El 11 de febrero se cumple el primer aniversario de la caída de Mubarak. Verano, otoño e invierno han pasado desde la “primavera árabe” y las masas en Egipto todavía tienen tomadas las calles.
El 11 de febrero se cumple el primer aniversario de la caída de Mubarak. Verano, otoño e invierno han pasado desde la “primavera árabe” y las masas en Egipto todavía tienen tomadas las calles. A pesar de todo lo que ha pasado en los últimos doce meses, en lo fundamental nada ha cambiado para la mayoría de los egipcios ordinarios.
Ha habido una serie de victorias y derrotas para los trabajadores y la juventud de Egipto, pero ahora, a un año de la Revolución, el movimiento entra en una nueva etapa.
La continuación de la revolución árabe durante un año es una característica general a través de toda la región, tal como hemos explicado (aquí y aquí, en inglés). En Túnez, Siria, Libia y en cualquier lugar donde vemos claramente un proceso revolucionario en desarrollo. Con una población de más de 80 millones, una enorme clase obrera con fuertes tradiciones revolucionarias y una capa activa de millones de jóvenes revolucionarios, Egipto es claramente un país clave en este proceso. El movimiento en Egipto ha pasado por flujos y reflujos durante este año, con las masas revolucionarias movilizándose una y otra vez, incluyendo episodios como la vasta oleada de huelgas en septiembre de 2011 y la serie de manifestaciones del noviembre pasado.
1. Aniversario
El aniversario del inicio de la revolución el 25 de enero vio una nueva oleada de protestas y manifestaciones de masas contra el odiado régimen del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA), el cual se ha aferrado al poder desde la salida de Mubarak con una mezcla ecléctica de concesiones, maniobras políticas y represión abierta. Las confusas y vacilantes tácticas del CSFA del año pasado son un reflejo de las débiles bases sociales del régimen, el cual no ha sido capaz de satisfacer ninguna de las tareas de la revolución. Ninguna de las demandas democráticas de “libertad, justicia social y dignidad humana”, que fueron el eje en la revolución egipcia, han sido cumplidas. Tampoco se cumplieron las demandas materiales de los trabajadores y la juventud: trabajo, salarios, pensiones, etc. En el análisis final, ninguna de estas demandas —democráticas, políticas, sociales o económicas— pueden alcanzarse con un régimen indispuesto a romper con el capitalismo y abanderar un programa socialista.
La manifestación de conmemoración del 25 de enero fue de un tamaño comparable a las que vimos al inicio de la revolución un año antes. Los reportes sugieren que más de 300.000 tomaron parte en las marchas a la Plaza Tahrir desde varios distritos en El Cairo, con cientos de miles más llegando a Tahrir durante ese día.
Sin embargo, hubo una tensión en la multitud entre las diferentes capas de la sociedad, que se han diferenciado cada vez más durante los pasados doce meses. Aunque la revolución comenzó con una demanda clara—“¡Abajo el dictador! ¡Mubarak debe irse!”—claramente hay intereses diferentes que han quedado más claros con el tiempo. En sus raíces, éstos representan los diferentes intereses de clase entre la sociedad egipcia. Por un lado hay capas de clase media y con cierta riqueza, para quienes la revolución se ha completado. Para esta gente, el aniversario de la revolución fue tan solo una festividad, después de la cual todos deberían regresar calladamente a sus casas y dejar de hacer bulla. Por otro lado, están los trabajadores, los pobres de la ciudad, los campesinos y la juventud, para quien la revolución está lejos de concluir. Esta vasta masa de la sociedad se dejó ver claramente en la manifestación, con efigies del jefe del CSFA, Hussian Tantawi y cantos de “abajo, abajo el régimen militar”. Una consigna en un cartel resume la actitud de mucha gente con respecto a la manifestación en el aniversario: “Ésta es una revolución, no una celebración”.
2. La Hermandad Musulmana
La manifestación del 25 de enero de 2012 se vio seguida de protestas casi diarias contra el CSFA en la Plaza Tahrir y en otros lugares significativos y simbólicos, tales como la televisora estatal en Maspero, que fue escena de violentos enfrentamientos entre el ejército y una protesta encabezada por cristianos coptos en octubre de 2011.
Una característica notable de estas manifestaciones fueron los constantes enfrentamientos —tanto verbales como físicos— entre la Hermandad Musulmana y los revolucionarios, con cánticos contra la Hermandad, quienes son vistos por muchos como un acogedor aliado del régimen del CSFA. Desde el principio de la revolución, la Hermandad Musulmana (HM) se distanció de las manifestaciones masivas, y en muchas ocasiones se expresaron en contra, advirtiendo a sus partidarios que se mantuvieran alejados de ellas. Esto condujo a un rompimiento de las capas más revolucionarias—sobre todo entre la juventud— con la HM, abiertamente críticas de los líderes más antiguos y conservadores, desafiándolos al unirse a las movilizaciones. Los líderes de la HM son vistos como oportunistas extremos, sólo interesados en obtener asientos en el nuevo Parlamento, sin interés en resolver los problemas que enfrentan las masas. Un manifestante dijo en Ahram Online, un sitio de noticias egipcio, que “cantamos contra la Hermandad Musulmana porque están aquí para ‘celebrar’ el aniversario, pero no hay nada qué celebrar. Los oficiales que mataron a los manifestantes se encuentran libres y el juicio a Mubarak es una burla”.
En los medios de comunicación burgueses se han difundido mucho las victorias electorales de la HM en Egipto el pasado noviembre (y de otros partidos islámicos del mundo árabe) y no se ha escatimado espacio para advertirnos de la “amenaza del islamismo” en estos países.
Pero como se ha explicado anteriormente en relación con Egipto y Tunez, estas elecciones fueron notables por su alta tasa de abstencionismo, con las masas sin ver un partido que represente sus intereses, es decir, los verdaderos objetivos de la revolución. En el caso de Egipto, las elecciones en noviembre de 2011 fueron precedidas por días y semanas de protestas contra el régimen del CSFA y la forma en cómo se organizó el proceso electoral, visto muy certeramente por muchos como fraudulento. Los líderes de la HM se opusieron continuamente a estas protestas y, en algunos casos, incluso organizan sus propias contra-manifestaciones.
Los cantos contra los líderes de la HM en estas últimas manifestaciones, acompañados por la deserción de la Hermandad de muchos jóvenes revolucionarios, muestran que la HM no tendrá un viaje placentero si llega al poder después de las elecciones. Como el régimen del CSFA, seguirán enfrentando una multitud de demandas políticas y sociales, las cuales no podrán lograr sin un fuerte viraje a la izquierda—un viraje que sería anatema para los líderes que actualmente deciden la política de la HM.
El 1 de febrero, la situación en Egipto tomó una nueva dirección con la muerte de 74 asistentes a un partido de futbol en la ciudad de Port Said. Al final del partido entre los locales, el club de futbol de Masry y el equipo de El Cairo, Ahly, los hinchas del Masry irrumpieron en el terreno de juego y arremetieron contra la gente que apoyaba a Ahly. No queda claro si el ataque de Masry fue ocasionado por agentes provocadores o por lúmpenes hooligans; lo que sí queda claro es que la policía local y las fuerzas de seguridad en el estadio no hicieron nada para prevenir la andanada de la barra del Marsy contra los de Ahly. De acuerdo con un reporte en twitter: “la policía abrió el camino a las hordas de Masry para que nos alcanzaran… cuando la gente del Ahly intentó escapar, encontraron cerradas las salidas, que normalmente estaban abiertas al final de los partidos”.
Miles se reunieron en la estación principal del tren en El Cairo a la mañana siguiente para recibir a los aficionados que regresaron, con miles más juntándose en la Plaza Tahrir durante el 2 de febrero. Los aficionados del Ahly, conocidos como los Ultras Ahalwy, hicieron a un lado cualquier rivalidad y se unieron con la barra del [también cairota y rival] club Zamalek, conocidos como los Ultras Caballeros Blancos. Cánticos de “abajo, abajo el régimen” se oyeron una vez más mientras las dos barras marcharon, junto con grupos políticos, al Ministerio Interior a demandar la renuncia del gobierno militar.
Estos Ultras estuvieron al frente de la revolución desde el principio, ganaron fama organizando la seguridad contra los matones contratados por Mubarak en los primeros días del movimiento y defendiendo las manifestaciones contra los ataques de las fuerzas de seguridad desde entonces. Muchos ven la respuesta policíaca del 1 de febrero en el partido de fútbol como venganza por el rol prominente y revolucionario de los hinchas de fútbol, y culpan a las fuerzas de seguridad egipcias por la escalada mortal en el estadio. Uno de los aficionados dijo que “es político…Los Ultras Ahlawy está marcados por su rol en la revolución.” De acuerdo a numerosos reportes, las fuerzas de seguridad, que normalmente tienen una fuerte presencia en los partidos para prevenir enfrentamientos, estaban notablemente reducidas en número y mostraron una respuesta pasiva a la violencia de los aficionados de Masry. Otro aficionado del Ahly dijo a Ahram Online:
“La policía se ausentó deliberadamente de este partido para incrementar la violencia… Es claro que el enfrentamiento fue arreglado y las fuerzas de seguridad participaron en él, para distraernos de la revolución. El Estado necesita que la gente se enfoque en otras cosas”.
Si los eventos en el partido del Masry-Ahly fueron organizados a propósito por el Estado para distraer a las masas, entonces, desafortunadamente para el CSFA y la policía, estas tácticas tuvieron el efecto contrario, con las masas culpando al Consejo Militar y al ministerio del Interior por los sangrientos eventos de Port Said. En una situación revolucionaria, cuando la lucha de clases está en su punto más alto y las tensiones en la sociedad alcanzan su pico, cualquier chispa encontrará una vasta cantidad de material altamente combustible, lista para encender regularmente, con consecuencias explosivas. La protesta del 2 de febrero continuó durante los siguientes dos días y noches mientras los Ultras, defendiéndose con palos y piedras, se enfrentaron con las Fuerzas Centrales de Seguridad (FCS), que dispararon balas de goma y gas lacrimógeno a las masas. Los reportes sugieren que ha habido 5 muertos y cerca de 1.500 lesionados durante estos enfrentamientos.
3. Huelga General
Adicionalmente a las manifestaciones del aniversario de la revolución y las protestas de los aficionados de fútbol, numerosos grupos amenazan con una campaña de desobediencia civil en el aniversario de la salida de Mubarak el 11 de febrero. La campaña fue convocada por un conjunto de grupos políticos, incluidos sindicatos y sindicatos estudiantiles, con tácticas como la de no pagar impuestos ni facturas de servicios públicos. Las marchas de protesta están siendo planeadas con el compromiso de la asistencia de los estudiantes universitarios, e incluso ya se hizo un llamado a la huelga general. Una vez más, la dirección de la HM se opuso públicamente a dichas tácticas, con el secretario general de la HM, Mahmoud Hussein, diciendo que:
“Estos llamados son extremadamente peligrosos y amenazan a la nación y su futuro… Una huelga general vería el tránsito de los trenes bloqueados, sin transporte, ni trabajo en las fábricas, institutos o universidades.”
“También significa que nadie pagaría impuestos al Gobierno ni cuotas al servicio público, lo que dañaría la de por sí dañada economía y esto encaminaría al declive del país.”
La declaración de Hussein es correcta, una huelga general de los trabajadores egipcios tiene el potencial de detener la economía. Después de todo, como se dice regularmente, no se prende un foco, ni suena un teléfono ni una sola llanta rueda sin el amable permiso de la clase trabajadora. Sin embargo, desafortunadamente, Hussein saca la conclusión opuesta a los marxistas con respecto a este hecho. Para Hussein, una huelga general es “extremadamente peligrosa” y la amenaza de “la nación y su futuro” que “encaminaría al declive del país.” Por supuesto, a lo que Hussein realmente le preocupa es la amenaza a las ganancias de los grandes negocios y de los capitalistas, cuyos intereses guarda en su corazón.
Sin embargo, para los marxistas, la huelga general no es un acto aislado. Es la muestra del poder de la clase trabajadora, el cual, si se organiza correctamente por una dirección revolucionaria, puede generar en las masas confianza y plantear la cuestión del poder en la sociedad. En lugar de que simplemente se busque lastimar a la economía, una huelga general indefinida debería usarse como un llamado a los trabajadores para ocupar sus lugares de trabajo, organizar comités de fábrica y consejos locales, y comenzar a producir para sus propios intereses, no para los de los patrones y sus representantes políticos en el poder.
Fue una oleada huelguística por todo Egipto la que el año pasado dio el empujón final a Mubarak, necesario para derrocarlo. Adicionalmente, la creación de más de 150 sindicatos independientes y las continuas huelgas de los doce meses pasados indican el potencial para que la clase trabajadora egipcia entre en acción en un plano mayor que antes. El tamaño y la frecuencia de las manifestaciones de masas durante el año pasado muestran lo profundo del apoyo que tiene la revolución.
Todos los factores objetivos para que la revolución triunfe están presentes, y lo han estado desde el inicio de la revolución. El régimen militar no ofrece salida a las masas; al contrario, éste tiembla débilmente y se tambalea de evento en evento. Los grupos políticos liberales e islámicos que esperan planeando, tampoco proveen de alternativa. Las capas intermedias de la sociedad, tales como los estudiantes, muestran un fuerte deseo por la continuación y la escalada de las luchas. Previamente, capas de la “clase media” como profesores, académicos y doctores se encontraban al frente de las huelgas por salarios y mejores condiciones. La valentía de las masas al enfrentar los brutales ataques de la policía no tiene límites.
El factor principal que hace falta es el factor subjetivo de una dirección revolucionaria. En la ausencia de éste, la revolución se prolongará con muchos meses más de flujos y reflujos por venir. Los eventos en Egipto, Oriente Medio y el resto del mundo se desarrollan a un ritmo cada vez más rápido. Es tarea de los marxistas intervenir en dichos acontecimientos, analizar las contradicciones que enfrenta la sociedad y explicar pacientemente los pasos necesarios que se tienen que seguir; en otras palabras, construir las fuerzas del marxismo y forjar el arma de la dirección revolucionaria que se necesita para ponerle fin a la barbarie del capitalismo.
9 de febrero de 2012