Por: Rubén Rivera
El 1° de julio de 2019, AMLO pronunció un discurso bastante alentador para un amplio sector de las masas que ven como, en medio de las profundas dificultades económicas que se atisban en el entorno internacional y nacional, ya se ha establecido un sistema de apoyos económicos a millones de jóvenes y ancianos.
Además de ello, para todos es evidente que se ha iniciado una fuerte campaña en contra de la corrupción y al mismo tiempo programas de apoyo a Pemex y CFE, los cuales tiene una deuda conjunta de más de 160 mil millones de dólares.
Todo esto es cierto pero también es verdad que las cosas no son sencillas. No basta simplemente con no ser corrupto para lograr los recursos económicos necesarios para alcanzar nuevamente un crecimiento económico al tiempo que se fortalecen los programas de redistribución del ingreso.
Como ejemplo un botón; Carlos Urzúa, quién puede ser un hombre muy honesto, no obstante se confrontó con AMLO y su gabinete al grado de que tuvo que renunciar a la Secretaría de Hacienda. Aunque no sabemos el fondo del problema sí sabemos que el tema principal fue el desacuerdo con “políticas públicas sin sustento en la realidad”. Solo por ese comentario hecho en la carta de renuncia, Urzúa se sitúa entre aquellos que prefieren que un anciano muera de inanición antes que el balance de ingresos y egresos no cuadre.
No obstante, dentro del desplante del Exsecretario de Hacienda hay un hecho insoslayable: la situación económica implica tales dificultades que provocan debates intensos dentro del gobierno y en esa tónica combatir la corrupción no es el único tema para levantar la economía. Analicemos el contexto.
El panorama internacional es bastante perturbador, es cierto que la economía norteamericana ha crecido a tasa anual del 3% y ello ha supuesto un estímulo a las exportaciones y al envío de remesas, las cuales en el primer trimestre supusieron un monto superior a los 7 mil millones de dólares. Para dar un ejemplo de la importancia del crecimiento económico norteamericano en la economía mexicana podemos citar a las exportaciones de automóviles, las cuales subieron casi un 20%, superando los 30 mil millones de dólares, 5 veces más que los ingresos petroleros que tan solo sumaron 6 mil millones de dólares. México redujo el déficit de su cuenta corriente a un 1.8% del Producto Interno Bruto (PIB) durante el primer trimestre del año, comparado con el 3.2% del mismo lapso de 2018, informó este viernes Banco de México (Banxico).
La producción cae, el consumo aumenta
Aun con el crecimiento de las exportaciones manufactureras la industria en su conjunto cayó un 2% en el primer trimestre, para generar un decrecimiento neto de 0.02%, el cual se ha modificado en el segundo trimestre llevándolo probablemente al 0%.
En términos reales lo que tenemos es una contracción de la industria, ello se debe realmente a dos factores: uno de ellos es el gubernamental, el gasto del gobierno ha caído un 5%, ello podría suponer ahorros, pero es simplemente que no se está invirtiendo. Nada justifica una caída tan drástica del gasto, dado que lo ahorrado por la austeridad se debería reorientar a actividades de desarrollo de infraestructura, creación de nuevas empresas productivas del estado, etc. No obstante la caída del gasto gubernamental, así como se está gestando no le sirve a nadie.
Por otro lado el consumo ha crecido en un 3% durante el primer semestre, ello se puede explicar por las decenas de miles de millones de pesos que se han distribuido entre las clases trabajadoras, lo que les ha dado un margen ligeramente más amplio de adquisición de bienes. Ello en situaciones normales generaría un impulso al crecimiento, no obstante esto no es así. Durante el primer trimestre la economía cayó un 0.2% y durante el segundo trimestre apenas recuperó la situación del inicio. La explicación la encontramos en la franca huelga de inversiones que la burguesía está impulsando con el objetivo de sabotear al gobierno de AMLO.
A la larga ésta separación entre producción y consumo se reflejará en presiones inflacionarias a no ser que se tomen medidas para revertir la falta de inversión tanto pública como privada. Sin duda la burguesía empleará esta situación como mecanismo de chantaje, o el gobierno se somete o simplemente arrastran al país a una nueva crisis. Esto es así porque el tamaño de la inversión productiva que corresponde al estado es mínimo. Por supuesto que esto podría cambiar, con algunas nacionalizaciones estratégicas en la banca, la industria y el comercio.
En el sector externo, las presiones de otros años han disminuido, especialmente con el incremento de remesas. En el primer semestre, no obstante, el déficit de la cuenta corriente, es decir la relación entre los dólares que entran y salen del país, sumó casi 6 mil millones de dólares. Como se ve, aún con el actual gobierno, hay un flujo de dólares hacia los países centrales, especialmente a los Estados Unidos.
En función de las circunstancias cabría preguntarnos: ¿se aproxima una crisis en México? La respuesta es sí. Una crisis es inevitable especialmente en el marco de una economía capitalista internacional cada vez más inestable, ahora bien ¿qué tipo de crisis? Nosotros creemos que en el caso de México una crisis en el corto plazo no tendría otra explicación que el sabotaje económico de la burguesía por medio de su negativa a invertir para así chantajear al gobierno en el sentido de que se mantengan privilegios como en la época de Peña y Calderón.
Aún hay tiempo de tomar medidas, es el momento de someter a la burguesía arrebatándole las palancas de la economía para reimpulsar la producción en beneficio de las masas trabajadoras. La otra opción es ceder al chantaje, permitir que los burgueses recuperen sus privilegios, pero ese camino solamente lleva a la muerte de la IV transformación.
Nosotros creemos firmemente que la IV transformación debe asumir un modo socialista, de otra forma sólo será el preludio del regreso de la derecha, tan corrupta, represora y degenerada como siempre o incluso más de cómo la hemos conocido.