Aulas o cuarteles: la nueva escuela salvadoreña

En los últimos días el régimen de Nayib Bukele ha empezado una serie de cambios en el sector de educación, entre estos destaca el nombramiento de Karla Trigueros, una capitana de las Fuerzas Armadas graduada en medicina. Con el nombramiento de Karla Trigueros no tardaron en implementarse medidas disciplinarias y morales pertenecientes a la ética de las Fuerzas Armadas: cortes de cabello estilo militar, disciplina rígida y un obsesivo y exagerado nacionalismo, etc.

Todas estas medidas están muy alejadas de la educación científica e integral de la época actual. Están a años luz de la cuarta revolución industrial a la que Bukele prometió llevar la educación, y más cerca de la era de las dictaduras militares y el oscurantismo medieval más rancio. ¿Dónde quedó nuestro presidente cool, amigo de la juventud y que aparentaba ser un devoto de la ciencia y la tecnología? ¿Cuál será su próximo paso: cambiar los libros por fusiles y comida enlatada en vez del vaso de leche?

¿Qué hay detrás de estas medidas?

Estas medidas no son obra de la casualidad ni tampoco cortinas de humo, aunque funcionan muy bien para desviar la atención de otros temas relevantes. Con estos cambios, el régimen de Bukele apunta agudamente a ganar las simpatías de la población más conservadora, que en momentos de reflujo revolucionario suele ser la mayoría de la sociedad y en la que posiblemente ancle su apoyo en el final de sus días.

Pretende dar una impresión de cambio profundo desde un sector de la sociedad clave: la niñez y la adolescencia. En 2023 este sector representaba el 46 % de la población y de esta, el 58 % estaba inscrito en alguna institución educativa. Hay que apuntar que arrastramos una herencia de violencia crítica en el país, en la que cualquier medida, por radical que parezca, si se orienta a la idea del combate a las pandillas, tendrá el visto bueno de la población.

Así es como las medidas tomadas por la nueva ministra, tomando en cuenta lo publicado en redes sociales y medios de comunicación de opinión, no inmutan a nadie; al contrario, tienen la aceptación de la mayoría de la población. Pues desde el análisis superficial y liberal se cree que la causa de la violencia y la criminalidad (las pandillas específicamente en El Salvador) no son las condiciones materiales y los efectos de la guerra civil, sino simplemente el resultado de una mala educación. Nada más alejado de la realidad. Peor aún, ni siquiera en el terreno educativo el gobierno muestra una verdadera intención de transformación: la realidad de los números refleja abandono y desidia.

En 2025 el presupuesto aprobado para Educación en El Salvador fue de $1,535.8 millones, lo que representa aproximadamente el 4.1 % del PIB. Sin embargo, la ejecución es problemática: el gobierno registró un promedio anual de más de $200 millones no ejecutados, principalmente en infraestructura. En cuanto al acceso y permanencia educativa, solo el 55 % de la población entre 4 y 29 años asiste a centros educativos, con una marcada brecha urbano-rural (58.1 % en áreas urbanas y apenas 50.6 % en rurales). Además, en 2024 más de 20,000 estudiantes abandonaron el sistema educativo público, reflejando una deserción en aumento. A esto se suma el deterioro de la infraestructura: cierres de escuelas en zonas rurales, aulas en mal estado y constantes fallas en servicios básicos y entrega de útiles escolares.

La gente adulta parece recordar con nostalgia los violentos castigos y los constantes actos de violencia simbólica que sufrieron las generaciones pasadas, como si en estos tiempos no existieran los mismos males del capitalismo: pobreza, desempleo, violencia criminal e incluso guerras y conflictos sociales profundos. Esos métodos no resolvieron ninguno de nuestros problemas; al contrario, son entre otras cosas efectos y causas a la vez de nuestros problemas actuales.

La educación como herramienta de dominación de clase

Como hemos explicado en otros artículos, desde una perspectiva marxista, la educación es un instrumento de dominación sofisticado de la clase dominante, o sea de los grandes empresarios nacionales y extranjeros.

Desde antaño nos han inculcado que la educación nos hace libres, pero esto es falso, cuando lo que se conoce como educación viene como una receta en la que se te impide pensar y tu libertad no depende de cuánto sabes sino de cuánto dependes de vender tu fuerza de trabajo para poder vivir; entre más necesitas trabajar para poder vivir dignamente, menos libre eres, sin importar si eres educado o sabio.

Los ricos dueños de las grandes fábricas y centros de distribución y servicios, con el impulso de la producción, a regañadientes tuvieron que abrir espacio para la educación de sus esclavos modernos. Es así como la clase obrera, décadas atrás, pudo acceder a la educación, lo que antes era el privilegio de una élite, se popularizó entre el pueblo, con el objetivo único de aumentar la producción y, por lo tanto, la tasa de ganancia de la burguesía. Un obrero que aprende a usar la máquina, que adapta las mejores técnicas de producción, distribución y venta, es una mina de oro para el capitalista.

Contrario a lo que se puede creer, la educación que hoy conocemos es el resultado de la necesidad de una producción más eficiente y, por otro lado, de la expresión de la lucha de clases misma (solo a través de grandes batallas de estudiantes y trabajadores se ha podido tener una educación medianamente científica). Es así como la educación se ha abierto paso en la historia.

La estocada de Bukele sobre la educación en el país no está desconectada del origen de la educación bajo el capital. Los cambios están completamente adaptados a las necesidades de la clase capitalista que se esconde tras el telón del régimen de Bukele. Reproduce valores ajenos a los de los trabajadores y alimenta valores de la burguesía que mantiene sumisas y embrutecidas a las masas trabajadoras.

Los objetivos de los cambios priorizan intereses económicos para la burguesía

Lo que busca el régimen es implementar una disciplina pseudo militar desde la infancia y la adolescencia, adelantándose así a escenarios complicados. Los estrategas saben que todo gran conflicto social inicia desde las capas de la sociedad más susceptibles. La juventud de hoy, que nació en las primeras décadas de los 2000 que ha tenido que atravesar crisis tras crisis, que posiblemente por ser muy jóvenes no tiene recuerdos de las pandillas y por consecuencia, del único logro de Bukele (el control del conflicto entre pandillas) no será muy dócil de controlar en el futuro.

La juventud a la que se lexige cortes militares, obediencia, sumisión y valores patrióticos absurdos, carga tras de sí una insatisfacción por el mundo que le rodea. El capitalismo se ha encargado ya de sembrar en su interior el descontento y la rabia; ya nadie cree que echándole ganas al estudio o al trabajo podrá ser exitoso en la vida, esos son cuentos del pasado que se tragaron generaciones anteriores.

Estas condiciones son caldo de cultivo para conflictos profundos en el futuro; por eso es necesaria la dominación y la opresión desde temprano. Imponer valores alineados y la obediencia ciega es un objetivo preciso. Los cambios en educación son una buena jugada, pero a la vez muy arriesgada porque puede tener efectos contradictorios y desastrosos para los intereses del gobierno. Estos ataques pueden generar el despertar de la conciencia de miles de jóvenes que impulsen luchas cruciales y despierten el interés de lucha de otros sectores oprimidos.

Un ataque al sector docente

Por otro lado, la medida no solo está orientada a los jóvenes, sino, como era de esperarse, también a un sector que ya estaba siendo golpeado por las políticas de Bukele y que ha sido protagonista de grandes batallas por el derecho a la educación en el pasado: el sector magisterial.

Imponer una disciplina militar en los centros educativos lleva también el objetivo de dispersar, disuadir y desorganizar al magisterio nacional. Las nuevas medidas no solo se basan en sanciones disciplinarias absurdas y exageradas para los estudiantes, sino que también van orientadas al personal educativo, adelantando así posibles manifestaciones de rechazo, protestas y exigencias evidentes de problemas estructurales que el régimen no pretende resolver.

Desde la llegada de Bukele se han hablado grandilocuentemente de muchos aparentes cambios y promesas pomposas. Bukele ha prometido tanto como un faro apagado: promete iluminar y guiar, pero deja a todos a oscuras.

El pasatiempo favorito de Bukele: prometer pomposamente para no cumplir

En noviembre de 2021, Nayib Bukele prometió construir 20 escuelas nuevas con las ganancias del Bitcoin, pero hasta la fecha no existe evidencia de que se haya concretado alguna. Un año después, en septiembre de 2022, lanzó el programa “Mi Nueva Escuela”, comprometiéndose a remodelar 5,150 centros educativos en cinco años, lo que equivalía a unas 1,000 escuelas por año, o como él mismo dijo, “dos escuelas por día, casi tres”. Sin embargo, hasta inicios de 2025 solo se habían renovado 424 escuelas, es decir, apenas un 8 % de la meta, lo que equivale a un ritmo real de una escuela cada tres días.

Ante este incumplimiento, en mayo de 2025 presentó un nuevo plan llamado “Dos escuelas por día”, con una plataforma en línea para mostrar avances, en la cual poco o nada puede constatarse.

Vemos cómo la propaganda superficial de la que hoy hacen alarde sirve también para ocultar la realidad decadente en la que se encuentra el sistema educativo en infraestructura. Esto, sin contar que en materia de calidad educativa deja muchísimo que desear y que la deserción escolar incrementa año con año. Las familias obreras no pueden darse el lujo de mandar a sus hijos a las escuelas cuando la lucha por la sobrevivencia está en el día a día, y los niños y adolescentes no tienen la menor intención de formarse en escuelas precarias cuando comprenden que la única forma de sobrevivir en el país es sometiéndose a la explotación brutal del capital o huyendo de las condiciones de miseria que el país ofrece.

Una expresión de una crisis estructural

El objetivo en educación no es un simple cambio antojadizo, es parte de un reacondicionamiento del régimen; es la expresión de cómo el régimen se ajusta a una realidad adversa y de condiciones alarmantes que, en un tiempo a futuro, no podrá controlar. La deuda ya no está siendo una opción, el FMI presiona para que se cumplan sus mandatos, el dinero escasea, la economía nunca despegó como alguna vez prometió el capitán de esta nave mohosa llamada El Salvador, y los problemas en la sociedad salvadoreña se profundizan. En unos años la gente dejará de lado su único logro, la seguridad, cuando comprendan que es lo mínimo que deben esperar de un gobierno y pondrán marcha a la exigencia de soluciones más profundas como empleo, salario, educación, vivienda y salud.

Mientras los medios desinforman, el régimen prepara condiciones

Y justo cuando los medios se distraen con los cortes de pelo y la supuesta “nueva disciplina” en la educación, Bukele lanza iniciativas que profundizan la decadencia del país, como la reciente aprobación de la Ley de la Red de Hospitales, que cambia las reglas de administración de los hospitales nacionales.

Esta ley no está pensada para beneficiar a la clase trabajadora, sino al gobierno, que busca reducir personal, “gasto” y, por supuesto, a las empresas privadas, que podrán concesionar servicios que le corresponden al Estado. Así se abren las puertas a la posible privatización de la salud, un respiro para un gobierno colmado de deuda y un ataque al pueblo enfermo de explotación y miseria, que busca acceder a la atención que merece, pero que ahora será un privilegio para quienes puedan pagarla.

El único camino es la lucha organizada

Como comunistas nos oponemos a todos estos cambios sintomáticos de un régimen en descomposición. A los estudiantes que están siendo humillados y sometidos, a quienes se les quiere imponer una disciplina militar y una forma de pensar obtusa y oscurantista, les proponemos luchar junto a los comunistas por una educación integral y liberadora, alejada de la miserable bota militar que tanto ha desangrado al pueblo. Los estudiantes de bachilleratos deben promover la organización estudiantil y revelarse contra el régimen; es la única forma en que sus condiciones de vida cambiarán. Solo la lucha organizada puede resolver la humillación y la opresión que hoy sufren por el régimen.

Los maestros afectados y trasquilados por las condiciones precarias sobre las cuales deben desarrollar su labor no tienen otra opción que fortalecer sus sindicatos, de presionar a sus direcciones para evadir cualquier pacto con el régimen. Los sindicatos de maestros no deben tolerar las absurdas sanciones a aquellos docentes que no quieren cumplir con la imposición de valores absurdos y opresivos. Todo maestro que sea despedido por sanciones como estas debería ser apoyado solidariamente por cada uno de los activistas sindicales a través de sus propios sindicatos; se debe levantar la consigna inmediatamente de: “Si tocan a uno, nos tocan a todos”.

Los maestros no deben dejarse engañar por cantos de sirena. Ya hemos visto cómo el régimen constantemente está engañando con promesas al sector. La única forma de acabar con las miserables y opresivas condiciones de trabajo, así como con los nuevos ataques, es desarrollando la organización y la lucha por demandas concretas: mejores condiciones de infraestructura, mejores salarios y prestaciones sociales y laborales, equipamiento de las escuelas, formación técnica gratuita para maestros, y que la cuarta revolución a la que Bukele prometió llevar la educación se cumpla, y no sea solo un eslogan para hacer propaganda barata. Solo en la unidad de todo el sector docente estas demandas se podrán hacer realidad.

La organización y la lucha deben extenderse por los puestos de trabajo y mejores condiciones de vida

Por ahora quizá estas medidas se vean difíciles de implementar; el estado de los sindicatos es completamente pésimo, pero no podría ser de otra forma. Años de acomodamiento, de pactos oscuros y traiciones dentro del movimiento han llevado a la instauración de este régimen y a los cambios actuales que afectarán significativamente sus condiciones laborales. Ante esto solo hay dos caminos: rendirse frente al régimen y agachar la cabeza para que la bota militar nos pisotee, o enfrentar con lucha organizada. Nosotros confiamos firmemente en que el magisterio, tarde o temprano, resurgirá con las glorias del pasado, y en conjunto con los estudiantes golpearemos al régimen opresivo de Bukele.

Estas condiciones se repetirán en todos los sectores laborales del Estado. El futuro es incierto para muchos trabajadores; por eso los trabajadores públicos deben tomar lecciones de cómo el sector docente enfrenta estas adversidades para estar preparados. Los sindicatos deben afinar sus herramientas para la lucha. Por ahora son los maestros, pero pronto serán los trabajadores de salud, y les seguirán otros. No hay garantías frente a la gran crisis que nos impone este gobierno.

Como comunistas, miembros e integrantes de la clase trabajadora, nos comprometemos firmemente a apoyar e incentivar cada pequeña lucha que se impulse desde cualquier gremio. Extenderemos los lazos de solidaridad de gremio a gremio y de país a país. La clase trabajadora no está sola ni desamparada, aunque hoy lo parezca; basta con que extienda sus músculos para activar una red de solidaridad que tumbará gobiernos y regímenes. Ese es el poder que debemos despertar, porque solo los trabajadores son los únicos que cambiarán estas condiciones miserables y opresivas a las que nos quieren someter. El futuro es de lucha: no debemos perder la esperanza en la victoria.

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