La lucha de independencia irrumpe tras una serie de profundas contradicciones acumuladas. No es casualidad que, en dos décadas, la inmensa mayoría de las colonias españolas, francesas y portuguesas en América se liberaran.
Pocas zonas del planeta estaban ligadas a la economía global como la Nueva España, el hoy México y el sur de Estados Unidos, que dotó de plata al comercio mundial y de otras mercancías. Era una zona de producción e intercambio que dio importantes recursos minerales, agrícolas y manufacturados al mundo. El destino político de España también dependía del destino de la Nueva España.
La sociedad colonizada adoptó formas de explotación precolombinos manteniendo el tributo a las comunidades indígenas. Pero introdujo otras formas de explotación semejantes a la esclavitud para sectores claves como la minería, que después iría sustituyéndose por trabajo asalariado en condiciones de sobreexplotación. Las haciendas y los latifundios se establecerían como una forma importante de explotación, que también se usó como una reacción ante la corona, al buscar zonas autosustentables que permitieran una mayor autonomía.
Trotsky dijo en algún momento que: “El descubrimiento de América, que en un principio fortaleció y enriqueció a España, se volvió contra ella”. El declive de España se dio a la par del ascenso de nuevas potencias capitalistas, principalmente Inglaterra. En 1700 la dinastía borbónica asume la dirección de la monarquía española. España se vio envuelta en toda una serie de guerras europeas. La más importante sería la guerra de los 7 años (1756-1763), que tuvo un carácter internacional, que derivaría en un conflicto abierto entre Francia, a quien España apoyó, e Inglaterra, quién terminaría victoriosa. Se dio un nuevo reparto del mundo que desplazó a Francia de América y puso como la principal amenaza a Inglaterra.
Alrededor de 1760 comenzaron toda una serie de reformas que se fueron desarrollando por medio siglo, conocidas como las reformas borbónicas, que tendrían enormes repercusiones en sus colonias en América. Primeramente, buscaron consolidar y afirmar su dominio político. Los criollos serían desplazados de los altos cargos, sustituidos por peninsulares. Entre 1760 y 1780 los criollos son desplazados de los altos cargos al grado que sólo un tercio de los puestos Estatales eran ocupados por ellos. En el terreno religioso esto significó el desplazamiento de las misiones y el fortalecimiento del clero regular. Los jesuitas, que fueron muy populares en la nueva España, serían expulsados. Los americanos eran vistos como gente menos capaz, aun cuando ya existían aportes importantes en la ciencia, en la cultura, en la arquitectura y en el arte que venían del “nuevo continente.” Esto fue acumulando un fuerte resentimiento en América, entre los criollos, pero también entre las clases explotadas.
Las reformas políticas de los borbones implicaron a su vez, desde el inicio, el buscar más recaudación fiscal. Tenían que fortalecer al ya pesado estado monárquico, tanto en la península como en América, fortaleciendo los ejércitos y financiando guerras que comúnmente terminaban en fracaso. La nueva España era legalmente un Virreinato, pero esto era algo formal pues se le trataba y explotaba como colonia.
El incremento y la imposición de impuestos afectaron a todas las clases, se llegaron a dar casos como el que se obligó a las familias ricas a dar préstamos a la corona los cuales nunca pudo pagar. Los campesinos, el incipiente proletariado (en minas y textiles) y los esclavos fueron de los más afectados, al incrementárseles impuestos, costos de productos básicos y someterlos a condiciones de salvaje explotación. La corona asumiría el monopolio de la sal y mercurio o el azore, para mantener el control de la producción de la plata, la mercancía fundamental. Los borbones terminarían incluso arrebatando parte de los ingresos de su gran aliado el clero. El nivel obsceno de saqueo para sostener al pesado Estado llevó a una decadencia interna y a una caída en las fuerzas productivas.
1808: el punto de inflexión
Entre 1775 y 1783 se da una lucha que lleva a la independencia de las 13 colonias británicas en América, que sería una inspiración para el resto de las colonias en el continente. Seguido de ello, en 1789, se viviría la gran revolución francesa y a la postre sería el detonador de la independencia de Haití. Las ideas de la revolución burguesa fueron penetrando en América con paso firme.
El pueblo español detenta una gran tradición revolucionaria, muy contrario a sus dirigentes. Los borbones jugaron un papel despreciable. La revolución burguesa en Francia degeneraría con el ascenso de Napoleón Bonaparte y la restauración de un imperio, pero que ahora se sustentaba en una economía capitalista. Amenazante, con su ejército, Napoleón jugó un papel de árbitro entre los conflictos de Carlos IV y Fernando VII, en España, pero al final los tomó como prisioneros e impuso en el trono a su hermano José I. Eso formaba parte de las invasiones Napoleónicas en Europa.
Si la monarquía era un cuerpo podrido, el pueblo español tenía enorme vitalidad y respondió con una insurrección en Madrid. Si bien Napoleón la aplastó con sangre, no pudo evitar una prolongada guerra de guerrillas. Se formarían juntas autónomas que desconocían al rey francés, ese ejemplo se replicaría en el continente americano. En la península el proceso evolucionó a la construcción de la Asamblea de Cádiz, que establecería una constitución monárquica liberal. Marx escribió sobre este congreso en estos términos:
“Las circunstancias bajo las cuales se reunió este congreso, no reconocen punto de comparación en la historia. Ningún cuerpo legislativo había congregado a miembros procedentes de partes tan-diversas del orbe; ninguno había tenido que adoptar decisiones sobre territorios tan dilatados en Europa, América y Asia, sobre razas tan diferentes e intereses tan complejos; y esto en tiempos en que casi toda España estaba ocupada por los franceses y que el congreso mismo, literalmente aislado de España por huestes enemigas y proscrito en una angosta faja de tierra, tenía que legislar a la vista de un ejército que lo cercaba y asediaba”.
En el caso de la Nueva España se da un intento de reforma legal. Se da un enfrentamiento entre el ayuntamiento, mayoritariamente criollo, y la Audiencia, controlada por los ibéricos. Los primeros pedían una junta Permanente que abría el camino a una mayor participación criolla, algo que alarmó a la aristocracia española, y los segundos una Junta Representativa que declarara autoridad suprema al Virrey. Los interesantes debates políticos, en que su ala izquierda incrustaba ideas ilustradas, fueron respondidos por la palabra de las armas, concretándose un golpe de Estado, impulsado por los ricos comerciantes gachupines, contra el virrey Iturrigaray. Con ello se desplomó cualquier posibilidad de concesión legal. Los criollos reformadores y los nacientes revolucionarios ocuparían las cárceles o las tertulias como arma de reunión y conspiración.
La insurgencia: la revolución viene de más abajo
Al ser descubierta la conspiración de Querétaro, Miguel Hidalgo llama a la insurrección y a acabar con el pago de los tributos. Tras él e Ignacio Allende se levantaría una insurrección popular que adquirió características que llevaron el proceso más allá de lo que los timoratos criollos querían. Las masas se vengaron de 300 años de explotación y esclavitud. Recordando a los cartistas, inundaron las minas para que no se pudiera trabajar en ellas y en cada ciudad tomada por los Insurgentes actuaron contra los bienes de los grandes hacendados. Hidalgo, impactado por su base, abriría las cárceles, decretaría la abolición de la esclavitud en las ciudades que tomaban y realizaría decretos como repartir tierras a los naturales. Lo que vimos aquí fue una insurrección de las clases explotadas dirigida por los criollos, que fueron configurando un programa burgués republicano influenciado por su base social explotada.
Se puede criticar que la insurgencia era una masa poco organizada y disciplinada, también que Hidalgo desde el Monte de las Cruces, cuando podía invadir la Ciudad de México, titubeó y no se atrevió a atacar; que, tras esto, la dirección del movimiento, Allende e Hidalgo, acrecentó sus choques y divisiones. Lo que no se puede negar es que la acción revolucionaria de las masas rompería la columna vertebral del Virreinato y el proceso entraría en un camino de no retorno. Eso pasó en poco más de tres meses que van desde el levantamiento en Dolores, el 16 de septiembre de 1810, hasta la derrota en Puente de Calderón o incluso menos si consideramos el golpe de dirección cuando Allende asumiría el cargo de la insurgencia y tomaría prisionero a Hidalgo.
Las divisiones entre los dirigentes insurgentes van más allá de asuntos militares, expresan divisiones de clase al vincularse o despreciar a las masas explotadas. Las masas, al vengarse de 300 años de colonización, tomaron acciones contra los gachupines (españoles nacidos en Europa), un claro ejemplo de ello está en la toma de Guanajuato y el ataque a la Alhóndiga de Granaditas que se dice fue incendiada por un obrero minero conocido como el Pípila. La acción violenta de las masas asustaría a muchos criollos que renegarían de la lucha insurgente.
También hubo divergencias programáticas pues unos defendieron el fernandismo (el regreso de Fernando VII al trono), expresando una reforma que diera más concesiones a los criollos y otros que terminarían planteando la abierta independencia. En parte la primera postura obedecía a la lógica de que no se podía hacer frente a las grandes potencias que asechaban y se necesitaba de una de ellas para que los protegiera.
Las divisiones entre Allende e Hidalgo y entre López Rayón y Morelos, son muestra de ello. Esas divergencias se expresarían en la propia consumación de la independencia y en las divisiones del México independiente entre conservadores y liberales, de esos últimos, ya en el porfiriato, se desprendería un ala izquierda que planteó con claridad que lo que se necesitaba no era una igualdad ante la ley sino una real revolución social. Sus elementos más radicales plantearon o llevaron a la practica acciones contra la gran propiedad privada de los medios de producción en beneficio de las clases explotadas.
Morelos: la segunda fase de la revolución
Una cosa más que permitiría la insurrección de Hidalgo sería el levantar el ejemplo llevando a abrir más focos insurgentes que se fueron desarrollando y tendrían a su mejor representante en la figura de José María Morelos y Pavón. Él crearía un ejército más disciplinado y llegaría a tener bajo su control a la mitad del territorio de la Nueva España. Además, llevaría adelante un congreso constituyente, respaldado en el poder real que su movimiento revolucionario tenía al controlar gran parte del territorio de la Nueva España. Se establecería una constitución liberal, aunque con intolerancia religiosa, no aceptando otra religión que la católica. Esta constitución se inspira en los ideales de la revolución burguesa, aunque se establece la lucha para disminuir la desigualdad social y queda claramente expresada que la soberanía de la nación emana del pueblo. El poder Virreinal no había terminado de ser derrotado, había una dualidad de poderes que al final significaba que los realistas se impusieran o los insurgentes.
El ejército de Morelos estaba dirigido en general por criollos con cierta posición social, dueños de haciendas, militares y párrocos. Los diputados constituyentes tenían este componente de clase, pero tras de ellos estaban esclavos, indígenas, campesinos, mineros, etc.
Sobre esta diferencia de clase podríamos poner un ejemplo entre las mujeres que participaron dentro del movimiento de Morelos. Las mujeres jugarían un rol muy importante en la revolución de independencia, principalmente en la alimentación de la tropa, el cuidado y cura de heridos, de espías, informantes y de seductoras de la tropa (convencer al enemigo de cambiar de bando). Pero hubo algunas que fueron más lejos, podríamos mencionar a la criolla Leona Vicario, quien además de jugar un papel destacado en la organización clandestina Los Guadalupes y financiar al movimiento, jugó papeles políticos importantes como la escritura de artículos para la causa. Pero también podríamos mencionar casos como la indígena Manuela Molina, de Taxco. Mientras Leona se vería obligada a pedir el indulto de la corona, Manuela luchó hasta la muerte. Levantaría una tropa en Texcoco, se sumaría a los ejércitos de Morelos participando en varias batallas al grado de conocerse con respeto como la Capitana. Las heridas en la toma de Acapulco la llevarían a la muerte.
Tras la muerte de Morelos, la insurgencia entró en caos y pronto se dispersó, quedando pequeños focos de resistencia. Parecía una derrota inminente y que todo estaba perdido. La corona dio indultos y cooptó a insurgentes que los aceptaron al aparato Estatal Virreinal. Casi todos los criollos aceptaron esto y algunos de hecho terminarían abiertamente enfrentado a los insurgentes. Pero hubo quienes no se rindieron. Por ejemplo, Pedro Moreno y José Antonio Torres en el Bajío y Nicolás Bravo, Guadalupe Victoria y Vicente Guerrero al sur, quienes resistieron frente a un ejército que los superaba en mucho en miembros y armamento.
Xavier Mina
La lucha de independencia de España rindió frutos, sumado al descalabro de Napoleón en Waterloo. Los franceses tuvieron que abandonar la península Ibérica, pero el triunfo significó el regreso de los elementos más putrefactos y conservadores de la sociedad española. Fernando VII traicionó a quienes lucharon por la independencia de España y canceló de un golpe el congreso restableciendo el absolutismo y odiadas instituciones como la inquisición. Xavier Mina, sacaría la conclusión que la defensa de sus ideales estaba en la lucha contra los tiranos que eran los mismos que oprimían a las colonias. De tal forma que se fue a luchar por la libertad de América, reavivando temporalmente la lucha. En el año 1817 llegaría a la Nueva España.
Como compañero de armas encontró a Pedro Moreno y su armada combatiría hasta la muerte, su lucha no fue suficiente para cambiar la balanza y terminaría derrotado. Capturado por sorpresa sería después asesinado en enero de 1818. Ese fue otro duro golpe, un año después prácticamente era Vicente Guerrero y Pedro Asencio quienes mantenían la resistencia.
La década terminaría con una sociedad cansada de la guerra, una insurgencia debilitada, no derrotada, pero sin perspectivas de triunfo pues había recibido estocadas severas y estaba desgastada y en reflujo.
Avance liberal en la Península y giro conservador en Nueva España
El despotismo y la traición de Fernando VII llevó a una nueva insurrección al sur de España en 1820 que obligaría a Fernando VII a eliminar la odiada inquisición y a que firmara la Constitución liberal redactada en Cádiz en 1812. Para ese tiempo, varias colonias americanas habían conseguido su independencia. El avance liberal en la península se vio como una amenaza a los intereses de las clases poseedoras de la Nueva España. Desde 1808, cuando fueron destronados los borbones por Napoleón, la monarquía quedó ampliamente desacreditada. La lucha entre criollos y peninsulares en última instancia eran una batalla para defender y ampliar los privilegios de los primeros, éstos se veían amenazados con el avance liberal en la península, generando una reacción que llevaría al desprendimiento del ejército realista y la búsqueda de una salida independiente.
Agustín de Iturbide había actuado como un perro faldero al servicio de la corona. Fue un destacado militar realista que combatió con salvajismo a los insurgentes. Aunque era de una familia muy rica, al final ni siquiera pudo acceder en los más altos cargos militares por ser criollo. No se puede entender la independencia como el simple cambio de bando de Iturbide, quien fue electo por los sectores conservadores como el encargado de llevar adelante la tarea. Este movimiento representaba a altos militares, clérigos, hacendados, comerciantes…
Vicente Guerrero: la llama de la revolución sigue viva
Si en México es fiesta popular el aniversario de la lucha de inicio de la independencia, casi pasa desapercibido el aniversario de su consumación. No es casualidad, porque el elemento determinante de la primera fue la revolución de las masas, no como la segunda donde se dio un giro cupular de criollos terratenientes iniciado por los sectores conservadores. Pero ellos no podían simplemente dar un giro y establecer un pacto cupular entre ellos porque la insurgencia iniciada por Hidalgo, continuada por Morelos y reavivada por Mina no había sido derrotada y, aunque débil y desgastada, tenía alta autoridad moral en la sociedad. Vicente Guerrero es la figura principal que mantiene viva la revolución.
Vicente Guerrero no se rindió, no aceptó indulto alguno (como sí lo hicieron los Rayón, Leona Vicario, Quintana Roo y tantos más). Fue, además, un combatiente implacable al que no pudieron derrotar. No fue criollo, no fue ni sacerdote ni militar, había sido un arriero y corría sangre africana por sus venas. Desde que sumó al ejército de Morelos a las masas en Tixtla demostró el tipo de dirigente que era, un dirigente de las masas, de los campesinos, de los indígenas y esclavos. Es, en cierto sentido, un antecesor de figuras como Zapata y Villa. La resistencia de Guerrero mantuvo viva las ideas más radicales de independencia y en la masa de la Nueva España ese sentimiento de libertad ya no se podía borrar.
Iturbide tuvo que acercarse a Guerrero para convencerlo de unir fuerzas, a lo que el insurgente puso como condición primera que no aceptaría otra cosa que la lucha por una independencia plena de España y al final eso ocurriría. Eso cerró cualquier posibilidad a sectores criollos que querían mantener algún tipo de vínculo con la corona. Guerrero no aceptaba la constitución de Cádiz porque excluía de derechos a la mayoría de los americanos: indígenas, mestizos, mulatos, negro, etc. Pugnó porque, en la línea liberal, fueran iguales ante la ley.
Después de una década de lucha, sin perspectivas de triunfo, Guerrero accedió a un acuerdo con Iturbide, su actuar hasta su muerte mostraría que no abandonaría principios como la lucha contra la esclavitud y por la república. De este pacto surgiría el Plan de Iguala y posteriormente con O’Donojú (enviado de la Península para gobernar la Nueva España, ahora como regente, bajo la vigencia de la constitución de Cádiz), los tratados de Córdova que establecerían la independencia de México.
Este acuerdo tiene elementos reaccionarios. Guerrero no aspiraba a puesto y cargo alguno, y al final le cedió la dirección a Iturbide. El nuevo Estado surgiría de la fusión del ejército de la revolución con el de la contrarrevolución, el insurgente y el antiguo realista. También mantiene integra las propiedades del clero, que se convertiría en el principal terrateniente, pero lo mismo pasa con las propiedades de la alta aristocracia. Se mantiene la intolerancia religiosa, al no aceptar otra que no sea la católica. El plan de Iguala, del que se desprendería los tratados de Córdoba, es un acuerdo inestable que da enormes concesiones a las clases poseedoras y un par de concesiones para el ala insurgente. Deriva en la independencia que sería un nuevo espacio de batalla. La independencia se consumaría con la entrada del ejército Trigarante a la Ciudad de México el 27 de septiembre de 1821.
El frágil pacto trajo el caos
Las fuerzas que establecieron el pacto y el endeble Estado independiente fueron completamente opuestas. Eso se nota en la forma que adoptó el nuevo gobierno que se acordó: Monarquía constitucional. Ésta aún no se terminaba de consolidar cuando ya se había roto, Iturbide disolvió el congreso (mayoritariamente liberal), se declaró emperador y pronto fue derrocado por una nueva sublevación y posteriormente sería fusilado. Eso habla de la fragilidad del pacto y de que no podía frenarse el reloj de la historia.
Guerrero mantenía un enorme apoyo de las clases explotadas, porque era visto como uno de ellos. Llegó a ser presidente en 1929-31, los grandes terratenientes le enfrentaron desde el inicio, así como los nacientes usureros que lo boicotearon. Sufrió intrigas, campañas de desprestigio por su origen de clase y étnico, intentos de reconquista española, etc. La medida más importante de su gobierno, que defendió en toda su vida de lucha, siguiendo los pasos de Hidalgo, fue decretar la abolición de la esclavitud. Eso arreció los ataques contra su gobierno, Guerrero tendría que salir huyendo a sus tierras del sur, pero sería capturado y fusilado. Los dos “padres fundadores de la patria” serian devorados por la vorágine de una nación que nació con intereses contrapuestos.
Esto expresa que la independencia no resolvió los conflictos de clase ni consiguió que alguna de las principales alas políticas en disputa se impusiera definitivamente. La revolución marcaba la necesidad de romper con las ataduras coloniales-feudales que combinaban los mas antiguos y salvajes sistemas de explotación. La naciente nación mantuvo privilegios de los grandes terratenientes, comerciantes y nacientes capitalistas (por ejemplo, en las minas) pero no logró unificar a la nación y sobre todo no consiguió un Estado Nacional sólido ni mucho menos un comercio nacional que permitiera el desarrollo capitalista. Los criollos, del que debía emanar la naciente burguesía, serian el principal sector dirigente de la nueva nación y no pudieron llevar adelante ninguna tarea de la revolución democrático-burguesa.
La rueda de la historia
La monarquía española expresaba el pasado. El saqueo de sus colonias la hizo más parásita mientras que otras potencias emergían bajo el sistema capitalista. La monarquía española tenía que defender sus colonias y fortalecer su Estado. Este Estado era pesado porque además de su ejército, tenia otro ejército de funcionarios y clérigos que chupaban gran parte de la riqueza social. No sólo fue la discriminación criolla, sino, sobre todo había explotación de las masas a través del tributo, la naciente explotación asalariada, la explotación en las haciendas y latifundios y la abierta esclavitud.
A pesar de haber derrotado a la revolución de independencia, reduciéndola a una lucha de resistencia, no se pudo frenar el curso de la historia y casi toda la América fue liberada. Esa liberación no significó más que el paso a una nueva opresión, la del naciente imperialismo.
Tenemos que señalar que la revolución de independencia del hoy México fue derrotada pero su resistencia logró arrebatar concesiones importantes. Hoy, plumas pagadas de la burguesía quieren dar la imagen que la lucha no valió la pena y que los insurgentes eran poco menos que unos defensores de la corona o unos simples curas locos libertinos. Fue tan contundente el actuar de las masas que incluso derrotada no se pudieron evitar las transformaciones sociales. El resultado que vino después se entiende justamente porque fue derrotado el movimiento, pero es mejor ser derrotado luchando. Fue justamente el ejemplo de Hidalgo, Morelos, Mina, Guerrero y otros tantos más quienes iluminarían las siguientes revoluciones. Es esto lo que ha generado en el pueblo mexicano una tradición revolucionaria que nuevamente saldrá a la superficie, así como inevitablemente un volcán activo, pero momentáneamente dormido, hará erupción.
Hoy se enfatiza la necesidad del pacto, de anteponer los intereses de la nación a las diferencias. El acuerdo de independencia no resolvió nada sustancial ni eliminó los intereses de clase. Tenemos que ver el proceso de lucha de independencia en su conjunto, lo que permitió que esta se consumara y no terminara en un simple acuerdo cupular criollo, y se viera obligada a incluir y dar concesiones a los insurgentes, fue que antes las masas actuaron con radicalidad, que los principales dirigentes plantearon una revolución plena tomando acciones revolucionarias contra las clases reaccionarias y que hubo quien no se rindió.
La unidad de América Latina es posible bajo el socialismo
La revolución de independencia, aunque se inició con una insurrección popular de las clases explotadas, tenía en esencia un carácter burgués. El triunfo de los jacobinos mexicanos podría haber llevado al establecimiento de una república generando un impulso para el desarrollo capitalista. Llegar tarde a la era de las revoluciones burguesas, el vivir la opresión colonial, el tener un desarrollo económico desigual y combinado y el vivir una derrota en su primera revolución burguesa, sumió al naciente México a la dependencia del capitalismo imperialista. La independencia de la monarquía española siguió con el acoso constante de la propia España, Francia, Inglaterra y los EEUU. Éstos últimos se posicionarían como el imperialismo dominante en América y las naciones nacientes de América Latina entrarían a una nueva dominación, sin ser realmente libres e independientes, sino oprimidas por el imperialismo.
Las masas que salieron a la lucha, que pusieron su sello en el proceso, aspiraban a su liberación, pero ésta no podía venir realmente dentro de una revolución burguesa triunfante. El capitalismo finalmente se consolidó en América Latina. La historia de la Nueva España y de México es parte de la historia común de Latinoamérica. Las divisiones nacionales en parte son resultado de la división territorial que hicieron los borbones durante la colonia.
Bolívar luchó por la unificación de América. Morelos hablaba de la independencia de América y se concebía la lucha del antiguo Anáhuac como parte de una liberación mayor. Mina luchó por sus ideales revolucionarios sin importar las fronteras. La unificación de América es necesaria y posible, pero esta no se conseguirá bajo la dirección de la burguesía. Ellos ya han tenido 200 años para mostrar la viabilidad de su sistema y han convertido un paraíso en un infierno para millones de campesinos, indígenas, mujeres y obreros del continente. Se requiere una nueva revolución y en ella nos inspiraremos en el sacrificio de las masas y el papel de los mejores jacobinos. Pero la nueva revolución tendrá un carácter de clase distinto y objetivos diferentes. Es hora de que la clase obrera tome las riendas de la sociedad, ponga los medios de producción en manos de los trabajadores y las riquezas en beneficio de las masas. La unidad de América Latina se dará bajo la forma de una federación socialista.
El proceso es dialéctico, largos periodos donde nada cambia son interrumpidos por cambios radicales. No creemos exagerar al decir que hemos entrado a un periodo aún más turbulento que aquel de las revoluciones burguesas. Estamos en una época de revolución y contrarrevolución. El feudalismo no pudo frenar el avance de la revolución capitalista. El capitalismo se ha convertido en un freno para el desarrollo de la humanidad y debe perecer, de no hacerlo la sociedad retrocederá hacia el barbarismo. Pero la revolución socialista será posible sólo de forma consciente y construyendo una dirección revolucionaria internacional. Para cumplir estas tareas, necesitamos comprender el devenir histórico de dónde venimos y las lecciones de los puntos de inflexión, de las grandes revoluciones que han generado las transformaciones, como lo fue la lucha de independencia de América.