Monseñor Romero y la Revolución Salvadoreña

 

Monseñor Romero es una de las figuras más emblemáticas de la historia de El Salvador, siendo un sacerdote que tenia estrechos vínculos personales con la oligarquía salvadoreña y que simpatizaba con el grupo de extrema derecha de la iglesia, el Opus Dei, dio un cambio brusco al ser nombrado arzobispo de San Salvador, posicionándose a favor de los trabajadores del campo y la ciudad y dando la espalda a la clase dominante y la dictadura militar con la que gobernaba. No podríamos entender dicho cambio sin comprender el contexto de aquellos años.

Las concepciones materialistas del marxismo aunque son contrarias a las tesis fundamentales de la religión, ya que estas parten de una concepción idealista -consideran que lo material surge de lo no material es decir que la tierra, los hombres, las mujeres y la sociedad ha sido una creación de Dios o de cualquier otro ser sobrenatural- no nos impide tener un acercamiento correcto hacia este tema, si bien es cierto que los marxistas no somos religiosos, es cierto que reconocemos que millones de trabajadores en todo el mundo tiene una u otra religión, sin embargo ello no les impide comulgar con los objetivos históricos del proletariado que es el de la transformación revolucionaria de la sociedad., -más aún-. Los marxistas defendemos firmemente la libertad de culto, todos los individuos somos libres de decidir nuestras concepciones del mundo, el universo etc., defendemos este derecho no solo en la sociedad actual si no incluso en la lucha por la construcción del socialismo seguiremos haciéndolo.

En la medida en que los marxistas consideramos la religión un asunto personal, nos oponemos a que la religión sea utilizada por el estado como un medio de coerción ideológica, y justificación de las atrocidades capitalistas, hoy en día la iglesia es uno de los instrumentos mas retrógrados y activos en contra de la organización del proletariado, la iglesia no solo oprime la conciencia de millones a nivel mundial si no que alimenta toda clase de prejuicios reaccionarios, en contra de la mujer, la sexualidad, la ciencia, la salud, etc. La religión en tanto asunto privado debe de estar separada del Estado, debe de ser una organización financiada y promovida por sus adeptos y no por el Estado, esta separación de la iglesia y el Estado fue bien comprendida por Monseñor, que fue el primer cardenal salvadoreño que se negó a asistir a la toma de posesión de un presidente, en este caso del general Carlos Humberto Romero, impuesto a partir de un masivo fraude electoral en las elecciones presidenciales de 1977.

Monseñor no estuvo dispuesto a que se mezclaran los sentimientos religiosos de sus seguidores con los objetivos políticos de la burguesía, a partir de ese momento Monseñor desenmascaró una y otra vez la diferencia de objetivos entre el Estado de la burguesía y los sentimientos religiosos de sus adeptos, la denuncia de la identificación de iglesia con una sociedad que explota y oprime al trabajador fue sin duda una conclusión que le llevo a concepciones revolucionarias.

A Monseñor Romero se le conocía y aun se le llama la voz del pueblo, en una época de profunda represión donde los jóvenes, obreros y campesinos eran torturados y asesinados la voz del Arzobispo de San Salvador se alzaba para criticar a los ricos con frases como “…si estamos diciendo que la raíz no se toca, que esta fértil, tiene que seguir produciendo malestar una injustifica social a base de una aberración de la propiedad y de una absolutización de la riqueza, que, para colmo, se trata de defender con la represión. Y allí esta la causa de todo: injusticia social y represión”. O aquella otra donde decía: “Creo en la verdadera necesidad de que el pueblo se organice”. La posición que asumió al final le costaría la vida.

Leonardo Boff un importante teólogo de la liberación, que ha sido reprimido por la alta jerarquía católica por sus posiciones, en su reciente visita a El Salvador en el marco del 28 aniversario de la muerte de Oscar Romero, señaló que si bien Monseñor no se pronunció abiertamente por la Teología de la Liberación lo mas importante es que utilizó su método. A ese respecto hemos señalado ya en el documento de El Marxismo y la Religión que:

“La teología de la liberación es una expresión del fermento revolucionario en América Latina. Las órdenes más bajas del sacerdocio están horrorizadas por el sufrimiento de las masas oprimidas y han dado el paso de luchar por una vida mejor. La jerarquía eclesiástica, con sus cientos de años ha desarrollado una relación cómoda con los ricos terratenientes, los banqueros y los capitalistas, y combaten esta nueva tendencia o la toleran de mala gana. Así la lucha de clases ha penetrado en las filas de la propia Iglesia católica romana”.

Oscar Romero es una excepción de esa alta jerarquía católica que se impacta con el sufrimiento de los trabajadores. Monseñor terminó sirviendo no tanto a la causa de la iglesia oficial como a sus concepciones religiosas personales, pero sobre todo la acción que le llevó a figurar entre los mártires, no de la iglesia, si no del proletariado fue su destacada labor de ser la “voz de los sin voz” la voz de un proletariado que a Monseñor le recordaban a los esclavos romanos en su lucha contra el imperio esclavista, esclavos que fueron la base del cristianismo primitivo y hacia quienes se dirigían los apóstoles. A 28 años de su infame asesinato los marxistas del BPJ reclamamos su legado como un legado de lucha por una sociedad justa e igualitaria no en el cielo si no en la tierra.

En el documento del Marxismo y la religión Alan Woods también hace este señalamiento “Entre 1968 y 1978, más de 850 sacerdotes, religiosas y obispos fueron arrestados, torturados y asesinados en América Latina. El jesuita salvadoreño, Rutilio Grande, antes de ser asesinado dijo: ‘Hoy en día, es peligroso […] y prácticamente ilegal ser un auténtica cristiano en América Latina”. Lo importante es la palabra ‘auténtico’” (Cuaderno de Formación Marxista Nº 4, El Marxismo y la Religión Fundación Federico Engels).

Si bien tenemos diferencias filosóficas con todas las religiones, los marxistas no tenemos ningún prejuicio en estrechar la mano de los creyentes que están dispuestos a luchar por una sociedad distinta en esta tierra que nosotros creemos debe ser el socialismo, ya tendremos tiempo para discutir amistosamente nuestras diferencias en una sociedad donde no halla explotación ni opresión.

Contexto económico de El Salvador

La economía salvadoreña al igual que el resto de la economía capitalista latinoamericana ha surgido supeditada al imperialismo norteamericano, desde inicios del siglo XX la base de la economía fue la producción agrícola de monocultivo, el café fue durante décadas la mercancía sobre la cual se basaba el conjunto de la economía, hasta los años 50`s y 60’s las exportaciones de café eran la única fuente de divisas para el país, el mercado histórico de este producto siempre han sido los EUA a donde se había llegado a destinar hasta el 90% de la producción.

Es durante la década de los 60’s que el proletariado industrial salvadoreño se ve fortalecido ante la creación de industrias, llegando El Salvador a ser el país mas industrializado de Centroamérica, para principios de los 60`s de una población de 226 mil trabajadores 26 mil eran obreros, es decir el 11%, .

Datos de los 70’s reflejan claramente las condiciones precarias en las que vivían los trabajadores el 98% de la población (1,116,000 habitantes) recibía un salario de ¢950.00 anuales, la tasa de desempleo urbana oscilaba entre el 65.3% y en el campo entre el 45% y 50% de la población económicamente activa, la concentración de riquezas en manos de la burguesía un 2% de la población, ascendía a los ¢2,963 millones anuales.

El carácter atrasado de la economía y su dependencia orgánica de Estados Unidos no le permiten tener una situación estable más que en pequeñas coyunturas. Pero incluso en las épocas de auge económico los trabajadores no han tenido una situación mínimamente aceptable, no obstante en situaciones de crisis económica si se han degradado sus ya terribles condiciones de vida.

Las condiciones de vida del proletariado

Mas allá de la situación global de la economía, es importante tener en cuenta sobre que base se han conseguido los dichos resultados. La parte mas determinante de la economía es la agroindustria, misma que ha requerido de una concentración de tierras casi feudal, la información referente a finales de los 50`s indica que solamente el 4% de los propietarios poseen el 67% de la tierra y el restante 96% de propietarios tenían repartida el 33%, pero el grueso de la población rural ni siquiera se encontraba dentro de este reparto de apenas un tercio de la tierra cultivable, mas de dos millones de pobladores rurales no poseían absolutamente ninguna clase de propiedad agraria, por lo que no tenían mas alternativa que emplearse por miserables sueldos y en condiciones de barbarie.

Los datos de 1950 época del auge exportador revelan que entre el 92% de las familias salvadoreñas se repartía el 42% del producto nacional bruto, de ello se desprenden las terribles condiciones de vida para las masas trabajadoras. “En todo el país apenas existen 14 hospitales con un total de 5 mil 322 camas y 366 médicos activos. De esas cifras resultan apenas dos cama por cada mil habitantes y 1.5 médicos por cada 10 mil habitantes, cuando es sabido que la Organización Mundial de la Salud recomienda un mínimo de 10 camas hospitalarias por cada mil habitantes y 10 médicos por cada 10 mil habitantes.”, “La república de El Salvador …ocupa el penúltimo lugar en el mundo en cuanto a consumo de calorías se refiere…con un consumo de 1924 de las 3200 recomendadas como adecuadas” “…Casi el 90% de los trabajadores agrícolas y sus familias viven en habitaciones mal sanas, ya sea que el patrón los aloje o que lo hagan ellos mismos. La mayor parte de ellos habitan en ranchos pajizos fabricados de barro y paja – al lado de los cuales las casas de adobe parecen palacios- sin instalaciones sanitarias, a veces lejos del agua potable, en un solo cuarto, donde se amontona toda la familia y hasta las gallinas y cerdos, es decir, que los campesinos solo tienen una especie de refugio, que no los protege bien contra la intemperie y carecen de hogar limpio y cómodo, donde puedan desarrollar una armoniosa vida familiar” (El Salvador Monografía, Roque Dalton). Así mismo el nivel de analfabetismo era del 60% para 1961.

Esta base económica por demás débil es la que ha determinado el carácter profundamente reaccionario del estado salvadoreño, que a decir verdad durante el último siglo y medio es difícil encontrar un periodo de estabilidad política medianamente prolongado, la historia de El Salvador bien podría decirse es la de las continuas revoluciones sociales, golpes de estado, dictaduras, e inestabilidad social. Desde un punto de vista marxista el Estado es en última instancia un cuerpo de hombres armados en defensa de la propiedad privada, y decimos que en última instancia ya que la burguesía se vale de otros instrumentos (jurídicos, ideológicos, coercitivos, etc.) además de las armas para mantener su situación de minoría opresora, no obstante en la medida en que esta burguesía no tenga una base material estable para mantener su dominio de la sociedad tiene que recurrir de forma mas franca a su permanencia por medio de las armas, basándose mas directamente en el ejército para sostenerse, esta ha sido una constante no solo en El Salvador si no en el conjunto de Centroamérica.

La situación política en El Salvador

De la situación económica antes descrita no pueden deducirse relaciones mecánicas respecto a la situación política y la lucha de clases en el país, como hemos señalado la base material de la burguesía ha sido muy débil por lo que incluso en una situación de crecimiento económico esto no ha sido suficiente para mejorar las condiciones de vida de las masas de tal manera que estas puedan permanecer impasibles ante el sistema, todo lo contrario la burguesía ha sido incapaz de ofrecer ninguna condición aceptable para las masas, lo que se ha traducido en un devenir de luchas políticas.

Es difícil identificar un punto de ruptura claro en cuanto a la lucha de clases, dados sus próximos auges, sin embargo podemos partir de la caída del gobierno del coronel Osorio (surgido de la “revolución de 1948”), que se mantiene hasta las fraudulentas elecciones de 1956, donde impone al coronel José María Lemus, durante su periodo se agrava la lucha de clases al allanar la universidad en 1960 por lo que es depuesto por un golpe de estado que establecería un gobierno cívico-militar donde no figuraban los elementos mas reaccionarios del régimen pero seguían teniendo intereses burgueses, este gobierno solo duró tres meses y en enero de 1961 un nuevo golpe de estado restablece al sector mas retrogrado del ejército, este nuevo golpe de estado fue tratado de evitar por los trabajadores que tenían fresca la mirada en la victoria de la revolución cubana en 1959, se dirigieron a los cuarteles que consideraban leales para pedir armas y oponerse al nuevo golpe, no obstante jamás recibieron armas lo que constataba no solo el carácter burgués de la junta cívico militar sino ante todo la imposibilidad de mantener un gobierno burgués reformistas que ofreciera ciertas concesiones a las masas, la burguesía y el imperialismo no estaban dispuestos a ello dado que las condiciones de atraso del capitalismo salvadoreño no lo permitían. El sector más de derechas del ejército se instala sobre jornadas de represión cruentas sobre las organizaciones obreras. Esta derrota permite un periodo de relativa estabilidad para la burguesía que forma el Partido de Conciliación Nacional (PCN) con la intención de sostenerse en el poder por medio de un estado semi bonapartista al estilo del PRI en México, es así que el PCN gana las elecciones de 1962 y 1967 ambas instalando coroneles en la presidencia. Es necesario señalar que estos gobiernos se pudieron mantener sobretodo por la derrota de las masas y la represión que cundió sobre ellas, durante este periodo de auge económico la burguesía fue incapaz de incrementar su base social entre algún sector significativo de la población, como lo demuestra la huelga de los maestros en 1968 (ANDES).

Conforme la crisis económica se agrava a partir de 1968, una consecuencia de ello es la guerra con Honduras en 1969, lo que supone una victoria militar para El Salvador no obstante no tiene ningún efecto positivo sobre la económia. Es en medio de una creciente agitación social donde se reactivan las organizaciones sindicales y de izquierda, incluso los sectores burgueses reformistas se ven fortalecidos, llegando así a las elecciones de 1972 que son objeto de un nuevo fraude electoral, las elecciones habían sido ganadas por un frente de organizaciones contradictorias (Unión Nacional Opositora) donde se incluyó el Partido Comunista Salvadoreño (PCS) a través de la Unión Democrática Nacionalista –partido de origen burgués que fue infiltrado y transformado por el PCS ganando cierta influencia entre los trabajadores- su programa era reformista, no pretendía transformaciones profundas en la sociedad no obstante la burguesía veía mas allá de los dirigentes de la UNO a las masas que buscarían llevar el programa reformista cada vez mas hacia la izquierda.

Tras el anuncio de la derrota de la UNO y la victoria del general Molina del PCN, la inestabilidad social se recrudeció a todos los niveles, la descomposición del régimen era tal que un sector del ejército tomó la iniciativa de impedir la instalación de Molina, para ello capturaron al presidente en turno, tomaron el control de los cuarteles mas importantes, y presionaron al candidato de la UNO para que llamara a las masas a defender el golpe “constitucionalista” contra los sectores mas reaccionarios del ejercito. Al confuso llamado del candidato de la UNO, Duarte, las masas no respondieron, la experiencia del golpe de estado y la junta cívico-militar de 1961 que se negó a dar armas al pueblo para defenderla del contra golpe de derechas, había enseñado a las masas a no confiar en el ejercito, incluso en el sector moderado. El golpe fracasa y se instala Molina, fortaleciendo la represión contra sindicatos, organizaciones campesinas, estudiantiles, e inclusive sectores de la iglesia.

Este gobierno es profundamente débil, la base social sobre la que se mantiene es casi nula, por lo que plantea una reforma agraria mínima que pueda fortalecerle, en 1976 Molina plantea una propuesta de reparto agrario de apenas el 4% de las tierras cultivables, la intención no era llevar adelante una reforma agraria seria, la intención de la burguesía era buscar un punto de apoyo ante su extrema debilidad, de la cual era conciente incluso el sector mas derechista de la burguesía. Una vez planteada la reforma, la burguesía comienza a dividirse y enfrentarse, el ejército fuerza a Molina a clausurar la reforma y a mantener el régimen con más represión. Como podemos ver al sector de derechas de la burguesía le sucede un sector cada vez mas reaccionario, la impotencia del régimen por sostenerse sobre un base social mínimamente firme es lo que lo lleva de crisis en crisis, ello mismo empuja a las masas a radicalizarse de forma progresiva a pesar de la represión, la sin salida de las masas, es la fuerza material que los empuja a buscar alternativas de lucha.

El gobierno de Molina se mantiene hasta las elecciones de 1977 a las cuales se presentan nuevamente la UNO y el PCN. La UNO mantiene su composición de 1972, en él se agrupa la democracia cristiana (PDC), y el MNR ambos partidos reformistas burgueses, el tercer integrante es nuevamente el Partido Comunista Salvadoreño a través de la UDN. La falta absoluta de una orientación auténticamente revolucionaria por parte del PC, orientado por los estalinistas le llevan a aliarse con la supuesta “burguesía progresista” que según los estalinistas son una fuerza indispensable para llevar adelante los intereses revolucionarios del proletariado, lo que en la vía de los hechos se materializa en una política de subordinación de los interés de la clase trabajadora ante los intereses de la burguesía, esta política les lleva a aceptar que el candidato de la UNO sea un militar retirado (Claramount) que no había participado en las jornadas represivas de años anteriores.

La táctica de la UNO era la de ganar a las fuerzas armadas “progresistas” de tal manera que los sectores mas reaccionarios ya no contaran con su apoyo, está táctica era por supuesto una equivocación absoluta, los golpes de estado “constitucionalistas” habían fracasado por que no enarbolaban un programa social en esencia diferente al de la burguesía de derechas, la diferencia entre los militares de derecha y los “progresistas” era que los primeros tenían como prioridad defender los intereses del imperialismo por sobre los de la burguesía nacional, y los segundos eran el caso contrario, la debilidad de la burguesía nacional y su dependencia orgánica de la burguesía imperialista les hacían impotentes, por ello cada golpe de estado que habían intentado terminaba en fracaso, en el fondo sus derrotas eran las derrotas de la pequeña burguesía nacional ante el imperialismo. Por otro lado la burguesía mas ligada al imperialismo a cada intento de golpe de estado de los militares supuestamente “progresistas”, respondía reprimiendo al proletariado, el imperialismo tenia claro que la única fuerza con posibilidades reales de hacerle frente eran los trabajadores del campo y la ciudad y no de los militares impotentemente “reformistas”. Esta conclusión no era comprendida por los dirigentes del PCS que en vez de impulsar una política para ganar al proletariado intentaban ganar al eslabón más débil de la burguesía.

La política incorrecta de la dirección del PCS originó que un sector de las capas mas radicalizadas del proletariado y la juventud se orientarán hacia la guerrilla que comenzó a organizarse sobre todo a partir del fraude electoral de 1972, este giro hacia posiciones guerrilleras reflejaba el ímpetu de los sectores mas avanzados por transformar radicalmente las condiciones sociales en El Salvador, el triunfo de la revolución cubana del 59 era un faro que orientaba a estos sectores deseosos de una política consecuente por parte de la dirección del PCS. Desafortunadamente la orientación guerrillera tampoco era una alternativa viable ya que las masas se orientaron masivamente hacia las elecciones, y las organizaciones guerrilleras optaron por el boicot activo lo que por la vía de los hechos significó su aislamiento del movimiento de masas que se desencadenaría después de anunciados los resultados electorales. En un comunicado del grupo guerrillero FPL reconocía que su táctica no era capas de arrastrar a las masas no obstante la llevaron adelante “levantamos la combativa línea del boicot activo, no con el pensamiento de impedir que se realizaran (las elecciones), cosa que no era posible lograrlo con las fuerzas con que actualmente dispone el pueblo”.

Los resultados oficiales de las elecciones dieron como ganador al general Carlos Romero del PCN, lo que nuevamente desata una lucha de masas por el reconocimiento de la victoria de la UNO, el 21 de febrero inician las movilizaciones en la capital, el 22 se declaran en huelga sectores de la enseñanza, fábricas, comercios y transportes, en la Plaza Libertad se realiza una toma permanente que el 26 es rodeada por el ejército, ante la amenaza de ser reprimidos los dirigentes conducen a los manifestantes a refugiarse en la iglesia de El Rosario, esta acción no impide al ejercito atacar a los manifestantes con lo que se inician los enfrentamientos. El saldo al final del día es de al menos cien muertos y miles de heridos, los dirigentes son enviados al exilio, cientos de trabajadores encarcelados y se establece el estado de sitio. Después de este enfrentamiento Carlos Romero puede acceder a la presidencia, al igual que Molina sobre un terreno inestable y convulsivo

Cabe resaltar que durante toda la década del 70 se desarrolla un auge del movimiento de masas donde se formaron diferentes organizaciones en el campo y la ciudad que aglutinaban a miles de personas y que era reflejo de la situación revolucionaria del momento, las principales fueron BPR, FAPU, LP-28, UDN y MLN, las cuales estaban dirigidas por las diferentes organizaciones guerrilleras.

Oscar Arnulfo Romero

Con el ascenso del General Carlos Romero inicia la vida política de Monseñor Romero, a partir de este acontecimiento el padre Romero se ve obligado a tener que posicionarse políticamente desde su óptica religiosa y como dirigente de la iglesia, es en esta etapa que inicia la transformación del cura Romero en “Romero-la voz de los sin voz”. Para comprender mejor el significado de la llamada transformación de Monseñor señalaremos algunos datos biográficos así como su actividad antes de su conversión.

Oscar Arnulfo Romero nació el 15 de agosto de 1917 en la comunidad de Ciudad Barrios, una ciudad pequeña donde el modo de vida campesino predominaba, su familia era de procedencia humilde y aunque estaban lejos de la opulencia tampoco podría decirse que compartían la suerte de los sectores mas pobres del país. Su padre don Santos era telegrafista, su madre se dedicaba a los cuidados de la casa y ambos cuidaban de la finca que había heredado la señora Guadalupe. Su convicción religiosa la aprendió de sus padres los cuales eran devotos católicos, Oscar desde niño tuvo inclinaciones hacia el estudio entre otras cosas por una enfermedad padecida a los cuatro años que le impidió un desarrollo físico normal, enfermedad agravada por la falta de recursos económicos de la familia para hacerle atender por médicos, por ello desarrolló una inclinación especial por aquellas actividades alejadas del esfuerzo físico. La enseñanza oficial solo llegaba hasta el tercer grado por lo que concluyó sus primeros estudios con grandes esfuerzos de su familia para pagar las clases particulares, una vez terminada la enseñanza básica siguió sus estudios en el seminario menor de San Miguel, lejos de su ciudad natal.

Ya en el seminario participó en un concurso de poesía, donde el premio era la oportunidad de viajar al Vaticano a seguir los estudios sacerdotales, Oscar gana este concurso y viaja a Roma. Su estancia se da en una época de profunda inestabilidad, con el inicio de la Segunda Guerra Mundial a finales de los 30’s la escasez de mercancías en general no da margen a lujos ni comodidades mas allá de lo elemental para los estudiantes, mas aún tratándose de jesuitas. Estas condiciones fortalecen el carácter austero y humilde de Oscar, convicciones que formarían parte de toda su vida.

Al terminar sus estudios Oscar retorna a El Salvador en 1943, no sin antes pasar brevemente por un campo de concentración en Cuba, esta inesperada situación se debió a que al salir de Roma, arribaron en España (Romero y su compañero Valladares) dominada por el gobierno Fascista de Franco y de ahí partieron en barco hacia Cuba controlada por el imperialismo Norteamericano que daba un trato de prisioneros a todos los procedentes de los países del Eje. Pudieron salir de Cuba gracias a la jerarquía católica de la isla, que se encargo de ponerlos en marcha hacia El Salvador. Mas allá de lo anecdótico de este hecho, lo realmente significativo es que para Romero no tuvo ninguna relevancia acontecimientos históricos tales como la Segunda Guerra Mundial, los bombardeos del ejército Alemán sobre Roma durante su estancia en el Vaticano, la diferencia entre regímenes fascistas y democrático-burgueses que le llevarían a un campo de concentración donde casi pierde la vida su amigo y compañero Rafael Valladares debido a los malos tratos que recibieron, ninguna de estas circunstancias le interesaban en los mas mínimo, Romero era en todo el sentido de la palabra un espíritu religioso y nada mas.

A su llegada de inmediato se le designó para hacerse cargo de la iglesia de San Francisco, posteriormente fue cambiando de responsabilidades con la característica de que donde quiera que le enviaran era un elemento indeseable entre sus compañeros párrocos, sobre todo entre lo más jóvenes, ya que veían en Romero al mas duro representante de las tradiciones conservadoras de la iglesia, y de alguna manera lo era. Jesús Delgado uno de sus biógrafos mas autorizados comenta al respecto “Aunque parecía ser un hombre excesivamente serio, sin embargo le gustaba la jocosidad y admiraba a los hombres de corazón alegre y franco… Tampoco escondía su adoración por el Opus Dei, asociación que tanto se preocupaba por la vida sacerdotal de los curas párrocos”. Aunque nunca llegó a ser miembro de esta organización vinculada a los regímenes más reaccionarios de América Latina, es un hecho que la simpatía que sentía con esta organización no era por sus posiciones políticas (que muy probablemente desconocía por desinterés) como por su inflexibilidad respecto a los cánones de la vida sacerdotal. “La espiritualidad de monseñor Romero siempre estuvo cultivada por las dos riberas de un mismo río: la espiritualidad jesuítica y la obediencia eclesial del Opus Dei” (Oscar A. Romero. Biografía. Jesús Delgado).

Romero era conocido no solo entre la mas elevada jerarquía católica si no incluso entre los políticos y militares de derechas como un elemento digno de confianza, estos representantes de la burguesía y el imperialismo calculaban que sus convicciones personales se adecuaban al tipo de iglesia que ellos necesitaban, disciplinada, conservadora, y desvinculada de los acontecimientos políticos que vivía el país. Prueba de la confianza que le inspiraban fue el otorgamiento del título honorífico de Monseñor, al cumplir 25 años de sacerdote.

La confianza del régimen sobre Romero no era para menos pues este se había encargado de resguardar a la iglesia de la influencia que ejercía la lucha de clases sobre su actuar. En 1968 cuando Romero colaboraba en la arquidiócesis de San Salvador junto al obispo Chávez y Gonzáles, se publicó en el semanario de la arquidiócesis una editorial sobre Camilo Torres (Principal Teólogo de la Liberación en Colombia, que se unió a la guerrilla y murió en combate) donde se resaltaba su participación política y se llamaba a seguir su ejemplo, el responsable de la publicación fue destituido de inmediato y a partir de ahí el semanario “Orientación” cambió por completo de línea editorial, los artículos antes publicados “La injusticia opresora”, “El pueblo cobra consciencia” entre otros fueron sustituidos por “La castidad no es una utopía”, “Habla el Papa”. De inmediato cayó la enorme popularidad que había logrado esta publicación entre la base de la iglesia, el nuevo responsable de Orientación era Romero, que a pesar de su impopularidad se mantuvo en esta línea frente a toda clase de críticas. Orientación se convirtió de un medio de expresión de la base campesina y trabajadora de la iglesia en un órgano de la ortodoxia eclesiástica.

Con estos méritos a cuestas se le confirió la diócesis de Santiago de María, en ella Romero se aventuró a realizar por el mismo la labor pastoral, en las comunidades mas remotas y alejadas del campo, equipo su jeep con bocinas y emprendió recorridos por toda su diócesis familiarizándose con la base proletaria de la iglesia, compuesta sobretodo por campesinos pobres. Pese a eso Romero tenía que tomar posición respecto a una forma particular de evangelización que se llevaba acabo en la diócesis llamada “Los Naranjos” en esta práctica se mezclaban claramente los principios religiosos con las reivindicaciones políticas del campesinado pobre, “En este centro se impartía la palabra de Dios como medio de concientización política en orden a reformas sociales significativas a favor del campesinado y no sin cierta actitud anti gubernamental y anti oligárquica” (Op cit). Esta actividad estaba inspirada en la conferencia episcopal de Medellín, Colombia realizada en 1968, que serviría de base para la Teología de la Liberación.

Romero estaba presionado por sus superiores católicos y el mismo gobierno para que clausurara “Los Naranjos”, por otro lado estaba obligado a guardar buenas relaciones con su nuevo equipo de trabajo que defendía la experiencia en cuestión. En una difícil decisión Romero cedió ante las presiones de derechas clausurando temporalmente “Los Naranjos” y destituyendo a sus responsables, el argumento principal era que uno de los clérigos que participaba en “Los Naranjos” había intervenido en la primera toma política de catedral, esto era imperdonable. La nada sencilla decisión le valió para su promoción en el más alto de los cargos de la iglesia en El Salvador, el arzobispado.

Monseñor Romero y la lucha de clases

Con el descontento de los rangos bajos y medios del clero Romero es envestido arzobispo de El Salvador el 22 de febrero de 1977, “Las esferas gubernamentales y militares del país, así como las esferas del poder económico, se alegraba mucho del nuevo nombramiento. Los que trataban de purgar al país del “peligro comunista” vieron con buenos ojos la llegada de Romero, el obispo amigo del presidente Molina, con quién se entendería ciertamente de maravilla…” (Op. Cit.). Este mismo año se desencadenaría en el país un nuevo auge en la lucha de clases, la movilización contra la imposición del general Romero cimbraría al conjunto de la sociedad salvadoreña, que veía en las elecciones una oportunidad para deshacerse del odiado régimen de Molina.

Para estas fechas no era una novedad la división de la iglesia en líneas de clase, mas allá de sus fines ideológicos esta institución se encontraba dividida entre su base y su alta jerarquía, los intereses económicos y políticos del campesino pobre y los de la burocracia sacerdotal no eran los mismos, y si en tiempos de estabilidad social eran los intereses de la clase dominante los que prevalecían, en un contexto de movilización del proletariado estos intereses empezarían a ser cuestionados no solo por la base trabajadora sino incluso por la estructura misma de la iglesia también compuesta por elementos provenientes del proletariado. Es con la llegada de monseñor que la iglesia vería profundizada esta división, llegando las presiones no solo a los sectores medios sino a las más altas jerarquías como nunca antes.

No había cumplido un mes al frente del arzobispado cuando las concepciones políticas de monseñor se verían cuestionadas profundamente por el asesinato del padre Rutilio Grande el 12 de marzo, era de sus pocos amigos y personas por las cuales sentía un profundo respeto. El padre Rutilio provenía de una familia campesina pobre, el era de los sacerdotes que habían adoptado la línea de “Medellín” consagrando su actividad religiosa a la liberación social del campesinado, a diferencia de otros padres jóvenes, Rutilio contaba con una trayectoria de décadas que le valían para ganarse el aprecio y respeto de los sectores elevados pero honestos de la iglesia como Romero. El asesinato había sido responsabilidad del gobierno que aún presidía Molina. Romero de inmediato pidió se hiciera justicia y castigara a los responsables, para ello dirigió una carta al presidente en los siguientes términos: “Conociendo la amistad que usted me ha dispensado, su capacidad y sus nobles sentimientos personales, no dudo que habrá usted de satisfacer estos justos reclamos de un pueblo eminentemente católico, salvando también su prestigio de toda sombra de complicidad”, la respuesta del gobierno fue nula.

Monseñor fue entonces objeto de las mayores presiones por parte de la mayoría del clero que le exigían posicionarse firmemente contra este crimen y su responsable que era el gobierno, la frontera entre política y religión se encontraba difuminada, Romero no tuvo mas remedio que posicionarse por la denuncia del gobierno a través de una misa única celebrada en todas las iglesias del país. Esta era la clase de acciones que el gobierno calculaba no tomaría monseñor, pero era mayor su apego y sensibilidad hacia la iglesia que hacia cualquier otra institución, su psicología quedaría reflejada en la misa del 8 mayo de ese año: “La iglesia no hace política; pero cuando la política toca su altar, la iglesia defiende su altar”.

El fermento revolucionario durante el mes de mayo siguió profundizando las tenciones entre la iglesia es decir monseñor Romero y el gobierno. El proletariado tenía por esas fechas una doble afiliación, política y religiosa, por lo que la represión sobre un sindicalista o un campesino era al mismo tiempo la represión a la iglesia, el portar la Biblia se había convertido en un signo de militancia política y motivo suficiente para ser perseguido político. Los recursos técnicos y propagandísticos de la iglesia comenzaron a ser utilizados para una finalidad religiosa y política, la radio del arzobispado (YSAX) y su semanario Orientación se convirtieron entonces en medios de denuncia al régimen e incluso de orientación política desde un punto de vista religioso. La confrontación entre el gobierno y la iglesia era ya abismal, después de ser reprimida la marcha del día del trabajo, el 5 de mayo de 1977 es bombardeada una imprenta de la iglesia, continuaron los asesinatos contra figuras emblemáticas de la iglesia como el padre Alfonso Navarro el día 11. La localidad de Aguilares de donde era originario el padre Rutilio fue objeto de tomas de tierras por los campesinos pobres, por lo que cuando el ejército se dirigió a reprimir a los ocupantes se dirigió de inmediato a la iglesia, asesinando al campanero, encarcelando al padre junto a los campesinos, y expulsando a padres jesuitas, el ejercito mantuvo la ocupación de la iglesia por cuatro semanas. El 21 de junio los “guerreros blancos” (UGB) dan a conocer un comunicado público donde se hace una “invitación” a todos los jesuitas a abandonar el país en un plazo de un mes, ya que después de esa fecha serán tratados como “blancos militares”.

En este clima de represión generalizada es como llega a tomar posesión de la presidencia el General Romero el 1 de julio de 1977, su gobierno sería una continuación del de Molina, por lo que la crisis revolucionaria se seguiría profundizando con su llegada. La actitud de monseñor respecto al nuevo gobierno es desde un inicio de condena, por lo que se niega a asistir a la toma de posesión, hecho inédito en la historia de El Salvador donde el arzobispo siempre había legitimado a todos los anteriores presidentes. Hay que señalar que El General Carlos Romero era ministro de las fuerzas armadas durante el gobierno de Molina y por lo tanto responsable del impune asesinato del padre Rutilio Grande y Alfonso Navarro. Monseñor lanza una campaña de denuncia contra el régimen que incluso trasciende los límites nacionales, en ella Monseñor aclara que el conflicto no es entre la iglesia y el gobierno si no entre el gobierno y el pueblo, y en la medida en que la iglesia se ha posicionado con los campesinos y trabajadores también ha sido objeto de la represión. Monseñor comenzaba a reconocer las contradicciones entre diferentes sectores y comprendía que los intereses mas justos eran los de la clase trabajadora, así lo señalaría en su segunda carta pastoral: “La iglesia tiene que denunciar lo que se ha llamado con razón “pecado estructural”, es decir, aquellas estructuras sociales, económicas y políticas que marginan a la mayoría de nuestro pueblo”. Esta clase de posiciones le valían ataques hipócritas de la burguesía que le pedía “no participar en política” a lo que Monseñor respondía: “En tanto la iglesia predica la salvación eterna desentendiéndose de los problemas reales de este mundo, es respetada y apreciada y hasta privilegiada; pero si es fiel a la misión que le es propia de denunciar el pecado que induce a muchos a la miseria, si proclama la esperanza de un mundo mas justo y mas humano, entonces es perseguida y calumniada…”. En su cuarta carta pastoral vuelve a desenmascarar los intereses de clase de la supuesta neutralidad que la iglesia debe de mantener: “Se repite que la iglesia se mete en política, como si eso fuere una prueba irrefutable de que se ha desviado de su misión. Pero aún mas se le tergiversa y calumnia con el fin de desprestigiarla y enmudecerla por que los intereses de algunos son contrarios a las consecuencias lógicas que de la misión religiosa y evangélica se derivan…”.

La perdida del apoyo tradicional de la iglesia al gobierno era un problema grave para la burguesía, la cual no podía seguir justificando sus acciones bajo pretexto de ser “religiosamente aceptadas”. La denuncia de monseñor implicaba una denuncia al papel que juega la iglesia como medio de coerción ideológica para las masas oprimidas en prácticamente todo el mundo. Para intentar que esta denuncia no trascendiera, el imperialismo por medio de la OEA tuvo que aceptar que en El Salvador se violaban sistemáticamente los derechos humanos, el imperialismo prefirió manifestarse públicamente en contra del régimen de Romero para tratar de frenar las denuncias de monseñor que eran seguidas con atención por millones de cristianos en todo el mundo. Incluso se canceló una “ayuda” militar al gobierno por 3 millones de dólares, provocando tenciones entre ambos presidentes.

Entre julio y octubre de ese año las movilizaciones continuaron, reactivándose el frente sindical y las organizaciones de la ciudad, en ese periodo estallan 11 huelgas fabriles y se dan tomas de tierras. La represión del estado tienen un efecto contrario al deseado por la burguesía, lejos de intimidar al movimiento la represión tienen el efecto de acicate para ir mas lejos, incluso en este periodo las organizaciones que no sirven para expresar las necesidades del movimiento son apartadas y se fortalecen nuevas organizaciones, un artículo publicado en la revista ECA resume muy exactamente el ambiente revolucionario de la época: “En los dieciséis meses que rige la ley (de defensa y garantía del orden público) se dan mas de cuarenta huelgas obreras en todo el país. Orientadas en su gran mayoría por el FAPU y el BPR que progresivamente han logrado penetrar en el mundo sindical, reorientando las luchas sindicales y desplazando las tendencias sindicales controladas por el Partido Comunista Salvadoreño… Entre las reivindicaciones de las huelgas se encuentra el pago completo por las horas extras trabajadas, prestaciones sociales, mejor trato en las fábricas… defensa contra las medidas antisindicales, contrato colectivo, detener las suspensiones y los despidos masivos de los trabajadores, indemnizaciones por despidos, etcétera. Nuevos métodos de lucha son empleados como por ejemplo las ocupaciones de fábricas… Toman a los patronos, gerentes y empleados de las fábricas para agilizar las negociaciones y protegerse de la represión. Muchas de las huelgas son disueltas por los cuerpos de seguridad y el ejército, otras son ganadas total o parcialmente o derrotadas jurídicamente. El mundo obrero hace sentir su peso específico en el orden económico y político del país…”. La lucha de clases adquirió un carácter revolucionario, las masas no sin derrotas hacían imposible de aplicar el programa de la burguesía a pesar de la represión masiva (datos de monseñor indican que entre noviembre de 1977 y junio de 1978 hubo 716 capturas, 29 asesinatos, y 45 heridos). En junio y julio de 1978 se instala el estado de sitio, aumentando las desapariciones y asesinatos pero la crisis del gobierno lejos de resolverse se profundiza.

Las tomas de iglesias por parte de las organizaciones proletarias y la guerrilla se habían hecho mas frecuentes, de esta manera trataban de llamar la atención y cubrirse de la represión. Monseñor era contrario a estas prácticas, por considerar que se faltaba al respecto de los legítimos sentimientos del pueblo católico, sin embargo era consiente de que no podía denunciar estos actos solamente tomando en cuenta su posición religiosa. Con motivo de la toma de Catedral por el BPR durante la Semana Santa de 1978 monseñor intercedió para que el gobierno no reprimiera ni a los ocupantes ni a los que escuchaban la misa, y para no dejar duda sobre su postura explicó que aunque no simpatizaba con la toma de catedral era conciente de que, si el gobierno no dejaba alternativas para la organización de obreros y campesinos, estos tenían que realizar esta clase de acciones.

La actitud de monseñor hacia la guerrilla y las organizaciones campesinas u obreras era distinta, el veía en las organizaciones de masas la forma mas correcta de organización donde las amplias capas de trabajadores pudieran participar con métodos de lucha que se correspondieran con sus demandas. Una de las criticas que hacia a la guerrilla era su actuar aislado que en ocasiones llegaba a perder de vista el objetivo fundamental de la lucha, es decir el reivindicar las demandas del campesinado y trabajadores, por los intereses particulares de las organizaciones. A este fenómeno monseñor le llamaba “absolutización de las organizaciones” explicándolo de esta manera en su cuarta carta pastoral “… la absolutización de la organización parte de algo fundamentalmente bueno por que surge del pueblo en uso de su derecho de organización, para procurar, teóricamente, el bien del mismo pueblo. Pero luego en la práctica, se fanatiza de un modo que ya no son los intereses populares los que mas interesan si no los de grupo u organización. Llega a tan alto grado de sectarismo, que le impide establecer diálogo y alianza con otro tipo de organización también reivindicativa. Lo mas grave de este fanatismo de la organización es que convierte una posible fuerza del pueblo en un obstáculo para los mismo intereses del pueblo y para un cambio social profundo”. Como podemos ver la postura de monseñor era totalmente correcta, él siempre manifestó la libertad de los trabajadores a organizarse donde mejor les pareciera, pero era claro al pedir que esta organización no fuera un obstáculo sino un paso adelante para la lucha de los trabajadores, en esencia su planteamiento era en contra de las tendencias sectarias que se desarrollaban en algunos sectores del movimiento.

La burguesía y el imperialismo concientes de la crisis y posible caída del gobierno de Romero por medios revolucionarios le sugieren la renuncia en junio de 1979, los cálculos correctos del imperialismo eran que la reciente victoria de los Sandinistas en Nicaragua se podía repetir en El Salvador. Ante la negativa de renuncia el imperialismo preparaba un golpe de estado fascista encabezado por los sectores del ejército mas recalcitrantes, sin embargo un sector de la oficialidad joven se les adelantó y el 15 de octubre con un golpe militar derrocan a Romero e instalan una Junta de Gobierno compuesta por dos militares y tres civiles. Este gobierno es el resultado de la inexistencia de un partido revolucionario de masas que halla podido tomar el poder e instaurar un Estado obrero, la debilidad del Estado de la burguesía era obra de la lucha de los trabajadores del campo y la ciudad, no obstante esta fuerza social no se expresaba de forma suficientemente conciente y organizada para poder asumir el poder político, por ello la necesidad social se expresó de forma distorsionada, el carácter de la nueva junta de gobierno era democrático burgués, sus miembros no eran los representantes del proletariado si no los de la impotente burguesía nacional, difusa, sin objetivos claros, y sin una base social entre el proletariado.

Los pronósticos de monseñor respecto a la caída del General Romero era de que esta solo se daría a condición de un baño de sangre para el pueblo, por ello veía en el golpe un factor progresista ya que la salida de Romero se había producido sin represión. Su orientación religiosa le llevaba a confiar en la voluntad de los individuos, los civiles que conformaban la junta eran personas conocidas de monseñor, por lo que él abrigo esperanzas de que pudieran resolver la crisis social. Este apoyo a la junta le valió muchas críticas principalmente de la guerrilla que correctamente denunciaba el carácter burgués de la junta. Otra razón por la que él llegó a abrigar confianza en la junta, fue que los militares le fueron a visitar para profesarle sus intenciones de resolver las demandas de la clase trabajadora, ante los ojos de monseñor el ideal cristiano de la conversión por medio de la palabra se estaba realizando, desde su punto de vista estos jóvenes militares estaban convirtiéndose a los intereses del pueblo explotado, por ello les otorgó una confianza que las organizaciones obreras y la guerrilla correctamente no compartían. Por otro lado monseñor mismo era parte de esa conversión, el era la prueba de que los individuos pueden romper con sus tradiciones y volverse a la causa del proletariado, la confianza a la nueva junta era sobre todo producto de la fe y no de un análisis político, “esto nos llena de esperanza” sería la expresión de monseñor después del golpe, pero incluso la fe a toda costa tiene sus límites como quedaría demostrado.

El verdadero carácter de clase de la junta se evidencio muy pronto, el mismo 15 de octubre los trabajadores aprovechan la inestabilidad del régimen para avanzar en sus reivindicaciones dándose brotes insurreccionales en varias localidades (Mejicanos, Cuzcatancingo, San Marcos, Bosques del Matazano). La respuesta de la junta es incrementar la represión contra el movimiento sindical y campesino, bajo el pretexto de responder a los ataques armados de la guerrilla. Entre noviembre y diciembre de 1979 los trabajadores vuelven a paralizar al régimen aunque éste continúa con la represión fundamentalmente en el campo, en estos meses las huelgas, tomas de fábricas, tierras, edificios y manifestaciones llegan a un punto álgido. Las organizaciones mas representativas junto con la guerrilla comienzan a organizarse, las LP-28 establece a finales de noviembre en su primer congreso nacional “Nuestro objetivo básico y estratégico es la instauración de un gobierno de democracia popular que de paso a una sociedad socialista”. A este congreso asiste una delegación del BPR para manifestar su acuerdo respecto a los objetivos planteados. Un dirigente del FAPU presente declara “La junta va a caer. Y su caída depende de cómo trabaje la izquierda”. La dirección del PCS plantea que el primer objetivo es la expulsión de los sectores fascistas del gobierno, lo que en principio no era correcto ya que los verdaderos sectores fascistas no llegaron al poder debido al golpe del 15 de octubre, imponiéndose un sector que pretendía conciliar los intereses de la burguesía, por lo tanto la lucha del PCS y de las organizaciones obreras en general no era destilar a los sectores vacilantes de la burguesía de los mas reaccionarios, si no que la posición correcta debía ser organizar al proletariado para deponer a la junta y formar un gobierno bajo control de los trabajadores, que expropiara a la burguesía y a los terratenientes.

La vacilante junta carece de fuerza para tomar medidas hacia uno u otro lado, no puede responder a los intereses del proletariado por que este nunca ha sido su objetivo y no puede responder a los intereses del imperialismo que le exige aplastar definitivamente a las organizaciones de izquierda. Dado que no tiene fuerza para ello la junta colapsa y salen de ella dos de los tres civiles que la componen solo se mantiene el representante del Partido Demócrata Cristiano. Por su parte el PCS, FPL y las FARN llaman a formar la Coordinadora Revolucionaria de Masas, que expresa en su declaración “Ya nadie debe confundirse: la única alternativa verdadera y eficaz de solución a la crisis nacional en beneficio del pueblo es la revolución popular armada, cuyas fuerzas maduran en el seno de éste… Nos dirigimos a los sectores progresistas de la iglesia y de los militares, de los partidos opositores, a las organizaciones independientes, sindicales, gremiales en general, a tantos intelectuales y personalidades democráticas, con o sin partido, a los pequeños y medianos empresarios…y les decimos: independientemente de las diferencias ideológicas y políticas que hay entre nosotros y ustedes, reconocemos los méritos de su esfuerzo por alcanzar la democracia y la justicia social para nuestro pueblo y les pedimos contribuir a su unificación para hacer eficaz su lucha por liberarse; les proponemos incorporarse activamente al gran proceso de unidad que está en marcha, concurrir a el con ideas, que nosotros respetaremos… Los militares honrados no quieren un enfrentamiento entre las fuerzas armadas y el pueblo en armas”. A este llamado respondieron el BPR, FAPU, LP-28, MLN y UDN. La respuesta de aquellos jóvenes militares honrados y pequeños-medianos empresarios fue la represión en la primera movilización que convocó la CRM el 22 de enero de 1980, la cual sin embargo contó con la afluencia de trescientos mil obreros y campesinos, esta era la prueba mas concluyente que la única base en la que se podía fiar la revolución era el proletariado, los supuestos elementos no fascistas del ejército y progresistas, realmente no existían, la burguesía estaba dispuesta a pasar de un régimen a otro con tal de preservar sus intereses, desafortunadamente las direcciones mas influyentes seguían insistiendo en buscar a estos falsos aliados.

Mientras duró el apoyo de monseñor a la junta se abrió una crisis entre él y la base de la iglesia, los Comités Eclesiales de Base se negaban a propagandizar el semanario Orientación ya que no estaban de acuerdo con la postura de monseñor, incluso entre un sector se decía que éste ya se había vendido a la junta, las críticas de la base eran muy duras lo que reflejaba la claridad política de los campesinos y trabajadores, que a pesar de la enorme confianza y autoridad que sentían por monseñor no estaban dispuestos a apoyar una política incorrecta.

Las direcciones de las organizaciones se encontraban en extremo presionadas, el fermento revolucionario tendía a organizar la toma del poder, las tierras y las fábricas, como con los Sandinistas en Nicaragua, en Chile con Salvador Allende o en Cuba con Fidel Castro. La revolución se encontraba en un punto de inflexión era una necesidad dar el siguiente paso, la toma del poder. El imperialismo entonces no tuvo mas remedio que conceder reformas por arriba para evitar los cambios revolucionarios por debajo, el 6 de marzo decreta una reforma agraria y el 7 la nacionalización de la banca (51% bajo control estatal, 25% para los empleados y 25% para la burguesía) acompañadas por una nueva ley marcial que pasa a cuchillo a miles de campesinos y trabajadores. EL imperialismo apoya las medidas y otorga una “ayuda” de 50 millones de dólares al gobierno para darle estabilidad.

Las reformas no eran suficientes para acabar con el fermento revolucionario de las masas que se orientaron hacia un cambio radical de la sociedad, los campesinos y obreros con la toma de tierras y fábricas estaban señalando el camino a seguir, la expropiación de la burguesía y los terratenientes no tenía por que esperar a contar con el apoyo de una ficticia burguesía progresista, los trabajadores veían en Cuba y Nicaragua el camino a seguir la toma del poder político para acabar con el capitalismo. Monseñor dedico sus últimos días a intentar organizar una salida negociada a la crisis del país, el era testigo de que la revolución había llegado a un punto decisivo donde las organizaciones de masas tenían que preparar la toma del poder, el concebía la guerra civil como una carnicería sin sentido, y por ello dedicó sus últimas fuerzas a buscar una salida negociada entre la junta y las organizaciones de izquierda, en todo momento su intención fue honesta al tratar de evitar mas represión sobre los trabajadores. Esto nos recuerda que monseñor no fue un político revolucionario en el estricto sentido de la palabra aunque sus acciones sí reflejaban el ímpetu revolucionario de la base de la iglesia.

El merito de monseñor se encuentra no tanto en sus posiciones políticas ya que él nunca pretendió ser político y humildemente reconocía sus limitaciones en este terreno, aunque en la mayoría de los momentos decisivos se oriento correctamente. El legado de monseñor se encuentra en que encarnó la voz del proletariado revolucionario salvadoreño, que encontró en monseñor no la esperanza pasiva en el mas allá si no la firme convicción de luchar por hacer de la tierra en la que vivimos un lugar tan agradable como un paraiso, de tal manera que no tengamos que aspirar a dejar esta vida para gozar de lo que legítimamente merece la clase trabajadora. Por ello el proletariado salvadoreño le ha adoptado como uno de los mártires en su lucha por la transformación revolucionaria de la sociedad.

Por su parte las organizaciones que si tenían la obligación de plantear una alternativa revolucionaria al proletariado, tampoco organizaron la prueba final de la revolución: la toma del poder. Las consecuencias que se querían evitar finalmente fueron las que prevalecieron, el tratar de buscar una salida negociada con la burguesía en lugar de derrocarla fue el error que costó no solo la vida de los mejores luchadores del proletariado si no ante todo la posibilidad histórica de transformar la vida de millones de trabajadores en El Salvador.

En una época revolucionaria donde vimos el movimiento huelguístico mas impresionante de la historia de El Salvador en el año 1980, Monseñor era un personaje cada vez más inaceptable para la burguesía, el seguía haciendo llamados al pueblo, un día antes llamo a las bases del ejercito a desobedecer ordenes y no reprimir a sus hermanos obreros y campesinos, al día siguiente fue asesinado por un tirador a sueldo mientras oficiaba misa en la capilla del hospitalito de la divina providencia, esto provocó jornadas insurreccionales en la capital que fueron reprimidas por el ejército causando muchos muertos y heridos. Ya sabemos que el responsable intelectual de este asesinato fue el fundador del partido ARENA, Roberto D´abuisson y que la burguesía trata de presentar hoy en día como un gran héroe, al punto de quererlo declarar hijo meritísimo de El Salvador en la Asamblea Legislativa.

Con toda claridad podemos asegurar que si en esos años hubiera existido un verdadero partido marxista revolucionario con autoridad y arraigo en las diferentes organizaciones de masas, la toma del poder hubiera estado asegurada y se hubiera iniciado la construcción del socialismo en El Salvador, esto hubiera impulsado otros procesos revolucionarios en la región. La muerte de Oscar Arnulfo Romero provocó un cambió brusco en la psicología de la gente que sacaron conclusiones revolucionarias. Desgraciadamente, los líderes del momento no estuvieron a la altura de las circunstancias y se inclinaron por la lucha guerrillera que pasó a sustituir al movimiento de masas en las ciudades y que le dio más justificaciones al régimen para reprimir de una forma salvaje. La guerra de Guerrillas tiene algún sentido en una sociedad atrasada, predominantemente agrícola; pero no tiene sentido en países donde el campesinado es una minoría y la mayoría desiciva vive en las ciudades pero incluso en la Rusia zarista, donde la mayoría de la población era campesina, Lenin y los Bolcheviques insistían que el papel dirigente de la revolución lo debía jugar el proletariado y que la guerra de guerrillas debía ser vista como un auxiliar del movimiento revolucionario de masas y, sobre todo, de la clase obrera.

Lo que quería evitar Monseñor Romero que era el derramamiento de más sangre finalmente ocurrió. Durante el conflicto armado que se prolongó por más de una década murieron 70 mil salvadoreños, hemos criticado el método guerrillero pero con esto no estamos menospreciando el heroísmo de estos luchadores honestos que hasta entregaron su vida por el triunfo de la revolución y que se orientaron a las armas como respuesta a tanta muerte y represión que ya había vivido el pueblo salvadoreño, sabemos que eran necesarios los grupos de autodefensa para defender las manifestaciones y las huelgas, pero también tenemos claro que el principal causante de toda esta muerte fue la clase capitalista salvadoreña e imperialista que aun siguen atacando a los trabajadores matándolos de hambre.

Monseñor Romero dijo que si lo asesinaban resucitaría en el pueblo salvadoreño, debemos seguir su ejemplo de denuncia y lucha contra las injusticias sociales y construir una sociedad igualitaria sin represión ni acaparamiento por parte de los ricos capitalistas. Edificar una sociedad socialista es la tarea y para ello es necesario construir una fuerte organización marxista que pueda orientar la lucha para llevarla hasta el final, intégrate al BPJ para cumplir con estas tareas.

 

Viernes, 28 de marzo, 2008

 

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