Gobiernos progresistas en América Latina ¿a qué se debió su declive?

A finales del siglo XX y principios del XXI la ola de gobiernos de izquierda en América Latina experimentó un auge pocas veces visto en la región, lo cual posibilitó la implementación de proyectos de redistribución de la riqueza reduciendo los índices de pobreza y desigualdad[1] en el periodo de bonanza económica en la región.

Este ascenso y permanencia de dichos partidos en el poder fue el resultado del empuje de los movimientos de las masas de trabajadores y campesinos cansados de los ataques de los gobiernos de derecha,  de la corrupción y de las políticas neoliberales desarrolladas por las burguesías y sus dictaduras militares en la segunda mitad del siglo pasado. Tales gobiernos “revolucionarios” gozaron de estabilidad y tuvieron margen de maniobra también gracias a  los altos precios del petróleo, la exportación materias primas y demás productos exportables hacia las grandes potencias de la economía mundial principalmente hacia China.

Todo esto se ha desarrollado dentro del marco del sistema capitalista, ya que aunque en el caso de Venezuela se pretendió desarrollar una versión “moderna” de socialismo, se estuvo lejos de romper con los límites capitalistas por la falta de claridad marxista de los dirigentes, quienes sucumbieron ante los privilegios burocráticos y desarrollaron políticas de conciliación de clases.

Aunado a eso la crisis financiera de 2008, la desaceleración de la economía china y la caída de los precios de petróleo han sumido en una recesión a las economías latinoamericanas y han significado una crisis en las finanzas de los países cuyos gobiernos tuvieron que revertir  a través de contrarreformas las conquistas sociales logradas en el periodo de auge.

Además la intervención permanente del imperialismo norteamericano y europeo en América Latina ha llevado a cabo sus planes para descarrilar a los gobiernos de izquierda e imponer a sus administradores de derecha y de ultraderecha para intensificar la extracción de capital, materias primas y demás recursos en connivencia con las burguesías locales.

Antecedentes reformistas en América Latina

Históricamente en nuestra región las burguesías de los estados nacionales surgidos a partir de la independencia han sido incapaces de llevar a cabo las principales tareas de la revolución democrático-burguesa necesarias para el desarrollo de las fuerzas productivas propias de cada país, por lo cual los países latinoamericanos pasaron a entregar su territorio, sus recursos y su mano de obra barata a las nuevas potencias mundiales y a depender de ellas, forzados por los métodos modernos de dominación del imperialismo (el libre mercado, la inversión extranjera, la deuda externa, etc.).

Dichas tareas progresistas recayeron en los hombros de los movimientos sociales, sindicales y partidos políticos revolucionarios que comenzaron a tomar forma a principios del siglo XX en el seno de la incipiente clase obrera. Sin embargo la consolidación de dichos partidos coincidió con la degeneración estalinista de la Unión Soviética por lo cual los dirigentes de izquierda latinoamericanos seguían ciegamente la línea política del régimen burocrático soviético.

Esta influencia estalinista impidió a los partidos izquierdistas que llegaron al poder, resolver las tareas de la revolución latinoamericana, al distanciarse burocráticamente de las bases que los habían respaldado para ascender al poder y posteriormente, siguiendo el giro de Stalin de aliarse con los países occidentales, desarrollaron una política de conciliación de clases con la socialdemocracia e incluso con las burguesías. 

Dentro de ese contexto tuvo lugar en Chile la llegada al poder de Salvador Allende, uno de los referentes de la izquierda latinoamericana durante el siglo pasado, cuyo proceso nos ayuda a entender las limitantes reformistas que se han perpetuado en los dirigentes y caudillos que han despertado la esperanza de la transformación socialista de la sociedad y al final nos han conducido al recrudecimiento de la explotación capitalista por parte de la contrarrevolución.

Allende creía sinceramente en la transformación socialista por la vía parlamentaria, algo que la burguesía jamás ha permitido, por lo cual, en el momento en que llegó al poder fue presionado por sus aliados y por sus enemigos a firmar el pacto de “garantías constitucionales” que prohibía la formación de milicias populares y garantizaba la permanencia de los altos mandos militares[2] impuestos por los anteriores gobiernos burgueses.

A pesar de eso las medidas radicales llevadas a cabo por Allende en temas económicos y sociales provocaron una corriente popular considerablemente fuerte que respaldaba a su gobierno, por lo cual contó con las condiciones objetivas necesarias para llevar a cabo la transformación revolucionaria  de la sociedad, sin embargo en un momento tan favorable los dirigentes reformistas chilenos desperdiciaron la oportunidad, confiando ciegamente en “la buena voluntad” del enemigo de clase, el que a su vez preparó el golpe para asestarlo en el momento más propicio.

Procesos parecidos (aunque no iguales) al de Chile hemos visto en algunos países latinoamericanos en las últimas décadas principalmente en Venezuela, en donde la revolución bolivariana si bien no ha podido ser derrotada por sus enemigos de clase se ha  estancado debido a los vicios burocráticos de sus dirigentes.

Cabe destacar que la Revolución Cubana es la única que logró tomar el control de los medios de producción nacional y mantenerse en pie a pesar de los ataques reaccionarios del imperialismo y del bloqueo económico impuesto por los países capitalistas, sin embargo en la actualidad la burocracia cubana está dando señales de agotamiento y abriendo sus puertas al capitalismo.

Reforma o revolución

El proceso revolucionario venezolano liderado por Hugo Chávez de manera abierta desde 1992 dio paso a un nuevo intento de emancipación de los pueblos oprimidos en Latinoamérica, este recurrió a los mecanismos de la democracia burguesa para acceder al poder y desde ahí transformar la sociedad.

Chávez ascendió al poder a través del Movimiento Quinta República (MVR) constituido por diferentes partidos de los cuales algunos posteriormente se pasaron a la oposición, y como presidente por un lado dio prioridad a las reivindicaciones de las masas pero por otro mantuvo una actitud conciliatoria hacia la contrarrevolución venezolana e internacional. A sus enemigos de clase que intentaron derrocarlo en 2002 les perdonó los crímenes y de esta manera les permitió seguir conspirando a través de protestas, paros patronales, terrorismo, etc. Incluso Chávez  llegó a crear una mesa de diálogo para negociar con los golpistas.

Los marxistas reconocemos el carácter revolucionario de Chávez (al igual que Allende) que junto a las masas hizo temblar los cimientos del decadente régimen burgués en Venezuela extendiendo la ola revolucionaria a casi toda la región, sin embargo el movimiento bolivariano no estuvo exento de contradicciones, por un lado el ala radical propugnaba seguir la ruta hacia el socialismo y por el otro el ala derecha sostenía que había que defender la propiedad privada del capitalismo, por lo cual las reformas llevadas a cabo en Venezuela no lograron derribar al régimen neoliberal.

Además las capas que llegaron a ocupar puestos y privilegios en el gobierno se olvidaron de su compromiso con el pueblo y todos los partidos del movimiento que llevó a Chávez al poder terminaron desacreditados ante las masas.[3] La corrupción como mecanismo natural del capitalismo se propagó en la casta gobernante venezolana, (algo que el mismo Chávez reconocía) y dio argumentos a las fuerzas opositoras para emprender la contrarrevolución dentro de un sistema que no llegó a ser abolido por la revolución bolivariana. La muerte de Chávez y la permanencia de líderes burócratas al frente del gobierno en medio de los factores adversos que mencionamos anteriormente sólo han agudizado las condiciones de vida de las masas venezolanas.

Hemos sido testigos de procesos parecidos en toda la región aunque de forma más moderada, en Brasil por ejemplo, cuando Lula corrió por la presidencia en 2002 a pesar de contar con el respaldo de los trabajadores, lo hizo en alianza con partidos burgueses y nombró miembros de su gabinete a funcionarios de la burguesía, siguió la política de austeridad dictada por el FMI e incluso llevó a cabo una contrarreforma inicial del sistema de pensiones.

En 2010 cuando Dilma Rousseff fue elegida dio un giro aún más a la derecha, se hizo acompañar en su gabinete de funcionarios burgueses que más tarde la traicionarían, y agentes del FMI pasaron a administrar ministerios como Hacienda. Ante la recesión de la economía brasileña Dilma decretó un serie de medidas de austeridad, privatizaciones y para controlar el descontento de las masas se aprobaron leyes severamente represivas.

Aun así fue reelegida en 2014 para impedir el retorno de la derecha al poder, sin embargo la presidenta terminó traicionando a sus votantes llevando a cabo las políticas del candidato opositor, es decir más privatizaciones y ataques a la clase trabajadora.[4] El Partido de los Trabajadores  (PT) se convirtió en parte del establishment y eso permitió el reciente ascenso de Bolsonaro al poder.

En Argentina el kirchnerismo logró administrar la crisis constante del capitalismo en base a suspender los pagos de la deuda y reestructurarla con fuertes medidas, para apuntalar el trabajo y el mercado interno pero en una economía con grandes dueños en sectores claves, con lo que generaron un proceso inflacionario al ser mayor la demanda que la oferta.[5] En el país austral existe consenso sobre el escaso grado de profundidad que tuvo el proceso de cambio estructural por parte de los Kirchner.

En Uruguay el Frente Amplio (FA) luego de 15 años de gobierno reformista se debate su continuidad en el poder por la falta de un programa más a la izquierda. El mayor error del FA uruguayo detrás del discurso de Pepe Mujica es no haber transformado la matriz productiva del país para dejar de ser dependiente, aparte de su actitud de claudicación hacia la deuda externa. El proyecto que conduce al partido actualmente es el de administrar el capitalismo con el propósito de “humanizar dicho sistema”.

En el caso de Ecuador y Chile, hemos visto como la agenda capitalista ha sido impuesta por las fuerzas de derechas que han frenado las transformaciones que los respectivos gobiernos progresistas (Correa y Bachelet) llevaron a un nivel muy limitado.

En Centroamérica los gobiernos de izquierda (El Salvador y Nicaragua) han gobernado en la última década en colaboración con partidos de derecha, bajo el control del imperialismo Norteamericano, con el cual recientemente han entrado en conflicto por sus repentinos acuerdos con el imperialismo chino.

Cada vez más los focos de progresismo en America Latina son menos (México, Bolivia, Cuba) ante el retorno de la derecha y ultraderecha al poder en nuestra región como resultado de la debacle de los dirigentes reformistas.

El fracaso de los gobiernos progresistas en Latinoamérica ha sido ocasionado por su incapacidad para aprovechar la energía de las masas, las cuales han demostrado una y otra vez su voluntad de avanzar hacia medidas que ayuden a superar los límites que el capitalismo nos impone.[6] Es necesario aprender las lecciones de la historia y construir herramientas de lucha con claridad marxista para llevar a cabo la revolución socialista.


[1] Elpaís.com/Cómo reinventar la izquierda latinoamericana/04nov2018.

[2] Alan Woods, Lecciones de Chile. 1979.

[3] Revista El Militante. Elecciones presidenciales venezolanas, un punto de inflexión crucial para la revolución. Jorge Martin 03/11/06

[4] Jorge Martin. Brasil: ¿Cómo pudo ganar las elecciones un demagogo de ultraderecha? 29/10/18

[5] Argentina: De Videla a Macri, un país rico pero muy injusto – Por Horacio Rovelli

[6] Bloque popular juvenil/ elecciones 2019 en el salvador un análisis necesario. 14/12/18.

 

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