El covid-19 no solo ha dejado al desnudo la precariedad de los sistemas de salud a nivel mundial, también nos muestra la gran desigualdad entre ricos y pobres. A esta desigualdad por clases, que hace de la cuarentena un infierno para los pobres, debemos agregar además la violencia de género, que literalmente ha resultado mortal para muchas mujeres durante la cuarentena; y es que los casos de abuso contra las mujeres han aumentado tras las medidas de confinamiento implementadas por los gobiernos.
Una evidencia clara del grave auge de los casos de violencia doméstica en todo el mundo, en el marco de la pandemia, son las recientes declaraciones del Secretario general de la ONU, Antonio Guterres. En efecto, el pasado 6 de abril, publicó en su cuenta Twitter @antonioguterres lo siguiente: «La paz no es sólo la ausencia de la guerra. Muchas mujeres bajo encierro por #COVID19 enfrentan violencia donde deberían estar más seguras: en sus propios hogares. Hoy pido paz en los hogares de todo el mundo. Insto a todos los gobiernos a que pongan la seguridad de las mujeres primero mientras responden a la pandemia».
Sin embargo, el llamado a la “paz en los hogares”, sin tomar en cuenta las causas de la opresión de la mujer, y sin medidas efectivas por parte de los gobiernos y Estados para hacer frente a esta situación, al final serán simples palabras huecas; lo cual, entendiendo ademásel carácter burgués de los Estados modernos, y de la gran mayoría de gobiernos en el mundo, requerirá también de la movilización y presión de las masas trabajadoras.
Las cifras no dejan de crecer, la violencia de género no tiene nacionalidad
El portal de noticias France24, en un artículo publicado el 03 de marzo del año en curso, señala que «en el mundo 137 mujeres son asesinadas por un miembro de su familia cada día, 58 de cada 100 son asesinadas por su pareja o familiares y que América es el 2do continente con mayor tasa de feminicidios, después de África». Considerando esa estadística, sólo en manos de familiares mueren más de 50.000 mujeres al año, cifra que como veremos a continuación se ha disparado durante la pandemia del covid-19.
Muchos países del continente americano han registrado aumentos en la violencia de género desde el inicio del aislamiento social. México registró un crecimiento de 120% en las llamadas al servicio de emergencia por esta causa. En Argentina, el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad ha informado que las llamadas por violencia doméstica han crecido un 39% y que se produjeron 19 femicidios, de los cuales el 45% fue en manos de su actual pareja. La Fiscalía General de Colombia dio a conocer que, en los primeros quince días de la cuarentena, fueron asesinadas 12 mujeres por feminicidios. En el mismo periodo se habían recibido 55 casos de violencia sexual y 132 de violencia intrafamiliar.
Venezuela no es la diferencia
En el caso de Venezuela, es lamentable la poca información que se maneja respecto a cifras oficiales. Sin embargo, el portal de noticias Cotejo.info señaló que «de acuerdo con el monitoreo realizado semanalmente a los medios de comunicación regionales y nacionales por el equipo de Cotejo.info, van 115 mujeres asesinadas en Venezuela al 14 de mayo». En el mismo informe señalan que «al menos 54 asesinatos (46,96%) califican para ser considerados feminicidios, de acuerdo con la Ley Orgánica por el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia».
Ante esta realidad, el gobierno nacional a través del Ministerio para la Mujer e Igualdad de Género, junto al Ministerio de Relaciones Interiores, Justicia y Paz y al Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), han puesto en marcha la campaña «Cuarentena Libre de Violencia», hasta el momento muy poco difundida.
Ahora bien, sólo por sí misma, una campaña contra la violencia doméstica es totalmente insuficiente para combatir este flagelo en la realidad. Para ello se requiere (al igual que ocurre con las buenas palabras e intenciones del Secretario de la ONU) muchas más cosas. Se requieren medidas concretas que tengan un impacto decisivo en la cruda situación que viven las mujeres venezolanas en la actualidad, de las cuales hablaremos más adelante.
Carnet de la patria, como herramienta de denuncia
Así como el gobierno nacional ha usado la plataforma del sistema Patria para el seguimiento del COVID-19, a través de encuestas sobre posibles síntomas relacionados con el virus, consideramos que este instrumento también puede ser un medio para la realización de un censo nacional para conocer con mucha más precisión los niveles actuales de violencia contra las mujeres en nuestro país.
Así mismo, al estar el sistema Patria enlazado con los jefes de calle del CLAP y los consejos comunales, éstos podrían recibir capacitación para apoyar un censo de esta naturaleza, o para la recepción de denuncias de violencia doméstica.
El sistema Patria, así como otros mecanismos, pudiera ponerse al servicio de la lucha contra la violencia de género. Sin embargo, para que esto ocurra también deben cambiar las políticas de Estado y eso solamente será posible a través de la organización y la lucha contra la opresión en todas sus formas.
Abolir la violencia de género: Una lucha inmediata
Es cierto que no podemos obviar el hecho de que la violencia de género, y en particular la violencia doméstica contra la mujer, son fenómenos sociales ligados al modo de produccióncapitalista, que a su vez se basa en la propiedad privada de los medios de producción y la explotación del trabajo ajeno para el enriquecimiento de una minoría parásita.
Más aún, la opresión de la mujer es incluso más antigua que el capitalismo. La opresión contra la mujer en general y la violencia contra la mujer en particular, nacieron con la sociedad de clase, con la propiedad privada y el Estado, y por lo tanto sólo podrán ser realmente superadas cuando la propiedad privada de los medios de producción, el Estado burgués y la sociedad de clases sean abolidas. No podrá haber emancipación de las mujeressi no hay revolución socialista, si el capitalismo no es destruido.
No obstante, la cuestión de la violencia de género tampoco puede ser considerada una lucha para el día después de la revolución socialista. La lucha de los revolucionarios es contra toda forma de opresión hoy mismo, y la violencia contra la mujer es una de esas formas de opresión.
Es más, los revolucionarios debemos apoyarnos en la lucha por reformas concretas para mejorar la situación de vida de las trabajadoras y trabajadores, como un medio para impulsar la lucha general por el derrocamiento del capitalismo. La lucha por la revolución socialista está ligada a la lucha por la igualdad de las mujeres, e indiscutiblemente, la lucha por el derecho a una vida libre de violencia de género es una reforma fundamental por la que debemos luchar.
Actualmente en Venezuela, no solamente por el coronavirus sino también debido a la crisis, las mujeres son, sin duda alguna, el sector más afectado de las masas trabajadoras. Como ya señalamos, luchar por los derechos de las mujeres también implica luchar contra el sistema capitalista venezolano en crisis y su Estado burgués.
Es necesario entonces seguir organizándonos contra la violencia machista en comités locales, regionales y nacionales. Dichos comités deben impulsar como mínimo una asamblea mensual, para discutir regularmente la problemática de la violencia contra la mujer.
A pesar de la cuarentena, debemos levantar la voz y exigir el alto a la violencia doméstica y a toda forma de violencia contra la mujer en general, y una vez que las condiciones lo permitan y se flexibilicen las restricciones de tránsito y reunión, ¡debemos tomar de nuevo las calles por nuestros derechos! ¡Mientras la sociedad de clases machista continúe oprimiendo a las mujeres, no hay posibilidad alguna de liberación de la humanidad!
¡Luchemos juntas contra la violencia de género, luchemos juntas por el socialismo!
¡Derrotemos el machismo, derrotemos el capitalismo!