Por Rafael Zabalaga (Núcleo Comunista Revolucionario)
El país que mayor número de golpes militares ha tenido en su historia sufrió otro más el pasado miércoles. Este episodio caótico y efímero ha profundizado la crisis que ya existía en el país. El Núcleo Comunista Revolucionario tomó posición ese mismo día, ahora toca analizar más en detalle lo que pasó y qué significa.
El 26 de junio de 2024 el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, General Juan José Zúñiga, encabezó un intento de golpe de Estado. Zúñiga había sido destituido de su puesto (pero todavía no reemplazado) el día anterior por el Presidente Luis Arce por amenazar a Evo Morales con el arresto si fuera a presentarse como candidato a elecciones.
En la tarde del miércoles se movilizaron soldados para ocupar la Plaza Murillo. Evo alertó que se gestaba un golpe de Estado y llamó a la movilización de la población en «defensa de la democracia». Poco después Arce hizo lo mismo y la COB llamó a un paro general indefinido para detener el golpe.
Zúñiga declaró ante los medios que se formaría un nuevo gabinete ministerial, lo cual equivale a decir que el actual gobierno sería reemplazado. Después de tumbar las puertas del antiguo Palacio de Gobierno con una tanqueta militar se dio una dramática confrontación entre Arce y el general golpista. Arce, sin ningún tipo de protección comandó a Zúñiga, que tenía a varios militares armados a su lado, a desmovilizar sus tropas. Zúñiga se negó pero terminó retirándose del edificio sin mucho más.
A estas alturas ya se habían congregado una gran cantidad de personas alrededor de la plaza Murillo, lanzando consignas en apoyo a Arce y en contra de la intervención militar. Al mismo tiempo, todas las figuras políticas del país, incluso arch reaccionarios como Luis Fernando Camacho y Jeanine Añez habían condenado lo que estaba sucediendo.
El golpe parecía estar colapsando: Arce reemplazó completamente el alto mando militar, posesionando a nuevos comandantes en jefe que ordenaron a las tropas ocupando la plaza Murillo a replegarse. Estas lo hicieron, mientras eran perseguidas por las masas enfurecidas. Al mismo tiempo Zúñiga se dio a la fuga en una tanqueta, sin embargo, no llegó muy lejos antes de ser detenido.
En ese momento, cuando se dirigió a la prensa, hizo una declaración muy peculiar: según él, Arce le había ordenado llevar a cabo este «autogolpe» debido a su baja popularidad y para sacarlo de su situación tan «jodida.»
En todo caso, fue arrestado y ahora se enfrenta a una condena por sedición, junto al comandante en jefe de la Armada y el de la Fuerza Aérea, además de otros militares y civiles.
Pero, ¿cómo podemos entender esta bizarra situación? ¿Fue realmente un autogolpe? ¿Qué consecuencias tendrá para el país? Y lo más importante, ¿qué lecciones debemos sacar los comunistas y todos los luchadores de clase conscientes?
En primer lugar: ¿por qué llevó a cabo Zúñiga este golpe de Estado? La hipótesis que ahora ha adoptado el ala evista del MAS, junto con varios sectores de la oposición de derecha, es la del autogolpe. Es cierto que si uno empieza a mirar ciertos aspectos del golpe, como por ejemplo la confrontación cara a cara de Arce y Zúñiga, en la que el primero estaba desarmado y desprotegido, puede parecer una posibilidad real. Pero lo cierto es que esta idea no sobrevive a un escrutinio más detallado.
El golpe desde un principio sí parecía tener un cierto contenido político propio. Aparte de hablar de reemplazar completamente el gabinete ministerial, Zúñiga atacó la falta de respeto hacia las fuerzas armadas (no olvidemos, había sido destituido muy poco antes) y dijo que se liberaría a «presos políticos» como Camacho y Añez.
Solo en el momento en el que estaba claro que no se saldría con la suya es cuando lanzó su acusación de autogolpe contra Arce. Pero un león acorralado intentará cualquier cosa para escapar, o por lo menos asestar un buen golpe a su enemigo antes de caer. Posteriormente Zúñiga volvió a cambiar de historia en su declaración oficial de detención, atacando a otros comandantes del ejército por no cumplir el rol que aparentemente tenían asignado.
Además, tenemos el hecho de que llevar a cabo un autogolpe en las condiciones actuales hubiera ido totalmente en contra de los intereses de Arce. El golpe ha tenido un efecto profundamente desestabilizador en la economía y en la política, debilitando aún más su posición. Esta es una consecuencia obvia de cualquier intento de golpe de estado, y es difícil imaginar que Arce no hubiera tomado eso en cuenta.
Es necesario además resaltar algo extremadamente importante. Esta teoría del autogolpe en la que tanta gente se está concentrando ahora nos distrae del rol extremadamente reaccionario que juega el ejército. El ejército es una pieza muy importante del estado capitalista. Siempre que ha habido una intervención militar en nuestro país, ha sido al servicio del imperialismo y de la oligarquía capitalista. Aquí resalta que Evo se haya vuelto a alinear con la oposición de derecha en contra de Arce. Evo sigue teniendo bastante influencia entre ciertos sectores de las masas, y el hecho de que esté dirigiendo su atención hacia un supuesto autogolpe, un lugar de movilizar en contra del real y concreto hecho de que un general del ejército intentara derrocar un gobierno democráticamente electo (¡gobierno de su propio partido!) es llamativo.
Pero, ¿estuvo involucrado el imperialismo? Esta es una pregunta que no podemos responder de manera definitiva. Por un lado, es difícil creer que suceda algo de importancia dentro del ejército sin que la embajada de EEUU y sus servicios de inteligencia estén enterados. Bolivia es un país rico en recursos minerales estratégicos y su control está en pugna entre EEUU y otras potencias rivales (China, Rusia, Irán). Sin embargo pareciera que el golpe tomó por sorpresa a los gobiernos extranjeros, que condenaron el intento. La embajada estadounidense mantuvo silencio excepto por una alerta de seguridad por la concentración militar en la Plaza Murillo. En todo caso, como ya dijimos, Zúñiga no recibió apoyo abierto de ningún sector.
Y es que lo cierto es que las condiciones necesarias para llevar a cabo un golpe de Estado no están presentes actualmente en Bolivia. Uno de los indicios de esto es la velocidad con la que las masas se movilizaron en contra del golpe. La COB ya había convocado a una huelga general indefinida. Si los militares no hubieran fracasado en ese momento, la movilización general de la clase trabajadora probablemente los habría tumbado en un período corto de tiempo o por lo menos habría abierto un escenario de enfrentamiento abierto en las calles.
Históricamente y como regla general, la clase dominante solo acude a la dictadura militar en situaciones de alta inestabilidad, cuando su sistema se ve amenazado y al borde del colapso, no tanto económico, sino político. En situaciones en que el equilibrio de fuerzas entre la burguesía y el proletariado es tal que la clase obrera no logra derrocar el capitalismo, pero los capitalistas son muy débiles como para restablecer el orden surge lo que los marxistas llamamos bonapartismo. Es aquí cuando el Estado puede elevarse muy por encima de la sociedad, y representado en su ala más fuerte (el ejército) utiliza la violencia para «estabilizar la situación.»
Ejemplos históricos de bonapartismo en la región podemos encontrar en las dictaduras del plan Cóndor. Banzer en Bolivia llegó al poder aplastando la Asamblea Popular, que era un embrión de soviet, es decir de organismo de poder obrero, que se formó en una situación revolucionaria.
En Chile Pinochet dio su golpe de Estado para aplastar el gobierno de la Unidad Popular Allende y sobre todo a las masas que empezaban a tomar las cosas en sus propias manos ocupando la tierra y las fábricas.
No obstante, en ambos casos, antes de que los militares pudieran realizar un golpe de Estado era necesario un cierto agotamiento de los trabajadores. En Bolivia la Asamblea Popular había existido por varios meses pero se encontraba en un callejón sin salida que paralizaba a los trabajadores. En Chile la insistencia de Allende de permanecer en el marco del capitalismo, en contra de la voluntad de los trabajadores, fue lo que al final generó suficiente pasividad como para permitir el golpe de Pinochet.
Claramente esa no es la situación actual en Bolivia. Existe mucha confusión en el movimiento obrero, pero todavía es muy capaz de movilizarse en contra de una amenaza tan clara como la dictadura militar. Cabe añadir además que bajo ciertas condiciones, un golpe de estado, en lugar de asegurar la posición de la clase dominante puede más bien provocar un movimiento revolucionario. Pero para que un movimiento así terminara en éxito es necesaria una dirección revolucionaria con un programa marxista.
Está claro que Bolivia sí está en una crisis cada vez más profunda, pero todavía no se ha llegado a un punto crítico, aunque este se acerca cada vez más. La reaparición del ejército como actor independiente en el golpe fallido del pasado miércoles es tanto una expresión de esta crisis como una causa de su profundización. La economía, que ya estaba en mal estado antes, ahora avanza en muletas. Todavía no estamos en una crisis económica en toda regla, pero los primeros indicios que indican peligro, como la escasez de dólares, van empeorando.
Por el lado político la crisis se desarrolla en torno a la crisis del MAS, pero a medida que se acerquen las elecciones de agosto 2025 se puede generalizar. Cualquier ilusión de un acercamiento de ambas alas del MAS para luchar contra el enemigo común de la intervención militar yace en pedazos. La división en el partido solo ha empeorado. Los partidos de derecha y centro son simplemente reflejo de la patética y parasitaria burguesía boliviana, y están en crisis constantemente. El conflicto que se desarrolla alrededor de los jueces autoprorrogados es una expresión típica de un estado capitalista atrasado y corrupto, no es una particularidad boliviana.
La amenaza de la intervención militar no ha desaparecido, lo sucedido el 26 de junio es una advertencia de la inestabilidad que se avecina. Es necesario mantenerse alerta, la experiencia de 1973 en Chile muestra que este tipo de golpes fallidos pueden ser meros ensayos para un intento más serio en el futuro. Y el ejército en Bolivia sigue jugando el mismo rol que jugó en los años 70 aquí y en el resto de América Latina.
En un Estado capitalista las fuerzas armadas siempre servirán los intereses del capital nacional e internacional. La supuesta “decolonización” que el MAS había prometido en las fuerzas armadas al llegar al poder ha fracasado. La única forma de efectivamente “decolonizar” el ejército, es decir, quitarle su carácter de institución al servicio de los intereses del imperialismo, no es cambiar unos cuantos símbolos, sino destruirlo y reemplazarlo con el pueblo armado, con oficiales elegidos democráticamente, en lugar de la casta oligárquica y reaccionaria que se encuentra en la cúpula actualmente.
Pero esto significaría destruir la base del Estado capitalista, y con él el mismo capitalismo boliviano. Es decir, la única forma de asegurar que nunca más se vuelva a dar una dictadura militar es la revolución socialista y la dictadura del proletariado, es decir, el gobierno de la mayoría obrera y campesina oprimida contra la minoría capitalista opresora.
Bolivia, que no hace tanto parecía inmune a la crisis capitalista, un ejemplo exitoso del reformismo, ahora marcha de la mano con el capitalismo mundial hacia el abismo. El agotamiento del ciclo de altos precios de las materias primas que dio una cierta estabilidad a los gobiernos del MAS durante su primera década, es la causa de la crisis de éste.
Este país ha tenido muchas dictaduras militares y un buen número de revoluciones fallidas. Esperamos no volver a ver una dictadura militar, pero podemos estar absolutamente seguros de que el topo de la revolución volverá a surgir en Bolivia, y en todo el mundo. La única garantía de éxito para la revolución es la existencia de una dirección comunista revolucionaria con raíces en las masas trabajadoras. Los camaradas del Núcleo Comunista Revolucionario, como parte de la Internacional Comunista Revolucionaria, estamos llevando a cabo la labor de construir el embrión de ese partido, ¡únete a nosotros!