La revolución rusa de 1917 es la más grande transformación que ha tenido la humanidad. Tuvo que lidiar con un colosal retraso cultural. Las masas vivían bajo enorme explotación y atraso cultural. El 80% de las personas entre 8 y 50 años eran analfabetas. En Asia central muchas lenguas ni siquiera tenían alfabeto gráfico. Al descomunal atraso cultural heredado había que sumar las profundas dificultades económicas de la revolución en sus primeros años.
La revolución no podía tener al arte como prioridad en sus primeros años. Pero sí buscó desde el inicio sacar a las masas del atraso cultural, comenzando con la educación. Niños con estómagos vacíos, en escuelas sin mobiliario por primera vez iban a una escuela, aunque 5 de ellos tuvieran que compartir un solo lápiz. La revolución atrajo a lo mejor de la intelectualidad, los jóvenes en primera línea. En medio de estas condiciones floreció una galaxia de artistas y talentos. La sociedad dio lo mejor de sí. Surgieron distintas vanguardias artísticas en todas las áreas. El cine, que alcanzó muy poco desarrollo bajo el zarismo, se elevaría a grandes alturas.
El Montaje: aportación de la revolución rusa al cine
Se había acabado con el zarismo y el capitalismo, se vivía un ambiente de libertad en las calles que se reflejó en el arte y los artistas. La Rusia gobernada por los obreros creó la primera escuela de cine de todo el planeta. No se tenía a veces ni para comprar película virgen, aún así se empezaron a hacer los primeros aportes de la mano de Lev Kuleshov. Él hizo experimentos con películas de archivo dando los primeros aportes del montaje, hoy en el cine es común hablar del Efecto Kuleshov. Su alumno más destacado, que seguiría su escuela, sería Vsévolod Pudovkin.
Hasta entonces, el cine en el mundo había desarrollado un lenguaje, pero hasta cierto punto lineal. La revolución rusa le dotó de una gran aportación, indispensable hasta nuestros días: el montaje cinematográfico. El montaje consiste en ordenar los distintos planos, aparentemente disociados entre sí, pero que unidos de una forma concreta determinan un sentido y generan un efecto dramático determinado.
El llamado efecto Kuleshov nos permite entender esto de forma más clara. Si nosotros ponemos un primer plano con una persona seria y otro plano con esa misma persona sonriendo, podemos intercalar en medio un plano distinto, por ejemplo, una joven descendiendo de un tren o un bebé durmiendo o unos obreros poniendo banderas rojas en la puerta de una fábrica. En cada caso tendremos un mensaje y efecto distinto en el espectador.
El Montaje nació tanto de Lev Kuleshov, de Dziga Vértov y su Kino- Pravda y del cine de Serguei Eisenstein, quien llevaría más lejos este descubrimiento.
Eran los años de la guerra civil. El ejército rojo fue una importante cuna para el cine. Además de librar la guerra en el frente de batalla, se libraba una guerra cinematográfica. Los imperialistas hicieron una campaña con documentales, reportajes, atacando a los comunistas. La revolución les respondió. Un grupo de camarógrafos llamados kinoks, arriesgando sus vidas, filmaban escenas del frente de batalla. Tenían la consigna: “filmar o morir”. Dziga Vértov recibía estos materiales de distintas zonas del frente de batalla y con ellas armaba reportajes, llamados Kino Pravda (cine verdad) desarrollando por su cuenta el montaje.
Lenin y Trotsky y el cine
Lenin dijo en 1922: “De todas las artes, el cine es para nosotros la más importante. El cine debe ser y será el principal instrumento de cultura del proletariado”. En otro momento diría: “Si el pan sirve para alimentar el cuerpo, el arte teatral y cinematográfico deben convertirse en el alimento del espíritu, porque el pueblo tiene derecho a contar con un arte cuya sustancia sea una constante búsqueda de la verdad y la belleza” (En De la Vega, Vanguardia cinematográfica soviética, pp. 15-16).
Trotsky coincidiría en esa apreciación y señaló: “En este campo [el de los medios de satisfacción y educación colectiva], el instrumento más importante, el que supera de lejos a todos los demás es, sin duda, el cine. Esta invención desconcertante en materia de espectáculos ha entrado en la vida de los hombres con una rapidez fulminante” (Trotsky, Problemas de la vida cotidiana (centromarx.org)).
En medio de la lucha contra el atraso cultural y contra el imperialismo, el cine era una importante herramienta de lucha de la revolución proletaria. Se usaron coloridos trenes que recorrían al país, adaptados con salas de cine. El cine y otras expresiones artísticas como el cartel o el teatro jugaron un papel propagandístico. Pero en los primeros años de la revolución se hacían en un ambiente de enorme libertad.
Eisenstein, el más grande cineasta soviético
Eisenstein es el más importante cineasta que generó la revolución de Octubre. Su película, “El Acorazado Potemkin, es una de las más grandes obras de la cinematografía mundial. La Rusia revolucionaria, que heredó un importante atraso, mostró al mundo que era capaz de conseguir colosales logros no solo en la economía sino también en el arte.
Eisenstein hizo una película sobre la revolución de Octubre. Pero su principal protagonista era Trotsky. Bajo la presión de la burocracia tuvo que cambiar su película, aunque no eliminó a Trotsky completamente de la cinta.
Trotsky señaló que no era labor del partido determinar el contenido del arte. Lenin mantuvo una posición de dar completa libertad a los artistas. Cosa distinta era cuando se hacían acciones prácticas contra la revolución, esta tenía el legítimo derecho de defenderse. Pero con el ascenso de la burocracia esto se acabó.
El ascenso del estalinismo
La gran desgracia del arte y el cine soviético es que cuando comenzaban a florecer iniciaba la contrarrevolución burocrática: el estalinismo. El estalinismo comenzó por aplastar las vanguardias como lo fue la escuela suprematista y constructivista. Se oficializó como arte al realismo socialista que no era ni realista ni socialista. La burocracia repele la revolución. No le interesa un arte revolucionario sino simple. Si muchos artistas pusieron sus talentos al servicio de la revolución, ahora la burocracia dictaba lo que tenían que decir.
Genios como Eisenstein serían censurados. Fue obligado a hacer cine bajo los cánones del realismo socialista. Incluso entonces hizo críticas mordaces a la burocracia que se mantendrían hasta sus últimas películas.
Eisenstein chocó con la industria fílmica capitalista
Eisenstein quería salir de la asfixia de la burocracia. Viajó al extranjero, pero no tuvo éxito. Era visto, con razón, como un rojo comunista. En Europa no hubo quien quisiera invertir en hacer un largometraje con él. Solo consiguió hacer un par de cortometrajes, uno de ellos en Suiza sobre el derecho al aborto para la mujer con gran contenido de clase, llamado Miseria y fortuna para las mujeres (1929).
Estuvo en Hollywood, pero no pudo filmar nada. Esto se puede entender en parte, porque ahí quería hacer una película sobre El Capital de Marx, también porque sus ideas cinematográficas eran en sí mismo revolucionarias. En EEUU dijo:
“Imaginad un cine que no es dominado por el dólar. Una industria cinematográfica en la que el bolsillo de un hombre no se llene a costa de otro, que no esté hecho para los bolsillos de dos o tres personas sino para las cabezas y los corazones de ciento cincuenta millones de personas. Cada película afecta las cabezas y los corazones, pero, como regla, el cine no es producido especialmente para las cabezas y los corazones. Generalmente las películas se hacen para el beneficio de dos o tres bolsillos; sólo incidentalmente afectan las cabezas y los corazones de millones (Marie Seton, Sergei M. Eisenstein una biografía, Fondo de Cultura Económica, p. 159)”.
En México no pudo concluir una película que resaltaba la cultura mexicana, la dialéctica entre muerte y vida; se reivindicaba a los explotados y a la mujer trabajadora. y se criticaba los límites de la revolución mexicana que no acabó con el capitalismo.
Esta película fue financiada por el escritor socialista Upson Sincler. El costo fue elevado y la producción entró en crisis. Stalin en cartas influyó a Sincler para acabar con esa filmación. Las grabaciones le fueron retiradas a Eisenstein y no pudo nunca montarlas. “¡Que viva México!” Es el más bello de los filmes inexistentes.
El director soviético no pudo hacer un sólo largometraje en los países capitalistas. Eisenstein es un producto claro de la revolución de Octubre. Sus ideas políticas y cinematográficas no compaginaron con las producciones cinematográficas capitalistas ni con el estalinismo.
Alexander Medvedkin y su cine tren
En el momento que Eisenstein regresó a la URSS, en 1932, la burocracia gozaba ya de enorme poder. Aún en ese periodo vimos un episodio glorioso del cine soviético. Un viejo general del ejército Rojo quiso abandonar su carrera militar para hacer cine. Su nombre era Alexander Medvedkin. Su decisión no fue una claudicación política. En el Comité Central del Partido Comunista se aprobó darle un Cine Tren, pero luego no se ejerció gran control sobre él.
Medvedkin y su grupo se lanzaron a los pueblos con la consigna de “filmar hoy, proyectar mañana”. Se iba a las fábricas y se reflejaban los problemas de los obreros. Los protagonistas de estas películas eran los habitantes de los pueblos y trabajadores de fábricas. La gente iba a ver las películas por curiosidad.
Pero al ver el contenido crítico esas funciones, donde se criticaba a los burócratas, comúnmente terminaban en asambleas. Se acordaron decretos y decisiones a favor de los trabajadores, se destituyó a burócratas. En algunas fábricas esto llevó a establecer control obrero en la administración de las fábricas.
Una de sus películas realizadas es¿Cómo te va, camarada minero? (1932).
“Con toda franqueza y audacia atacaba la organización de la alimentación de los mineros. Aquí una enorme fábrica-cocina alimentaba tan mal a los mineros, que dejaron de visitar la cantina. Todo parecía soso, se rodaba sin vergüenza, todo era rudo… La empresa estaba encabezada por unos pillos. Sabían convencer a la administración, con guarismos en las manos, de que todo era debido a la falta de abastecimientos” (Medvedkin, Alexander, El cine como propaganda política, Siglo XXI, p. 10).
Los tripulantes del cine tren no eran artistas pequeñoburgueses buscando aventuras. Eran bolcheviques comprometidos con la lucha por el socialismo y contra el burocratismo. No fue fácil apagar la tradición de Octubre. Tuvieron que venir masivos asesinatos. Artistas fueron víctimas de las purgas. Los cineastas tenían la mala suerte de que a Stalin le gustara el cine y viera todas las películas que salían.
En el socialismo se verá el mayor florecimiento del arte
Hoy nuestra vida está llena de imágenes. La batalla en videos ha cambiado de forma, pero sigue siendo un espacio de batalla en la lucha de clases. Las lecciones de la revolución rusa pueden ayudarnos a dar mejor sentido a nuestras ideas traducidas a imágenes en la lucha contra el capitalismo.
La revolución rusa despertó a lo mejor de la sociedad. Hizo explotar una galaxia de talentos. Una de sus conquistas fue el montaje que quedó marcado en el lenguaje cinematográfico universal. Eso no lo pudo quitar el estalinismo.
El arte no necesita hacer propaganda ni ser partidista. Pero la revolución rusa también nos dio ejemplos de arte comprometido y en muchos sentidos revolucionario. El despertar explosivo del arte soviético de los primeros años es una muestra fehaciente del potencial que tendrá la futura sociedad socialista. En el socialismo veremos el mayor florecer del arte que jamás haya vivido la humanidad.
Eisenstein hizo fuertes críticas a Stalin en sus últimos filmes, cuando éste estaba viendo su última película, el director soviético tenía tanta tensión que sufriría un paro cardiaco, del cual tiempo después moriría. Hospitalizado escribió sus memorias, en ellas dijo:
“Pero nuestro cine no sólo es original por su forma, sus recursos o su método. Forma, método o recursos no son más que el resultado de la particularidad principal del cine nuestro. Nuestro cine no es un medio de pacificación sino una acción de combate. Nuestro cine es ante todo un arma cuando se trata de un enfrentamiento con una ideología hostil y, ante todo, es una herramienta cuando está encaminado a su actividad principal: influir y transformar” (Sergei Eisenstein, YO memorias inmortales, Siglo XXI, vol. 1, p. 50).