Por Regino Letona
“El papel de los sindicatos en nuestro tiempo es, pues, el de servir como instrumento secundario del capitalismo imperialista para la subordinación y el disciplinamiento de los obreros y para obstruir la revolución, o, por el contrario, el sindicato puede convertirse en el instrumento del movimiento revolucionario del proletariado”.
Ya en 1940 León Trotsky analizaba los cambios fundamentales en la acción sindical, basando sus ensayos en la manera en que los sindicatos de la época buscaban apoyarse en el Estado para hacer frente a la fuerza del capitalismo. Creyendo, los sindicatos, que el Estado era un órgano separado de éste.
Trotsky lo llamó una “degeneración de las modernas organizaciones sindicales en todo el mundo”. “Los sindicatos pueden ser dos cosas según qué funciones cumplan, Conservadores o Revolucionarios. Pero además los sindicatos son tales cuando son democráticos, del modo en que nacieron, sostiene Trotsky. Esta democracia interna sólo es posible si los sindicatos son revolucionarios” Trotsky, León (1940), “Los sindicatos en la época del imperialismo”
Considerando el análisis y la lectura que Trotsky le daba al fenómeno de cambiar la naturaleza revolucionaria de un sindicato por una naturaleza conservadora (reformista), con el fin de crecer bajo el amparo del Estado y atraerlo a su “lado”, tenemos la tarea, como Marxistas, de analizar nuestro movimiento sindical, utilizando como base la interrogante que le da título a este artículo:
Sindicalismo: ¿Conservador o Revolucionario?
No cabe duda que en nuestro país han existido hombres y mujeres que han luchado por la transformación de nuestra sociedad, luchadores y luchadoras que anhelan ver una sociedad justa, digna y próspera para las clases desfavorecidas y explotadas.
El Salvador ha enfrentado todo tipo de conflictos y procesos de lucha social a lo largo de su historia, ya existen abundantes documentos que nos ayudan a tener un panorama certero de lo que nuestro país ha experimentado a partir de la incorporación de la libertad sindical en la Constitución de la República en los años 50, no demeritando, claro está, toda la lucha social de las décadas anteriores.
Las luchas sindicales están vinculadas íntimamente con transformaciones reivindicativas en torno a mejoras de salario, contrataciones colectivas y mejoras a la calidad de vida de sus afiliados al interior de una empresa o fábrica.
Logros laborales específicos que benefician a las familias de los trabajadores y trabajadoras. Estas luchas reivindicativas han demostrado que no son suficientes para cambiar y alcanzar las grandes transformaciones sociales, económicas y políticas del país, todo esto independientemente de los gobiernos de turno (incluyendo ya dos gobiernos de izquierda).
El sindicalismo por su naturaleza revolucionaria, nace para cambiar un sistema opresor al interior de un fábrica y empresa, los sindicatos de las autónomas estatales deben tener esa misma naturaleza; un sistema que violenta y vulnera sus derechos como trabajadores asalariados, el patrono representa la opresión, la constante explotadora dentro de una ecuación capitalista.
Esa naturaleza revolucionaria se pone a prueba cuando los grandes temas del país como lo son la salud, la educación, el recurso hídrico, las pensiones, la seguridad etc., demandan pronunciamientos claros y las posturas políticas exigen ser enfocadas a los intereses que defiende realmente el movimiento sindical, el de las clases explotadas o los intereses de la clase explotadora.
Ahora bien, si consideramos que desde la óptica jurídica la esencia de los sindicatos es la de velar por los intereses colectivos de la clase trabajadora y como potestad estatutaria en el mismo código de trabajo define que los sindicatos deben mantener su independencia con respecto a los partidos políticos (art 229)
Aunque esto no se de en la práctica, todos sabemos que el movimiento sindical siempre ha tomado posturas político partidarias a lo largo de la historia, sabemos también de las consecuencias de aquellos sindicatos que no están a favor del o de los gobiernos de turno, terminan s00iendo marginados o excluidos de la agenda estatal y esto lleva al debilitamiento de los mismos.
Resuenan entonces las palabras de León Trotsky al referirse a una primera consigna para evitar la subordinación de los sindicatos:
“La primera consigna para esta lucha es: Independencia completa e incondicional de los sindicatos frente al estado capitalista. Esto significa una lucha cuyo objetivo es convertir a los sindicatos en órganos de las amplias masas explotadas y no en órganos de la aristocracia obrera”.
Si bien es cierto que el código de trabajo limita la participación político partidaria a las organizaciones de los trabajadores, algo que no ocurre tal y como está en el papel, debemos considerar que no limita a que el trabajador organizado en sindicatos pueda tener formación política, es aquí donde hay que impulsar no solo la educación sindical, si no también la formación política a las bases organizadas.
Somos sujetos de trabajo, pero también somos sujetos políticos. En ese sentido los dirigentes sindicales tienen una enorme responsabilidad no sólo para lograr reivindicaciones laborales, sino que también para construir la visión de alcanzar transformaciones reales que beneficien a las clases más explotadas dentro de este sistema capitalista voraz.
En nuestra actualidad los sindicatos presentan agendas reformistas de cara al gobierno, en un intento de lograr pequeños avances en temas de país y creer que con esto el Estado y sus autónomas se pondrán del lado de la clase trabajadora y darán la espalda a los capitalistas. Es como si suministramos pequeñas dosis vía oral de mercurio al cuerpo humano, esperando que nuestro sistema nervioso central al ser pequeñas dosis acepte el elemento extraño y este se regenere de manera espontánea o más aún este se haga dependiente de ese elemento.
La naturaleza conservadora del sindicalismo de la que ya en los años 1940 analizaba Trotsky estando en México y a unos pocos días antes de su vil asesinato, sigue estando presente en América latina. Los sindicatos deben generar un movimiento de masas desde sus bases organizadas, crear conciencia a través de la formación política, lograr un posicionamiento de lucha de clases contra el sistema capitalista.
La formación política dentro de las bases organizadas es indispensable para el levantamiento de una filosofía con base científica en el estudio de nuestra historia y progreso de nuestra sociedad, una base teórico económica para saber cómo funciona el capitalismo y de qué manera la clase trabajadora es explotada bajo este sistema opresor.
Lograr las reivindicaciones inmediatas dentro de nuestro centro de trabajo bajo la figura del sindicato nos debe servir como el escalón o primera grada para dar el siguiente paso a la emancipación de la clase obrera. Ese paso tiene que considerar la más completa unidad de las clases explotadas dentro de este régimen capitalista.
La teoría Marxista nos llevará a la práctica revolucionaria que necesita la humanidad, esa naturaleza revolucionaria con la que nacen los sindicatos nos debe de ser útil como herramienta del movimiento revolucionario.