La maniobra del gobierno, que adelanta cuatro meses las elecciones (del 25 de octubre al 28 de junio), acelera los tiempos políticos y obliga a reacomodarse a la oposición de derecha. Pero también pone en evidencia las dificultades de la dirigencia de los trabajadores y de los sectores políticos a la izquierda del kirchnerismo para asumir la tarea histórica del momento: iniciar la construcción de una herramienta política de masas con un programa socialista que sume a nuestro país a los procesos que avanzan en toda América Latina: Venezuela, Bolivia, Ecuador, El Salvador, Paraguay…
La maniobra del gobierno, que adelanta cuatro meses las elecciones (del 25 de octubre al 28 de junio), acelera los tiempos políticos y obliga a reacomodarse a la oposición de derecha. Pero también pone en evidencia las dificultades de la dirigencia de los trabajadores y de los sectores políticos a la izquierda del kirchnerismo para asumir la tarea histórica del momento: iniciar la construcción de una herramienta política de masas con un programa socialista que sume a nuestro país a los procesos que avanzan en toda América Latina: Venezuela, Bolivia, Ecuador, El Salvador, Paraguay…
Las contradicciones del kirchnerismo con la burguesía
Desde el conflicto con la patronal agropecuaria el gobierno vino sufriendo un proceso de desgaste que señala los estrechos márgenes de acción a los que sus compromisos con el empresariado lo han recluido. Tras la crisis de 2001-2002 la clase dominante no tuvo otra opción que aceptar un gobierno que, bajo una máscara amable y con gestos populares, fuera recomponiendo el deteriorado sistema político nacional. Y debió tolerarlo aunque tuviera que resignar intereses particulares en beneficio de sus intereses de conjunto.
Pero nunca se sintieron cómodos con el kirchnerismo y los discursos de éste contra las corporaciones, sus tímidas reformas, su política de derechos humanos, todas ellas respuestas al clima de efervescencia popular heredado de las jornadas de diciembre de 2001. Intentaron esmerilarlo con el tema de la inseguridad y encontraron la grieta en el conflicto por las retenciones a las exportaciones de soja, siempre acompañados por las histéricas campañas de los grandes medios de comunicación burgueses. Lograron así un giro a la derecha de las capas medias y ya no quieren esperar para deshacerse del gobierno.
Puede considerarse suicida, o al menos muy apresurado, este comportamiento del empresariado en el sentido de que no hay posibilidades de un gobierno de derecha estable que ataque abiertamente las condiciones de vida de los trabajadores para incrementar las ganancias. Y esto por la persistencia del clima social contrario a las políticas de los 90.
Con el "conflicto con el campo" el gobierno ha salido herido y la clase dominante ha olfateado sangre y no ha podido con su naturaleza, se han lanzado a un ataque en toda la línea. El año pasado, rompió los bloques oficialistas en el congreso, consiguió el apoyo del vicepresidente Cobos y dividió a la CGT…
Una medida producto de la debilidad del gobierno
Pero el kirchnerismo aún tiene reflejos y reacciona haciendo concesiones para tratar de mantenerse en el gobierno. Además de la inocua serie diaria de anuncios de subsidios y créditos para mantener el consumo, devalúa y autoriza tarifazos, cedió con la resolución 125 de retenciones móviles y ahora negocia todas las medidas del sector agropecuario con la "mesa de enlace", salvo las retenciones a la soja. Allí quiere mostrarse firme y, para involucrar a gobernadores e intendentes, hizo coparticipable esa recaudación. Además trata de comprar con esos fondos su apoyo electoral.
Y, sobre todo, con la medida de adelantamiento de las elecciones es donde busca un escenario más propicio para enfrentar electoralmente a la derecha en mejores condiciones. Con el cronograma electoral de una elección provincial por semana, cada derrota provocaba más debilidad y una sangría de los punteros del PJ hacia la oposición. Además, las consecuencias de la crisis internacional serán más visibles en octubre con un mayor costo político para el gobierno por el incremento del desempleo y la caída del salario real. Y también porque los vencimientos de pagos de la deuda pública se concentran mayormente en el segundo semestre, lo que lo obligará a tomar medidas problemáticas.
La discusión impulsada por la casta política y los medios de comunicación sobre las fechas de las elecciones muestra su desprecio por los verdaderos problemas de los trabajadores que quedan olvidados (desempleo, bajos salarios, vivienda, salud, educación, etc.).
Es posible que con estas medidas de preservación el gobierno salve la ropa en junio, aunque no logre los porcentajes de elecciones anteriores, sobre todo en la medida que no aparezca una opción de masas por izquierda.
Un modelo que se agota
Pero el desgaste del gobierno no se debe solamente al accionar de la derecha. Es una muestra del agotamiento del modelo, de las limitaciones del capitalismo argentino para resolver los problemas sociales. Estamos en un capitalismo parasitario con bajísimas tasas de inversión, que sólo prospera bajo vientos externos muy favorables. El kirchnerismo, atado a esos intereses, sufre las consecuencias ni bien la crisis mundial toca nuestras playas.
Si el gobierno ha sufrido este desgaste ha sido, fundamentalmente, porque el entusiasmo popular hacia el kirchnerismo se ha ido enfriando. Y esto debido a que las reformas emprendidas no han ido a fondo (movilidad jubilatoria, ley de educación, etc.) y por el freno a la recuperación de trabajo, salario y condiciones laborales desde hace más de un año. Además del apoyo de Kirchner en el podrido aparato del PJ.
La clase obrera necesita una herramienta política de masas
Sin embargo, el mencionado giro hacia la derecha de los sectores medios y el desapego de los trabajadores hacia el gobierno no se contrapone con la continuidad de la efervescencia, aunque carente de organización, de los trabajadores, estudiantes y sectores populares. Lo han manifestado así las movilizaciones de octubre en la Constituyente Social en Jujuy, la marcha de diciembre de CTA contra el hambre, la impresionante movilización del 24 de marzo en numerosas ciudades del país y, seguramente, la próxima Jornada de lucha de CTA en abril.
Las vacilaciones de la dirigencia obrera para canalizar este movimiento dificultan su expresión en el plano político. Pese a que esta necesidad de conformar una herramienta política fue expresada claramente por las bases en la Constituyente Social de Jujuy y en los plenarios previos, los dirigentes ponen el acento en las dificultades y en su pesimismo. Esta situación se terminará en el momento en que una próxima oleada de movilizaciones de los trabajadores le dé el impulso definitivo a la organización política de los trabajadores.
Mientras tanto, los sectores más decididos de la CTA deben confluir con Proyecto Sur y dirigentes de masas avanzando en una propuesta socialista que contemple las necesidades de los trabajadores y el pueblo pobre.
3 de abril de 2009.