Hasta el momento de escribir estas líneas, ni el Banco Central de Reserva (BCR), ni el Banco Mundial (BM) han actualizado sus datos oficiales respecto al crecimiento económico de El Salvador en el 2016; pero tenemos algunas proyecciones: en diciembre pasado el BCR y BM proyectaban un crecimiento de 2.3%; FUSADES y FUNDE de entre 1% y 2%; y el gobierno de entre 2.3% y 2.6%. Sea cual fuere el dato oficial, nos interesa saber cómo debe beneficiarnos dicho crecimiento a los trabajadores en este 2017. Para ello nos centramos en dos cuestiones fundamentales: ¿Quiénes llevan al país a un crecimiento económico? Y ¿Cómo se mide dicho crecimiento? También ¿Para qué debe servirnos como clase trabajadora?
Hasta el momento de escribir estas líneas, ni el Banco Central de Reserva (BCR), ni el Banco Mundial (BM) han actualizado sus datos oficiales respecto al crecimiento económico de El Salvador en el 2016; pero tenemos algunas proyecciones: en diciembre pasado el BCR y BM proyectaban un crecimiento de 2.3%; FUSADES y FUNDE de entre 1% y 2%; y el gobierno de entre 2.3% y 2.6%. Sea cual fuere el dato oficial, nos interesa saber cómo debe beneficiarnos dicho crecimiento a los trabajadores en este 2017. Para ello nos centramos en dos cuestiones fundamentales: ¿Quiénes llevan al país a un crecimiento económico? Y ¿Cómo se mide dicho crecimiento? También ¿Para qué debe servirnos como clase trabajadora?
El panorama económico salvadoreño de los últimos años no es el mejor: según el BM luego de la caída de la bolsa de valores de Wall Street, EEUU en 2008, el PIB salvadoreño, dependiente directo de este país debido a sus altos porcentajes en divisas de remesas e inversión estadounidense, disminuyó en un 3.1 %, de tener $21,430 millones de PIB en 2008, pasamos a tener $20,660 millones en 2009, y desde entonces hemos venido creciendo entre 1 % y 2 %. En el 2015 el PIB salvadoreño alcanzó los $25, 850 millones, con un crecimiento brillante del 2.5 % con respecto a 2014 ($25,163.7 millones).
En primer lugar, quienes producen la riqueza del país anualmente no son los empresarios nacionales y extranjeros, como lo hacen ver los medios de comunicación, sino la clase trabajadora explotada en los centros de trabajo de todos los rubros que mueven nuestra economía. Y vemos como la burguesía nacional y extranjera “se está recuperando” de la crisis del 2008 lentamente, creada por ellos mismos y su especulación crediticia, pero que recayó sobre los trabajadores, y de la que han salido temporalmente gracias a nosotros. Por tanto, el crecimiento económico es producto de los trabajadores, pero contradictoriamente $21 mil millones están en manos de 160 ultraricos (87% del PIB), mientras los trabajadores seguimos aguantando incumplimiento de los derechos laborales, deudas bancarias impagables, delincuencia diaria, hacinamiento en el transporte público, mala educación, salud decadente, pensiones míseras, los precios de los productos de primera necesidad solo los regula las leyes del mercado; por ello, es común que nuestra canasta básica ascienda mientras nuestros salarios descienden y nuestras familias empobrecen cada día más.
En segundo lugar, el crecimiento económico se mide sobre la base del Producto Interno Bruto (PIB): todo lo producido por la clase trabajadora en un país, que es vendido y su ganancia acumulada por los burgueses en un año.
El PIB es casi en su totalidad ganancia de los burgueses y le permite recuperarse de las crisis orgánicas y periódicas del capitalismo, pero si somos los trabajadores quienes lo producimos debe servirnos como un parámetro para emprender la lucha por la conquista de nuestras demandas.
Si nosotros creamos la riqueza de un país, pero se nos es arrebata por los grandes empresarios nacionales y extranjeros, debemos luchar por ella.
En este relativo auge económico que posee el país, y las buenas perspectivas para este 2017, debemos organizarnos en las bases del FMLN, los sindicatos y organizaciones consecuentes, y desde ahí luchar por un salario acorde al costo de la vida, pero como primer paso, defender el aumento salarial recientemente aprobado, el cual es un paso adelante, a pesar de ser insuficiente aún; y por la congelación de los precios de dicha canasta básica, para que nuestro poder adquisitivo suba pero que dichos precios se regulen de tal forma que no afecten el mejoramiento de nuestras condiciones de vida.
A su vez, presionar al gobierno del FMLN para que adopte un programa socialista que se proponga desde una reforma fiscal para solventar la crisis financiera estatal, reactivación del agro, renacionalizar los servicios sociales privatizados, hasta nacionalizar o expropiar a las empresas que se nieguen a cumplir nuestras conquistas para que sean los trabajadores quienes se encarguen de planear la producción, y a aquellas que dominan las palancas económicas de nuestra sociedad salvadoreña para que el excedente de la producción sea invertido por y para los trabajadores en mejoras de salud, pensiones, educación, vivienda, transporte, prestaciones laborales, etc.