El derrumbe del peronismo y el golpe al Kirchnerismo en manos de Javier Milei no tiene precedentes en las últimas décadas. La candidatura de Massa fue derrotada con una diferencia de 11,57 puntos porcentuales en las generales, replicándose en la mayoría de las provincias una situación similar, con la sola excepción de Buenos Aires, Santiago del Estero y Formosa. De esta forma, la fórmula Milei Villarroel logró crecer casi 6 millones de votos con respecto a octubre.
Lo que ayer se demostró es que en un contexto de grave crisis económica, social y política, no sólo el centro político se desgrana de manera implacable ante la crisis, polarizando la situación de izquierda a derecha. También se demostró que un candidato como Massa, que combina una política de ajuste con una serie de concesiones tibias, dejando por debajo hacer a la inflación y por ende aumentando el deterioro de la vida, no puede enfrentar a un candidato de la ultra derecha que expresa de manera contradictoria un ideario ultra reaccionario, con un discurso “contra la casta política” que impacta a su favor, y generan cierta ilusión ante las demandas postergadas de los sectores populares.
Entonces Milei sumó los votos de la derecha de Macri, Bullrich y Juan Schiaretti y supo capitalizar el descontento contra un gobierno que incumplió abiertamente sus promesas y aplicó duros planes de ajuste, empeorando la situación económica y social. En Jujuy donde la reforma saqueadora y la represión del Gobernador Morales fue avalada por Massa, La Libertad Avanza (LLA) superó por casi 17% a Massa.
Sergio Massa blandió la bandera de un Gobierno de Unidad Nacional, el diálogo, la mesura y la defensa de las instituciones que se encuentran totalmente desprestigiadas y deslegitimizadas ante los ojos de las masas. Su discurso, en consecuencia, tuvo un impacto desfavorable en la mayoría de los sectores populares. Así el peronismo le abrió el paso a la ultra derecha, como sucedió en 2015 con la llegada de Macri al gobierno. Los límites de la política de conciliación de clases quedan nuevamente expuestos como reaccionarios para los trabajadores.
Aunque Unión por la Patria contara con el apoyo de gran parte de los empresarios y de la embajada de EEUU, un sector del pueblo trabajador golpeado por el ajuste terminó dándole la espalda sin más.
Javier Milei es un candidato que surge como un producto de la crisis capitalista, demuele –al menos de palabra- la legitimidad de los partidos tradicionales del régimen, dañada paulatinamente en la última década, señalando la responsabilidad de la casta política y sus amigos. Por su parte, Alberto Fernández, CFK, y su moneda de acuerdo entre los sectores peronistas, Sergio Massa, desarrollaron una política que tuvo como eje central los acuerdos con el FMI, subsumiendo a la economía y a los sectores de la clase obrera a una degradación sin pausa de la vida y del trabajo.
Por su lado, como lo venimos señalando, la izquierda que apostó a una perspectiva parlamentaria, no pudo ni supo capitalizar el descontento, la rabia y la desilusión con el gobierno de los Fernández.
Sin embargo, Javier Milei arriba al poder como un gobierno débil, con un puñado de diputados y senadores, y dependerá en buena medida de Macri. LLA, un agrupamiento sin tradición y escaso de cuadros políticos experimentados, no cuenta con equipo suficiente para armar el gabinete de gobierno. Allí Macri, cobrándole a Milei los votos sumados, tendrá un peso importante, y podría plantearse una cierta alianza Villarruel/Macri en el gobierno.
El sector de la burguesía expresado en Macri, tratará de limar las aristas más “locas” de su programa, aquellas medidas que lleven a una mayor crisis de gobernabilidad. Tales diferencias crearán un gobierno débil, inestable y en crisis permanente. Además, el breve tránsito en la política de Javier Milei demuestra que no es realmente controlable, añadiendo mayor inestabilidad al régimen político.
El gobierno de Milei tiene una franca minoría de gobernadores y parlamentarios, y enfrenta la discrepancia de un sector de la burguesía. Por ello tendrá una forma particular, rodeado del macrismo y otros sectores que negocien su parte de la torta, y con la necesidad de poner en marcha una ofensiva económica sin precedentes contra los trabajadores.
Por primera vez desde el arribo de la democracia, un espacio político que reivindica la impunidad para los genocidas y niega a los 30.000 desaparecidos accede al poder. Un espacio político que restituye oficialmente y en sectores de la sociedad la “teoría de los dos demonios”, señalando que el genocidio: “fue una guerra, hubo excesos”. Sectores que reivindican al neoliberalismo de los ’90 y que fomentan una dolarización de la economía, una apertura comercial irrestricta, la privatización de YPF, reformas estructurales, ataques contra los derechos de las mujeres y discriminación hacia distintas minorías.
Nos encontramos ante una nueva fase de la historia política del país, no solo de la transición hasta el 10 de diciembre. Los años que vienen serán de una extrema volatilidad. La victoria de Milei es el éxito de un candidato sin estructura, que se estableció en la figura pública defendiendo ideas del anarco capitalismo y usurpando de manera hipócrita la consigna obrera y popular “que se vayan todos”.
La insatisfacción democrática de la que habla de CFK tiene una significación enorme en los resultados de ayer. Las masas votaron con bronca y hartazgo a los dos partidos mayoritarios que hace ya una década les dan la espalda a los laburantes, trabajadores que tienen hasta 3 trabajos y no llegan a fin de mes, sumado a la economía informal del 51%. El peronismo les habla a estos sectores de la pérdida de derechos que no tienen, se trata entonces de un discurso vacío para ellos.
Milei se erige en un gobierno frágil, aupado por el macrismo en las dos cámaras. Pero hay que tener confianza en la clase obrera que no está derrotada, la experiencia de la clase trabajadora puede precipitarse con un gobierno reaccionario como el de Milei/Villarruel.
La llegada de Milei al poder político del Estado no representa el arribo ni la vuelta a la dictadura. Es cierto que los represores, las bandas fascistas, se verán envalentonadas y en parte abrigadas por el nuevo gobierno, pero la clase obrera no ha sido derrotada, dispone de reservas importantes y va a resistir los asaltos que el gobierno de Milei prepara.
Se abre un escenario de agudización de la lucha de clases. Debemos prepararnos para la nueva fase. Como decía el viejo revolucionario, Karl Marx, la emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos.