La causa fundamental de la crisis en Ucrania se encuentra en los efectos desastrosos de la restauración del capitalismo. La destrucción de la economía planificada fue un revés tremendo, no sólo desde el punto de vista de la economía, sino también desde un punto de vista social.
De las cenizas de la economía planificada surgió un régimen capitalista brutal, basado en el robo a gran escala de la propiedad estatal por diferentes bandas de ladrones y mafiosos, los oligarcas, que llegaron a controlar la economía y, en consecuencia, el sistema político.
El capitalismo de estilo mafioso se tradujo en inestabilidad endémica, lo que permitió al imperialismo occidental aprovechar la crisis de Rusia para ejercer su influencia sobre Ucrania, perturbando el equilibrio de poder en la región durante todo un período, creando así las condiciones para la crisis actual.
Algunos de los oligarcas pensaban que sus intereses estaban mejor servidos en una alianza con Occidente, otros estaban alineados con Rusia, pero su motivación primordial era la maximización de la ganancia a cualquier costo, a través de medios legales y, en su mayoría, ilegales. Sobre esta base, era imposible establecer siquiera la apariencia de una democracia burguesa en funcionamiento. Un régimen burgués corrupto y autoritario siguió a otro.
A finales de 2013 el entonces presidente Yanukovich había decidido suspender, a última hora, la firma de un acuerdo de asociación con la UE, y decidió en su lugar firmar un acuerdo con Rusia. Hasta ese momento había gobernado en el interés de los oligarcas y había seguido un programa del FMI inspirado en mayores privatizaciones, recortes y austeridad, enajenándose el apoyo popular a su gobierno, incluso en el sur-este de Ucrania, donde estaba la mayor parte de su base electoral.
La única razón por la que rompió con Occidente era porque pensaba que podía conseguir una oferta mejor de Rusia. Después de la caída del estalinismo, el capitalismo alemán siguió una política de expansión hacia el este y se mostró dispuesto a gastar grandes sumas de dinero para asegurar su dominación en la región. Pero en 2013, en medio de la más grave crisis del capitalismo en Europa, ya no tenía tantas ganas de gastar la cantidad de dinero que habría sido necesaria para absorber a Ucrania en la UE (que se enfrenta a una profunda recesión económica).Yanukovich intentó jugar a Occidente contra Rusia, y viceversa, con el fin de obtener la mejor oferta.
Su decisión de no firmar el tratado con la Unión Europea fue la chispa para el movimiento que se conoció como Euromaidan. El movimiento tuvo un cierto grado de apoyo popular entre aquellos sectores de la población (sobre todo en el Occidente y Centro del país), que miraban hacia Occidente, con la ilusión de que de alguna manera mediante la vinculación con la UE su nivel de vida se incrementaría o le harían experimentar una repetición del «milagro» de Polonia. Esta fue una ilusión reaccionaria, pero fue capaz de movilizar a un sector de la sociedad en las protestas contra Yanukovich.
A pesar de que reflejó un descontento real y tenía un carácter de masas, sobre todo al principio, el movimiento Euromaidan, con el pretexto de la lucha contra la corrupción y la represión, fue, en última instancia, un movimiento reaccionario, desde el punto de vista de su composición de clase, objetivos políticos y de las fuerzas políticas dominantes y de su dirección.
Estuvo compuesto principalmente por la intelectualidad pequeño burguesa liberal, el lumpen, capas medias arruinadas, y fue más fuerte en las regiones rurales en el oeste del país. Su objetivo declarado era la firma de un tratado de asociación con la UE, que necesariamente tenía que venir con condiciones bajo la forma de un «programa de austeridad», lo que significa que se haría pagar a la clase obrera la crisis del capitalismo. Finalmente, los partidos de la oposición liberal burguesa fueron los dominantes en la movilización y las fuerzas de extrema derecha y neonazis proporcionaron las tropas de choque.
EE.UU. jugó un papel importante en el resultado del Euromaidan, de la misma manera que jugó un papel decisivo en la «revolución naranja» de 2004. John McCain habló en mítines en Kiev y la subsecretaria de Estado de EE.UU. admitió haber gastado 5 mil millones de dólares desde que Ucrania fue independiente, para conseguir que sus políticas se aplicaran en Ucrania.
Cuando Yanukovich se dio cuenta que ya no podía mantenerse en el poder mediante la represión y fue incapaz de movilizar a todas las fuerzas significativas para contrarrestar el movimiento Euromaidan, decidió llegar a un trato que implicaba abandonar la escena. Esto fue demasiado poco y demasiado tarde. Las fuerzas que se habían desatado ya no estaban interesadas en un acuerdo, sino que querían una ruptura clara. En este punto se utilizaron francotiradores para matar a manifestantes y policías. No está claro quién ordenó los disparos, pero el resultado fue que Yanukovich huyó del país y un nuevo gobierno «actuante» se instaló en Kiev. Para aquellos que les gusta hablar sobre la legitimidad de este nuevo gobierno, fue votado por la Rada (Parlamento), rodeada y «custodiada» por matones neonazis y paramilitares fascistas armados.
No podíamos de ninguna manera apoyar al gobierno de Yanukovich depuesto, pero el nuevo gobierno instalado era, si cabe, aún más reaccionario. Este era un gobierno de los partidos burgueses pro-occidentales, que incluyó a ministros del partido de extrema derecha Svoboda (que también obtuvo la posición del Fiscal del Estado) e invitó a los miembros de los neo-nazis de Sector Derecho a ser parte de él (a pesar de que se negaron ).
El gobierno interino del presidente Turchynov y del primer ministro Yatseniuk se alineó completamente con los intereses de Washington y se comprometió a integrar al país en la OTAN y la UE. Yatseniuk lo describió como un gobierno kamikaze, comprometido con la rápida puesta en práctica de una serie de medidas de choque exigidas por el FMI para luego dar paso a un nuevo gobierno elegido con una apariencia de legitimidad. Entre esas medidas estuvo la supresión de las subvenciones al precio del gas para la calefacción, despidos masivos de empleados públicos, la congelación de los salarios y las pensiones, etc.
Este giro completo en la alineación de Ucrania fue una clara provocación a la camarilla gobernante de Rusia, que no iba a permitir que otro país ex Unión Soviética se uniera para asociarse a la OTAN, en particular, uno que tenía una base naval estratégica clave de la Flota de la Federación Rusa en Sebastopol, y con una gran minoría de habla rusa.
Desde la guerra de 2008 en Georgia, Rusia ha estado tratando de afirmarse en la escena mundial. Aunque está lejos de ser tan poderosa como el imperialismo EE.UU., Rusia es un Estado capitalista gobernado por una oligarquía parasitaria y rapaz, que busca el control sobre recursos naturales y zonas de influencia. Su política exterior está determinada totalmente por los intereses y objetivos cínicos de la oligarquía y no contiene un átomo de contenido progresista. A pesar de que en realidad no tiene la fuerza económica y militar para desafiar a los EE.UU. en el ámbito mundial, busca tener su propia política exterior independiente y quiere negociar con los EE.UU. a partir de una posición de fuerza.
La guerra contra Georgia en Osetia del Sur representó un punto de inflexión, donde Rusia finalmente logró convertir a su favor los errores de los imperialistas estadounidenses en estirar demasiado sus fuerzas, en un lugar donde las fuerzas de Rusia eran superiores sobre el terreno a nivel regional. El ejército ruso y la clase dominante observaron – con un sentido de humillación nacional – cómo uno tras otro de los países de Europa del Este e incluso algunos que habían sido parte de la Unión Soviética, fueron transferidos a la esfera de influencia de Occidente tras el colapso de la URSS. La desintegración de Yugoslavia y el bombardeo de Serbia también contribuyeron a la sensación de los militares rusos de sentirse rodeados y sitiados.
El debilitamiento relativo del imperialismo de EE.UU., especialmente durante la última década, ya que sus recursos fueron drenados por las aventuras afgana e iraquí, fue expuesto plenamente por la impotencia de EE.UU. en la guerra de Georgia de 2008. En Siria también, aunque Moscú estaba dispuesta a deshacerse de Assad cuando parecía que iba a ser derrocado. Rusia finalmente tomó una posición que la trajo en conflicto con los EE.UU. y desempeñó un papel clave en el fracaso de Obama sobre las amenazas de Estados Unidos de bombardear Siria por presunta utilización de armas químicas en agosto de 2013. Todo esto ha sido confirmado por los recientes acontecimientos en Irak, que exponen una vez más la impotencia de la administración de EE.UU..
Esto fue expuesto aún más por el desarrollo de la crisis en Ucrania y la anexión de Crimea, que mostró la debilidad del imperialismo de EE.UU. en Ucrania. El gobierno de EE.UU. sopló y resopló y habló de «líneas rojas» que no debían ser cruzadas, el principio inviolable de las fronteras nacionales en Europa y otras tonterías hipócritas, pero al final tuvo que aceptar el hecho consumado de la anexión de Crimea por la Federación Rusa.
Vale la pena destacar el discurso de Putin en el que denunciaba la hipocresía del imperialismo de EE.UU. y lo denunció por promover la independencia de Kosovo y el respaldo del bombardeo de Serbia (tradicional aliado de Rusia) hace 15 años. El conflicto actual ha empujado a Rusia hacia una alianza más estrecha con China y tensa aún más las relaciones con los EE.UU..
Desde el punto de vista de la camarilla del Kremlin, la anexión de Crimea no tenía nada que ver con la voluntad del pueblo de Crimea, sino más bien con la defensa de sus propios intereses estratégicos. En cualquier caso, independientemente de las condiciones en que el referéndum se llevó a cabo, la anexión reflejaba la voluntad de la mayoría de la población de Crimea que rechazaba a las nuevas autoridades en Kiev y miraba hacia Rusia con esperanza.
Desde el principio, el nuevo gobierno de Kiev Maidan aplicó una serie de medidas que sólo podían interpretarse como una provocación hacia los ucranianos de habla rusa en el sur y el este del país. La Rada votó revocar una ley introducida por Yanukovich que permitía a las lenguas minoritarias tener carácter oficial en el ámbito regional (aunque, debido al nivel de indignación esto nunca fue convertido en ley por Turchynov). Kiev nombró a oligarcas odiados, como los gobernadores regionales en Donetsk, Jarkov, Dnepropetrovsk, etc. Los trabajadores de las regiones industriales del sur y del este entendieron que cualquier acuerdo con el FMI y la UE, y la ruptura de las relaciones con Rusia serían en su perjuicio.
Así, comenzó un movimiento anti-Maidan por los derechos nacionales, democráticos y sociales en el Este y el Sur. No hay duda de que los elementos del Partido de las Regiones, y agentes rusos, probablemente, tuvieron un papel en fomentarlo para sus propios fines. Sin embargo, el movimiento tenía profundas raíces sociales y reflejó la amplia oposición de la clase obrera contra el «gobierno en funciones» de Kiev que era visto con razón, como un gobierno de los oligarcas que pisoteaban sus derechos nacionales, democráticos y sociales.
Durante semanas, se produjeron manifestaciones antigubernamentales en Jarkov, Odessa, Lugansk, Donetsk, etc. Este movimiento involucró a diferentes elementos. Había un elemento de nacionalismo ruso, y se agitaban banderas rusas en las protestas. Incluso esto no debe interpretarse sólo desde un punto de vista nacional. Una encuesta de opinión mostró que lo que atrajo a la gente en estas regiones a Rusia fue el hecho de que los trabajadores industriales tenían salarios más altos.
Hubo también un elemento de nostalgia soviética, el mirar hacia atrás a una época donde había pleno empleo, educación y atención sanitaria para todos, y cuando la situación no era la de millones que se veían obligados a emigrar en busca de un medio de vida, con una epidemia de adicción a las drogas, abuso del alcohol, y desesperación.
El antifascismo jugó un papel importante también. Millones de ucranianos formaron parte del Ejército Rojo en la lucha contra la Alemania nazi, y gran parte de la población ucraniana actual fue repelida con razón por los derechistas nacionalistas ucranianos reaccionarios que reivindican la herencia de los colaboradores nazis en la Segunda Guerra Mundial y de combatientes anticomunistas como Stephan Bandera, la división SS Galitzia, etc.
También en este caso, la cuestión nacional juega un papel importante. Las purgas estalinistas, la colectivización forzosa, la deportación masiva, etc. acabaron asociando una hebra del nacionalismo ucraniano con ideas rabiosas anti-comunistas y reaccionarias, sobre todo en el oeste del país.
Por último, también hubo elementos monárquicos pro-rusos y pro-rusos reaccionarios en el movimiento anti-Maidan. En aquellos lugares donde las organizaciones de izquierda eran más fuertes, los elementos reaccionarios se debilitaron y las ideas y los símbolos de izquierda eran más dominantes (como en Odessa y Jarkov).
Por encima de todo, sin embargo, el movimiento tenía profundas raíces sociales y económicas en la clase obrera en el Sur y el Este y no puede ser explicado como el trabajo de agentes rusos, agitadores y mercenarios pagados.
Después de un tiempo, ya que el movimiento no tenía una perspectiva clara, un sector buscó lo que parecía un atajo: la ocupación armada de los edificios públicos, la proclamación de repúblicas y el llamamiento a la intervención rusa. Hasta cierto punto, esto fue una copia de los métodos del movimiento Euromaidan, que parecían haber funcionado. Por otra parte, ¿no era esto lo que había sucedido en Crimea?
Sin embargo, desde el punto de vista de Putin, Crimea era una posición estratégica, mientras Donetsk y Luhansk no lo eran. La ocupación y la anexión de estas regiones se habría encontrado con la resistencia del ejército ucraniano, y habría puesto a Rusia en una posición difícil a nivel internacional, y dañado sus relaciones comerciales con la UE. Y todo ¿para qué? La anexión rusa de estas regiones industriales habría obligado al Kremlin a pagar la factura de la «reestructuración» de sus industrias, que es necesaria desde un punto de vista capitalista, así como la incorporación de una población inquieta que podría ser difícil de manejar.
El objetivo de la oligarquía rusa en Ucrania no fue nunca ocupar estas dos regiones, sino utilizar su poder (principalmente a través del suministro de gas) para obligar a cualquier gobierno en Kiev a llegar a un modus vivendi con Rusia y la Unión Europea (en oposición a la alineación unilateral con la OTAN). Si hubiera habido, sin embargo, una masacre de la población civil en el Donbass, Putin podría haber sido obligado a intervenir, a pesar de las consecuencias. Combinó el chantaje del suministro de gas con una exhibición de poderío militar ruso en la frontera con Ucrania para conseguir lo que quería.
En esto, los intereses del Kremlin coinciden con los intereses del capitalismo alemán. Las empresas alemanas tienen inversiones e intereses en Rusia importantes y, sobre todo Alemania depende del suministro de gas ruso que pasa por Ucrania. Cualquier idea de sanciones contra Rusia sería perjudicial para el capitalismo alemán. En esto los intereses de Washington y Berlín difieren. La Casa Blanca sabe que el comercio de EE.UU. con Rusia es insignificante y durante todo el conflicto ha estado presionando para reafirmar sus intereses en Europa del Este y provocar al Kremlin.
La elección de Poroshenko, un oligarca astuto que ha apoyado a todos los gobiernos y, al mismo tiempo, a todos los movimientos de oposición en Ucrania desde la restauración del capitalismo, reflejó con precisión los intereses de Moscú y Berlín para una solución negociada de mutuo acuerdo.
La declaración de las Repúblicas de Donetsk y Lugansk, probablemente se precipitó por la ilusión de que Rusia las reconocería rápidamente. La declaración original de soberanía de la República Popular de Donetsk contenía una serie de elementos muy progresistas. Hablaba de la primacía de la propiedad colectiva sobre la propiedad privada, atacaba la explotación del hombre por el hombre, y defendía una república multiétnica plurinacional. Pero el carácter de clase del movimiento permaneció borroso en general. Se utilizaban emblemas de la Unión Soviética, imágenes de Lenin (¡y de Stalin!), había referencias a la República Soviética del Sur-Este de 1918, al antifascismo, etc. pero al mismo tiempo también se utilizaban símbolos nacionalistas y religiosos. Fue un movimiento que contenía la semilla de elementos progresistas anti-oligárquicos y de izquierda, así como el reflejo de ideas necesariamente confusas que prevalecieron en la ausencia de una dirección clara y después de 25 años de contraofensiva ideológica que siguió a la restauración del capitalismo.
Kiev respondió a la toma armada de edificios administrativos y a la deserción en masa de sectores de la policía y de los servicios de seguridad a la población rebelde, con el lanzamiento de una «operación antiterrorista» (ATO). Sin embargo, tres oleadas sucesivas de la ATO fueron detenidas, en la medida que las tropas ucranianas se negaban a disparar contra civiles desarmados que los rodeaban en Kramatorsk, Sloviansk, etc. e incluso confraternizaron con ellos. Esto es una demostración de que el movimiento en el Donbas no era sólo una cuestión de «agentes rusos y mercenarios separatistas», sino que contó con el apoyo activo o pasivo de una mayoría de la población en estas regiones (como también se mostró en los referéndums).
No sólo hubo confraternización con las tropas, sino también motines y protestas de los familiares de conscriptos y de soldados de reserva que en algunos casos impidieron físicamente que las tropas fueran enviadas al frente. Debemos recordar que estos soldados que estaban siendo enviados a morir por el «gobierno actuante» de Kiev en la mayoría de los casos no estaban adecuadamente equipados (el 40% no tenía chaleco antibalas), alimentados ni pagados.
Kiev respondió mediante el restablecimiento de la Guardia Nacional y varios batallones del Ministerio del Interior compuestos de «voluntarios patrióticos» de las organizaciones fascistas y neonazis (Patriotas de Ucrania, Hermandad, Svoboda, Autodefensas de Maidan, etc.), muchos de los ellos parte del nazi Sector de Derecho. La incorporación de estos matones paramilitares en la ATO servía a dos propósitos: proporcionó al gobierno tropas de fanáticos dispuestos a llevar a cabo acciones legales e ilegales contra los «terroristas rusos», y también los alejaba de Kiev para oponerse al gobierno (no olvidemos que la policía había matado a uno de los líderes del Sector Derecho, que a su vez amenazó con derrocar al gobierno por la fuerza).
Al librar una guerra contra su propio pueblo en líneas nacionales también el gobierno se desplazó más a la derecha, de manera que cualquiera que estuviera en contra, ahora se convertía en un agente de una potencia extranjera y en un separatista. Además de los ataques fascistas contra las organizaciones de izquierda y el cierre de las oficinas del Partido Comunista en Kiev y otras ciudades, vimos movimientos para prohibir el partido, allanamientos de las oficinas de Borotba en varias ciudades, que finalmente la obligaron a pasar a la clandestinidad, una ola de arrestos, una mordaza sobre los medios sociales y un asalto general contra los derechos democráticos.
Sería inexacto describir a las autoridades de Kiev como una «junta fascista». Es un gobierno de los oligarcas que aplica recortes de austeridad brutales. Estas son las mismas personas que estaban en el poder antes de que surgiera el movimiento Euromaidan. Sin embargo, la clase dominante ha girado bruscamente a la derecha. No es sólo con la utilización de elementos de extrema derecha como tropas de choque. Consignas que estaban limitadas previamente a los Banderistas de extrema derecha se utilizan ahora en la prensa y los medios de comunicación, incluso por políticos como Poroshenko. Las marchas del 1º de Mayo, conferencias sindicales y otros eventos están siendo atacados por elementos de extrema derecha, incluidos los que forman parte del aparato del Estado. Los principales oligarcas como Tymoshenko agradecieron públicamente a los autores de la masacre de Odessa. Al mismo tiempo, los medios de comunicación pasan por alto el hecho de que el Sector Derecho admitió la quema del edificio.
La operación de la ATO, incapaz de conseguir ganar ninguna batalla importante (quizás con la excepción de Mariupol) en el combate cuerpo a cuerpo, se ha basado cada vez más en el fuego de artillería, bombardeos aéreos y otros métodos indiscriminados de guerra. Esto sólo ha servido para endurecer la oposición al gobierno y fortalecer la resistencia armada. A esto hay que añadir el impacto de la masacre de Odessa por matones fascistas el 2 de mayo, el mismo día en que fue lanzada la ATO.
Al mismo tiempo, como el movimiento en el Donbas ha terminado dominado por el elemento militar, las fuerzas reaccionarias se han vuelto más dominantes aquí. Cualquier conflicto militar actúa como un imán para los aventureros, los elementos criminales, y similares. Un ejemplo de esto es el jefe de la resistencia armada en Sloviansk, Strelkov, un monárquico ruso que luchó como voluntario mercenario en Chechenia y Serbia.
La Constitución de la República de Donetsk (RPD), que ha sido publicada, sin debate, representa un paso reaccionario en comparación con la declaración de la soberanía. Habla de que la «fe ortodoxa» sea el principio rector de la República, equipara la propiedad pública y privada, etc.
Este es sólo un lado de la ecuación. Como ha quedado cada vez más claro que Rusia no iba a apoyar a estas repúblicas, que los trabajadores estaban implicándose cada vez más y volviéndose más combativos, y por el miedo a las amenazas de nacionalizaciones provenientes de los dirigentes de la RPD, los oligarcas del Donbass, que al comienzo de manera tácita o tácticamente apoyaron las protestas, ahora se han alineado abiertamente del lado de Kiev. El hombre más rico del país, Rinat Ajmetov, cuyas empresas emplean a casi 300.000 personas en la región, fue tan lejos como para tratar de organizar a los trabajadores que emplea en contra de la RPD, pero fracasó miserablemente.
Esto sólo ha servido para alimentar el sentimiento anti-oligarca. Primero, la RPD anunció que como Ajmetov se negó a pagar impuestos a la misma, sus propiedades serían expropiadas. Entonces, un portavoz dijo que las expropiaciones no afectarían a Ajmetov ya que él era un hombre con quien se podía negociar. Más tarde, una declaración de la República de Lugansk habló de expropiar las propiedades privatizadas ilegalmente que terminaron en manos de los oligarcas. Esto refleja claramente una división sobre esta cuestión entre los diferentes líderes de la RPD. El alcalde del pueblo de Sloviansk también anunció la nacionalización de todos los negocios de la ciudad.
Lo que es significativo es el movimiento de los mineros de Donetsk, ahora uniendo a las empresas del sector público y privado, en contra de la ATO y exigiendo la retirada de las tropas ucranianas. Los trabajadores también son críticos con las vacilaciones y la postura tímida de las autoridades de la RPD sobre temas sociales y económicos. En su última manifestación no había una sola bandera rusa a la vista, lo cual es significativo. También hay conversaciones y reuniones que están teniendo lugar para restablecer un Partido Comunista en Donetsk, que implica no sólo al Partido Comunista Ucraniano (PCU), sino también a otros elementos externos, incluyendo Borotba.
Desde el punto de vista del conflicto entre Kiev y las repúblicas, una declaración de Strelkov hizo una evaluación militar de la situación, que era bastante exacta: «El ejército ucraniano nos ha rodeado y ha sellado la frontera», dijo, «Ante el poder de fuego y las fuerzas superiores sólo podemos resistir, pero no contraatacar. Es una cuestión de semanas o tal vez de meses, pero sin la ayuda de Rusia no podemos sobrevivir «, explicó. A continuación, pasó a decir que la ayuda rusa no era inminente, que lo consideraba una traición y pronosticó que el movimiento sólo sería capaz de levantarse de nuevo «después de un Maidan en Moscú».
Desde su estrecho punto de vista nacionalista ruso y puramente militar tiene razón, por supuesto. Sin embargo, una guerra civil no es principalmente una cuestión militar, sino más bien política. Si la RPD se moviera decisivamente para expropiar a los oligarcas y sobre esa base hiciera un llamamiento al resto de los trabajadores de Ucrania, incluso en el centro y las regiones occidentales, tendría un eco poderoso.
Mientras tanto, Poroshenko, Putin y Merkel han asfixiado con eficacia el Donbas y han puesto a los rebeldes en una situación imposible. Todavía no está descartado que la situación pudiera rebobinarse, pero estos tres jugadores poderosos tienen un claro objetivo: llegar a un acuerdo negociado que deja a los rebeldes fuera. Kiev tiene que recuperar el control militar de todo el territorio (con exclusión de Crimea en el que ya se ha dado por vencido), Rusia quiere concesiones que le garanticen una voz en la política ucraniana, así como el mantenimiento de sus negocios con la UE y, finalmente, Alemania quiere asegurar la defensa de sus intereses comerciales en Rusia y el suministro de gas.
Este es el significado del «plan de paz» de Poroshenko y del «alto el fuego», lo que incluye el respeto a los derechos lingüísticos de la población de habla rusa, la elección directa de gobernadores y la federalización. En cuanto a los rebeldes, se les ofreció una amnistía limitada y un paso seguro a Rusia, si así lo desean, pero tienen que renunciar a cualquier idea de tener sus propias repúblicas. Desde el punto de vista del Donbas esto es una traición, que además Rusia parece estar respaldando. Sin embargo, tienen muy pocas opciones restantes.
Por supuesto, hay elementos que están fuera del control de los grandes jugadores. Los fascistas en los Batallones y la Guardia Nacional rechazan cualquier idea de un compromiso o incluso conversaciones con los «terroristas». Las Repúblicas del Donbas se sienten traicionadas por Moscú y no quieren recular.
El papel de Estados Unidos en el conflicto de Ucrania sólo se puede entender en el contexto de la posición global del imperialismo estadounidense. Los Estados Unidos no tienen un interés económico directo en Ucrania. Sin embargo, desde el comienzo del Euromaidan, el Departamento de Estado, la CIA y el gobierno estadounidense lanzaron todo su peso detrás con el fin de exacerbar el conflicto, dándole a los partidarios de la línea dura de Kiev la garantía del apoyo de un poderoso aliado.
Durante más de veinte años, Estados Unidos ha provocado y humillado a Rusia, integrando en la OTAN a los países de la Europa del Este y Central que habían sido parte del Pacto de Varsovia e incluso de la Unión Soviética. La última ronda de expansión de la OTAN (2004) y la idea de Rumsfeld sobre la «nueva Europa», como un aliado de EEUU, contrapuesta a la «Vieja Europa» (Francia y Alemania, que en su momento se negaron a participar en la aventura militar de Irak) tenía dos objetivos: en primer lugar, intimidar a Rusia, y por otro mantener a las potencias europeas en una posición de subordinación a los Estados Unidos.
A esto habría que añadir que, aunque Rusia aún mantenía un enorme arsenal nuclear, la oportunidad de desplegar sistemas anti-misiles en la frontera con Rusia, le permitía a los estadounidenses estar en condiciones de neutralizar al menos una gran parte de dicho arsenal, retomando la posibilidad de «golpear primero», que habían perdido en la década de los 50 del siglo pasado. Dejando a un lado la cuestión de si esto se podía realmente poner en práctica, no hay duda de que esta amenaza ayuda a explicar la reacción de Putin tanto en Georgia como en Ucrania.
Pero la injerencia estadounidense en Ucrania tiene otro objetivo, aunque menos aparente; es decir, Alemania y la UE. La ruptura de los lazos entre la UE y Rusia debilitaría gravemente las bases del capitalismo alemán, que en estas dos regiones ha incrementado en gran medida su influencia con la exportación de bienes y fábricas. También está la cuestión del suministro de energía, que es crucial para Alemania e Italia (un poco menos para Francia).
En los últimos meses, Merkel ha tratado de oponer una resistencia pasiva a la presión de Washington, tratando de ganar tiempo, para limitar el alcance de las sanciones económicas contra Rusia y para encontrar una solución de compromiso que le permita salvaguardar los intereses de Alemania y su relación con Rusia. Sin embargo, al final, Merkel ha terminado cediendo en todo momento a la presión de su poderoso «aliado», Estados Unidos, aceptando la escalada, aunque a regañadientes. El hecho es que en un gran conflicto entre Rusia y los Estados Unidos, no hay espacio para una política alemana independiente, debido a: 1) su debilidad militar; 2) las divisiones dentro de la UE.
En Siria, el imperialismo estadounidense ha tenido que enfrentarse a la oposición abierta de Rusia y China, como no la había experimentado desde hacía mucho tiempo. Aquí, Obama tuvo que retirarse de forma humillante (Cameron también). Otra derrota diplomática grave en Ucrania podría asestar un duro golpe a los intereses y al prestigio de Washington. Pero el prestigio – es decir, la credibilidad de una amenaza – no es un factor secundario en la política exterior.
Un acuerdo sólido sobre Ucrania supone que debe ser apoyado por Rusia y los Estados Unidos. Pero hoy un acuerdo de este tipo sólo podría darse con una capitulación de facto de Putin, que no parece dispuesto a seguir el camino de Yeltsin en los años 90.
Todo esto explica los desequilibrios sin precedentes de la política exterior de Estados Unidos, y también explica por qué, a pesar de los intereses convergentes que permitirían alcanzar un compromiso (que en cualquier caso sería a costa del pueblo de Ucrania), tal acuerdo no parece posible, sino que al contrario, la crisis se está hundiendo en un círculo vicioso. El derribo del avión de Malasian Airlines y los acontecimientos que le siguieron han acelerado dramáticamente la crisis.
El gobierno de Kiev no es fuerte. No sólo se enfrenta a un creciente movimiento dentro de las fuerzas armadas y de los familiares de los soldados contra la ATO, sino que en el mediano plazo las medidas que necesita tomar desde un punto de vista capitalista (privatizaciones, despidos masivos, congelación de salarios y de las pensiones, la disminución de los subsidios al gas de calefacción, la devaluación, etc.) tendrán un impacto en la población en todo el país. Estas cuestiones sociales y económicas en algún momento van a cortar la niebla de histeria nacionalista también en el Oeste y Centro del país. El carácter generalizado de los movimientos de los familiares de los soldados es sólo una indicación del estado de ánimo por debajo de la superficie.
El hecho de que en las elecciones presidenciales fraudulentas una mayoría de la población votara por el candidato que estaba fuera de la coalición gubernamental y parecía ser el menos nacionalista y que dijera que quería llevar la ATO a un final rápido también es significativo. En esa elección, el abiertamente neo-nazi Sector Derecho y la extrema derecha de Svoboda apenas llegaron al 2% de los votos entre ellos dos (aunque Partido Radical de Lyashko que ahora está trabajando en estrecha colaboración con el Sector Derecho SNUA y pasó la campaña presidencial vestido con uniforme militar negro en los frentes de la ATO, consiguió más del 8%).
Las tareas de los marxistas en esta complicada situación son claras. En primer lugar estamos en contra del gobierno de Kiev, un gobierno reaccionario, incluyendo los elementos de extrema derecha, que se basa en matones fascistas en el aparato y a sueldo del Estado que atacan los derechos democráticos. Y nos solidarizamos con aquellos que en el movimiento obrero y las fuerzas de izquierda luchan contra ellos y están sufriendo todo tipo de represión, pogromos, asesinatos, ataques de la ATO y otras muestras de salvajismo. Esto no significa que estemos obligados a dar ningún apoyo a los reaccionarios y nacionalistas rusos y elementos confusos que resultaron encontrarse en la dirección de las repúblicas del Donbas. Por el contrario, es nuestro deber señalar que sólo una política internacionalista de clase, basada firmemente en la expropiación de la oligarquía podría garantizar su victoria contra Kiev.
En segundo lugar, hemos advertido contra la ilusión de que Putin es sinónimo de reivindicaciones democráticas, nacionales o sociales de los trabajadores de la región del sudeste de Ucrania. En esto ya hemos sido reivindicados en la práctica.
En tercer lugar, nos oponemos a nuestros propios gobiernos occidentales que están completamente detrás del gobierno reaccionario en Ucrania librando una guerra contra su propio pueblo.
Nuestros camaradas en Rusia tienen la difícil tarea de construir la solidaridad con la resistencia antifascista en Ucrania, mientras que libran una lucha implacable contra su propio gobierno burgués voraz, hipócrita y reaccionario, una posición que han mantenido constantemente a lo largo del conflicto.
La idea de que la razón principal del conflicto es la agresión del imperialismo ruso a una Ucrania semicolonial está completamente traída de los pelos y conduce directamente al apoyo a Kiev, a su asesina ATO y a las bandas fascistas que luchan en ella, su asalto a los derechos democráticos y su nacionalismo reaccionario. Pero que esa posición sea defendida por supuestos «socialistas» en Ucrania o incluso peor en Londres y Washington es doblemente traidora.
Es irónico que estos mismos grupos de «izquierda», que siempre están gritando histéricamente sobre el fascismo siempre que algún grupo derechista populista reaccionario registra un aumento de su apoyo electoral, son incapaces de reconocer la existencia de verdaderos Nazis y bandas fascistas que están matando todos los días a militantes de izquierda, asaltando sus oficinas y siendo reclutados por un gobierno reaccionario como fuerzas auxiliares en la guerra contra su propio pueblo.
Debemos luchar contra el fascismo. Pero la lucha contra el fascismo sólo puede tener éxito si se vincula a la lucha contra el capitalismo, que proporciona un terreno fértil en el que las semillas venenosas del fascismo pueden germinar y florecer.
El socialismo es internacionalista o no es nada. Sobre todo en Ucrania, ninguna solución se pueda encontrar sobre una base nacionalista. Los llamados nacionalistas ucranianos en Kiev, que representan el tipo más rabioso de chovinismo, actúan como un manto para el fascismo, han llevado al país al borde de un abismo terrible que ya ha dado lugar a la guerra civil y puede acabar en el destrucción total de Ucrania como nación.
La desintegración de Ucrania en sus partes componentes sería un desarrollo reaccionario. Exacerbaría enormemente los antagonismos y los odios nacionales. Sólo podría lograrse a través de la limpieza étnica, los pogromos y el derramamiento de sangre a gran escala. Reforzaría el dominio de las tendencias chovinistas fascistas y extremistas de ambos lados, lo que llevaría a estados de ánimo revanchistas y a actos terroristas sangrientos. Lo que ocurrió en Yugoslavia es una terrible advertencia para la clase trabajadora de Ucrania.
Lo que se necesita es una política que puede unir a la clase trabajadora de Ucrania para derrocar a la oligarquía. La única solución verdadera a la cuestión ucraniana es el derrocamiento de los oligarcas – tanto de Ucrania como de Rusia – y la introducción de un plan socialista democrático de producción que ponga fin al cáncer del desempleo y la emigración forzada, y movilizara a toda la población para que fuera consciente del inmenso potencial de la industria y la agricultura ucraniana.
Históricamente, los pueblos de Ucrania y Rusia siempre han estado conectados por los lazos más cercanos. El pueblo ucraniano no es anti-ruso, sino que no quiere ser dominado por Moscú. Una revolución socialista en Ucrania conduciría rápidamente a la caída de Putin y de los oligarcas rusos. Esto prepararía el camino para una verdadera federación socialista de Rusia y Ucrania sobre la base de una estricta igualdad, democracia y fraternidad. Ese es el único camino a seguir por los pueblos de estos dos grandes países.