“El capitalismo tiende a destruir sus dos fuentes de riqueza: la naturaleza y los seres humanos.”
-Karl Marx
El clima del planeta ha cambiado constantemente y de forma natural a lo largo de los siglos, lo cual está documentado por investigaciones de diferentes disciplinas. Estos cambios se fueron produciendo de manera gradual y dieron tiempo a las especies para adaptarse a las nuevas condiciones. Sin embargo, hoy estamos experimentando un cambio en el clima de forma acelerada que amenaza con una extinción masiva de especies y que está produciendo consecuencias desastrosas en el ecosistema completo, incluido el ser humano y su civilización.
El cambio en el clima se comprende de muchas variables y todas repercuten en la vida diaria de las personas y demás formas de vida, no obstante, el indicador más significativo de todos estos cambios es el calentamiento global, que es producido por el “efecto invernadero”. Este fenómeno siempre ha existido y garantiza una temperatura adecuada para la vida en el planeta, reteniendo un porcentaje de la energía calórica del sol, entre la superficie de la tierra y la atmósfera. Lo que está sucediendo últimamente es un aumento de este efecto, el cual retiene más energía del sol, que no puede ser liberada al espacio, ya que queda encapsulada bajo un manto de gases que generan un incremento del efecto invernadero.
Los gases que causan el efecto invernadero son el Dióxido de carbono (CO2), Metano (CH4), Óxido nitroso (N2O), Clorofluorocarbonos (CFC), Vapor de agua, entre otros. A partir de la consolidación del capitalismo desde la revolución industrial en adelante, las emisiones de estos gases han aumentado de forma desproporcionada, sobre todo por el uso de combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas natural) en procesos industriales y medios de transporte, otros se generan a partir de la agroindustria a gran escala y la concentración elevada de estiércol de ganado, que es utilizado en la producción de carne.
Actualmente somos testigos de un aumento en la temperatura de la tierra, esto se traduce en derretimiento del hielo de los polos, aumento del nivel de los océanos y su acidificación, que pone en riesgo la vida de muchas especies marinas; inundaciones, menor rendimiento en las cosechas, aumento de enfermedades contagiosas, olas de calor, incendios forestales, migración climática (humana y animal) y un largo etcétera. Como vemos, el aumento en la temperatura de la tierra es la principal causa de los efectos que atribuimos al cambio climático en general, puesto que el calentamiento global ha modificado sustancialmente el equilibro de la naturaleza y se están rompiendo muchos ciclos naturales, dando paso a fenómenos climáticos y meteorológicos de gran envergadura.
Esta situación ha desatado las huelgas mundiales por el clima, que iniciaron en Europa y que se han extendido a otros países en todos los continentes. Estas huelgas han sido encabezadas por la juventud y grupos de estudiantes organizados entorno a los “viernes por el futuro” y otros movimientos, quienes están exigiendo a los gobiernos declarar una emergencia climática y que se adopten medidas urgentes para contrarrestar la crisis ambiental. Ante la presión de las huelgas los políticos han sido obligados a poner el tema en la agenda del día, sin embargo, el fruto de sus costosas cumbres climáticas solo son documentos diplomáticos que no tienen ninguna aplicación práctica que modifique la raíz del problema, y muchos de los acuerdos que se toman son irrespetados por los Estados firmantes, inclusive los más descarados, ni siquiera se toman la molestia de firmarlos, como el caso de EE. UU., a pesar que es el país que más contamina por habitante.
Los gobiernos por su parte están responsabilizando a los consumidores por el desastre ambiental y pretenden que sean estos quienes lo solucionen, por ello vemos campañas como: “cero plásticos” o “sin pajilla por favor”, estas campañas tienen como objetivo dejar de lado a los verdaderos, responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero y sacarlos de la lista de responsables para que no se les exija ni se les cuestione su sistema de producción. Muchas transnacionales han adoptado ese tipo de propaganda para hacerse ver como preocupadas en el tema, cuando en realidad son ellas las principales implicadas.
Para ser francos, aunque dejáramos de utilizar estos productos de consumo, no produciríamos una reducción significativa en el problema central, puesto que el mayor porcentaje de las emisiones es producido desde la gran industria internacional donde figuran empresas petroleras como: Exxon-Mobil, Royal Dutch Shell, Petrochina y Petrobras, entre otras que se dedican a la fabricación de automóviles, la industria química y farmacéutica, madereras, etc.
El verdadero problema no se origina en el consumo sino en la producción, la lógica mercantil del capitalismo solo busca expandirse cada vez más, ampliando sus redes comerciales y mercados internacionales. La producción capitalista por estar basada en la ganancia no cesa de producir y producir, con la idea de vender y vender, sin que nadie controle ni ponga un límite al uso que hace de los recursos que extrae de la naturaleza, a la que no retribuye nada, más que desechos tóxicos y contaminantes.
Para frenar realmente el calentamiento global se debe reorganizar la producción a gran escala y reducir el uso de combustibles fósiles, que son los que liberan las emisiones de CO2, causantes del aumento en el efecto invernadero. Pero esto no se logrará dentro del marco del capitalismo, dicho sistema no está diseñado para tener un equilibrio con el ecosistema en el que se desarrolla, por el contrario, está arrasando con todo a su paso: minerales, flora, fauna, agua y la vida misma de la clase obrera, que invierte su tiempo en el procesamiento de estos recursos que luego son destinados al mercado para el beneficio de una minoría.
Pronto se celebrará otra cumbre en Nueva York que discutirá con diferentes gobernantes la cuestión del cambio climático, y lo más seguro es que terminará como todas las anteriores: diciendo que se deben reducir las emisiones y que se comprometen a hacerlo, cosa que nunca sucede, y por el contrario siguen aumentando. Esto es así por una razón muy obvia, en el capitalismo los Estados son controlados por la clase burguesa, y ella no sigue ordenes de gobernantes, más bien es esta la que dispone de la política a su antojo. Decirle a la burguesía que es necesaria una reducción de las emisiones, es igual a decirle, que deben reducir su producción y su margen de ganancias, algo que jamás aceptarán.
La única manera de iniciar a revertir este proceso que comenzó desde la revolución industrial, es haciéndolo por nuestra cuenta, pero no dejando de usar plástico a manera individual, como ellos sugieren, sino tomando en nuestras manos las principales palancas económicas y poniéndolas bajo control obrero, operando la economía de forma racional con una planificación basada en las necesidades y que la persona humana y la naturaleza estén por encima del lucro y la acumulación de ganancias.
Sabemos que este proceso de recuperación del planeta llevará mucho tiempo, por lo que debemos iniciar hoy mismo, generando conciencia de la situación, organizando, movilizando y luchando por un modo de producción diferente. No podemos esperar más. Muchos fenómenos que se han desencadenado amenazan con empeorar la situación, por ejemplo, bajo zonas congeladas como Siberia, yacen cantidades importantes de metano, si el calor aumenta el hielo se derrite, al hacerlo el metano se libera y sube a la atmósfera aumentando el efecto invernadero, que producirá más calor, lo cual derretirá más hielo, liberando más metano, y así sucesivamente.
Lo más contradictorio de esta situación es que los países dependientes son los que sufren mucho más los efectos de todos estos cambios, y los países industrializados –que son los más contaminantes– se niegan a adquirir compromisos para frenar la crisis climática. Y lo mismo podemos decir dentro de cada país, las personas más vulnerables son las más afectadas y las que menos han contribuido a generar las emisiones, que como ya dijimos son responsabilidad de la industria a gran escala. No es cierto que todos somos responsables por igual, o que esto es producto de la actividad humana como tal; el ser humano tiene miles de años en la tierra, pero este cambio inicia justo cuando se consolida el capitalismo.
En conclusión, esta lucha también se debe librar en el escenario de la lucha de clases, donde la clase dominante, sueña de los medios de producción a parte que se lucra de la explotación asalariada, también produce cambios en el ecosistema que amenazan con extinguir la vida en el planeta. Como marxistas hemos explicado la necesidad de derrocar el sistema capitalista para mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora, sin embargo, hoy nos vemos en la necesidad apremiante de exigir una alternativa socialista, no solo para mejorar las condiciones de vida, sino para asegurar la vida misma. De lo contrario estaríamos condenando a la civilización humana a la extinción.