CMI Y ELAPRE (Espace de Lutte et D’action Pour la Révolution – Haiti)
El siguiente artículo explica la situación en Haití, donde el presidente Jovenel Moïse se precipita hacia una dictadura salvaje. Con el parlamento disuelto en enero, está gobernando por decreto (con el apoyo de los mafiosos capitalistas de Haití y el imperialismo extranjero), asesinando y aterrorizando a todos los que se oponen a su autoridad. ¡Los trabajadores, los jóvenes y los pobres deben organizarse sobre una base de clase para derrocar este sistema putrefacto!
Bajo la presión de la crisis económica mundial y la pandemia de COVID-19, Haití continúa hundiéndose en una profunda crisis económica, política y social. La crisis económica y sanitaria ha causado estragos en el mundo, ayudados en gran medida por la codicia indiferente de la clase capitalista y la incompetencia de sus gobiernos.
Estas crisis no solo han devastado a los países dominados del llamado mundo en desarrollo. Los países capitalistas avanzados, en particular Estados Unidos y Gran Bretaña, han revelado gráficamente la incapacidad del sistema capitalista para hacer frente a la situación.
La crisis económica está obligando a la rápida disolución del viejo marco político del dominio burgués en nuestro país. El status quo se está desintegrando bajo la creciente intensidad de la lucha de clases. La clase capitalista ya no puede gobernar como lo hizo en el pasado. Por eso ellos y su representante, el presidente Jovenel Moïse, buscan nuevas formas de gobernar y establecer un nuevo status quo. La fachada de la democracia en Haití está desapareciendo a medida que la clase capitalista y su Estado revelan su verdadera naturaleza: la de una mafia violenta.
Las continuas crisis en el país han llevado a una situación peligrosa para la clase trabajadora y los pobres. El Parlamento se disolvió en enero de este año después de no poder aprobar la ley electoral necesaria para la celebración de las elecciones, que debían tener lugar en octubre de 2019. Debido a que estas elecciones nunca se llevaron a cabo, expiraron los mandatos de un tercio del Senado y de toda la Cámara de Diputados. Jovenel Moïse ahora gobierna por decreto y ha estado consolidando brutalmente el poder a través de las poderosas pandillas de Haití.
El parlamento ha sido disfuncional durante años. Los 119 escaños de la Cámara de Diputados se repartieron entre unos 20 partidos políticos. La corrupción y los sobornos están muy extendidos entre los diputados, que en realidad sólo representan los intereses de las élites gobernantes. Moïse, un presidente totalmente ilegítimo debido a su fraudulenta victoria electoral y su implicación en el escándalo de Petrocaribe, ha sido incapaz de formar una mayoría o construir algún tipo de unidad política en el parlamento.
De forma preocupante, Moïse ha dicho que ve la disolución del parlamento y gobernar por decreto como una “oportunidad para detener la crisis permanente”. Ha pedido públicamente una nueva Constitución, que naturalmente concentraría aún más poder en sus manos como presidente. Moïse se presenta a sí mismo como el «hombre fuerte» que puede proteger el dominio del capital en Haití, y cuenta con el apoyo de la clase dominante haitiana y de los imperialistas.
El 22 de septiembre, Moïse, bajo su propia autoridad y contra la oposición de la Corte Suprema, instaló un nuevo Consejo Electoral Provisional. Este nuevo consejo, leal a Moïse, ha recibido el mandato de organizar las próximas elecciones y un referéndum sobre una nueva Constitución. A pesar de que todas estas medidas son inconstitucionales, cuenta con el apoyo de Estados Unidos, la Organización de Estados Americanos y Naciones Unidas.
Las pandillas y los asesinatos
Al acercarse el fin de su mandato el 7 de febrero de 2021, el régimen del PHTK de Jovenel Moïse está aún más decidido a sembrar un clima de terror y criminalidad en el país. Moïse y el PHTK se apoyan en el G9, un poderoso sindicato de pandillas, para aterrorizar los barrios populares.
Todos los últimos acontecimientos muestran el nivel de complicidad del régimen con bandas armadas para asesinar ciudadanos. El Estado haitiano es el principal generador de inseguridad del país. Está aumentando sus delitos políticos para intimidar a la población; sembrando miedo para que el pueblo no se rebele contra la mala gestión del Estado.
El reciente asesinato del presidente del Colegio de Abogados de Puerto Príncipe, Monferrier Dorval, la noche del 28 de agosto a la entrada de su residencia en Pèlerin 5, cerca de la casa del presidente en lo que suele ser una zona de alta seguridad, es un crimen político atroz que muestra el altísimo nivel de inseguridad y la profundidad de la división entre la clase dirigente y una parte de la clase política.
En la noche de este asesinato, los coches de policía que trabajaban a diario en el barrio no estaban allí. Al mismo tiempo, hubo un momentáneo corte de energía y una erupción de fuegos artificiales, mientras los asesinos dispararon a su víctima.
Pocas horas antes de su asesinato, el Sr. Dorval había concedido una entrevista a una de las emisoras de radio de la capital, en la que expresaba claramente su desacuerdo con la postura expuesta por Moïse, que quería constituir el Consejo Electoral Provisional, contra de la voluntad de los distintos sectores de la población. El señor Dorval había rechazado la petición del presidente de enviar un representante del colegio de abogados a este consejo, a lo que ya se oponían la población y otros sectores del establishment y de la sociedad civil.
Dorval criticó severamente los excesos de poder y la falta de respeto a la Constitución. Otros dos asesinatos siguieron al del Sr. Dorval ese mismo fin de semana, entre ellos el de un periodista de Radio Télévision Caraïbes (RTVC) y el del propietario de un gran restaurante en el área de Pétion-Ville.
En otras ciudades provinciales, se han identificado varias víctimas adicionales, incluido un estudiante graduado de la Facultad de Agronomía y Medicina Veterinaria de la Universidad Estatal de Haití, que fue asesinado, mientras estaba en Saint Marc mientras abandonaba una manifestación, por policías y mercenarios, que apoyan a los poderes fácticos, y que circulaban en automóviles. Las bandas armadas mataron y quemaron vivas a personas en las zonas de Petite Rivière. La violencia estatal ha continuado sin cesar. Grégory Saint-Hilaire, estudiante de la Universidad Estatal de Haití, fue asesinado el 2 de octubre durante una manifestación en la que los estudiantes exigían la aplicación de un acuerdo firmado con el Ministerio de Educación, relativo a pasantías y nombramientos en instituciones de educación pública. Otro manifestante murió durante una manifestación el 5 de octubre tras recibir un disparo en la cabeza.
Terror en los barrios obreros
La ola de crímenes de Estado en Haití ha alcanzado un pico espectacular, sin perdonar a nadie en la población civil. La gente de los barrios pobres y obreros está sufriendo tremendamente a diario bajo el fuego constante de las pandillas armadas.
Las políticas del régimen del PHTK siguen siendo un fiasco total. Se han dirigido principalmente a la proliferación y politización de las pandillas armadas en los diferentes barrios obreros y a convertir a la fuerza policial del país en un grupo de gángsteres mafiosos, aumentando los actos criminales y represivos hacia la gente que se manifiesta pacíficamente en las calles.
La formación de la pandilla G9 an Fanmi e Alye (G9 Familia y Aliados), que aterroriza los barrios obreros, es una prueba viviente de la perversión del Estado haitiano: una expresión radical de toda su podredumbre e inhumanidad.
Ya se han perpetrado varias masacres en barrios obreros, como la de Carrefour-Feuilles, La Saline y Martissant. Nuevamente el 6 de septiembre, las mismas bandas criminales del G9, equipadas con equipo y uniformes policiales, y lideradas por el criminal Jimmy Chérizier, expolicía, atacaron el barrio de Bel-Air cerca del Palacio Nacional. Este operativo se cobró la vida de más de una docena de jóvenes, hirió a varias personas y provocó el incendio de varias casas. La gente abandonó la zona en masa para refugiarse en el Champ-de-Mars para salvar sus vidas.
Tres días más tarde, el 9 de septiembre, varias zonas de Bas Delmas, Cité Soleil y Tabarre se vieron sumidas en el caos cuando se produjeron disparos de armas automáticas durante un enfrentamiento entre varias bandas que trabajaban en nombre del gobierno y las fuerzas de seguridad.
El régimen del PTHK debe ser derribado
Las crisis en Haití se está acumulando y el gobierno no tiene credibilidad ni legitimidad a los ojos de la población para corregir la situación. Al contrario, todas las condiciones están cada vez más maduras para que la población derroque a este gobierno. El crimen, el robo y la mala administración son la norma en este país bajo el PHTK.
Si en un principio estas acusaciones parecían meras denuncias, hoy todos los informes de investigación han demostrado y confirmado claramente que Jovenel Moïse y muchos otros en puestos de autoridad en su gobierno son ladrones y despilfarradores de fondos públicos. Esto incluye dos informes del Tribunal Superior de Cuentas y de lo Contencioso Administrativo, hechos públicos el 31 de mayo y junio de 2019, respectivamente, así como la tercera parte del informe publicado el 17 de agosto de 2020.
Además, las bandas armadas reciben regularmente fondos, armas automáticas y municiones, a pesar de que Haití no fabrica armas ni municiones y de que el país está sometido a un embargo de armas. Solo puede haber una fuente fundamental de estos fondos y armas: el régimen del PTHK de Jovenel Moïse.
Necesitamos entender por qué el canibalismo y el cinismo del régimen del PHTK ha logrado llegar tan lejos. La mafia que Jovenel representa en Haití es una organización formada por neo-duvalieristas conservadores y miembros del sector empresarial privado haitiano y extranjero, sometidos al control del imperialismo estadounidense.
Dos elementos constituyen las principales motivaciones de esta mafia: el poder y el dinero. En realidad, esta red mafiosa ha podido enriquecerse aún más en los últimos años y ganar poder político, que estaba a punto de caer bajo el control popular al comienzo del ascenso al poder de Jean-Bertrand Aristide, es decir, por supuesto, antes de que él se desorientara en cuanto a las demandas reales del pueblo.
Así, la mafia del PHTK logró recuperar por completo el poder político y destruir radicalmente los demás poderes (legislativo y judicial) ignorando cualquier legislación que pudiera haber impedido continuar el robo de recursos públicos.
Después de Martelly, Jovenel fue designado por esta mafia para administrar el poder político. En este marco, Jovenel Moïse, como jefe de Estado, no es su propio amo. No puede gobernar como le plazca y debe responder a las necesidades y demandas de la clase dominante mafiosa. El ojo de la mafia es previsor y ejerce un gran poder sobre las instituciones y la economía del país. Si Jovenel Moïse no logra administrar el poder político de manera efectiva hasta que llegue el momento de pasarlo al siguiente títere designado por la mafia, podría verse amenazado él mismo y toda su familia con ser desaparecidos.
Así, encontrándose muy cerca de ser derrocado, está dispuesto a sacrificarlo todo, y deshacerse por cualquier medio de todo obstáculo para salvar su mandato; y así también a sí mismo, no sólo de la cárcel, sino del castigo de su propia organización mafiosa. Jovenel Moïse ve que su fin se acerca. Sintiendo el fuego de la ira popular, su cinismo y brutalidad hacia el pueblo aumenta en su desesperación por aferrarse a su cargo.
Socialismo o barbarie
Con el parlamento disuelto y Moïse gobernando por decreto, parecería que está consolidando y aumentando su poder. Esto es cierto hasta cierto punto, pero, al mismo tiempo, también hay otro proceso en marcha. Moïse, se está debilitando al mismo tiempo.
A pesar de su mal funcionamiento, el Parlamento de Haití jugó un cierto papel en la legitimación del gobierno de Moïse, o al menos, le proporcionó cobertura legal y política. En cualquier caso, la persistente desunión y el estancamiento político del parlamento constituyeron una constante distracción y desviación de los verdaderos problemas políticos que debían resolverse: la crisis económica y aumento del costo del combustible y de la vida en general, el aumento de la pobreza y el colapso de la infraestructuras, el escándalo y la corrupción de Petrocaribe, etc.
Los cuerpos armados del Estado juegan un papel importante en la sociedad capitalista. Proporcionan el apoyo ideológico y legal para el gobierno de la clase capitalista, pero también actúan como un amortiguador entre la clase dominante y el pueblo. Con el parlamento disuelto, Moïse gobierna directamente por decreto. Habiendo perdido la confianza de la policía, Moïse ha perdido el control sobre ella. También ha perdido el apoyo de otros pilares clave del gobierno burgués: la Corte Suprema y numerosas organizaciones de la sociedad civil (la Iglesia Católica, la Federación Protestante, asociaciones del sector privado, presidentes de universidades y defensores de los derechos humanos, etc.). Esto significa que Moïse ha perdido el apoyo de los amortiguadores más importantes entre él y la élite gobernante en nombre de la cual gobierna, por un lado, y las masas por el otro.
En este sentido, con cada paso que da Moïse para consolidar de su poder personal, para establecer la dictadura desnuda de la clase dominante, también da un paso más hacia un enfrentamiento con el movimiento popular y las masas.
Moïse se mueve en la dirección de un régimen bonapartista. Pero está en una posición extraordinariamente débil. Naturalmente, Moïse tiene mucho apoyo de los imperialistas y de la clase dominante haitiana. Ha comprado una alianza con las bandas del G9, pero fuera de esto tiene muy poco apoyo. Moïse no tiene ninguna base de apoyo entre el movimiento popular o las masas en general. Esto significa que le será dificil mantener su dominio y los intereses de la clase dominante. Moïse no tiene margen de maniobra entre las clases y, por lo tanto, será difícil que el Estado se eleve por encima de la sociedad hasta el punto de poder desempeñar el papel de árbitro máximo en la lucha de clases.
Si bien el régimen de Moïse es muy débil, la situación actual es muy peligrosa para la clase trabajadora y los pobres de Haití. El movimiento popular en Haití está siendo atacado. Sin embargo, aún no ha sido derrotado. Para establecer la dictadura desnuda de la burguesía, Moïse debe primero derrotar al movimiento popular. Esto será más fácil de decir que de hacer.
Si bien es posible un lento descenso a la dictadura desnuda, habrá importantes puntos de inflexión en el camino. Las masas tendrán la oportunidad de organizarse, luchar y cambiar la situación a su favor. La alianza de bandas G9 representa un enemigo bien armado y peligroso, pero también revela el aislamiento y la debilidad del régimen.
El movimiento popular debe enfrentarse a esta amenaza de frente. Bel-Air y otros barrios populares que están amenazados de ataque deben comenzar a organizar comités de defensa vecinales, bajo el control democrático de las organizaciones sindicales y comunitarias. Esta será la única forma de detener los ataques de las pandillas.
El asesinato del Sr. Dorval, el asesinato de estudiantes y las acciones asesinas de las pandillas ya han dado lugar a importantes protestas y manifestaciones en todo el país. El movimiento insurreccional de masas que ha estallado en numerosas ocasiones en los últimos años contra los recortes al subsidio a los combustibles, las elecciones fraudulentas, la corrupción y el escándalo de Petrocaribe muestran claramente que las masas están dispuestas a luchar. Lo que se necesita es una dirección revolucionaria dispuesta a marcar el camino. Las recientes protestas pueden ser vistas como una continuación de este movimiento de masas, y debemos hacer todo lo posible para asegurar que este movimiento continúe y crezca.
Poco antes de ser asesinado, Monferrier Dorval dijo:
“El gobierno es incapaz y por eso estamos sufriendo. Debemos cambiar el gobierno y debemos hacerlo a través de la Constitución … El objetivo debe ser reorganizar Haití para que podamos recuperar el orgullo [nacional] que perdimos hace mucho tiempo. Estamos constantemente en crisis, confiando en que los extranjeros nos digan qué hacer. Este país no está realmente gobernado».
Esto expresa, aunque de manera legalista, el deseo del pueblo haitiano de liberarse del dominio del imperialismo y a favor de una democracia genuina. Sin embargo, estas cosas no se pueden lograr a través de la Constitución, ni se pueden lograr bajo el capitalismo. La historia misma muestra que la clase dominante haitiana es incapaz de resolver estos problemas o desarrollar el país bajo su dominio. La Constitución de 1987 no resolvió nada, ¿por qué otro esfuerzo similar sería diferente?
En Haití, es realmente una cuestión de socialismo o barbarie. Mientras la burguesía gobierne Haití, el país estará dominado por el imperialismo. La pobreza aplastante y todos los males del capitalismo persistirán. El pueblo haitiano nunca será libre en estas condiciones. El único camino a seguir será que las propias masas derroquen a la podrida élite gobernante y reorganicen Haití, no en interés de una pequeña minoría de explotadores o de los imperialistas, sino en interés de las propias masas.