Tras el primer debate presidencial entre Joe Biden y Donald Trump, hay una pregunta en la mente de millones de estadounidenses de a pie y de la clase dirigente de Estados Unidos: “¿Cómo demonios son estas nuestras únicas opciones?”.
Durante los 90 minutos que duró el debate, un desconcertado Biden balbuceó a medias frases incomprensibles , tras lo cual su esposa tuvo que sacarle del escenario cogiéndole del brazo. Trump ofreció su habitual espectáculo de fanfarronadas, bravatas y mentiras a un ritmo medio de una vez cada tres minutos (según la CNN).
El «debate» (si se le puede llamar así) ha marcado acertadamente el tono del resto de esta farsa electoral entre dos de los presidentes menos populares de la historia de Estados Unidos. Por un lado, tenemos a un genocida senil; por el otro, a un vendedor ambulante megalómano. Cara, perdemos. Cruz… perdemos.
No es casualidad que hayamos llegado a esto. Parafraseando al filósofo francés Joseph de Maistre, cada sistema tiene los líderes que se merece. El lamentable espectáculo de anoche resume perfectamente la decadencia senil del capitalismo estadounidense.
Colapso demócrata: “un momento Defcon 1”
El “genocida Joe” lleva todo el año por detrás de Trump en las encuestas. Su prestigio entre los votantes jóvenes y musulmanes, en particular, se ha visto perjudicado por el inquebrantable apoyo de su administración a la masacre de Israel en Gaza. Sin embargo, Trump apenas es más popular, y las encuestas se han estrechado en los últimos días, ayudadas por una ligera y temporal estabilización de la situación económica.
El 21 de junio, The Spectator escribió:
“Los analistas siguen teniendo a Trump como gran favorito para volver a ganar en noviembre. Pero Trump no se está alejando de la victoria. Por el contrario, si Biden desafía unas expectativas muy bajas y rinde bien en el primer debate del jueves de la semana que viene, la maquinaria mediática demócrata empezará a hablar de la ‘buena racha’ de Joe, del ‘bajón de Trump’ o incluso del ‘regreso de Biden” [énfasis nuestro].
Basta decir que Biden, de 81 años, se tropezó con el listón más bajo de las expectativas. Los «momentos estelares» de su actuación se han hecho virales en las redes sociales, mostrándole farfullando, divagando sobre cómo «venció a Medicare» y confundiendo puntos sobre la deportación y el aborto.
Trump apenas brilló, diciendo poco o nada sustancial mientras ambos intercambiaban insultos inanes sobre sus vidas personales y su hándicap de golf, aunque salió vencedor simplemente por conseguir hilvanar una frase coherente. Una encuesta de la CNN entre los telespectadores del debate reveló que el 67% consideraba que Trump era el vencedor, mientras que sólo el 33% daba la victoria a Biden. Además, el 59% dijo que “no confiaba” en Biden para dirigir el país, frente al 44% que no confiaba en Trump.
Al parecer, felizmente inconsciente de lo desastroso de su actuación, Biden dijo después que pensaba que «lo había hecho bien». Esta opinión no fue compartida precisamente por nadie, y menos aún por su partido. Lejos de pregonar una remontada, la maquinaria mediática demócrata está en estado de pánico.
Mientras que algunos medios intentan suavizar la situación, pidiendo a Biden que siga adelante, otros han declarado abiertamente que ya es suficiente. Una serie de columnas del New York Times, de tendencia demócrata, suplican hoy al Presidente que se retire: “Biden es mi amigo, debe dimitir” (Thomas Freidman); “Biden no puede seguir así” (Frank Bruni), “Presidente Biden, es hora de retirarse” (Nicholas Kristof).
A este efecto, se pueden encontrar muchos otros titulares en la prensa liberal. Mientras tanto, el establishment político del partido está en crisis. David Plouffe, estratega demócrata de la campaña de Barack Obama, calificó el debate de «momento Defcon 1» [refiriéndose al nivel de alerta máxima de guerra nuclear].
The Hill cita a un aliado de Biden: “Estoy viendo cómo perdemos estas elecciones a cámara lenta”, y un demócrata anónimo de la Cámara de Representantes de un estado indeciso opina que “el equipo de Biden tiene que convencerle de que se retire y celebre una convención abierta”. Haciéndose eco de esto, un anónimo “alto donante de Biden” fue citado en Reuters diciendo:
“No hay forma de darle la vuelta a esto. Su actuación ha sido descalificadora. Se va a pedir una convención con mediadores. Whitmer, Pritzker, Newsom, Beshear. Esas podrían ser las opciones. Es inevitable».
Este sería el único mecanismo por el que los demócratas podrían elegir a otro candidato, lo que en sí mismo sería un enorme riesgo (por no mencionar una vergüenza), y no garantizaría ningún cambio en su suerte.
Observamos la total hipocresía de estos personajes que, después de pasarse las primarias demócratas de 2020 y las elecciones presidenciales chillando que los estadounidenses de izquierdas deben taparse la nariz y votar por el «mal menor», ¡ahora dicen que Biden es un lastre que debe ser eliminado! Además, gracias a sus esfuerzos, el «mal mayor» de Donald Trump ahora parece casi seguro que volverá a la Casa Blanca.
Sin alternativas
Parece increíble que estos señores y señoras se escandalicen por la actuación de Biden. Dada su nefasta actuación en discursos guionizados, ¿por qué esperaría el establishment demócrata un resultado diferente? Pero se enfrentan a un problema nada insignificante: no tienen alternativas.
El CND (Comité Nacional Demócrata) no ofrece más que incompetentes y don nadies, lo que es en sí mismo una prueba de la crisis del régimen político. No hay buenas opciones. Incluso si las hubiera, lo más probable es que sea demasiado tarde para encontrar un sustituto, lo que significa que los demócratas se quedan con un candidato que encajaría mejor en una residencia de ancianos que en el Despacho Oval.
Los representantes serios de la clase dirigente estadounidense se estarán tirando de los pelos. Trump es un inconformista incontrolable cuya última presidencia llevó a EE.UU. al borde de una guerra comercial total con China, lo que haría caer en picado a la frágil economía mundial.
Tampoco tienen ni idea de lo que el «fuego y furia» de Trump significará para la política exterior en un momento en que Estados Unidos está inmerso en la desastrosa guerra de Ucrania y está siendo arrastrado hacia un mayor caos en Oriente Medio.
Han lanzado todo lo que han podido contra Trump para evitar que regrese al poder, incluida una condena penal: sin embargo, ahora parece destinado a otro mandato.
¡Ambos merecen perder!
La única conclusión clara para la mayoría de los trabajadores y jóvenes que se sentaron a ver este debate es que ninguno de estos individuos es apto para dirigir un puesto de venta de limonada, y mucho menos la mayor economía mundial. La idea de que cualquiera de ellos tenga las manos en el volante de la política mundial y un dedo en el botón nuclear debería llenar a todos los seres humanos pensantes de un sentimiento de alarma, pero sobre todo de urgencia.
En última instancia, Biden y Trump no son representan más que la podredumbre destilada del capitalismo estadounidense, que no puede garantizar una existencia decente al pueblo estadounidense y está causando estragos en la vida de miles de millones de personas a nivel mundial. El sistema en sí no es apto para su propósito.
Incluso un presidente cuerdo y competente no podría hacer nada más que gestionar la crisis del capitalismo estadounidense, que exige más ataques contra los trabajadores estadounidenses para proteger los beneficios de los patronos. Seguirían encargados de defender los intereses del imperialismo estadounidense en el extranjero, lo que significa seguir apoyando a “aliados” asesinos como el presidente israelí Netanyahu, mientras éste amenaza con una nueva guerra en el Líbano.
Ayer mismo, nuestro redactor jefe Alan Woods establecía una comparación entre la actual crisis del imperialismo estadounidense y la caída del Imperio Romano, que vio cómo una procesión de emperadores locos, asesinos e imbéciles reinaban sobre el caos. Lo mismo parece haber pensado el ministro polaco de Asuntos Exteriores, Radosław Sikorski, que hoy ha publicado en X (antes Twitter):
“Marco Aurelio fue un gran emperador, pero arruinó su sucesión al pasar el testigo a su hijo Cómodo… cuyo desastroso gobierno inició el declive de Roma. Es importante gestionar la propia cabalgada hacia el ocaso».
Los marxistas no niegan el papel de los individuos, y un mal liderazgo puede tener un efecto decisivo en el curso de la historia. Sin embargo, la decadencia de Roma no se debió fundamentalmente a la mala gestión de un emperador. Intervinieron muchos factores, todos ellos derivados del hecho de que un imperio y un sistema social habían alcanzado sus límites. La crisis a la que se enfrenta el capitalismo estadounidense es crónica y sistémica, y ningún individuo o política puede cambiar su trayectoria fundamental.
Si Biden se ve obligado a hacerse a un lado, eso no evitará la crisis del régimen político estadounidense, que es en sí mismo un síntoma de la crisis del capitalismo estadounidense. Lejos de cabalgar hacia el ocaso, este sistema arrastrará a la humanidad hacia el abismo antes de ceder pacíficamente el poder.
Para evitarlo, debemos convertir a los Comunistas Revolucionarios de América en una fuerza poderosa que pueda dirigir a la clase obrera y a la juventud para arrancar el capitalismo de raíz, sentando las bases de una sociedad sana dirigida por la mayoría, en lugar de por lunáticos ricos.