Por Erica L. – Socialist Revolution
A pesar de que la mayoría de los estadounidenses han creído durante décadas que el aborto debería ser legal en la mayoría de los casos, el gobierno «democrático» del Estado de Texas ha vuelto a atacar los derechos reproductivos de la mayoría de la población.
Para empeorar las cosas, en un país en el que el 43,6% de las mujeres son víctimas de alguna forma de «violencia sexual» a lo largo de su vida, y sólo 50 de cada 1.000 agresiones sexuales terminan en una detención, la ley no hace ninguna excepción para los casos de violación o incesto. En estos casos, el 80% de los estadounidenses creen que el aborto debería ser legal, e incluso la mayoría (62%) de los estadounidenses que se identifican como «pro-vida» también están de acuerdo con esto.
¿Por qué tantos políticos capitalistas están tan interesados en bloquear el acceso al aborto a la clase trabajadora? Después de todo, están felices de apoyar el aborto para sus amantes y para su beneficio personal. Como siempre, la conveniencia política triunfa sobre la salud y el bienestar de la mayoría. Antes de la década de 1970, los políticos conservadores podían apoyarse en el racismo de su base de votantes blancos evangélicos al defender abiertamente la segregación. Después de que el movimiento por los derechos civiles debilitara esta posición, los políticos necesitaban una nueva forma de atraer a estos votantes. Como hemos explicado en detalle en otro artículo, en la década de 1970 optaron por la política antiabortista.
Sin duda, los capitalistas y políticos liberales derraman muchas lágrimas de cocodrilo por las trabajadoras. Pero ¿qué pueden ofrecernos realmente? Cabe destacar que Biden ha calificado esta ley como «un ataque sin precedentes a los derechos constitucionales de la mujer según el caso Roe contra Wade». Pero ya en 1973, cuando se argumentó el caso, dijo que no creía que «una mujer tenga el único derecho a decir lo que debe ocurrir con su cuerpo». Hoy califica la ley de Texas de «extrema» por obligar a las víctimas de violación e incesto a llevar a término sus embarazos. Sin embargo, en 1977 utilizó su peso político para bloquear la financiación federal de los abortos específicamente para casos de violación e incesto.
Los actos de Biden hablan más que sus palabras. Su historial de votos incluye: un «sí» a la Enmienda Hyde (para limitar la financiación del aborto por parte de Medicaid); un «sí» a la Enmienda Hatch (un intento de anular el caso Roe contra Wade); un «sí» a una enmienda de Jesse Helms que bloquearía la financiación federal de la investigación sobre el aborto; y cinco votos negativos para permitir la financiación federal de los abortos de los empleados federales. Incluso tiene una enmienda contra el aborto que lleva su nombre. La «Enmienda Biden» a la Ley de Ayuda Exterior que aún sigue impidiendo que se utilice cualquier ayuda exterior de Estados Unidos para la investigación médica relacionada con el aborto. Tal vez el Consejo de Política de Género de Biden debería centrarse en deshacer su propio embate contra los derechos de las mujeres.
Melissa Upreti, presidenta del grupo de trabajo de la ONU sobre la discriminación contra las mujeres y las niñas, afirma que la ley de Texas «es profundamente discriminatoria y viola una serie de derechos garantizados por el derecho internacional». Preguntamos: ¿quiénes son exactamente los que «garantizan» estos derechos? ¿los capitalistas? ¿Los gobiernos que existen para servir y proteger sus intereses y propiedades? En última instancia, ningún gobierno capitalista puede «garantizar» los derechos de los trabajadores, ya que trabajadores y capitalistas tienen intereses diametralmente opuestos.
Cuando hay que hacer recortes –y al final siempre hay que hacerlos, porque el capitalismo entra periódica e inevitablemente en crisis de sobreproducción– los derechos de los trabajadores y su calidad de vida son los primeros en ser recortados. No existe un capitalismo «amigo» de los pueblos a los que explota. Dado que la ONU existe para garantizar la supervivencia del capitalismo a nivel mundial, la única garantía que Upreti y sus colegas pueden ofrecer a las mujeres trabajadoras es nuestra continua –y cada vez peor– opresión.
Irónicamente, dentro de la clase dominante, han sido las empresas depredadoras de viajes compartidos Uber y Lyft las que más han luchado contra esta ley. Dado que ahora los ciudadanos pueden demandar a cualquiera que lleve a la gente a sus citas para abortar, estas empresas han prometido pagar los honorarios legales de cualquiera de sus conductores que se meta en problemas, ya que los conductores no pueden controlar lo que hacen sus pasajeros. Por supuesto, nada de esto ayuda a quienes realmente necesitan un aborto; no amplía el acceso al aborto ni evita el cierre de clínicas. Mientras tanto, los propios conductores no pueden acceder siquiera al seguro de salud que patrocina su empresario fuera del estado de California, por no hablar de la asistencia para la atención reproductiva. Lyft al menos indicó a sus conductores un lugar en el que pueden obtener un seguro médico: la Ley de Asistencia Asequible del gobierno federal.
Los ataques a los derechos reproductivos no sólo perjudican a quienes tenemos útero, sino a toda la clase trabajadora. Para las mujeres que dependen de los salarios para sobrevivir –la gran mayoría de nosotras– un embarazo no planificado puede sumirnos en la pobreza o en la falta de hogar. No todo el mundo tiene seguro médico y no todos los planes cubren el aborto. Por ejemplo, en Estados Unidos, dar a luz a un niño en un hospital cuesta una media de 10.808 dólares, incluso cuando no hay complicaciones. Si incluimos los cuidados prenatales y postnatales, esa cifra se dispara hasta los 30.000 dólares.
Y, sin embargo, las estadounidenses en edad fértil (menores de 35 años) tienen un saldo medio en su cuenta bancaria de sólo 3.240 dólares. Para las estadounidenses de raza negra, esa cifra es de 1.150 dólares, y para los latinos, de 1.950 dólares. En otras palabras, un embarazo llevado a término puede enviar a millones de estadounidenses a una deuda médica de por vida, incluso cuando el embarazo es deseado. Para conseguir un aborto fuera del Estado, quienes buscan el procedimiento deben viajar un promedio de 496 millas de ida y vuelta. Cuando se incluyen los días de trabajo perdidos y el coste del alojamiento y la comida –ya que a menudo hay un período de espera de hasta 72 horas– la carga económica puede ser muy grande.
El hecho es que las emergencias financieras no son algo aislado de las mujeres; cuando entramos en crisis, los hombres y niños de nuestras familias suelen hundirse con nosotras. Al fin y al cabo, cuando nos vemos obligadas a dar a luz, hay casi la misma probabilidad de que el niño sea varón. En la actualidad, 13 millones de niños en Estados Unidos no reciben suficiente comida. Aproximadamente la mitad de estos niños son varones, y ciertamente no les ayuda su supuesto «privilegio masculino».
Esta es sólo una de las razones por las que toda la clase trabajadora tiene un interés material innegable en luchar por los derechos reproductivos plenos, incluyendo el aborto, como parte de un sistema de salud socializado y universalmente accesible, gratuito en los centros de salud y operado bajo el control democrático de los trabajadores.
Como hemos visto, la mayoría de los estadounidenses apoya el derecho al aborto. Pero, como en tantas otras cuestiones, la voluntad de la mayoría no significa nada en un sistema que sólo ofrece democracia a los ricos. Así que cuando se trata de resolver los problemas de los trabajadores, no debemos hacernos ilusiones de que un gobierno capitalista pueda ofrecer una solución. Tampoco debemos buscar la salvación de las corporaciones cuya existencia depende de la extracción de la fuerza vital de la clase trabajadora. Sólo un gobierno obrero puede representar fielmente los intereses de clase de la mayoría.
En este contexto, vale la pena recordar que el Estado obrero revolucionario establecido por la Revolución de Octubre fue el primer gobierno del mundo en legalizar completamente el aborto hace más de 100 años, en la «atrasada» Rusia. ¿Puede repetirse este increíble logro? Tenemos todas las razones para creerlo. ¡Ayúdanos a trabajar para la construcción de un partido socialista de masas de la clase obrera! El primer paso es unirte a la CMI y organizarte para la revolución.