Austria: los comunistas son el objetivo de los ataques políticos mientras la guerra de Gaza acelera la crisis

Emmanuel Tomaselli


La democracia burguesa en Austria está en una crisis senil. Al igual que en otros países de Europa, los ataques de Hamas del 7 de octubre se han utilizado para avivar un estado de ánimo reaccionario.

Los migrantes musulmanes y los comunistas de Der Funke (la CMI en Austria) están en el  centro de estos ataques políticos, y los líderes reformistas de la socialdemocracia y el Partido Comunista persiguen activamente a los miembros del partido que se solidarizan con los palestinos.

«Por encima de las líneas partidarias y las opiniones políticas, estamos unidos en nuestra solidaridad con el pueblo israelí y el Estado de Israel.» Con esta declaración de unidad nacional por parte de todos los partidos parlamentarios, la clase dominante ha buscado recuperar la estabilidad política en una situación en la que todo apunta en la dirección opuesta: hacia la inestabilidad económica y el caos político, lucha de clases y creciente polarización.

La crisis del régimen democrático es tan profunda que se ha hecho necesario para la burguesía dividir a la clase obrera con una guerra cultural. Este método se utiliza contra cualquier oposición a la explotación y la opresión. Los patronos de la industria metalúrgica, por ejemplo, afirmaron que sus vidas estaban amenazadas por las opiniones agresivas y el lenguaje de los trabajadores hacia ellos. Acusaron a los sindicatos de ser cómplices y exigieron que los funcionarios sindicales «se distancien del discurso violento» para avanzar en el proceso de negociación colectiva.

El nuevo tono de los patrones no es ninguna sorpresa. La política de colaboración de clase tiene una base cada vez más reducida. Los patrones de la industria metalúrgica han ofrecido un mero aumento salarial del 5 por ciento cuando la inflación anual es el doble. Los trabajadores de 400 fábricas entraron en el movimiento de huelga, un número significativamente más alto que la última ocasión hace cinco años, cuando 180 se declararon en huelga. Se informa que la participación en la huelga es alta, a pesar de varios casos de represión anti-sindical. Solo una traición por parte de la dirección sindical puede evitar un movimiento huelguístico indefinido del sector metalúrgico, mientras que otros sectores como los servicios sociales privados y el sector del comercio se están preparando para declararse en huelga.

Mientras tanto, olas orquestadas de racismo y ataques a los derechos democráticos sin precedentes son ahora características comunes de la situación. Al igual que en muchos otros países europeos, el centro político ha retomado la retórica política de extrema derecha como las «deportaciones masivas» y los preparativos para promulgar leyes que limiten la libertad de expresión y de reunión. La ‘izquierda’ y los reformistas están capitulando ante la presión y no están presentando ninguna oposición.

Austria en una espiral descendente

Los analistas económicos creen que Austria está en camino hacia una crisis muy similar a la que afectó a las naciones del sur de Europa en la década de 2010. Hay razones para creer que pueden tener razón. Se espera que la economía se contraiga un 0,8 por ciento este año, lo que convertiría a Austria en la economía de peor desempeño de la UE, seguida por Alemania, cuya economía también está en recesión. La inflación también se encuentra en el nivel más alto de la zona del euro por segundo año consecutivo. Esto se produce en medio de ganancias históricamente altas para las empresas. Estos problemas no son meramente cíclicos.

Las subvenciones inconstitucionales a las empresas durante la pandemia, que acumularon más de 20.000 millones de euros, están siendo seguidas por nuevas subvenciones para reducir la crisis de los precios de la energía para la industria. Se han promulgado una serie de programas estatales adicionales para inflar las ganancias en todos los sectores de la industria y para sectores clave de la pequeña burguesía como la agricultura.

La guerra de Ucrania amenaza el 20 por ciento del consumo total de energía del país, que se suministra a través del único gasoducto de gas natural restante desde Rusia a través de Ucrania a Viena. Los crecientes beneficios del principal banco del país, el RBI, también se ven amenazados por el régimen de sanciones de Occidente y Rusia. El hecho de que Rusia sea el segundo mayor inversor en Austria también ha dejado al país económicamente expuesto desde que estalló la guerra en febrero pasado. Miles de millones en ganancias de guerra están actualmente atrapados en Rusia, privando a la sede central del RBI de la muy necesaria liquidez y despertando gran interés de las autoridades de sanciones del Departamento de Estado de EE. UU.

El aumento de las tasas de interés ha colapsado el auge inmobiliario impulsado por el crédito, ha reducido la industria de la construcción y ha alimentado el colapso a cámara lenta de la gigantesca corporación de activos Signa-Holding, del cuarto multimillonario más rico de Austria, René Benko. Benko ya había sido declarado culpable de corrupción en 2014, pero sin embargo pudo triunfar como magnate expandiendo aún más sus intereses comerciales con la ayuda de amigos políticos en todos los partidos políticos y empresas de medios (y compró el más importante de esos medios de comunicación). Ahora su imperio está colapsando, un desastre comparable al de Evergrande en China. Se cree que más de 60 bancos están expuestos a este colapso, el primero de los cuales es el ya mencionado RBI, que se cree que tiene créditos pendientes a Sigma por valor de 1.000 millones de euros.

Mientras tanto, por primera vez en más de 30 años, se espera que el aumento de las tasas de interés aumente la proporción del PIB necesaria para pagar la deuda pública.

Los cambios tecnológicos, como la sustitución de los motores de combustión por sistemas eléctricos, están minando la rentabilidad del importante sector de la automoción, que también se enfrenta a la dura competencia de los fabricantes chinos que han logrado el liderazgo mundial en estas nuevas tecnologías.

Al igual que en otras partes de Europa, sectores enteros de los servicios públicos (hospitales, maestros, jardines de infancia) están al borde del colapso debido a la escasez de mano de obra, agravada por el envejecimiento de la mano de obra.  Las malas condiciones laborales, las largas jornadas y la gran presión laboral hacen imposible mantener el antiguo nivel de servicios públicos, ya que los trabajadores recién cualificados simplemente escapan del sector público lo antes posible. No hay solución a la vista y el malestar laboral en estos sectores es constantemente palpable.

Deterioro político

Sin embargo, la mayor preocupación de la clase dominante es que no hay una constelación política con una mayoría parlamentaria a la vista para las decisiones estratégicas y los ataques sociales necesarios. En los últimos seis años ha habido cinco primeros ministros diferentes. El tiempo se agota. Es necesario tener elecciones generales en un plazo de 12 meses, pero no hay una solución fácil para construir un gobierno estable y cohesionado.

Las encuestas han mostrado una sólida ventaja para el FPÖ de extrema derecha durante un año. Su apoyo está por encima del 30 por ciento. El FPÖ está ahora en tres gobiernos regionales, pero su líder nacional, Herbert Kickel, tiene una imagen antisistema y es incontrolable. La burguesía, por lo tanto, no estña a favor que el partido forme un nuevo gobierno. Esto es exactamente lo que hace que el FPÖ sea tan popular entre los votantes. Los socialdemócratas y el partido conservador en el poder compiten por el segundo lugar, pero ambos están muy por detrás, con resultados en las encuestas entre el 19 y el 24 por ciento. Luego, los verdes y los liberales con menos del 10 por ciento. Por lo tanto, una coalición bipartidista es una opción poco probable.

Pero hay más problemas en camino. Una nueva formación, el BIER (“partido de la cerveza”), ha capitalizado la desilusión con los partidos existentes y ha ganado popularidad entre la juventud urbana en particular. Ya son terceros en Viena, incluso por delante del partido conservador, y definitivamente entrarían en el parlamento nacional si deciden presentarse a las elecciones. Y es probable que otro recién llegado llegue al parlamento: el Partido Comunista debería volver a la política nacional por primera vez desde 1959.

Para complicar aún más las cosas, los partidos tradicionales están plagados de crisis internas. El ÖVP conservador gobernante es un verdadero «partido popular», que está incrustado en las grandes empresas y el estado, pero con raíces que se extienden a todos los pueblos. Ha estado en el poder durante casi 40 años, está plagado de corrupción y se enfrenta con el rechazo público. Su ex canciller, Sebastian Kurz, está en los tribunales acusado de corrupción en este momento. Si se le declara culpable, esto podría abrir una serie de procedimientos judiciales adicionales. Esta posibilidad solo se abrió después de que el veterano fiscal estatal superior Pilnacek del ÖVP fuera derribado debido a divisiones en el aparato judicial. Pilnacek fue encontrado muerto en el segundo día del caso judicial de Kurz, y ahora se está llevando a cabo una investigación. El líder demócrata cristiano tradicional Othmar Karas, vicepresidente del Parlamento Europeo, se ha separado del partido y está buscando una nueva afiliación política.

Hasta principios de este año, los capitalistas se sentían cómodos con el hecho de que el principal partido de oposición, el SPÖ, estaba dirigido por un liberal. La (no)oposición de la socialdemocracia fue diseñada precisamente para asumir una parte del gobierno en cualquier momento en que se les llamara.

Desde el punto de vista de la burguesía, la reintegración del SPÖ en el gobierno tiene la ventaja de que sus tan necesarias contrarreformas son más factibles cuando las llevan a cabo los socialdemócratas.

La desesperación por participar en el gobierno es el denominador común de todas las fracciones del SPÖ. Los sindicatos quieren volver a los ministerios para suavizar el conflicto de clases restableciendo la colaboración de clases al más alto nivel político. Mientras tanto, el aparato pequeñoburgués del partido está desesperado por abrir el camino a las carreras en el estado, que les ha sido bloqueado. Incluso las organizaciones juveniles están desesperadas por acceder a las finanzas públicas. Privado de la participación en los asuntos estatales durante seis años, el partido socialdemócrata, una vez altamente centralizado, se ha venido desmoronando en la línea de los intereses regionales y los hombres fuertes regionales.

Una división en la dirección del partido significó que la burocracia central perdió el control de la situación a principios de este año, y esto abrió el camino para que el izquierdista Andreas Babler conquistara la dirección del partido en junio. Sin embargo, al renunciar a sus anteriores puntos de vista antiimperialistas y autodenominados marxistas, capituló rápidamente y se convirtió en rehén del aparato y de las tendencias liberales. Es como la experiencia de Corbyn en miniatura, solo que más risible y probablemente más efímera.

Israel: una cuestión de «interés nacional»

Si, en el conflicto entre Rusia y el imperialismo occidental, la clase capitalista austriaca quedó atrapada entre dos taburetes, en el caso de Israel la situación es completamente diferente. «El apoyo incondicional a Israel», se nos dice, es una cuestión de «interés nacional».

Y, de hecho, esta es una cuestión de profundo interés para la clase capitalista. Sus raíces históricas se remontan a la configuración ideológica del «periodo de reconstrucción» después de la Segunda Guerra Mundial. Nunca se ajustaron cuentas con la  clase capitalista que había llevado a Hitler al poder.

El Holocausto fue la peor atrocidad del siglo XX, en la que más de seis millones de judíos fueron asesinados a sangre fría en una campaña de hiperexplotación y exterminio. Pero la clase responsable de este asesinato en masa nunca ha sido llevada a la justicia. De hecho, las listas de los capitalistas más ricos de Austria y Alemania hoy en día están llenas de los apellidos de aquellos que hicieron su fortuna gracias al trabajo forzoso durante el régimen nazi. Una ruptura total con el fascismo solo habría sido posible sobre la base de la expropiación completa de la clase capitalista, es decir: una revolución socialista.

Sin embargo, así no es como fue la historia. Alemania Occidental y Austria se reconstruyeron sobre una base capitalista, aunque en medio de una conciencia de masas antifascista. El crimen de los nazis se empaquetó ideológicamente en una «culpa colectiva» de todos los alemanes, ignorando el carácter de clase del fascismo, el papel del antisemitismo como bandera de la reacción burguesa y la ardua lucha de los comunistas y las organizaciones obreras en la resistencia contra los nazis, que la clase dominante y los reformistas preferían que las masas olvidaran.

En Austria, la configuración ideológica de la construcción nacional posfascista era aún más absurda. Aquí, la clase dominante, de acuerdo con los Aliados, escribió un documento fundacional de la Segunda República afirmando que Austria fue colectivamente la primera víctima del fascismo nazi. ¡Así que nadie era responsable de los crímenes nazis! Esto significaba arrojar un manto de amnesia, no solo sobre la participación de la clase dominante austriaca en los crímenes del nazismo y el beneficio que obtuvo a través de esos crímenes, sino también sobre los crímenes del gobierno austrofascista que surgieron sobre la base de la guerra civil en 1934. Solo a fines de la década de 1980 la clase dominante cambió su modo de fabricación histórica de la «victimización colectiva» a la «culpa colectiva».

En la configuración ideológica de la Austria y Alemania modernas, el estado de Israel se entiende como el refugio para los judíos que no fueron asesinados por la generación de nuestros abuelos y, por lo tanto, el apoyo incondicional a este estado fluye directamente de nuestra responsabilidad común por el Holocausto. Estos son precisamente los términos utilizados por el ministro de Relaciones Exteriores alemán Habeck después del ataque de Hamas del 7 de octubre.

En estos días, la culpa colectiva nacional incluso se transforma en una culpa colectiva global.

Como dijo el canciller alemán Scholz al responder preguntas sobre el aislamiento internacional del imperialismo occidental en el caso tanto de Ucrania como de Palestina: «El Holocausto fue un crimen contra la humanidad, y la humanidad incluye a todos los habitantes de nuestro planeta». El mensaje es claro: hemos aprendido de la historia, aunque desafortunadamente no todos lo han hecho, por lo que tenemos el deber moral de hacer cumplir esta verdad, comenzando por casa. El eslogan de esta campaña es: «¡Nunca más significa ahora!»

Por lo tanto, la clase dominante alemana y austriaca están disfrazando sus renovadas ambiciones imperialistas detrás de la máscara de… ¡oposición al antisemitismo y simpatía por las víctimas del Holocausto! Entre los trabajadores y los jóvenes, tales tonterías tienen un impacto limitado, pero la pequeña burguesía siempre tiene un punto débil para tal hipocresía, especialmente en la izquierda. El nivel de confusión se puede ver en tres incidentes vergonzosos. En Viena, los llamados «antifascistas» organizaron una manifestación en oposición a la manifestación pro-palestina; el ala radical del movimiento climático detuvo sus actividades «para no mantener ocupadas a las fuerzas policiales, que serán necesarias para proteger vidas»; y en Berlín otro llamadogrupo ‘antifascista’ destrozó un café musulmán. Tal conducta vergonzosa generalmente está reservada para los ultrarreaccionarios, pero en Alemania y Austria ha sido adoptada por grupos que dicen ser de izquierda.

Musulmanes y marxistas en el fuego cruzado

Como ya se ha dicho, el centro político está muerto y la clase dominante tiene miedo de perder su control sobre la sociedad, particularmente sobre la juventud. Esto es lo que Der Standard, un diario liberal (!), escribió a principios de esta semana:

“Tenemos un problema con nuestros conciudadanos musulmanes. Con aquellos que tienen dificultades para integrarse en nuestra sociedad, que viven en un mundo paralelo. Y ahora están viviendo cada vez más su antisemitismo, su odio a los judíos y, en última instancia, su rechazo a nuestro orden social. No se trata de ninguna manera de todos ellos. Pero seamos honestos: hay muchos. Más de lo que queremos gestionar. Este problema es particularmente visible en las escuelas. Los niños musulmanes viven abiertamente su agresión, sus imágenes enemigas y sus valores que son contrarios a los nuestros «.

El hecho de que los liberales se involucren en un racismo tan flagrante muestra su extrema debilidad. El capitalismo no tiene nada que ofrecer y, por lo tanto, tampoco lo tienen sus defensores.

Han implementado rápidamente una nueva ley de crímenes de odio destinada a tratar los «crímenes de odio antisemitas de la izquierda, la derecha y los migrantes». 200 agentes de la policía política están siendo enviados a las escuelas para «programas de desradicalización». Los gobiernos regionales están presionando para obligar a los migrantes a firmar «contratos de integración». Al mismo tiempo, están planteando la posibilidad de «deportaciones a gran escala». La canciller alemana Scholz retomó este eslogan ultraderechista la semana pasada, y el líder del SPÖ, Andi Babler, también defendió cobardemente la misma postura en su entrevista del domingo, diciendo que era «lógico» apoyar esta postura política reaccionaria, y no una «cuestión política». Si creyéramos en el análisis de los políticos «moderados», la conclusión sería que el Califato austriaco bajo el gobierno de la Sharia y la espada del Profeta está a la vuelta de la esquina.

Esta campaña histérica se inició inmediatamente con la declaración de «unidad nacional». Al igual que en otros lugares, la prensa burguesa insistió en que los «crímenes de odio» estaban aumentando rápidamente, principalmente dirigidos contra ciudadanos judíos y símbolos israelíes. El gobierno declaró un «peligro inmediato de ataques terroristas», del que no había pruebas. Las autoridades policiales se vieron obligadas a justificarse políticamente por no prohibir todas las reuniones pro-palestinas. Las manifestaciones y reuniones pro-palestinas siguen estando severamente restringidas.

Más de 10 han sido prohibidas hasta ahora. La policía afirma que el eslogan, «Del río al mar – Palestina será libre» constituye un «crimen de odio», y en varias ocasiones se han utilizado argumentos similares para insistir en que incluso el eslogan «Palestina libre» es un crimen de odio. Esta estrategia política tiene una lógica de mantener las protestas aisladas y divididas.

En resumen, la clase dominante desató una campaña de aumento de las tensiones.Los histéricos pequeñoburgueses, los liberales y los autoproclamados «antifascistas» se unen al show de «unidad nacional contra el antisemitismo» en los periódicos y en la pantalla. Al igual que en otras partes de Europa, las manifestaciones pro-palestinas en Austria han sido declaradas como «reuniones antisemitas que celebran el asesinato de judíos», y declaradas un problema de seguridad para los ciudadanos judíos. La situación real en Austria, o en Gaza y Cisjordania, apenas aparece en las noticias de hoy. Los mejores periodistas de la prensa nacional la corporación de radiodifusión ORF, que intentaron mantener una actitud profesional en la presentación de informes, fueron silenciados después de los ataques de Hamas.

Prácticamente todas las formaciones de izquierda capitularon ante esta campaña reaccionaria, permaneciendo en silencio y alejándose de las manifestaciones pro-palestinas, etc. Aparte de Der Funke (CMI Austria), solo la juventud comunista se puso inmediatamente del lado de los palestinos, pero su partido ahora también los está reprimiendo. No desean que sus posibilidades electorales disminuyan enfrentándose a la prensa burguesa.

Por lo tanto, la presencia de Der Funke en las manifestaciones y la circulación de la declaración de la Corriente Marxista Internacional: «¡Abajo la hipocresía!¡Defender a Gaza!” se convirtió en sensación nacional en la política austríaca.

A partir del 16 de octubre, comenzó una campaña coordinada en los medios de comunicación para calumniar nuestra postura política en solidaridad con los palestinos. ORF informó el 18 de octubre que la declaración de la CMI «celebraba los ataques de Hamas como un hecho revolucionario», lo cual es, por supuesto, una mentira. Los funcionarios del partido socialdemócrata, comenzando por la sede nacional y repetido por los líderes regionales del partido, hablaron de «propaganda antisemita y simpatía por la barbarie que no tenía espacio en el partido», dando credibilidad a las mentiras burguesas. Por supuesto, la barbarie que se ha exhibido en el trato de Israel a los palestinos y la guerra contra Gaza no preocupa políticamente a estos funcionarios del partido.

Esta estrategia cobarde fracasó, ya que la dirección nacional del partido conservador comenzó a utilizar estas calumnias para mantener a la dirección nacional de «izquierda» del SPÖ bajo presión constante, con el fin de profundizar la crisis en el partido justo antes del congreso nacional. Las fuerzas derechistas y liberales también han utilizado esta campaña para fortalecer sus políticas racistas contra la inmigración y a favor de la guerra y la OTAN dentro del partido.

La base «teórica» para las expulsiones de los marxistas se basa en que… ¡defendemos un análisis de clase de la sociedad! Una declaración del SPÖ que aboga por nuestra expulsión expuso esto:

“El antagonismo de clase de [Der Funke] es tan plano como la división de los populistas de derecha entre el pueblo y la élite. La presunción de hablar por el ‘pueblo’ (la ‘clase’) es tan espeluznante como la de los derechistas, solo que más alejada de la realidad «.

A los ojos de estos liberales socialdemócratas, la división de la sociedad en clases y la existencia de explotadores y explotados es algo que «nos recuerda al KPD [Partido Comunista Alemán] en la década de 1920».

Independientemente de las motivaciones de la clase capitalista y sus representantes dentro del movimiento obrero, los comunistas de Der Funke han sido empujados a la arena de  la política nacional. Estamos en el centro de cientos de informes e investigaciones de los medios de comunicación y hemos llegado a los debates parlamentarios. Nuestra organización ahora es conocida por una amplia capa de la sociedad. Esto nos ha abierto grandes oportunidades.

Hemos organizado dos demostraciones pro-palestinas muy exitosas en Vorarlberg y Graz (con 1.000 participantes principalmente migrantes), además de ayudar en las manifestaciones vienesas e intervenir con éxito en Tirol y Linz.

Más que eso, intensificamos nuestra campaña «¿Eres comunista?» , con mesas públicas en zonas obreras y escuelas secundarias. Hemos recibido una gran cantidad de mensajes de apoyo (unos 100, y nos complacería recibir más). Hemos tenido una explosión de seguidores en las redes sociales y participantes en nuestras reuniones, así como nuevos grupos de seguidores en nuevas ciudades y áreas. También hemos aumentado las ventas del periódico en las calles para dar a la gente la oportunidad de hablar directamente con nosotros.

Los resultados de esta enérgica campaña nos dicen que el estado de ánimo real de la clase trabajadora y la juventud está muy lejos de las mentiras y distorsiones de los medios. De hecho, las corporaciones de medios se están preocupando mucho por su credibilidad cada vez menor en la sociedad, especialmente entre los jóvenes.

La clase dominante en Austria entiende lo que nosotros entendemos. La situación actual no durará. El movimiento huelguístico de los trabajadores metalúrgicos revela que hemos entrado en una nueva era de lucha de clases. La crisis política es demasiado profunda para ser remendada por las maniobras parlamentarias. El próximo gobierno será otro de crisis permanente. Necesitará ataques mucho más numerosos y severos, pero se apoyará en cimientos más frágiles.

La decadencia senil del capitalismo está devorando el tejido de lo que una vez fue uno de los países imperialistas más estables del mundo. La profunda crisis está socavando la base social del reformismo en la clase trabajadora. Las fuertes tradiciones y organizaciones reformistas son cada vez más anémicas, incapaces de conectarse orgánicamente con la nueva generación de trabajadores: son un castillo de naipes dependiente del dinero y los puestos del estado. Los cambios históricos de esta magnitud llevan algún tiempo, pero el futuro pertenece a los comunistas.

Deja un comentario