[Originalmente publicado en: In Defence of Marxism, por Jonathan Hinkley]
El 24 de agosto, Pavel Durov, multimillonario ruso propietario de la aplicación de mensajería encriptada Telegram, fue detenido por la policía francesa. Interrogado durante cuatro días, ayer fue trasladado a un tribunal y acusado de todos los cargos. Ahora, a la espera de juicio, ha quedado en libertad bajo fianza de 5 millones de euros, debe visitar a la policía francesa dos veces por semana y se le ha impedido salir de Francia. También hay una orden de detención contra su hermano, cofundador de Telegram.
[Nota: desde que se escribió este artículo el 2 de septiembre, Telegram ha anunciado una serie de cambios a su servicio que parecerían indicar que Durov, bajo enorme presión judicial, llegó a algún tipo de acuerdo con las autoridades francesas]
Esta medida increíblemente audaz de las autoridades francesas se ha presentado como una operación rutinaria de ciberdelincuencia contra la proliferación de pornografía infantil y otras actividades nefastas. El propio Macron ha asegurado que la detención «no es política».
Pero la idea de que una pequeña oficina del Ministerio de Justicia persiga unilateralmente al «Mark Zuckerberg» de Rusia, que resulta ser el guardián de las comunicaciones privadas de casi mil millones de personas, es irrisoria.
Al contrario: se trata de un ataque político sin precedentes y escandaloso contra la libertad de expresión y la privacidad de las comunicaciones. El objetivo del Estado francés y sus aliados es acceder a la ingente cantidad de información de los usuarios de Telegram, sentar un precedente legal y enviar el mensaje de que cualquier servicio de mensajería que no permita a la policía secreta husmear en sus contenidos será castigado con todo el peso de la ley.
¿Complicidad?
A Durov se le ha imputado una letanía de cargos escandalosos, que incluyen venta de drogas, fraude y posesión de pornografía infantil. Sin embargo, ninguno de estos delitos ha sido cometido por el propio Durov. Más bien se le acusa de ser cómplice de todas las fechorías que han tenido lugar en su plataforma.
Esto es claramente ridículo, igual que sería ridículo acusar a Johannes Gutenberg de toda la basura que se imprime en papel. En realidad, los delitos de complicidad son un asunto secundario para la policía francesa. Muchos criminales ricos, y facilitadores del crimen, han disfrutado de estancias en Francia sin problemas.
El gobierno de Macron ha agasajado a tiranos de todo el mundo, incluidos carniceros saudíes y criminales de guerra israelíes. La policía francesa ciertamente no tuvo problemas con la «complicidad» de Durov cuando, en 2018, fue invitado personalmente a una cena privada con Macron, quien le pidió que trasladara la sede de Telegram a París.
La verdadera importancia de la detención está señalada por los siguientes cargos, que se mezclan entre la cortina de humo de acusaciones escandalosas:
«Negativa a comunicar, a petición de las autoridades competentes, información o documentos necesarios para la realización y el funcionamiento de las interceptaciones permitidas por la ley» y «Prestación de servicios de criptología destinados a garantizar la confidencialidad sin Declaración certificada» [el subrayado es mío].
A principios de este año, Europol, la agencia policial de la UE, planteó el caso de forma más contundente y emitió una declaración en la que exigía que se prohibiera el cifrado de extremo a extremo y que los monopolios tecnológicos incorporaran puertas traseras en sus sistemas para que las empresas y la policía pudieran controlar sus datos. Esto es realmente de lo que se trata esta detención.
Telegram
Este ataque es sólo el más reciente y audaz de los intentos de varios gobiernos, por las buenas o por las malas, de hacerse con los datos en poder de Durov.
Durov y su hermano fundaron inicialmente VKontakte, un equivalente ruso de Facebook, en 2006. A partir de 2011, en medio de las protestas contra el régimen ruso, recibieron presiones para revelar la identidad de los manifestantes al FSB y vender la plataforma a un oligarca leal a Putin. Lo mismo ocurrió durante el movimiento Maidan de 2013-2014, en el que, al negarse, Durov vio allanada su casa y fue obligado de hecho a vender VKontakte al régimen. Fue despedido como director general de la empresa y huyó de Rusia.
En 2013, tras la filtración de Edward Snowden de que Microsoft, Google, Apple y otros monopolios tecnológicos habían concedido acceso por la puerta trasera a los servicios de inteligencia estadounidenses, Durov fundó Telegram, una plataforma de mensajería segura.
Telegram creció rápidamente hasta convertirse en una de las aplicaciones de mensajería más populares del planeta y atrajo la ira de gobiernos de todo el mundo. En 2017, Durov sufrió el hackeo de su teléfono en una operación conjunta de Francia y Emiratos Árabes Unidos (es ciudadano de ambos países), e informa de que es recibido constantemente por agentes del FBI en el aeropuerto, intentando obtener su cooperación. Debido a su constante negativa a entregar información, Telegram ha sido prohibido (temporal o permanentemente) en 31 países desde 2015.
Pero Telegram es popular precisamente porque hasta ahora ha resistido estas presiones. En la actualidad, Telegram cuenta con 950 millones de usuarios activos mensuales, frente a los 500 millones de 2021. Es un punto ciego en el vasto aparato de vigilancia de las clases dominantes del mundo y, como resultado, la plataforma se ha convertido en un refugio para aquellos que quieren comunicarse de forma segura.
Junto a narcotraficantes, pornógrafos, Zelensky, Hamás e, irónicamente, el gabinete francés, Telegram ha sido un medio clave de organización de protestas y movimientos revolucionarios en Hong Kong, Irán, Tailandia y Bielorrusia, entre otros.
Telegram es también un medio de comunicación muy importante en ambos bandos de la guerra de Ucrania. En el bando ruso, según el hijo del antiguo jefe de la agencia espacial rusa, Telegram se utiliza para «la transferencia de inteligencia, la corrección del rumbo de la artillería, la transmisión de vídeo desde helicópteros» y mucho más. En opinión de Ruslan Leviev, director de una organización que investiga las actividades de los militares rusos, «prácticamente todos los soldados rusos lo tienen instalado».
En Ucrania, Telegram se ha convertido en una fuente de noticias para al menos el 70% de la población. La plataforma es la principal fuente de información actualizada sobre el campo de batalla, información que no coincide necesariamente con el coro de la propaganda occidental. Incapaz de controlar el flujo de información, el gobierno ucraniano ha atacado públicamente a Telegram , y el año pasado incluso amenazó con prohibirlo por completo.
Telegram es, por tanto, uno de los tesoros de información más jugosos del mundo, información que todas las potencias imperialistas tienen interés en asegurarse, tanto por motivos ofensivos como defensivos. Si algún gobierno consiguiera acceder a las claves de cifrado y descifrara esta hucha -lo que requeriría la cooperación de Durov-, sería un arma enorme en manos de sus servicios de inteligencia, que podrían utilizar para espiar, comprometer o decapitar a cualquier organización opositora que utilizara la plataforma.
Es una perspectiva tan tentadora que ha llevado a la «democrática» Francia a cometer una violación tan descarada de la democracia.
Este acto no es un hecho aislado. Tras la detención de Durov, la UE y la India han revelado que están iniciando sus propias investigaciones sobre la plataforma.
Sería extremadamente sorprendente que la inteligencia estadounidense no tuviera algo que ver con esto. La Agencia Nacional de Seguridad [NSA], las orejas del imperialismo estadounidense, controla un vasto aparato mundial de vigilancia que, a partir de 2021, se reveló que apuntaba directamente a más de 230.000 individuos y organizaciones, y recopilaba cientos de millones de comunicaciones, extranjeras y nacionales.
Como es sabido, las filtraciones de Snowden de 2013 revelaron que la NSA había llegado a acuerdos secretos con monopolios tecnológicos para espiar el tráfico que pasa por sus plataformas, dando a la inteligencia estadounidense acceso ilimitado a la mensajería «privada» en Whatsapp, Instagram, IMessage y Facebook. Pero los usuarios de Telegram han quedado fuera de su alcance. Un documento filtrado del FBI de 2021 que desglosa a qué puede acceder legalmente la agencia de cada plataforma de mensajería muestra que Telegram es la más opaca. Por lo tanto, y especialmente por su valor para el imperialismo ruso, comprometer Telegram es de especial interés para Washington.
Represión de la libertad de expresión
Hoy en día, Internet, y en particular las redes sociales, desempeñan un papel importante en la facilitación de la lucha de clases, como bien entiende la clase dominante. Es un medio sin precedentes de comunicación instantánea y global que puede utilizarse como herramienta para informar, reunir y coordinar a grandes masas de personas, como se ha visto desde la Primavera Árabe hasta Kenia y Bangladesh más recientemente, donde esos gobiernos cerraron Internet precisamente para bloquear esta vía de comunicación. En consecuencia, se ha convertido en un importante objetivo de la represión gubernamental. En los últimos cinco años, 30 países diferentes han desconectado Internet 191 veces durante protestas.
Francia ha sido pionera en esta táctica en Occidente. En 2023, en plena oleada de protestas en respuesta al asesinato de Nahel Merzouk a manos de la policía, Macron propuso prohibir Snapchat y Tiktok. Este año, la sugerencia de Macron se llevó a cabo: durante los disturbios en Nueva Caledonia, colonia francesa, el gobierno suspendió Tiktok junto con la imposición de un toque de queda y el despliegue de tropas.
Sin embargo, el actual asalto a la libertad de expresión no se limita al mundo digital. Activistas propalestinos de toda Europa y América han sido objeto de un aluvión de ataques escandalosos por parte del Estado.
Recientemente, Richard Medhurst, periodista propalestino con muchos seguidores en X/Twitter, fue sacado a rastras de un avión, detenido por la policía británica y retenido en condiciones humillantes durante 24 horas. Grabado todo el tiempo, se le negó el derecho a una llamada o a conocer el motivo de su detención. Para aumentar el carácter orwelliano del atentado, Medhurst había reservado su billete de avión el mismo día, lo que implica que estaba siendo vigilado y directamente perseguido. Es el primer periodista acusado en virtud del artículo 12 de la Ley de Terrorismo del Reino Unido.
Asimismo, en 2023, el editor francés de izquierdas Ernest Moret fue detenido cuando se dirigía a la Feria del Libro de Londres. En un ataque que revela la escandalosa cooperación de las policías británica y francesa para acosar a los disidentes políticos, Moret fue detenido en virtud de la legislación antiterrorista por su participación en las protestas francesas contra la reforma de las pensiones (que eran perfectamente legales). Se le interrogó sobre si apoyaba a Macron, se incautaron su teléfono y su ordenador portátil durante más de 10 semanas y se descargó su tarjeta sim. En este caso, la policía británica se vio obligada a disculparse y a pagar 500.000 libras de indemnización.
Pero esta disculpa es una excepción a la regla. Innumerables manifestantes, periodistas y estudiantes han sido acosados, intimidados o encarcelados en los últimos meses, incluidos comunistas de la ICR.
Al igual que la victimización de Snowden, Assange y Manning, todo ello forma parte de una campaña de persecución política. Bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo y la delincuencia, los policías de las potencias imperialistas «democráticas» están golpeando y amenazando a todos aquellos lo suficientemente audaces como para oponerse a sus atrocidades en el país y en el extranjero.
Los comunistas y la libertad de comunicación
No sentimos especial simpatía por Pavel Durov, un multimillonario excéntrico. Sin embargo, su mérito es que, sea cual sea su motivación, haya mantenido su integridad frente a la intrusión de las agencias de inteligencia de todo el mundo.
El carácter personal de Pavel Durov es totalmente secundario. Su verdadero delito es negarse a ayudar al Estado francés y a sus amigos a espiar a los usuarios de Telegram. En realidad, el caso se reduce a si el Estado debe tener derecho a espiar las comunicaciones de particulares en un foro privado.
Nosotros, como comunistas, nos oponemos inequívocamente a la detención de Durov, que se burla completamente de la libertad de comunicación. Una auténtica democracia garantizaría el derecho de organización, expresión y publicación sin la vigilancia de la policía secreta.
Pero, ¿cómo puede garantizar esto la «democracia», es decir, la democracia capitalista, cuando la vida privada de casi mil millones de personas está ahora a merced de la integridad de un solo hombre? Cuando los medios de comunicación están en manos de capitalistas individuales, la auténtica libertad de expresión siempre estará limitada por sus intereses privados, que, en general, se solapan con los del Estado, como demuestra la capitulación de la mayoría de los multimillonarios tecnológicos ante la NSA.
Los «demócratas» burgueses presentan el comunismo como la antítesis de la libertad de expresión. Pero bajo el capitalismo la libertad de expresión siempre está amenazada. No es una garantía, sino una herramienta que nos pueden arrebatar cuando sea necesario. En el contexto de la crisis mundial del capitalismo y de una marea creciente de lucha de clases, los defensores de la clase capitalista prescinden cada vez más de sus herramientas democráticas en favor de la mordaza y la porra.
En última instancia, ninguna aplicación, por muy segura que pretenda ser, puede garantizar una auténtica libertad de expresión. La única garantía real sería un mundo sin NSA, GCHQ, gigantes tecnológicos multimillonarios y Estados con interés en acabar con la disidencia para mantener la libertad de una minúscula minoría adinerada para explotar al resto de la humanidad. Es decir, el comunismo.