ÚLTIMAMENTE, han salido a la luz muchos casos de corrupción en instituciones estatales, recientemente conocimos el caso de CEPA. En el cual el presidente y el gerente de esta institución fueron multados por el Tribunal de Ética Gubernamental por utilizar fondos del Estado para comprar bebidas alcohólicas. Casos similares y otros de mayor envergadura los hemos escuchado durante años, y prácticamente en todos los países del mundo, quedando mucho de ellos en la impunidad.
ÚLTIMAMENTE, han salido a la luz muchos casos de corrupción en instituciones estatales, recientemente conocimos el caso de CEPA. En el cual el presidente y el gerente de esta institución fueron multados por el Tribunal de Ética Gubernamental por utilizar fondos del Estado para comprar bebidas alcohólicas. Casos similares y otros de mayor envergadura los hemos escuchado durante años, y prácticamente en todos los países del mundo, quedando mucho de ellos en la impunidad.
Podría surgir la pregunta ¿por qué siguen habiendo hechos de corrupción si existen leyes que los prohíben y los penalizan? La respuesta es clara y sencilla: en toda sociedad dividida en clases sociales una clase dominará a la otra y pasará a controlar las funciones del Estado. En el capitalismo, la burguesía por ser una clase dominante que vive a costa de la explotación de las demás clases oprimidas, siempre buscará la forma de apropiarse de la mayor cantidad de trabajo generado por la clase trabajadora, es decir, aumentar la explotación de los trabajadores.
La forma más conocida y descarada de explotación es la que se realiza en las industrias, en las fábricas y en cualquier empresa que contrate fuerza de trabajo a cambio de un salario, el cual representa una parte del valor monetario producido por el obrero, mientras que el resto de dinero producido por el obrero y que no es reflejado en su salario queda en manos del burgués en forma de “ganancia” extraída a cada obrero asalariado.
La corrupción es una de las tantas consecuencias nefastas devenidas del funcionamiento del propio sistema capitalista, que va desde los jugosos salarios cobrados por los funcionarios, hasta el robo de las “contribuciones solidarias” de la cooperación internacional y los fondos destinados para los proyectos sociales.
Y este modus operandi es repetido por los funcionarios públicos serviles a la burguesía, que hacen uso de sus cargos en las instituciones del Estado para obtener beneficios personales o para favorecer a sus allegados. Esta práctica ha sido frecuente en El Salvador desde los inicios de la república como tal, la tarea de las organizaciones de izquierda y de los partidos del proletariado es presionar para mostrar a las masas organizadas del proletariado que llevando hasta sus límites estas instituciones son incapaces de acabar con la corrupción porque esta misma es inherente al capitalismo. Por consecuencia, la lucha contra la corrupción debe conducir a la superación de las leyes e instituciones establecidas bajo el orden capitalista y transformar progresivamente estas instancias en órganos directos de la clase obrera.
Lo expuesto anteriormente nos da pie para asegurar que la corrupción es uno de los tantos males que acarrea el sistema capitalista para terminar de agravar la situación ya deplorable del obrero explotado por el gran capital. Y que el Estado viene a exprimirlo más con sus interminables impuestos, tasas, y contribuciones, mientras la gran empresa evade y elude a su antojo. El pueblo no tiene opción de decir: “hoy no voy a pagar el IVA”, por ejemplo, o decir “se lo pago después”, situación que contrasta con los datos que se conocen de personas y empresas que adeudan al Ministerio de Hacienda más de 210 millones de dólares, por los cuales ninguna institución se ve preocupada en exigir que se paguen al Estado.
Ya explicaba Lenin en su libro “El Estado y la revolución” que el Estado no es más que un instrumento de represión de una clase sobre otra, y la clase dominante utilizará esta maquinaria para legislar y juzgar a su favor, y para defender sus intereses, por lo que la clase trabajadora debe aspirar a llegar al poder, no para seguir replicando este accionar perverso de la burguesía, sino para liberarse de toda explotación perpetrada contra los más desposeídos.
Como marxistas condenamos la corrupción como una forma nefasta de descomposición capitalista que va en contra de los intereses de los trabajadores, y debe ser erradicada con base en la organización de la clase trabajadora para defenderse de los constantes ataque de la burguesía, que se dan en el marco de la lucha de clases. Es necesario definir nuestra posición de clase en favor de los obreros, el pueblo no debe perder de vista quien es su enemigo de clase, y dirigir sus luchas en contra de toda la podredumbre capitalista incluyendo, por supuesto, la corrupción.