En los canales nacionales ha circulado un spot publicitario del gobierno en el cual realzan el trabajo de una institución del Estado: el Ejército, asegurando que con el gobierno actual “ha nacido” una nueva Fuerza Armada, que está al servicio de todos los salvadoreños. Ante esto nos preguntamos ¿puede una institución como el Ejército estar completamente al servicio de todas las personas en general dentro del sistema capitalista?
En el sistema capitalista el Estado es el producto del carácter irreconciliable entre las clases y las instituciones el cual sirve a la burguesía solamente para la protección de sus negocios, es de esta relación que nace el Ejército, la parte operativa de la defensa de los intereses de la clase dominante con el único objetivo de oprimir a la clase trabajadora.
Como vemos el Estado se encuentra divorciado de los intereses de la clase trabajadora, al estar separado necesita un destacamento especial de hombres armados que son situados por encima de la sociedad, y son la fuerza y el poder con la cual el Estado puede realizar su trabajo. No es de extrañarse que el entrenamiento de los militares sea en muchas ocasiones para torturar, reprimir y asesinar personas que se atreven a no estar de acuerdo con las injusticias del sistema, un ejemplo de esto, es la Escuela de las Américas en Panamá que sigue formando militares en “contrainsurgencia” lo cual no es más que el asesinato y desaparición sistemática de la clase trabajadora organizada puesto que el objetivo de estos grupos dentro de las fuerzas de represión es detectar y destruir a los miembros de las organizaciones sociales y grupos que son considerados como insurgentes.
Muchos ejemplos de las atrocidades cometidas por la Fuerza Armada se pueden encontrar a lo largo de la historia de El Salvador, algunas como la masacre de 1932, en la cual se asesinó un estimado de treinta mil personas, las cuales en su mayoría era población indígena del país; tanto ha repercutido este etnocidio que en la actualidad se lucha por tratar de conservar el náhuat como lengua patrimonio del país, ya que en muchas partes se dejó de hablar por miedo a las represalias por parte del Estado y las FFAA que muchas veces llevaban al asesinato.
En la década de los setenta los sindicalistas y trabajadores que exigían sus derechos eran desaparecidos, y en la mayoría de veces sus cuerpos eran encontrados con signos de tortura, mutilaciones o totalmente desfigurados. El 8 de mayo de 1979 cerca del mediodía la Policía Nacional que en ese momento era parte de los cuerpos de seguridad del Ejército, abrió fuego contra cientos de estudiantes, campesinos y trabajadores que se manifestaban por la desaparición de familiares.
Igualmente no se puede dejar de lado las masacres que realizaron efectivos de la Fuerza Armada entre 1980 y 1981 en la cuales asesinaron a miles de campesinos en la zona oriental del país, la primera el 14 de mayo de 1980, en la cual tras un operativo militar en el caserío Las Aradas fueron masacradas más de 900 personas que huían de este operativo cruzando el rio Sumpul. La segunda realizada el 11 de diciembre de 1981, 5 compañías del batallón Atlacatl llegaron al caserío El Mozote para masacrar a más de mil campesinos.
El 9 de febrero del 2020, el gobierno de Nayib Bukele utilizó el Ejército como una herramienta de presión dirigida a la Asamblea Legislativa, para la aprobación del presupuesto millonario en seguridad que hasta la fecha jamás fue especificado y que contiene muchas irregularidades, recortando casi en su totalidad los programas sociales brindados a educación, juventud, el agro y la salud pública; este exabrupto contra el Parlamento devela el verdadero objetivo de una institución como el Ejército.
Con el advenimiento de la pandemia del Covid-19, la primera respuesta del Estado fue el uso desproporcionado de militares y policías para la contención ilegal de personas que irrespetaran la cuarentena obligatoria, ya que las detenciones fueron realizadas sin especificaciones legales, transportando a personas a centros de cuarentena que en su mayoría estaban hacinados y sin ningún protocolo de aislamiento, algunas de ellas inclusive estuvieron retenidas en bartolinas de la PNC. El uso desmedido de estas instituciones represivas conllevó a cientos de denuncias en la Procuraduría de la Defensa de los Derechos Humanos por golpizas proporcionadas durante las detenciones.
Por otro lado, recordando las nefastas medidas realizadas en tiempos del conflicto armado, en las cuales un lugar específico era rodeado por el Ejército para que grupos paramilitares pudieran realizar cualquier tipo de atrocidades, se utilizoó a “la nueva Fuerza Armada” para realizar un “cerco sanitario” en el municipio de La libertad, que no fue más que un asedio de la población, debido a que la movilización inclusive para compras básicas y necesarias fue restringida.
Ante estas evidencias que ofrece la historia nos damos cuenta que la Fuerza Armada es como se ha mencionado antes, un instrumento para la opresión, tortura y asesinato de la clase trabajadora salvadoreña, aunque en la actualidad el gobierno quiera darle un matiz de total servicio a la población, esta es una falacia que puede probarse con los pocos ejemplos mencionados.
Con lo anterior expuesto respondemos a la pregunta inicial y es que no existe ningún Ejército al servicio de la clase trabajadora, el uso de la Fuerza Armada en la sociedad en muchas ocasiones recrudece en gran medida los problemas, especialmente los de seguridad debido a que los militares son entrenados para matar.
La única forma de resolver los problemas que aquejan a la clase trabajadora en la actualidad no es el uso constante de la Fuerza Armada, sino por el contrario es elevando los niveles de vida, dando a los trabajadores y sus hijos derechos como educación, vivienda, sana alimentación, acceso a la salud gratuita, agua de calidad, un ambiente limpio donde vivir.
La clase trabajadora no necesita de individuos proclamados héroes, como es el caso del ministro de la Defensa Merino Monroy, más si este representa una institución que históricamente ha servido para el asesinato y la desaparición de miles de salvadoreños. La organización del pueblo pudo haber gestionado el resguardo y la cuarentena en sus comunidades, con una campaña de educación adecuada, el uso de los ecos familiares, trabajadores de la salud en vez de utilizar militares que cumplieron el papel para los que fueron creados, asediar y perseguir a la clase trabajadora.
No existe ni existirá una “nueva Fuerza Armada” bajo el capitalismo, la resolución de los problemas del país viene de la organización de la clase trabajadora, y su lucha contra los ricos por obtener una vida más digna sin un sistema tan falto de compasión hacia la vida y la dignidad como es el sistema capitalista.