Toda concepción y forma de pensar de las personas se da a partir de sus condiciones de vida, por ello, no es extraño que los trabajadores salvadoreños tengan una perspectiva crítica con respecto al gobierno en turno. Los resultados de la última encuesta de opinión pública de la UCA han desacreditado no solo al partido en el gobierno, sino a los demás partidos políticos existentes en nuestro país, y en su mayoría (cerca del 60%), opinan que debe existir otra alternativa organizada de izquierda. Esto, para los marxistas -a pesar de que las encuestas de opinión siempre poseen un grado de sesgo y de exclusión para con la opinión de la mayoría de la población- solo puede significar el grado o estado de ánimos momentáneo de las masas con respecto a la lucha de clases.
Toda concepción y forma de pensar de las personas se da a partir de sus condiciones de vida, por ello, no es extraño que los trabajadores salvadoreños tengan una perspectiva crítica con respecto al gobierno en turno. Los resultados de la última encuesta de opinión pública de la UCA han desacreditado no solo al partido en el gobierno, sino a los demás partidos políticos existentes en nuestro país, y en su mayoría (cerca del 60%), opinan que debe existir otra alternativa organizada de izquierda. Esto, para los marxistas -a pesar de que las encuestas de opinión siempre poseen un grado de sesgo y de exclusión para con la opinión de la mayoría de la población- solo puede significar el grado o estado de ánimos momentáneo de las masas con respecto a la lucha de clases.
El gobierno de Cerén ha llevado a cabo muchos programas para beneficiar a los trabajadores que no podemos negar ni desacreditar, lo que dejamos claro es que dichos programas no poseen garantía ni económica ni política para sostenerse en el tiempo, debido a su financiamiento basado en préstamos e incremento de la deuda pública.
La imposibilidad de reformar el capitalismo, en nuestros tiempos de crisis, solo ha llevado al gobierno a caer en las presiones de los organismos internacionales con respecto a la deuda externa, a focalizar subsidios para los hogares proletarios del país, a invertir altas cantidades de dinero para pagar la deuda interna, pero invertir poco en servicios y programas sociales, esto es, a intentar conciliar con la burguesía los intereses de la clase trabajadora. Por ello, las aspiraciones de las masas para la construcción del socialismo en nuestro país parecen ser hostiles para la dirección reformista del FMLN, el gobierno y su programa.
Estas contradicciones hunden sus raíces en lo que se esperó del FMLN, y lo que de verdad ha hecho para beneficio de la clase trabajadora. No obstante, los marxistas siempre hemos explicado que el factor económico es, en última instancia, determinante de los cambios en las concepciones políticas de las masas en su vida social. En el último periodo en el que el FMLN ha estado en el Poder Ejecutivo la economía salvadoreña ha mantenido un “crecimiento” más o menos bueno con respecto a la caída brutal de la crisis del 2008, aunque no podemos afirmar, desde el marxismo, que estamos en períodos de bonanza económica.
Sin embargo, esto en lugar de exacerbar los ánimos de lucha de los trabajadores salvadoreños por más conquistas, ha bloqueado sus aspiraciones al respecto de la revolución socialista y ha atacado sus intereses. Esto sucede por una cuestión fundamental: el proletariado no ha sido beneficiado por el “crecimiento económico”, cuando es él la palanca productora del mismo.
¿En realidad estamos creciendo económicamente?
Trotsky en La curva del desarrollo capitalista, escribe: “Si el auge restaura con un excedente la destrucción o la austeridad del período precedente, entonces el desarrollo capitalista está en ascenso. Si la crisis, que significa destrucción, o en todo caso contracción de las fuerzas productivas, sobrepasa en intensidad el auge correspondiente, entonces obtenemos como resultado una contracción de la economía. Finalmente, si la crisis y el auge se aproximan entre sí en magnitud, obtenemos un equilibrio temporario -un estancamiento- de la economía”.
Según datos del Banco Mundial, en 2008 nuestro país cayó un -3.1 % producto de la crisis. Cuando en el 2009 el FMLN llegó al poder esto mejoro un poco, ya que desde entonces el crecimiento económico de El Salvador ha mantenido un rango de entre el 1 % y el 2.5 %. Si retomamos el argumento de Trotsky no podemos decir que nuestra economía está en ascenso, sino que solo está recuperándose de su crisis anterior, restaurando la destrucción del 2008. Es decir, se mantiene en contracción pues el “auge” aun no sobrepasa en intensidad a la crisis anterior.
Por supuesto que la burguesía nacional e internacional ha visto un aumento en su tasa de ganancia en el último período –claro a través del aumento de la explotación laboral de la clase obrera-, pero que solo le está sirviendo para reponer sus pérdidas anteriores, por eso han puesto la mayor resistencia política y económica ante el aumento al salario mínimo, la reforma de pensiones, y la solución de la crisis fiscal del país. Su resistencia ha tenido suficiente margen de maniobra gracias a la complicidad que ha poseído la dirección reformista del proletariado.
Imposibilidad del reformismo
Los dirigentes del movimiento obrero y del partido de masas ignoran, adrede o sin conocimiento, que el periodo que atraviesa nuestro país es de recuperación de crisis, y plantean ilusoriamente la posibilidad de llevar a la revolución por etapas, de conciliar con los empresarios, de caminar por medio de reformas hacia el socialismo.
Este método incorrecto de hacer la revolución lo único que ha hecho es generar contradicciones más profundas, pues lo que vemos realmente es un periodo que mientras recupera a la crisis capitalista anterior se ve frente al abismo de caer en una nueva. Sustentamos esto con un artículo económico de Telesur.net en diciembre de 2016, donde hablando sobre la crisis mundial del capitalismo se enfatiza que: “Respecto a América Latina y el Caribe, la contracción de la demanda mundial de materias estaría ya provocando el estrangulamiento de sus exportaciones y la depreciación generalizada de sus monedas debido a la fortaleza del dólar (El Salvador al estar dolarizado no se vería afectado por esto, pero si por lo demás), lo que se traducirá en aumentos de los costes de producción, pérdida de competitividad, tasas de inflación desbocadas e incrementos espectaculares de la deuda exterior”.
Este período económico por su mismo carácter es incapaz de solventar las necesidades de los trabajadores salvadoreños, ya que les otorga beneficios con una mano y se los arrebata prontamente con la otra, gracias a la crisis fiscal estatal que impide financiarlos y a la inexistencia de una política fiscal progresiva que trastoque las ganancias de los empresarios para beneficiar al pueblo trabajador.
El problema de las pensiones, el aumento al salario mínimo opacado por el aumento a la canasta básica, la crisis fiscal estatal, la elusión y evasión fiscal, los ajustes fiscales y los recortes sociales, la deuda pública, etc., a la par de una economía en recuperación demuestra que es imposible aplicar el reformismo en estos tiempos, y al contrario nos exige alternativas revolucionarias radicales, pues solo a través de ellas podremos solventar las necesidades de la clase trabajadora con respecto a la elevación de su calidad de vida.
¿Qué necesitamos?
En nuestros tiempos, cualquier reforma será efímera y más temprano que tarde se convertirá en su contrario, debido a las contradicciones entre la intención de llevarla a cabo y los medios reales para hacerla.
Por ello, es necesario que a través de nuestras organizaciones tradicionales: el FMLN y los sindicatos, impulsemos un programa revolucionario que plantee medidas radicales para salir de esta crisis. Esto es un programa que demande la nacionalización del sistema de pensiones sin indemnización para los grandes empresarios de este rubro; el establecimiento de un sistema público de capitalización colectiva; la reducción de la jornada laboral sin reducción de salarios para la creación masiva de empleos y el aumento de cotizantes; el combate de la elusión y evasión fiscal por medio de impuestos progresivos a la burguesía; una fiscalización más rigurosa a las ganancias para financiar al Estado y el desconocimiento de la deuda pública, pues es una deuda que la burguesía heredó históricamente al Estado, y que por el carácter del mismo se sigue incrementando.
Por supuesto que los elementos de la burguesía y sus expresiones políticas: ARENA, ANEP, FUSADES, etc., se opondrán a capa y espada a esto que trastoca sus intereses. Incluso elementos de nuestro partido y movimiento obrero pueden replicar desconfianza hacia la capacidad de lucha de las masas. Lo cierto es que ninguna de estas medidas tendrá éxito sino se llevan a cabo por medio de la combinación de la lucha parlamentaria y la lucha de calle.
Debemos demostrar la incapacidad del Estado burgués y sus limitantes para cumplir con los intereses de la clase trabajadora, y luchar por transformarlo en un Estado que responda a la clase productora de la sociedad, y ello solo es posible a través del involucramiento de los trabajadores en el gobierno de sus vidas, es decir, por medio de que los trabajadores irrumpamos en la política y la economía de la sociedad y las tomemos en nuestras manos para ponerla a funcionar en pro de nuestros intereses.