambio fundamental. Dialécticamente, todos los factores que crearon una base para la estabilidad se han transformado en su contrario. El sistema capitalista se dirige hacia una crisis histórica, lo que explica la actual inestabilidad política y social.
Para 2050, el 66% de la población mundial vivirá en ciudades, en comparación con el 30% en 1960. Este hecho por sí solo muestra un importante cambio en el equilibrio de fuerzas en todo el mundo. En China, la población urbana ha aumentado del 15% a principios del siglo XX al 60% en la actualidad. En Sudán, las cifras equivalentes son del 5% en la década de 1960 hasta el 33% en la actualidad. Este crecimiento numérico va acompañado de un gran crecimiento en el peso social de la clase obrera. Países que anteriormente eran rurales y agrícolas se han industrializado rápidamente.
Hablando objetivamente, la clase obrera nunca ha sido tan fuerte. Sin embargo, el ambiente de descontento entre las masas, al no encontrar, en general, reflejo en las organizaciones de masas tradicionales, se expresa de diferentes maneras en diferentes países. Pero lo fundamental es el proceso irresistible de radicalización de las masas a escala global, que se expresa en violentos cambios hacia la izquierda y la derecha. El proceso de radicalización se intensificará a medida que se desarrolle la crisis, provocando una polarización aún más aguda entre las clases y preparando el camino para explosiones revolucionarias aún más grandes.
Conclusión: ¡por el optimismo revolucionario!
Los marxistas somos optimistas por naturaleza, pero nuestro optimismo no es algo falso o artificial. Se basa en análisis y perspectivas serias. Nos basamos en la roca sólida de la teoría marxista. Nuestra organización puede estar orgullosa del hecho de que nos hemos mantenido absolutamente firmes en los principios fundamentales y el método dialéctico, lo que nos permite penetrar debajo de la superficie y ver los procesos más profundos que se están desarrollando.
En muchos sentidos, la situación actual se asemeja a la decadencia y caída del Imperio Romano. Los banqueros y los capitalistas están constantemente haciendo alarde de su riqueza y lujo. El uno por ciento más rico del mundo está en camino de controlar hasta dos tercios de la riqueza mundial para 2030, ya que se sientan sobre billones de dólares, que no invierten en actividades productivas. La clase dominante es parasitaria y completamente degenerada. Esto está avivando los fuegos de la ira y el resentimiento en todas partes.
Existe un enorme potencial para la difusión de las ideas marxistas. Eso es lo principal en lo que debemos concentrarnos. Debemos discutir las cuestiones fundamentales, no las incidentales, sino la tendencia general. ¿Cuál es el hilo conductor en todas estas situaciones? Extrema polarización política y social. La lucha de clases está en aumento en todas partes.
Estamos creciendo y desarrollándonos, pero somos demasiado pequeños para ser un factor decisivo en el desarrollo de los eventos en el futuro inmediato. Desde nuestro punto de vista, no sería malo que las situaciones revolucionarias decisivas fueran pospuestas por un tiempo, por la sencilla razón de que aún no estamos preparados. Necesitamos tiempo para construir la alternativa revolucionaria.
Por las razones descritas en este documento, tendremos algo de tiempo, pero no tendremos todo el tiempo del mundo. La historia avanza a su propio ritmo y no esperará a nadie. En un período como el presente, pueden ocurrir acontecimientos gigantescos antes de que estemos listos. Giros bruscos y repentinos están implícitos en la situación. Debemos estar preparados para enfrentarnos a grandes desafíos.
Los mejores trabajadores y jóvenes ya están abiertos a nuestras ideas. Debemos encontrar el camino a estas capas y dar la espalda decisivamente a los elementos viejos, cansados y desmoralizados. Debemos eliminar de nuestras filas cualquier rastro de escepticismo y rutina. Debemos inculcar un espíritu de urgencia de arriba a abajo.
Esta es realmente una carrera contra reloj. Grandes acontecimientos nos pueden tomar por sorpresa. Debemos estar preparados. Por lo tanto, debemos construir nuestra organización y reclutar y educar cuadros lo antes posible. Ese es el único camino hacia el éxito. Ya hemos entrado en ese camino.
Nada nos puede distraer de esta tarea. Tenemos todas los motivos para estar llenos de confianza en la clase trabajadora, en las ideas del marxismo, en nosotros mismos, en la Corriente Marxista Internacional.
Turin, 29 enero 2020