Unos dos mil migrantes procedentes de Centroamérica, que intentaban cruzar la frontera sur de México para llegar a Estados Unidos, fueron contenidos violentamente por elementos de la Guardia Nacional. Mientras AMLO afirma que no se trató de represión, que los actos de violencia de la Guardia Nacional fueron “hechos aislados”, que algunos migrantes actuaron con violencia y que todo se hace con “respeto a los derechos humanos” y en beneficio de los propios migrantes; el gobierno norteamericano felicitaba al gobierno de México. El Secretario Interino de Seguridad Nacional norteamericano, Chad Wolf, afirmó: “Los esfuerzos de la Guardia Nacional de México y otros funcionarios han sido efectivos hasta ahora para mantener la seguridad de su frontera, a pesar de los brotes de violencia y desorden de personas que intentan ingresar ilegalmente a México de camino a Estados Unidos”. Estas declaraciones demuestran el vergonzoso papel de guardafronteras que el imperialismo ha impuesto a la administración de AMLO. Los videos son claros, vemos a migrantes desesperados siendo “tacleados”, perseguidos y sometidos por militares. Si esto no es represión entonces no existe tal cosa.
Y es que, en vez de hablar con la verdad y aceptar que ese vergonzoso papel fue impuesto a México ante las duras amenazas de sanciones económicas y abrir un debate sobre las alternativas que tenemos, el gobierno recurre a la retórica e intentar tapar el sol con un dedo. Es inocultable que evitar el libre tránsito de los migrantes por México nunca fue una propuesta de campaña y que, por el contrario, AMLO mismo denunciaba el acoso que sufrían los migrantes por parte de gobiernos como el de Peña Nieto; AMLO proponía el libre tránsito. Incluso en las primeras semanas de gobierno los migrantes podían circular con relativa facilidad, contrastando claramente con gobiernos anteriores.
No es aceptable que un gobierno de izquierda lleve adelante la política migratoria del ultraderechista Donald Trump, una política que históricamente han sufrido el millón de mexicanos que cada año intenta cruzar la frontera sur de forma ilegal exactamente por las mismas causas que obligan a cientos de centroamericanos a cruzar nuestra frontera. Se trata de pobreza, desempleo, inseguridad y fraudes electorales; exactamente las mismas circunstancias que provocaron un voto masivo de 30 millones de personas por un cambio en México. Hoy la Guardia Nacional se usa para reprimir a los migrantes y bajo la lógica de claudicación que implica, mañana se usará contra la clase obrera en México.
Es verdad que el gobierno dice ofrecer alternativas de empleo en programas como “sembrando vida” y “jóvenes construyendo el futuro” – en este sentido su retórica y algunas de sus acciones sí marcan una diferencia en relación a gobiernos anteriores- pero los recursos de estos programas ni aseguran un salario digno que permita salir de la miseria a familias que huyen precisamente por eso, ni alcanzan para brindar empleo a esa marea humana que genera el propio sistema. Programas como estos podrán retener a algunos cientos, pero no van a detener la marea. No se puede vaciar el océano a cucharadas. Familias enteras no pueden ni van a esperar meses para el trámite que les permita un ingreso legal.
El problema de fondo es aceptar el sistema capitalista como único horizonte posible, tal como hace el reformismo: si aceptas el capitalismo, aceptas las relaciones internacionales de dependencia; si aceptas la inevitabilidad del papel preponderante del imperialismo, no queda otra que someterte a sus reglas. Si aceptas un sistema que no puede darle trabajo digno ni a propios ni a “extraños”, no hay de otra que reprimir la migración ilegal. Y si aceptas que la Guardia Nacional sea la encargada de frenar la migración debes aceptar que esa migración se pare por la fuerza de la represión.
¿Hay alternativa? Un gobierno consecuentemente de izquierda podría haber respondido a las amenazas de Trump con la movilización del pueblo y a los intentos de boicot económico con un programa de nacionalizaciones; con éstas últimas habría una infraestructura económica para dar empleo digno a todos los trabajadores migrantes y “nacionales”. Al mismo tiempo éstas medidas radicales se convertirían en un foro de esperanza para los trabajadores latinoamericanos, que podría catapultarse con un llamado a formar una federación socialista en América. Un proceso de radicalización así también encendería las llamas de la movilización dentro de las propias fronteras del imperio y Trump se vería frenado en su propia casa. Hemos sido testigos de que una revolución radical ofrece muchas mejores perspectivas de triunfo y de resultados que las medias tintas y el sometimiento de la política reformista. La victoria de la revolución cubana, sus logros e incluso la derrota militar de los imperialistas en Playa Girón hace décadas sigue siendo un referente irrenunciable al que debemos apelar para encontrar la alternativa. Decimos: sí hay alternativa, la alternativa es el socialismo.