Hoy en día vemos que cada vez más personas están obligadas a salir de su país natal por fuerza mayor y migrar hacia otro lado simplemente para sobrevivir. Típicamente vienen desde los países ex coloniales en África, Asia y América Latina y van hacia los países capitalistas avanzados huyendo de conflictos, violencia, miseria, pobreza, inestabilidad y, cada vez más frecuentemente, huyen de catástrofes climáticas. La explotación y dominación de los poderes imperialistas y sus títeres en los países ex coloniales causan estas razones que obligan a los migrantes a salir.
Muchos de estos migrantes son jóvenes, mujeres y niños que no tienen futuro en su país natal. Tienen que tomar una decisión inimaginable para dejar su hogar, su cultura, su comunidad y emprender un viaje peligroso y duro. Cuando llegan sufren las peores condiciones laborales y de vida soportables, además de una discriminación y racismo constantes.
En este artículo nos concentramos en la migración, principalmente en el Estado español, y hablaremos de cómo es la vida de un migrante cuando llega aquí. También echamos un vistazo brevemente a los orígenes del racismo y cómo juega un papel en mantener el sistema capitalista. Finalmente planteamos una alternativa socialista que servirá como el inicio de la solución al racismo y discriminación contra migrantes y minorias étnicas, y principalmente cómo la juventud puede jugar un papel en ello.
Aumento de la migración
Cada vez más, vemos que hay un aumento de migraciones a nivel internacional. Los casos más destacados de los últimos años son las caravanas de migrantes de Centroamérica hacia los EEUU, o de Siria huyendo de la guerra civil hacia Europa. En ambos casos, los migrantes se ven obligados a huir del conflicto y de la inestabilidad en su país de origen. No hay espacio para profundizar el tema aquí pero hay evidencia clara de que los países imperialistas han causado esta inestabilidad con su política extranjera bélica en su intento de ampliar sus esferas de influencia y captar nuevos mercados y fuentes de materias primas. Y así siguen el mismo patrón en el resto del mundo. Los países ex coloniales en África lograron conseguir su independencia política en revoluciones coloniales en la segunda mitad del siglo XX, pero los imperialistas no perdieron el control económico. Siguen explotando los recursos naturales y aprovechando el intercambio desigual en el mercado mundial entre materia prima y productos manufacturados o servicios, lo que genera deudas externas en estos países y el pago de miles de millones de dólares anuales a las potencias imperialistas. En realidad, los países capitalistas más avanzados mantienen control político a base de su dominación económica y a través de regímenes burgueses extremadamente violentos que actúan como títeres de las grandes multinacionales. Son los lacayos del imperialismo, bien pagados por mantener su población sometida a la pobreza. Por ejemplo, en la región Delta de Nigeria, la empresa angloholandesa petrolera Shell ha dañado el medioambiente local durante décadas, contaminando las aguas y la tierra y causando graves problemas de salud en la zona mientras que el gobierno le reduce sus impuestos y llena sus bolsillos personales.
Ahora miramos al caso del Estado español. Según la ONU, en 2019 había 6.104.203 migrantes viviendo en el Estado español. Lo que representa un 12,9% de la población total. Los países de procedencia principalmente son Marruecos, el 11,66%, Rumanía, el 10,20% y Ecuador, el 6,80%. Y la migración de mujeres es el 52,26% del total. Según el INE, en 2019 60.779 de los migrantes que llegaron tenían entre 12 a 18 años, y 132.232 entre 19 a 25 años; es decir una porción significativa de los migrantes son jóvenes.
Una vía principal de entrada es cruzando el mar en cayucos llenos de pasajeros desesperados y vulnerables. En 2019, llegaron 1.192 cayucos con un total de 26.168 personas a las costas del Estado español. De hecho esta cifra es la mitad de la cantidad que llegó en 2018 que representó más llegadas por el mar en un solo año que en los 8 años anteriores combinados. Es importante destacar que es un viaje de alto riesgo. La Organización Internacional de Migrantes informó que 994 migrantes murieron en el Mar Meditarráneo el año pasado (y de ellos, 269 en camino hacia el Estado español).
Otra vía de entrada que usan los migrantes es saltar las vallas en las fronteras de Ceuta y Melilla. Es increíblemente difícil y peligroso porque las vallas son muy altas y tienen concertinas en la parte superior que cortan la carne, los migrantes intentan saltarlas en grupos lo más rápido posible para protegerse de los ataques de las fuerzas fronterizas y tener la mayor probabilidad de vencer la barrera. Para frenar este flujo, el gobierno del Estado español ha dado 30 millones de euros al gobierno marroquí, que ha recibido 140 millones de euros desde la UE en total. El Estado español es reconocido como unos de los países más destacados en el uso de tácticas duras de rechazar la entrada de migrantes en sus fronteras. Ha incrementado la altura de las vallas un 30% e incluso recientemente ha empezado a encarcelar y multar migrantes por sus intentos de saltar las vallas. ¡En octubre de 2019 el tribunal provincial de Cádiz en Ceuta condenó a 9 migrantes a un año y medio de cárcel y los multó a 10.511€ por daños a la propiedad del Estado, principalmente la valla!
En resumen, las autoridades del Estado español invierten en la prevención forzosa de la llegada de los migrantes a sus fronteras, que pone en peligro a miles de jóvenes, mujeres y obreros extranjeros vulnerables. No tiene el más mínimo interés en tratarlos como seres humanos dignos que merecen ayuda y asilo. Más bien prefiere tratarlos como criminales por el delito de querer sobrevivir y huir de la violencia en su país de origen causada, entre otras, por la burguesía del país al que quieren entrar.
La vida de los migrantes en el Estado español
Como vemos, el viaje es duro y la decisión de venir no es nada fácil. Cuando llegan, la vida de un migrante tampoco mejora. Es muy difícil para los migrantes acceder a empleos dignos y mucho menos fijos. Los empresarios se aprovechan de los migrantes ilegales y su falta de conocimiento sobre las leyes del país para obligarlos a aceptar trabajos horribles con jornadas agotadoras y sueldos miserables. En un informe de la Universidad Carlos III se estima que entre del 11% al 13% de los migrantes no tienen papeles. Este porcentaje representa entre 390.000 y 470.000 personas, que es un aumento de entre 6 a 20 veces el nivel en 2014.
El informe estima que alrededor de 300.000 migrantes trabajan en la economía informal con un 32,2% trabajando como personal doméstico y un 29,22% en la hostelería (un sector duramente golpeado por la pandemia). Otro sector importante que implica a migrantes es la agricultura. En las provincias de Almería, Murcia, Huelva y Granada hay kilómetros de invernaderos donde predominan una clase de terratenientes y pequeños propietarios que se lucran con la explotación salvaje de decenas de miles de migrantes. Sus condiciones de seguridad y salubridad son pésimas, la mayoría de los trabajadores no tienen contratos, cobran en negro y carecen de derechos laborales. Tampoco tienen garantía de trabajo y cada día tienen que competir para aceptar el menor salario. Durante su trabajo las mujeres sufren de acoso sexual y arriesgan sus vidas. Entre enero y mayo de 2020 hubo 288 muertos por accidente laboral, 37 en el sector agrario. Después de largas horas de trabajo extenuantes los migrantes se hacinan en el suelo de cortijos, o en edificios aún por construir de ladrillo y techo en condiciones insalubres y sin agua potable.
Las condiciones de vida de los migrantes son aún más difíciles y traumáticas que las del resto de la población. El derecho a la vivienda no existe para ellos, los alquileres son abusivos y viven hacinados víctimas de la avaricia de caseros y sus empleadores. Su condición de trabajadores explotados a merced de la impunidad de los empresarios les convierte en víctimas de ataques racistas y xenófobos. El partido de ultraderecha Vox juega un papel en promover la xenofobia y el racismo, culpando a los migrantes por todos los problemas económicos e incluso por los rebrotes del coronavirus. En realidad, este racismo es muy conveniente para los empresarios agrícolas para justificar la explotación que sufren los migrantes y evitar que haya simpatía hacia ellos por parte de las poblaciones locales. Entonces, para entender por qué los migrantes son tan mal tratados debemos mirar más cerca al origen del racismo.
El origen del racismo
El racismo de hoy en día, es decir bajo el capitalismo, adquirió su punto álgido cuando los burgueses de los Estados Unidos utilizaron mano de obra esclava para desarrollar su economía. Los primeros africanos negros que fueron llevados a los Estados Unidos en 1619 eran esclavos temporales. Es decir, vendían años de su labor por adelantado por la oportunidad de empezar una nueva vida independiente después de servir un tiempo en la esclavitud. Incluso en aquel momento hubo esclavos temporales negros y blancos, y no se distinguía entre ellos en base a su etnia, solo a su condición de clase. Además, el concepto de raza no existía en el mundo antiguo ni en la Edad Media. La discriminación racial es un producto de la sociedad capitalista con una base material.
En el sur de los Estados Unidos la geografía y el clima fueron propicios para ciertos cultivos a gran escala, pero solo con una fuente inmensa de mano de obra barata. Sin embargo, fue difícil persuadir a los esclavos temporales de quedarse después de servir el tiempo estipulado. Entonces, los agricultores buscaron una fuente alternativa en el ya existente comercio atlántico de esclavos. A diferencia de los esclavos temporales, estos esclavos fueron comprados como propiedad y así obligados a trabajar en condiciones insoportables bajo la amenaza de castigo o muerte si intentaban huir.
Para justificar la explotación de los pueblos secuestrados en África y forzados de trabajar sin pago hasta su muerte, los capitalistas desarrollaron teorías que pretendían probar que los negros no eran superiores a las bestias, retomando, por otra parte, las viejas ideas de los colonizadores españoles respecto a los indios del centro y del sur del continente americano. Estas teorías sirvieron como una cobertura ideológica para proteger los enormes beneficios de todos los capitalistas internacionales involucrados en el comercio atlántico de esclavos.
Marx observó, en una carta a Pavel Annenkov en diciembre 1846, que la esclavitud era la base del crecimiento económico de los EEUU y también de la industria del algodón en el Reino Unido, lo que ayudó a ambas naciones a convertirse en imperialismos potentes.
“Sin la esclavitud, no habría algodón, y sin algodón, no habría industria moderna. Es la esclavitud lo que ha dado valor a las colonias, son las colonias lo que ha creado el comercio mundial, y el comercio mundial es la condición necesaria de la gran industria mecanizada”.
Desde aquel entonces el racismo se convirtió en un fenómeno mundial. A pesar de la abolición del esclavismo, el racismo no ha desaparecido sino que sirve para minar la unidad de los trabajadores, explotando prejuicios y enfrentando a la clase obrera entre sí. La opresión de las minorías siempre ha sido una herramienta de la clase dominante para obtener fabulosos beneficios y mantener una válvula de escape con la que desviar la atención de las masas. El odio nacional y étnico, y la superioridad de la raza blanca, fueron esgrimidos para justificar la explotación de mano de obra barata y la política imperialista de los colonizadores de conquistar nuevos mercados. El racismo es un arma que la clase dominante utiliza en momentos de crisis sociales agudas para ocultar su responsabilidad por la miseria y pobreza, y engañar a amplios sectores de la sociedad con chivos expiatorios como los migrantes.
Una alternativa socialista
Al contrario del racismo venenoso que escupe Vox, las masas del Estado español no se oponen a la migración. Una encuesta del gobierno en enero 2020 reveló que un 65% está a favor de abrir vías legales para la entrada de extranjeros. Además, un 89,4% apoya que los hijos de migrantes nacidos en el Estado español tengan los mismos derechos que los hijos de nativos. Los jóvenes entre 18 a 29 años están especialmente a favor. Estas cifras indican que la población en general, y los jóvenes sobre todo, no hacen caso al racismo virulento de Vox y la ultraderecha sino que preferirían que se incorporaran los migrantes en la sociedad de una forma digna y libre de discriminación.
¿Qué puede hacer la juventud para combatir el racismo y defender los derechos de migrantes jóvenes, mujeres y trabajadores?
El ejemplo más potente que tenemos recientemente como punto de referencia es la reactivación del movimiento Black Lives Matter (Las Vidas Negras Importan) en los EEUU del que también vimos un eco en las protestas en varias ciudades del Estado español. Este movimiento está impulsado principalmente por jóvenes y ha logrado echar, en algunas áreas, a la policía de sus comisarías y ocupar edificios gubernamentales en algunos Estados en varias ciudades principales, e incluso vincularse con una huelga de solidaridad de los estibadores en la que 42.000 sindicalistas del sindicato ILWU cerraron 29 puertos en la costa occidental de los EEUU.
Entonces, los jóvenes debemos enfrentarnos al racismo en todas las instancias que lo veamos, debemos mostrar solidaridad con los migrantes y crear vínculos entre la juventud y la clase obrera para proteger los derechos civiles y laborales de los migrantes y trabajadores de minorías étnicas. Al fin y al cabo, luchar por erradicar el racismo significa luchar por la defensa de intereses vitales de la clase trabajadora en su conjunto. Los trabajadores y la juventud no estamos interesados en ningún tipo de opresión, ni de clase ni racial. Entendemos que el racismo tiene raíces materiales y que la burguesía lo usa para dividirnos y sacar máximo beneficio de la mano de obra duramente explotada de los migrantes. Para combatir la competencia entre obreros nativos e inmigrantes debemos apoyar la regularización y concesión de la nacionalidad española a todos aquellos migrantes que acrediten una residencia de, al menos, 1 año en vez de 5. Así tendrían automáticamente los mismos derechos que los nativos del Estado español, y el empresario no podría usar la condición del migrante para dividirnos. Además, al poder votar fortalecería a la izquierda, y socavaría la mayoría artificial de la derecha en zonas con una alta población migrante sin derechos políticos.
Como dijo Fred Hampton, un portavoz y activista del movimiento Panteras Negras:
“Decimos que no se combate el racismo con el racismo. Vamos a luchar contra el racismo con solidaridad. Decimos que no luchas contra el capitalismo con el capitalismo negro; luchas contra el capitalismo con el socialismo”
Nuestro programa debe ser el de unir a los trabajadores por encima de las fronteras en defensa de las condiciones de vida, contra los recortes y por una revolución socialista.
Por eso proponemos las siguientes demandas:
- Ningún tipo de discriminación social, política o laboral por motivos de raza. Plenos derechos laborales y políticos para los migrantes.
- Vivienda dignas y asequibles con alquileres no superiores al 10% del SMI.
- Sanidad gratuita para todos los migrantes.
- Derecho a una educación pública digna y gratuita. Cursos gratuitos de castellano y otras lenguas del Estado español para facilitar la integración de los migrantes.
- A igual trabajo, igual salario.
- Los mismos derechos para los trabajadores migrantes y no migrantes, incluida la residencia.